❝I missed you, little brother❞
— Fue mi culpa... —susurró Fred. Isabelle desvío la mirada del cuerpo inconsciente de James y frunció el ceño al no entender a qué se refería el pelirrojo— Yo aleje a Adeleine, la entregue completamente a Joseph, estábamos en navidad cuando ella dijo que sentía algo por mí y a pesar de que también sentía algo... La rechacé.
— ¿Por qué? —preguntó luego de que se quedara en silencio.
— Era un traidor de la sangre, mi familia era una traidora. No podía permitir que la gente la mirara como nos miraban a nosotros.
Isabelle miró a Fred por un momento hasta que este desvió la mirada y la puso en la ventana, la pelirroja aun no podía asimilar los sucesos ocurridos en las últimas horas, siendo el más importante el de su padre. Ella siempre había visto en aquel hombre a un héroe, un ejemplo a seguir y enterarse de que todo era una falsedad le había afectado, incluso lo que más le dolía era saber que su madre y hermanos aún seguían creyendo en el maravilloso hombre que suponía era Joseph Bennett.
El otro asunto descansaba en aquella cama de la enfermería, desvío la mirada otra vez hacia James. Amber había lanzado un hechizo para frenar la caída de James, al ser la única que sabía quién sería atacado tuvo mayor cuidado con el azabache, protegiéndolo a cada momento y cuando la caída se produjo fue fácil protegerlo de que muriera a causa de caer varios metros.
Fue a gracias a esto que pudieron notar el poder que aquella mujer poseía, incluso cuando Amber intentaba frenar la caída podía sentir como alguien la impulsaba para que fuera más dañina, por eso incluso ante los intentos de la bruja por protegerlo este sufrió varios golpes, la Sra. Andrews había interferido con rapidez logrando curar las heridas, alegando que las más graves se irían curando con el tiempo.
— Cariño, debes irte antes del toque de queda. —habló la enfermera llegando hacia donde ella estaba, la chica quería rechistar, pero sabía que no conseguiría nada, asintió con la cabeza y antes de salir dejo un beso en la frente del azabache.
Se despidió de la mujer y se fue de la enfermería caminando por los ahora vacíos pasillos del castillo, eso era lo que había provocado los ataques, que nadie pudiera disfrutar de un sábado como se debe. Isabelle se detuvo en medio del pasillo al reconocer el lugar, se quedó estática ahí y toco la pared deseando ver algo que sabía perfectamente no lo haría, soltó un suspiro y se sentó en el suelo abrazando sus piernas.
— Lo siento. —susurró Isabelle mirando a Fred quien se encontraba frente a ella sentado como indio— Mi pa... Él fue el causante de tu... Lo siento.
— Las cosas debían pasar así.
— ¡Pero pudieron cambiar! No es justo que un hombre que hizo todo aquello se haya salido con la suya e incluso haya asesinado a una per...
— ¿Qué pasa?
— No sentí la muerte de mi padre.
— ¿Qué?
— No la sentí, la visión jamás cambio. Harry Potter fue el que debía morir en aquella redada y si alguien intervenía debí haberlo visto y jamás paso.
—Las visiones no son exactas, ¿recuerdas? —ella suspiró.
— Lo sé, es solo que... no es justo todo lo que te paso. —Fred hizo una mueca y tomó la mano de la pelirroja dándole un apretón.
— Como dije: las cosas debían pasar así, si hubiese aceptado los sentimientos de tu madre ahora mismo no estaríamos aquí, todo lo que sucedió fue por algo, quizás alguien halla arriba hizo que esto sucediera para demostrarnos algo.
— ¿Qué hiciste con Fred? —el nombrado comenzó a reír y negó con la cabeza mientras colocaba su cabeza sobre la de ella.
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El rechinar de una cama alertó a la mujer de cabellos cobrizos, se movió de su escritorio y caminó por el lugar con la varita en su mano, observó cada una de las camas comprobando que los pocos estudiantes que se encontraran ahí estuvieran dormidos pero su mirada se quedó en la de Potter, donde una mujer se encontraba acariciando el cabello del muchacho.
