Mi huésped, Ayden (Mío #1)© D...

By leluMuzzi

2.6M 128K 15.8K

Disponible en físico por Nova Casa Editorial ❤️ Mackenzie Probbet solo quería alejarse, olvidar, volver a emp... More

Prólogo ❤
MHA en FISICO😍📚📚
PORTADA DEFINITIVA (Libro en fisico)📚❤️🌚
Segundo Libro- Mio #2
Capitulo 1 ❤
Capitulo 2 ❤
Capitulo 3 ❤
Capitulo 4 ❤
Capitulo 5 ❤
Capitulo 6 ❤
Capitulo 7 ❤
Capitulo 8 ❤
Capitulo 9 ❤
Capitulo 10 ❤
Capitulo 11 ❤
Capitulo 12 ❤
Capítulo 13 ❤
Capitulo 14 ❤
Capitulo 15 ❤
Capitulo 16 ❤
Capitulo 17 ❤
Capitulo 18 ❤
Capitulo 19 ❤
Capitulo 20 ❤
Capitulo 21 ❤
Capitulo 22 ❤
Capitulo 23 ❤
Capitulo 24 ❤
Capitulo 25 ❤
Capitulo 26 ❤
Capitulo 27 ❤
Capitulo 28 ❤
Capítulo 30 ❤
Epílogo ❤
📚3x2 de LIBROS en FISICO📚🎄
Mi vecino, Jaxon en FISICO
PRE-VENTA de Mi vecino, Jaxon 📚💕
Firma en *Buenos Aires, Argentina*

Capitulo 29 ❤

48.3K 2.8K 364
By leluMuzzi

No sé cómo ni por qué, pero logro dormirme luego de hiperventilar durante lo que parece ser media hora. O quizá me desmayo por la sobrecarga de emociones que corre por mis venas a una gran velocidad. Tal vez mi cabeza llegó a un punto de no retorno, y sabiendo que podría llegar a tener problemas graves teniendo tanta preocupación, decidió apagarse.

Pero cuando soy despertada bruscamente, ningún motivo me interesa. Tan solo agradezco haber podido desconectarme por un rato de la realidad y no sufrir durante toda la espera a ser liberada. Aunque, pensándolo mejor, hubiera preferido mantenerme apagada durante, posiblemente, toda la noche, para que al despertar la pelea ya hubiera pasado y Ayden estuviera con vida.

Pero el gorila asignado me impidió hacerlo. Forzó con su gruesa voz a despertarme y traerme de vuelta al mundo de horrores en el que estoy viviendo. Sin embargo, parte de él no tiene la culpa, solo aquella que decidió trabajar para personas tan basura como son Kiefer y sus compañeros. Y por supuesto, la sádica idea de verme sufrir más al ver a Ayden combatiendo viene directamente desde aquella mente retorcida. Por lo que sí, el gorila simplemente sigue órdenes. Lo entiendo. Pero, maldita sea, si no prefiero que sea así y que este mastodonte me tenga pena y piedad.

Me arrastra fuera del lugar y me permite dar una corta mirada a mi alrededor. Aquellas cajas con municiones se encuentran escondidas, muy escondidas, porque no logro ver ni una. Quizá haya armas dentro de algún que otro barril podrido cubierto de telas. Los muebles que posiblemente decoraban este lugar hace muchos años se esparcen alrededor, con mantas cubriéndolos del polvo. Pero no puedo ver más allá de eso. La oscuridad de la noche y la profunda penumbra en la que está sumida esta fábrica me impiden ver más que la silueta de objetos. Las telarañas cubren todas las esquinas, las paredes están cubiertas por capas y capas de una sustancia viscosa que no logro definir desde la distancia mientras soy arrastrada hacia afuera.

