Horus

Av bibliotecadorada

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¿Y si el amor de tu vida esta en otra galaxia? No todos los días te cruzabas con alguien como él: alto, muscu... Mer

Sinopsis
Capítulo 1: El misterioso chico
Capítulo 2: mitología egipcia
Capítulo 3: tropezones sin caídas
Capítulo 4: viajes acompañados de alucinaciones
Capítulo 5: biblioteca
Capítulo 6: heladería
Capítulo 7: la feria
Capítulo 8: la fiesta
Capítulo 9: estrella
Capítulo 10: Guiston
Capítulo 11: Guiston Park
Capítulo 12: inesperada visita
Capítulo 13: alucinaciones
Capítulo 14: menta granizada
Capítulo 15: ¿estoy loca?
Capitulo 16: la audición
Capítulo 17: el famoso número
Capítulo 18: nuevos cabellos
Capítulo 19: la barbacoa
Capítulo 20: la cabaña
Capítulo 21: celebración
Capítulo 22: verdades disfrazadas
Capítulo 24: playa
Capítulo 25: despertar
Capítulo 26: dura realidad
Capítulo 27: galaxia
Capítulo 28: orejas
Capítulo 29: el extraterrestre
Capítulo 30: visitas nocturnas
Capitulo 31: información
Capitulo 32: Dhimot
Capitulo 33: Daemon
Capítulo 34: visita sorpresa
Capítulo 35: nuevo mundo
Capítulo 36: Hator
Capítulo 37: verdades incómodas
Capítulo 38: el beso
Capítulo 39: el tiempo
Capitulo 40: Salix y Thorm
Capítulo 41: Guixis
Capítulo 42: información valiosa
Capítulo 43: volvió
Nota de autor
Capítulo 44: primer entrenamiento
Capítulo 45: baile celestial
Nota de autor
Capítulo 46: más cosas a la luz
Capítulo 47: una hermana normal
Capítulo 48: el entrenamiento
Capítulo 49: las habilidades fallaron...de una buena manera
Capítulo 50: Gretik
Capítulo 51: Trina
Capítulo 52: almas gemelas
Capítulo 54: charlas reveladoras
Capítulo 55: elogios peligrosos
Capítulo 56: un mundo ideal
Epílogo
Nota de autor

Capítulo 23: miedo

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Av bibliotecadorada

—Oficialmente reprobaré el examen.

La declaración de Emma no me sorprendió. Digamos que la física y ella no se llevaban muy bien.

Trevor era una cerebrito en lo que respectaba a matemática y física, así que nos habíamos pasado cuatro días en su casa estudiando. Era, además, un excelente maestro, porque nos explicó todo y ocurrió un milagro: entendimos los ejercicios.

Más allá de eso, Emma no se tenía mucha fe.

—Vas a aprobar—dijo Trevor, poniendo los ojos en blanco.—Estudiaste un montón, y los ejercicios que te di los hiciste a la perfección.

—Exacto, Ems—dije, y solté la lapicera arriba de la mesa. Estábamos en Venus, repasando las últimas cosas—. Ten un poco de confianza.

Ella negó con la cabeza, preocupada, y puso ambas manos a los costados de su cara.

—Siento que no sé nada...Que me van a dar el examen, y...y... ¡no sabré ni cuál es mi nombre!—Apoyó la cabeza sobre la mesa—. Voy a morir.

Reí por lo bajo mientras le hacía caricias en la espalda. Cada vez que teníamos un examen era la misma historia. Al final, le terminaba yendo bien.

—¿Cuándo es tu cita con Alex?—pregunté, rogando porque ese tema sí lo encuentre interesante.

Suspiró, pero finalmente subió la cabeza. Era muy raro verla sin energía, con la cara cansada y sin esa chispa de vida que llevaba a todos lados.

—Mañana—respondió, con la voz monótona—. Iremos al río a ver el atardecer—. Frunció la nariz—. Demasiado romántico para mi gusto.

Reí y miré a Trevor, que se había quedado callado. Estaba mirando un punto detrás mío, con preocupación en los ojos.

—Trev, ¿estás bien?

Me miró, y asintió con la cabeza.

—Sí, es solo que...

—¡Trev! ¡Hola!

Giré mi cabeza y vi que una chica menuda y rubia se nos había acercado. Tenía una sonrisa gigante en el rostro, y las mejillas coloradas.

