𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)

By _arazely_

137K 12.1K 11.5K

DISPONIBLE EN FÍSICO Y KINDLE «Dave creció creyendo que el amor era dolor. Nunca imaginó que la persona que m... More

¡YA EN FÍSICO!
· a d v e r t e n c i a ·
· antes de leer ·
· p e r s o n a j e s ·
Booktrailer
· d e d i c a t o r i a ·
1. Dave
2. Por su culpa
3. Casualidad
4. Un problema personal
5. Otro corazón roto
6. Egea
7. Un mal sueño
8. En los huesos
9. Mientras ella no estaba
10. Enfrentar los recuerdos
11. Ángel guardián
12. Pasado, presente, futuro
13. En el mismo infierno
14. Escala de grises
15. El vacío del dolor
16. Venganza
17. Habitación 216
18. Y si fuera ella
19. Volver a casa
20. Entonces lo entendió
Extra 1
21. El fin de la guerra
22. Miedo
23. De cero
24. Escapar
25. Condenado
26. En las buenas y en las malas
27. En el ojo de la tormenta
28. Cuando la esperanza muere
29. Perdóname
30. Pausar la vida
Extra 2
31. Correr el riesgo
Extra 3
33. Por siempre. FINAL
AGRADECIMIENTOS
IMPORTANTE
Especial 50K

32. Hasta cuándo

2.2K 254 207
By _arazely_

Ciro Santos ingresó a prisión a finales de junio, aunque su madre prometió pagar la fianza.

Antes de que el curso finalizara, Dave recibió la solicitud para Bachillerato y, sin creerse que había terminado cuarto y no repetiría año, rellenó los apartados y entregó la matrícula en el IES Enrique Nieto. De algo sí estaba convencido, y era que no volvería a pisar la institución donde pasó los peores años de su vida.

En julio se abrió un expediente sobre los tres inculpados, pero el juicio rápido no sucedió hasta el primer martes de agosto. Dave despertó ese martes porque su padre lo tocó en el hombro hasta que el chico se despertó.

—Ayer un operativo detuvo a Valencias y Llorente —lo informó, pasándole un vaso de agua; se sentó a la orilla de la cama y le colocó la gorra de policía—. Acusados de secuestro de una menor y asesinato en primer grado, malos tratos y violación. Tenemos que estar en el Juzgado a las nueve. No olvides el vídeo de...

—¿Por qué necesito ir yo?

—Necesitas declarar.

Dave bostezó.

—¿Otra vez?

—Les van a echar doce años.

Una piedra le pesaba en el abdomen a Dave.

Hasta que su padre no se lo dijo mientras desayunaban en la cocina, Dave no supo que Álvaro Valencias no conocía a su padre y su madre estaba condenada por abusos sexuales a menores, incluyendo a su propio hijo.

—Según el informe del hospital, hospitalizaron a Álvaro cuando tenía tres meses de edad por heridas graves, de objetos punzantes, ya te imaginas dónde. Aparentemente fue su propia madre, que fue detenida y su abuela recibió la custodia del niño. ¿Alguna vez te contó algo?

Dave negó. Si lo hubiera sabido antes, quizá habría hecho una diferencia.

—Él decía que su madre estaba siempre trabajando y no tenía padre. Pero veía mucho porno. Y nos lo enseñaba.

Su padre no hizo ninguna mueca. Ya lo suponía.

—Dicen que el padre de Santos trafica armas —añadió el chico entonces, y se mordisqueó los dedos—. ¿Es verdad?

Su padre afirmó con la cabeza.

—Con Marruecos. Ya está fichado. Ese hombre tiene diez u once hijos, con diferentes mujeres, y casas en varios lugares. Por lo que investigaron, Santos vive con su madre. Supongo que por eso tienen la esperanza de pagar la fianza. Ese hombre es millonario.

Dave hizo una mueca. Detestaba que el dinero comprase la justicia. Y de repente, su padre le preguntó si quería algún videojuego.

