Ojos de gato Sirio [La versió...

By mhazunaca

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Siendo un humano evolucionado, su curiosidad le va a llevar a conocer a los otros humanos, y a aprender sobre... More

Ojos de gato
Los nuevos humanos
Atrapado desde un inicio
Capítulo 1: Dos años antes...
Capítulo 2: Listo para todo
Capítulo 3: Ciudad de humanos
Capítulo 4: Atrapado sin estarlo realmente
Capítulo 5: Espiando
Capítulo 6: Extraños comportamientos
Capítulo 8: La protegeré
Capítulo 9: Contra el tiempo
Capítulo 10: Misión o capricho
Capítulo 11: Lo que soy
Capítulo 12: Una noche especial
Capítulo 13: Un monstruo en mi interior
Capítulo 14: Tentación
Capítulo 15: Cosas de humanos
Capítulo 16: Nuevas sensaciones
Capítulo 17: Cargos de consciencia
Capítulo 18: En peligro
Capítulo 19: El anhelo de una vida en calma
Capítulo 20: Aprecio en un beso
Capítulo 21: Traición a todo lo que soy
Capítulo 22: Arreglando algunos asuntos
Capítulo 23: Resucitar
Capítulo 24: Explicaciones
Capítulo 25: Hacia mi hogar
Capítulo 26: Con ella
Capítulo 27: Complacer a mi dama
Capítulo 28: Mi compañera eterna
Capítulo 29: Hacia la capital
Capítulo 30: Besos y más besos
Capítulo 31: Encrucijada
Capítulo 32: Hacer un poco de amor
Capítulo 33: Una nueva vida
Capítulo 34: Secretos
Capítulo 35: Tocarla
Capítulo 36: A entrenar
Capítulo 37: Promesas
Capítulo 38: Tensión de la buena
Capítulo 39: Rescate
Capítulo 40: Una bella cita
Capítulo 41: El amor es ardiente
Capítulo 42: Un mensaje
Capítulo 43: Una noche caliente
Capítulo 44: Amenaza
Capítulo 45: Ataque
Capítulo 46: Te amo, por siempre
Capítulo 47: Pesadillas
Capítulo 48: Reviviendo
Capítulo 49: Recuperar el tiempo
Capítulo 50: Volviendo a la realidad
Capítulo 51: Vida o muerte
Capítulo 52: Nueva vida. Epílogo
Capítulo especial: ¿Playa? No, gracias
Ojos de gato Saga

Capítulo 7: La hermosa joven

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By mhazunaca

Al llegar al comedor y terminar de servirme lo que menos apestara a condimentos la chica parlanchina vuelve a jalarme para ir con ellos. En realidad, no importa mucho, porque puedo verla... ver a la bonita Marien sentada frente a mí. Le sonrío de vez en cuando y ella también lo hace.

Siento que sus sonrisas son diferentes a las que les muestra a sus amigos. De alguna extraña forma eso me hace pensar en que quizá, si lo que tengo es una enfermedad, ha sido ella quien me la ha contagiado.


Regreso a mi habitación, frustrado por no poder dejar de pensar en esa desconocida joven. Su rostro, su sonrisa, su largo cabello, su voz. Me siento como niño ilusionado con algo, como cuando mi madre me ofrecía traerme algún juguete de madera del mercadillo del pueblo. Pero claro, esto es bastante diferente. Quiero largarme de aquí y al segundo cambio de opinión. Ya no estoy bien de la cabeza sin duda.

Me dispongo a rascar la madera para evitar que mis uñas se hagan en punta. Muevo el velador y detecto su aroma. Me quedo quieto, no me había percatado de que estaba afuera.

La veo asomarse por la puerta e ir de frente hacia la ventana, se apoya en esta y mira hacia el exterior. No puedo evitar sonreír, ¿ha venido a verme otra vez?

Me acerco.

—Hola.

Suelta un corto grito brincando del susto y voltea. Sus ojos se posan en los míos y no puedo evitar reír en silencio por su reacción.

—Perdón, te asusté —me disculpo.

—No, no... Bueno, un poco. Creí que... ¿Dónde estabas?

—Detrás de ti, esperando a ver qué hacías. —Me encojo de hombros—. ¿Querías escapar? —le pregunto divertido, y es que este lugar es horrible. Siento que ella no merece estar aquí.

Ríe de forma suave y eso hace latir más mi corazón.

—No, claro que no.

—¿Segura? Por poco te avientas —continúo jugando con ella.

