Causa Y Efecto | (AO #1.5)

By aniemunn

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Francis Grant, también conocido como Shark, es un hombre de impulsos. Y esa naturaleza intrépida es la que ha... More

CAUSA Y EFECTO.
Prólogo.
01 | Búsqueda implacable.
02 | ¿Ivy?
03 | ¡Oh Dios, eres tú!
04 | Lo estoy.
05 | Suenas como un padre.
07 | Bienvenida.
08 | Conociendo a los padres.

06 | Ava.

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By aniemunn


06. Ava.
Ivy.

—¿Hola? —saludé un poco confundida de ver a un hombre quien evidentemente era un médico, de acuerdo a la bata que traía puesta, sostener una mochila floreada en su hombro al otro lado de la puerta.

Amigos de Francis, probablemente.

En todo caso, debía presentarme para evitar confusiones.

Sin embargo, no tuve tiempo de hacerlo, porqué el hombre habló prometo.

—¿Y tú eres? —preguntó de vuelta, ajustando la mochila en su hombro y me miró con una mezcla de confusión, curiosidad y recelo en sus ojos verdes.

—Ivy Moore.

—¿Eres tú? ¿De verdad eres tú? —el hombre insistió, haciéndome sentir ligeramente incómoda por la mirada en sus ojos.

—Según mi identificación lo soy —repliqué, sintiéndome cohibida por la curiosidad que se había dibujado en su expresión.

—Vaya, creí que ese desgraciado mentía cuando dijo que había encontrado a la mujer más hermosa del mundo para hacerla su esposa. —Chasqueó su lengua, sonando genuinamente decepcionado y aquello me hizo preguntarme, acerca de cuan cercana era su relación con Francis.

—¡Oye! ¡Basta con ese coqueteo barato! —Francis rezongó detrás de mí, apoyando sus manos en mis hombros para darle veracidad a sus palabras.

—Ya salió su vena posesiva. Estaba seguro que tenía una escondida en algún lugar dentro de su promiscua mente. —El desconocido negó, haciendo que Francis bufara a modo de réplica.

—Ya cállate, Christopher.

—Señora Grant, permítame presentarme. Mi nombre es Christopher Collins y soy el concubino de su esposo. —El hombre—conocido como Christopher—hizo una exagerada reverencia antes de extender su mano en mi dirección.

La estreché, aún perpleja por su elección de palabras y Francis siseó en molestia por el mismo motivo.

—Estás muerto.

—Era hora de que el mundo se enterara de lo nuestro, bebé —declaró despreocupadamente, mientras quitaba una pelusa imaginaria de su bata de hospital.

—¿Viniste a molestar solamente? —indagó Francis y se escuchó el sonido de la puerta de un auto siendo cerrada de golpe.

—No. Hay alguien que quería verte —contestó, atrapando por completo mi curiosidad.

—¿Y ese alguien es? —preguntó curioso y lo siguiente que supe, era que un pequeño torbellino estaba estrellándose contra las piernas de Francis.

Era una pequeña niña rubia, la cual buscaba escalar hasta los hombros de Francis, usando solo la fuerza de sus bracitos.

—¡Frankie! —exclamó la pequeña, una vez fue levantada por él y se aferró a sus hombros con sus manos.

Toda la escena era tan adorable, que sentí como mi corazón se derritió un poco debido a la calidez y felicidad que se instaló en el rostro de Francis una vez obtuvo un vistazo de la sonrisa infantil de la niña.

Al parecer se le daban bien los niños, lo cual era un punto a favor.

—¡Ava! —respondió con igual entusiasmo— Y es Francis, preciosa.

—Frankie —replicó ella, muy segura de su pronunciación.

—Francis.

—Franchi.

—Francis. —Era claro, por la manera en la que su fingida expresión de seriedad empezaba a tambalearse, que no estaba tomándose muy a pecho la mala pronunciación de su nombre por parte de la menor.