— ¿Quién eres? —preguntó la mujer con voz dura, la tenue luz del lugar mostraba como una sonrisa ocupaba el rostro de la desconocida— No volveré a...
— Meghal. —susurró y la mujer se dejó caer en el suelo, un hilo de sangre comenzó a salir de su boca y nariz, desvió la mirada de la moribunda mujer, volvió a acariciar el cabello del chico y acercó su rostro a su oreja— Kelj fel, drágám, itt az ideje. —los ojos de James se abrieron, una sonrisa volvió a aparecer en el rostro de la mujer cuando el azabache le dio una sonrisa— Hiányzott neked, kis testvér.
El azabache tomó la mano de la mujer y le dio un apretón, la aparto y se levantó de aquella cama observando el atuendo que tenía y por supuesto juzgándolo en su cabeza, alguien como él no debía usar algo tan indigno, pero omitió decir algo al respecto. Observó todo el lugar y después de siglos abrazo a la mujer frente a él, de cualquier manera, gracias a ella es que estaba ahí en ese momento y si lo estaba era porque al fin había llegado el momento.
— ¿Dónde está el ancla? —preguntó en un perfecto inglés.
— La tendremos más pronto de lo que crees, hermanito. —el azabache sonrió— Ahora debemos salir de aquí. —extendió la mano y este la tomó— Tűz.
Las llamas comenzaron a quemar cada cosa a su paso alertando a los estudiantes que descansaban de su enfermedad en aquel sitio, corrieron por los pasillos alertando a los encargados de la vigilancia quienes corrieron al lugar del incidente topándose con la imagen de un incendio consumiendo gran parte del lugar, por supuesto que sus intentos por detener el fuego fueron nulos, sobre todo cuando una explosión se escuchó en una de las torres aledañas.
— ¡Alerta a todos!
Todos los estudiantes salieron de sus respectivas casas hacia los patios del castillo, donde pudieron observar cómo las llamas consumían el lugar, por supuesto que las lágrimas de varios no se hicieron esperar, el sitio al que consideraban su hogar estaba siendo destruido por segunda vez, por unos rebeldes que solo querían causar más caos de lo que ya lo hacían. Varios aurores habían aparecido ante el llamado y todos ayudaban a detener lo que nadie sabía cómo empezó.
Desde lejos dos personas observaban todo con sonrisas triunfantes en sus rostros, sentían que habían ganado la batalla cuando esta aun ni siquiera empezaba, la mujer de cabellos castaños dejo de reír y con un movimiento de su mano detuvo las llamas que ya habían consumido la mayor parte del castillo, dejándolo desecho.
Minerva suspiró sabiendo que la situación se había complicado más de lo que podía imaginar, los estudiantes no parecían estar seguros en ningún lugar y eso preocupaba de sobremanera a la directora de la escuela, debía tomar una decisión y la única que tenía en su cabeza era el de enviar a todos a su hogar, al menos a aquellos que no habían desaparecido en este ataque. McGonagall no entendía cómo era posible que alguien burlara la seguridad del castillo como para llevarse a estudiantes y causar un alboroto de semejante magnitud.
— Belle. —la chica se dio la vuelta y vio a una rubia frente a ella, reconoció rápidamente a la chica y sonrió.
— ¿Qué pasa Vanessa?
— No encuentro a Stefan, salió junto a Oliver y luego desapareció...
— Se debió haber metido con alguno de sus amigos. —respondió, pero la rubia negó.
— Iré a ver, espera.
La pelirroja caminó entre las personas pensando en su hermano y donde pudo haberse metido, se puso de puntillas y busco entre las personas a Stefan, pero no apareció en ningún lugar, el último recurso era preguntar a cualquiera de los maestros, pero antes de llegar un ruido ataco su cabeza, sus manos se posaron en su cabeza intentando inútilmente detener el ruido, sintió las manos de alguien zarandear su cuerpo, pero entonces el ruido se detuvo dando paso a la voz que venía atormentándola.
— Te lo advertí, Isabelle. Ahora vas a pagar.
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Meghal: Muere
Kelj fel, drágám, itt az ideje: Despierta, cariño, es hora.
Hiányzott neked, kis testvér: Te extrañé, hermanito.
Tűz: Fuego