PROHIBIDO

By Rierac

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Vera ha tenido dos hombres en su vida, uno es el padre de su hija, el otro alguien en quien no debería de hab... More

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 17

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By Rierac

Aelric no había aparecido por su habitación en toda la noche, y Vera tenía tanta prisa por salir de aquella casa, que había recogido sus cosas y las de la niña la noche antes, después de haber discutido con él.

Sigrid no había insistido en que se quedara, y eso había sido un alivio para ella, se había limitado a ayudarla a hacer el equipaje de Enya sin hacerle el más mínimo reproche. La relación con la niña les había hecho más cercanas, y ahora que comenzaba a conocerla, Vera se daba cuenta de que podrían llegar a ser grandes amigas.

Dado que Aelric había insistido en que se instalara en su dormitorio cuando llegaron, Vera sentía que estaba invadiendo su intimidad, y después de que ellos hubieran discutido y él se marchara enfadado, necesitaba salir de allí, para dejarle libre su propio espacio.

Ella tampoco había dormido, y después de comprobar que Enya estaba bien, se había pasado la noche dando vueltas por el dormitorio, y pensando en la manera de terminar con el chantaje al que estaban siendo sometidos.

Estaba mirando como amanecía por la ventana del dormitorio, cuando escuchó un golpe en la puerta. Al principio, el corazón le dio un vuelco, pensando que podía ser Aelric y temiendo un nuevo enfrentamiento entre ellos, que no estaba segura de poder soportar. Pero en seguida se dio cuenta de que no podía ser él, Aelric habría entrado directamente.

Sin decir una palabra, se acercó a la puerta y la abrió, esperando encontrarse con Sigrid o con su hermana Arwen, pero se sorprendió al ver a Kalen allí.

—Tu hermano no está aquí. –le respondió sin dejarle saludar.

—Lo sé. –Kalen no parecía muy tranquilo. — No he venido a hablar con él.

—Pasa. –le indicó Vera haciéndose a un lado y abriendo completamente la puerta.

Kalen dio unos pasos al frente y se detuvo, esperando a que cerrara la puerta y se volviera hacia él.

—Tenía que hablar contigo a solas antes de que os marchéis.

—¿Ha ocurrido algo más?

—No, Vera. Bueno... no al menos sobre ese tema.

—Kalen empiezas a preocuparme, ¿puedes decirme de una vez que es lo que te preocupa?

Kalen se apartó el flequillo de la frente con ambas manos, y Vera empezaba a sospechar que hacía bien en preocuparse.

—En primer lugar, quiero que sepas que no estoy de acuerdo con que os marchéis, y no por los mismos motivos que Aelric. –Vera se cruzó de brazos y le dio una mirada desafiante que él ignoró. — Como responsable de vuestra seguridad, sé que es mucho más fácil para todos manteos a salvo en esta casa. Ahora, tendremos que repartir los focos de atención, y como comprenderás, eso va a resultar mucho más complicado.

—Escúchame Kalen, —Vera dejó caer los brazos, así como su actitud desafiante. Sabía que él tenía razón, y el hecho de que estuviera diciéndoselo en privado y no delante de su hermano, le hacía sentir más respeto por él. — lo sé, pero también sabes que tengo que alejarme. He pasado la noche en vela repasando todo una y otra vez, y he recordado que ibas a tratar de inculpar a los socios que asistieron.

—Así es. Lo haré en cuanto encuentre las pruebas necesarias.

—Creo que mi declaración podía ser determinante en ello, y quiero que sepas que estoy dispuesta a acusarles.

Kalen, la miró en silencio sopesando lo que había dicho, sabía que aquello era peligroso para ella y que a su hermano no le iba a gustar lo más mínimo. Pero como agente, también sabía que no podían desperdiciar una oportunidad como aquella, y cualquier cosa que pudieran conseguir para luchar contra ellos les vendría bien.

—Sabes que tienen mucho poder. –le dijo tanteándola. — Tanto, que no sé si podremos mantenernos seguros si conseguimos lo que pretendemos, algo que, por otra parte, ellos se van a encargar de ponérnoslo bastante difícil.

—Soy consciente de todo, precisamente por eso me estoy ofreciendo. Creo que si unimos fuerzas tendremos más posibilidades de terminar con el Club.

Kalen se frotó la nuca con una mano, tampoco había podido dormir y el cansancio empezaba a pasarle factura.

