La venganza

By TaliMau

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Gabriela había llegado a un punto en la vida que la llevó a considerarla casi perfecta. Había terminado su ca... More

Caos en la cocina:
La llamada:
Pasado, presente y futuro:
Juntas en el infierno:
Secretos:
Un encuentro desagradable:
A la caza de la novia:
Plan A:
Plan B:
Noche de encuentros:
Plan C:
Negocio sucio:
Medidas drásticas:
Un cadáver lo complica todo:
Los cómplices:
Hay que deshacerse del muerto:
Un viaje a las montañas:
El día de la boda:
Secuestradas:
¡Culpables!
Epílogo:
CAPÍTULO EXTRA: Conspiraciones

La propuesta:

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By TaliMau

Elena Mestre había acudido a una llamada de auxilio en un barrio alto poder adquisitivo de la ciudad. Al parecer una mujer había atacado a alguien con un cuchillo de cocina. La policía rodeó la zona y los agentes entraron a la casa en donde se hallaron con una escena curiosa: una mujer rubia y muy maquillada, de aproximadamente unos sesenta años, lloraba a moco tendido sentada en un sofá. Mientras una mujer joven, de unos treinta años, la consolaba. A sus pies había un cuchillo de carnicero.

La mujer policía al verlas suspiró de molestia... Otra pelea doméstica más, pensó, seguro el marido huyó. Recibían varios llamados a la semana por la misma causa y estaba harta, ya que en la mayoría de los casos las mujeres denunciantes se arrepentían y retiraban la denuncia. Un mes después volvían a saber de ellas... por desgracia casi siempre estaban muertas. Elena no comprendía por qué, en vez de amenazar a su marido golpeador, no le clavaban el cuchillo de una vez por todas. Esos malditos parásitos estaban mejor en la tumba. No obstante la pelea allí había sido muy distinta, como comprobó luego.

— Señora Morales, ¿podría decirnos qué ocurrió? —preguntó su compañero de manera formal, inclinándose sobre ella. Elena, por otra parte, tomó el cuchillo del piso y lo retiró. No contenía sangre, no había sido usado.

Lo que iba a escuchar la dejó estupefacta... La dueña de casa no tenía un esposo golpeador, ni nada por el estilo. Su hija, su pequeña niña, la más joven de sus dos hijas, le había comunicado una noticia: ¡se casaba!... Al parecer la señora odiaba al sujeto, el inútil y vago del novio, según sus palabras. Estaba convencida de que su hija estaba perdida. Por lo que discutió fuertemente con su hija hasta el punto de amenazarla con un cuchillo. Su hermana mayor entró al cuarto y, asustada por la tozudez de su hermana, por la locura de su madre y por cómo se desarrollaba la pelea, terminó llamando a la policía.

La amenaza fue suficiente para que la menor de las hermanas huyera, dejando a su madre devastada.

Mientras interrogaban a las dos mujeres, llegó el marido y el caos se desató.

— ¡¿Qué ocurrió Sonia, por todos los cielos?! —exclamó. Entró corriendo, aterrado.

— Es Natividad... ella... —informó entrecortadamente por el llanto.

— ¿Qué le pasó? ¿Está muerta?

Su esposa no pudo responderle, ya que pensaba que no estaba muerta pero sí lo estaba para ella.

— Se casa —explicó su hija mayor.

— ¿Con Hugo Peña?

— ¡Por supuesto, papá, con quién más!

La rubia policía pegó un respingo, que por suerte nadie advirtió. Y así se había enterado de todo. La familia Morales estaba horrorizada, tanto o más que ella. El sujeto, fuera de sí, empezó a vociferar insultos y desgracias. Lamentablemente la desgracia se le pegó, acabó teniendo un ataque cardíaco, que lo llevó al hospital. Por suerte, como descubrieron los agentes de la policía, al día siguiente, no había sido grave.

Cuando Elena acabó de relatar todo lo que sabía a sus amigas, éstas la miraban perplejas.

— ¡Dios mío! —exclamó Gabriela y añadió—: la familia de esa chica no lo puede ni ver.

— No hables del Señor, así —susurró Clara, pero su amiga la ignoró.

— No me sorprende para nada —manifestó Elena, casi al mismo tiempo que hablaba Clara—. Hasta podrían apoyarnos si decidimos vengarnos de él. Por lo que dejaron entrever, nadie desea que se case. Realmente lo odian.

— Pobre familia —comentó Clara.

Hubo un breve silencio.

— Pero esa señora... me hacía recordar a alguien... Sin embargo, no puedo precisarlo —comentó Elena, frunciendo el ceño.