Se trataba de una estudiante un año menor a nosotros. Como casi todas las conquistas de Trevor, al parecer.

Trevor sonrió (una sonrisa falsa) y asintió con la cabeza.

—Hola, Erika.

La chica siguió sonriendo, mucho. Emma la miraba con los ojos entornados, y yo tuve que taparme la boca para no reírme.

Era increíble la cantidad de veces que habíamos vivido situaciones como estas.

—Me preguntaba si...—La chica comenzó a hablar, mientras que tocaba con una mano la tira de su mochila.—Si mañana quieres retomar lo que dejamos el otro día. Ya sabes...

Emma subió las cejas, y yo inflé las mejillas.

No sabía la razón, pero cada chica con la que Trevor estaba, luego tenía un flechazo con él. O sino, quería verlo más seguido. Sospechaba la verdadera razón, pero me daba un poco de arcadas pensar en eso.

Trevor la miró con los ojos atentos. La chica me comenzó a dar lástima, sobre todo, porque se veía que era buena.

—Mmm, creí que ya habíamos hablado de tema—respondió Trevor, incómodo.

Erika frunció el entrecejo.

—No recuerdo haberlo hablado. De cualquier manera, esta bien. No quiero pasar más tiempo aquí—me miró de reojo— del necesario. Luego te escribo.

Se fue meneando las caderas.

Yo la estaba mirando con la boca abierta

—¿Acaso se acaba de ir...por ?—pregunté—. Vaya, eso es algo nuevo.

Hacía bastante tiempo que no me hacían algo así, por lo que fue como volver a la normalidad.

Una normalidad asquerosa y que no extrañaba para nada.

Las horas pasaron muy lentamente debido al examen. Gracias a los dioses, y a Trevor, había logrado contestar todas las preguntas, pero no sabía si lo había hecho correctamente. Rezaba para que así sea.

—Pizza. Con patatas. ¡Oh, ya se! ¡Podemos comprar nachos con queso!

Emma no paraba de gritar todo lo que quería comer para festejar que había logrado terminar su examen. Trevor le seguía la corriente, y yo solo sonreía ante la gula de mis amigos.

Pasamos por el mercado para comprar los nachos, el queso vegano, y más provisiones, y luego nos dirigimos a la casa de Trevor. Habíamos terminado el examen hacía menos de una hora, y ya me sentía libre. Hasta la próxima semana, claro, en donde tenía muchos más.

La situación más que estresarme me daba un poco de tristeza. Eran los últimos exámenes antes de terminar el último año y mudarme a Guiston. Mis padres, junto con la madre de Trevor, habían comenzado con la búsqueda de nuestro apartamento. Nuestras universidades quedaban a tan solo cinco cuadras de distancia una de la otra, así que no había problemas con la zona. Todo este tema me alegraba y emocionaba muchísimo, pero por otro lado me entristecía. Dejar Mine Concect iba a ser tan raro...Pero lo que más me preocupaba era Emma. No había dicho nada respecto a sus futuros estudios, y temía preguntárselo.

—¡Ramón, ven aquí!

El grito de Dustin, el hermano mayor de Trevor, me sacó de mis pensamientos un tanto deprimentes. Ya nos encontrábamos en frente de su casa, y Ramón había salido a saludarnos. Era uno de los perros más grandes que jamás haya visto: un mestizo con una mezcla de colores blanco, negro y gris.

—¡Hola Ramón!—lo saludó Emma entusiasmada, y yo me sumé a ella.

Ramón brincaba sobre sí mismo y nos daba besos, mientras Emma y yo nos reíamos a causa de su emoción.

Me llené de babas, pero valió la pena.

—Hola chicos, pensé que vendrían más tarde—. Nos saludó Dustin, y nos invitó a pasar.

Trevor se dirigió a la cocina.

—Terminamos los exámenes antes, así que vinimos directo para aquí. Bueno, luego de comprar todo esto—hizo un gesto hacia las bolsas que colocó encima de la mesa.

Emma sonrió.

—Y compraremos pizza—añadió como si fuera una maravilla.

Aunque claro, para Dustin sí que lo era. Este suspiró y negó con la cabeza.

—Como un adulto responsable de veinticuatro años que soy...debo decir que no podrías haberte conseguido mejores amigos, Trev.