Entonces, el sonido de gritos ensordecedores ni bien traspasamos el umbral del portón llega a mis oídos y me estremezco. Mi cabeza se gira desesperada hacia el lugar proveniente de aquella euforia mientras el cansancio y el sueño se esfuman de mi cuerpo. La noche baña las siluetas de más de doscientas personas, y el resplandor de una improvisada fogata es lo único que ilumina sus rostros además del brillo de la luna. Puedo ver sus bocas moverse, sus manos agitarse sobre sus cabezas mientras piden que la sangre comience a aparecer.

Me atraganto cuando veo a Kiefer en una esquina con Ayden. Este último siendo forzado a sentarse a la espera de que toda esta locura comience.

Mis pies chocan entre sí y trastabillo, perdiendo el balance y casi cayendo. Pero, por supuesto, el gorila está siempre atento a mis movimientos y me sostiene. Mientras, mi mirada nunca se despega del único hombre al que amo. Ni siquiera cuando me insta a seguir caminando, recorriendo la distancia que separa el lugar de encuentro con el sitio en el que yo estaré. Y maldita sea, lo pensaron demasiado bien. Está demasiado lejos de la zona de pelea, y es aquello lo que impide a Ayden verme aun con las fogatas prendidas a nuestro alrededor. Aquellas luces resplandecientes ascendiendo al cielo no alcanzan a iluminarnos al gorila y a mí, a pesar de su gran contextura y musculatura sobrehumana.

Y, demonios, esto es lo único en que voy a estar de acuerdo con Kiefer. Cuanto menos Ayden me note, mejor. Sabiendo cómo es cuando estoy cerca, mantendría toda su atención en mí y olvidaría pensar en la pelea y la concentración en la batalla contra alguien que bien podría matarlo a falta de reglas. Y eso es lo último que quiero. No podría vivir conmigo misma sabiendo que por mi culpa él sería asesinado. No quiero ser la que cause eso, Dios, por supuesto que no lo deseo con ningún gramo de mi ser.

Así que me mantengo callada por un buen rato, acurrucada sobre el pasto ligeramente húmedo por el rocío, mientras me apoyo sobre un pequeño arbusto detrás de mí, el cual es uno de los muchos que rodean el lugar. A lo lejos puedo vislumbrar las copas de los árboles, con la luna iluminándolos a la perfección como un hermoso paisaje romántico. Pero nada de lo que ahora estoy viviendo se acerca al romanticismo del paisaje. Esto más bien es una película sangrienta para mí.

Aun así, por unos momentos demasiado cortos admiro la belleza antes de volver mi vista hacia el tumulto de personas desesperadas por acción. Sus rostros están arrugados por las sonrisas felices, como si fuera un parque de atracciones en vez de una pelea ilegal en donde alguno de los peleadores podría morir. Cierro los ojos y respiro para tranquilizarme, intentando que el pánico disminuya y mi corazón deje de estar tan acelerado. Sin embargo, el rugido infernal de la gente me obliga a levantar los ojos y fijar la vista en aquel lugar centrado entre las personas, un espacio dedicado a los peleadores. Kiefer se adelanta, su mano palmea el hombro desnudo y musculoso de Ayden mientras su boca se mueve con palabras gritadas que desde mi lugar no puedo escuchar. Aun así, noto la postura de Ayden, la rigidez en su cuerpo, la frialdad de su aura y su neutra expresión. Sus ojos helados, gélidos, centrándose por completo en el suelo e ignorando todo su entorno. Y lo peor es que él parece tan acostumbrado a esto, sin importarle nada, desinteresado y algo así como aburrido. Algo que completamente lo contradice, y no hablo de lo que el exterior me hace ver. Él no es para nada desinteresado ni tampoco alguien al que le aburren las cosas. Pero ahora, en este mismo instante, parece como si todo fuera común y no lo suficiente interesante para captar su atención.

Entonces otro tipo aparece, un mastodonte de unos dos metros de alto, tan grande como nunca había visto a un hombre serlo y tan visiblemente intimidante que hace mi pulso latir con terror y dar un grito de dolor por lo terrible que será para mí ver la pelea. Jadeo, queriendo correr hacia Ayden para impedir lo que sucederá. Dios, no quiero dudar de Ayden, pero su contrincante es tan enorme que con solo tocar a alguien podría lastimarlo gravemente.

