Nosotros... en el tiempo

By itzel_a1

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Renata Landeros fue una encantadora institutriz en Italia en 1862. En 2017 es una bella y rebelde sommelier... More

Booktrailer
Capitulo 0. Amenaza Fantasma
Capitulo 1. Como ardientes piedras.
Capitulo 2. Manda una señal.
Capítulo 3. El cielo se cae de esperar.
Capitulo 4. Como dueles en los labios.
Capitulo 5. Esperanza y luz.
Capitulo 6. Un huracán y una mariposa.
Capitulo 7. El pasado asoma al presente.
Capitulo 8. Preludio
Capitulo 9. La primera notte di luce.
Capitulo 10. ¿Negocios sin concluir?
Capitulo 11. Sobresalto
Capitulo 12. Sin rayos de sol.
Capitulo 13. Volviendo del futuro
Capitulo 14. Comprendiendo el paraíso.
Playlist #NosotrosEnElTiempo #FaRen
Capitulo 15. De vuelta a mí.
Capítulo 16. Distracciones.
Capitulo 18. Te extraño en mis brazos.
Capitulo 19. El cielo en tu mirada.
Capitulo 20. Primeros indicios.
Capitulo 21. Atacada
Capitulo 22. Colgado de una estrella.
Capítulo 23. ¿Todo cae en su lugar?
Capítulo 24. No hay dos sin tres.
Capítulo 25. Mirando a Hades a los ojos.
Capítulo 26. Perfecta sinfonía.
Epílogo
Agradecimientos
Materializando un sueño.❤️
📚¡YA A LA VENTA! 📖📚

Capitulo 17.Elisabetta

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By itzel_a1

..."Te sé de memoria y te repaso diariamente con mis ojos cerrados, con mi boca, con mis manos. Con mi cuerpo todo, con cada célula"... Jaime Sabines.

Fabio llegó cerca de la media noche a su casa, los preparativos para el repentino viaje a Veracruz  le entretuvieron más de lo que hubo calculado. El cansancio y la incertidumbre, le estaban pasando factura. Para terminar de poner mal las cosas, a pesar de que Silvia había puesto todo su empeño en ello, no había logrado conseguirles avión y, tendrían que viajar por carretera cerca de ocho horas para alcanzar su destino.

Sin embargo, la logística del viaje, la incertidumbre de lo que podría encontrar y la fatiga que sentía en ese momento, no se comparaban con el desasosiego que sentía de dejar a Renata sola. Había intentado por todos los medios resolver el enigma, sin tener que apartarse de ella, pero la suerte no había estado de su lado y el viaje era inminente.

Entró con sigilo a su habitación. Renata estaba profundamente dormida, se había dejado la lámpara de lectura prendida y en su pecho descansaba el libro, al que se había estado dedicando en esos días; un manoseado ejemplar de Edith Wharton "La Edad de la Inocencia." Lo cual era indicativo, de que le había estado esperando y finalmente había sido vencida por el cansancio. Con cuidado tomó el libro y lo dejo sobre el buró.

Fabio se quedó deslumbrado mientras la observaba a un lado del lecho. El abundante y oscuro cabello de su novia, se derramaba con exhuberancia sobre la almohada, sus espesas pestañas descansaban sobre sus mejillas matizadas de un rubor juvenil. Ella vestía una camisola de satén color azul con delicados tirantes de espagueti. El escote era profundo. Se arrodilló lentamente a su lado. Fabio observó como el pecho le subía y bajaba , acompasado por su respiración. «Despierta, cariño» el martilleo de su corazón lo notaba en las arterias de su cuello. Él rememoró el contorno de su pezón deseando besarlo. Quería besarla hasta que sus cuerpos ardieran y hacerle el amor sin descanso hasta que el sol se asomara por el gran ventanal de la habitación que compartían.

Decidió  dejarla descansar y en lugar de eso, se irguió y apagó la luz de la lámpara. Desapareció en la ducha, luego entró ala cama con ella con solo el pantalón del pijama. El calor de las noches de junio era escandalosamente insoportable. Se abrazó al tibio cuerpo de su chica y acomodó su rostro en el hueco de su cuello. Su aroma a flor de algodón y coco lo confortó. Besó su hombro desnudo y la sintió ronronear en sueños. El cansancio lo dominó y cayó en un profundo sueño.

