Las Fantasías De Milk 《GoChi》...

By Whisper9602

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Todo tenía que haber quedado en la mente de Milk, pero el destino le hizo una mala jugada. Él, la ayudará en... More

Capítulo Uno
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós (Final)
Epílogo

Capítulo Dos

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By Whisper9602

Era tío. Goku entró en el salón de su casa poco después de la diez, con dos copas y una botella de su mejor champagne.

Tenía una sobrina, Marron, líndisima con el cabello rubio, ojos enormes y boquita de fresa, no podía dejar de sonreír, su hermana menor, Mai, ya estaba en casa, porque podía escuchar el ruido de la ducha, dejó la botella y las dos copas sobre la mesa de café, se sentó en el sofá y empezó a comprobar los mensajes y correos desde el móvil.

Milk Ox.

El nombre no le resultaba familiar... Entonces recordó que Bulma se había ido a casa enferma el día anterior, de modo que debía ser su sustituta; la llamada de Lazuli esa mañana para decirle que estaba de parto antes de lo previsto y que el vuelo de Krilin desde  la capital este se había retrasado hizo que olvidase todo lo demás. Milk debía ser la persona que ocupaba el sitio de Bulma hasta que volviese a la oficina.

–¿Mai? –gritó cuando escuchó ruido en el pasillo–. Ven aquí, tenemos algo que celebrar.

Cuando Mai apareció en el salón envuelta en un albornoz ya había abierto la botella y estaba sirviendo la champagne en las copas.

Ella sonrió, levantando su copa –Bienvenida al mundo, Marron –expresó, antes de tomar un sorbo–. Tiene tus orejas, bonitas y pegadas al cráneo.

Goku saboreó la champagne, encantado con la idea de que una diminuta parte de él fuese inmortal.

–¿Tú crees?

–Desde luego, y esta champagne está  estupendo –su hermana tomó un largo trago y arqueó una ceja–. Pero yo prefiero la variedad francesa.

El rubio la estudió, pensativo. La muerte de su padre los había dejado huérfanos a los tres entonces, él tenía dieciocho años; Lazuli trece y Mai, que no había conocido a su madre porque murió cuando ella tenía dos semanas, solo seis. ¿Cuándo esa niña se había convertido en aquella mujer sofisticada?

–Se supone que no deberías notar la diferencia.

–Por favor, tengo casi dieciocho años –replicó su hermana, ofendida–. No te pongas en plan padre.

Esa acusación le borró la sonrisa de los labios. Doce años antes, el de ojos esmeraldas había tenido que aceptar la responsabilidad de ser padre y madre para sus hermanas, y no lo lamentaba ni por un momento, pero a veces…

–Tal vez tengas razón –admitió–. Pero no voy a disculparme por ello, te quiero y eso no va a cambiar nunca.

–Lo sé –asintió su hermana, sacudiendo la cabeza–. Pero a veces…

Criar a Mai había sido la experiencia más difícil de su vida, y Goku tenía la sensación de que lo más difícil estaba aún por llegar: la despedida.

–Hablando de padres y niños –su hermana le clavó una intensa mirada–. ¿Cuándo vas a encontrar a una pobre chica que esté dispuesta a soportarte y formar una familia?

«Y dejarme vivir mi vida», le decía con los ojos.

Para evitar la eterna conversación, Goku tomó el móvil y siguió leyendo mensajes.

–No hay ninguna prisa aún eres muy joven y tengo que cuidar de ti.

Mai soltó un bufido. –Tenías mi edad cuando papá murió. ¿Cuándo se te va a meter en la cabeza que soy una adulta y…?

–No serás mayor de edad hasta dentro de tres semanas.

–Y otra cosa –siguió Mai, como si no lo hubiese oído– he estado pensando…

¿Qué demonios? Goku parpadeó mientras leía un correo, olvidando las protestas de su hermana.

Su nombre es Goku, un amante extraordinario que puede quemar mis sábanas cuando quiera…

–¿Ocurre algo?

–¿Qué? – el rubio apartó los ojos del móvil un momento para mirar a Mai–. No es nada –aclaró luego. Nada que quisiera compartir con su hermana pequeña, que siempre lo criticaba por ser demasiado conservador.

Mi tanga de piel de serpiente se derretía bajo el calor de sus manos, y cuando separó mis muslos…

«Guau».

El de ojos esmeraldas tomó un largo trago, pero el líquido no consiguió calmarle.

–¿Malas noticias?

–No exactamente… –respondió él.

–Como te decía, he estado pensando y…

–Lo siento, Mai, voy a tener que solucionar un pequeño problema –la interrumpió–. Hablaremos más tarde ¿de acuerdo?

