ESTÁTICA

By Asuka_Kirishima

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La Orden rescató a Draco y Lucius Malfoy después de que Lord Voldemort se volvió en contra de ellos. Todos lo... More

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By Asuka_Kirishima


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Cuando Draco despertó, su primer pensamiento fue Granger. Se estremeció y se maldijo por pensar en ella tan rápido. Sí, estaba agradecido de que no los haya acusado por lo que él hizo, pero él no lo haría, no podía empezar pensando en ella con otra cosa que no fuera desprecio. Ella era aún una sangre sucia. Él seguía siendo el mismo. Ningún acto de amabilidad cambiaría eso. Él no empezaría a preocuparse por ella.

Granger.

Se levantó de su cama muy enojado y se echó agua a la cara. Sus ojos grises le devolvieron la mirada desde el espejo, retándolo a reconocer lo que quería hacer.

Sólo quería asegurarse de que ella estaba bien.

Sólo quería chequear.

Granger.

Draco acechaba por el pasillo que daba hacia el dormitorio de Granger, se agitaba con cada paso. Esto es estúpido. No es mi deber preocuparme por ella.

La puerta ya estaba abierta, así que echó un vistazo.

Granger no estaba, sólo una cama recién hecha.

Dejó escapar un profundo suspiro.

Hermione estaba en la cocina, preparando el desayuno. Su padre estaba sentado a la mesa, leyendo otro libro. Ella lo miró cuando entró a la cocina. Pudo ver los moretones alrededor de los cortes ya cerrados, el enrojecimiento en su cuello, lo hizo encogerse por dentro. El encantamiento desilusionador se había desvanecido.

Sus ojos se encontraron, y por un breve segundo, Draco sentía el perdón sobre sus facciones. Se quedó viéndola, inseguro, sintiéndose como un manojo de nervios. Él la había atacado. ¿Por qué ella estaba haciendo esto? ¿Por qué le daba una oportunidad? Ella lo confundía.

Hermione rompió el contacto, miró hacia abajo y continuó cocinando, así que Draco se sentó y esperó en un silencio incómodo.

Cuando ella le sirvió el desayuno a su padre, Draco vio que Lucius le sonrió a Hermione. No era una sonrisa maliciosa, y tampoco una mueca. Sólo una expresión de gratitud.

Por un momento Draco sintió celos por el coraje de su padre.

El desayuno fue colocado delante de él y comieron en silencio.

—Voy a necesitar revisar su pierna hoy —habló inesperadamente, su tenedor estaba a mitad de camino hacia su boca. Para ser exactos, ella no estaba viendo a Lucius, pero él de todas formas asintió, y dio vuelta a otra página de su libro.

Ella terminó su comida y limpió la mesa.

—Gracias —dijo Draco al mismo tiempo que ella cogía su plato. No estaba seguro sobre qué le estaba dando las gracias. Sólo quería que ella supiera. Que él estaba agradecido. Por todo.

Ella se quedó sorprendida por un momento, y luego le sonrió. Giró y empezó a lavar los platos.

Ella sonrió. Hacia mí.

Él se sintió abochornado e incómodo, así que echó a correr a su habitación, determinado a sumergirse en un libro ése día. Cualquier cosa con tal de no pensar en cómo lucían los labios de Granger cuando se curvaban hacia arriba. Casi como la vieja Granger, la que siempre sonreía. Se preguntó si alguna vez ella volvería a reír.

Draco renegó. No podía pensar más en ella.

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—Granger, no quiero leer ninguno de los libros que tienes —Draco se quejó una hora después. La biblioteca estaba repleta de textos de investigación, historias, tomos históricos, pero nada llamaba su atención hoy. Había permanecido allí por una eternidad, hojeando página tras página, incrementando su frustración, antes de decidir molestarla al respecto. No había nada más que hacer.

Ella lo miró desde su sitio en el sofá donde revisaba el vendaje de Lucius.

—¿Y?

Draco resopló con fastidio. Estaba aburrido, y ya que no quería arriesgarse a molestarla hoy, él necesitaba buscar algo en lo que ocupar su tiempo. Ella pronto se iría a su trabajo y luego él estaría muy inquieto.

Hermione lo miró y luego señaló a una de las alacenas de la cocina.

—Hay un tablero de ajedrez mágico allí. Puedes jugar con tu padre si quieres.

Los oídos de Draco se agudizaron. No había jugado ajedrez mágico en años.

