Despertar y escuchar las típicas risas en la mañana.
Esas que ya no son para mí.
Esas que sin que lo sepas aún; duelen como estacas en mi pecho. Definitivamente, no debías saberlo, porque si era así, te reirías en mi cara y dirías que soy celoso.
Yo no quería esas risas de burla a mi; quería escuchar las risas que eran ciertas, esas auténticas y aquellas que hacías cuando me avergonzaba por alguna bobería que terminaba haciendo.
Siento como si mi pecho se abre y mis ojos me arden. Es... desesperante.
Y también gracioso. ¿Cómo pasamos de ser los tres mosqueteros a ser el dúo dinámico?
Aunque tú y yo somos pareja, junto con él, no era la tercera rueda, éramos cariñosos entre sí; no importaba si me besaba contigo, él no se molestaba, era quien más nos apoyaba.
¿Pero cuando fue que empezaste a besarte con él y yo no tenía derecho a decir algo?
Los celos empezaban a invadirme, pero tu solo decías que era mi imaginación. Que a la única persona que besabas era a mí, pero ¿crees que no reconozco su perfume? Toda la vida estuvo usándolo, era imposible no reconocerlo. Porque era tan simple pero realmente característico. Pareciera como si él mismo hiciera sus perfumes y los usa para siempre.
Y tu, engañandome con flores, con besos que no tenían el sabor a menta de siempre, si no a uno de fresa. Uno que empezaba a odiar. Me dabas cosas que creías que e gustarían, pero no quiero ser descortés y negarlos. Como tu me niegas a mi.
¿Por qué?
Es lo que ronda. ¿Por qué me alejas cuando llegas en la noche? ¿Sabes que ya lo sé? ¿Sabes que la almohada que usas ya no huele al shampoo que compartimos?
Dejaste de abarzarme al dormir y ahora solo me das la espalda. Porque es lo que más te agradaba.
Porque empezaba a oir las risas de ambos en el piso de abajo, mientras yo sufro.
Escucho como logras reirte, como haha hoho junto a alguien más. Y lo peor es, que fue en quien más confié.