Predilecta:. La Nueva Portado...

By Mar_Rosales_05

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Arleia es una joven desdichada, siempre lo fue, no recuerda un momento en su vida en el cual hubiese pensado... More

Advertencia
*
Indice
Personajes
Especial villanos
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capitulo XXXII
Capitulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capitulo XXXVIII
Capitulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Capitulo XLVIII
Capitulo XLIX
Epílogo
Segundo Volumen

Capítulo XXIV

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By Mar_Rosales_05

Decisiones dificiles

Flashback

Tokio, Japón

La elegante mujer de cabello negro y ojos amarillos rasgados camina de un lado a otro de la habitación, sus agradecidas curvas tintinean, sus zapatos negros de tacón resuenan contra el pulcro e impecable piso blanco, haciendo eco en las paredes de mármol, su andar es rápido y desesperado. La estancia está sumida en penumbras por las paredes negras y cortinas, las cuales combinan con los muebles blancos, las paredes visten cuadros realmente tenebrosos y aterradores. La habitación a pesar de la oscuridad no pierde la elegancia que deja ver una fina luz de la pequeña lámpara de mesa dorada con rojo. El sonido de la puerta indica que su espera está por terminar y justo a tiempo ya que la mujer no es caracterizada por su paciencia. Un hombre de piel pálida como el papel y ojos oscuros como la noche entra en la habitación, al ver a la mujer de brazos cruzados hace una pequeña reverencia.

—¿Y bien? —dice la mujer impaciente.

—Mi reina lo siento. —dice con miedo el hombre.

—¿Como es posible? ¡Todos son unos incompetentes! —dice la mujer con rabia.

—Ellos sabían que llegaríamos y sacaron a la joven antes de nuestra visita. —

—¡La perdieron! teníamos a los nuestros por todas partes ¡Y aun así la perdieron! Y esos estúpidos nos traicionaron. — dice ella con enojo.

—Tantos años lejos del reino afectaron su juicio, creo que ellos les tienen afecto, tanto que están dispuestos a sacrificar sus propias vidas por las jóvenes. —comenta el hombre.

—Ahora mismo arreglaras su maldita equivocación, iras a la celda y les preguntarás a los prisioneros si saben dónde pudo haber ido, si tienen familia en otra parte. Si con ellos no consiguen nada, buscaran e interrogan a su hermana; ella debe saber, mátenla si es necesario. —dice molesta

—Así será mi reina. —dice el hombre con miedo, está por salir cuando la voz de su jefa lo detuvo.

—Casi lo olvidaba, mata a los idiotas que dejaron que la niña escapara. —el asiente bajando la mirada, temía que la reina le diera esa orden y ahora tendría que matar a los suyos.

El hombre sale de la habitación con pasos apresurados, debe hacer algo para saber dónde está la joven. Camina lejos de la mansión, en lo más profundo del bosque, sus pasos son el único sonido existente, el sol está escondido entre las gruesas capas de nubes grises de lluvia, el hombre camina hacia un bunker en medio de la nada, las paredes se ven antigua y deterioradas, la gruesa puerta de hierro oxidada. Toca la puerta tres veces, una pequeña ventanilla se abre dejando ver los ojos oscuros de un hombre del otro lado de la puerta, quien al verle sonríe achinando sus ojos para abrir la puerta rápidamente. Hay varios hombres custodiando la entrada, él baja las escaleras de aquel lugar de paredes grises y luces escasas, al terminar las escaleras puede ver las celdas dónde los prisioneros residen, él empieza a ver las celdas, hasta llegar a su destino; el arma secreta.

—Levántense flojos —exige el hombre entrando al estrecho complejo de paredes sucias, ellos se sobresaltan alejándose de él. La celda es ocupada por un hombre joven de piel canela, dos mujeres de edad media y dos ancianos. Las mujeres son parecidas; un cabello castaño rizado, con ojos marrones; la otra cabello negro y ojos miel, ambas con rasgos meramente parecidos— Les tengo una sorpresa, mi vista el día de hoy es especial. Si colaboran con nosotros les irá mejor de lo que piensan así que se los diré una vez ¿Saben dónde pudo escapar su familiar adoptada? —cuestiona.

—Pero si son estúpidos —dice la mujer de cabello rizado llamada Karina— ¿Acaso no ven que llevamos años encerrados aquí? ¿Qué vamos a saber de lo que pasa afuera? —expresa con amargura, el hombre se acerca a ella y le proporciona un golpe en el rostro, ella solo cae al suelo de la celda.

