Yes, my lady ×Sebastian Micha...

By cherry-clr

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después de generaciones buscando un alma en pena, que se destruyera de una forma hermosa, lujuriosa...¿Quién... More

1.-Ese mayordomo, salvador
2.-Ese mayordomo, irritable
Explicación:(
3.-ese mayordomo, en el centro comercial
4.-ese mayordomo rutinario
5.-Ese mayordomo, y su lucha escarlata
6.- Ese mayordomo , el final de la lucha
7.-ese mayordomo , me descubre...
8.-ese mayordomo, me deja en verguenza
9.-Ese mayordomo, su atrevimiento
10.-Ese mayordomo, es popular
11.-Ese mayordomo, me pone de nervios

12.-Ese mayordomo, esta irritado

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By cherry-clr

Suspiré, Alice se alejaba prontamente, escoltada por un auto algo lujoso. Me adentré a la casa, encontrándome en la recepción al gato de Sebastian con el cual tenía poco trato. Me agaché e intenté llamarlo con astucia y algo de compasión, el gato era tan bello como arisco; ya que una vez me había escuchado, pasó olímpicamente de mi llamado y se fue meneando sus caderas completamente orgulloso. Suspiré nuevamente y me fui al segundo piso.

Como era costumbre, me había perdido nuevamente en la gran mansión, explorando así un sinfín de habitaciones que aún no conocía del todo. Terminé por llegar a la habitación de mi padre, la cual estaba aseada a la perfección, pero todas sus pertenencias seguían ahí. Mucho más allá de oler a esterilizante y aromatizante, en aquellas cuatro paredes aún albergaba el recuerdo aromático de mi padre. Un perfume tosco y fuerte, el aromatizante de ropa mas pasoso que podía existir en la tierra y el olor a productos para el cabello. Todo eso era él. Me paseé, teniendo pequeños recuerdos de sus lugares más recurridos; su escritorio. Aquel lugar prohibido, el cual nunca dejó que tocara, sus lentes seguían apoyados sobre la mesa y un par de documentos se encontraban acomodados y ordenados en una esquina del mueble.

"la retórica de Aristóteles"

Recuerdo haber estado comentando con el acerca de este libro. Mi padre amaba la filosofía, amaba todo lo antiguo y referente al humano, al igual que mi madre. Solo que el había sacrificado sus sueños por su padre y la empresa. Era la maldición Phantomhive, nadie de la familia tenía lo que soñaba o quería. Yo no era la excepción, pero siempre estuve segura de que lo cambiaría.

Comencé a investigar con aun mas soltura su escritorio, miles de cartas de empresa, estadísticas, números, proyectos e invenciones. Un libro, encuerado, pequeño y muy maltratado interrumpía mi investigación.

- ¿Qué rayos?

Hablar sola era una costumbre tan típica como meterme en cosas que no son mías. Tomé el libro y miré la portada. Ahí fue cuando me sorprendí por la idiotez de mi padre; era el certificado de matrimonio de mis padres y para variar dentro de el había varias fotos y escritos de aquel corto matrimonio que contrajeron mis padres. Una foto con mi padre con una barba sin igual, cabello largo y algo ondulado, y mi madre como mujer modelo de los 80, con un traje bastante fosforescente, con un tubo para ondular el flequillo a medio sacar, y una cría, con cabello azabache, ojos gigantes y regordeta al punto de tener un cuello ortopédico de papada y con una cara de estar avergonzada del mundo en el que vive hasta el fin.

- Es un estúpido sin remedio. – sobé mi cien y sonreí nostálgica y feliz por enterarme de aquello. – "no hija, nosotros nos separamos porque no había amor", amor mis pelotas...

No podía creer que el aun conservaba las fotos, que los escritos eran cartas a mi madre prometiendo amor y que hasta el ultimo momento de sus vidas seguían manteniendo aquel gesto excesivamente romántico. Eran unos estúpidos que podrían haber aprovechado sus vidas en amarse y hacer lo que le cantaba el maldito trasero, en vez de complacer a sus familias o terceros.

- Estúpidos... podrían haberse seguido amando. – mi frase salía algo dificultosa y  quebrantada, mi semblante estaba arrugado, expresaba enojo con mi rostro y mis puños se cerraban con molestia; pero, mi corazón, dolía, estaba entristecida, porque, recién, en días de omitir todo sentimiento, lloré. Lloré por su estupidez, por su ausencia, por su amor y por miedo a sufrir lo mismo, por complacer incluso a mi misma. Oculté mi rostro en mis brazos y apoyé mi frente en la mesa, temiendo a desmoronarme. No quería ser débil, no quería llorar por su muerte, pero ahora, yo no lloraba porque ellos se fuesen, sino porque no pude hacer nada para que se quedasen.

El sonido metálico de la cortina siendo movida, la iluminación de un nublado día sobre mis ojos, el aroma a té y unas pisadas que me exasperaban. Eran las siete de la mañana, y una vez más él estaba ahí para avisar que sería un día más. Desordené las sabanas con mis piernas, dejé que una hiciera tacto con la fría mañana y abrí mis ojos.