«Solo la verdad perdura en el tiempo» se escuchaba en aquella inmensidad como si fuera el canto de una sirena. En medio de un oscuro y helado mar, los inertes cuerpos de un hombre y una mujer flotaban a la deriva.

Renata despertó inquieta y confundida por aquella extraña pesadilla. Sentía su propio cuerpo frío, como si en verdad hubiera estado en aquel océano. Una diáfana y plateada luz invadía la habitación, se giró para acurrucarse frente a su chico.

Fabio. Llevaba el torso desnudo. Dormía boca abajo, y rodeaba con sus firmes brazos la almohada en que apoyaba la cabeza. Las líneas de sus hombros y espalda eran tan perfectas que parecían talladas en piedra. Su rostro estaba relajado por el sueño profundo en que estaba inmerso, sus bellos ojos verdes cerrados. Ella quiso tocar el contorno de deliciosa boca. La naturaleza había derrochado belleza masculina en él a rabiar. Se sintió incapaz de conciliar el sueño nuevamente, sus dedos echaron hacia atrás su melena oscura para que no ensombreciera y ocultara su rostro. Un cosquilleo se incrementó en sus muslos, quiso despertarlo y llenarlo de caricias. Sin embargo, optó por dejarlo dormir. Le quedaban un par de horas para descansar antes de enfrentar un largo viaje por carretera. Estarían separados unos días y ella se sentía muy desdichada por eso. Ojalá no estuviera en finales en la universidad. Ojalá pudiera acompañarlo y ser su apoyo en lo que quizá descubriera allá. Viéndolo dormir con la tranquilidad de un niño, sus propios párpados comenzaron a ponerse pesados y durmió de nuevo.

Renata subió al coche de AnaPau, con un lío de bolso y carpetas. Con dificultad logró colocarse el cinturón de seguridad antes de que su amiga se colara a la panorámica con audacia, para literalmente correr a una velocidad de vértigo hasta la universidad. En el trayecto hicieron planes para el par de días que estarían juntas, escucharon música y Renata intentó  poner en orden las carpetas que debían entregar a sus profesores ese día. Eran los archivos personales de cada una, de sus respectivas prácticas profesionales como parte de su evaluación.

AnaPau detuvo intempestivamente el coche frente al espacio que tenían asignado en el campus y las carpetas por poco y salen volando. Su mano se aferraba con tanta fuerza al volante que sus nudillos estaban blancos. Renata clavó los ojos al frente y la sorpresa que se llevó fue colosal.

AnaPau terminó de estacionar el coche y ambas descendieron. Sus hermosos pares de piernas fueron detallados con exactitud por los oscuros e irreverentes ojos que tenían frente a ellas.

—¡¿Qué haces aquí?! —dijo por todo saludo AnaPau al chico castaño que permanecía recargado sobre su moto y las observaba divertido.

Él negó con la cabeza y marchó hacía ellas atajándolas  a medio camino.

—¡Hola princesa! ¿Cómo te va? —saludó a Renata cubriéndola en un abrazo y la apretó contra él—. ¡¿Te has quedado muda?! —preguntó entre risas— ¡Vaya, tendré que venir de permiso más seguido, entonces!

—Hola Jaime,¿Qué haces aquí? —musitó cuando se recuperó de la sorpresa inicial.

—De eso estoy hablando. Misma pregunta, diferente actitud. ¡Toma nota! —comentó el chico a AnaPau quien mantenía un semblante serio, entonces añadió: —Deberías echarte un novio para que te mejore el humor.

AnaPau no replicó, tan solo se tocó la sien mientras lo fulminaba con la mirada.

—Ya hablaremos tú y yo —dijo el joven con una mueca y se volvió hacia Renata—. Ahora, contestando a tu pregunta princesa. Resulta que tengo unos días de permiso y fui contratado por sus chicos para ser su canguro a prueba de balas. ¡Lo vamos a pasar genial! —declaró mientras las tomaba por los hombros y las dirigía hacia el campus—. Ya hablaremos de la logística después, ahora corran o llegarán tarde. ¡Venga! Muevan esos magníficos pares de piernas que tienen —apremió.