Veo cómo Kiefer mira hacia el mastodonte, sonriéndole victorioso mientras termina de decirle algo a Ayden. Por otro lado, el rival truena los nudillos mientras ve cómo Kiefer se aleja y toma algo de las manos de su ayudante. Luego, muestra el contenido.

Cuchillos. Cuchillos de todos los tamaños.

Mi corazón se detiene, la sangre es drenada de mi cuerpo y me deja débil como jamás lo estuve.

Ayden toma uno mediano, en comparación con los otros que hay sobre la caja, y su contrincante uno ligeramente más grande.

Demonios, nunca dijeron que iban a pelear con cuchillos.

—Dios, no. —Se me escapa en un jadeo entrecortado, mis manos se retuercen contra lo que me amarra.

—Ayden es bueno en esto. No temas por él. Estoy seguro de que vencerá a BigCan. —La profunda voz del gorila me hace sobresaltar—.

Quizá salga a penas con vida. Pero vencerá.

¿Por qué tiene tanta fe en Ayden?

—Porque si gana su victoria traería más dinero del que uno puede contar, más los imperios que BigCan tiene. Eso, niña, pagaría los estudios de mis niños. Y solo la fe puede hacer que las cosas se cumplan —responde la pregunta que al parecer dije en voz alta.

Lo miro, su rostro tenso se relaja tan solo un poco. Sus palabras duelen. Ahora todo lo que había pensado sobre él y su oficio desaparece y deja en su lugar un gran pesar por este hombre.

Pero, de todas formas, no logro formular palabras más que un «Oh» muy leve, porque el sonido de una pequeña campana sonando llama mi atención.

La pelea comienza y el sonido de mi entorno se disuelve como agua en un desierto, y por unos minutos no escucho nada más que un pitido agudo y leve antes de que este se apagara como todas las demás cosas. Entonces, los brazos de los espectadores se alzan por los aires, batiendo sus puños en señal de apoyo, con los rostros contraídos por lo que parecen ser gritos posiblemente ensordecedores. El lugar cobra vida y la energía que todos desprenden es casi asquerosamente palpable. Mi corazón se oprime con dolor, preocupación y miedo mientras la adrenalina corre a gran velocidad por mis venas. Al mismo tiempo, mi cabeza martilla contra mi cráneo y es tan doloroso que por un momento soy forzada a cerrar los ojos. El olor a sudor penetra mis fosas nasales y el ligero olor de sangre comienza a filtrarse hasta mí. Es lo único que me hace abrirlos, porque prefiero una y mil veces mantenerme apartada, ensimismada en mi nube, sin ver nada de lo que sucede de la pelea. Pero no es posible, porque una parte de mi preocupación toma el control y me hace ver hacia adelante y fijar mi vista en los dos cuerpos semidesnudos que luchan fieramente por la victoria.

El brazo de BigCan se adelanta con rapidez, y antes de que Ayden pudiera percibir su movimiento, la cola del cuchillo envuelto por su puño hacen contacto con su mandíbula. El impacto es visiblemente doloroso, tirando la cabeza de Ayden hacia atrás con sorpresa. Pero rápidamente se recupera, aferrándose a su arma y arremetiendo hacia el mastodonte. Atina un golpe de respuesta y luego esquiva nuevamente el arma mortal de BigCan, para mi completo alivio. Pero a gran velocidad, una como jamás he visto, el filo de la cuchilla de este último logra tocar la piel de Ayden, marcándolo con una franja rojiza que va desde uno de sus pectorales hasta su cadera.

El impulso de tapar mis ojos llega a mí, pero estando atada es prácticamente imposible. La desesperación también se hace presente, haciéndome mover incómoda y lista para correr hacia Ayden y curarlo.

