DOMINIK© [2]✔

By LuisianaVons

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El problema con las segundas oportunidades es que a veces no sabemos aprovecharlas hasta que las perdemos. ... More

DOMINIK
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo.
NOTA FINAL DEL AUTOR

Capítulo 20

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By LuisianaVons

DOMINIK

Gotas de agua se deslizan a través de mi rostro, mi visión se nubla ligeramente, y debo parpadear repetidas veces para aclararla. Dejo caer la pala que anteriormente sostenía sobre el suelo, ésta se pierde entre el barro, y los pequeños charcos de agua que se forman en el suelo.

Me apresuro en acercarme hasta el hueco en el que Joe se encuentra sumergido. El tiene una linterna con la que aleja la penumbra. Aun así, la oscuridad es todo lo que nos rodea. Mi corazón tiembla, al igual que el resto de mis extremidades, mi ceño se hunde, y me tengo que colocar de cuclillas sobre el pasto húmedo para poder alcanzar una mejor calidad de visión en el perímetro.

Joe se mantiene enfocando la linterna en el ataúd. Y...

Está vacío.

El ataúd está vacío.

Me pregunto qué demonios está sucediendo, o si nos hemos equivocado de lápida, pero al fijarme en el nombre transcrito en el pedazo de cemento todo indica que estamos excavando en el lugar correcto. Siento gotas en mi frente, y empiezo a creer que no son las gotas provenientes de la tormenta. Un relámpago alumbra el lugar durante unos segundos, para luego dejarnos nuevamente a oscuras.

Joe emite un murmullo casi imperceptible. Me lanza una mirada de soslayo que denota confusión, y espanto.

—No lo entiendo... —susurro dejándome caer dentro del agujero lleno de agua empozada. Nada tiene sentido, y las piezas del rompecabezas parecen pertenecer a otro diferente—. No... no lo entiendo. Esto no puede ser cierto...

Joe le echa un vistazo al interior del ataúd, tanteando la superficie con sus manos. Mis hombros se agitan, y un dolor de cabeza inicia su agresión a mis sienes.

¿Cómo es esto posible?

—Yo no entiendo.

Joe me mira alzando ambas cejas con ironía, mientras cierra el ataúd con la mano.

—Yo no entiendo...yo no entiendo —me imita, intentando simular mis expresiones faciales. Se apretuja la sienes con los dedos, y  sale a la superficie húmeda—. Nunca entiendes un carajo, Drac. ¿Es tan difícil ver lo que no puedes ver? El no está en su ataúd, ¿sabes la razón? —me exige, sin darme la oportunidad de responder—. Robert Sullivan está vivo. Está vivo.

Mis labios se estrechan, al igual que mis ojos. El entorno me da vueltas, y sólo quiero ir a dormir durante años para olvidarme de todo este asunto.

—Bien, bien. Supongamos que tienes razón. Supongamos que Robert Sullivan sigue con vida, ¿por qué coños se habría hecho pasar por muerto? ¿A caso andaba de parranda? —replico aun confundido.

Joe arruga la nariz, y procede a sentarse en el pequeño muro frente a la lápida de Robert. Sus ojos escaneando los alrededores, en busca de respuestas que ofrecer.

—Eso es lo que vamos a descubrir, Drac —me mira a través de sus pestañas, y hace a un lado su chaqueta empapada de agua—. No descansaré hasta encontrar una respuesta.

Me tiende una mano para que le ayude a levantar. Le mantengo la mirada durante unos segundos, y finalmente, tiro de su mano.

—¿Confías en mí? —pregunta con una sonrisa burlona que brilla en medio de la oscuridad debido a la blancura de sus dientes.

No lo hago. No confío en él.

Cuando estaba en prisión su trato se me resultaba peor que un castigo. Siempre con sus líricas burlonas, su sonrisa de autosuficiencia...

—No aún. Pero lo haré —mi respuesta hace que su sonrisa se extienda, y eso me hace rodar los ojos.

Idiota...

Tenía que confiar en él. Después de todo Joe era la única persona que me quedaba.

La única persona que podía ayudarme.

. . .

Son alrededor de las cinco de la mañana cuando terminamos de cubrir de tierra la tumba de Robert. El sol aún no se asoma, pero el cielo ha esclarecido, y la lluvia ha cesado. Sigo cubierto de agua, tierra y sudor. Joe guarda las herramientas en la cajuela de su camioneta, mientras me seco frente al aire para no ensuciar mi camioneta.

El sonido de unas llantas captan nuestra atención, haciéndome girar la cabeza. Es un pequeño automóvil de color rojo. Aparca frente a nosotros, y debo admitir que es la peor conductora del universo. Luego abre la puerta de una patada, y se baja buscando a alguien con su azulada mirada.