Vuelve a reír y me hace sentir bien saber que yo lo he causado. Voltea para cerrar la ventana y quedo viendo ese largo cabello marrón. Me doy cuenta de que estoy bastante cerca y su aroma me envuelve. Aunque hay otro más, un aroma intruso, es perfume sin duda. Los humanos lo usan. ¿Por qué se ha echado perfume?

Antes de poder ser consciente, la curiosidad me ha ganado y levanto la mano para tocar su cabello ya que muero por hacerlo, y ya que a los humanos no les molesta el contacto. Tomo un mechón y puedo sentir su suavidad. Las ganas inmensas de acariciar esos cabellos me invaden, quiero experimentar... saber cómo se sentiría entre mis dedos, olfatearlo más de cerca, hundir mi nariz en él.

Oigo su corazón acelerarse y me invade la preocupación. ¿La molesté?

—Huele bien —me excuso mientras sus ojos encuentran a los míos en el reflejo del vidrio.

Se da la vuelta y me sonríe. Está ruborizada, pero no enojada. Su rubor se me hace adorable en ese instante. La veo tan frágil y delicada... Soy como treinta centímetros más alto que ella, Altair tenía razón, podría robármela sin problemas, pero justo ahora siento que solo quiero cuidarla, no lastimarla.

—Gracias, se me vació el perfume —dice y sonrío sin dejar de mirarla con cierta dulzura, como cuando observaba a las aves libres revolotear felices—. Ah, vine a decirte que podías ir a comer algo al comedor... —frunce el ceño— Bueno, ni modo que al laboratorio —murmura sacudiendo la cabeza.

—No tengo hambre, pero si tú aún no cenaste puedo acompañarte —le digo, aunque en realidad es su presencia la que me ha hecho volar y olvidar el hambre.

—¿No comerás nada?

Me acerco a al escritorio y agarro la botella vacía de leche. Ella sonríe.

—Tomé esto.

—Te gustó la leche en verdad —comenta intrigada—. Ven, sígueme.

Salimos y vamos al comedor. El aroma de las cosas que han preparado hoy es diferente, será porque es cena... o porque ella está conmigo. Mi estómago despierta y me pide lo que sea para comer.

—Oh, no había todo esto cuando vine —murmuro mientras observo.

—¿No que no tenías hambre? —me pregunta sonriente.

—Bueno, había decidido no hacerle caso.

Ríe entre dientes. Wow, cómo me gusta hacerla reír.

—Sírvete lo que gustes, yo ya comí, pero te acompaño.

Me alegra saber que me acompañará. Me sirvo una extraña cosa que huele a pan, y algo de manteca, pero, sobre todo: leche. También un pan con otra extraña cosa que huele a leche, con una especie de derivado artificial de la carne. Trocitos de frutas, más pan raro y avena. Jalo una cucharita extra para ella y nos sentamos en una mesa.

—Tenías hambre —comenta mientras mira mi bandeja.

Sonrío a modo de disculpa. Tomo un poco de la cosa rara que también contiene algunas uvas secas y pruebo. ¡Um! Pues no está mal. ¿Le gustará a ella? Tomo otro poco para ofrecerle.

—¿Quieres probar? —le pregunto.

Se ruboriza, asiente con la cabeza y me entusiasmo. Le doy la cucharita extra.

—Sabía que querrías así que jalé esto para compartir.

Se queda quieta un segundo y ríe.

—Gracias —dice mientras prueba sonriente.

La he hecho feliz con ese gesto, ¿acaso nadie más se digna a invitarle algo tan rico? Oh, hermosa, te invitaré todos los dulces que conozco.

Ella rompe el silencio.

—¿Sabes? Cuando entré a tu habitación creí que te habías escapado.

Río ante eso, si supiera.

—Ahora entiendo porque casi te avientas, ¿ibas a perseguirme? —juego con ella otra vez. La verdad, pensar en esa posibilidad me divierte.

—No, claro que no, yo estaría de acuerdo con tu huida.

La miro sorprendido mientras siento un bajón en el pecho. Ya veo, he vuelto a chocar con la realidad, soy un extraño en este lugar y para ella.

—Podría hacerlo —digo, y es la verdad, puedo irme en cualquier momento—, pero ya dije que no tengo nada. Hay cosas que no recuerdo y quizá aquí logre algo, no sé —miento otra vez, no soy capaz de decirle que ella es mi objetivo, y que a la vez quiero conocerla un poco más, no tendría nada de malo si lo hago. O tal vez sí.

—Y dime, ¿qué cosas no recuerdas? —quiere saber.

¿Eh? Me ha atrapado con la guardia baja, debo responder con lógica.