- Buen día, señorita. – su saludo era predecible, mi gruñir era típico y mis mañanas enojadas algo normal. La anomalía de la situación es que estaba en pijama, en mi habitación y completamente tapada en mis colchas, y antes de ser tratada de loca; recuerdo haberme quedado dormida en el escritorio de mi padre, con la ropa que llevaba aquel día y sin haber sido removida de mi lugar.

- ¿por qué estoy acá? – mi voz ronca decía las primeras palabras del día y reflejaba claramente que no había usado mi voz por casi diez horas.

- Esta es su habitación, señorita. – el tenía un poder especial, que era burlarse de absolutamente todas mis preguntas y hacerme parecer una desquiciada a tempranas horas del día.

- No, me refiero a que hago acostada acá con pijama, estoy segura de haberme quedado dormida en el escritorio de papá. -mi voz sonaba extrañada y mi vista estaba atenta a la próxima respuesta de Sebastian.

- Yo la he traído hasta acá, consideré que sería más cómodo estar recostada en su habitación. – el pasó una taza humeante de un té floral, sentía la distinción de hojas a kilómetros. Tomé un sorbo y mientras me dedicaba a catar aquella bebida, me detuve por completo.

- Momento, ¿el pijama me lo haz puesto tú? – comencé a dudar de mi virginidad al instante y es que, él era un completo desconocido.

- Por supuesto, pero no debe preocuparse joven ama, yo he usado una venda en mis ojos para su seguridad y comodidad

- No, mi comodidad es que no me hubieras cambiado de ropa. -intenté calmar toda mi furia en un largo suspiro, sobé mi sien e intenté pensar en que el estúpido era un lacayo con costumbres del año mil quinientos. – y mi seguridad es que no vuelvas a hacerlo, intenta comprender cuando te doy una orden. Las ropas las cambio yo, me puedes hacer el favor de abrochar los zapatos si quieres.

- Entendido, señorita. – el comenzaba a caminar a su salida, su rostro se veía algo irritado, después de todo, lo quiera o no, había dormido como una reina gracias a su extremada consideración.

- Gracias de todas formas, y por favor, deja de usar formalidades. – suspiré y un poco antes que se fuera le grité mi nombre.

Me levanté, cerré la puerta con pestillo y comencé a cambiarme de ropa. Cuando ya había sacado mi camisón de dormir, y me había percatado de mi ropa interior de "Dragon Ball" sentí aún más vergüenza de lo que había sentido hace un momento, y había querido volver a maldecir, insultar y regañar a Sebastian y a su vez agradecer por haberme quitado la ropa con un maldito pedazo de tela en los ojos.

Me moví a mi armario y empecé a seleccionar algún vestido para el día, dentro de este, había comenzado a ser llamativo, un abrigo en específico, el abrigo de aquel día. Era ahí cuando comprendía, de que había pasado ya casi una semana de lo ocurrido, de que no sabía cuanto tiempo me demoraría en investigar lo de mis padres y mucho menos cuanto tiempo tenía para investigar todo lo ocurrido.

Mis pies tamboreaban con calma y un poco de ritmo la escalera. Mi camino a el comedor era algo distraído, algo pensativo. Jamás pensé que en un momento de mi vida quemaría un abrigo en un balcón. Pronto mi vista fue interrumpida por un cuadro grandísimo que se encontraba en la pared que conectaban las escaleras de ambas alas. Una foto, familiar, típica, que siempre que estaba acá no le tomaba mucha atención, pero que tampoco nunca pasó desapercibida. Mi padre, mi madre y yo, como costumbre familiar una fotografía de la familia. Me irrité aun más de lo que ya estaba. En todos lados me seguían mencionando su ausencia y ya había llorado lo suficiente como para seguir estando así, triste y débil. Lamentablemente, mi debilidad era la oportunidad de ellos y yo no la concedería, nunca.

- Sebastian. – y por primera vez, me sentía la verdadera dueña de casa al llamar de forma severa a lo que se hacía llamar mi mayordomo.

- Señorita, ¿Qué se le ofrece? – mi asistente, como me gustaba decir de vez en cuando, aparecía tan rápido como siempre, haciéndome pegar un salto que no podía controlar.

- Sebastian, necesito pedirte un favor. – hice una pausa y volvía a reflexionar acerca de la decisión que había tomado. Estaba más segura que nunca. – quiero que saques este cuadro y lo cambies por otro. Elimina todas las fotos de mis padres o madre de la mansión.

- Por supuesto, joven ama -era una de las formalidades que mas odiaba. "Joven Ama"

- Te he dicho que digas mi nombre. – volvía a mencionar algo molesta por ello. Su sonrisa burlesca no desvanecía en lo mínimo. – ah, y la habitación de mi padre déjala tal cual está.

- Entendido, señorita. – el volvía a contradecirme y me molestaba sin dudas, pero siempre tenía algo bajo la manga.

- ¿no hueles a que algo se está quemando? – fingí demencia y tapé mi nariz con asco. – uh, incluso veo un poco de humo ¿Por qué no vas a revisar a mi habitación?, creo que vi un abrigo quemarse en mi balcón, joven amo. 

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