Sueños de agua (Camren)

Por XXIV-VII

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Lauren Jauregui nunca se imaginó que al abrir los ojos despertaría en un lugar extraño, mucho menos que lo ha... Más

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo

Capítulo 17

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Por XXIV-VII


Había tres botes con aproximadamente unos ocho hombres remando hacia la isla, incluyendo en el que iba. Sólo viajaba la mitad de la tripulación, sin tomar en cuenta a las mujeres que se encargaban de la cocina. Seguía sin entender por qué Camila quería que viniera a está misión suicida, una de mis tareas en el barco aparte de limpiar era ayudar en la cocina y no veía a ninguna de las cocineras en alguno de los botes.

Yo era la única.

Y le hubiera reclamado por haberme traído si en este momento no estuviera temblando como una enferma mientras remaba. No sabía por qué lo hacía, si temblaba de miedo por estar a punto de enfrentar a unos franceses armados o si temblaba por lo que había estado por suceder entre las dos cuando estábamos en el camarote. Realmente no lo sabía, tal vez podría ser por ambas cosas.

Miré a un costado donde se encontraba uno de los botes, en él venía Gerd remando junto a los demás. Nunca antes había deseado tenerlo tan cerca como ahora, el grandulón podría remar solo y sin problemas. Suspiré, dejando escapar un poco de aire que estaba conteniendo. Comenzaba a sentir mis brazos cansados y a pesar de que tenía a otros hombres remando junto conmigo el trabajo seguía siendo pesado.

–¿Falta mucho?–pregunté echando mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos pero sin dejar de mover mis brazos.

Estaba en dirección contraria a la isla por lo que no podía ver cuánto avanzabamos. Lo único que podía mirar era a Camila sentada al lado de Shawn y a nuestro barco de fondo. Ellos dos venían conversando en voz baja señalando un mapa que la castaña tenía en las manos. Debía admitir que no me gustaba la manera en la que el chico se acercaba a ella, poniendo una mano sobre su hombro y hablándole muy cerca de su rostro. Por eso trataba de distraerme con cualquier cosa para no mirarlos.

¿Y si Camila sabía que me había acostado con Shawn? ¿Y si ella ya lo había hecho? Si era así, ¿no le molestaba? ¿Ellos tenían algo, eran amigos con derechos?

Mi cabeza se estaba llenando con preguntas de ese tipo y no podía soportarlo. Afortunadamente un gruñido interrumpió la línea de mis pensamientos.

–Cállate y sigue remando–dijo Dinah entre gruñidos–Llegaremos pronto si mueves esos escuálidos brazos que tienes.

¿Acaso había dicho escuálidos?.

–Mis brazos no...

–¡Sólo cállate!–gritó.

Pegué un brinco en mi asiento sorprendida, su mirada estaba fija en mí y no era para nada agradable. Estaba segura de que si decía una sola palabra más ella misma se encargaría de lanzarme al mar. Desvié la vista encontrándome con un par de ojos café que estaban sobre mí. Sólo unos minutos pasaron para que Shawn volviera a prestarle atención a Camila, quien no se había dado cuenta que él no la estaba escuchando.

No quise pensar en por qué me observaba de esa forma, no dejaría que mi cabeza se llenara con más preguntas de nuevo, por lo que me dediqué a mirar mis zapatos mientras remaba.

Tiempo después paramos con la tarea cuando ya estábamos lo suficientemente cerca de la playa. Dinah ordenó que bajaremos del bote y que esperaramos a los demás. Los otros dos botes con la tripulación restante no tardaron en llegar. Una vez que todos estábamos reunidos arrastraron los botes dejándolos más adentro de la playa para así evitar que el mar se los llevara.

Dinah comenzó a gritar algunas instrucciones que no estaba escuchando. Ahora que nos encontrábamos aquí no pude evitar sentirme nerviosa.

¿Qué iba a hacer yo si me topaba con algún francés?

