Demonios: Mi Error Favorito

By DaanBorriello

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Alex y Stefan no son exactamente la princesa y el príncipe de cuentos de hadas respectivamente; ambos buscan... More

Trailer y Registro :)
Prólogo.
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23. Resubido :)
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Antes del capítulo final.
30. FINAL
Epílogo.
Gracias totales :)
Encuesta, por favor responde :)
Decisión.
Continuará...

1.

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By DaanBorriello

                  

Tenía 21 años cuando lo conocí y en ese entonces creía que era lo suficientemente inteligente para no dejarme seducir por alguien como él, sin embargo, y como era de esperarse terminó siendo todo lo contrario.

Fue una noche de verano en la que lo conocí, él era un año mayor, y al igual que yo estudiaba medicina. Nuestros estilos de vida eran bastante similares, fiestas a montones y sin control, evasión al compromiso de cualquier tipo y una especie de miedo a eso que llamaban amor y, sin embargo, nos creíamos diferentes el uno del otro, aunque al final del día terminamos siendo exactamente iguales.

Nunca fui la típica chica que esperaba virgen a que el amor de su vida le pidiera matrimonio, y vivieran felices por siempre, él por otro lado no pretendía sentar cabezas con una mujer y serle fiel; lo nuestro era simplemente ser libres y disfrutar de aquello.

Desde siempre odié los cuentos de hadas, la idea de la indefensa princesa que espera a ser rescatada por el apuesto príncipe nunca fue lo mío, o hacer de mi vida una en la que todo girase en torno a alguien más que no fuese yo, mucho menos, entonces, ¿Qué era lo mío? Lo mío era disfrutar de mi juventud, de mi vida universitaria a niveles excesivos que, más de alguna vez me llevaron a tener grandes problemas, y sobre todo olvidar, olvidar lo que había sucedido hace ya 4 años y si para ello debía vivir de fiesta y desaparecer sin dejar rastro, lo hacía sin un dejo de culpa; y al final, es por eso que le agradezco tanto que haya aparecido en mi vida, porque Stefan fue quien me hizo mejor persona, fue quien me hizo ser quien soy hoy en día...

... La historia de cómo me enamoré de sus demonios comenzó así:     

El dolor punzante y constante en mi cabeza me hizo despertar con ganas de querer quitármela, mi cuerpo pedía a gritos un poco de agua y mis ojos ardían producto de que la luz en mi habitación aún con las cortinas cerradas era excesiva; sabía sin siquiera abrir mis ojos que afuera había un sol radiante y, aunque la migraña era insoportable y mis ganas de levantarme decaían a cada segundo, lo valía absolutamente; estiré mis brazos hacia arriba y sonreí, ¡Qué noche!

Minutos después de batallar contra el sueño, me erguí sobre el suave colchón y al segundo noté un pequeño papel en el lado -ahora- vacío de la cama, lo tomé extrañada y procedí a leerlo, en una perfecta caligrafía tenía escrito: "Voy a necesitar mi polera de vuelta, algún día ;)".

Bajé mi vista y sonreí sin poder evitarlo. Ok, estaba con la polera de aquel chico de anoche, del cual no podía recordar su nombre, aunque su perfecta sonrisa no salía de mi cabeza, ¿Qué la hacía acreedora de tal calificativo? Sencillo. Era la mezcla perfecta y a la vez perturbante de misterio y encanto que, sin mucho esfuerzo dejé que esa noche me sedujera por completo.

Giré mi cuerpo hacia el borde de la cama, mis pies se posaron en el helado y crujiente piso de madera y no pude evitar mirarme en el reflejo del espejo en frente, mis ojos que generalmente eran de un tamaño promedio, y muy vivaces, ahora parecían pequeños y muy cafés. Mi cabello se encontraba alborotado y mi rostro se veía pálido con cierto rubor en las mejillas, la prueba fehaciente de que había sido una excelente noche.

Me puse de pie y caminé a la ventana para correr las cortinas y dejar que la luz inundara la habitación, tal como había supuesto hace unos instantes, el sol afuera era abrumante, aunque al abrir la ventana la brisa matutina me hizo estremecer e inmediatamente corrí hacia mi cama en busca de refugio.

