La Revelación (Almas Perdidas...

By Ariana_Godoy

14.6M 1.7M 1.2M

[COMPLETADA] Ella es un vampiro convertido. Él es un vampiro purasangre. Ella aún se aferra a su humanidad, é... More

Prefacio
1. Taken
2. Bitten
3. Caught
4. Bled
5. Fought
6. Bound
7. Unbent
8. Dreamt
9. Fed
10. Dug
11. Found
12. Frozen
13. Felt
14. Shaken
15. Burst
17. Known
18. Born
19. Brought
20. Revealed.
21. Kissed
22. Wanted
23. Awaken
24. Confronted
25. Reunited
26. Controlled.
27. Loved
28. Marked
29. Unbound
30. Challenged.
31. Spoken
32. Frozen
33. Struck
34. Purified
35. La Revelación (Capítulo Final)
Almas perdidas en papel + Tour Latam

16. Hurt

378K 47.1K 28.7K
By Ariana_Godoy

XVI

SHADOW

Morgan está inconsciente en mis brazos. La alzo con facilidad. Su largo cabello negro cuelga en el aire y se mueve al ritmo del viento. Su rostro pálido está manchado de sangre; su aroma llena mi nariz, alentando mi necesidad de probarla. Aidan aparece a mi lado, la sed en sus ojos tan obvia que hago una mueca de desprecio.

Por primera vez en siglos, siento envidia porque él ha saboreado la sangre de Morgan mientras que yo vivo imaginándolo. Aunque es mejor así, necesito verla como una orden; si desarrollo algún interés personal por ella, Morgan sería la más afectada, y no puedo permitir eso: ya ha sufrido demasiado. Además, su sangre es la más poderosa que he olfateado, es normal que la desee. Simple deseo sanguinario, es todo, nada más.

—Llevémosla a la cueva, va a llover —sugiere Aidan, alejándose de nosotros.

Percibo lo mucho que él desea la sangre de Morgan. Qué patético; no tengo moral para juzgar su sed, pero al menos puedo controlar la mía y mostrar indiferencia ante la esencia de la chica.

Camino lentamente, cargando el inerte cuerpo de Morgan. Un rayo de luz ilumina el bosque, el estruendo de un trueno lo sigue. Mi agudo sentido del olfato me permite escuchar con claridad todo: el sonido de las ramas de los árboles que se rompen bajo mis pies, la suave respiración de Morgan, los movimientos sigilosos de los animales del bosque, la brisa moviendo las hojas de los árboles.

Me enfrento a Sandra; ella traga, bajando la cabeza. Está asustada, no es común ver a un Purasangre así, pero ella sabe que se encuentra en problemas con el único ser superior a ella: Yo.

—Espero que sepas que le contaré esto a Vincent —la informo.

—No lo hice a propósito, Shadow, no es gran cosa. No hay motivo para causar disturbios —responde ella, simulando tranquilidad. Es estúpida de verdad si cree que voy a tragarme esa mentira.

—Mantente alejada de ella. —Es una orden, no una petición.

—¿Eso es una amenaza? —Sandra arquea una ceja—. ¿Me estás amenazando, Shadow? —El desafío en su expresión es obvio, pero no me importa. Ella es la Purasangre más joven de nuestro grupo; no tiene ninguna posibilidad contra mí.

—No es una amenaza, es un hecho. Pon un dedo sobre Morgan otra vez y estás muerta.

—No toleraré que me amenaces. No me avergonzarás delante de un vampiro convertido. —Sus palabras están llenas de enojo y desprecio—. Soy una Purasangre, me debes respeto.

Sonrío con malicia debajo de mi máscara.

Encuentro su mirada y concentro energía en romperle algunas costillas. Ella grita de dolor, agarrando su pecho y respirando pesadamente. Entre jadeos, cae de rodillas, y le tuerzo dos costillas más hasta que el crujido anuncia que se han roto. Disfruto de su sufrimiento, se lo merece. Sangre sale de su nariz y boca debido a la hemorragia interna.

—¡Detente! —suplica, de rodillas, tosiendo sangre que cae sobre las hojas y las ramas debajo de ella.