—¿Qué, acaso no juegas, Granger? —sonrió de lado.

Ella negó con la cabeza y volvió a concentrarse en revisar la pierna de su padre. —No. Nunca le entendí el truco.

—Espera —dijo—¿Quieres decir de que hay algo en lo que Hermione Granger no es buena? —A pesar de que sonó como una burla, se dio cuenta demasiado tarde de que en realidad era un halago.

—Y volar —dijo, su rostro palideció ligeramente—. Soy una mierda volando. Es la altura, ya sabes.

Sin ninguna otra palabra, ella empacó sus cosas y salió de la habitación.

Lucius observó a Draco por un momento.

—¿Te decidiste por ser civilizado, no?

Draco realmente no lo había decidido, pero se le ocurrió que tal vez valía la pena intentarlo.

Ser civilizado no era ser amable. No era afecto. No era lealtad. Era sólo actuar con menos veneno de lo normal. Él se las podía arreglar.

Él gruñó. —No puedo lastimarla, supongo. Estamos atorados aquí, después de todo.

—¿Por qué supones que ella hizo eso? —dijo Lucius, parecía intrigado, con la mirada perdida hacia la habitación de Hermione. Obviamente él se refería al hecho de que estuvieron a punto de ser entregados de vuelta a los mortífagos sólo horas antes—. De lo contrario ahora estaríamos muertos.

Lucius estaba, al igual que su hijo, perplejo por el incidente. Hermione había sido malherida; Lucius observaba horrorizado mientras Draco sacaba pieza por pieza de cristal de su piel, cabello, cabeza. La bañera estaba cubierta de sangre cuando había terminado y Draco torpemente la había envuelto lo mejor que pudo, aterrorizado murmurando sus disculpas en voz baja. Ambos Malfoy esperaban morir. Ella no había dicho ninguna palabra para contradecir sus creencias.

Luego ella fue y los perdonó, sin ninguna elaboración o explicación. No los sometió y tampoco detalló ningún tipo de chantaje. En pocas palabras, no se comportaba como nadie que hayan conocido.

Hermione Granger era rara, Lucius lo confirmó por sí mismo. Víctima de un colapso mental, ciertamente, encerrada en un sueño extraño donde ocasionalmente salía de la normalidad y dejaba de hablar.

Pero últimamente había estado menos y menos distraída. Casi locuaz, considerando como era antes. Ella había cuidado a los Malfoy, y no parecía molestarle hacer eso. Eran siempre bien alimentados. Su casa terminó siendo un poco más que un refugio para todos ellos, de alguna u otra forma.

—No tengo idea —dijo Draco calmadamente, sacando a Lucius fuera de sus pensamientos—. No la entiendo.

Ambos hombres se quedaron inmóviles por un minuto, antes de que Draco dijera —: ¿Te apetece un juego de ajedrez mágico?

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Una semana después, Draco le ofreció a Hermione enseñarle a jugar ajedrez.

—Soy mala en eso —declinó, dejando caer las cuerdas negras de la maldición en la ya usual cubeta y retirando sus manos del pecho expuesto de Draco. La cubeta estaba a mitad de llenarse, repleta de una sustancia negra que lucía como petróleo crudo. Eso le daba escalofríos a Draco de tan sólo mirarlo.

—Soy buen maestro —respondió, deseando por un fugaz momento que ella volviera a colocar sus manos en su pecho. Trató de no pensar en la razón. Era agradable. Ya estaba acostumbrado. Eso era todo.

—Ron trató. Nunca lo entendí. —Ella se limpió las manos y colocó una franela en su pecho, limpiando la poción roja. Le gustaba que siempre fuese directa. Sin rodeos.

—Weasley es un maldito pendejo. Puedo enseñarte adecuadamente.

Sus dedos rozaron sus costillas y él se estremeció.

—Ponte tu camisa —dijo—. Estás helado.

No le importó contradecirla.

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Una semana después de eso, ella finalmente aceptó.

—No entiendo por qué me estás presionando tanto —dijo enojada.

Hermione no se había dado cuenta de que últimamente estaba demostrando sus emociones con regularidad, pero Draco sí lo hizo. Incluso la molestia pasajera era mejor que sus ojos muertos. Él disfrutaba cada vez que ella dejaba escapar una sonrisa, o el ceño fruncido, o una mirada pensativa... le recordaba como solía ser ella.

—Granger, te estoy haciendo un favor. Sé que te mataría no ser buena en algo.