—Has sacado calificaciones considerablemente mejores a los dos trimestres anteriores —le recordó, sin venir a cuento— y lo único que hice fue llevarte a comer. ¿Quieres algo?

—Que juegues al fútbol conmigo.

Su padre arqueó las cejas. Había esperado que le pidiese libros o videojuegos, o un móvil nuevo. Dave había sacado notables en las asignaturas que se le atravesaban gracias a Marta, que hizo con él todos los trabajos, y a Jill, que le explicó inglés y matemáticas con una paciencia que nadie le había tenido antes.

De hecho, cuando recibió su primer cinco en matemáticas ese trimestre, incluso el profesor lo felicitó. Él se quedó en su sitio, boquiabierto, con el examen entre las manos, observando el cinco como si fuera una medalla en papel.

Llegó a pensar que el profesor se había equivocado.

Pero no.

Sus calificaciones habían subido porque se dedicó a estudiar todas las noches por Jill. Quería presentarle su boletín de notas oficial y oír de su boca que estaba orgullosa de él.

—¿Solo eso?

—Y pizza. Pero pizza de verdad, no de microondas.

Y su padre sonrió.

Bajaron juntos en ascensor hasta el garaje. Una vez en el Peugeot plata de su padre, los intestinos de Dave se plegaron. De reojo observó la barbilla de su padre, su cortísimo cabello castaño, los ojos cafés clavados en la carretera, y las marcas de no haber descansado. De pequeño no se había dado cuenta, pero ese día, mientras salían del garaje en auto, lo entendió.

Aquel uniforme azul solo lo vestían los héroes.

Tragó fuerte para humedecerse la garganta y, armándose de valor, le preguntó:

—Papá, ¿tú me quieres?

—Te amo, hijo.

Dave se miró las manos sudorosas. Su corazón había saltado hacia atrás.

—Pero todo lo que he hecho...

—Está perdonado y nunca más lo mencionaremos —lo interrumpió, y dobló en la rotonda, sin mirar al muchacho—. Llevo años dándole gracias a Dios porque eres mi hijo. Te quiero, Dave, y quiero lo mejor para ti.

El traqueteo del coche sacudió levemente a Dave, que redirigió la mirada hacia la carretera ante ellos. Se había acordado de Cristina, de cuando le decía que él era el favorito de su padre.

Muerta a los trece años.

A diario se preguntaba si ya estaba escrito, si no pudo haber sido de otra forma. La recordaba con la gran sudadera que le cubría las rodillas, su gorra deshilachada y el skateboard bajo el brazo; pero luego la sonrisa de su hermana se deformaba hasta convertirse en el rostro pálido e inerte que había visto por última vez. No sentía nada cuando pensaba en ella. A su madre ni siquiera la echaba de menos.

—Yo también te quiero —confesó en voz baja.

Como no lo miró, nunca supo si su padre sonrió.

Durante la primera hora de juicio, Jill testificó a favor de Dave del mismo modo que él, tras el receso, presenció el caso de ella y actuó de testigo. Jill no volteó a ningún lado; sin embargo, Dave sí clavó la vista en Álvaro para observar su reacción cuando le presentara la evidencia de la violación al juez.

Ni un ápice de remordimiento se reveló en la expresión del muchacho.

Tan solo afirmó con la cabeza que él era el chico del vídeo.

Media hora después, Dave y Jill salieron de la corte. Ángel, que había ido porque tenía la mañana libre, se ofreció a traerles un café a los padres de Jill, pues la madre de la chica lloraba desconsolada. De manera que se alejaron pasillo abajo, hacia la máquina de café instantáneo de la entrada.

La discusión de los padres de Sergio rebotaba contra las paredes crema del pasillo del Juzgado, echándose la culpa el uno al otro por la conducta del muchacho; la abuela de Álvaro lloraba y Dave rezaba para que no archivasen el caso.

Tomó a Jill de la mano y doblaron la esquina, donde de pronto ella se detuvo, con su moño desordenado y la gruesa chaqueta de deporte.

—Quiero vomitar —murmuró, y él no dijo nada porque se perdió en el gris de sus ojos.