—¿Dominik? —se dirige a mi, y dudo que esté sorprendida de verme en el lugar. Barbara... Daniela, ni sé cómo debería llamarle ahora. Cruzo mis brazos frente a mí pecho, y ensancho una sonrisa despreocupada. Ella ruge en silencio, y quisiera saber porqué está tan alterada—. Te he estado buscando toda la maldita noche, te dejé más de cien mensajes, perdí la cuenta de cuantas veces te marqué, ¿en dónde demonios habías metido su puto trasero? —me reclama con sus lindos ojos centellando de enojo.

Me divierte mucho la expresión que ha adquirido su rostro, y solamente me acerco a ella, para envolver su cuerpo entre mis brazos. Su cabello huele a champú de fresas, y su corazón palpita desbocado contra su pecho. Ella intenta alejarme, balbuceando palabras incoherentes, pero al final, se queda quieta.

Me recuerda mucho a mí. Se parece demasiado a mí.

Me pregunto cómo es que no me fijé en ello antes. Siempre estuvo frente a mí, y nunca me di cuenta.

Las personas tienen razón: lo que buscas siempre ha estado frente a tus ojos.

—Me tenías preocupada —musita cuando nos separamos. Su rostro ha adquirido esa tonalidad preocupada, que hace que muerda el interior de sus mejillas—. No quiero volver a perderte, Dom.

Me obligo a sonreírle, y coloco una mechón de cabello rubio por detrás de su oreja. Ella suspira, y cierra sus ojos para evitar soltar las lágrimas.

—Eso no sucederá, pequeña. Nunca más volverás a perderme, te lo prometo —susurro para luego depositar un beso sobre su frente. Ella sonríe en mi cuello, y aprieta sus brazos a mi alrededor.

—¿Cómo sabías que estaría aquí? —le cuestiono, arqueando las cejas, y haciendo que ella se despegue de mí.

Sus ojos viajan hasta mi camiseta mojada, y coloca una mano sobre su cuello.

—Amber me lo dijo —una atrolondrada sonrisita se me escapa al escuchar la mención de Sullivan—. Ella te conoce bastante bien, ¿no es así, galán? —sonríe con sorna, y codea mi brazo con complicidad.

Quisiera decirle que es cierto. Amber Sullivan se ha convertido en la parte más interesante de mi vida, ha sido la única luz que he visto, y la única luz que siempre tendré. Todo es posible junto a ella, y aunque no estemos predestinados a estar juntos ella siempre será mía.

Fue hecha para mí.

Y yo siempre seré de ella.

Alguien se aclara la garganta con fuerza, y sé muy bien de quien se trata. Joe. Nos mira arqueando las cejas, aunque sé que en realidad contempla a Daniela.

Es mi turno de alzar las cejas, y mirarle con reproche.

—Joder, ¿ella es tu hermana? —susurra en un movimiento con sus labios—. ¿Cómo podría un ser tan genuinamente hermoso compartir sangre con alguien como tú, Drac?

Daniela aprieta sus labios para no sonreir, y sus mejillas adquieren un rubor natural que acelera mi pulso.

¿Y esta por qué sonríe?

Reprimo el impuso de soltar alguna mala palabra al respecto, mientras Joe sigue mirando a mi hermana con admiración, y ella sonríe con disimulo.

—¿Pueden dejar de mirarse como si no estuviese aquí? —les pido, haciéndolos salir de su trance. Daniela se vuelve a mí con torpeza, y se cubre las mejillas con las palmas de las manos.

—De-debo irme. ¿Nos vemos esta noche? —titubea, y asiento.

Ella se gira casi tropezandose con sus propios pies, y se despide de Joe con una sonrisita de labios cerrados.

Arqueo las cejas.

—Ella es...

—Ni lo pienses, casanova —me precipito—. Quita tus sucios ojos de mi hermana, ¿te ha quedado claro?

Joe eleva ambos brazos en señal de rendición, y asiente con los labios fruncidos.

—Como digas, jefe —musita, y le doy la espalda—. Al menos que ella también tenga sus ojos sobre mí.

Oprimo la oleada de nervios que invade mi mano para no darle una golpiza, y me subo al auto.

Debo ver a alguien importante.

.   .   .

Amber Sullivan

La nube de humo se disipa a medida que hablo. He recibido una llamada de Dominik, y me ha pedido que fuera a su casa. No puedo negar que me siento nerviosa. Hablo conmigo misma para calmar la red de nervios que aflora en mi estómago. Se siente desagradable la manera en la que mi estimado se retuerce. La sensual voz de Halsey suena a través de los altavoces, e intento relajarme a medida que conduzco por la autopista.

Se siente bien volver a arreglar las cosas. Creí que jamás sabría la verdad, la vida lo había jodido tanto que pensé que no podría sobrevivir a esta prueba. Mi corazón punza al recordar todas las adversidades por las que ha tenido que pasar Drac. Apenas tiene veinticuatro años, y la vida se ha encargado de dejarlo sin esperanzas...sin razones para seguir adelante.

Me hago la misma pregunta cada noche, no podría soportar vivir después de haber pasado tantas cosas. Ir a la cárcel injustamente, perder a tus padres, perder a tu hermana, y luego caer en la realidad. Darle una probada a la cruel realidad.