Se dirigió al estudio y encendió la laptop, martilleando con los dedos sobre el escritorio mientras esperaba, el archivo adjunto tenía la fecha de aquel mismo día, y ninguna referencia a Lyn. Cuando lo abrió, en la pantalla apareció un texto sobre fondo rosa. Salvaje, erótico. Goku tuvo que esbozar una sonrisa, cuanto más leía, más ardiente se volvía el texto y más lo excitaba; tanto que tuvo que moverse para controlar la presión bajo los pantalones, la escena era tan vívida que casi podía sentir la suavidad de sus muslos, el pezón duro contra la palma de su mano, el ardiente calor mientras se enterraba en ella.

Cuando terminó de leer no tenía sangre en la parte superior del cuerpo y se echó hacia atrás, sacudiendo la cabeza para borrar las imágenes, no sabía que unas simples palabras pudiesen excitar tanto a un hombre.

Milk Ox.

No recordaba el nombre, pero él tenía mala memoria para las mujeres.

«Tanga de piel de serpiente».

Él sonrió. ¿Era anatómicamente posible? Desde luego, estaba dispuesto a probar si tenía ocasión.

Milk Ox debía haber adjuntado el documento equivocado, pero eso no evitó que lo imprimiera. ¿Debería ignorarla al día siguiente? ¿Mencionárselo? ¿Tentarla para ver su reacción? Lo había enviado media hora antes. ¿Estaría en la cama? ¿Con el tanga de piel de serpiente? El deseo le nubló la vista.

«Tranquilo», se ordenó. ¿Sería una trampa? Tal vez su intención era excitarlo. ¿Y si quería seducirlo? ¿Buscaba un puesto permanente en la empresa? Igual de desagradable era pensar que se sentía atraída por su dinero.

La impresora escupió la primera página y fue entonces cuando se fijó en una nota a pie de página: «diario de sueños».

Un sueño.

Goku volvió a sonreír, muy bien, eso tenía más sentido. Era la fantasía de una mujer y él había sido el amante imaginario. ¿Cómo sería esa mujer? Melena rubia despeinada, boca perversa, unos pechos hinchados de grandes pezones rosados, sexy, ligera y espontánea.

Milk.

Sin dejar de sonreír, se guardó las ardientes páginas en el bolsillo de la chaqueta. Estaba deseando que llegara el día siguiente.

~♡~

Desde el coche, la azabache miraba el alto edificio con fachada de cristal que parecía un gigante de poder y autoridad a primera hora de la mañana; las oficinas de Inversiones G. Son ocupaban las dos últimas plantas. Pensar en lo que tenía que hacer hacía que el corazón le latiese como si fuera a salírsele del pecho.

«Por favor, que no esté en la oficina».

Había mirado su agenda el día anterior y sabía que tenía una reunión a primera hora en la capital sur, a media hora de allí, no llegaría a la oficina hasta las diez.

Aunque eso no significaba nada, en su experiencia, los jefes nunca hacían lo que se esperaba de ellos de modo que respiró profundamente, intentando calmarse. Tomó el bolso y salió del coche, se pasó una mano por la discreta falda beige y se dirigió a la puerta del edificio.

Milk se miró el reloj: las siete menos dos minutos. No había pegado ojo esa noche, temiendo la reacción de Goku Son si leía el correo antes de que ella tuviese oportunidad de borrarlo, si no lo había leído desde su casa, claro.

Milk apretó el paso, con el estómago encogido, le dio los buenos días al guardia de seguridad y se dirigió a los ascensores un momento después llegaba a la recepción de Inversiones G. Son. No había nadie todavía, la oficina estaba tan silenciosa que podía escuchar el ruido del mar al otro lado de la ventana y el eco culpable de su pulso.

La tarjeta que tenía le daba acceso al sistema del jefe, y allí estaba la laptop de Goku Son. Esperó, nerviosa, hasta que se iluminó la pantalla, pero le temblaban tanto las piernas que decidió sentarse, escribió la contraseña que Bulma le había dado, abrió el correo sin apenas respirar y buscó entre los mensajes, allí estaba su correo, marcado como «no leído».

Un sonido, parte sollozo, parte risa histérica, le escapó de la garganta mientras lo borraba de la bandeja de entrada y de la papelera. Hecho.

Lo único que tenía que hacer era volver a su escritorio y nadie sabría nunca…

–Buenos días.

La ronca voz masculina hizo que se levantase de un salto, no sabía qué decir, ni siquiera se le ocurrió darle los buenos días, un par de enigmáticos ojos verde esmeraldas la estudiaban mientras ella intentaba salir de su estupor.

–La señorita Ox, supongo.

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