— ¿Alguna persona que atendiste antes, en tu trabajo? —propuso Clara.

— No, no creo... —afirmó.

— No me puedo imaginar muy bien a esa chica, a su hija... Debe ser una mujer algo... —interrumpió Gabi, siguiendo sus ideas. Se detuvo, buscando una palabra en su mente...

— ¿Loca? —propuso Elena y añadió—: Sin duda alguna lo es.

— O... no sabe la clase de hombre que es Hugo, lo cual es más probable. Era un experto de la manipulación y dudo mucho que haya cambiado, la gente no cambia —concluyó Gabriela de manera pesimista. Clara, por otra parte, le dio su apoyo asintiendo con la cabeza.

Cada una de las mujeres reunidas pudo hacer memoria y recordar lo que habían pasado por culpa de él... Eran desagradables recuerdos... Habían descubierto tarde la clase de hombre que era Hugo.

— Bien, ¿y qué propones, Elena? —preguntó Clara, la historia la había conmovido.

Sacó una carpeta con varios papeles de la mochila masculina que había dejado tirada en la alfombra del piso al llegar y comenzó a leerlos. Era evidente que lo había planeado bastante antes de decidirse a hablar con ellas. La mujer rubia adivinó éste pensamiento en sus amigas y tuvo la necesidad de explicarse. No es que se hubiera obsesionado con Hugo, sólo lo quería ver destruido a sus pies como una cucaracha... nada más.

— Al principio pensé hacerlo sola, créanme, no pensé que pudiéramos algún día tener esta conversación, pero descubrí que iba a ser imposible. No puedo sola y tres personas son más fuertes que una. Las propuestas que tengo para ustedes son varias:

1- Acercarnos a la novia (primero y principal): hablarle mal de él... No estaría mal contarle nuestras historias, con eso seguro que se espanta y sale corriendo... Lo dejamos sin novia, desprestigiado y solo. Calculo que si lo logramos habremos terminado con él en una semana.

2- Y si eso no sirve podemos inventar que tiene alguna enfermedad venérea, como SIDA o algo por el estilo. Ella misma se encargará de decirle a todo el mundo, en especial sus amigas, seguramente ya hay alguna traicionera entre ellas, considerando los hábitos de Hugo... Lo dejamos sin sexo y probablemente la abandone en... dos días.

— No, no... Es demasiado drástico —se opuso Clara con el ceño fruncido.

— Sí, pero probablemente necesitemos recursos extremos y hay que estar preparadas —indicó Elena, sonriendo con maldad, el tema la divertía—. Continúo:

3- Convencerla de que lo deje: le exponemos el dolor que causa a su familia, lo terrible que sería para su mamá verla casada con él. Lo joven que es y lo que se perdería... En algunas mujeres esto funciona de maravilla.

Clara afirmó convencida, pensando en que ella no se casaría ni loca si su amada tía no lo aprobaba. Los pensamientos de Gabriela iban por otro lado.

— No creo que funcione, la verdad. Si su madre llevó la pelea al punto de amenazarla con un cuchillo y ella huyó... no servirá de nada. Es una mujer muy distinta. Parece importarle un pepino si su familia aprueba o no su matrimonio. Supongo que debe estar obsesionada con Hugo.

— Eso me lo temo yo también, pero no perdemos nada hablando. Sigo con la lectura:

4- Si fingir amistad con la novia e intentar separarlos no sirve, bueno... entonces nos acercaremos al novio.

Sus dos amigas la miraron perplejas. ¿Qué quería decir? ¿Acercarse a Hugo Peña? Mientras menos sepa que están interviniendo, mucho mejor.

— ¿No lo entienden? Bueno, las ideas son muchas... Una de nosotras, por ejemplo, puede sacrificarse; engatusarlo tal cual hizo con nosotras en su momento, llevarlo a un hotel y tenderle una trampa.

— No... no... no... Ni se te ocurra —dijeron ambas al mismo tiempo.

No querían acercarse a Hugo de esa manera ¡ni de ninguna otra! ¡Ni locas! Era un maestro del engaño, ¿y si alguna salía perjudicada? Así lo expuso Gabriela.

— Vamos, ¡pasaron años! Ya no somos unas niñas inmaduras, heridas y tontas. ¿Realmente alguna podría caer en sus redes? Porque lo que es yo... Cada vez que abra la boca voy a saber que miente —la contradijo Elena.

Discutieron este punto un poco, sin embargo Elena logró convencerlas, aunque a medias. Tenía razón, estaban prevenidas contra sus encantos... probablemente hasta eran inmunes a él. No iban a enredarse entre sus mentiras como en el pasado.