—No estoy para malditos juegos ¿Dónde está la chica? —grita acercándose, los prisioneros tiemblan de terror, ellos se esconden en las paredes, deseando traspasarlas para ser librados de aquel despreciable ser, sus cuerpos tiemblan levemente y sus rostros sucios y desesperanzados aclaman piedad.

—No lo sabemos, por favor no nos dañe. –habla ahora Adalia; la anciana quien tiene lágrimas en los ojos.

—Pueda ser que no sepan dónde está, pero si deben saber si tienen familia en otros lugares del mundo donde ella pudo haber ido. —acusa.

—Nosotros no tenemos más familia, solo somos nosotros. – dice Dinora; la mujer de ojos miel, el solo asintió y abandona la celda con molestia; los prisioneros no saben nada que pueda ayudarle.

—¿Que hicimos para merecer esto? – dice José; el anciano, siente unos brazos rodearle, voltea a ver a su esposa, la anciana suelta lagrimas inconteniblemente.

—Tranquila madre, tengamos fe por que tarde o temprano vendrá por nosotros. – dice Paul.

—¿Quien? Nadie vendrá. —dice pesimista el anciano

—Ella vendrá. —dice el hombre castaño con esperanza de que su hija apareciera.

Vancouver, Canadá

Despierta con una nube opacando su pecho; recuerda haber llorado toda la noche luego de la cruda verdad que había recibido, entonces acepta que Kiara tenía razón cuando le dijo que la verdad puede destruir más que una mentira muchas veces. Siente el peso de unos brazos envolviendo su cuerpo; la rubia la abraza, no están en la cama, sino recostadas en la pared, justo como se habían quedado ayer luego de llorar hasta acabar sus lágrimas, seguramente Kiara estaba tan cansada que se quedó dormida a su lado minutos después de que ella callera en profundo sueño, el dolor retumba en su pecho al recordar las palabras de su madre, sus padres no son sus padres verdaderos y su familia no es de sangre, anoche el dolor era tan intenso que le impedía pensar más allá, pero hoy todo encaja a la perfección; ahora entiende por qué nadie nunca la quiso, solo su hermana con la cual formo una conexión especial, ahora entiende el abandono de su madre, su desinterés hacia ella, ahora todo es claro; ella no es su verdadera hija, solo fue una obra de caridad, nada más.

Kiara se remueve, Arely la detalla; como frunce su nariz, como sus ojos se abren lentamente dejándola ver el color celeste y verde de distintas tonalidades en sus ojos duales enmarcados en pestañas gruesas y rizadas, como dos querubines envueltos en la más fina seda, sus labios entreabiertos, su cabello despeinado, su atlético cuerpo curveado a su lado; la muchacha rubia es más alta que ella al igual que Cassidy, Laurel y todas las personas a su alrededor, la única que seguramente es igual de pequeña que ella es Isabely, la rubia le dedica una mirada llena de ternura y cariño; entonces a su mente llega un flash, de una hermosa sonrisa, ella sabe que conoce a la joven a su lado, no sabe de dónde, ni como, pero la familiaridad que siente con ella no es normal «como si todo lo que está pasando es normal.»

—¿Como te sientes? —dice con preocupación Kiara al haber despertado por completo.

—Un poco mejor. —dice con una media sonrisa.

—¿Puedo preguntar que paso? —dice cautelosa.

—Descubrí que mi familia me ha mentido todo este tiempo Kiara, toda mi vida ha sido una farsa. —dice mientras sus lágrimas se empiezan a acumular en sus ojos.

—No lo hablaremos si no quieres. —dice comprensiva y la joven morena asiente con una mirada de agradecimiento.

—¿Qué te parece si partimos hoy? Después de todo mereces unas vacaciones. —dice la rubia intentando hacerla sentir mejor, ella sonríe levemente.

—Es una buena idea, le llamare al director para que los días que me ausente no me afecten ¿Cuantos días crees que tardaremos? —cuestiona

—Una semana y media tal vez. —dice la rubia.

—Está bien, llamare a Mr. Blacke. –

Ciudad de Calentupía, Primer Mundo

Las lágrimas se escapan de sus ojos, su mente sigue pérdida en el recuerdo de su hija; su hija viva, la que creyó muerta por muchos años. Recuerda la felicidad que la abordó al ver el rostro de su pequeña, pero también recuerda el dolor que sintió al saber lo que le habían hecho a su hija. Kheper es el hombre más despreciable. Él había convertido a su pequeña hija en un ser malvado; su hija no es la pequeña joven de sonrisa brillante, ojos soñadores, ahora ve sus ojos almendrados y solo ve oscuridad en ellos. La puerta se abre en la fría habitación, el sonido de esta atraviesa el silencio junto a los sublimes pasos marcados que siguen aquel sonido. La joven entra a la habitación, su ropaje negro hace resaltar su piel de porcelana, su cabello color caramelo está preso en un moño y sus ojos avellana parecen inertes, perdidos, sus pasos son seguros pero mecanizados, la vitalidad que una vez tuvo aquella joven quedo en el olvido.

