Nosotros... en el tiempo

By itzel_a1

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Renata Landeros fue una encantadora institutriz en Italia en 1862. En 2017 es una bella y rebelde sommelier... More

Booktrailer
Capitulo 0. Amenaza Fantasma
Capitulo 1. Como ardientes piedras.
Capitulo 2. Manda una señal.
Capítulo 3. El cielo se cae de esperar.
Capitulo 4. Como dueles en los labios.
Capitulo 5. Esperanza y luz.
Capitulo 6. Un huracán y una mariposa.
Capitulo 7. El pasado asoma al presente.
Capitulo 8. Preludio
Capitulo 9. La primera notte di luce.
Capitulo 10. ¿Negocios sin concluir?
Capitulo 11. Sobresalto
Capitulo 12. Sin rayos de sol.
Capitulo 13. Volviendo del futuro
Capitulo 14. Comprendiendo el paraíso.
Playlist #NosotrosEnElTiempo #FaRen
Capitulo 15. De vuelta a mí.
Capítulo 16. Distracciones.
Capitulo 17.Elisabetta
Capitulo 18. Te extraño en mis brazos.
Capitulo 19. El cielo en tu mirada.
Capitulo 20. Primeros indicios.
Capitulo 21. Atacada
Capitulo 22. Colgado de una estrella.
Capítulo 23. ¿Todo cae en su lugar?
Capítulo 24. No hay dos sin tres.
Capítulo 26. Perfecta sinfonía.
Epílogo
Agradecimientos
Materializando un sueño.❤️
📚¡YA A LA VENTA! 📖📚

Capítulo 25. Mirando a Hades a los ojos.

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By itzel_a1

..."Te quiero hasta el punto de no ser solamente yo el que te pide, sino cada célula de mi cuerpo, independiente de mí, autónomamente"... Jaime Sabines

Vitale cerró su puño de rabia y caminó con rapidez hacia la salida del casino. Sus ojos ardían en una cólera que ensombrecía su expresión.

—Escúchame maldito demente —rugió Fabio—, esto solo terminará de una forma y es contigo muerto, si te atreves a hacerle daño.

—Tú no tienes la ventaja ahora —se mofó— . Harás lo que te diga, si no quieres recibir un cadaver en tu puerta.

Fabio se estremeció por el odio que era tan perceptible en su voz.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó intentando ganar algo de tiempo—. Puedo darte lo que pidas.

—Niño... —. Una risa baja y maliciosa se escuchó al otro lado de la línea. —Eso es lo debiste hacer hace unos meses. Ahora lo único que quiero es obtener mi satisfacción personal entre las hermosas piernas de tu prometida y darte una lección mientras tanto.

—¡No! —gritó—. Deja a Renata fuera de esto, quién tomó la decisión fui yo.

—¿Sabes? Quisiera hacerlo, pero es que ella es muy guapa. Y algunas veces la mejor manera de que alguien aprenda una lección no es castigándolo; sino castigar a la persona que más ama en el mundo —observó en tono condescendiente.

—Yo tengo la posibilidad de darte lo que pidas. Negociemos. Entrégame a Renata sin un rasguño y te dejaré ir con vida y suficiente dinero.

—¡Eres digno hijo de tu padre! —espetó con desprecio—. Crees que todo se puede solucionar con dinero. Estamos en el centro comunitario, ven ahora mismo. Tú estás en el casino, no debería tomarte más de veinte minutos llegar y, más te vale que así sea o deberé entretenerme con ella de algún modo.

—Ahí estaré. No la toques —advirtió y colgó la llamada.

Bajó de dos en dos los escalones de la entrada principal rumbo a la calle.

—¡Fabio espera! —llamó Jaime— . Alma me llamó, dice la alerta de reconocimiento facial de Tito se activó de nuevo, parece que una cámara detectó a alguien muy parecido a él. Lo investigará más a fondo, pero sería bueno ir por Renata.

Fabio se volvió hacia él con los ojos vueltos llamas.

—¡No me digas!  —gruñó furioso—. Te advertí que el atacante de Renata podría no ser Tito y te empeñaste en que así fuera. —Ray se metió entre ellos y contuvo a Fabio que parecía una pantera sin control. —El malparido de Guido Capone, acaba de llamarme. Tiene a Renata y va a hacerle daño si no me presento a cumplir sus exigencias. Dile eso a Alma y también que no es necesario que investigue más, yo ya sé quién atacó a mi prometida —estalló.

—¿Guido? ¿El tipo que era administrador de tu padre? —cuestionó Ray.

—¡Exacto! El mismo que saqué de la empresa por cometer fraude. Debo irme.