—Está bien, —respondió al final. — pero quiero que tengas cuidado y que no hagas nada que pueda exponerte sin avisarme antes, ¿entendido?

—Sí, gracias.

—No me des las gracias, Vera. Hay otra cosa que te quiero pedir.

Vera suspiró, a pesar de su respuesta hosca, sabía que Kalen se preocupaba por ellas y empezaba a sospechar por donde iban los tiros.

—Se trata de Arwen. –le habló mirándola directamente a la cara, con la intención de que viera que era totalmente sincero. — He hablado con ella, le he descrito todas las razones por las que no es bueno que estemos juntos, y creo que he conseguido lo contrario de lo que me proponía. Tienes que ayudarme, Vera. Tienes que convencerla de que se aleje de mí.

—¿Tú no quieres mantener una relación con ella? – indagó prestando más atención a su expresión corporal que a su respuesta.

—¿Qué tiene eso que ver?

—Mucho, y acabas de responderme. — Cuando volvió a hablar lo hizo en un tono mucho más dulce y conciliador. — Mira, Kalen, comienzo a tener mis dudas, ¿sabes?

—¿A qué te refieres?

Los ojos de Kalen brillaban con nerviosismo y estaba aumentando a cada instante.

—Pues que ya no estoy tan segura de que Arwen no tenga razón.

—No puedes hacerme esto, Vera.

Kalen se veía tan derrotado que no se pudo negar.

—Está bien. Intentaré ayudarte, pero de una vez te advierto – le apuntó con su dedo índice sacudiéndose en el aire. — que no puedo controlar lo que ella siente. Le puedo dar un consejo, Kalen, pero mi hermana es lo bastante mayorcita como para hacer lo que le parezca.

—Eso me basta, Vera. Gracias. –el alivio se reflejaba en la expresión de su cara. — Sé que todo esto no es fácil para ti, y te juro que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que no os pase nada, a ninguna de las tres.

Vera se adelantó y lo rodeó con sus brazos. Kalen al principio se sorprendió, pero luego levantó los brazos y la abrazó también.

—Ten mucho cuidado, Kalen.

                                                                                            **********

Kalen las detuvo con una seña en la entrada del piso que las tres compartían. Él pasó en primer lugar, moviéndose sigilosamente hasta comprobar habitación por habitación asegurándose de que nadie había vuelto a entrar allí desde la última vez.

Arwen sentía los nervios a flor de piel, después del miedo que había pasado cuando habían entrado en la casa mientras ella dormía. Kalen regresó caminando tranquilo pero cabizbajo haciéndola sentir emociones contradictorias. Por un lado, sentía alivio al comprobar que nada extraño parecía haber ocurrido en su ausencia, y por otro, ese afán protector que le hacía desear quitar toda esa oscura tristeza que lo rodeaba.

—Todo en orden. A partir de ahora quiero que tengáis la absoluta certeza de que nadie va a acercarse a vosotras sin que mi hermano o yo estemos al tanto. Esta vez no les va a resultar tan sencillo saltarse las medidas de seguridad.

—Gracias, Kalen. Y por favor, intenta hacer entrar en razón a Aelric.

La expresión de Kalen se suavizó al escuchar a Vera preocuparse por su hermano.

—Lo haré si tú me prometes que no tomaras ninguna decisión precipitada sin consultarnos. –le dijo mirándola directamente a los ojos. –Sé que quieres hacer esto a tu manera, dejando a mi hermano fuera, pero no te engañes, esto ya no depende de ti, ni de lo que puedas desear. Y todos estamos del mismo lado. ¿De acuerdo?

Vera asintió retirando la mirada. Aelric estaba tan enojado que no se había despedido de ellas. Pensaba que había tomado una decisión equivocada y sabía que también lo pensaba Kalen aunque no se lo reprochara.

—Entonces, ya que todo parece estar claro, me marcho. Mandaré a alguien para que venga a recogerte y llevarte al trabajo. – dijo atreviéndose por fin a mirar a Arwen por primera vez desde que habían salido de la casa.

—Gracias, Kalen. –le respondió ella salvando la distancia entre ambos para darle un abrazo.

Kalen se separó casi inmediatamente, antes de que fuera incapaz de vencer el deseo de devolverle el abrazo y llevarla de vuelta con él. Se dispuso a salir hacia las escaleras sin decir nada más, cuando sintió el suave roce de una pequeña mano.