—Espera un momento —se plantó Renata—. ¿Estas diciendo que estás aquí mismo, en este momento por Fabio?

—Y por Ray, según entendí...

Un brillo risueño estaba alojado en sus ojos.

—No, no es posible —insistió ella, el chico esbozó una satisfecha sonrisa—. ¡Dios bendito, voy a matarlo!

Él la miró con un pícaro brillo en los ojos.

—No hagas dramas y mueve el culo princesa, te explico después.

Se soltaron de su agarre y el chico sonrió descarado. Hicieron el recorrido con toda la dignidad que pudieron, intentando controlar el mal genio que les había quedado.

Las primeras dos clases se desarrollaron al ritmo acostumbrado. AnaPau debió hacer equipo con otras compañeras y Renata tuvo oportunidad de observarla de lejos, se le veía distraída y molesta. En el cambio de maestros se acercó a su amiga, la curiosidad la estaba matando.

—AnaPau, ¿Por qué te molestó tanto ver a Jaime? —preguntó a quemarropa.

La chica de mieles ojos se encogió de hombros despreocupación.

—No me molesté. Solo me sorprendí, igual que tú.

—Estuve allí —insistió Reni—. Te pusiste hecha una furia en cuanto lo viste. Lo cual no entiendo, porque tú eres siempre toda unicornios y caramelos.

AnaPau resopló y entonces la miró con resignación.

—Vale, hay algo que no te he contado —comenzó—. La última vez que vi a Jaime, no fue en navidades cuando todos juntos pasamos la temporada en Casa Vitale. A la vuelta, en Guanajuato le vi un par de veces. Salimos solos. Parecía que había algo, pero no fue así. Fin de la historia —concluyó con un deje de impaciencia en su tono.

El inflamable temperamento de Renata se encendió.

—Bueno pero, ¿será imbécil? —soltó Renata molesta—. Ray y Fabio no lo saben, ¿cierto?. No, claro que no lo saben —se contesto a sí misma—, de otra manera ese tarado ya no tendría dientes y no lo habrían dejado de canguro nuestro.

—Renata te lo suplico, ¡no hagas una tormenta en un vaso de agua! —rogó AnaPau—. Todo está bien con Jaime. Si reaccioné mal fue por la sorpresa solamente.

—Pero...¿qué ocurrió entre ustedes?. En esas salidas solos, ¿ustedes...?

—¡No! Nada de lo que tu mente cochambrosa se imagina —refutó de inmediato—. Tonteamos un poco, nos dimos un par de besos, tal vez... No pasó de ahí. Él se fue de misión y yo recuperé la cordura.

—Amiga, te habrás sentido fatal —. La abrazó. —Debiste decirme, ¿para qué estoy entonces?

—Que no, que fue algo sin importancia —zanjó AnaPau.

La clase continuó y Renata volvió a su lugar con la impresión de que AnaPau habría preferido jamás comentar sobre aquello. Intentó comprender que la habría llevado a aceptar una invitación de Jaime y recordó entonces el intenso flirteo que dejó caer sobre Ray una invitada en la hacienda en esa temporada. Suspiró con tristeza, pensando en todo lo que podrían equivocarse si continuaban sin aceptar lo que era obvio que aún sentían.

En el receso entre la tercera y cuarta hora acudieron a la cafetería. El diablo en persona las esperaba de pie en una mesa junto a la barra de jugos y con el almuerzo para ellas ya dispuesto.

Jaime Noyola, era por fuera, un chico malo en todo su esplendor. Para Renata  en particular había sido a lo largo de su crecimiento otro hermano mayor. Uno que incluso, no había dudado en plantarse delante del padre de una vecinita que la molestaba cuando niña y decirle con todas sus letras que pusiera atención a esa criminal, porque era su trabajo educarla. No era tan hermoso como Fabio o Ray, pero poseía un atractivo que no lo dejaba sin admiradoras. Ella sabía que su cínica sonrisa había sido el quebradero de cabeza de muchas niñas.