—Ya, Frankie —interfirió Christopher,  conocedor de cuan largo iba a ser ese intercambio sí no lo hacía.

Yo por mi parte, seguía observando todo en silencio, tratando de no ser notada, para así evitar tener que responder más preguntas.

—Esto es obra tuya, ¿verdad? —Francis le acusó, pero antes de que él pudiera responder, una tinteneante voz se unió a la conversación, preguntando con curiosidad acerca de la desconocida en una esquina que solo los observaba.

O sea, yo.

—¿Quién es ella, Frank?

—Es mi esposa —respondió sin siquiera dudarlo y tres pares de ojos le miramos sorprendidos por su respuesta tan tajante.

—¡¿Esposa?! Pero dijiste que casarías conmigo. —Un adorable puchero se formó en sus pequeños labios rosados y quise estrujarla en mis brazos por lo tierna que lucía, pero estaba segura que no se lo tomaría muy bien.

Para ella, era una perfecta desconocida que estaba robándole la atención de Francis. Y era más que evidente, que la pequeña tenía un enamoramiento por el hombre a mi lado.

—Que malo eres, Francis. Rompiendo el corazón de niñas lindas con tus mentiras —Christopher le reprendió en broma, haciendo que Francis le lanzara una mala mirada.

Yo aproveché que ese par se enfrascó en una discusión en susurros, para acuclillarme y lograr estar a la altura del rostro de la pequeña Ava.

—Hola, pequeña. Mi nombre es Ivy Moore. —Extendí mi mano a modo de saludo, pero ella simplemente negó, abrazándose a la pierna de Francis y frunciendo su ceño de manera obstinada.

Vaya carácter.

—¡Mi Frankie! —vociferó, sobresaltándonos a todos.

—Todo tuyo. Él es solo mi amigo, así que aún podrás casarte con él cuando quieras —traté de conciliar con ella y mis palabras parecieron llegar a ella, porque la expresión enfurruñada de su rostro empezó a desaparecer.

—¿De verdad? —cuestionó dudosa y yo asentí un par de veces para tratar de convencerla de que era honesta.

—Mhm

—¡Si! ¡Mi Frankie! —celebró y su hermano bufó.

—¿Puedes quedarte con ella? El hospital está corto de personal y debo cubrir el turno de esta tarde.

—Oh, está bien. ¿John vendrá por ella en la noche? —Francis aceptó sin dudarlo siquiera.

—Creo que lo hará Mackenzie.

—Mierda —farfulló en un siseo y Ava le miró con su pequeña boca formando una "o" de sorpresa.

—¡Grosería, Frankie! —acusó, extendiendo su mano para reprenderle.

—Lo sé, preciosa. Merezco un castigo. —Francis afirmó, alzándola en sus brazos.

—Si —asintió, aferrándose al cuello del rubio con una expresión bastante seria en su pequeño rostro.

—¿Seguro que está bien? —inquirió Christopher, un poco ansioso.

—Si, la cuidaremos —afirmó Francis y el mayor suspiró aliviado.

—Gracias, te debo una —agradeció Christopher mirando a Francis, pero entonces, su atención se centra en mí—. Y a ti, preciosa. Llámame cuando quieras.

Me ofreció un guiño coqueto, esquivando con maestría un golpe en su hombro por parte de Francis.

—¡De verdad quieres morir, Collins!

—Nos vemos después, amorcito —dice Christopher , mientras le sopla un beso y prácticamente corre fuera del porche, antes de que Francis vuelva a atacarlo.

Los tres entramos a la casa después de eso, con Ava aún abrazada al cuello de Francis como un pequeño monito.

—Y bien, Ava. ¿Qué quieres hacer? —interrogué, mientras me dejaba guiar por ella para tomar asiento en el suelo frente al sofá, donde abrió su mochila.

—Tengo rompecabezas. Y muñecas —informó, mientras sacaba aquellos objetos de su bolso.