Sin embargo, la sangre no es mucha, y al ver el rostro de Ayden me doy cuenta de cuán poco siente la herida, porque sigue la pelea, lanzando puño tras puño y esquivando los golpes de BigCan. Las cuchillas son blandeadas, una cuchillada tras otra corta la piel de los contrincantes y la sangre mancha cada gramo de sus pieles.

Son unos largos diez minutos en donde no escucho nada y mi cuerpo estático vibra con energía y desesperación. Pero ni bien Ayden es derribado y tirado al suelo por primera vez, todo sonido vuelve a la vida y mis tímpanos rugen por la repentina invasión. Mi cuerpo adolece por todo lo que está sucediendo y la impotencia que está recorriéndome es tan alta que ni siquiera puedo hacer nada para combatirla y neutralizarla como lo hice con el ruido durante un pequeño rato. Se mantiene ahí, y la agonía por ver a Ayden tirado hace que mi respiración deje de salir.

Él se mueve en el piso, tapando su herida mientras lentamente intenta levantarse. En sus ojos una chispa de furia lo consume todo, y quizá eso es lo único que hace que no caiga rendido, exhausto y dolorido por tantos golpes. Se levanta, mirando únicamente a BigCan como si fuera su presa más deseada y la victoria estuviera gravada en su frente. Y se adelanta como si lo estuvieran poseyendo mil demonios, tomando el mando de sus movimientos, nublando su mente y forzándolo a pelear. A sobrevivir. A aniquilar a este hombre por la victoria. Sus golpes son letales, tan fuertes que confunden y me hacen preguntarme si verdaderamente es consciente de lo malherido que su cuerpo está. Pero lo ignora y sigue adelante, sus nudillos conectan con cada centímetro del cuerpo magullado de BigCan.

Entonces, en un intento de protección, la cuchilla de BigCan se hace presente y conecta con el brazo listo para golpear de Ayden, penetrando su piel profundamente y haciendo más que cortarlo. Ayden gruñe con fuerza, su instinto lo tira un paso hacia atrás antes de que otra vez BigCan lo alcance, este último cae cuando Ayden ya no logra sostenerlo para seguir golpeándolo, y su rostro golpea contra el suelo sucio con césped y barro. La gente grita mientras Ayden sostiene su brazo, y su mano comienza a mancharse con el color rojizo de la sangre. A su vez, gimiendo, BigCan se levanta con la intención de dar más pelea, sin intención de rendirse. Pero en un último movimiento por la victoria, Ayden se adelanta y clava la filosa arma que sostiene su brazo adolorido en lo que parece ser el costado de BigCan. Pero no logro verlo con más claridad, por lo que no estoy completamente segura de dónde lo clavó.

Aun así, BigCan cae cuando nuevamente Ayden hace movimiento por penetrar su piel y atina en el blanco. Su cabeza golpea el suelo con un ruido sordo que hasta donde estoy no se puede escuchar lo suficiente. Tan solo tengo el poder de la deducción de mi lado.

Asqueada por tanta sangre esparcida, mi estómago se revuelve y la idea de ver morir a alguien, por más que no sea Ayden, me hace tener arcadas e inclinarme hacia adelante, lista para vomitar. Pero no lo hago, porque los movimientos de Ayden llaman mi atención. Se agacha junto a BigCan, ignorando a la gente que lo rodea a unos cinco metros, y le habla, su rostro furioso demuestra cuán poco vale. Entonces, su cuchilla corta una franja de su garganta y la sangre al instante comienza a salir.

Es solo eso lo que desata el caos, los gritos de apoyo y otros de protesta antes de que muchas personas fueran en busca del cuerpo flácido de BigCan. Sus ojos se cierran mientras, con manos urgentes, sus hombres en la multitud hacen lo posible por parar el sangrado a la vez que lo levantan entre todos y lo trasladan hacia adentro del devastado complejo. Por otro lado, Kiefer aparece sin esperar más con una sonrisa inmensa en su rostro mientras se abre paso por la multitud en busca de su peleador estrella. Palmea su hombro cuando llega a Ayden, pero lo único que recibe es una mirada helada, totalmente glaciar, de mi hombre por haber sido manipulado y ahora golpeado en el brazo herido. De todas formas, a Kiefer no le importa tanto como para preocuparse por un médico y le hace señas para que lo siga.