Ella puso los ojos en blanco y luego resquebrajó una sonrisa, caminando hacia la cocina para sacar el juego.

Draco captó los ojos de su padre y Lucius arqueó una ceja.

Bien, tal vez dos personas habían notado que ella había empezado a mostrar emoción alguna.

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Dos semanas después, Ron y Harry fueron heridos durante una misión, y no volvieron al Cuartel como estaba planeado. En la confusión, nadie de la Orden recordó informar a Hermione. El extraño trío se sentó en la sala, tratando de ignorar las miradas ansiosas de Hermione hacia la chimenea.

—Granger, deja de mirar a la chimenea —Draco rompió el silencio—. Ellos vendrán. Vienen todas las noches.

Ella suspiró. —Tienes razón. Sólo que ellos usualmente no llegan tarde. Me preocupa. —Jugueteó con sus manos. Draco notó que temblaban.

Ah, sí, su adicción.

Lucius levantó la mirada de su libro y la observó por un minuto.

—Si quieres descansar, podemos enviarlos a tu cuarto cuando lleguen. Estoy seguro que llegarán dentro de poco.

Lo dijo en un tono tan amable que sorprendió a Draco ¿A qué quería jugar? Sin embargo, Hermione no notó la diferencia y asintió con rapidez.

—Bien. Gracias. Estaré en mi cuarto.

Después de que se fue, Draco arqueó una ceja a su padre y dijo—: ¿Te decidiste por ser civilizado, no?

Lucius lo ignoró y volteó otra página de su libro.

—A este paso terminarás leyendo toda su colección, padre.

—No hay problema. Ella ordena más por correo cada semana ¿no lo habías notado?

Sí lo había hecho, pero no quería admitir lo seguido que la miraba cuando nadie más lo hacía.

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Pasó otra hora y Draco intercambió miradas con Lucius.

—Ellos no vendrán ¿Crees que fueron asesinados?

—Por el bien de ella, espero que no —respondió Lucius secamente—. No creo que su mente pueda sobrellevarlo.

—Debería ir a verla —dijo Draco y antes de que su padre pudiera protestar, se levantó y caminó hacia su habitación.

Entreabrió la puerta y la encontró durmiendo con su ropa encima de la cama, encogida en posición fetal con el cabello cubriendo su cara.

Sin pensarlo, caminó hacia ella y suavemente retiró el cabello de sus ojos.

—Me confundes, Granger —susurró.

La cubrió cuidadosamente con la sábana y salió de la habitación, deseando saber cuándo había empezado a disfrutar de su compañía.

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Despertó horas después con el sonido de gritos de tortura.

Ambos, él y su padre corrieron hacia el pasillo al mismo tiempo, buscando frenéticamente alrededor por algún intruso.

Los gritos provenían de la habitación de Hermione. Draco abrió de golpe la puerta por el pánico.

Hermione estaba en su cama, sus ojos abiertos por el terror, viendo algo que los demás no podían. Había arrojado las sábanas y acurrucado en la esquina, llorando histéricamente y tirándose de los cabellos. Dejó escapar otro grito que hizo zumbar de dolor los oídos de Draco.

—¡Granger! —gritó.

Sus ojos estaban muy abiertos, pero mirando a través de él mientras continuaba gritando. Empezó a arañar sus brazos con sus uñas, presionando tan fuerte que empezó a brotar sangre.

—¡Sálvalos! —chilló, llorando aún más fuerte.

—Pesadillas —murmuró Lucius detrás de él —. Pero jamás había visto algo así.

—¡Granger despierta! —gritó Draco, claramente dándose cuenta demasiado tarde del por qué Potter y Weasley eran tan cuidadosos manteniendo su adicción. Maldición ¿por qué no vinieron? ¿No pudieron elegir otro día para desaparecer?

En lugar de responder, ella saltó de la cama y derribó a ambos hombres mientras corría fuera de la habitación, gritando por el miedo.

Draco corrió detrás de ella y la encontró en la cocina. Ella sostenía un gran cuchillo de carnicero, luciendo poseída.

—Granger, cálmate —dijo, deseando sonar seguro. Escuchó a su padre cojear detrás de él.

—Merlín, ella es peligrosa, Draco —dijo sin aliento—. Ni siquiera nos reconoce.

Hermione empezó a gritar, cortando el aire con el cuchillo. Su cara estaba brillando por las lágrimas y sus brazos chorreando sangre.

—Alguien tiene que salvarlos —susurró, avanzando hacia ellos.