—Gracias, Kalen. –repitió la niña imitando el gesto de su tía.

Se agachó hasta que los dos pudieron mirarse directamente a los ojos. No podía negar que Enya tenía un gran parecido con su hermana Sigrid, y aquellos ojos le resultaban demasiado familiares. Pero la niña era la más inocente entre todos ellos, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para impedir que sufriera de ninguna forma.

Kalen hizo un intento por sonreír, y le revolvió el pelo con la mano antes de volver a ponerse en pie para salir inmediatamente de allí.

Antes de que le fuera imposible esconder lo que estaba sintiendo al ver como se marchaba, Arwen dio media vuelta y se dirigió a su dormitorio.

—Creo que será mejor que empecemos a recoger un poco todo este desorden. –le dijo a su hermana sin dejar de caminar por el pasillo.

Vera vio cómo se adentraba en la casa con su pequeña mochila al hombro y sus hombros hundidos, cerró los ojos por un momento deseando en silencio no haber cometido un error al tomar la decisión de alejarse de los Baum.

—Mami, ¿voy a volver al colegio?

Vera se agachó al lado de su hija, y le pasó un mechón de pelo tras la oreja acariciándole la mejilla al mismo tiempo.

—¿No echas de menos a tus amigos?

Enya apretó los labios para contener un puchero, mientras negaba con su cabeza.

—Echo más de menos a Sigrid y a Aelric.

La abrazó, hundiendo la cabeza de su hija contra su pecho a punto de romper a llorar al ver lo mucho que ella se estaba conteniendo.

—Lo sé, cariño. Mamá también los echa de menos, pero tienes que ir al colegio y seguir aprendiendo. Tu educación es muy importante, y cuando crezcas la necesitarás para salir adelante.

Enya ser revolvió entre los brazos de su madre para que la soltara, y la miró a la cara con una expresión llena de entusiasmo.

—¿Y podré trabajar como la tía Arwen y enseñar música como Sigrid?

Vera le sonrió, aliviada de haber sido capaz de alejar la tristeza de su hija, al menos por ese momento.

—Si eso es lo que deseas, así lo harás. Solo tienes que prometerme que estudiarás mucho para conseguirlo.

—Te lo prometo. –le dijo con una enorme sonrisa que alivió un poco la culpa en el corazón de Vera. – Voy a contárselo a Arwen.

Enya salió corriendo en busca de su tía, mientras Vera miraba a su alrededor. Todos los papeles que había en la casa estaban esparcidos por todas partes. Suspirando agarró su maleta y la de Enya para llevarlas a sus dormitorios. Enfocarse en poner en orden la casa sería una buena manera de intentar parar de darle vueltas a sus pensamientos, que no dejaban de atormentarle.

                                                                                         ***********

Aelric intentó centrarse en los documentos que Ian le había puesto sobre su escritorio, pero era imposible. Desde que Vera se había marchado no había podido pensar con claridad. No podía dejar de darle vueltas a aquel asunto intentando buscar una solución. Se sentía muy dolido por la falta de confianza que había demostrado ella en su capacidad para resolver el problema y mantenerlas a salvo. Tanto que no había sido capaz de despedirse de ellas.

—¿Aelric? ¿Ocurre algo?

La voz de Ian hizo que volviera a centrarse en lo que tenía delante.

—No. Todo parece en orden. Además, confío en ti, sé que lo habrás repasado concienzudamente antes de presentármelo.

Cogió su pluma y comenzó a estampar su firma en los documentos.

—Eso no es suficiente para que los firmes sin leerlos siquiera, Aelric. – Ian se inclinó hacia delante, en el asiento que ocupaba frente a su jefe y amigo y colocó una mano sobre los papeles para obligarle a dejar de firmarlos. — Sé que estás preocupado y que es por ella, y que eso no te está dejando hacer correctamente tu trabajo.

Aelric se levantó visiblemente molesto de su sillón, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón y dándole la espalda a su amigo.

—A veces resulta bastante difícil que me conozcas tan bien, Ian.

Ian, sonrió acomodándose en su asiento.

—Sabes que puedes contar con mi ayuda incondicional, así que... cuéntamelo.

—Ha vuelto a dejarme.

Ian conocía toda la historia de la relación que su amigo mantenía con Vera, de manera que sabía cuánto afectaba a Aelric lo que acababa de contarle.