—¡No! Ni de coña vas a ir solo a enfrentar a ese demente —lo detuvo Ray.

—Estamos perdiendo el tiempo —se quejó Vitale—. Dame tu móvil —exigió a Ray.

Ray se lo entregó enseguida desbloqueado. Fabio manipuló la configuración y se lo devolvió.

—Acabo de enlazar el reloj de Renata a tu móvil. La tiene en el centro comunitario, si nos llega a mover de allí con esto podrás encontrarnos a ambos. La traeré de vuelta. Te lo juro —afirmó a Ray viéndolo a los ojos y este asintió—. Saca a los viejos de acá, sé discreto.

—¡Fabio solo llevas los puños para enfrentar a ese cabrón! —gritó Jaime preocupado.

—Son todo lo que necesito. Te aseguro que disfrutaré obligándolo a dejarla en paz —rugió colérico. Jaime resopló con fastidio detrás suyo y comenzó a seguirlo. Fabio no le dedicó ni una palabra más, sus sentidos estaban puestos únicamente en Renata y en llegar cuanto antes a ella. Su marcha era imperiosa cuando bajó hacia la subterránea para recuperar su SUV.

Renata estaba atada a una silla en el despacho de su madre. ¿Cómo había podido Fernando traicionarla así? No, mejor dicho, ¿por qué ella había confiado en él, en primer lugar? Nunca debió volver a aquella trattoria. Jaime le había advertido que quien la seguía podía tener allí mismo un cómplice, pues ahora pagaba las consecuencias de su inconsciencia.

La trattoria aún no abría para los clientes.

Fernando se había disculpado por el retraso con su orden y le ofreció una cerveza, ella la aceptó cómo siempre hacia. Después de apenas unos sorbos comenzó a sentirse mareada. Su lengua se adormeció y fue presa de un aturdimiento generalizado. Sus piernas perdieron la fuerza para sostenerla y apenas consiguió afianzarse de un taburete para evitar golpearse la cabeza.

—Ciao, bellisima...

La pesada silueta de un hombre vestido de negro se desplazaba como un macho predador hacia ella, se bajó la capucha que le ensombrecía el rostro y le sonrió con desprecio.

Renata le miró aterrorizada desde el suelo, en el que yacía sin poder moverse. Clavó sus ojos en Fernando quien volvía de la cocina. ¡Ayúdame! Gritó desesperada en su cabeza. El camarero se alzó de hombros y alargó su mano sobre la barra tomando un sobre que estaba por encima.

Renata sintió una irritante certeza descendiendo por su estómago, era Fernando el cómplice de su acosador. Y esa sombra que la había seguido y quien la atacó en el callejón eran el mismo: Guido Capone.

Durante algunas de sus ocasionales visitas a Italia, había tenido el disgusto de cruzarse con él y siempre le había quedado una desagradable sensación. Ahora tenía la certeza de que la repugnancia que le provocaba no era infundada.

Había sido muy ingenua al haberse dejado atrapar con tanta facilidad, pero el juego siempre puede cambiar si mueves ciertas piezas, pensó.

Ya no se sentía tan aturdida y reconocía el peligro en el que estaba. Decidió que jugaría la carta de la niña tonta, en espera de una oportunidad que le permitiera salir bien librada. El esgrima le había enseñado que siempre hay que observar al enemigo y descubrir sus debilidades. Guido Capone era su enemigo y ella tendría que derrotarlo.

La puerta se abrió y el desagradable hombre entró pavoneándose, caminó hasta ella y se recargó en el escritorio. Cruzó sus pies y le sonrió burlonamente.

—Tu prometido vendrá —anunció acercándose a ella, Renata dio un respingo cuando la recorrió una lasciva mirada el rostro y el cuerpo—. Deberíamos matar el tiempo mientras tanto —dijo acercándose más a ella—. Dame tu calor preciosa. Sé que lo pasarías bien conmigo —susurró con la voz cargada de deseo en su oído.

—¡Nunca! —exclamó furiosa.

—¡Oh! El orgullo es tan natural en ti —espetó con desprecio—. Te diré lo que pasará. Voy a dejar de soñar con meterme entre tus piernas, simplemente lo haré y vas a gritar para mí como la caliente putita que eres.

Renata levantó la barbilla y lo enfrentó. Ella no estaba para delicadezas, el tipo le repugnaba y primero muerta a dejar que la tomara e hiciera con ella lo que quisiera. Rebelde le sostuvo la mirada. Error.

—¡No te atrevas a mirarme como si yo fuera un insecto, estúpida!

¡Plaf! Le cruzó el rostro con una fuerte bofetada.