—Shadow —me llama Aidan, interrumpiendo mi momento sádico.

Aparto la mirada, liberando a Sandra.

—Estás advertida. —Y sin más me dirijo al escondite del clan de Morgan. Aidan me sigue en silencio.

Al llegar al compartimento de la chica, nos encontramos con un vampiro convertido, ese que siempre está alrededor de Morgan como un mosquito. No recuerdo su nombre. Es un vampiro que ya cruzó su madurez, controla el elemento fuego. Recuerdo cuando me atacó la otra noche, hace unas semanas, cuando intenté darle mi sangre a Morgan; es un bastardo ingenuo si creyó que tenía alguna oportunidad contra mí.

—¿Qué le ha pasado? —pregunta, su cara contrayéndose en preocupación.

—Ian, sal de aquí —ordena Aidan bruscamente. El vampiro está a punto de discutir, pero debe haber visto la seriedad en nuestras caras—. Ahora. —El joven asiente y se va. Acuesto a Morgan lentamente.

—Ha perdido demasiada sangre —digo, y me siento junto a ella. La chica hace una mueca, retorciéndose un poco.

—Shadow... —susurra suavemente con los ojos cerrados. Aidan se tensa—. No... padre... —Se mueve incómoda. Está recordando a su padre, y sé que ese es uno de los peores recuerdos que tiene que enfrentar.

#

MORGAN

Imágenes sangrientas tiñen mi mente, recuerdos pasan por mis ojos uno tras otro: muchas escenas agradables con mi hermano y mi madre. Desafortunadamente, también hay momentos dolorosos y perturbadores. Intento despertar, pero no puedo. Mi mente es un desastre. Un recuerdo muy vívido viene a mí.

Tenía nueve años, corría y sonreía cruzando el jardín de mi madre. Ese día, Milosh no había querido jugar conmigo, así que fui al patio sola; me encantaba sentir la naturaleza... Me sentía parte de la misma. Llevaba mi vestido azul favorito, adoraba ese color porque era como el cielo.

Me encontré con una ardilla tirada en el suelo. Su pequeño cuerpo subía y bajaba con lo rápido que respiraba, no podía moverse mucho; había un charquito de sangre debajo de ella. Me arrodillé frente al animal y lo sostuve con ambas manos. Tenía una patita rota. Tal vez mi madre podría ayudarlo, o tal vez a Shadow, ya que él era mi ángel guardián... Él tenía poderes, quizás podría salvarlo. Me levanté con la ardilla herida entre las manos y me di la vuelta. Me sorprendió encontrar a mi padre allí mismo.

Miedo...

—Padre —saludé con una pequeña sonrisa para ocultar mi temor. Era la primera vez que lo veía en semanas; él viajaba mucho, o eso era lo que mi madre nos decía.

—¿Qué es eso? —preguntó, señalando mis manos.

Quería ocultar el animalito de él, protegerlo.

—Oh... Es una ardilla, está herida, la llevo con mamá para que intente salvarla —afirmé, acariciando suavemente a la ardilla, que aún temblaba.

—¿Ah sí? —Asentí con la cabeza—. Quizás pueda curarla. Ponla en el suelo, veamos qué puedo hacer.

Sentí la esperanza llenando mi pecho. «Tal vez papá está cambiando, puede que ahora sea bueno», me dije.

—¿De verdad?

Puse a la ardilla lentamente en el suelo. Mi padre sonrió, levantó su pie izquierdo y la pisó, creando un pequeño charco de sangre y restos. Grité, tapándome la boca. Rápidamente, dos lágrimas rodaron por mis mejillas, pero no grité ni lloré, estaba demasiado sorprendida. Él la había matado. Di un paso atrás, temblando. ¿Cómo podía hacer algo así?

—La compasión es una sensación inútil si quieres ser más fuerte.

—Padre... —murmuré, desconcertada, mis ojos fijados en la sangre alrededor del cuerpo destrozado de la ardilla.

—No debes sentir lástima, Morgan.

