Pasión Italiana (Ya en Físico)

By danielacgalvis

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Bruno Lombardi. Frío,calculador y el hombre más poderoso de la mafia italiana, su mundo gira en reglas que na... More

《Sinopsis 》
-Personajes-
《Booktrailer》
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32
CAPITULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPITULO 43
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPITULO 46
CAPITULO 47
CAPITULO 48
CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51
Epilogo
Capítulo Extra
Próximamente en físico
Información sobre la venta del libro

CAPITULO 1

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By danielacgalvis

Canción: Haunted - Beyonce

Corro de manera desesperada por las congestionadas calles de New York, llevando la peor imagen que podría proyectar, me he retrasado una vez más para ir a mi trabajo.

Maldito despertador. Una y otra vez maldito.

Me detengo en el enorme edificio, mi respiración es agitada y me cuesta recuperar el aliento después de correr por más de diez cuadras.Rápidamente me aseguro de limpiar mis zapatos sobre la alfombra que se despliega sobre la entrada del hotel Golden, el mismo para que el que trabajo desde hace dos años.

- Llegas tarde Camila -articula una Laurent molesta apoyada sobre la recepción ojeando las planillas de ingreso de los empleados.

Laurent es mi mejor amiga, la conozco desde que éramos unas niñas, hace un par de años fue seleccionada como administradora del hotel y es gracias a ella que tengo el trabajo de mucama.

Mi nombre es Camila Steinfeld, nací en Colombia un día soleado, mi madre solía decir que los bebés que nacían en días soleados estaban destinados a tener una vida feliz.

Ahora pienso que aquello fue una gran mentira de su parte, ya podrán enterarse más adelante el porqué.

Mi padre era un joven estudiante estadounidense viviendo en Colombia para cuando conoció a mi madre, ambos definían su matrimonio como amor a primera vista y crecí con la mejor imagen de eso. Cuando tenía unos tres años decidimos mudarnos a New York por una oferta de trabajo que había obtenido papá, nos acostumbramos a la nueva ciudad y aprendimos el inglés a la perfección.

Pero así como hay bueno momentos en nuestra vida, también existen los malos. Mi padre murió cuando yo sólo tenía cinco años, el cáncer acabo con su vida, había ido lejos de nosotras y junto a él todos los buenos recuerdos que compartíamos juntos, él era mi mejor amigo, mi mundo y el único al cual podía hablarle cuando tenía problemas, mi cómplice en travesuras.

Mi madre tuvo que tomar la crianza de dos niñas pequeñas sin nadie a su lado, fue una época bastante difícil para todas, pero Stella y yo siempre tratamos de ser las mejores hijas para ella.

Stella era mi hermana mayor por tan solo dos años de diferencia, teníamos demasiados planes y sueños por cumplir, pero todo cambio una noche mientras esperaba a que terminase mi turno en la antigua cafetería en la que trabajaba, dos hombres aparecieron para asaltarla, ella puso resistencia y ambos la asesinaron por robarle los pocos dólares que llevaba en su bolsillo, desde ese día mi madre me culpa de su muerte, creo que esta ha sido su única escapatoria a los problemas que atraviesa su corazón.

La salud de mi mamá se vino abajo, empezó a sufrir de depresión, nunca supero la muerte de Stella y tampoco volvió a ser la misma de antes, no volvió a mirarme con los mismos ojos de ternura con los que lo hacía en el pasado.

Ahora conocen porque el significado de mi nombre fue una mentira inventada de mi madre.

- Camila, ¿me has escuchado? -vuelve a insistir mi amiga disipando mis pensamientos.

- Lo sé Laurent, no volverá a suceder -suspiro y me saco los zapatos para cambiarlos por otros-. No escuche mi alarma,

- Suerte que el señor Levis aún no llega, o te daría un buen sermón. Aquí tienes, estas son las llaves de la habitación que debes limpiar - me entrega el juego de llaves en la mano mientras yo me dirijo al cubículo que tenemos las empleadas para ponerme mi uniforme.