A Renata se le giró el rostro por el implacable golpe, pero contuvo las lágrimas y aún sintiendo el ardor en su piel le ofreció con insolencia la otra mejilla.

Guido la observó con el ceño fruncido. Y se alejó unos pasos de ella.

El furioso rechinido de unos neumáticos se escuchó fuera del centro comunitario. Capone comenzó a desatarle las manos, ella pensó que la subestimaba por completo o tenía planeado algo en verdad terrible. Esperó. Y los imperiosos pasos que se escuchaban atravesando el zaguán no demoraron en llegar a las puertas del despacho.

Él empujó con implacable furia las puertas y sus miradas se encontraron.

Renata le observó orgullosa. El plateado fulgor de la luna perfilaba la poderosa silueta de Fabio. Un metro noventa de poderosa y colérica virilidad. Parecía un ángel de la muerte, hermoso y terrible al mismo tiempo. Sus bellos ojos verdes, eran dos esmeraldas cargadas de fuego, de ira.

—¡Guido! —rugió Fabio—. Suelta en este instante a mi mujer y consideraré no matarte.

El hombre se carcajeó y levantó con violencia a Renata poniéndola frente a él como si fuera un escudo. Mostró un cuchillo y recorrió con este el pecho de Renata con sádico placer.

—Muévete un centímetro y la abro como a una trucha —amenazó—. Hace unos meses te hice una promesa. Estoy aquí para cumplirla.

—¡Tú traicionaste la confianza de mi padre y me traicionaste a mí también! Esta venganza tuya no tiene ningún sentido.

Renata le miraba con el corazón en la garganta.

—Te equivocas —espetó Guido—. Tu padre me traicionó a mí. Se suponía que estaba tan molesto contigo que te había sacado de su vida y, yo sería su sucesor. Sin embargo, se ablandó en el último minuto y no solo te perdonó por abandonarlo todo por esta puta —refirió con desprecio mientras presionaba la punta del cuchillo en la garganta de Renata y una gota roja de su sangre se deslizó por su cuello.

Fabio apretó los puños desesperado

—Te apoyó en tu nuevo proyecto y se pavoneaba orgulloso de ti —continuó enunciando molesto sus motivaciones—. Me dejó de lado, se olvidó de que yo siempre estuve con él. Y entonces Arely que también estaba resentida comenzó a idear un plan para acabar con su vida y la apoyé por supuesto.

Renata se estremeció por la furia que ardió en los ojos de Fabio. Guido retorció los labios repugnantemente y un terroso rubor le cubrió las facciones. Aquello no era una buena señal.

—¡Mientes! Arely confesó que fue Tito quien explotó el yate —intervino Renata.

Guido le sonrió burlonamente.

—Tito solo fue culpable de espantar a la yegua que tú montaste en la hacienda de Fabio y, de tener la mala suerte de parecerse mucho a mí. ¿Recuerdas a tu madre Fabio? —preguntó con intención—. Tan modosita y elegante, pero en la cama con una gruesa verga entre sus piernas todas son unas putas. Sus gritos aún me ponen duro.

Fabio estaba furioso y al mismo tiempo aterrado de que Guido consiguiera hacerle daño a Renata, haría falta muy poco para que ese demente hundiera el cuchillo en ella y acabará con su vida. Él no podía permitirlo.

—Guido piensa bien lo que vas a hacer —habló de manera tranquila—. Quieres hacerme daño, me hiciste una promesa y quieres cumplirla. Pero si lo haces, si dañas a Renata, nada va a impedirme llevarte de cabeza al infierno. Yo no tendría nada que perder. Tu ventaja sobre mí, no existiría.

Capone se distrajo meditando en las palabras dichas por Fabio. Vitale reconoció un guiño que Renata le hizo casi imperceptiblemente y supo que debía prepararse.

La vio retroceder sobre su pierna izquierda y fijar con su mano la muñeca Guido para evitar que manipulara el cuchillo en su contra. Lo siguiente qué pasó es que lo pateó con fuerza en la rodilla y lo derribó.

—¡Corre! —gritó Fabio, ella parpadeó indecisa parada frente a él— ¡Venga fuera de aquí! —apremió mientras Guido aún se dolía en el suelo.

Renata obedeció y desapareció por la puerta. Fabio se volvió a Guido y se lanzó sobre él como una pantera en plena cacería.

Lo tomó de la camisa levantándolo del piso y descargó su puño dos veces contra su rostro. El hombre trastabilló y antes de recuperarse recibió otro puñetazo directo en la cara y cayó sobre el escritorio.