Llevando una mano a mi estómago intentando calmarme, las náuseas me estaban invadiendo y ya sentía el sudor bajar por mi frente. Respiré profundo.

–Hey ojitos, tranqulizate–dijeron a mi lado–No tienes que preocuparte–me miró con una sonrisa.

–¿No? ¡Me matarán en seguida!–contesté exaltada, ignorando las diferentes sensaciones que ella causaba en mí.

–No, no lo harán porque yo te voy a dar esto–extendió su brazo.

Entonces me percaté de la espada enfundada en la vaina que sostenía con una de sus manos. Mis ojos no se apartaron del arma hasta que comencé a negar con la cabeza.

–¡No usaré eso!. ¡No quiero matar a nadie!.

Ella sólo rodó los ojos y masajeó su frente un poco.

–Mira–comezó a hablar con un suspiro–No tienes que matar a nadie si no quieres, puedes herirlos si así te parece mejor.

Eso no era para nada mejor que lo otro.

–No iré–alejé su brazo que hasta el momento continuaba extendido–Me quedaré aquí y esperaré a que vuelvan–crucé mis brazos.

Camila se quedó un silencio un tiempo, luciendo pensativa. Logré ver una pequeña sonrisa formarse en la comisura de sus labios y asintió con la cabeza.

–Está bien, no hay problema–se encogió de hombros–Supongo que podrías hacerle compañía a los nativos de la isla, tal vez te inviten a cenar–dijo para luego alejarse, caminando hacia la tripulación que estaba reunida esperando.

–¿Nativos, cena?. ¿De qué estás hablando?–pregunté sin entender.

Ella se detuvo, giró su cuerpo y sonrió divertida.

–Los nativos de esta isla tienen paladares muy peculiares–me miró de pies a cabeza–Seguro que alguien como tú les caería de maravilla en sus mesas.

Tenía que estar bromeando. Primero aparecía en un barco lleno de locos y ahora estaba atrapada en una isla llena de caníbales y mercenarios franceses. Tenía que ser una broma como todo en este maldito lugar.

Ante mi falta de respuesta volvió su visita al frente y continuó caminando, dejando claro que iba a permitir que me quedara aquí sola. Sin más remedio y con mis piernas temblando corrí hasta ella.

–Espera...–puse mi mano en uno de sus hombros para que se detuviera–Iré–dije cortando el contacto entre ambas.

–¿Qué dijiste?–preguntó con una sonrisa de medio lado.

–Sólo dame la maldita espada–contesté entre dientes.

Camila rio acercándose. Tomó una de mis manos dejando el arma en ella pero no se alejó. Mi cuerpo tembló ligeramente cuando sentí su suave piel, lo que hizo que me apartara rápidamente. Contrario a lo que realmente quería hacer porque tenía ganas de sentir a la castaña lo más cerca posible y tenerla sólo para mí, así como cuando estábamos en su camarote. Ella me miró unos segundos para luego girarse y dirigirse a donde iba originalmente, al numeroso grupo. Caminé detrás de ella y guardé cierta distancia entre las dos.

Una vez que llegamos con la tripulación no tomó mucho tiempo para que comenzaramos a adentrarnos en las profundidades de la isla. Todos iban en completo silencio, concentrados en el camino. Las caras de muchos reflejaban expresiones serias a excepción de las de Dinah, Shawn y Camila que se veían bastante relajados. Ellos tres caminaban como si estuvieran dando un tranquilo paseo por el parque lo cual me sorprendió porque yo tenía mucho miedo de encontrarnos con esos caníbales que mencionó la castaña. Aún así suponía que ya debían de estar acostumbrados a este tipo de cosas.

A medida que avanzabamos empezaba a sentir el sudor correr por mi frente aparte del sol quemar mi piel. Hacía un tiempo atrás que había decidido recoger las mangas de mi blusa y abrir los primeros botones de esta debido al calor que hacía. Pero no había sido la única, algunos de los hombres hasta se habían abierto por completo la camisa mostrando parte de su cuerpo. Obviamente Camila no se quedó atrás y abriendo algunos botones de la blusa que traía me permitió ver lo que ya había visto en el camarote.