—¿Estás seguro? Los dos sabemos que sus sentimientos por ti son demasiado profundos para que puedan cambiar tan de repente.

—Está intentando protegerme. –le respondió todavía dándole la espalda.

Ian fijó la vista en el proyecto sobre el escritorio que habían dejado sin firmar. Se trataba de uno de los proyectos más brillantes que Aelric había realizado para la empresa años atrás, cuando todavía era un recién titulado ingeniero que intentaba contribuir con su trabajo en el crecimiento de la empresa que su padre dirigía. Había sido pospuesto en varias ocasiones mientras Finn la había dirigido, e Ian sabía perfectamente la razón.

—¿Tiene algo que ver con este proyecto?

Dándose la vuelta, Aelric volvió a tomar asiento frente a su amigo. No tenía sentido negarle ninguna información, ya que era él la persona encargada de todas las medidas legales de la empresa.

—Podríamos decir, que ahora comprendo de primera mano los motivos que llevaron a mi padre a retrasarlo durante todos estos años.

—Podemos estudiar tomar otras medidas si con eso conseguimos que te dejen en paz.

Aelric agarró su pluma de encima de su escritorio y pasó los dedos por el grabado. Había sido un regalo de Vera y al recodarla volvió a sentirse dolido y enojado.

—No podemos posponer esto eternamente, Ian. No es justo. No estoy dispuesto a ceder delante de ellos. Esta vez voy a llevarlo hasta las últimas consecuencias.

Lanzó de nuevo la pluma con rabia sobre la superficie del escritorio y esta estuvo a punto de caer por el otro lado. Ian sabía que estaba a punto de perder los estribos, y eso no era algo habitual en su amigo.

—No es que quiera disuadirte, Aelric. Compréndeme. Pero no solo como abogado, sino como amigo tuyo, debo advertirte que resulta mucho más fácil decirlo que hacerlo. Sabes de lo que son capaces, y puede que no te gusten las consecuencias que traiga todo esto.

—¿Tienes toda la información que recopiló mi padre sobre el Club durante todos estos años?

Ian se dio cuenta de que su amigo ya había tomado una decisión que le llevaría hasta el final cuando había ignorado completamente su advertencia.

—Por supuesto. Pero si vas con ella a la policía o incluso a algún órgano superior, sabes que no moverán un dedo en su contra sin encontrarse con toda clase de impedimentos, incluso puede que tu denuncia no llegue a ninguna parte. Y no podemos obviar que tu familia ha sido parte del Club por generaciones, también os veréis afectados por esto. Incluso puede que lo vuelvan en tu contra.

—Lo sé. Pero tengo un plan. Esta vez voy a ser capaz de guardar nuestras espaldas, y ahora que Kalen está de vuelta, sé que podemos lograrlo juntos.

Ian arqueó una de sus cejas oscuras, y le miró por encima de sus gafas. Aelric le conocía lo suficiente como saber que independientemente de que estuviera de acuerdo o no con su decisión, no se opondría.

—Te preparé un dosier con toda la información, cuando antes.

—Gracias, Ian.

Aelric tomó la pluma y terminó de firmar los papeles del proyecto. Cuando su amigo los recogió de nuevo y se puso en pie para marcharse, decidió hacerle una petición más.

—Quería pedirte un favor personal, además.

—Sabes que te ayudaré en todo lo que pueda.

Aelric sabía que estaba muy agradecido porque pensaba que le había favorecido recomendándoselo a su padre para ocupar el puesto que ostentaba en su empresa. Estaba al tanto de sus capacidades y también de sus complejos, por eso no había intentado nunca convencerle de que estaba equivocado. Sabía que la mejor forma de hacerle comprender que era una persona muy valiosa para cualquiera, eran los hechos, así que siempre había dejado que Ian demostrara su eficiencia y que fueran los demás los que le mostraran su verdadero valor. Por eso había fingido no enterarse de su relación con Sigrid, ni de cómo había puesto fin a ella.

—Lo sé, por eso voy a pedirte, este favor. El Club me ha pedido que acudamos los tres a la cena aludiendo que es una bienvenida, incluyendo a Sigrid, y me sentiría más tranquilo si va acompañada por ti. Los dos sabemos que están tramando la manera de acorralarnos. Por eso, independientemente de cómo esté la relación entre vosotros, si esto llegara a salir mal, te pido que te ocupes de sacar a Sigrid de allí y de cualquiera de sus intrigas. Quiero que la protejas. ¿Puedo confiar en que lo harás?