—¿Por qué? ¡Estaba herida! ¡Quería ayudarla! ¿Por qué la has matado? —grité, cálidas lágrimas cayendo de mi cara.

—No seas compasiva, eso solo te hará débil —explicó él mientras caminaba hacia mí. Retrocedí asustada; sin embargo, cuando eché un vistazo a la ardilla muerta que yacía en el suelo, me detuve.

—¿Débil? Siempre dices cosas que no entiendo, era solo un animalito... —Mi voz se quebró.

—Basta, Morgan. No llores por ese animal insignificante.

Apreté los puños a mis lados

—¡¿Qué te había hecho?!

—No me hables así. Soy tu padre.

—¡Eres malo! —le grité.

Mi padre me dio una bofetada. Caí al suelo por el impacto; sostuve mi mejilla, la cual ardía por el golpe.

—¡Discúlpate de inmediato! —Su tono estaba lleno de ira. Bajé la cabeza con miedo.

—Lo siento, padre.

Él extendió su mano hacia mí. La sostuve y me puse de pie. Tiró de mi mano, obligándome a caminar detrás de él. Sabía a dónde íbamos. Entramos a la casa por la puerta de atrás. Mi corazón latía desbocado dentro de mi pecho. Pasamos por la cocina y vi a mi madre allí, la tristeza e impotencia en sus ojos.

—Mamá... —susurré, suplicante. Ella miró hacia otro lado.

Mi padre tiró más fuerte de mi mano, forzándome a ir detrás de él. Bajamos las escaleras a nuestro sótano. Mi padre me levantó y me acostó en una mesa. Ató mis dos muñecas, extendiendo mis brazos sobre la mesa. Mi respiración estaba errática, sabía lo que vendría.

—¿Qué decimos antes de comenzar? —preguntó, buscando algo dentro de los armarios. El miedo y la impotencia me recorrieron cuando recordé lo que tenía que decir.

—El dolor es necesario.

Vi a mi padre venir hacia mí sosteniendo un cuchillo afilado. Cerré los ojos con fuerza, cálidas lágrimas rodaban por los lados de mi cara. Sentí la hoja del cuchillo desgarrar una de mis muñecas.

—El dolor puede endurecer el más puro de los corazones.

Grité en agonía ante el dolor de la cortada.

—Shhh, Morgan. Sé fuerte.

Me dolía mucho, sangre brotó de mi muñeca.

—Duele... —masculle entre sollozos.

—Lo sé.

Me preguntaba por qué mi padre me hacía eso. Él siempre decía que era por mi propio bien. Y que, en un tiempo, viviríamos felices para siempre como una familia normal. Eso es lo que quería. Yo quería ser normal. La hoja del cuchillo cortó mi otra muñeca, liberando mi sangre. Me mordí la lengua para no gritar mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Abrí los ojos y vi el techo de madera. Mi vista estaba borrosa. «¿Por qué, padre?».

Mi padre se quedó allí parado mientras sangraba, sintiendo que toda mi energía dejaba mi pequeño cuerpo. Él recogió mi sangre drenada en unos recipientes debajo de cada muñeca. Parpadeé un par de veces tratando de mantenerme despierta.

—Padre... —susurré débilmente—. Yo... solo quiero ser normal. —Moví la cabeza hacia un lado para mirarlo. Él bajó la vista por un momento.

—Algún día me entenderás —Acarició mi mejilla. Cerré los ojos y me desmayé.

Me desperté sintiéndome mareada y débil. Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la luz. Me di cuenta de que estaba acostada en mi cama. Mi suave manta me cubría hasta el pecho. Giré la cabeza hacia un lado y vi a Milosh a mi lado, durmiendo; debía haber estado cuidándome y se había quedado dormido. Levanté la mano para acariciar su cara, pero me dolió. Vi el vendaje blanco envuelto alrededor de mi muñeca. Extendí mis manos frente a mí. Me quedé mirando mis muñecas, vendadas, heridas. ¿Cuándo iba a parar mi padre? Estaba tan cansada de la tortura.

—¿Estás bien? —La voz de Milosh me sobresaltó. Volteé mi rostro hacia él y le sonreí. Sus grandes ojos verdes denotaban su preocupación.