Renata miró a AnaPau y le apretó la mano para infundirle ánimo, luego avanzaron a su encuentro con la mejor cara que pudieron poner.

—Bien, veo que la sorpresa inicial ha pasado.

Con una cariñosa sonrisa les señaló las sillas y abrió una a su lado para que AnaPau la tomase. A Renata se le escapó una sonrisa por ese gesto. AnaPau solo bajó la mirada y tomó asiento sin hacer caso a su provocadora mirada.

—De acuerdo chicas, tenemos veinte minutos para que se alimenten. Yo hablaré y ustedes pondrán atención.

Renata enarcó una ceja y alzó la barbilla.

—¿Tú te piensas que soy una de tus subordinadas de las fuerzas especiales? —preguntó irritada.

Él osó reírse, reírse de ella.

—Claro que no princesa, si lo fueras ya estarías mordiendo el polvo. —Sonrió él herméticamente—. Supe por Fabio del sobresalto que sufriste en la hacienda, me alegra que estés bien —expresó aliviado de que ella estuviera en una pieza. Renata ladeó la cabeza en un cariñoso gesto, él era un zalamero incorregible—. En fin que tengo unos días libres y dado que sus hombres estarán fuera por negocios, me pidieron que les echara un ojo —concluyó con un guiño.

Renata alargó su mano sobre la mesa y tomó una lata de coca-cola light. AnaPau la miraba tensa.

—Te agradezco las molestias que te tomas —comentó Reni con tono calmo y abrió la lata sin bajar la mirada—, pero sinceramente creo que Fabio exagera en esto. El incidente con la yegua, fue algo que le pudo pasar a cualquiera y nada me va a ocurrir por un par de días que no esté aquí conmigo.

Jaime se recargó en el respaldo de su silla, sus marrones ojos traslucían preocupación aunque sus labios estaban curvados en una sonrisa.

—Bueno, pues él no comparte tu opinión —dijo finalmente—. Les sugiero que sean buenas y no me pongan las cosas difíciles. Durante las próximas cuarenta y ocho horas, estaré a su lado como su sombra.

Renata rodó los ojos ante la preocupación de su voz. Era demasiado protector, ella inspiraba justo eso en los hombres que la rodeaban y a veces sentía que la sofocaban.

Al volver al edificio de gastronomía, Jaime tomó del brazo a AnaPau y la hizo detenerse con él frente a la vidriera de la entrada. Renata le miró sorprendida de que la apartara de ella.

—Según su horario que ya me he descargado, solo Reni tiene ocupada la siguiente hora. Después no hay clases si no hasta mañana temprano. Así que te dejaremos aquí princesa y aprovecharemos el tiempo la Beba  y yo, para ponernos al día — termino guiñándole un ojo.

Renata dirigió su mirada a su amiga y ésta asintió levemente con la cabeza.

Al ingresar a su salón intercambió lugar con otra compañera para estar cerca de la ventana y tener un ojo puesto en AnaPau.

Aquella escena fue muy reveladora. Imposible saber lo que se decían, pero su lenguaje corporal hablaba demasiado. Y su principal preocupación que por supuesto era AnaPau dejó de serlo. Su amiga con esa suavidad y aire de inocencia que tenía parecía un pollito al que un lobo como Jaime devoraría sin problemas. Sin embargo, aún con la distancia que la separaba de ellos, Renata pudo notar la determinación con el que AnaPau se vistió y cómo la armadura de cinismo que Jaime siempre cargaba encima se destruía. «Este pollito tiene dientes y el lobo ahora parece un simple cachorro» pensó.

Atendió el resto de su clase con mayor tranquilidad y después acudió al estacionamiento para reunirse con ambos e ir a casa.

Fabio se concentraba en la autopista, disfrutando de la sensación de estar en control de la situación. ¡Merda, soy un controlador! Sonrió para sus adentros aceptando que Renata tenía razón. Hundió el pie en el acelerador al atravesar el arco norte que lo acercaba más a su destino. Hearing damage By Thom Yorke se reproducía por BT mientras Ray daba una cabeceada arrellanado en el asiento del copiloto.