—Me gustan los rompecabezas —me decanté por aquella opción, ya que las muñecas realmente nunca me gustaron.

—¡Y a mí! John dice que me hacen inteligente —declaró emocionada, entregándome dos cajas de rompecabezas de cien piezas.

—Pues John tiene razón. Te ayudan a desarrollar tus habilidades mentales —expliqué y abrí una de las cajas, dejando las piezas dispersas en el suelo.

—Habilidades manteles —trató de repetir, pero falló un poco con sus palabras.

—Mentales —corregí, armándome de paciencia, para enseñarle a pronunciar aquella palabra correctamente.

—¿Metales?

—Mentales. Con una ene antes de la te —indiqué, viéndola luchar un poco por decirlo de la forma debida.

—¿Men...tales? —intentó una vez más, sonando más como una pregunta y yo aplaudí su logro.

—¡Muy bien! 

—¡Frankie, ¿escuchaste?! Sé una nueva palabra —presumió y Francis asintió concediéndole razón.

—Vas a ser mucho más inteligente que yo por lo visto —la halagó y procedió a dirigirse a la cocina—. Voy a preparar refrigerios.

—Está bien. Puedo cuidar de ella —afirmé y él no pareció demasiado convencido de aquello.

—Regreso en un parpadeo —prometió, desapareciendo rápidamente en la cocina.

—¿Cómo conociste a mi Frankie? —disparó Ava, sorprendiéndome por su pregunta tan directa.

—Nos conocimos en un viaje —improvisé, yendo por la opción segura.

Ava se mantuvo en silencio durante un rato, mientras sacábamos las piezas de la caja antes de volver a hablar.

—¿Lo quieres?

—Por supuesto que lo quiero —mi respuesta fue automática y eso la hizo reír.

—¿Mucho? —insistió y decidí invertir los papeles.

—¿Tú lo quieres? —cuestioné, a modo de respuesta y Ava me miró ofendida por siquiera haber hecho aquella pregunta.

—Si —asintió, solemne—. Me voy a casar con él cuando crezca.

Logré controlar mi risa a tiempo, antes de que saliera, puesto que estaba segura, que aquello no le haría gracia en absoluto.

—Estoy segura que si. —Le seguí la corriente, mientras ambas nos encargábamos de armar las esquinas del rompecabezas.

—Pero no le digas a John o se pondrá enojado —murmuró un poco demasiado alto para ser un secreto, pero decidí tratarlo como tal.

—Lo prometo —susurré en respuesta y luego pregunté curiosa:— ¿Y quién es John?

—Mi hermano grande. Es el primero —levantó su dedo índice para acompañar sus palabras.

—¿Tu hermano mayor?

—Eso. —Me concedió la razón y luego me enseñó una pieza que parecía ser parte de un rostro— ¿Dónde crees que va esta pieza?

—Deberíamos empezar por las esquinas —le recordé—¿Tienes más hermanos?

—Si. Tengo cuatro hermanos. John, Christopher, Trevor y Nathan —enumeró, con su atención centrada en el rompecabezas disperso en el suelo—. Nathan es un bebé. Es chiquitico.

Separó su dedo índice y pulgar sólo un poco, para indicarme el tamaño aproximado de su pequeño hermano.

—¿Eres la única niña? Vaya, eso va a significar muchos problemas para el chico que intente acercarse a ti —negué, comprendiendo un poco como sería su futuro.

A pesar de que solo éramos Autumn y yo, habíamos estado rodeadas por muchos primos hombres, para poder disfrutar de nuestra adolescencia sin ninguna preocupación.

—Los niños son asquerosos, iugh —Ava se quejó, sacándome de mis pensamientos.

—Deja que la pubertad de golpeé —repliqué, mientras despeinaba su cabello en broma, haciéndola reír.

—¿Qué es eso? —preguntó, confundiéndome un poco.

—¿El qué?