En todos esos minutos, miro cada movimiento de mi novio hasta que desaparece de mi vista, dentro de otra puerta diferente por la que BigCan y sus hombres desaparecieron, sin intención de moverme durante un rato. Pero de repente, junto a mí un cuerpo cae sobre el pasto, totalmente desmayado, y un sonido sordo me hace reaccionar. Salto y me alejo, pero no logro llegar tan lejos por mis ataduras y caigo sobre el suelo yo también, jadeando e hiperventilando ante las ideas que se cruzan por mi cabeza. Y es ahí cuando aparece frente a mí un residuo de aguja, pequeñas gotas de un líquido inyectable devolviéndome la mirada y todo dentro de mí empeora y me vuelvo loca, pensando en que algo me sucederá. Pero nada sucede hasta que Jaxon da un paso fuera del arbusto.

Casi chillo por la sorpresa.

—No grites, Mack. Por favor. Se darán cuenta de que no estás aquí si lo haces, y eso es lo último que queremos. —Se agacha y comienza a desatarme. No lo impido, no rechazaré nunca la oportunidad de ser liberada de estas ataduras, ni aunque sea mi peor enemigo el que me las saque. Cuando están en el suelo no tardo en levantarme de un salto, completamente lúcida para buscar y ayudar a mi hombre en problemas, sin rastros de miedo esta vez. Quizá fue la restricción y el tenerme atada lo que me impidió sentirme valiente y capaz de salvarlo, pero ahora, estando suelta y por mi cuerpo, siento la adrenalina y la ansiedad corriendo con otras intenciones por mi cuerpo. Demonios, ya estoy lista para ver otro tipo de sangre ser derramada ahora que sé que Ayden está bien.

Me doy la vuelta, pero Jaxon me detiene colocando una de sus manos en mi brazo y escondiéndome detrás del arbusto por el que había salido. Nos encontramos en cuclillas, uno frente al otro, sus ojos penetran los míos con furia y alivio.

—¿Qué haces? Se darán cuenta de que eres libre y vendrán de nuevo por ti. Por Dios, sé discreta y hazte pasar por una rehén resignada a morir. Y, demonios, sígueme el juego. —Hace ademán de levantarse, pero lo paro.

—Jaxon, ¿qué haces? No se supone que hagas esto, tú me trajiste aquí —susurro escuchando cómo la multitud a la distancia grita por cuánto dinero ganaron apostando por Ayden. Me estremezco ante la cantidad desorbitante que dicen haber adquirido.

Jaxon no responde al instante, pero sus ojos... sus ojos son los que lo dicen todo. Me piden perdón, me demuestran lo arrepentido que se siente y lo asqueroso que se ve a sí mismo justo ahora. Pero allí también está el coraje y el valor, esa emoción victoriosa que lo impulsa a seguir con lo que sea que quiere hacer ahora.

—Yo... Mack, no se suponía que tenía que traerte aquí, pero lo hice y no sabes hasta qué punto me arrepiento de ello. Pero era necesario. —La vergüenza tiñe sus palabras mientras las dice y me mira con ojos sinceros. Entonces, mira hacia atrás a la muchedumbre y se levanta un poco, con tan solo su cabeza sobresaliendo de los arbustos—. Luego te explicaré, justo ahora no podemos, Mack. Tu novio está en problemas y no puedo permitir que vivas derrumbada toda tu vida por algo que yo causé.

Trago saliva, mi pecho se aprieta y asiento, lista para seguir sus órdenes. Algo que contradice todas las ideas que tenía en mente para aniquilarlo cuando supe a dónde me trajo. Pero ahora esa señal de alarma desaparece y creo en sus palabras, sin rencores de por medio. Justo ahora lo único que quiero es llegar a casa sana y salva y acurrucarme con Ayden por el resto de nuestras vidas.