Uniforme azul celeste. ¿Día especial?

Como lo he dicho mi trabajo en el hotel consiste en mucama, soy la que recoge la mugre de los demás, la que se encarga de organizar todo, mientras ellos pagan por una habitación que ni a veces usan, o que si la usan, son sólo con fines como "fornicar".

Eso último no se escuchó muy bien, pero tenía que ser realista.

Acomodo las cosas el carrito de limpieza y tecleo los botones del elevador para subir al tercer piso del hotel.

Una vez el elevador se detiene en el piso avanzo hasta el número de habitación que resalta en el llavero negro con letras doradas, giro las llaves en la cerradura y quito el seguro de esta. Apenas cruzo el pequeño pasillo que conduce al interior tropiezo con un cumulo de ropa tirada a un costado.

Suspiro.

Por lo menos la habitación no luce como la de hace unos días, recuerdo muy bien el cómo luche por limpiar el vómito regado sobre la cama, el mueble y el suelo, cerca de tres días el olor desapareció.

Realmente asqueroso y una de las cosas que no quisiera volver a ver, aunque pueden haber peores. ¡Santo Dios!

Limpio y aspiro la mugre que hay allí, organizo algunas cosas y ropas que han dejado en la cama, al parecer se trata de una mujer que se hospeda en la habitación, existen ocasiones en que conozco el nombre de los clientes, otras ni siquiera conozco para quien limpio.

Una vez terminado mi trabajo, bajo de nuevo al primer piso y espero las indicaciones de Laurent acerca de la próxima habitación.

- Vaya, terminaste rápido -me da una sonrisa-. Y eso que estamos en temporada.

- Lo pude notar por el color del uniforme ¿Y bien? ¿A dónde debo ir esta vez?

- Suite 108, un cliente italiano.

- Perfetto - respondo y le doy una vista a mí reloj.

Hoy será un día largo.

- Camila una última cosa, ¿podrías prepararle un café?

- ¿Qué? Pero no soy la que se encarga de eso.

- Lo sé. Pero las chicas están algo ocupadas en la cocina, sólo será un café no es muy complicado. Y es mejor que seas rápida -da un vistazo a su reloj de mano-. El señor Lombardi, es "algo" impaciente, y no lo olvides toca antes de entrar.

Ruedo los ojos.

- Aquí tienes las llaves, y sé amable -me señala con el dedo-. Conozco el humor que manejas por las mañanas.

¿Mi genio? Mi genio es de los mil demonios y más cuando me levanto tarde y hoy es un día de esos en los que hasta el zumbido de un mosco me irrita.

Me dirijo a la cocina a preparar el estúpido café, pero me he demorado un poco porque no soy parte de servicio de la cocina y no conozco el lugar en el que las empleadas almacenan el café importado, no sé si le agrade el sabor al hombre al que debo atender, pero es lo mejor que he podido hacer en tiempo record.

Una vez tengo la taza lista, subo hasta la suite, en este piso sólo se hospedan personalidades famosas, millonarios, magnates, personas que buscan otro tipo de "exclusividad".

Mis pasos se detienen en la suite 108, observo a un hombre en la entrada, es de aspecto corpulento, alto y de cabellos oscuros, mira para todos los lados y sus ojos finalmente se detienen en mi rostro.

Trago saliva. Tiene aspecto de matón. ¡¿Qué cosas pienso?!

- Buenos días señor Lombardi, he traído el café que ordenó, soy la que se encargará de la limpieza de su habitación.

Me da una leve sonrisa.

- No soy el señor Lombardi, él está adentro, por favor siga se hace a un lado y abre la puerta.

Entro a la suite y me encuentro con la figura de hombre de ancha espalda con traje negro hablando por el móvil, esta de espaldas, algunas canas se dibujan en su cabello negro azabache.

- Discuteremo di questo dopo Giorgio -cuelga la llamada.

Me aclaro la garganta.