—No sé... ¿Cómo saber qué es lo que no recuerdo, si no lo recuerdo?

—Claro.

Sonríe y se encoje de hombros. Se ruboriza otra vez y se queda pensativa.

—¿Todo está bien? —me preocupo al pensar que no está a gusto.

—Sí, descuida —come otro poco de "cosa rara"—. Dime... ¿Me parece que hoy no te apareciste a la cena porque Rosy y Marcos te molestan?

Suelto una corta y leve risa haciéndola sonreír también y arqueo una ceja con diversión. Vaya, es intuitiva.

—Tal vez... —respondo y ríe.

—Bueno, son una molestia de vez en cuando pero así son. Por un momento pensé en retirarme porque quizá yo también te incomodaba —me alivio al saber que era eso lo que le preocupaba. Se pone seria de pronto—. ¿Te incomodo?

—Claro que no. —Eso nunca, bella dama—. Tu amigo me odia, ¿verdad? —pregunto al recordar que a él sin duda sí le incomodo, y no sé si es porque sospecha de mí en verdad o qué.

—No es así. Solo cree que escondes algo, no le prestes atención.

Caramba, entonces sí.

—Sigue creyendo que soy uno de ellos... Creí que los había estudiado lo suficiente como para saber que no pueden mimetizarse como los pulpos.

Ríe en silencio.

—Es verdad.

Bien. Eso me alivia, entonces no saben sobre la transición, al menos ella. Solo debo asegurarme de que ese humano tonto no tenga alguna prueba.

Suenas las noticias sobre un ataque en otra ciudad y la paz que reflejaba su rostro se esfuma. Eso me hace recordar que, aunque no sospeche de mí, sí odia a mi especie.

—¿En verdad crees que todos los H.E son malos? —pregunto sin poder evitarlo. Quisiera decirle que no todos lo son.

Me dirige la vista.

—No he visto lo contrario hasta ahora.

—¿Seguirán con su intento de destruirlos a todos?

—Bueno, tenemos la orden de seguir con la investigación.

—Es un poco... extremo, ¿no?

Suspira.

—Tal vez, pero están matando gente y nosotros no les damos motivos para ello.

Tenso los labios. Es verdad, pero algo ha de estar pasando, no nos comportamos tan hostiles así no más. Orión y los otros guerreros mayores saben cosas que no nos las han contado a los jóvenes, pero sé que no son buenas. Además del hecho de que nos quieren eliminar con su toxina.

Los humanos son peligrosos, pero se hacen las víctimas. Otra cosa más en la que Orión tiene razón. Otro motivo para cumplir mi misión como sea.

—Algo han de querer comunicar. Son depredadores asustados, actúan como tales, eso es todo. —continúo comiendo algo de fruta a la que la han cortado en cuadraditos, y casi no tiene sabor.

—Pero también son tan inteligentes como nosotros...

—Me parece que el gobierno amenazó con atacar a los H.E. con toxinas, así que de algún modo ellos ya están enterados y han querer poseerlas, por eso nos atacan.

—Sí, el gobierno no debió alardear en público sobre eso.

Está triste y no me gusta para nada verla así, a pesar de que cree en su gente, como yo creo en la mía. Le acerco el tazón de trozos de fruta y le sonrío con ternura. Olvido pronto su distinta forma de pensar y solo quiero calmarla.

—Come, y tranquila, estas cosas pasan. Si todo eso se solucionara con la angustia de la gente, el mundo sería distinto.

Suspira y me corresponde la sonrisa. Termina de comer, pero ya no habla, lo cual me preocupa, está pensativa. Sus ojos marrones claro tienen unos leves destellos de su color, su cabello también. Su rostro es fino, sus labios rosáceos y carnosos, pero de apariencia delicada, como toda ella, con una bonita forma. Sus pestañas son largas y en verdad siento que tiene cierta pureza en su mirada.

No puedo dejar de mirarla... Quizá es eso lo que le molesta a Marcos, pero sigo sin saber por qué le molestaría algo así.

Bajo la vista, tratando de pensar y enfocarme. No puedo estar tan distraído con su imagen. Lo de los destellos puede ser porque, según los tutores, podemos ver un par de tonalidades de colores más que los humanos. Bueno, eso no le resta hermosura.

Reacciono y vuelvo a mirarla. Quiero ayudarla a animarse, y solo conozco las formas de hacerlo de mi gente, así que no pierdo nada intentando a ver si funciona.

—¿Quisieras... —murmuro y enseguida me mira— tomar un poco de aire en el jardín? Quizá así te despejas la mente...