—¿Qué quieres que haga? —digo mirando a mi alrededor y asegurándome de que nadie haya notado mi ausencia y mucho menos aún el cuerpo de mi guardaespaldas tendido en el suelo—. Jaxon, deberíamos esconder su cuerpo aquí, no creo que merezca ser aniquilado por haberme perdido de vista. Tiene niños.

Lo miro y veo la resignación en sus ojos al verme tan preocupada por aquel hombre.

—Bien.

Una vez hecho lo que pedí, me levanta, poniéndome delante de él con mi espalda contra su pecho.

—Nada de juegos, Mack. Finge que soy tu secuestrador y que te estoy llevando a una sala de torturas. Tenme miedo.

Bueno, si me lo hubiera dicho ayer, no tendría que fingir.

—Hagámoslo.

Damos un paso fuera del arbusto, él aferrando mis muñecas a mi espalda mientras caminamos rápidamente por el largo tramo que nos separa del gran lugar en el que desaparecieron Kiefer y Ayden. Nuevamente las personas ríen y hablan como si una persona no estuviera muerta y toman lo que parecen ser cervezas junto a las fogatas. Me asqueo al instante, por lo que aumento la velocidad, forzando a Jaxon a seguirme el ritmo. Cuanto más y más rápido me aleje de estas personas, mayores probabilidades hay de que no me noten.

Acortamos el tramo en menos de cinco minutos. En el exterior se ve como si nadie estuviera vigilando, todos parecen estar disfrutando de la supuesta fiesta de victoria junto al fuego, sin importarles lo que podría pasar dentro. Por lo que nosotros lo aprovechamos y nos escabullimos hasta el rincón más oscuro del lugar, rodeando el complejo hacia la parte trasera para buscar algún medio por el cual entrar. Jaxon me suelta para que podamos estar cómodos mientras recorremos el espacio, pero se queda cerca, como si quisiera protegerme por más que no haya nadie viéndonos.

No tardamos más de dos segundos en dar con una puerta oscura, apenas iluminada por la luna.

—Hazte a un lado. La destrabaré.

Jaxon se adelanta y se agacha frente a la puerta, usando dos pinzas oxidadas, que posiblemente encontró tiradas en algún momento, para abrir. El sonido del cerrojo suena levemente, avisándonos de que tenemos permitido pasar. Jaxon rápidamente guarda en sus pantalones las pinzas.

—No hagas, bajo ninguna circunstancia, ruido. Mucho menos te hagas ver o nos matarán. Y sé que ni tú ni yo queremos eso.

No espera por respuesta y mueve la puerta lentamente para no hacer ruido. Se adentra en la oscuridad y toma mi mano mientras camina por delante de mí, dirigiendo el camino. A su vez, unas voces se hacen cada vez más fuertes a medida que acortamos la distancia.

—Les ha servido de mucho a tu padre, Ayden. En todo este tiempo lo hiciste muy feliz. —La voz de Kiefer se escucha.

Jaxon señala hacia un lugar entre unas cajas, a un lado del lugar en el que están Ayden y Kiefer, uno frente al otro, iluminados por una sola lamparilla colgada del techo. Las cajas hacen todo lo posible por cubrir nuestros cuerpos y la poca luz es un extra. Nada podría delatarnos a excepción de la puerta por donde entramos. Si alguien entra y da la vuelta entre unas cuantas cajas más, nos verán con facilidad, y es todo lo que ahora temo.

Ayden gruñe y su postura cambia de indiferente a completamente enojado.

—No hables de mi padre. —Su mandíbula se aprieta y todo músculo de su magullado cuerpo se tensa, listo para otro combate. Su brazo herido está cubierto por un trozo de tela, y me preocupa que no sea lo suficiente bueno para aguantar hasta llegar al hospital.