Enfrentaban poco tráfico, kilómetros de asfalto desaparecían bajo el poderoso motor de su CX90 y pronto el camino convirtió en un tranquilo óleo de un campirano paisaje. Sweet child o'mine By Guns & Roses se escuchó en la cabina con toda la energía y descaro de la guitarra eléctrica de Slash. Aquello hizo aparecer inevitablemente en su mente deliciosas imágenes de Renata. Su sonrisa y el calor de sus brazos. El adorable rubor que la cubría cada vez que le decía lo bonita que le parecía a él. Renata montando en la hacienda. Renata cocinando alguno de sus platillos favoritos. Renata leyéndole algún pasaje del libro que la entretuviera alguna tarde. Renata jugando con Bruno. Renata besándolo apasionada. Renata desnuda montándolo a él. Renata y esos espectaculares ojos chocolate. Renata y sus magníficas piernas abrazando su cintura. La echaba de menos. Suspiró. ¿Qué estará haciendo Renata? ¿Qué hacía él persiguiendo enigmas? ¡Dios! Seguro que tomaba pésimo lo del canguro, adujo.

Después de ocho horas de viaje, Fabio y Ray llegaron al Puerto de Veracruz. Se dirigieron al hotel. Apenas descendieron de la SUV percibieron el sofocante calor del lugar, implacables veintiocho grados a la sombra. Intercambiaron una mirada entre ellos al tomar cada uno su equipaje. El calor, estar separado de Renata... aquello parecía un monumental esfuerzo, pero debía hacerlo para resolver el enigma.

—¡A mal paso, darle gerber! diría AnaPau —dijo Ray palmeando su hombro y esbozando una socarrona sonrisa.

A Fabio un gruñido de risa le sofocó la garganta, pero presionó el marcado rápido apenas el camarero les confirmó su orden en el restaurante del hotel.

Renata no atendió el teléfono.

Fabio insistió en dos ocasiones más y ella no le cogió la llamada. El italiano posó su móvil al lado de los cubiertos y con el ceño fruncido se volvió hacia su socio. La mirada de Ray sobre él era aguda, ambos se estaban preocupando. De pronto el móvil vibró y un mensaje de ella iluminó la pantalla.

«¿Llegaste bien?» leyó Fabio y se apresuró a tipear: Si, todo bien.¿Estás ocupada?. Presionó enviar y colocó el móvil de nuevo en la mesa en un intento de mantenerse tranquilo aún cuando su control pendía de un hilo.

«¡Estoy cabreada! ¿Por qué me has puesto un canguro?» leyó escuchando en su mente la voz de su chica en su cabeza. ¡Dios! Casi podía verla apretando los dientes frustrada reclamándolo por sus acciones.

Fabio se irguió de la mesa y salió hacía la terraza. Había retos que un hombre no puede pasar por alto aunque lo intentara, ese era uno de ellos. Renata le daba nula importancia a lo sucedido con la yegua, él intuía que había más detrás de ese incidente.

Exhaló y pensó en lo que debía escribir, entonces tipeó: No te enfades. Me preocupa que estés sola. No estoy allá, tampoco lo está Ray. Tus padres continúan fuera de México y Jaime me pareció una buena opción. Piccola, llevó mal, no estar contigo. ¿Puedo llamarte? Necesito oírte...

Esperó observando la pantalla del móvil mientras lo sacaba de quicio la maldita leyenda: Piccola escribiendo...

«Más tarde...ahora no. Tu Renata.» leyó y sacudió la cabeza. Bien, se dijo a sí mismo. Reni estaba enfadada, pero al parecer lo comprendía y no se cerraba a que se llamaran después. A menudo ella solía poner a prueba sus dotes de negociador, pero en esta ocasión al menos parecía dispuesta a "estudiar la propuesta".

Vale. Tu Fabio tipeó él y presionó enviar.

—¿Está muy cabreada? —inquirió Ray cuando volvió a la mesa.

—¡Ya te digo! Tanto que no ha cogido el móvil cuando la llamé y solo me ha escrito por whatsapp.

—Bueno, peor escenario sería que ni siquiera te hubiera escrito. Termines de comer y vamos de una vez a los almacenes del puerto. Si logramos respuestas hoy mismo, mañana volvemos temprano y la contentas.