—Tu comida. —habla con una voz fría e indiferente.

—Clary. —dice suplicante su madre.

—Ese no es mi nombre. —señala molesta, su mano en un rápido movimiento golpea el rostro de la que una vez fue su madre.

—No importa cuantos golpes tengas que darme, no importa cuantas palabras tenga que gastar porque sé que algún día la pequeña princesa que una vez fue mi hija volverá, no importa que tan grande sea el hechizo que te hayan hecho, nada en ningún mundo es tan poderoso como el amor de una madre— dice la mujer, la joven molesta eleva su mano para golpearla de nuevo, pero por alguna extraña razón no lo hace, solo se queda inmóvil con su mano arriba.

La mujer puede ver un destello en sus ojos, una estrella fugaz de esperanza; tal vez lo había imaginado, pero ella puede jurar que por un momento reconoció aquellos ojos castaños. La joven confundida sale de la habitación sin decir una palabra más, camina hacia el baño, el dolor en su cabeza se vuelve insoportable, cierra sus ojos y un flash llega a ella; un pequeño barco, flotando en las olas que rompen en la arena de la playa, todo parece en cámara lenta, de lejos la arena parece brillar con la luz del sol, cuan diamantes escondidos, el océano está claro, manso, calmo; bello en todo su esplendor, el sonido del viento soplar cálidamente se mezcla con danzar de las palmeras al ritmo del viento, el sonido del mar chocar con la arena, y el cantar de las gaviotas. Ella escucha una voz que le llama, su cabeza gira y en el pequeño barco están dos personas quienes le saludan. Al abre sus ojos; la pacífica playa ha desaparecido, vuelve a regresar al baño de mujeres impersonal y pulcro, se ve al espejo, una sensación extraña la atormenta, ella no recuerda nada de aquello, pero había sido tan real que parecía un recuerdo, puede jurar que si cierra los ojos nuevamente puede escuchar el sonido del mar resonar en sus tímpanos, sentir el aire costero en su cara, la sensación de la arena en las plantas desnudas de sus pies. Recuerda las palabras de su jefe; le había dicho que la mujer a quien escoltaría iba a pensar que ella es su hija, pero que no es así. Ella jamás dudo de su jefe, pero por primera vez empezó a cuestionarse si aquello era cierto.

—¿Quién eres en realidad? —pregunta dejando la frase en un suspiro que se perdería con el viento, sin saber si esa pregunta va dirigida a la mujer en confinamiento o a su asustadizo reflejo en el espejo.

Vancouver, Canadá

El joven suspira, sus ojos se fijan de nuevo en la fotografía que yace en sus manos, recuerda aquel día como si acabase de vivirlo. Habían sido tan felices, habían sido todo, ahora solo son fragmentos perdidos en el espacio y en el tiempo. Sus almendrados ojos grises se cristalizan, una transparente lágrima se escapa, una lágrima que guarda muchos sentimientos que jamás ha expresado. Puede tener todo lo que quisiese; para él no hay limitaciones y a pesar de eso sus propios sentimientos le traicionan ¿Por qué lo único que anhela más que a nada es lo que no puede tener? Incluso es gracioso pensar al respecto; si se tiene un humor negro. Su mano limpia todo rastro de aquella lágrima, guarda aquella fotografía vieja por los años, no sin antes darle una mirada más a la persona que aparece en ella, su mandíbula fuerte y definida se aprieta, sus labios color durazno perfectamente definidos —como una obra de arte predilecta que ni el mismísimo Picasso podría igualar— se fruncen en una línea tensa, su nariz recta esta levemente ceñida, al igual que las enormes selvas gruesas y oscuras sobre sus platinados ojos, su cabello oscuro como la noche está perfectamente peinado hacia atrás, su mirada se dirige al sencillo reloj de muñeca dorado que abraza su mano derecha. Justamente las tres de la tarde; siempre le había gustado aquella hora, por el simple hecho de que es un intermedio, un purgatorio del tiempo. La puerta se abre, la oscura habitación se ilumina por una raja de luz que deja ver los muebles de madera oscura, el sillón de cuero negro y las paredes del mismo color. En la luz del exterior una silueta femenina es dibujada, la cual camina a paso seguro hacia él. La silueta femenina se desvía del camino iluminado perdiéndose en la oscuridad por unos minutos. La habitación queda revelada por la luz que la joven acaba de encender. Los ojos verdes de la joven con sus ojos turbados se encuentran, los rasgos del joven son medianamente parecidos a los de la chica, además de compartir el mismo color de cabello y piel.

