Retrum 3: Labios de Ébano [En...

By AlexiaNightmare

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[Recomiendo haber leído con anterioridad "Retrum: cuando estuvimos muertos" y "Retrum 2: la nieve negra", ya... More

Sinopsis
Capítulo 1: Corriendo hacia el destino
Capítulo 2: El reflejo del pasado
Capítulo 3: Sonrisa negra
Capítulo 4: El orígen
Capítulo 5: Los cinco pálidos
Capítulo 6: Advertencia
Capítulo 7: Palidez
Capítulo 8: Mano amiga
Capítulo 9: Ojo de Plutón
Capítulo 10: Sombra en la oscuridad
Capítulo 12: Resurreción del sol
Capítulo 13: Alma engañada
Capítulo 14: Traición polvorienta
Capítulo 15: Almas quemadas
Capítulo 16: La fiesta
Capítulo 17: Liberación
Capítulo 18: Llamas violáceas
Capítulo 19: BloodFlower
Capítulo 20: Globos negros
Capítulo 21: Miradas antes que palabras
Capítulo 22: Tormentas
Capítulo 23: Más alta que el humo
Capítulo 24: Desnudando el futuro
Capítulo 25: Arena en las botas
Capítulo 26: "Sombra Compungida"
Capítulo 27: Los chicos no lloran
Capítulo 28: Sigue al gato
Capítulo 29: Bolos caídos
Capítulo 30: La mamba negra
Capítulo 31: A quién observar
Capítulo 32: El principio del fin
Capítulo 33: Fin
Epílogo: El final del fin
Agradecimientos

Capítulo 11: Buzón sin destino

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By AlexiaNightmare

Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta.


Elías Canetti


                                                               † † †



- ¡Vamos levanta! - oí mientras me sacudían con fuerza.


Me desperté de forma desagradable. Miré hacia la responsable de la sacudida. Veronica, despeinada, me gritaba y sacudía como una loca.


- ¿Qué ocurre? - dije, mientras me incorporaba con rapidez.


- Ha desaparecido.


- ¿¡Quién!? - me desperté del todo.


- ¡La mitad del desayuno! Vamos abajo o Alex se lo comerá todo.


Seguidamente, Veronica bajó a toda prisa. Volví a caer a la cama del alivio, suspirando profundamente. "Menudos despertares tengo últimamente."

Oí unos golpecitos en la puerta. Miré hacia allí, y vi el rostro de Jack asomarse a la habitación.


- ¿Se puede? - preguntó.


- Sí, tranquilo. Llevo el pijama puesto. - Me incorporé de nuevo, y me "peiné" el pelo con los dedos, para estar algo más presentable ante la visita.

Jack andó hacia mí, con una camiseta corta negra ajustada y unos pantalones negros largos con unas rayas grises tenues. No llevaba calzado alguno. Su pelo algo alborotado le daba un toque rebelde muy atractivo, de igual modo que su perilla. Se sentó a un lado de la cama.


- ¿Cómo has dormido? - me preguntó, con una mirada enternecedora. Esa mirada me puso algo nerviosa.


- Pues me costó dormirme, la verdad.


- ¿Fue culpa de Veronica? Sé que ronca un poco. - dijo, riéndose.


- Ah no, fueron mis pensamientos los que no me dejaban dormir.


- ¿En qué pensabas?


- En lo que vimos anoche. En esa persona que estaba en ese lugar. El que huyó al saber de nuestra presencia.


- Ah, comprendo. - su rostro cambió de expresión, por una más seria y calculadora. - No te preocupes por eso, no creo que vuelva después del susto que le debimos dar nosotros a él también. Recuerda nuestra máscara pálida. - se rió.


- Tienes razón. - sonreí. - Seguro que no le veremos más. Gracias por calmar mis miedos.


- No es nada. Gracias a tí por contar...