- Buenos días señor Lombardi, yo...

El hombre se gira y pone su vista en la mía, tiene unos ojos azules penetrantes, una barba ligeramente larga adorna su mentón, es alto de contextura atlética, lo sé porque he detallado cómo se ajusta el traje a su cuerpo, es un hombre totalmente elegante.

- Mi café llega tarde -es lo primero que dice al verme sin pronunciar una palabra.

Parpadeo varias veces y salgo de mi estado.

- Lo siento, me he tardado porque...

- Si esta es la atención de la que tanto alardea Levis, es pésima -frunce el ceño y guarda su móvil en el bolsillo del traje.

- Pues déjeme decirle que la atención no es pésima, hacemos nuestro mejor trabajo, para limpiar la basura de otros...

Mierda, mierda...

Él deja escapar una risa.

- Acaso... ¿Me está llamando desaseado? -enarca una ceja.

- Bueno..., mi intención no fue decir eso.

- Escuche atenta. Acabo de llegar, y esta habitación apesta a la persona que estuvo antes de mí, así que la solicite por eso.

- No se preocupe, la ordenaré.

- Sólo siga mis indicaciones y no habrá problemas. Me gustan los edredones negros, cierre las cortinas, limpie bien debajo de la cama, y sobre todo, asegúrese de que no apeste. ¿Capisci?

- Sí señor.

El hombre abandona la habitación dejándome sola, la taza de café que he dejado a un lado en la mesa luce intacta.

No le ha dado ni un sorbo.

¿Qué se cree? Odio lidiar con gente así.

Me dispongo a ordenar la habitación, a limpiarla como ordeno, a poner los malditos edredones negros sobre la cama, a cerrar las cortinas como si se tratase de un murciélago quien durmiera allí, y a perfumar el lugar, aunque la verdad no lo veía necesario, puesto que una vez que se ha ido, ha dejado su olor por toda la habitación, un aroma entre menta y tabaco.

Menbaco, rio al haberme inventado esa palabra en mi cabeza. Soy algo ingeniosa o tal vez sólo este loca.

Una vez termino de ordenar la habitación, salgo y cierro con llave para después bajar a la recepción y encontrarme con Laurent.

- Menudo cliente al que me has mandado -tiro a un lado mis guantes de látex. Omitiste la parte en la que es un ser grosero y arrogante

- ¿El señor Lombardi?, es un hombre elegante, y refinado. Nunca he escuchado que se comporte de mala gana con los empleados, y olvide decir que es como sacado de una revista.

- No puedo creer que mientras me esto quejando respecto a su actitud, tú me estés diciendo eso -me apoyo en la recepción tratando de alcanzar una manzana que traje.

- Ay, por favor Camila, ¿Acaso no lo viste? calienta hasta el pan con solo mirarlo.

- Ya lo conocí y ni siquiera ha probado el café que preparé para él - le doy un mordisco a mi fruta-. Quizás no eran los granos importados adecuados para su paladar.

Laurent se aclara la garganta.

- Hablando del rey de Roma -lo señala con la quijada-. Bienvenido de nuevo señor Lombardi, su habitación está preparada.

- Grazie -responde dándonos una sonrisa, me da una ligera vista y sonríe, después desaparece dentro del elevador en compañía de tres hombres vestidos con trajes oscuros incluyendo al que me abrió la puerta.

- ¿Porque siempre lo siguen hombres?

- No lo sé, no se pregunta por la vida de los clientes -me da un ligero golpe en la cabeza.

- Su trabajo debe ser importante ¿A qué se dedica?

- Dicen que maneja la antigua empresa de su padre, la verdad no se sabe con certeza que sea. Tal vez una sombra.

Suspiro, en mi afán ni siquiera he probado bocado, así que no tengo de otra que irme a la cocina del hotel y preparar algo, la manzana no será suficiente, mis tripas ya crujen.

- Regreso en un momento, no he desayunado.

- No tardes, tienes más habitaciones.