Por esa razón buscaba distraerme con lo que fuera para no tener que mirarla a ella. Conseguí ocupar mi atención en el entorno que me rodeaba. Los árboles, los animales que corrían al vernos, el sonido de las aves, todo eso era fascinante y nuevo para mí.

Luego de un rato asumí que estábamos ya muy lejos de la playa, donde se habían quedado dos hombres cuidando los botes.

Perdí la cuenta de cuantas veces había limpiado ya el sudor que corría por mi rostro como también las veces que había intentado matar a insectos que querían picarme.

–Maldición–dije golpeando mi brazo izquierdo que estaba un poco rojo por el sol, levanté mi mano para comprobar que lo había matado pero al igual que en las veces anteriores no había nada–Estúpidos mosquitos.

A lo lejos ví un pequeño charco y me separé del grupo para llegar hasta él. Me agaché para tomar un poco de barro en mis manos y frotarlo en mis brazos, haciendo lo mismo en mi cara.

–¿Qué estás haciendo?–escuché una voz masculina detrás de mí.

Giré un poco la cabeza para ver como Shawn me miraba atentamente mientras levantaba una ceja.

–Me protejo de los rayos del sol y de los insectos. Lo ví en la tele.

–¿En la qué?–me miró más confundido que antes.

–Olvídalo chico, ella sólo dice cosas raras–llegó diciendo Dinah, colocándose junto a él–Ahora vamos que los demás están esperando.

Cuando volví con la tripulación todos me observaban como si fuera algún tipo de bicho raro, incluso Gerd negó con su cabeza al verme. Camila en su lugar optó por contener su risa, probablemente por mi cara ahora llena de barro. Pero prefería estar así a tener algún problema de salud más adelante y aún más cuando no sabía si podría estar embarazada o no.

Continuamos caminando lo que yo supuse fueron unas dos horas hasta que la castaña decidió parar. Ya casi oscurecía completamente así que alguien encendió una fogata, lo que significaba que nos quedaríamos allí. Repasaron el "plan" una vez más, el cual era atacar a los franceses durante la noche.

–Oye–llamé a Dinah que se encontraba recostada contra el tronco de un árbol, cerca de mí.

De alguna forma quería distraerme para no sentirme tan nerviosa, además de que tenía curiosidad sobre algunas cosas.

–¿Qué quieres?–preguntó con los ojos cerrados y sus manos detrás de su cabeza.

–¿Cómo conociste a Camila?–estaba realmente interesada en saber eso.

Abrió uno de sus ojos y me miró sólo unos segundos para después volver a cerrarlo. Pensé que iba a ignorar la pregunta pero me sorprendió a escucharla hablar.

–La conocí hace algunos años, en un pequeño muelle–hizo una pausa–Ella había perdido a su familia, yo también. Ambas buscamos venganza y ahora estamos aquí–se encogió de hombros.

Bueno, esa era una historia muy resumida y sinceramente me dejaba con muchas dudas.

¿Cómo habían perdido a sus familias? ¿Venganza, a qué se refería con eso?.

Estaba a punto de comenzar con las preguntas cuando me interrumpieron.

–Deberías dormir y descansar un rato–habló Camila con una voz baja y suave, sin embargo su rostro estaba serio.

–Pero yo...–me apresuré a decir.

–No más preguntas–respondió, haciendo un movimiento para marcharse.

–Contestame sólo una.

Entonces se detuvo y espero a que hablara, sus ojos fijos en los míos.

–¿Cuántos años tienes?–sabía que esta era una pregunta que si respondería, las otras llevarían su tiempo pero estaba dispuesta a esperar lo necesario para saber un poco más de la mujer que me estaba volviedo loca.

La comisura de sus labios se levantaron ligeramente.

–Tengo veintiuno. Ahora duerme que más tarde estaremos pateando traseros franceses.






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