Saber que el muchacho que se había atrevido a corromper su cuerpo estaba en la misma sala que ella le había descuartizado el alma como una daga afilada.

Dave, al verla con las emociones a flor de piel, apretando los labios, destensó los hombros.

—Jill, perdóname.

Jill subió sus ojos hasta Dave; relucían tan transparentes que él casi pudo ver la herida abierta en su corazón.

—¿Por qué? —preguntó en un hilo de voz.

—Por ser un desconsiderado. Lo siento.

Jill susurró que daba igual.

—No quise meterte así en mi vida. Por mi culpa estamos los dos destrozados.

—Pero vivos.

Al sonreír, las lágrimas de Jill se disiparon. Dave se alivió.

Ella le había devuelto la fe que perdió tras el divorcio de sus padres. Ella era diferente a su madre.

El padre de Jill la llamó desde la entrada del Juzgado y el eco sobresaltó a la chica, que se despidió brevemente de Dave antes de marcharse. Dave tardó un segundo en comprender que se alejaba para siempre y reaccionó al instante:

—¡Jill!

Corrió tras ella hacia la gran entrada de mármol y, justo delante del contraluz de la puerta, la agarró del brazo.

El mundo frenó en seco.

En una fracción de segundo Jill recordó las manos que la habían sujetado por la fuerza hacía meses y la estamparon contra el muro de la parroquia; recordó los puñetazos en su rostro cada vez que chilló, los tirones de pelo hasta lastimarle el cuero cabelludo, los jadeos y alientos sobre el cuello, los mordiscos y el frío cada vez que un cuerpo se sentó sobre ella.

—Te quiero.

La voz de Dave despedazó el pánico que se había apoderado del pecho de Jill.

Él no la veía sucia. Para él, ella valía.

—¿A mí? Pero...

Dave la abrazó. Con cariño, la rodeó, sujetándose las manos en su espalda, y Jill se dejó estrechar. Se había atrevido a decírselo porque su padre había tenido el valor de hacerlo aquella mañana. Su padre no era el tipo de persona que compartía sus sentimientos, ni él tampoco, a menos que le saliera del corazón.

Jill relajó los músculos del cuerpo, se apoyó en su clavícula y abrazó sus costados. La calidez del cuerpo de Dave se expandió sobre el de ella, como a cámara lenta, eternos en la cruda realidad.

La oyó liberar un larguísimo suspiro de alivio.

—Yo también te quiero, Dave.

El muchacho jamás se imaginó que su corazón pudiera volcarse tan bruscamente. No hacía falta que se lo dijera: ya lo sabía. Cada vez que la miraba, encontraba en sus ojos sueños destrozados, un cuerpo desgarrado y una vida deshecha, y su interior se estremecía porque quería hacerle saber que la quería, que la trataría como merecía, que recogería y guardaría toda lágrima que había llorado. Y se moría por besarla, pero debía esperar.

Le demostraría que él sabía esperar.

—¿Cuánto tiempo me vas a querer? —inquirió ella, todavía acurrucada en su pecho.

—Creo que para siempre.

Quizá contestó demasiado rápido, o sin pensar, porque Jill se enderezó y murmuró:

—¿Y si estuviera embarazada?

Continue Reading

You'll Also Like

7K 1.5K 34
Cuando estas unido a alguien cuando vuestro caminos están destinados no importa con quien estes, dónde estás o cómo estás. Ese fino hilo rojo tan po...
7.6K 887 39
Kim Seok Jin, es un muchacho de 17 años, que desde él día de su nacimiento fue rechazado, tanto por padre como por madre, debido a su aspecto débil y...
7K 328 7
【 1v1 】【 Nota : Los dos protagonistas tienen puntos ennegrecidos y retorcidos 】   No fue hasta su muerte en su última vida que Su Can descubrió que l...
7.4K 953 30
Historia Original, Prohibida su Copia O Adaptación La vida se está agotando; disminuye de a poco, desinflandose lentamente como un globo herido que p...