—La pu...ertad —tropezó de nuevo con sus palabras y traté de pensar en una respuesta acorde a su edad.

—Oh...

—¿De qué hablan? —Francis apareció, liberándome de tener que responder aquella pregunta.

—Ivy dice que los niños me gustarán cuando llegue la puertad —el ceño de Francis se frunció, ante la declaración de Ava.

Tomó asiento a nuestro lado, para ayudarnos con el rompecabezas mientras sopesaba que responder a aquello.

—Es pubertad —finalmente dijo—. Y no le hagas caso a Ivy. Los niños son bestias horrorosas y siempre lo serán.

—Sabes que va a dejar de creer esas cosas en algún punto, ¿no? —le informé, pero él no estaba dispuesto a ceder.

—Lo sé. Pero eso sucederá en unos buenos diez años —replicó, complacido consigo mismo.

Después de eso, la conversación se movió a temas más banales y pasamos el resto de la tarde entretenidos con cada juego a Ava se le ocurría.

***


El timbre sonó nuevamente cuando el sol empezaba a ponerse y debido a que Francis se encontraba ocupado preparando nuestra cena, me ofrecí a ser yo quien abriera la puerta.

—¡Yo abro! —informé, mientras dejaba a Ava concentrarse en las esquinas del quinto rompecabezas de la tarde.

En mi camino a abrir la puerta, el timbre sonó otro par de veces y supuse que se trataba de algo urgente así que aceleré mi andar.

Una chica se encontraba al otro lado. Una chica que me resultaba familiar.

—Uh, ¿hola? —saludé, un poco incómoda por el escrutinio en su mirada y me dije a mí misma que eso sería solo temporal.

Una vez los amigos de Francis se acostumbraran a verme, dejarían de mirarme como sí no estuvieran seguros de que en realidad me encontraba frente a ellos.

—¿Ivy? —finalmente habló, saliendo de su estupor.

Asentí y su nombre vino a mí, al recordar los bocetos que Francis tenía dispersos en una de las paredes de la sala de estar.

—Tú debes ser Mackenzie.

—De hecho, lo soy. Mucho gusto .—Extendió su mano en un gesto educado y ambas intercambiamos un apretón formal de manos a modo de saludo.

—¡Kenzie! —la emocionada voz de Ava se escuchó desde el otro lado de la sala y entonces, se apresuró a llegar hasta Mackenzie, quien la recibió con sus brazos abiertos.

—Hola, conejita. —Mackenzie besó ambas mejillas regordetas de Ava, haciéndola reír—. ¿Molestaste mucho a Shark hoy?

—¡Si! —Ava levantó su pequeño puño en una señal de victoria y aquel gesto me pareció demasiado adorable.

Y otra cosa que había descubierto, era que Francis era constantemente el principal objetivo de bromas por parte de sus amigos. Aunque, con la personalidad pícara y traviesa de él, estaba muy segura que sabía como devolverlas a la perfección.

—Bien hecho —murmuró, solo para Ava, pero alcancé a escuchar lo que dijo.

—Pasa, por favor —ofrecí y aquello le pareció desconcertante.

—¿Están viviendo juntos realmente? ¿O todo fue un invento de Francis? —indagó, haciéndome reír por su sugerencia.

—Es cierto. Me he terminado de instalar hace un par de días —informé y eso pareció ser algo muy poco creíble para ella.

¿Tan mala era la reputación de Francis, para que tuvieran esa reacción cada vez que la idea de una relación estable entraba en la ecuación?

—Pues, bienvenida a la pandilla. Probablemente deberíamos hacerte una fiesta de bienvenida —declaró al fin y Ava aplaudió emocionada.

—¡Si, fiesta!

—Esa no es una mala idea de hecho — Francis apareció a mí lado, quitándose el ridículo delantal floreado que insistía en usar cuando estaba haciendo actividades domésticas.