— ¿Y de qué se trata esa trampa? —preguntó Clara con curiosidad.

5- Le decimos... o mejor... le mandamos una tarjeta con flores y chocolates a la novia, de parte del novio, indicando una cita en determinado hotel. La novia llega, entra a la habitación y... ¡Ja! —Elena aplaudió y sonrió. Estaba entusiasmada.

A Gabriela aquello le trajo tan malos recuerdos que no pudo reírse con ellas. Más bien le desagradó la idea.

— Con eso seguro que lo abandona al día siguiente. Lo dejamos solo, sin novia, avergonzado y humillado —continuó la masculina chica—. De todos modos, sino funciona está la opción:

6- Comienzan los "rumores".

— ¿Rumores de qué? —dijo Gabi, desconcertada.

— Ya saben, podemos inventarnos que le es infiel. Tengo varias ideas con respecto a esto, aunque seguramente ya le es infiel... Así que tendríamos que comenzar con descubrir a la amante entre las amigas y presionarla. La mujer habla y todo se viene abajo.

— Mmmm y si no hay amante y el rumor queda desprestigiado, ¿qué sigue a continuación? —preguntó Gabriela.

Elena volvió a la lectura:

7- Intentar aplazar la boda: cancelamos el salón o la cita en la iglesia, o el servicio de catering, o la música, o las flores, o la torta... o todo junto. Hacemos que "desaparezcan" los vestido de las damas de honor... ¡Le rompemos su vestido de novia!...

Elena cada vez se veía más entusiasmada y feliz...

— Pobre chica, Elena. ¿No te da vergüenza? —la reprendió Clara, frunciendo el ceño.

— Si logramos que aplace la boda hasta convencerla de que no se case con él, no, no me da vergüenza. ¡Es un tipo horrible! De todos modos esto ya es drástico. No creo que necesitemos recurrir a ello.

— No va a servir. Si ella está dispuesta a casarse con él es probable que llegue a la iglesia en calzones —manifestó Gabriela, un poco en broma. Tenía ganas de fastidiar a Elena por sus ideas ridículas y desconsideradas.

A Elena no le gustó nada el comentario y continuó sin responder:

8- Aquí comienzan dos medidas críticas: Secuestro de la novia.

— ¡¿Qué?! —exclamó Gabi, sobresaltándose.

— ¡¡No vamos a secuestrar a la chica!! ¿Estás loca? ¡No quiero meterme en problemas! —exclamó Clara, asustada.

— Bueno, bueno, esperen un poco. Dije "secuestro" con comillas... Eso quiere decir que podemos involucrar a sus padres para que la retengan con alguna excusa y se aplace la boda cuando la novia no llegue a tiempo.

— No creo que quieran hacerlo, es demasiado, Elena, Y nosotras no vamos a secuestrarla... Ni lo pienses, ni lo anotes, ni nada. No me voy a prestar a ello —dijo Gabriela con decisión y Clara la secundó con un: "Yo tampoco".

— Oh... que aguafiestas. Entonces viene la siguiente idea:

9- Secuestrar a Hugo. El día de la boda lo encerramos en una habitación con llave... O le rompemos el auto para que no pueda asistir, o algo así.

— Nos denunciará a la policía. Debes saberlo bien, Elena... Vamos a tener problemas —recalcó Gabriela.

— ¡No quiero involucrarme en algo así! ¡No quiero terminar en la cárcel! —exclamó Clara, negando con la cabeza.

— ¡Nadie va a terminar en la cárcel! Él no tiene por qué saber que fuimos nosotras. Haremos las cosas para que, en el caso de que sospeche, no tenga pruebas.

— ¿Sabes qué, Elena? Estás loca... —dijo Gabriela, tomó un vaso y tragó de golpe. Lo único que le faltaba era andar secuestrando a Hugo Peña para frustrarle el futuro... Lo mejor para eso era encerrarlo de por vida en una habitación, en el sótano de su casa... Al pensar en eso se horrorizó de sí misma... ¿Estaba tan loca como Elena?

— Bueno, como quieran —dijo la aludida molesta y siguió con la lectura.

10- Y si nada funciona y viene el día de la boda y todo sigue en camino, nos queda una sola opción...

Elena Metre se levantó del sillón, se abrió la chaqueta que traía puesta y dejó el arma reglamentaria en la antigua mesa ratona que había frente a ellas. En el vidrio, el metal relucía. No necesitaron más explicaciones, estaba más que claro el mensaje. Gabriela saltó del asiento como si la hubiesen pinchado y Clara lanzó un gritito.

— ¡¿Te volviste loca?! ¡¡No vamos a matar a nadie!! —exclamo la dueña de casa, horrorizada.