Se le acentúa un leve rubor y sonríe de forma leve.

—S-sí, por favor. —Sonríe más y eso me gusta—. Conozco un lugar mejor que el jardín.


***

Me escabullo con Marien por uno de los pasillos, llegamos hasta las escaleras y ella ríe tratando de hacerlo en silencio. De algún modo también me divierte, ya que en mi pueblo a veces hacía algunas travesuras y tenía que esconderme.

—¿Segura que es por aquí? —le pregunto casi en susurro.

Ella asiente sonriente y me toma del antebrazo para que la siga. Subimos escaleras arriba y terminamos frente a una puerta. La abre y aquí estamos, en el techo del edificio, donde los helicópteros y demás cosas.

A veces no aguanto el olor a químicos, así que es un alivio venir aquí. Yo ya conocía el lugar, pero cuando he venido, lo he hecho andando por los techos y trepando.

Avanza y gira sonriente mirando a las estrellas, y no puedo evitar sentir cómo mis mejillas se tornan calientes al verla ahí tan hermosa y feliz. Libre. Agradezco que sea de noche y ella no pueda ver bien, no sé cómo se lo tomaría.

Ugh. ¿Por qué me ruborizo?

—Ven —me llama con su sonrisa luego de dejar de mirar al cielo.

Avanzo también, algo embobado al verla perfecta bajo la luz que refleja la luna. Cuido de que ésta esté a mis espaldas, pues mis ojos podrían también reflejar la luz y estaría en graves problemas.

—¿Ya has venido aquí antes? —quiero saber.

—Bueno, a veces, aunque usualmente no cuando he tenido un buen día, sino... —entristece de pronto.

—Ya veo, y hoy, ¿es un buen día? —me arriesgo a preguntar.

Mira a su alrededor y respira hondo, luego me mira y sonríe.

—Hoy sí —asegura.

—Y... ¿por qué no eran buenos días? —reacciono—. Perdón, no me concierne.

—Tranquilo —se me acerca y queda a pocos centímetros de mi cuerpo, así que puedo deleitarme mejor con su aroma—. Descubrí este lugar después de lo de mis padres, así que...

Demonios, yo y mi bocota.

—Perdón... —pero me callo al verla posar sus manos en mi pecho.

Una corriente me recorre. Ella entrecierra los ojos y me doy cuenta de que está intentando retirar algún resto de avena. Me mira reaccionando de pronto, se aparta y sonríe. Su corazón se ha acelerado igual que el mío, pero al ella apartarse dejo de escucharle. Quizá me ha parecido entonces.

—Podemos ir a otro lado un día, digo... —me rasco la nuca intentando pensar—, Para que no tengas malos recuerdos, ir a otro parque, perseguir alguna mariposa o...

Me mira extraño y suelta a reír. Ay no, ¿y ahora qué dije?

—¿Perseguir mariposas? —vuelve a acercarse mientras ríe entre dientes—. En serio, ¿cuánto de tu memoria habrás perdido?

De acuerdo, quizá los humanos no hacen las mismas cosas que los evolucionados. No importa, la he animado. Tengo la vista dirigida hacia abajo, a su bella sonrisa, tan cerca de mí. Mi aguda vista y olfato encuentran otro rastro de avena por su cabello. Le sonrío también y, sin pensar, le doy un ligero toque en la mejilla al pasar a su cabello para retirarlo. Su corazón se acelera y el mío también.

¿Otra vez? ¿Qué pasa?

Ella nota la avena en mi dedo.

—Oh... —Ríe ¿aliviada?—. Oh, Dios, somos un desastre comiendo.

Yo, sin embargo, solo sigo embobado y preocupado a la vez por mis reacciones. Entonces recuerdo que no estoy de descanso aquí, debo llevármela. Me sorprendo de mí mismo ya que sin querer, tal vez por instinto, he dado con una idea para sacarla y cumplir con la misión.

Sacudo la cabeza y me enfoco en eso. En cumplir con mi gente.

—Entonces, ¿qué dices? ¿Mañana? —cuestiono recuperando la compostura y siguiéndola.

—Um... ¿Qué tal otro día? Mañana... estaré ocupada tal vez, no creo poder salir por nada —se lamenta.

Me encojo de hombros.

—Por supuesto, cuando gustes.

Ella asiente y continúa su camino.

Sí. Puedo cumplir la misión, solo debo concentrarme. Mi instinto de evolucionado sin duda ha actuado finalmente y me ha hecho decirle lo de ir afuera del hospital. No encuentro otra explicación.

Así voy a poder llevármela. 


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