– ¿Puedo entrar? –Sentí el sigiloso golpeteo de mi puerta. Era Matt.

– Si no traes desayuno ni lo pienses Matty. –Giró el pomo de la puerta y entró con una gran bandeja llena de comida. Desayuno para 3.

Mattia, era esa especie de primo con el que nunca me había tratado como tal, desde que tenía uso de razón había sido mi hermano y mi mejor amigo, sobre todo desde que había comenzado a salir con Dan, mi mejor amiga.

Mayor sólo por un año, Matt, debía reconocer era bastante atractivo, medía más o menos un metro ochenta; sus ojos eran de un café penetrante y su cabello era una mezcla de castaño y rubio; el prototipo perfecto de muchas descerebradas de Kappa, él un Beta estaba supuestamente destinado a una de ellas, pero para mi gran gusto y regocijo no fue así.

Y es que, antes de enamorarse de mi amiga, era un completo idiota con las mujeres, básicamente un mujeriego sin remordimientos, pero cuando Dani apareció en su mapa amoroso y fue la primera chica en rechazarlo en la Universidad y, peor aún en toda su vida terminó por caer rendido a sus pies, aun cuando nuestro trato lo prohibía tajantemente.

– Por favor dime que esa no es la polera de un pobre idiota que cayó en tus redes anoche. –Sonreí y a la vez terminé completamente sonrojada. Odiaba el hecho de que sin preguntar supiese todo.

Así era siempre, Matt me conocía mejor que nadie sin que pudiese evitarlo.

– Tú sólo limítate a alimentarme. Mi estómago está rugiendo. –Meneó la cabeza y me ofreció una rebanada de pan. Acepté encantada, porque si había algo que me subía el ánimo era comer. Tomé el cuchillo y unté el crujiente pan con mermelada de moras, mi favorita.

– ¿Era mucho sacrificio esperarme, pobres hambrientos? –Cruzada de brazos en el umbral de la puerta estaba Dan con una polera de Matt que le cubría, digamos lo básico.

– ¡Dios mujer tápate! ¡Es horario familiar! –Dije en lo que le lancé un cojín y mi amiga me lo devolvió enseguida para unírsenos en la cama de un salto.

Así era todo desde hacía más o menos 3 años, desayunos en la cama preparados por Matt, y Dani prácticamente viviendo con nosotros en verano aun cuando su casa estaba al frente de la nuestra.

Matt por otro lado, vivía conmigo desde más o menos los 5 años cuando su madre, Gina, murió de una grave enfermedad. Ninguno de los dos recuerda con exactitud cómo sucedió todo, sólo recordamos a Baldo, su padre, yéndose a Lombardía días después del funeral cuando Matt prefirió quedarse aquí y no viajar con él. Mi primo a sus 5 años nos había preferido a nosotros como su familia antes que, a Baldo, con quien a pesar de ser padre-hijo no tenían una relación como tal por el exigente trabajo del primero.

Y así fue desde ese entonces, mis padres adoptaron a Matt como un hijo más y él hasta el día de hoy sigue visitando a Baldo unas cuantas veces al año, porque como él mismo dice, sólo tiene la fortuna de tener dos padres.

– Ahora que he alimentado a mis dos mujeres favoritas creo que es momento de volver a la cama. –Le miré riendo, ¿En serio?–. Córrete y dame el lado, mi cabeza va a explotar si no cierro mis ojos ahora ya.

Miré a Dani, quien meneó la cabeza. –¿Por qué me miras? Es tu familia, no la mía...

– ¿Saben que los odio? –Asintieron sonrientes–. Termino mi sándwich y te dejo dormir todo lo que quieras.

Me recosté a un lado de Matt a mirar la nada. –Eso va a ser prácticamente toda la tarde... –Respondió mi amiga y Matt asintió.

Dani tomó el pote con fruta y se recostó al otro lado de mi primo para intercaladamente comer ella y luego darle una cucharada a mi primo. –Son repulsivamente adorables, sépanlo. –Ambos rieron en lo que mi estómago se revolvía ante tal escena empalagosa.