Todos reímos y procedimos a ordenar la comida. Dustin era el profesor más joven de toda nuestra escuela, y si bien era hermoso y todas las chicas del instituto se ponían extrañas a su alrededor, estaba en pareja hacía más de cinco años. Pero creo que si ese no fuera el caso, Emma habría intentado estar con él.

En serio. Lo miraba como si fuera el mismísimo Brad Pitt, y no sabía si las babas que tenía en la mano eran de Ramón o de su propia boca.

—¿Con qué empezamos?—preguntó Dustin mientras prendía el televisor.

Cada vez que veníamos a lo de Trevor era costumbre que Dustin se uniera a nuestros planes. Era como un amigo/hermano más.

—Yo propuse hacer maratón de Shrek—dije sentándome a su lado.

Él sonrió y miró a los demás, que tenían muecas en sus caras.

—¿Shrek, Iris? ¿Volvimos a primaria?—Emma se sentó del otro lado de Dustin, con el labio fruncido—. Mejor empecemos con El Perfecto Asesino.

Trevor lanzó una carcajada.

—¿Por qué siempre quieres ver películas viejas y de asesinos?—preguntó y se sentó al otro lado mío.— Siempre estas viendo El Padrino, ahora esto...

Emma le sacó la lengua y se cruzó de brazos, haciendo que Dustin se riera entre dientes.

—¡No siempre estoy viendo esas cosas!

Sonreí, porque parecía una niña pequeña.

—Hagamos un sorteo, entonces.

Emma levantó las cejas y Dustin me miró con interés. Trevor lanzó un gruñido.

Varios minutos después, en donde Emma saltó de la emoción, Trevor se encogió de hombros y Dustin maldijo, nos encontrábamos viendo la película que quería Emma. Aunque luego de esa veríamos Shrek, por lo que estaba contenta.

El tiempo pasó, y estábamos viendo Shrek 3. Ya era de noche, cuando de repente sonó el timbre.

Todos nos quedamos en silencio y nos miramos entre sí.

—¿Será Emily? —susurró Trevor.

Emily era la novia de Dustin.

Dustin negó con la cabeza.

—No, esta visitando a su familia en Guiston—susurró en respuesta

Fruncí el ceño.

—¿Por qué estamos susurrando?

Trevor me miró con terror y Dustin se encogió de hombros.

—Deberíamos...

Antes de que pueda terminar de hablar, Emma abrió la puerta.

—¡Oh! Iris, te buscan.

Me congelé en el lugar. ¿Alguien me buscaba? Era imposible que fueran mis padres, porque era tardísimo, y no tenía ninguna llamada en el móvil... Pero no podía descartarlo. Quizás había pasado algo. Oh, cielos. El miedo se instaló en mi pecho y prácticamente corrí hasta la puerta.

Pero nada me preparó para lo que me encontré allí.

—¿Qué demonios?—exclamé, un poco horrorizada y me apoyé contra el marco de la puerta.

Horus alzó las cejas.

—Vaya, es la primera vez que te escucho maldecir.

Lo miré con los ojos muy abiertos. Mi boca estaba igual.

—Es que...esto me esta comenzado a asustar—confesé, y miré la puerta cerrada detrás de mí. Emma se había ido apenas traspasé el umbral, sin ni siquiera mirarme.—¿Cómo sabes todo el tiempo dónde estoy? ¿Qué haces aquí? ¡Es de noche!

Horus frunció el ceño.

—No pensé que te afectaría tanto...—se pellizcó el puente de la nariz, y negó con la cabeza y suspiró.—Sabía que yo no era el mejor para hacer esto—dijo en un susurro que conseguí escuchar.

El miedo me recorrió de pies a cabeza. Comencé a temblar, y a caminar hacia atrás.

Horus me miró asustado, y con remordimiento en su mirada.

—Iris...

Negué con la cabeza.

—Vete.

Suspiró, frustrado.

—No puedo. Tienes que venir conmigo.

Disimuladamente, apoyé mi espalda contra la puerta, y acerqué mi mano al picaporte...

Detente.

Mi mano se quedó quieta en el aire.

—Iris—volvió a decir por quinta vez—escúchame. Relájate. Soy tu amigo, Horus. Confías en mí. Estas a salvo.

Al principio no reaccioné. Estaba aterrada. Mi mano no se movía. Pero Horus siguió repitiendo esas palabras...y toda mi mente comenzó a relajarse de a poco. Mi respiración volvió a ser normal y los temblores cesaron.

Horus se acercó y me tomó de la mano.