Asiento a su pregunta.

Camino hasta la cocina y me preparo un jugo de naranja con una tostada, mientras veo como las chicas preparan platos finos para los clientes, cruasanes rellenos de queso, huevos revueltos con tocino. Omelets... nada más verlos ya me dio más hambre.

Salgo de allí con el vaso de naranja y subo hasta el segundo piso para ver desde el pequeño balcón la ciudad.

- Muy buen trabajo -me dice una gruesa voz detrás de mí.

Me atraganto con el jugo.

- Mierda, me ha asustado -digo cuando lo veo a mis espaldas.

- Ya me lo han dicho ¿Le importaría si conozco su nombre?

- Mi nombre es Camila Steinfeld

- Camila «Aquella que se sacrifica»

- ¿Disculpe?

- Es el significado de su nombre en latín.

- De niña me dijeron otra cosa.

- Señorita Steinfeld. He estado marcando el teléfono para solicitar el servicio a la habitación y no han respondido, ¿podría ayudarme con ello?

- Hablaré con la administradora.

- Recálquele que sólo consumo comida italiana, que quede claro, no pueden olvidarlo -se aleja finalmente.

Me regreso a la recepción para hablar con Laurent, la voy a matar por enviarme con ese amargado.

- El cliente "estrella" de la suite 108 solicita servicio a la habitación.

- Demonios, ¿porque nadie le ha llevado algo? -se levanta como una loca de la silla.

- No lo sé... ¿Quizás porque tienes el teléfono descolgado? -lo señalo-. Ha recalcado que sólo consume comida italiana.

- Camila, el señor Lombardi ha quedado muy agradecido con la habitación, ¿puedes tú llevarle el servicio de comida?

- ¿Qué? ¿Y porque tengo que hacerlo? Ya te he dicho que ese no es mi trabajo. Laurent no me hagas esto.

- Lo siento, pero desde ahora tendrás que atender la suite del señor Lombardi.

- Pero... ¿Porque no mandas a otra? ¡Porque tengo que soportarlo? ¿Quién ha dado esa orden?

- No te diré quién ha dado la orden, pero no puedo enviar a una chica nueva, haría mal las cosas. Tú conoces como arreglar la suites, y todo, haces un buen trabajo. Además el señor Levis es estricto con ese tipo de clientes.

- ¿Cuánto se quedara?

- Tres días a lo máximo.

- Debe ser una broma. ¿Crees que soportaré a tu cliente quejumbroso como ese?

- Las cosas están así, si no vas tú, nos despedirán, y no creo que eso sea una buena noticia.

- Está bien, no me presiones.

- Y Camila, una sonrisa amable no está de más.

- ¿Así? - Digo dándole una sonrisa postiza.

- Menos exagerada.

Las chicas de la cocina han preparado unas pastas especiales típicas de Italia tal como lo sugirió, se ven tan deliciosas, que quisiera comerlas, pero retiro ese pensamiento.

Controla tu estomago Camila.

Subo por el elevador rogando al cielo que esos platos no se caigan. Respiro con tranquilidad cuando llego a mi destino.

- Servicio a la habitación -le digo al mismo hombre que vi parado en la puerta.

- Un momento -da un toque en la puerta.

- ¿Si? -se logra escuchar su voz del otro lado.

- Señor, servicio a la habitación.

- Dile que siga.

- Siga señorita.

- Señor Lombardi. Comida italiana, como lo ordeno -dejo el plato en su mesa mientras él tiene su vista puesta en la laptop.

- Ya pues retirarte.

- Que tenga feliz resto de día -respondo dándole una maldita sonrisa como me pidió Laurent que lo hiciera.

**

Paso toda la tarde limpiando algunos lugares del hotel como el área de la piscina, el salón de eventos y el pasillo del segundo piso. Termino mi jornada a las diez de la noche. Un poco temprano a lo comparado con otras noches en las que termino a las once.

Bueno, al menos ha sido diferente a como me imagine que sería mi día.