Cuando Matt había decidido irse a su habitación, porque mi cama no era lo suficientemente cómoda para él, decidí que era momento de levantarme y darme una ducha para comenzar el día de una vez por todas.

Entré al cuarto de baño y en cosa de segundos me quité la polera de aquel chico, pero antes de dejarla tirada no pude evitar acercarla a mí y olerla, aún conservaba ese aroma tan peculiar a un perfume que podía asegurar tenía toques de madera e incienso. Ya en la ducha dejé que el agua me recorriese sin si quiera prestar mucha atención; el agua tibia siempre había logrado relajarme a un nivel increíble, pero esta vez no fue así, porque a los segundos noté que no podía dejar de pensar en aquella nota y sobre todo en él. Y es que este chico había sido diferente a cualquier otro, no me había llamado, se había ido antes del amanecer sin despedirse y al parecer yo también había sido sólo una más a la lista.

Sin poder controlarlo emití una especie de sonido que había sido algo así como una risa sin gracia.

Por primera vez en mi vida alguien jugaba mí mismo juego, alguien al parecer era mi karma materializado, y lo peor de todo es que no me arrepentía en absoluto, esa noche lo había valido absolutamente.

Un par de minutos más tarde, me senté en mi ahora cama vacía y no pude evitar mirar la mesita a un lado, el papel blanco resplandecía con la luz que lo rodeaba, lo tomé y procedí a leer por última vez aquella nota. La caligrafía era realmente hermosa, casi parecía la de una chica. Negué y arrugué el papel, me recosté en la cama aún cubierta por la toalla para recordar aquella noche...

...Casi finales de verano y la casa del lago de los Fabiani como tradición en la Universidad hacía su fiesta de término de verano. Todo el mundo se encontraba allí, nadie en su sano juicio se perdería tal evento, porque tenía todo lo que un universitario quería, chicas hermosas y chicos guapos dispuestos a todo, un gran lago, música a cargo de un buen Dj y, sobre todo, el mayor atractivo de la fiesta, alcohol gratis.

– Nunca en la vida voy a entender cómo es que tus abuelos permiten esto. ¡Cada año! –Mientras arreglaba mis shorts en el baño de mi cuarto, Dani no dejaba de hablar. El pantalón corto no era uno de mis atuendos favoritos y en la media hora que llevaba dentro de mi baño esto se acrecentaba aún más.

– Es simple. Asistir a esta Universidad es una tradición en la familia. –Dan seguía sin entender mucho en lo que mi atención ahora se centraba en mi cabello–. Y esta fiesta amiga, se hace desde antes que mis abuelos nacieran. Es una tradición familiar, así como en la tuya la tradición es salir de vacaciones todos juntos.

Para los Fabiani esto era una tradición que como decía el abuelo nunca se debiese perder, mis tatarabuelos estudiaron aquí y desde que ellos pisaron la Universidad esta fiesta se hace cada verano, sin falta.

Desde hace 3 años Matt y yo somos los anfitriones oficiales y cada final de verano miles de chicos de la universidad llegan hasta aquí, aun cuando ni siquiera son de nuestra facultad, porque hay todo lo que un universitario quiere, mujeres u hombres, sexo libre, alcohol gratis y hasta drogas si conoces a los indicados.

Aún no era si quiera de madrugada y la fiesta se encontraba en su cenit. Chicos guapos había por montón, el único problema es que eran Beta, es decir, unos descerebrados que sólo buscan chicas de una noche que presumir al día siguiente, o sea no había posibilidad de caer en su juego de seducción barata.

Nunca busqué a ningún chico, ellos siempre eran los que hacían el trabajo de seducirme; y aunque presumir nunca había sido lo mío debía reconocer que poseía un físico bastante trabajado por mi afición al kick-boxing, y según algunos tenía un rostro de lindas facciones, a pesar de no ser la típica rubia de ojos azules y sí una morena de ojos cafés, nariz pequeña y una sonrisa bastante dulce. La verdad podía llegar a ser bastante aceptable si me lo proponía, al igual que miles de chicas en el campus, valga decirse.

Y aunque no tenía problemas con el sexo libre, no cualquier chico llegaba a mi habitación, mucho menos en esta casa, había que hacer bastantes méritos, si es que llegaba a ocurrir.