—Jacob. —escupe sin emoción en su semblante, con un tono cargado de desprecio.

—Hola Laurel. —saluda él con una sonrisa de superioridad.

—Veo que sigue gustándote la oscuridad. —comenta ella con un tono indiferente en su voz.

—Así es hermanita. —responde sonriendo.

—Y veo que sigues siendo el mismo traidor de hace años—escupe con rencor, la sonrisa del joven desaparece.

—No entiendo ¿De qué hablas? —cuestiona confundido.

—Sé porque estas en Canadá Jacob. —le corta.

—Y según tú ¿Por qué estoy aquí? Ilústrame hermanita. —dice divertido el joven, ella hace una mueca de desagrado.

—Estas aquí porque sabes que el dragón rojo ha renacido—dice ella, al joven se le borra cualquier rastro de diversión en su rostro.

—No digas tales cosas Laurel, con eso no se juega. —dice con un tono duro

—Yo no estoy jugando Jacob. —suelta seria. Él observa el semblante consternado de su hermana; entiende entonces que no hay ningún rastro de mentiras en sus palabras.

—¿Cómo es eso posible Laurel? —cuestiona sorprendido. La joven al ver la sorpresa en el rostro de su hermano confirma que este no tenía idea de aquello, pero si no es por eso ¿Por qué otra cosa estaría allí justo en esos momentos? No existen las casualidades cuando se trata de Jacob Jovíel Wathedheer.

—Cuando me llamaste, pensé que querías hablar conmigo de eso. —dice Laurel sentándose en el sillón de cuero, el joven se levanta de su cómoda silla de cuero y se dirige al mini bar de cristal que está en la habitación. Sirve dos tragos de wiski y se acerca a su hermana ofreciéndole un trago, ella lo toma debido a la situación; la relación de los hermanos Wathedheer no es la mejor, pero ellos deben hablar ¿Y qué mejor forma que hacerlo con un vaso de Wiski para limar las perezas?

—En absoluto, te he llamado por otra razón, pero me interesa más saber acerca de lo que tú sabes.

—La conocí hace unos meses atrás, no sabía quién era, pero ella nos ayudó en una pelea la cual íbamos perdiendo. Luego apareció en nuestra habitación diciendo quien era. No se mucho acerca del tema, ella tampoco parece saber mucho de su pasado, para ser sincera esperaba que tú me ayudaras a entender, eres el más conocedor al respecto después de todo, por mucho que eso me ponga de malas. —confiesa, él intuye que algo ha cambiado, son dos veces ya en el año que sabe de sus hermanas; en especial la primera vez en siglos que su hermana pelinegra le pide ayuda, en otras situaciones se habría burlado; pero el tema es delicado.

—¿Se parece a ella? –pregunta.

—Mismos rasgos, misma anatomía, no dudo que sea ella—

—¿Cómo ella está aquí? Digo, se supone que ella y Helena están conectadas ¿Crees que ella también éste por allí? —cuestiona consternado.

—No lo creo, de ser así ya se hubiese manifestado algo en nosotros, visiones o algo así. Hubiéramos sentido su presencia. —señala.

—Tienes razón, pero eso no aclara el por qué ella ha vuelto— dice. La pelinegra se encoge de hombros.

—Tal vez el mundo la necesitará y por eso volvió, no lo sé Jacob, ahora ¿Por qué me has citado aquí? —cuestiona cansada.

—Hay problemas Laurel. —dice preocupado.

—¿Qué tipo de problemas? —ella pregunta con seriedad y él suspira.

—Hace unos días, el mundo oscuro se replegó de seres. No sé por qué esta reproducción tan rápida de oscuros. Nadie lo sabe, pero es raro. —comenta, ella frunce el entrecejo.

—¿Y qué tengo que ver yo en eso? Sabes que si estoy en el mundo terrenal humano es porque quiero vivir una vida normal Jacob, yo no soy como tú. —escupe. Él ya esperaba aquella respuesta sin interés de parte de la joven, vuelve a suspirar.

—Esa misma noche Linsy fue asesinada brutalmente. La mejor detective de Calentupía se encarga del caso, pero todo indica que fue un suicidio. —relata, entonces es cuando capta un poco de atención en los ojos verdes, la muchacha niega.

—¿Linsy? Conozco lo suficiente a esa loba vieja como para saber que jamás haría algo así. —asegura.