—¿Y por qué no, Ayden? Es la verdad. Me has hecho muy feliz haciéndome ganar más que millones y millones de dólares. Me has dado un imperio. Y no solo eso, sino el imperio de mi más grande enemigo. Eso es... joder, muy bueno.

—¿Y eso qué mierda tiene que ver con mi padre, Kiefer? Te he hecho ganar, he hecho todo y aun así sé que seguirás queriendo más.

—Eso es cierto. Siempre querré más.

—No. Respondiste. Mi. Maldita. Pregunta. —Ayden aprieta los puños—. ¿Y por qué hablas de ti luego de mencionar cuán feliz hice a mi padre? ¿Cómo demonios lo sabes?

Entonces, Kiefer muestra sus dientes en una mísera y gran sonrisa de lado, como si fuera una noticia que no mereciera ser dicha tan ligeramente. Ve sus uñas y se prepara para soltar la respuesta, haciendo que Ayden se inquiete más y más con cada segundo que pasa.

—Porque soy tu padre, Ayden. Y todo lo que hiciste por mí me hizo feliz. Lo logramos, hijo.

—¡No! —Ayden explota, ignorando la sangre que comienza a filtrase por la tela que cubre su brazo—. ¡No! ¡Tú no eres nadie! ¡Solo un maldito hijo de puta al que le gusta comprar niños para drogarlos y entrenarlos para las putas peleas! ¡Así que maldita sea! No. Me. Llames. Hijo.

—No te compré, Ayden. —Es lo único que dice, enfureciéndolo más.

—¡Sí lo hiciste! ¡Has comprado a los anteriores a mí, esos que fueron asesinados en peleas por tu culpa!

—¡No te compré! —responde alzando la voz mientras tira al suelo una pila de cajas que tiene cerca—. Amenacé a tu supuesto padre con que le quitaría a tu madre y finalmente volvería a estar conmigo. Pero por supuesto ama más a tu madre que a ti. ¡Y más en ese momento cuando supo que su hijo mayor nunca fue de él!

Ayden se detiene, sus hombros tiemblan y se tensan mientras lo fulmina con la mirada.

—¿Qué? —Parece perplejo.

—Así es. Estuve con tu madre semanas antes de que fuera con él. Solo me tomó doce años encontrarla y uno para finalmente darme cuenta de que eras mi hijo y no de él. Pero, por supuesto, no iba a olvidarme de lo que me hizo tu madre, así que te llevé.

Las últimas palabras son dichas como si no importara, como si fuera algo común. Algo que me hace rabiar, porque Ayden no se merece esto. Su furia en aumento brota de sus poros y es casi tan palpable que me tengo que forzar a mí misma para no ir y pegarle con un palo en la cabeza a Kiefer. ¿Es que no es suficiente todo lo que lo forzó a hacer desde su temprana adolescencia? Y, de todos modos, ¿qué piensa conseguir desvelando aquella información de que él es su padre y todo lo que sucedió con su madre? Lo único que logra es enfurecerlo y partirlo por dentro cada vez más. Cuán insensible y retorcido es. No puedo creer que este diablo en vida aún no haya muerto de un balazo por, supongo, todos sus enemigos. Dudo que tuviera a alguien en la faz de la Tierra que en realidad lo quiera vivo.

Escucho a Ayden reír irónicamente. La gracia es casi inexistente en su voz.

—¿Por lo que mi maltrato físico y mental fue solo por venganza? —Vuelve a dejar salir una carcajada que hace mi alma contraerse—.

Deberías ganarte el premio al padre del año, Kiefer.

Este ignora su sarcasmo con demasiada facilidad, como si en serio no hubiera dicho nada.

—De todas formas, a tu padre falso lo hizo feliz. Se quedó con mi mujer y con hijos que son legítimos. No deberías culparme por sacarte de allí antes de que él y su temperamento fuerte te hicieran daño. Te protegí y te saqué de allí.

—¡Para colocarme en un lugar peor con maltrato! —gruñe Ayden, dando un paso más cerca de Kiefer.