Entiéndase por actividades domesticas, todo lo que incluía cocinar, porqué habíamos decidido después del primer fiasco en nuestra primera noche juntos en su casa, que era mejor mantenerme alejada de la cocina mientras el fuego estaba siendo usado.

Había sido una lección bastante accidentada, pero rápidamente habíamos adoptado una rutina que hasta ese momento, nos funcionaba de maravilla.

—Eso sucede cuando se usa el cerebro de vez en cuando, Grant —se burló Mackenzie y él decidió ignorar sus provocación.

En su lugar, envolvió uno de sus brazos en mi cintura, pegándome un poco más a su cuerpo.

Francis era un hombre bastante táctil. Siempre buscaba cualquier excusa para tocarme.

No era algo que me molestara cuando estábamos solos, pero en compañía de alguien más, me resultaba un poco incómodo.

—¿Te quedas a cenar? —le preguntó a Mackenzie, ignorando por completo mi expresión mortificada, ya que su atención estaba en la chica frente a él.

—Nop. Trevor y Zoey me esperan en el auto. —Mackenzie puntó a un lujoso vehículo que permanecía en ralentí frente a la casa.

La mirada de Ava se dirigió en esa dirección de inmediato, con una expresión emocionada ante la mención de aquellas dos personas.

Suponía que Trevor era ese hermano al que ella se había referido más temprano.

—¿Zoey vino? —preguntó, tratando de soltarse del agarre de Mackenzie.

—Mhm, te quedarás con nosotros esta noche —afirmó ella, dejándola en el suelo y Ava de inmediato se dirigió hacia el auto gritando algo acerca de una pijamada, pero Mackenzie la detuvo.

—Tengan buena noche —me despedí, cuando quedó en evidencia que ambas se irían en esa momento.

—Lo mismo ustedes. Di adiós a Shark y a Ivy, Ava —instruyó a la menor y esta levantó su pequeña mano para ondearla a modo de despedida.

—Adiós.

—Hasta pronto, preciosa. —Me incliné para estar a su altura y ella depositó un corto beso en mi mejilla.

Luego de eso, observamos como ambas se dirigen al auto en medio de una conversación banal y solo entramos de regreso en la casa, cuando el auto no es más que un borrón en la distancia.

Me dejé caer en el sofá, cansada por la extenuante, pero muy entretenida jornada del día y me dediqué a observar como Francis recogía los juguetes dispersos de Ava en el suelo.

—¿Y bien? —inquirió, sentándose en el suelo, con su espalda apoyada en el sofá, mientras esperaba mi respuesta.

—¿Qué?

—¿Pasamos la prueba como padres? —explicó, girando un poco su cuerpo para poder enfrentarme.

—Ella tiene ocho años, Francis. Es mucho más independiente que un bebé —contesté, divertida por la mirada seria en su rostro.

—Bueno, pero vamos adquiriendo algo de práctica —insistió y yo suspiré, porque era muy notoria nuestra falta de preparación para lo que nos deparaba el futuro.

—Pobre bebé, te tocó el par de padres más desastroso de todos. —Apoyé mi mano en mi vientre, levantando un poco mi camiseta para dejarlo a la vista y la mirada de Francis se centró de inmediato allí.

—No escuches a tu madre. Estaremos genial, ya lo verás —murmuró, cubriendo mi mano con la suya, creando un marcado contraste entre su pálida piel y la mía color caramelo.

Aún era surrealista, el hecho de que en verdad aquello estaba sucediendo.

—¿Cómo estás tan seguro de eso? —me obligué a centrarme de nuevo en la conversación y los ojos azules de Francis adquirieron un brillo determinado.

—Tengo un buen presentimiento —respondió, completamente seguro de sus palabras.

Esperaba que tuviera razón.



***

Shark.

—¿De verdad crees que es una buena idea? —Will sonó muy poco convencido al plantear su cuestionamiento, mientras ambos continuábamos encargándonos de revisar los nuevos suplementos que habían llegado a la tienda.