—Lo sé, esa es la situación; ella jamás haría algo así, preferiría que la matasen antes de cometer suicidio. El problema es que tú sabes la importancia que tenía Linsy en nuestro mundo Laurel; sin ella, el consejo está incompleto y el tercer mundo sin líder. Yo sé que lo que te pido es mucho...no tengo el derecho de hacerlo, pero te necesito Laurel, tú eres la mayor después de mí. No será permanente, solo mientras hacemos las pruebas de pureza. —habla rápidamente, casi tropezando con las palabras.

—Déjame ver si entendí ¿Tú me estas pidiendo que me una al consejo? —la joven no da crédito a las palabras del joven.

—Será temporal hermana. —recalca, la joven sonríe con sorna.

—Ni en un millón de años. —exclama simplemente mientras se levanta del sillón para caminar hacia la salida, más sin embargo su salida es interrumpida por la mano del joven en su brazo.

—No lo hagas por mi Laurel, deja de lado el odio que sientes hacia mí por un momento, hazlo por todo lo que madre tuvo que luchar para crear un orden en el mundo mágico, hazlo por ella. —suplica, ella se gira abruptamente para ver cara a cara a su hermano.

—¿Hacerlo por madre? —repite incrédula—¿Cuándo ella hizo algo por mi o por mi hermana? ¿Por qué debería ayudarte? Cuando tú y ella nos dieron la espalda a mi hermana y a mi ¿Por qué Jacob? —escupe con rencor.

­—Porque sé que en el fondo eres igual que ella, sé que en el fondo harás lo mejor para los indefensos, apelo a tu moral Laurel; ellos son inocentes de todo lo que paso entre nuestra familia. Estaré aquí hasta el lunes, tienes toda esta semana para decidir. —dice liberando el brazo de su hermana. Ella sale rápidamente de la habitación. Su mente sin embargo piensa una y otra vez en la propuesta que su hermano le había hecho. ¿Debería aceptar? Se pregunta. Si es un hecho que el orden en el mundo mágico es frágil y sistematizado. Cada pieza es indispensable para el perfecto funcionamiento de la sociedad. Y también es un hecho que ella está pensando egoístamente; no puede ignorar el hecho de que las personas en el mundo mágico son reales, con necesidades y problemas reales. Rápidamente llega a su hogar y busca a su hermana. Esta al verla le sonríe, pero su sonrisa desaparece cuando ve el serio semblante de su hermana mayor.

—¿Qué ha pasado? —pregunta la rubia con sus ojos verdes preocupados.

—Jacob me ha ofrecido unirme al consejo. —

—¡Qué! ¿Por qué? ¿Qué le has respondido? —cuestiona con rapidez.

—Linsy ha muerto, él necesita a alguien de confianza que reemplace el lugar que ocupaba Linsy hasta que se practiquen las pruebas, yo me he negado. —dice, su hermana le mira por unos momentos y luego de un tendido silencio pregunta;

—¿Estas seguras de que tu respuesta fue la correcta?

—En realidad, no lo sé, digo...él no merece mi ayuda, pero las personas en el mundo mágico no merecen que les dé la espalda tampoco, además él me dijo que sería temporal, le he dado vueltas al asunto ¿Tú que crees? —pregunta Laurel, la verdad es que ella no quiere dejar sola a su hermana, tampoco quiere dejar a Arely, quien tiene demasiados problemas en aquellos momentos y necesitaría toda la ayuda posible.

—Yo creo que deberías hacerlo Laurel. Escucha..., Jacob puede ser un idiota, pero se ha tragado su orgullo al venir aquí por tu ayuda y ambas le conocemos; si él ha sido capaz de pedir ayuda es porque las cosas están realmente mal. Es tu decisión Laurel, pero deberías de pensar que las criaturas mágicas no tienen la culpa de los errores de su líder. —aconseja Cassidy, Laurel se queda en silencio por un largo rato.

—No quiero dejarte sola Cass y tampoco a Aria. —dice al fin. La rubia asiente.

—Yo estaré bien y Arely tiene a Kiara, además no será por mucho tiempo Laurel, tal vez unos meses estarás fuera. —dice Cassidy. La habitación se inunda en un silencio reflexivo. Más sin embargo el silencio no dura mucho ya que alguien irrumpe en la estancia. La respiración del hombre es irregular debido a que había llegado corriendo. Las jóvenes se sorprenden al verlo llegar tan apurado.

—¿Qué pasa Fenicio? —pregunta Laurel.

—He descubierto dónde está Amelia. —dice él.

—¿Dónde está? —cuestiona Cassidy.

—Ella está en Calentupía. —dice él sorprendiendo a las jóvenes.


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