—Granger, sólo somos nosotros... Draco y Lucius... vivimos contigo, Granger. Nos conoces. Deja el...

Ella arremetió.

La punta del cuchillo alcanzó el antebrazo de Draco y él siseó de dolor mientras intentaba quitarle el cuchillo de sus manos. Ella forcejeó violentamente, pateando y mordiendo, gritando como si estuviera siendo torturada.

Tirando violentamente el cuchillo lejos, se lo dejó a su padre y bruscamente cogió a la mujer gritando. Su brazo había sido cortado, pero era una pequeña herida y la ignoró. No se desangraría, de todos modos.

—Esconde esto. Yo la controlo.

Lucius no necesitaba ningún estímulo, y se alejó cojeando.

Hermione lloraba a gritos ahora, sus pequeñas manos abriéndose y cerrándose mientras lloraba en su pecho. Draco sintió su corazón sobresaltarse al mismo tiempo que él presionaba su cara contra su cuello, ella envolvió sus brazos alrededor de sus hombros. Se sentía tan frágil.

—Maldición Granger, pudiste haberme alertado de que te convertías en un monstruo por las noches —murmuró contra su cabeza—. Pudiste haberte lastimado. O a mí, añadió mentalmente, preguntándose por qué no dijo ésa parte en voz alta.

Caminó hacia el sofá, acunándola en sus brazos y se sentó con ella sobre su regazo.

—Ahora ni siquiera te pueden dejar sola —murmuró—. Tan pronto lo hicieran me atravesarías el corazón. ¿Qué se supone que haga contigo, pequeña tonta?

Ella continuó llorando como si no lo escuchara, y él no estaba seguro si ella ya había despertado. Él apretó más sus abrazos alrededor de ella con un suspiro y notó que se había calmado un poco ante el gesto.

Sus sollozos se fueron calmando poco a poco, hasta que ella terminó hipando en su pecho. Draco trataba de no moverse, dejando que sus brazos la envolvieran y descartando el deseo de seguir consolándola. Sería fácil acariciar su espalda o tratar de acercarla más a él. No se lo podía permitir. Ella estaba fuera de sí. Drásticamente fuera. En todas las formas.

Después de un tiempo su respiración empezó a ser lenta.

—¿Qué te hizo esto, Granger? —dijo Draco, calmadamente, dejando posar su mentón sobre su cabeza. Ella olía a jazmín. Se suponía que ya lo había notado, pero nunca le puso nombre al aroma. Ahora Granger siempre olería a jazmín para él.

Buscó una respuesta, pero ella ya estaba dormida.

Lentamente, se dejó caer dormido, asombrándose de la extraña sensación de abrazar el cuerpo de Hermione contra el suyo.

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Hermione entreabrió su ojo derecho y supo que algo estaba terriblemente mal.

La primera cosa que vio fue su propio brazo, y estaba cubierto por rasguños aún sangrando. Sabía que esos rasguños significaban algo. Se había dormido sin beber su poción. Podía estar en cualquier sitio ahora. Ella solía correr toda la noche antes de que Harry y Ron empezaran a vigilar su habitación, decidiéndose finalmente por la poción como la mejor forma de mantenerla calmada.

Claramente, esta vez no había corrido durante toda la noche. Reconoció su sofá y las partes de su pared que lentamente empezaban a visualizarse. Aún estaba en su casa, gracias a Merlín.

Estaba sentada sobre alguien. Había unos brazos alrededor de ella y una manta cubriéndola a la altura de la cintura. Su cabeza estaba en el pecho de alguien. La persona estaba dormida, si es que su respiración profunda era una indicación de ello.

Hermione se decía a sí misma que no gritaría.

¿Quién me está abrazando?

El abrazo era firme y afectuoso, la punta de los dedos se esa persona descansaban sobre sus costillas, la otra mano acunaba su cabeza. Tal vez Harry o Ron habían llegado en medio de su ataque y se quedaron con ella para mantener a todos a salvo. Ella deseó que fuera la explicación más indicada, pero cuando tomó profundamente aire, su estómago se hundió.

Harry siempre olía a ropa recién lavada. Incluso en los días que tenían alguna misión, él olía a detergente de limón y aire fresco. Era su marca registrada—Hermione apostaría su vida por ello.

Ron olía a pasto y al jabón suave que Molly siempre compraba. El olía así desde el día en que se conocieron y sabía que jamás cambiaría.