Hummer estaba ocupado con un cliente y Mackenzie se había ido temprano—de nuevo—, para ayudar a John con algunas diligencias, así que solo éramos mi buen amigo Will y yo.

—Es la mejor, de hecho. Así todos conocen a Ivy y no invadirán mi casa a cada rato para presentarse —expliqué y entonces tropecé con una de las cajas vacías dispersas en el suelo, pero logré mantener el equilibrio antes de caer aparatosamente.

Will rió, ganándose una palmada en la parte trasera de su cuello para que se detuviera, cosa que hizo un par de segundos después.

—Pero una fiesta en su estado... —retomó el tema de nuestra conversación, luego de que lograra recuperar su compostura.

—Está embarazada, no enferma —bufé, centrando mi atención en la planilla en mi mano, donde se encontraba el inventario de la nueva compra.

Will no dijo nada más por un largo rato, pero lo sentí mirarme durante todo ese tiempo, así que levanté mi mirada para encontrar que la suya lucía bastante divertida.

—Aún me parece increíble que serás papá primero que yo. —Me lanzó una bola de papel, a modo de burla y Dante eligió ese momento para salir de su estación para tomar un descanso.

—Aw, no te sientas celoso. Ya pronto tendrás a bebés pelirrojos revoloteando por todos lados —codeé al gigante a mi costado, quien simplemente se dedicó a observar nuestro intercambio con una sonrisa divertida en sus labios.

—Nada de eso. Cameron no quiere bebés en un largo tiempo —suspiró, apartando sus anteojos de lectura de su rostro.

Hummer y yo intercambiamos una mirada de incredulidad ante su declaración, a lo que Will respondió, poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué?

—Va ir a la universidad. Quiere ser una trabajadora social —ofreció por respuesta y eso explicaba muchas cosas.

La pelirroja aún era joven, así que entendía el porqué estaba tomando aquella decisión de esperar para tener un hijo hasta que fueran un poco más estables.

O tal vez, simplemente quería disfrutar de su matrimonio antes de convertirse en padres.

—Oh, entiendo. Y tú no te haces más joven. Tus nadadores también envejecen... —Dante intervino finalmente, haciéndole burla a la diferencia de edad de ocho años entre él y su prometida.

—Vete a la mierda. —Will le lanzó un pisapapeles a Dante y este lo atrapó en el aire con maestría, fingiendo un bostezo aburrido.

—Lo haría con gusto, pero estoy muy cómodo con mi realidad actualmente —expuso el rubio y tuve que darle la razón allí.

Mi asentimiento atrapó la atención de Will, quien estiró su mano para despeinar mi cabello y así lograr fastidiarme un poco.

—¿Cómo es qué estás tan tranquilo con todo esto?

—Puede que para ustedes sea difícil de entender, pero entre Ivy y yo hay una conexión especial. La primera vez que la vi, algo hizo clic dentro de mí. Puede que suene cliché, pero ella se siente como mi alma gemela —confesé, viendo como sus expresiones curiosas se transformaban en excepticas.

No me creían. Para ellos era muy difícil imaginarme hablando en serio acerca de establecerme con una sola mujer.

Y no los culpaba. No tenía la mejor reputación en el ámbito amoroso; sin embargo, estaba determinado a demostrarles a todos, que sí podía mantener una relación a largo plazo con una sola mujer.

Y más sí esa mujer, era tan impresionante como Ivy Moore.

—¿Tanto así?

—Probablemente termine enamorado de ella en poco tiempo —verbalicé aquel pensamiento que rondaba constantemente en mi cabeza, desde que Ivvy había aparecido de regreso en mi vida.

—Si es que ya no estás allí —musitó Will y yo asentí.

—Si, sí es que ya no estoy allí.

___________

Mis niños empiezan a avanzar ahhhh.

En el próximo capítulo vendrá una fiesta de bienvenida con un giro inesperado al final.

Nos leemos la próxima semana.

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