Unos golpes en la puerta interrumpieron la frase de Jack. Eric nos miraba desde el umbral, con su delgado torso desnudo, sin vello, unos pantalones negros que parecían de seda y unas zapatillas negras. Llevaba el pelo recogido con una coleta, y los mechones de delante sueltos. Su rostro perfectamente acicalado estaba acompañado de una mirada llena de enojo. Me asusté un poco.


- Vaya, así que estabais aquí. Los dos. - dijo mientras clavaba su mirada en Jack. Avanzó unos pasos hacia él. 


- Hey, amigo mío. - dijo Jack, con un tono de humor. - Ahora íbamos a desayunar.


- ¿Qué haces aquí? - le susurró, con un tono amenazante.


Jack se levantó de la cama, y sus rostros quedaron casi a la distancia del aliento. Aunque Eric le superaba unos buenos centímetros en altura, Jack no se quedaba atrás.


- Supongo que lo mismo que tú. - le respondió Jack.


Me levanté de la cama rápidamente. Por un momento, pensé que iban a llegar a las manos y me puse entre ellos.


- Basta. - les dije. - ¿Qué os pasa? Estáis raros. - afirmé, incrédula.


Jack me cogió del hombro fraternalmente.


- Tranquila Lyla, solo habíamos venido para avisarte del desayuno. ¿Verdad, Eric?


Eric le lanzó una mirada que era de todo menos amistosa.


- Verdad. - se limitó a responder.



                                                               † † †



Alex y Veronica nos esperaban abajo, ambos con las bocas llenas y las manos con comida. En la mesa había de todo: magdalenas con chocolate, pequeños cruasanes con azúcar glacé, ensaimadas, tostadas al lado de mantequilla, mermeladas e incluso membrillo. Eric verdaderamente se había pasado con tal banquete.


- Suerte que esta vez has traído un montón de comida Eric, que si no Alex se lo hubiera zampado todo en un momento. - dijo Veronica aliviada, con la ensaimada aún a medio triturar en su boca.


- Eh Vero, no hables con la boca llena, es de mala educación. - le replicó Jack, mientras se sentaba a su lado y removía el pelo de su cabeza.


Veronica hizo el intento de darle un codazo, a causa de tener las manos ocupadas, pero Jack lo esquivó como si ya estuviera entrenado para ello. Jack arrebató varios cruasanes y magdalenas y empezó a zamparselas. El trío tenía un buen saque.


Yo me senté al lado de Jack, y dejé la silla de anfitrión para Eric, como anfitrión que era. Cogí una magdalena y empecé a untar mi tostada con mantequilla. Me faltaba algo.


- ¿Donde está el azúcar Eric?


- Oh, espera, ahora te lo traigo.


Seguidamente, se levantó y se dirigió a la cocina. Todos nos quedamos en silencio. Un silencio algo incómodo.


- ¿Qué os pasa? - preguntó Jack, con su tono de humor de costumbre.


Todos seguimos en silencio. Al mirar a Veronica, vi el temor en sus ojos. Vi la sombra en medio de los árboles y la maleza. Vi la escena de la noche anterior.


- A mí nada. - interrumpió Alex. - Cuando como, estoy en silencio. Estoy por la faena. - declaró, mientras seguía comiendo.


- Lo mismo digo. - le siguió Veronica.


Regresó Eric, con una azucarera de porcelana muy bella y decorada de forma barroca. Le dí las gracias, y saqué una cucharada de azúcar. Empecé a espolvorear los cristales encima de la tostada con mantequilla. Dejé la azucarera en la mesa, y me dispuse a comerme la tostada. Todos me miraban extrañados.


- ¿Qué sucede? ¿Qué he hecho? - pregunté, sin saber qué había hecho.


- ¿Has puesto azúcar encima de la mantequilla? - me preguntó Veronica.


- Sí... lo hago desde que era pequeña.


- ¡Eso lo tengo que probar! - exclamó, ilusionada.


- ¡Yo también! - le siguió Alex.


De repente vi cómo todos cogían una tostada y se peleaban para conseguir la mantequilla y espolvorear el azúcar por encima. Ahora todos comíamos lo mismo. Al cabo de un rato, todos nos reímos alegando lo buenas que estaban esas tostadas. Nos sacamos los temores de encima y seguimos desayunando. Nos quedaba poco rato juntos.