—Estoy bien —mentí. Él se empujó de los codos para sentarse en la cama y agarró mi muñeca; hice una mueca.

—No estás bien.

—Estoy bien, lo juro. —mentí de nuevo forzando una sonrisa.

—No tienes que mentirme. Soy tu hermano. —Tan pronto como terminó esa frase, sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas—. Está bien llorar. —Limpie las primeras lágrimas que rodaron por mis mejillas— Ven aquí. —Me ofreció sus brazos. Lo abracé mientras lloraba sin control. Enterré mi cara en su hombro. Él solo acarició mi cabeza.

—Me dolió mucho esta vez —dije entre sollozos—. Quiero que se detenga.

—Lo sé, yo también quiero que se detenga. Lo siento, ojalá pudiéramos intercambiar lugares —me habló suavemente. Me separé de él, que me sostuvo la cara con ambas manos y me besó en la frente—. Necesitas descansar —masculló antes de levantarse.

—No... no te vayas, por favor —supliqué, tirando de su camiseta. Él asintió y se acostó a mi lado. Me acomode dentro de sus brazos, ese era el único lugar donde me sentía segura en mi casa: en los brazos de mi hermano.

Abro los ojos de golpe; tengo la vista borrosa y estoy temblando. Reconozco las paredes de mi compartimento. Siento la presencia de Shadow y Aidan, pero no les presto atención. Me incorporo, apretando los puños. Cada recuerdo de mi padre regresa a mí: cada vez que me torturó, cada vez que mi hermano sintió impotencia y le rogó que le hiciera todo eso a él y no a mi; la culpa en los ojos de mi madre, cómo lloraba en la oscuridad de su habitación. No había nada que ella pudiera hacer. Mi padre era mucho más fuerte que los tres combinados.

Esto es demasiado, empiezo a hiperventilar.

—Morgan... —Escucho la voz de Shadow. Sollozo desconsoladamente y grito mientras lágrimas caen por mis mejillas. Cubro mi cara con ambas manos para llorar sin controlarme.

No me importa si Shadow o Aidan me ven tan rota. Ya no me importa volver a ser la Morgan fuerte y fría. No puedo parar de llorar. Es demasiado... Mi propio padre me drenó de sangre cuantas veces necesitó. Lágrimas carmesí manchan mi rostro, debilitándome.

—Tienes que dejar de llorar. Has perdido demasiada sangre —dice Shadow, dirigiéndose hacia mí. Levanto la mano para detener su avance.

—¡No! ¡Aléjate de mí! —pronuncio entre dientes, apretados por la rabia.

—Morgan...

—¡No! —Lo detengo. Trato de respirar profundamente, pero es imposible. Cuando estás sufriendo de esta forma, es simplemente imposible tomar una inhalación profunda. Levanto la vista para encontrar sus ojos oscuros—. ¿Dónde estabas? —Mi voz suena tan rota como me siento—. ¿Dónde diablos estabas, Shadow? —pregunto con tristeza. Él baja la mirada—. ¡Mírame! ¿Dónde estabas? ¿Por qué no lo detuviste? —Me pongo de pie y camino hacia él. Sabe de lo que estoy hablando—. ¡Contéstame! —exijo, empujándolo.

—No podíamos interferir —dijo Aidan; me volví hacia él.

—¡No podías interferir! ¡Así que solo observaste cómo mi padre me torturaba! ¿No se suponía que debías protegerme? —Le doy la espalda mientras intento contener mi ira. Shadow permanece en silencio.

—No podíamos interferir. Teníamos órdenes específicas —explica Aidan con tristeza.

—¡Que se jodan las órdenes! ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron simplemente verme sufrir? ¡Verme pasar por un infierno! ¡Solo era una niña! ¡Una niña! Mi padre comenzó toda esa mierda cuando tenía ocho años de edad ¡Ocho años! ¡Me dejaron sola para soportar el dolor! ¿¡Cómo pudiste!?

Un largo silencio pasa entre nosotros. Solo mis sollozos se escuchan alrededor del compartimento. Aidan camina hacia mí.