Su realidad ha sido cruel, y en este caso, cruel no es bueno.

Me estaciono frente al edificio, y veo su antigua motocicleta al lado de su camioneta. Una sonrisa nostálgica recubre mis labios, y me aferro a mi chaqueta a medida que muevo mis pies a través del estacionamiento. Subo a través del ascensor, y estampo mis nudillos contra la fría puerta.

Pasan alrededor de dos minutos cuando el abre la puerta. Tiene una toalla alrededor de la cintura, y el cabello goteando cae sobre su frente.

—Creo que llegué en mal momento... —comento, deslizando mi mirada a través de su cuerpo. Me sonrojo, y escucho una suave risita proveniente de su garganta.

—No actues como si nunca me hubieses visto sin ropa, Sullivan —dice elevando sus cejas con sorna, y haciéndome rodar los ojos. Su mano tira de mi muñeca hacia adentro del apartamento, y el dulzón olor de su cuerpo me embriaga. Huele a vainilla—. ¿Por qué estás tan caliente? —pregunta, acariciando mis mejillas.

Me alejo un poco en busca de aire para calmar el revoloteo de mariposas en la boca de mi estómago.

Suspiro, antes de volver a mirarle, y darme cuenta de que se ríe de mí.

—¿Y bien? —trato de repasar lo que diría mentalmente, pero mi mente está en blanco. Su pecho desnudo cubierto de pequeñas gotas, sus musculosos brazos, además de la leve sombra de su vientre, no hacen nada para ayudarme en mi concentración. Me siento ansiosa.

—Te ves hermosa esta noche —comenta, recargando su peso de la pared, sin dejar de mirarme.

—Podría decir lo mismo de ti si tuvieras ropa encima.

El eleva una ceja, socarrón.

—Te puedo asegurar que soy aún más hermoso sin nada de ropa —me guiña un ojo, y no hace más que aumentar el sonrojo que embalsama mi rostro.

—¡Drac!

—¿Qué? ¿Quieres ver que no miento?

—No... —suspiro, poniendo cierta distancia al fijarme que se encuentra tan cerca de mi. El celeste de sus ojos me apresa, por un momento quiero mirar el iris de sus ojos para siempre.

Siento el leve calor que su cuerpo emana, y me envuelve, sus brazos me apresan como en una jaula, y puedo sentir mi corazón latir con fuerza. Sus pómulos contorneados parecen haber sido moldeados por dioses, sus labios cincelados tan cerca de mi rostro. Tengo que colocar mis manos sobre su pecho para mantener la distancia. El coloca sus brazos a los costados de mi rostro, y siento que dentro de minutos perderé la consciencia. Su aroma me embriaga, y no puedo negarlo, me siento idiotizada.

Estamos tan cerca que puedo sentir su respiración sobre mis labios, y estoy segura que el tambien puede sentir la mía.

—Se te saldrá el corazón —musita tan cerca de mis labios, que solo puedo contener el aire, el lleva mi mano hasta su pecho, y siento lo rápido que late su corazón—. Me siento de la misma manera. Eso es lo que siento cada vez que te veo —murmura, apretando mi mano sobre su pecho—. Eso es lo que siento desde el momento en el que te ví por primera vez, Amber Sullivan...

Sus labios se aproximan a los míos, uniéndose como si fuesen uno mismo. Su beso es suave, delicado, como si hubiese esperado una eternidad por hacer eso. Se siente delicioso, el mantiene fija mi cabeza para que no pueda moverla mientras sus labios juegan con los míos con una lentitud implacable. Suspiro, y cierro los ojos dejándome llevar por los sentimientos que se  desatan en mi interior. Sus labios abren los míos para adentrar su lengua con delicadeza. Mi corazón no deja de latir con fuerza, y el aire se atora en mis pulmones. He esperado tanto tiempo por volver a sentir esos labios sobre los míos. He esperado tanto tiempo para volver a estar junto a él, y esta vez no dejaría que nada se interpusiera entre nosotros.

—He querido hacer eso desde que te ví por primera vez desde que salí de la prisión —susurra en voz ronca, su cercanía quema mis sentidos.

Suspiro, y abro los ojos para encontrarme con los suyos. Tan bonitos como el cielo. Tan gélidos como el hielo. Y tan perfectos...

Llevo la palma de mi mano hasta su rostro, y acaricio su suave piel.

—Y yo he esperado que lo hicieras.

El me sonríe levemente, y ese simple gesto destroza mi cordura.

—Te he extrañado, Drac —le confieso, sin dejar de acariciar su rostro.

El mueve su cabeza levemente, antes de responder sin dejar de mirarme.

—Necesito que me prometas una cosa —me pide, y yo asiento sin dudarlo—. Prométeme que pase lo que pase no dudaras de lo que siento por tí...

Frunzo los labios.

—¿Por qué me pides eso?

—Solo prométemelo, Sullivan.

Le sonrío antes de acercarme, y besar su mejilla.

—Lo prometo.

Prometo amarte por siempre, y para siempre, Dominik Habich.


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