Ray tenía la risa en los ojos. Era obvio que encontraba aquello muy divertido.

—Te veo muy contentito, ¿no te preocupa que también AnaPau esté de uñas, o por el contrario más que encantada de ver a Jaime?

Los brillantes y oliváceos ojos destellaron con un dejo de ira mientras Ray levantaba su botella de cerveza y bebía un largo trago de esta. Cuando colocó la cerveza sobre la mesa, su expresión estaba de nuevo compuesta.

—Vale, me callo —expresó Fabio levantando los brazos y atacó su plato.

Indestructible By Disturbed  llenaba con su heavy metal la cabina del Volvo de Fabio, mientras seguía las indicaciones del GPS para ubicar el misterioso almacén del que se suponía era dueño. Una llamada entrante interrumpió la reproducción. Él nomire de Renata apareció en la pantalla y Ray sugirió que detuviera la camioneta y la atendiera tranquilo.

—Ciao, piccola —saludó apartándose del Volvo.

—Fabio...— susurró suave, parecía tranquila.

Al escuchar su nombre en sus labios sintió recuperar la calidez, que creía se le había escapado cuando no tomó su llamada anterior. Suspiró.

--Piccola, ¿cómo estás amore ? ¿Sigues cabreada? Intenta comprender que eres lo más preciado para mí. —Un leve carraspeó negativo se escuchó al otro lado de la línea.

—Me enfadé, es cierto. Pero también comprendo tu necesidad de cuidarme, es equivalente a la mía por preservar tu bienestar. ¿Cómo va todo? ¿Encontraron el almacén?

Los labios de Fabio se curvaron en una sonrisa, Renata había olvidado el enfado y se mostraba interesada en la situación que ellos investigaban.

—Vamos en camino —exhaló él—. No sé lo que vamos a encontrar y tampoco sé...¡¿Qué estoy haciendo aquí Renata, si lo único que quiero es estar contigo?! —. Su tono fue más desesperado de lo que él mismo hubiera pensado y se sorprendió.

—Amore yo también te echo de menos, pero ambos sabemos que no estarás tranquilo hasta descubrir ese asunto en el puerto.

—Independientemente de lo que encuentre, regresaré hoy mismo, aunque tenga que conducir toda la noche.

—¡No, claro que no! Apenas dormiste anoche y seguro manejaste todo el camino de ida. Debes descansar o al menos intentarlo, pasen la noche en el puerto y regresen mañana.

—Me haces falta.

—Y tú a mí, pero te necesito en una pieza. Promete que no viajaras hoy por la noche.

—Lo prometo, piccola. ¿Prometes que te cuidaras mientras no estoy?

—Lo haré.

—Amore, ti ho pensato tuto il giorno.Tu sei la donna che si innamora di ognuno dei miei battiti del cuore .(Amor, te he pensado todo el día. Eres la mujer que enamora cada latido de mi corazón).

—La mia anima ama solo la tua (Mi alma solo ama a la tuya) —susurró ella.

—¡Adoro oírte hablando en Italiano! —declaró con una enorme sonrisa— Y me encanta lo que haces con mi sonrisa, cuando te escucho decir mi nombre.

—Tú también eres la causa de todas mis sonrisas. Te amo, Fabio.

Los labios del italiano se extendieron en una gran sonrisa, Renata estaba en su sangre y él la adoraba por encima de todo.

—Mia bella, debo irme. Tu hermano comienza a impacientarse. Te amo.

Volvió al asiento del conductor y encendió deprisa el motor.

—Mejor te quitas esa sonrisa, ¡que después del gusto, viene el susto! —dijo Ray sin escatimar en tomarle el pelo como siempre.

—¿Otro dicho de AnaPau? ¿Se contagia, cierto? —cuestionó Fabio sonriente tras incorporarse al camino siguiendo las instrucciones del GPS.

—Vista al frente —indicó Ray y los dos estallaron a carcajadas.

Al llegar al fin de la ruta trazada, bajaron de la camioneta de Fabio, encontrándose con un lugar enorme, desolado. Ubicado en el Puerto, pero alejado de toda la actividad comercial y la aduana.