Ian al principio se quedó estupefacto con las palabras de su amigo. Creía que no estaba enterado de lo que había sucedido entre su hermana y él, pero le había confirmado que estaba equivocado. Cuando fue capaz de reaccionar, se dio cuenta de que estaba esperando su respuesta.

—Sabes que sí.

Aelric respiró aliviado.

—No es que lo dude, Ian. No quiero interferir entre vosotros. Pero eres la persona más leal que conozco, y sé que la quieres lo suficiente como para mantenerla a salvo. Pero no le digas que yo te lo pedí.

—Lo hubiera hecho, aunque no me lo hubieras pedido.

Aelric asintió, y vio cómo su amigo salía del despacho visiblemente más preocupado de lo que había estado antes.

                                                                                          *************

Kalen y Aelric habían estado acordando un plan para intentar sacar al Club de sus vidas, ya que los dos estaban de acuerdo en que por mucho empeño que pusiera Vera en alejarse de ellos, no les iban a dejar en paz. Aelric quería aprovechar la ocasión que les habían puesto en bandeja y fingir participar con ellos, para intentar destruirlos desde dentro, tal y como había intentado su padre con anterioridad.

Que el Club de la sociedad les hubiera pedido que acudieran los tres juntos, no le convencía demasiado, sobre todo porque le ponía muy nervioso tener que estar pendiente de los movimientos de Sigrid durante la reunión. Pero Kalen sabía además que Aelric no era como él. No tenía ninguna preparación como agente infiltrado y tampoco en defensa, así que después de sopesar los pros y los contras, la posibilidad de que fueran juntos no le pareció tan mala opción. De esa manera él mismo podría encargarse de cualquier situación que pudiera poner en peligro a sus hermanos.

—¿Tu de nuevo? –escuchó la voz de Amann preguntarle al otro lado del teléfono.

—Necesitamos hacer un trato, amigo.

—¿Vais a tirar de la manta?

—Vamos a intentarlo, sí. Pero necesito que nos den total inmunidad.

El silencio momentáneo de Amann decía más que las palabras. Y Kalen sabía que su amigo no estaba conforme con la decisión que habían tomado, como también sabía que tenía toda la razón. Una vez todo saltara por los aires, no habría fuerza capaz de mantenerlos a salvo.

—¿Eres consciente de que en estos momentos os están investigando al mismo tiempo que a ellos?

—Que lo haya dejado no quiere decir que me haya convertido en un idiota integral. Por eso estoy haciendo el pedido.

Escuchó a Amann resoplar por el auricular, y sabía perfectamente lo preocupado que estaba.

—Está bien. Lo hablaré en las altas esferas y te llamaré cuando esté seguro de que lo han tomado en serio.

—Gracias, te lo compensaré, te lo prometo.

—¿SABES DÓNDE TE PUEDES METER TU JODIDO DINERO, CAPULLO? – Kalen tuvo que apartar el teléfono de su oreja cuando los gritos de su amigo comenzaron a llegarle en respuesta. – ¿CREES QUE ESTOY HACIENDO ESTO POR LO QUE ME PAGAS? ¿POR QUIÉN ME TOMAS? MIRA PUEDES IRTE A LA MIE...

Kalen se acercó al teléfono para interrumpir los insultos y el griterío de Amann antes de que enterara a todos a su alrededor.

—¡CALLA DE UNA VEZ! Sé perfectamente por qué lo haces. Y también sé que es tu trabajo, y por eso te pago, además, no es algo que puedas hacer tú solo, tendrás que darles algún buen motivo a los demás para que lo hagan.

La línea quedó en silencio, pero aun podía escuchar la respiración agitada de su amigo al otro lado. Después de unos segundos más llegó su respuesta.

—Escúchame bien. Haré lo que pides, pero tienes que tener en cuenta que, no importa lo que prometan, ellos no podrán detener cualquier represalia que salga desde el otro lado. Y cuando se vean acorralados, no dudes que habrá represalias. Irán a por ti, a por tu familia, y a por esa tía que te ha pillado.

—A mí no me ha pillado nad...

Amann no le dejó terminar.

—¡Mierda, hermano! Esta vez vas a hacer que pringuemos todos.

Y sin dejarle responder, cortó la llamada, haciendo que su sentimiento de culpa subiera dos puntos más.

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