                                                               † † †



Pasé de largo el camino a casa, y fui a mi segundo hogar. A mi santuario. El suelo aún tenía rastros de haberse mojado por la lluvia. También había caído el agua aquí. Subí la pequeña colina que daba acceso al cementerio. No me cansé tanto como solía antes; mis caminatas con los pálidos por cementerios y bosques me habían puesto más en forma. Me alegré por ello. Abrí la puerta de hierro, y subí escaleras arriba: respiraba el fresco aroma que dejaba tras de sí la tierra y la vegetación mojada, con aires renovados y algo de frío en el ambiente. Era una sensación que me encantaba. El día después de una lluvia. Una vez llegué a pensar que la lluvia tenía el poder de purificar todo lo que tocaba. Te empapaba el rostro y hacía que tus preocupaciones y tus males bajaran piel abajo, limpiando así todo lo malo que había en tu interior. Eso llegué a pensar...


Al llegar a mi sitio de siempre, vi cómo habían zonas llenas de charcos. Por suerte pude sentarme en un lugar seco, aunque frío. Y pensar que hacía meses que mi vida había cambiado... aún no me lo podía creer. Giré el rostro para contemplar la pared a la que Eric contemplaba la primera vez que le ví. Me avergoncé al recordar que por un instante pensaba que era una mujer hasta que le vi esa perilla tan característica. Miré al frente de nuevo, viendo a mi pueblo desde las alturas. Para mí ese paisaje era predilecto, y me daba algo de rabia que la gente no lo supiera valorar y disfrutar. Supongo que un cementerio es el último lugar en el que alguien normal desearía ir. Los comprendo.


Inundada en mis pensamientos y mis recuerdos, el sonido de la puerta de hierro abriéndose se dejó oír a través de mi sentido del oído. Me estremecí un poco, ya que no solía venir gente. "Una ancianita debe de querer limpiar la tumba de su ser querido y reemplazar las flores de plástico de los chinos empolvadas por unas nuevas con un bote de alubias vacía del Mercadona" me calmé.


Seguí contemplando el paisaje, aunque esta vez algo más inquieta. Miraba de reojo los pasillos del cementerio, aunque no lograra ver el del primer piso, al estar demasiado abajo. Me bloqueaba la vista una pared de nichos larga y alta. De repente, oí los pasos subiendo las escaleras hacia donde me encontraba yo. "Una anciana Lyla. Es una maldita anciana." Doblé las piernas y me las abracé quedándome así en forma de huevo. "La posición bolita siempre ayuda." pensé. Oí los pasos acercándose hacia donde me encontraba. Me hice la tonta y no giré la cabeza a mirar. No hasta qué una fuerte pisoteada de pies aterrizó hacia donde yo me encontraba. Miré fijamente al visitante, encapuchado con su sudadera negra.


- Lyla... - murmuró el recién llegado.


Me levanté del sitio. Era Jack.


- Jack... ¿qué haces aquí? No esperaba encontrar...


Repentinamente, Jack se abalanzó hacia mí y me abrazó con fuerza. Yo abrí los ojos como platos sin entender lo que pasaba. Notaba su ropa húmeda y el temblor en sus huesos. Jack se apartó un poco de mí, y clavó sus oscuros ojos en los míos.


- Lyla... estaba preocupado por tí. Creí que... creí lo peor.


- ¿Por qué ibas a estar preocupado? Si nos hemos visto esta mañana. - sonreí nerviosa.


- Después de irnos todos de casa de Eric, - empezó a explicar - yo quise volver a visitar el cementerio del buzón antes de regresar a casa, para ver cómo se veía a la luz del día. Y... al mirar en el buzón, lo ví medio abierto a la fuerza con un papel en su interior.


- ¿¡Un papel!?


- Lo cogí con temor. Y ahí estaba.


- ¿El qué?


- El nombre del destinatario. Tu nombre. Lyla...



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