Quienquiera que la estuviera abrazando olía como a intenso sándalo. A menos que Harry y Ron hayan cambiado drásticamente su aseo, probablemente ella no era abrazada por ninguno de ellos.

Eso dejó a Wolfgang, quien olía a romero, demasiado para ella, o uno de los Malfoy.

Sándalo. Eso debía ser algo de los Malfoy. Encajaba a la perfección.

Oh no.

Estaba siendo abrazada por alguno de los mortífagos que estaba bajo su cuidado. Y ella iba a adivinar que si estaba siendo abrazada de esta manera, había una posibilidad de que se había puesto violenta en la noche y haya necesitado ser frenada.

La probabilidad de Lucius persiguiéndola y atrapándola era mínima, solo porque aún no se acostumbraba a caminar con su prótesis.

Eso quería decir que...

Con mucho cuidado, giró su cabeza hacia atrás y vio una herida sangrante en el brazo que estaba rodeándola.

Todas sus preocupaciones sobre quién la estaba abrazando salieron de su mente, ella jadeó, sus manos fueron directo a su boca.

—¡Te lastimé!

Empujándolo, ella cayó de espaldas hacia el suelo, alejándose del cuerpo de Draco al tiempo que se daba cuenta de lo que había dicho.

—Te lastimé... Oh, Merlín, te lastimé...

Los ojos de Draco se abrieron repentinamente y trató de agarrarla antes de que ella se golpeara contra el suelo, pero sus reflejos fueron abatidos por el agotamiento.

—Granger, está bien... no es nada... —empezó a hablar, pero ella estaba cayendo en la histeria.

—¿Qué es lo que hice? ¿Fue otra vez un cuchillo? Oh por Dios, ni siquiera puedo confiar en mí misma de no dañar a nadie.

Ella escuchó unos pasos irregulares y vio a Lucius acercándose desde el pasillo.

—¿También lo lastimé? —gimió.

—Te aseguro, Draco y yo estamos bien. Estamos muy preocupados por tu bienestar —dijo duramente. A pesar de que Lucius sonaba firme y autoritario, Draco pudo observar la preocupación en sus ojos, deslizándose a través de su barrera emocional—. No nos dimos cuenta de que tenías pesadillas. Debiste habernos dicho.

—Pensé que Harry y Ron vendrían... —dijo y luego sus ojos se dilataron cuando cayó en cuenta de lo que significaba—. ¡Oh Dios mío, nunca vinieron!

Empezó a hiperventilar delante de ellos, Draco miró a su padre sin poder hacer nada. Una cosa era abrazarla y consolarla cuando estaba en un estado de alteración. Era otro caso hacer lo mismo cuando estaba lúcida. Pero ella pensó que Harry y Ron podrían estar heridos, o peor, y Draco no sabía cómo dirigirse a ella con su rápida escalada de ataque de pánico.

—Granger, por favor escucha...

Los ojos de Hermione empezaron a ponerse vidriosos y Draco maldijo.

—Nuevamente está entrando en su maldito trance —rugió.

—Bueno, no la podemos dejar aquí, hijo —dijo Lucius, pellizcando el puente de su nariz con un pesado suspiro—. Colócala en su cama y trataremos de averiguar si sus amigos están muertos.

Draco maldijo de nuevo y se dirigió hacia donde ella estaba, sus ojos estaban muertos y su cara pálida.

—Maldición Granger, vas a matarme.

Cargándola, la llevó a su cuarto, dejando a su padre trabajar en la red flu y tratando de contactarse con el Cuartel.

Una vez dentro del dormitorio, alejado de los ojos de su padre, fue mucho más amable con ella. La colocó sobre la cama y acomodó su cabello. Buscó en su baño una toalla de cara y la colocó en agua caliente para limpiar sus brazos y cara. Colocó una almohada debajo de su cabeza.

Se sentó a su lado, observando sus ojos sin vida fijos en el techo, y se dio cuenta de algo.

Cuando ella se despertó, estaba acongojada porque él estaba herido. Fue su primera reacción.

No el hecho de que despertara en su regazo, en sus brazos. En los brazos de un mortífago, su enemigo de la escuela y la misma persona que la azotó contra la ventana semanas atrás.

Estaba dolida porque él estaba herido.

Draco dejó escapar un leve suspiro y se alejó de su cama. No sabía lo que significaba, pero representaba algo.

Cerró la puerta detrás de él, deseando que todo fuera menos complicado.

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