A eso de las 2 de la madrugada ya había bebido y disfrutado bastante la noche, por lo que me senté en la barra a esperar sí algo interesante sucedía a mi alrededor. La multitud bailaba frente a la barra a orillas del lago; más de algún borracho transitaba sin rumbo; y también más de alguna chica terminaría teniendo sexo con un desconocido de Beta. El panorama era desalentador, pero siempre había sido así, lamentarse era una pérdida de tiempo.

– ¿Ya encontraste tu presa? –Le miré con mi peor expresión, ¿Era necesario ser tan imbécil? Haciendo una mueca señalé mi vaso.

– Sírveme un trago, por favor. –Asintió y al segundo volvió con un corto de vodka. No lo dudé y lo bebí enseguida, el líquido ardiendo en mi garganta me hizo estremecer, pero amaba esa sensación más que muchas otras.

– Sólo promete que no será uno de mis amigos. –Le miré riendo. Entre nosotros teníamos una regla de oro, que Matt había roto al comenzar una relación con Dan. Pedirme esto pasaba a ser descarado.

– No soy una prostituta Matt, no es tradición meter a alguien en mi cama cada noche. –Sonrió y besó mi mejilla. Odiarlo no era una opción.

– Lo tengo claro Alex, sólo que sí sucede no sea uno de mis amigos... –El alcohol lo hacía más estúpido de lo normal por lo que intenté dejarlo pasar, sin embargo, fue imposible.

– ¡Vete al diablo! ¡Si tú no lo respetaste yo no tengo por qué seguir con esto! ¡¡Es final de verano!! –Grité lo último y toda la multitud a mi alrededor hizo eco. ¡Necesitaba otro trago!

Caminé entre la multitud danzante en busca de algo en la barra cerca del lago, pero Tobias se puso en el horizonte y a lo lejos intentó acercarse tan rápido como le fue posible. Me estremecí por completo sin poder evitarlo al ver que otra vez venía borracho y con las mismas intenciones de siempre. Al instante preferí perderme entre la multitud antes que cruzar una palabra con él y me dirigí a mi cuarto tan rápido y poco sospechoso como me fuese posible.

Tobías siempre tenía las mismas intenciones, borracho, estas se acrecentaban a niveles inescrupulosos, pero él sabía perfectamente que nada de lo que su retorcida mente maquinaba sucedería. Habíamos terminado hace ya bastante tiempo, sin si quiera haber comenzado algo, lo sabía tan bien como yo.

Subí las escaleras lo más rápido posible intentando normalizar mi pulso, pero al llegar a mi habitación y abrir la puerta no pude evitar reír.

– ¿Estás fumando hierba en mi habitación? –El chico con el papelillo lleno de hierba parecía sorprendido y a la vez divertido. Levanté una ceja y me acerqué, se levantó enseguida sin un dejo de culpa, volví a sonreír.

Su nivel de descaro hasta ahora era sorprendente.

– No pensé que alguien vendría... –Le observé detenidamente, era castaño, de tez blanca, ojos tal vez verdes y aun cuando tenía puesta una chaqueta de cuero se podía notar que tenía unos bíceps increíbles. Su expresión era extraña, quizá un tanto sombría, con el ceño fruncido y debo reconocer me atrajo de una manera extraña, diferente a lo de siempre.

– Entonces, ¿No me vas a ofrecer? –Sonrió enseguida. Se acercó él ahora y me sentí ¿Intimidada? Cogí el papelillo y probé.

Sonreí extasiada. Era una hierba fantástica.

– No pareces de este tipo de chicas... Tienes un rostro dulce al parecer nada concordante con tu personalidad. –Reí. Él no tenía idea con qué clase de chica estaba tratando y yo tampoco sabía mucho de él, pero al menos creía tener una idea; un idiota increíblemente guapo con complejo de seductor.

– No tienes idea... –No supe cuál era su nombre y lo notó al instante.

Tomó el cigarrillo y se acercó. –Stefan.

Lindo nombre para un muy lindo chico pensé. –Alex... Un gusto. –Sonrió de vuelta.

Dio una calada y luego me lo pasó, agradecí el gesto con una mueca que emulaba algo así como una sonrisa.