Fabio estaba fuera de sí, quería terminar con ese indeseable. Dirigió de nueva cuenta sus pasos al sujeto, sus ojos eran fuego y sus puños estaban preparados para descargar sin ninguna misericordia contra Guido. Capone se incorporó, bloqueó el puño de Fabio y lo pateó en el gemelo haciéndolo perder el equilibrio.

Guido escupió la sangre que tenía en los labios y se enfrentó de nuevo a Fabio, quien lo recibió presto conectando puñetazos y codazos sobre su rostro y hombros. Guido logró esquivar uno de sus golpes y conectó una certera patada en el costado de Vitale. Fabio impactó contra un enorme librero y se desplomó en el suelo con la vista nublada.

Guido recuperó el cuchillo del suelo y cargó contra Fabio que aún no se incorporaba. Un instante que pareció una vida. Los hombres cruzaron miradas.

Un golpe seco.

Un jadeo de Fabio.

Guido cayó de bruces al suelo.

Fabio miraba sobresaltado a Renata.

—¡Por Dios! ¿Pero qué haces? —expresó con admiración hacia su dulce guerrera que sostenía en su mano un bastón de madera con el que había golpeado a Guido en la nuca.

—¡Ayudarte cariño! —replicó con una sonrisa—. Vamos levanta. Debemos salir de aquí, pero juntos.

Fabio tomó su mano.

Atravesaban el zaguán rumbo a la salida y una siniestra risa los detuvo. Se giraron y Renata sintió su corazón martillar contra su pecho de manera feroz. Guido empuñaba una Beretta con la mira directa al pecho de ella. Los ojos de Capone eran dos pozos de oscuro odio y esbozaba una salvaje sonrisa.

— Yo siempre cumplo mis promesas...—sentenció siniestramente.

El arma se descargó en dos ocasiones.

Renata emitió un desgarrador grito de dolor. Fabio se había interpuesta entre ella y el arma. Su poderoso cuerpo se contrajo al recibir los impactos y se desplomó al suelo delante de sus aterrados ojos. 

Renata sintió que la vida se le escurría entre sus dedos. Enloqueció. Sus ojos se inyectaron de sangre y en medio de un agudo grito que no le proporcionó ningún alivio, cargó contra Guido.

Era tanta su furia que logró conectar un par de golpes, pero Capone bloqueó otros tantos. La sometió y tomándola del cuello la levantó en vilo cómo si no fuera más que una muñeca de papel. Renata luchaba por liberarse de su puño, pero este se cerraba sobre su garganta dejándola sin aliento.

Guido la impactó contra una de las columnas del patio y entonces aflojó apenas un poco su agarre.

—¡Ya eres mía! —sentenció en un gruñido.

Poseyó sus labios de manera salvaje, su lengua entró cómo un bandazo dentro de su boca y la chupó horadando en ella sin piedad, obligándola a recibirlo. Renata no podía respirar, sentía el puño de Guido cerrarse cada vez más en su cuello y la manera en que la besaba era lo más repulsivo que nadie le había hecho jamás. Lo golpeó en los hombros y en el pecho intentando liberarse de él.

Guido empleaba todo su cuerpo para someterla. La mordió en el labio, apretó sus caderas contra sus muslos. Renata gritó asustada cuando Capone presionó su endurecido falo contra la almohadilla de su feminidad.

—Siente eso —gruñó contra sus labios, mirándola con ferocidad—. Voy hacer que grites maldita puta —sentenció y rasgó su blusa haciendo que una lluvia de botones brincara contra el suelo y terminó por arrancársela a jalones.

Renata lo tuvo claro en ese momento. Guido no se detendría ante nada hasta violarla ahí mismo. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo como las lágrimas no dejaban de correr por su rostro. Rememoró la sonrisa de Fabio, sus ojos, sus manos. El dolor la consumió.

Guido se lo había arrancado de golpe. Derrotada comenzó a rezar en silencio.

Rezó por el alma de Fabio.

Rezó porque Dios la perdonara y no le impidiera volver a encontrarlo en su siguiente vida. Si Guido no la mataba al terminar de violarla, ella misma se haría cargo. No soportaría vivir en mundo donde Fabio no estaría más.

En un momento las manos de Guido se paseaban ansiosas sobre sus senos estrujándoselos y al siguiente por fin podía apoyar de nuevo los pies en el suelo y la presencia de ese desagradable hombre no la oprimía más.

Abrió los ojos desconcertada y no podía creer lo que sucedía.

Fabio se había alzado poderoso sobre Guido apartándolo de ella. Su  puño convertido en un letal gancho se impactó contra el rostro y luego la tráquea de ése indeseable sujeto, lanzándolo lejos de ellos unos metros.