—Tienes que entender, Morgan. Nosotros...

—¡Cállate! Solo... ¡Cállate! Por lo menos nunca fingiste preocuparte por mí. No has sido más que frío conmigo. Creo que no debería esperar nada de ti —le digo a Aidan. Él aparta la mirada—. Pero tú, Shadow..., tú... —Me siento tan decepcionada—. Pensé que detrás de toda esa frialdad yo te importaba. Ahora sé que estabas en lo cierto esa noche cuando te pregunté lo que era para ti. Tú ganas, ahora sé que no soy más que una carga. Sé que me lastimaras si se te ordenan hacerlo —Espero sus palabras. Espero a que hable, que diga algo. Levanta la vista y se encuentra con mi mirada.

—Me alegra que te des cuenta de eso —dice helado, dándose la vuelta. ¿No va a defenderse?—. Te advertí que soy un asesino a sangre fría. Me alegro de que finalmente lo entiendas. —Sin más, se gira para irse.

La ira y la desilusión me recorren.

—Shadow —lo llamo. Cuando se voltea hacia mí, levanto la mano, lista para golpearlo en la cara. Pero una mano fuerte me detiene: los dedos fríos de Aidan están alrededor de mi muñeca.

—Morgan, trata de entender; no podíamos interferir, se habría desatado una guerra entre... —No termina la oración; supongo que no puede decírmelo así que termina con otra frase—: Él era tu padre.

—¡Sal de aquí! —Me suelto de su agarre—. ¡Lárgate! —Los ojos de Shadow se encuentran con los míos por un segundo. Creo ver tristeza en ellos, pero no me importa. Lo miro directamente—. ¡No quiero verte nunca más! ¡Nunca! ¿Me entiendes?

—Bien, ódiame, Morgan —dice Shadow, y desaparece.

Aidan intenta caminar hacia mí, pero yo alzo la mano para detenerlo.

—Tú... solo vete —ordeno finalmente. Él asiente y se va.

—Morgan. —Escucho la voz de Ian. Lyla llega con él—. ¿Estás bien? —me pregunta, como de costumbre. No respondo.

—Ian, vete. Quiero hablar con ella en privado —pide Lyla educadamente.

—¿Por qué siempre tengo que irme? —discute Ian, pero se va de todos modos.

Lyla se sienta a mi lado, mi mirada se centra en las paredes.

—No sé lo que te está pasando y sé que es difícil para ti desahogarte con los demás, pero también sé que se siente bien tener a alguien que te escuche. También sé que Aidan e Ian no son buenos oyentes, así que me temo que soy tu última opción.

La miro y le sonrío, ella solo me devuelve la sonrisa.

—Gracias.

Lyla abre una caja que tiene sobre su regazo.

—Traje algunas toallas y vendas. Aidan me dijo que estabas herida.

Toma una toalla para limpiarme la cara. Recuerdo la herida en la parte posterior de mi cabeza y la toco, aún arde un poco.

—Ya está sanando.

—Déjame ver. —Comienza a revisar—. Estoy aquí cuando estés lista o quieras hablar —insiste mientras hace lo que sabe hacer mejor: sanar a un vampiro.

Pero dudo que ella pueda sanar una herida en elcorazón.

Continue Reading

You'll Also Like

24.1K 2.4K 57
La sociedad es muy cruel con aquello que no conoce, o aquello que es diferente, simplemente le es mas fácil ignorarlo o juzgarlo que informarse y apr...
8.4K 659 32
Esta es la historia de Colombia y usa... cuentan la vida de cada uno y como fue que llegaron al presente...solo... diré que usa nunca vio unos ojos t...
1.2M 94.1K 65
Cada quien vive sus propios tormentos. Los míos me trajeron hasta donde estoy hoy, no sin antes intentar hundirme. La muerte me miró a los ojos una n...
30.4K 7.9K 164
DISEÑADA PARA SER SU MEDIA NARANJA. DESTINADA A CONVERTIRSE EN SU PEOR ENEMIGA. Un e-mail desconocido. Una esperanza desesperada. La solución más sen...