Regreso a mi casa en autobús, y una vez piso la sala de allí, encuentro a mi madre sentada en el sofá con un gesto de enojo dibujado por todo su rostro.

- Llegas tarde una vez más -alega con un tono de molestia.

- Lo siento, tuve que...

- No me interesan tus explicaciones, y por si me lo preguntas no he preparado nada para cenar.

- No importa. ¿Quieres que haga algo para ti? -me acerco y tomo su mano cálidamente pero ella la retira.

- No es necesario, no tengo hambre -retira mi mano de la suya.

- Mamá, debes comer, el médico dijo que...

- ¿Qué parte de que no tengo hambre no has entendido?

- Está bien, no te obligaré a nada.

No es la primera vez que ocurre esto, no es la primera vez que lidio con su rechazo, sé que mi madre no está bien emocionalmente, pero no merezco su actitud siempre fría y distante, trabajo por ella, es lo único que me queda como familia.

Pero a veces quisiera irme a un lugar en el que me sintiera más cómoda.

Me acerco a la cocina pero se me ha quitado el apetito. No puedo seguir de esta forma.

- Buenas noches -me despido de mi madre cuando cruzo la sala pero ella no da ninguna respuesta.

Entro a mi habitación y me dejo caer en mi cama.

Mañana seré puntual, no me retrasare y sobre todo me preparare psicológicamente para verme con ese amargado.

El sonido de la alarma me despierta de golpe, observo el reloj.

5 am.

La misma hora en la que me despierto todos los días desde que comencé en el Golden, me doy una leve ducha, recojo mi cabello negro en una coleta, y me pongo la ropa más cómoda posible, unos jeans, con una camisa blanca suelta y unos tenis negros.

Abandono mi habitación, y cruzo por la habitación de mi madre, encontrándola sobre las sabanas durmiendo.

- Adiós mamá -digo en un susurro antes de salir de la casa.

Rápidamente, subo al autobús, y cuando llego al hotel me encuentro con Laurent quien me entrega las llaves de la suite de Lombardi.

- Ya sabes que hacer, no está por si preguntas.

- Gracias al cielo.

Subo hasta la suite, la ordeno como siempre y entro al baño, para trapearlo y entonces cuando estoy saliendo lo veo a punto de quitarse la camisa.

¿Que no se suponía que no estaba? Mi rostro debe estar rojo.

- ¡¿Qué hace usted aquí?! -exclama-. ¡Simone!

- Yo..., vengo a arreglar la habitación.

- Que sea esta la última vez que entra a mi habitación sin anunciarse.

- ¿Si señor? -dice su guardaespaldas apareciendo de la nada.

- Acompaña a la señorita a la salida. Nadie entra sin ser autorizado.

- Lo siento. Pensé no estaba.

- La gente decente se anuncia. Por favor, salga.

- Sí señor.

¿Qué tan grave puede ser que entre en su habitación? No es como si ocultara algo. Exagerado.

Bajo de nuevo a la administración. Durante toda la mañana he pensado en la forma en que mi madre y yo hemos estado viviendo los últimos años, en sus palabras llenas de odio hacia mí, no puedo ignorar eso. No se puede ignorar este tipo de cosas cuando te lastiman en lo profundo de tu corazón.

- ¿Qué te sucede Camila? te noto distraída - articula Laurent.

- No es nada -susurro.

- Te conozco y sé que no dices la verdad. ¿Qué sucedió ahora?

- No puedo seguir en esa casa, mamá está peor que antes. Siempre discutimos...

- No puedo creer que te trate así. Y sigo sin entender cómo te quedas allí.

- Es mi culpa, mi madre tiene razón, Stella murió por mi culpa.

- Camila, tu hermana no murió por tu culpa, estoy segura que Stella no quisiera esto para ti. Ya bastante has soportado.

- No quisiera ni regresar a mi casa, pero no puedo tampoco dejarla sola. Si de algo estoy segura es que hubiera cambiado mi lugar por el de mi hermana.