— ¡¡No mataremos a Hugo!!... ¡¡Iremos a prisión!!... ¡¡No quiero acabar como amante de alguna pandilla de lesbianas para sobrevivir!! —chilló Clara, con lo ojos con lágrimas—. ¡¡Yo no puedo con esto!! ¡¡Me voy!! No cuenten conmigo.

Dicho esto, la asustadiza Clara se levantó e intentó huir de la casa pero Elena se puso en su camino y logró detenerla, forcejeando con ella. La abrazó con las dos manos para inmovilizarla, mientras su amiga gritaba palabras incoherentes. Estaba horrorizada y aterrorizada.

— ¡Espera, Clara! ¡Espera un segundo!... ¡Era una broma! ¡Juro que era broma! —exclamó Elena, riendo a las carcajadas con su perfecta dentadura.

— ¡Pues no le vemos la gracia! —exclamó Gabriela, que se había parado para intervenir. Suspirando de alivio volvió al sillón—. Guarda esa arma, ¿quieres?... Vaya que te gusta enseñarla...

Elena la guardó y logró que Clara volviera a su asiento, no sin pocas súplicas; al menos estaba dispuesta a escucharla. Gabriela se tomó otro vaso y le dio uno a Elena, comenzaba a sentir calor... Las ideas de su amiga estaban algo alteradas, si empezaba a reírse de todo y a tomarles el pelo con sus bromas tendría que llevarla a su casa.

Esas eran las propuestas que la rubia tenía para ellas y, luego de leerlas otra vez y discutir algunos puntos, tachando otros, escribieron una nueva lista. Reduciendo las opciones y afinando detalles. Eso era todo lo que podían planear en ese momento y ya estaban listas para pasar a la acción.

Gabriela todavía estaba reticente con sus amigas, ¿podía confiar en ellas realmente?... Parecían haber cambiado mucho, no obstante.

— Bueno, ya está todo —comunicó Elena, colocando el papel definitivo encima de los demás.

— Sí, ahora hay que ver qué sabemos de nuestra pobre novia y de la actual vida del novio. No he sabido de él desde hace mucho tiempo —dijo Gabriela, ya más tranquila. El proyecto aún le parecía un juego, no lo tomaba muy en serio—. Para acercarnos a la familia hay que buscar una estrategia.

La mujer policía entonces, como toda respuesta, sacó otro papel. Había ido a la reunión con sus amigas muy bien provista de información... y se podía apreciar que su trabajo había sido completo. Como ambas comprobaron.

— Comencemos con Hugo Peña... El idiota infiel... La garrapata... etcétera —añadió, sin poder contenerse.

Tenía su dirección: vivía en un departamento en pleno centro de la ciudad. Un lugar moderno, de moda y carísimo. Vivía solo a sus treinta y seis años. Por otro lado, era abogado...

— Abogado, ¿qué hizo? ¿Compró el título? —manifestó Gabriela con sarcasmo. Clara rió con ella.

— Probablemente, ya que abandonó la carrera —indicó ésta.

— Sí, detestaba estudiar. Pero, sobre todo, ¡detestaba trabajar! Lo recuerdo muy bien... Siempre vivía con el dinero de los demás. Primero fueron sus padres... hasta que murieron, o al menos eso dijo él. Nunca los conocimos... Después se colgó a su amigo, ese tonto de César. Luego fue Gabi la que lo mantuvo hasta que le perdimos el rastro... Ahora supongo que vivirá a costa de la nueva víctima, su novia —expuso Elena, sin compasión.

El dato curioso, que parecía confirmar lo dicho por Elena, era que actualmente no aparentaba tener trabajo. No pudo averiguar a qué se dedicaba. Vagos negocios empresariales... nada concreto. No pertenecía a ninguna firma de abogados. No parecía tampoco dedicarse a eso.

— Pero estás bien segura que este Hugo es "nuestro Hugo", ¿no? —preguntó Gabriela.

— Sí, muy segura. Lo he visto.

El silencio se hizo en la sala.

— No me sorprende —lo quebró Gabi, mientras se encogía de hombros—. Debes de haberlo estado siguiendo, como a mí...

Elena no lo negó.

— ¿Y Cómo se ve? —indagó Clara. Estaba ansiosa y miraba a su amiga con los ojos bien abiertos. Gabriela se sorprendió sintiendo lo mismo.

— No voy a mentirles... Se ve mejor que antes... ¡Super sexi! —confesó Elena.

Hubo un suspiro de molestia entre todas. Habían tenido la esperanza de que la vida le hubiera pasado factura a Hugo Peña, al igual que había hecho con ellas. No era así, lamentablemente. Otro motivo más para darse cuenta de lo injusta que era la existencia en la tierra.