—Vamos a ir a mi cabaña. Esta todo bien. Confías en mí. Estas segura.

Todo el camino a la cabaña repitió las mismas palabras tranquilizadoras, y me relajé completamente. No soltó mi mano en ningún momento, y su calor me reconfortó. Apenas llegamos, luego de cruzar en bote, abrió la puerta y me dirigí a su sofá. Hacía frío, y necesitaba calentarme con algo.

Y como estaba medio en un trance, no pensé cuando me acosté en el sofá. Ni cuando le pedí a Horus que se acostara conmigo porque tenía frío. Ni cuando nos tapó con una manta. Y ni siquiera, cuando susurró un «lo siento» justo antes de que me quedara dormida.

♥♥♥

Despertarme rodeada de un brazo no me sorprendió. Seguro que me había quedado dormida encima de Trevor.

Sonreí y giré mi cuerpo contra el suyo, pasándole un brazo por la cintura. Vaya. Trevor tenía muchos más músculos que antes. Fruncí el ceño. Tenía demasiados músculos. Pasé mis manos por su torso, luego por su panza y sonreí. Definitivamente, ahora tenía abdominales.

Estaba a punto de felicitarlo, cuando sentí que se tensó, lo cual era raro. Ah, quizás Ramón...

—Si sigues tocándome así, no voy a poder cumplir con el propósito que me piden. Sino que voy a cumplir el mío propio.

Ahora fue mi turno de tensarme. Oh, Dios mío. Apreté más fuerte mis ojos, porque no los pensaba abrir, y dejé de mover mi mano. Esa voz la reconocería en cualquier lado.

De repente, al ser consciente de que no me encontraba al lado de Trevor, fui consciente de todo mi cuerpo: mis piernas estaban enredadas con las de...Horus. Tragué saliva. Su brazo estaba debajo de mi cabeza, y el otro me rodeaba la cintura. Nuestros pechos estaban completamente pegados.

Tragué saliva otra vez, y mi respiración se hizo más rápida debido a los nervios. Rayos. Definitivamente no era Trevor. Lo debería haber notado.

Oh, no.

Había toqueteado a Horus. Había...vaya que estaba en forma. Si bien lo había visto sin remera una sola vez, y todos sus detalles habían quedado guardados en mi memoria, tocarlo era diferente. Y tocarlo en esta posición era...

Giré un poco más mi cuerpo para poder abrir finalmente mis ojos y enfrentarme a la realidad, cuando si querer mi pierna se elevó más de lo debido y...

—Bien. Suficiente—Horus tenía la voz ronca y grave, y casi suelto un quejido.

Abrí los ojos y pude ver que tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada. Miré nuestros cuerpos y...no lo pude creer. Era un enredo. Un total enredo. No me quería mover más para no seguir provocándolo, pero es que mi pierna estaba sintiendo todo.

Sin querer, di un espasmo, y Horus acabó con el autocontrol que tenía. De un segundo al otro, mi cabeza, que estaba en el brazo y pecho de Horus, se encontró contra el sofá, al igual que mi espalda.

Horus nos había movido y ahora se encontraba encima de mí. Estaba sosteniéndose con ambas manos, porque nuestros cuerpos no se tocaban.

Solté el aire por la boca y me atreví a mirarlo a los ojos. Mi corazón latía desbocado, y él tenía la mirada salvaje. Sus ojos parecían a punto de estallar, y me miraba con tal intensidad, como si quisiera...

—Creo que no entiendes lo que es estar quieta—susurró. Su aliento chocó contra mis labios, y sorprendentemente, olía a menta.

Mordí mi labio inferior. Mala idea. Ahora sus ojos parecían querer comerlos como si fueran los panqueques más ricos del mundo.

Lanzó un gruñido, que llegó directo a mis terminaciones nerviosas, y no aguanté más.

Necesitaba besarlo.

Apenas pensé en ello, Horus se levantó rápidamente del sofá. Lucía agitado, y su pantalón mostraba la evidencia de lo que sentí antes.

Quise que la tierra me tragara.

—Tenemos que hablar—sentencio mientras se pasaba una mano por el pelo. Tenía la mirada desorbitada, pero nunca, jamás, lo había visto tan sexy.—Me voy a dar una ducha. No te muevas de aquí.

No me dio tiempo a responder, que se dio media vuelta y desapareció por un pasillo.