Renata respiró con dificultad mientras se afianzaba en la columna.

Fabio estaba frente a ella. Llevaba la camisa y las manos manchadas con la sangre de aquel infeliz. Su cabello estaba revuelto y en su rostro había una expresión de temor. ¿Por qué no se acercaba y la tomaba en brazos? Entonces cayó en cuenta de que pensaba que ella le temía. Renata obligó a sus piernas a moverse para llegar a él. En cuanto sintió sus brazos cerrándose sobre ella y él exhaló con alivio su aliento tibio sobre su cabello, ella comenzó a sollozar y a temblar entre sus brazos. Fabio la sostuvo y acarició su espalda con ternura.

—¿Te encuentras bien piccola? —cuestionó Vitale separándose un poco de ella.

Renata asintió con rapidez y Fabio volvió a estrecharla contra su pecho.

—¡Santo Cielo! ¿Cómo es posible? Creí que...

—¿Había muerto? —inquirió obsequiándola con esa torcida sonrisa— No mia bella, si tuviera que luchar contra el mismo Hades por tenerte en mis brazos, lo haría —.Renata rompió a llorar y Fabio enjugó de prisa sus lágrimas con sus pulgares. —No llores piccola, las niñas bonitas no deben llorar.

De lejos escucharon las voces de Alma y Jaime, comandaban un pequeño grupo de efectivos y aprehendían a Guido.

Fabio se quitó la chaqueta y cubrió con esta la desnudez de su novia.

Renata lanzó una mirada furtiva por encima de su hombro hacia Capone, este le murmuró una amenaza y la recorrió con una incisiva y calculadora mirada de desprecio.

Jaime se acercó entonces y con su carácter insolente de siempre llamó la atención de ambos.

—Vaya que hicieron su desastre aquí niños. A Marce le darán explicaciones ustedes ¿entendido?

Renata sonrió renuente por su desfachatez.

—¿Cómo es posible amore?  —preguntó a Fabio—. Yo te vi caer después de que te interpusieras a los disparos.

Fabio le sonrió avergonzado y se abrió la camisa, tomó entre sus dedos las balas que habían quedado incrustadas en el chaleco que llevaba debajo.

—Se llama kevlar y en verdad es eficiente —dijo guiñándole un ojo.

—De nada —intervino Jaime y Renata se volvió hacia él con los ojos llenos de preguntas, él tuvo que explicarse entonces—. Estaba con Fabio, cuando el demente ése le llamó exigiendo que viniera por ti. Preparar un operativo  —señaló con su mano a los agentes que inspeccionaban el lugar y tomaban nota de todo para el reporte— lleva algo de tiempo. Por supuesto no lo teníamos por que estabas en riesgo. Y aquí tu galán venía dispuesto a enfrentarlo con nada más que los puños. Muy eficaces por cierto, ya nos dio una buena demostración, pero el caso es que los tipos rastreros como ése nunca se enfrentan con honor y lo convencí de por lo menos colocarse un chaleco antibalas bajo la ropa.

Renata se volvió de nuevo a Fabio con los ojos llorosos.

—Gracias —musitó débilmente.

—Lo hice por ti —confesó Fabio estrechándola más.

Alma se unió al grupo, les informó que Guido ya estaba siendo trasladado a la comisaría y que le procesarían enseguida. Ellos tendrían que rendir declaración cuando fueran requeridos.

—¿Te encuentras bien? —cuestionó Alma a Renata— El imbécil ése...

—Estoy bien —afirmó tranquilizándola—. Solo tengo un par de golpes. Pero hey chica que él tampoco se va limpio —replicó con humor.

Alma rodó los ojos y negó con la cabeza divertida.

—Bien hermano, te daré un consejo —intervino Jaime—. Nunca hagas enojar a Reni si tiene un simple bastón a su alcance, ha quedado demostrado que es letal.

—¡No me atrevería! Si la hubieran visto, también estarían orgullosos, era una diosa guerrera blandiendo ese bastón como arma.

Todos se sintieron aliviados de que lo peor hubiera pasado.

Fabio cubrió los hombros de Renata con su brazo. Ella se cobijó apoyando su cabeza sobre el torso de él. Y caminaron juntos en dirección a la camioneta de Vitale. Renata tenía el cuerpo rendido, pero su corazón se encontraba agradecido de que Fabio estuviera vivo y a su lado. Esta vez la pesadilla había terminado. No había ninguna otra sombra del pasado cerniéndose sobre ellos y el futuro se vislumbraba feliz.


¡Gracias por leer! Les dejo cariños muchos, muchos.😘😘😘
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