- No puedo creer lo que me dices. Trata de ver las cosas de otro modo.

- Créeme que lo intento, pero estoy cansada.

- Sabes, hoy termino mi turno más temprano y tú también ¿Qué tal si vamos a un bar?

- Quisiera decir que sí, pero no tengo dinero.

- Yo invito.

- No lo sé.

- Anda ¿Hace cuánto que no sales?

- Tal vez un año, la última vez fue para tu cumpleaños.

- Ahí está, vamos por unos tragos. Y olvidemos las malas rachas.

- Está bien, saldré, pero no tengo nada en mi guardarropas.

- Pero yo sí, la otra vez encontré un vestido en una de las suites, tal vez era de una modelo, nunca lo reclamaron, lleva un año en el armario del hotel, está limpio, pero no es de mi talla, puedes usarlo.

- ¿Y si aparece la dueña?

- La dueña tal vez tenga más en su closet fino -sonríe chistosa.

Al caer la noche, me reúno con Laurent para poder medirme el vestido que menciono, pero este me queda ajustado.

- Definitivamente era de una modelo, mira como me ha quedado.

- Se ve hermoso.

- Esto me aprieta las nalgas.

- Deja de quejarte, ya estas lista, tengo unos tacones como toque final.

- ¿Y qué hay de tu ropa?

- Siempre vengo preparada con una maleta extra - saca de sus cosas un vestido negro y unas zapatillas.

- Estas loca.

Ambas tomamos un taxi que nos conduce hasta el bar, nos sentamos en una de las mesas que da con vistas a la barra.

- ¿Qué tal todo con el señor Lombardi?

- Se molestó porque entre a su habitación sin anunciarme, creí que sabía que iba a hacer mi trabajo. Me dijiste que no estaba.

- No lo vi entrar. Escuche que es amigo del señor Levis, tal vez por eso nos lo recomendó tanto ¿Tendrá esposa?

- No lo sé.

- ¿No has encontrado nada raro en su habitación?

- ¿Qué quieres? ¿Qué te traiga sus condones y sus medias?

- Claro que no, me refería a tal vez, algo que indique que tiene pareja.

- Sólo voy hasta su habitación y hago mi trabajo, además se ve que tiene un genio del demonio.

- No más que tú, a mí me parece un hombre elegante y caballeroso, y es italiano para rematar.

- ¿Vinimos a hablar de Lombardi o a divertirnos?

- Vale, vale pero no era para enojarse ¿Qué quieres tomar?

- Una margarita estará bien.

Laurent ordena al chico que atiende el bar nuestras bebidas y al rato las sirven en nuestra mesa, ambas seguimos hablando hasta que terminamos nuestras margaritas. Para después hacernos en la pista de baile, meneando las caderas al ritmo de una canción bastante pegajosa.

- Oye cariño, ¿te gustaría bailar conmigo? - pregunta un hombre en la oscuridad.

- Gracias, pero estoy bien bailando con mi amiga -le respondo.

- Anda que la música está demasiado buena -me jalonea del brazo.

Nunca he adivinado la verdadera razón por la cual un hombre no entiende nunca un NO por respuesta.

- ¡Dije que no! -exclamo con furia.

- No seas difícil -pasa su mano cerca de mi trasero y me preparo para golpearlo.

- ¡Quita tu maldita mano de encima de mí!

- Sólo quiero bailar.

- Y yo he dicho que no ¡Suélteme! -protesto para quitarme al tipo de encima con mis propias manos.

- Creo que la dama ha dicho que no -una gruesa voz se escucha, una que logro reconocer.

Lombardi.

- ¿Quién eres tú? Mete tus narices en otra parte -el hombre lo empuja pero no logra moverlo es como una pared de concreto.

Lombardi lo mira y sonríe.

- ¿Quieres saber quién soy yo? El diablo, si no la dejas en paz -lo toma de su mano retorciéndola y sacándole una mueca de dolor.

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