—¿Pero, sabes —vuelve a ignorar el arrebato de furia—, tu y yo sí tenemos algo en común, Ayden? Los dos hacemos hasta lo imposible por conseguir venganza. Sé que si te diera un arma no dudarías en perforar mi cráneo por todo lo que te hice. Supongo que eso lo sacaste de mí.

—No somos parecidos en nada, Kiefer. Deja de mentirte a ti mismo para hacerte sentir mejor sobre todo esto.

—Oh, sí lo somos. Pero soy el único que se da cuenta y decide actuar sobre ello.

Entonces, el destello de un arma dentro de los pantalones de Kiefer llega hasta mis ojos y en ese momento todo transcurre en cámara lenta. Mi corazón comienza a latir con rapidez, sabiendo lo que sucederá, mientras mi cuerpo actúa antes de lo que lo hace mi cabeza. Mi cuerpo salta fuera de mi escondite al mismo tiempo en que Kiefer toma el arma y apunta con ella a Ayden. Sin embargo, al momento de abrazar con mi cuerpo el de Ayden de forma protectora, esperando poder tomar la muerte por él, otro cuerpo se interpone entre la bala y yo. El chasquido de otro disparo resuena mientras a lo lejos se escucha una puerta siendo abierta, pero no le presto atención. El cuerpo de Jaxon se desploma junto a nosotros por el impacto de las dos balas perforándolo. El único sonido aparte del disparo resonando en las paredes es el gemido de dolor de Jaxon y los jadeos en busca de aire.

Mi desesperación aumenta. ¡No! Lo último que me hubiera imaginado es que Jaxon hiciera eso por mí, y a pesar de lo que me había hecho, nunca hubiera preferido que esto sucediera.

—¡No, Jaxon! —Me despego de Ayden, forzándolo a soltarme también, y me agacho junto al cuerpo ensangrentado. Las lágrimas se hacen presentes con más ferocidad y angustia y sollozo por la vida de alguien quien no merece morir así. Dios, él estaba haciendo lo correcto por mí al final de cuentas—. Por favor, Jaxon, sigue respirando. No te vayas.

Sus ojos apenas se mantienen abiertos y un destello de la fuerza y voluntad en su interior hace todo lo posible por no preocuparme. Acaricio su rostro, negando con la cabeza cuando quiere hablar, pero ninguna palabra sale de su boca. Sorbo mi nariz, escuchando detrás de mí el disturbio de la situación.

—Baja el arma, Kiefer. —Una voz conocida perfora mis tímpanos y se me hace imposible darme la vuelta tan rápido como deseo. Pero allí está BigCan, elevado en sus dos metros de alto y su gran cuerpo, apuntando con un arma gigante al cráneo de Kiefer.

¿Él no estaba muerto y herido?

Tan solo dos rasguños se encuentran ligeramente ensangrentados y unos moretones cubren su rostro y si pecho, pero todas esas cuchilladas y lastimaduras peores que causaron su muerte... desaparecieron.

Kiefer se vuelve loco, intentando disparar primero a Ayden y luego a su más grande rival, pero no logra más que encestar una bala en una caja en la distancia y recibir una risotada por parte de BigCan.

—Esto es por mi familia, Kiefer. Disfruta tu último aliento y el saber que caíste en tu maldita propia trampa.

Y luego Kiefer se desploma sobre el suelo, con una bala perforando sucráneo.  

Continue Reading

You'll Also Like

5.5K 1.3K 22
"En este mundo hay muchas cosas que es mejor que no sepas que existen, princesa."
145K 10.5K 48
LIBRO 1. ||+18 La sombra de Damen Allen perseguirá a todo aquel que estuvo involucrado en la muerte de su esposa y el secuestro de su hijo. Él, un ex...
1.7M 123K 87
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
2.4K 276 10
𝐂𝐇𝐀𝐄𝐘𝐔┊ Chou Tzuyu, una chica de 17 años de Taiwan que se mudó a Corea, entra a la secundaria en donde conoce a Son Chaeyoung, "su amor no corr...