—¿Tenemos el domicilio correcto, hermano? —preguntó Ray ante el enorme predio que tenían enfrente.

—Aurelio extrajo el domicilio de los documentos de propiedad y el GPS nos ha traído hasta acá —aseveró—. Venga. Nosotros podemos con esto —afirmó Fabio al estudiar la altura de la valla metálica que cercaba el predio.

Sin que presentara un problema para ellos la atravesaron en segundos. Al fondo se vislumbraba un embarcadero y un almacén. El horario laboral no había concluido, pero no había rastros de ningún empleado o vigilantes cerca.

En el acceso al edificio, se encontraron con un inconveniente. La caja automática que controlaba el almacén pedía una clave silábica.

—Pues, hasta aquí llegamos con la excursión hermano —bufó Ray molesto por la situación.

—Apártate, intentaré algo —pidió Fabio.

Accedió a la pantalla y tecleó FLORENCIA. La pantalla desplegó una leyenda de error. Probó con ANTONELLA y nuevamente marcó error.

—¡Merda! —maldijo molesto y golpeó el muro del almacén.

Se alejó unos pasos y se frotó la parte posterior del cuello. Habían llegado muy lejos con muy poco y no quería dar la vuelta e irse. Si Antonella estaba detrás de eso, la clave debía ser algo que solo ellos dos conocieran bien, un nombre con significado. En su mente apareció la opción más idónea y se volvió hacia su socio.

—Creo que sé la clave, pero si equivoco el código se activará la alarma —advirtió a Ray.

—Venga, ya llegamos hasta aquí, estoy contigo —animó Ray.

Fabio miro ceñudo la pantalla y luego volvió a teclear sobre ella DIBARI. El sonido sordo de una chicharra se dejó escuchar y la puerta lateral del almacén se abrió poco después.

Compartiendo una mirada de cautela, avanzaron para investigar. Se encontraron con una nave industrial de enormes proporciones. Las luces del interior reaccionaron a su movimiento e iluminaron la estancia al completo.

Caminaron hasta el borde de una escalera. Abatido por la sorpresa, Fabio se sintió golpeado directo en el estómago y debió sostenerse de la baranda. Le pareció como si la tierra se le abriera a los pies. Como un autómata y sin poder hablar bajó la escalera metálica. Sus sienes palpitaban, repitiendo el golpeteo de su corazón.

—¡¿Qué cojones es esto?! —rugió Ray detrás suyo.

—Es... el Elissabetta —contestó el italiano con la boca seca—. El yate de mis padres

Fabio marcó el paso alrededor de la prueba más cruda de la angustiosa muerte de sus padres. El lujoso yate que antaño había tenido una capacidad para ocho personas y en el que sus padres habían disfrutado de grandes veranos en aguas del Mediterráneo, se hallaba partido en tres trozos frente a él. «¡¿Che cazzo è questo?!» maldijo en su mente mientras se pasaba los dedos por el cabello. Nervioso. Ofuscado. Tomó su móvil y rápidamente introdujo el marcado rápido.

—Fabio esperaba que llamaras, infiero que ya estás en el almacén. ¿Qué necesitas que haga? —Aurelio, su contralor, respondió en el otro extremo.

El hombre era además un amigo muy cercano de su familia, sobre todo a su tía Antonella por quien tenía devoción. Haría lo que fuera por ella, por ayudarla.

Sus palabras le confirmaron que todo los eventos que venían sucediéndose desde días pasados, formaban parte de un plan bien diseñado por Antonella para que él descubriera por sí mismo los restos del yate. Sintió como si acabara de recibir una patada en el estómago, y todos sus instintos le advirtieron que aún faltaba mucho para llegar a la verdad.

—Y yo infiero que tú sabías bien con lo que había de encontrarme acá —gruñó Vitale. El hombre respondió afirmativamente—. Quiero que me envíes ya mismo los reportes de esta investigación que inició tía Antonella —le ordenó—. Yo continuaré desde acá. Estoy lejos de ser un criminalista, pero esto no corresponde a un hundimiento por una tormenta.