— ¿Qué sabes de la mujer? —preguntó Gabriela, para cambiar de tema.

La flamante novia se llamaba Natividad Morales. Era muy joven, tenía sólo veintidós años. No tenía antecedentes policiales, ni siquiera una multa de tránsito. Parecía inteligente, ya que cursaba en una Universidad muy prestigiosa y cara que ofrecía carreras científicas.

— Vaya, no parece el tipo de chica con quien me lo imaginaba —susurró Clara, como para sí misma.

Sus amigas pensaban lo mismo... ¿Una científica? Elena comentó:

— Demasiado inteligente para andar con el estúpido de Hugo.

— ¿La has acechado también, Elena? ¿Cómo se ve? ¿Rubia, morocha, quizá pelirroja, con un cuerpo despampanante? —preguntó Gabi.

— No tuve ocasión. No tengo idea cómo se ve...

Las dos mujeres la miraron asombradas.

— ¡¿Qué?! Me enteré que está en la otra punta del país. Parece que huyó después de la pelea familiar. No iba a viajar en su persecución... No me interesa tanto... Además tengo trabajo —confesó la mujer, sin embargo su rostro parecía evidenciar su frustración por semejante imposibilidad.

— ¿No conseguiste ni una sola foto en internet de ella? —preguntó Gabriela, que no podía creerlo.

— Nada, no tiene cuenta en ninguna red social...

— ¡Eso es muy raro! —se sorprendió Clara.

— Claro que no, es seguro que usa otro nombre. Debe odiarlo, ¿quién demonios le pone a una bebe "Natividad"? —opinó Elena con desprecio.

Comenzaron a reírse y parar les costó bastante.

— Bueno, seguro debe llamarse Diana Queen o algo así —dijo Clara, pero nadie rió. La broma le pareció malísima hasta a ella.

— No he podido averiguarlo. A pesar de que tengo un perito en informática amigo mío que me está ayudando —manifestó Elena, con orgullo, a pesar de todo. Las demás no podían creerlo, ¡un perito de la policía!

— Que suerte tienes —murmuró Gabriela.

— Bueno... en realidad él cree que los investigo a ambos por tráfico de drogas —confesó Elena, como si nada hubiera de malo o extraño en ello.

Sus amigas se sorprendieron... ¡¿A ese extremo había llegado?!

— Así que sé todo lo posible sobre ellos... Con Hugo fue fácil averiguarlo... pero esta chica, Natividad... ¡Por Dios, parece la mujer perfecta!

Clara la interrumpió para recordarle que no pronunciara el nombre del señor en vano y luego agregó:

— ¿Y qué estudia en esa Universidad de carreras científicas?

— Entomología.

La miraron desconcertadas. ¿Estudia... qué?

— ¿Qué es eso? —preguntó Gabriela, con el ceño fruncido.

— No sé, acabo de recibir esa información cuando tocaba tu puerta. Me la mandó Teo, mi amigo perito.

— A ver... voy a googlearla con mi celular —manifestó Gabriela y sacó su teléfono.

Clara miró a Elena y le dijo con picardía:

— ¿Y es lindo ese amigo tuyo?

Elena se sorprendió tanto por la pregunta que se puso colorada.

— ¡Ah, sí lo es! ¿Y te ha invitado a salir? —preguntó Clara riendo.

— No... Sí... pero...

— Le mostraste tu arma —concluyó Clara, borrando la sonrisa de su rostro.

— No quiero salir con nadie... Además trabajo con Teo. No quiero tener que huir de allí cuando las cosas no salgan bien.

— Hay muchas mujeres que son felices con sus parejas. No siempre las cosas salen mal y no todos los hombres son iguales. Mi tía siempre me lo dice —informó Clara con el ceño fruncido. Elena gruño algo que quedó tapado por las carcajadas de Gabriela. Ambas la miraron estupefactas.

— ¿Qué pasa? —preguntó Clara.

— ¿Qué significa entomología? ¿Es el estudio del pene o algo así? —dijo Elena, casi al mismo tiempo.

Gabriela reía tanto que no pudo responder. Las dos se levantaron y corrieron hasta donde estaba sentada y comenzaron a pelear por el celular. Clara fue más rápida y leyó... Cayó sentada en las piernas de Gabriela... riendo descontroladamente.

Elena tomó el aparato y dijo en voz alta:

— Entomología: es el estudio de los insectos... ¡Con razón le gusta Hugo, se va a casar con uno de ellos! —dijo riendo con sarcasmo, mientras las lágrimas caían de su rostro.  

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