Suspiré, y cerré los ojos de vuelta. No podía creer todo lo que había pasado. Estaba abrumada. Sentir su cuerpo tan de cerca, su aliento, su voz... Dios mío, era como haber despertado en el mismísimo paraíso.

Tomé respiraciones profundas de nuevo e intenté relajarme. En especial a mis hormonas. Nunca, pero nunca, habían estado tan alocadas como ahora. No sabía ni que era posible sentir todo lo que acababa de sentir.

Agarré mi celular y pude ver que solo eran las cinco de la mañana. Vaya. Pensé que ya sería de día, estaba realmente despierta.

Sentí los pasos de Horus, y decidí que era hora de sentarme. Y de pedirle disculpas por haberlo tocado tanto. Sentí mis mejillas arder de solo pensarlo.

Horus apareció con el pelo mojado y con una sonrisa ladeada, pero con una mirada cautelosa.

—¿Me quieres decir algo?

Asentí muy suavemente.

—Yo...—carraspeé, y no pude evitar notar que la remera que llevaba estaba salpicada de agua. Necesitaba de toda mi fuerza de voluntad para no mirarlo.—Te quería pedir disculpas.

Arqueó las cejas.

—¿Por qué?

Mojé mis labios.

—Por...—Por haberte tratado como un objeto. ¡Cielos!—por haberte...em.... ¿tocado?

Mi piel ardía de la vergüenza. Sabía que estaba más roja que la sangre en este momento. Oh, por favor, la vergüenza que tenía era inmedible. Quería enterrar mi cabeza adentro del lago y no sacarla jamás.

El silencio se instaló en la sala, y decidí que era hora de mirarlo.

Horus estaba sonriendo. Fruncí el ceño, y comenzó a reír.

—Pensé que nunca lo dirías—siguió riéndose, cada vez más cerca de mí. Yo quería realmente convertirme en un pez.—Solo que un consejo, Iris, jamás te disculpes por algo que hiciera disfrutar a otra persona.

Sentí que la presión me bajaba.

Luego de casi desmayarme por la confesión de Horus y de desayunar un rico chocolate caliente, nos sentamos al lado de su chimenea. Por alguna razón, hoy era un día frío y necesitaba el calor. A medida que me acercaba más al fuego, comencé a recordar, de repente, los sucesos de la noche anterior. Vinieron en una avalancha, y no estaba preparada: Horus yéndome a buscar, yo viendo Shrek, con miedo, el bosque, el lago, yo con sueño y frío diciéndole a Horus que se acostara conmigo...

Parpadeé rápidamente y miré para todos lados. No podía creer que había olvidado por completo el susto de ayer. Y que ni Emma ni los chicos me habían dicho nada; ni siquiera me enviaron un mensaje.

—Bien—. Horus se sentó en frente mío. —Ahora sí vamos a hablar.

Comencé a verlo como ayer. El miedo volvió a instalarse en mis venas.

—¿Cómo...?—no sabía ni qué preguntar.

Suspiró y apoyó la espalda contra el sofá.

—Lo sé. Tienes un millón de preguntas—.Su mirada estaba cautelosa, pero seria.

Asentí.

—La verdad es que las cosas no debían suceder así, verás, soy nuevo en esto.

Lo miré aún más confundida.

—¿Nuevo en qué?

Balanceó su cabeza,

—No te lo puedo decir—hizo una mueca—. Solo tienes que saber que es uno de los trabajos más difíciles que hay.

El pánico se apodero de mí de nuevo. ¿Trabaja...difícil? ¿Iba a matarme? ¿Por eso estaba en una cabaña? ¿Todo este tiempo me engañó? Oh, Dios mío, por eso su casa estaba vacía, para no manchar nada con mi...

—¡Iris!—su grito me sacó de mi torbellino de pensamientos. Me levanté de un saltó y Horus hizo lo mismo. Su mirada estaba llena de preocupación.—Primero que nada, cálmate. Segundo, no, no te voy a matar. Dios, no puedo creer que pienses eso.

Pestañeé.

Lo miré.

Me miró.

Y se dio cuenta de su error.

De lo que estaba segura, era que no había expresado mis pensamientos en voz alta.

El oxígeno comenzó a fallarme, y Horus maldijo. Recuerdo que comenzó a acercarse a mí, pero de repente, todo se volvió negro. 

Todo cada vez más extraño....

¿Qué creen que pasó?


Fortsätt läs

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