Fabio observaba con dolor el objeto que se había convertido en la tumba de sus padres, mientras atendía a las palabras de Aurelio en el teléfono.

—Cuenta con ello. Y Fabio, perdona tanto secretismo  —se disculpó Marino—. Antonella no deseaba remover el avispero sin pruebas y también esta el hecho de que no sabemos quién esté involucrado en esto. Si vas a seguir investigando toma precauciones —le recomendó.

Fabio se pasó una mano por el rostro lentamente. Comprendía el actuar de su tía y no se lo reprochaba.

—Tengo a las personas indicadas para este trabajo —dijo finalmente—. Lo gestionaré de manera privada hasta tener todas las respuestas —prometió—. Algo me dice que vamos a tropezarnos con mucha mierda.

Sin embargo, se trataba de mucho más que eso. Se trataba de sus padres. Él juró en ese momento que encontraría la verdad de todo ese terror.

—Yo pienso igual —replicó Aurelio—. Te mantendré informado.

Fabio no sabía cómo procesar todo aquello rápidamente, pero estaba claro en algo y era que debía moverse. Volvió al lado de Ray y su amigo se estaba guardando el móvil en el bolsillo trasero de su vaquero.

—¿Y? —le preguntó serio.

En momentos como ese, Ray, tenía la cualidad de encerrar en un solo sonido, todas las interrogantes que normalmente haría, tales como:  ¿en que necesitas apoyo? ¿qué deseas que haga? ¿a quién carajos hay que reventar por causar esa desgracia? A una simple palabra. ¡Dios! Fabio en verdad valoraba que ese chico fuera su mejor amigo.

—Tía Antonella ha estado investigando, y cuando sus pesquisas la hicieron encontrarse con el Elisabetta decidió que era momento de que me involucrara.

Ray apretó los labios.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó poco después escrutándolo con una cautelosa mirada.

—Pfffff —. Cruzó los brazos a la altura del pecho, luego los abrió de nuevo y los dejo caer a los costados de su cuerpo. —Me encuentro de todo, hermano. Cabreado. Confundido. ¡Carajo! Es como volver a vivir ésa pesadilla, solo que más fuerte. Pero no me puedo echar a llorar en un rincón, ¿sabes? tenemos que movernos.

—He solicitado el almacén que tenemos en León. Ese que nunca usamos y hoy mismo nos llevamos esto para allá. La empresa de transportes llegará en un momento, pedí tres semirremolques.

Ray, en un instante, ya había montado una operación para apoyarlo al cien.

—Gracias, hermano. Tía Antonella, se ha tomado muchas molestias para enviar esto acá —continuó—. Descubriré  quién es responsable de esta destrucción, de este dolor. Te lo juro —afirmó Fabio permitiendo que la furia que lo envolvía se reflejará en su voz.

—Jaime, ¿lo has avisado ya?

—Lo llamaré ahora, ojalá que Alma también nos pueda ayudar.

—Bien, buscaré alguna herramienta en la camioneta para abrir el candado de la cerca. Ya vuelvo. Y también tenemos que abrir las puertas centrales para que se puedan cargar los contenedores.

—Gracias.

Ray desapareció con rumbo a la camioneta.

Fabio a pesar de lo amplio del almacén, sintió que sus muros se cernían sobre él. Un lacerante dolor en el pecho le hizo apretar los dientes y los puños. Dirigió sus pasos hacia el muelle.

En el horizonte el sol comenzaba a ocultarse. Fabio se encontró tragando saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta. Ojalá estuviera de ánimo para disfrutar de aquel sublime espectáculo. Ojalá estuviera Renata en sus brazos, seguro así se sentiría mejor, si ella estuviera ahí, ayudándole y conteniéndole con ese amor que le profesaba.

Inspiró el aroma salado del mar, paladeó su sabor y entonces se dejó absorber por la enormidad de aquel descubrimiento. Cayó de rodillas al borde del muelle, con ésa realidad golpeándolo con dureza. Permitió que la agonía que le inundaba el pecho emergiera y lloró de nuevo por sus padres.

¡Gracias por leer! Les dejo cariños, muchos, muchos.😘😘😘
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¡Nos leemos! 😉😘😘

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