Miré la foto de mis padres en el escritorio a un lado y no pude evitar sentir un poco de culpa; un chico fumaba hierba en mi habitación, había aceptado deliberadamente que lo hiciese y que lo compartiera conmigo; terminar besándolo era una de las cosas que estaba segura sucedería, lo que siguiese después no tenía idea...

Lo juro.

Y si, tal vez era del tipo de chica que podía meter a un tipo a su cama sin compromiso y pasar una noche juntos, pero eso no significaba que la lista haya sido interminable, tenía 21 años, no es que me hubiese acostado con toda la facultad o un número de 2 cifras. Sólo disfrutaba de mi libertad como cualquier chica de mi edad, mi punto a favor era que sabía muy bien con quién podía o no involucrarme. Y, además, si podía ser sincera con todo ese alcohol en mi cuerpo y además de la hierba, en mi sano juicio no habría hecho nada de lo que sucedió después, aunque luego no me arrepintiese en absoluto.

– ¿Eres la dueña de casa? –Preguntó en lo que yo ordenaba un poco mi escritorio producto del nerviosismo que me generaba y asentí.

– De la mitad más bien... –Respondí. Me senté en el borde de la ventana que daba a la fiesta y pude contemplar el espectáculo en el jardín. La multitud parecía enloquecer al son de la música, la barra se encontraba repleta y mis ojos sin quererlo habían comenzado a buscar a Tobias. Al cabo de unos segundos ¡Voilá! Allí estaba besando a una chica que estaba segura iba a ser su entretención por el resto de la noche, al instante el alivio vino a recorrer mi cuerpo ¡Me había salvado de tal idiota! Aunque la empatía por el despertar que tendría esa chica mañana hizo un poco de eco en mí.

Tomé un polerón que Matt había dejado en la habitación y me lo puse tan rápido como pude, mis manos se encontraban heladas y había comenzado a hacer frío, además de que la escena de Tobías y aquella chica me había traído recuerdos poco gratos que me hicieron estremecer.

Se acercó notando que hace bastante lo había dejado de escuchar y me miró sonriendo producto de la hierba. –¿Eres Hemsworth? –Negué un poco desconcertada. ¿Eso era una hermandad o apellido?–. Olvídalo, la hierba me está haciendo preguntar imbecilidades. –Ambos reímos.

Entre cada calada las risas iban y venían y aunque estaba un poco bebida mi resistencia se podía resumir a la de un luchador de 90 kilos. Él parecía también haber bebido bastante, pero no mostraba efecto alguno, y tal vez nos parecíamos, demasiado quizá.

Seguimos así a lo largo de la noche, entre risas por cada calada de aquel cigarrillo y una que otra historia idiota, sin darnos cuenta de un momento a otro estábamos besándonos. Sus labios eran el cielo y la hierba podía jurar no tenía nada que ver.

Poco a poco y sin pensar en lo demás le fui desvistiendo y pude notar que tenía razón, sus bíceps estaban perfectamente tonificados y su abdomen no se quedaba para nada atrás.

Besé su clavícula izquierda y presioné mis labios contra ella para comenzar a hacer que la sangre llegase a la superficie de ésta, al cabo de unos segundos una marca rosácea apareció allí. Una sonrisa se desplegó de mi boca al ver aquella perfecta mancha. –¡Wow! –Se alejó y esbozó una sonrisa placentera. Sus manos en mi cuello me acercaron más a él y noté que sus labios buscaban los míos con urgencia. Lo acerqué enseguida a mí.

"Sólo es una noche de sexo". Pensé en lo que terminaba de desvestirlo y lo acercaba a mí para terminar con lo que habíamos empezado.

Besé cada parte de su cuerpo hasta llegar a sus labios que por alguna maldita razón me volvían loca. Sus besos en mi cuello estuvieron a punto de hacerme caer en un éxtasis incontrolable, pero al final fui despojada de ello cuando tomó mi cuerpo y me dejó debajo suyo, secó algunas gotas de su frente y comenzó a buscar algo en el jeans a un lado, supe enseguida qué y al mirarme asentí.

Lo que sucedió después no hay necesidad de explicarlo...

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