El Secreto de la Princesa

By Pamela_Palma

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Primera historia en Confesiones de una Princesa. El futuro de Alemania se ve prometedor, pero no el de esta e... More

Playlist
Sobre la historia
Sinopsis
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Ihr geheimnis
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Ihr geheimnis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Ihr geheimnis
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Ihr geheimnis
Lieber Gabriel
Liebe Mama
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Lieber Stephan
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho (Parte I)
Capítulo veintiocho (Parte II)
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo final
Epílogo

Capítulo veinte

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By Pamela_Palma

Berlín-Alemania,

20 de octubre del 2014



Pesadillas.

Una clase de ensueño que provocaba una fuerte respuesta emocional; como el miedo, terror o incluso la ansiedad.

Sí, pesadillas era lo que la ex princesa había estado teniendo desde aquel día y no porque el agente se tratara de una especie de monstruo que la perseguía y atemorizaba en sueños, sino todo lo contrario, aparecía para susurrarle palabras de amor y recordarle el beso que habían compartido, y que seguía esperando una respuesta suya. Sin embargo, Charlotte ya había tomado una decisión y no se echaría para atrás.

No, definitivamente no cambiaría de parecer. Temía herir a Stephan y alguien tan especial como él no se lo merecía.

No había forma, simplemente ella no podía traicionarlo.

¿Pero qué sería de Gabriel? Él simplemente tendría que conformarse con una amistad.

— Me debes un café, unos pastelillos y también una tarta de manzana enumeró , es lo mínimo que puedes hacer después de haberme dejado plantada ese día.

— Aly, ya te expliqué que...

— ¡Nada! La rubia no le permitió acabar con su explicación —. Se suponía que era nuestra tarde de películas, Kauffman ¿Sabes el dinero que gasté en toda esa comida chatarra? — le reprochó e hizo un puchero.

Jeremy sacudió la cabeza en negación, aun así intentó protestar.

— Pero...

— ¿Y los kilos en mi peso de pollo frito que tuve comer ese fin de semana por tu culpa? — dijo con un tono infantil — ¿Y los dos litros de helado que se echaron a perder esa tarde? Era helado de fresa, Kauffman y por esa razón, no pienso perdonarte tan fácilmente — El pobre pelirrojo conocía lo glotona que era y que a veces no tenía límites cuando de comida se trataba, así que evitó comentar al respecto. No obstante, no pudo dejar de sentirse un poco culpable.

— Te llamé una hora antes — intentó justificarse, pero su astuta amiga no le dejaría ganar esta discusión —, realmente lo lamento mucho, pero creo que no tengo la culpa.

— Eso no dijo el chico de las pizzas cuando llegó a mi casa — deslizó con un tono que él no fue capaz de descifrar del todo; o era de molestia o de sarcasmo — ¡Hasta tuve que darle propina! — se quejó, poniendo en evidencia que era un poco tacaña.

— De acuerdo — suspiró y es que se había dado por vencido —, te consentiré y te compraré todo lo que quieras. — La alegre jovencita dio un salto de victoria, lo cual provocó más que risas en el pelirrojo. Alice era una muy buena amiga y persona, aunque a veces se comportara como una niña caprichosa.

Mientras los dos jóvenes se dirigían hacia la cafetería de la universidad, la cual era a campo abierto, una atormentada Charlotte Luttenberger se encontraba sola, ocupando una de las mesas del cafetín. La joven tenía la mirada perdida y el café que compró ya se había enfriado. Sus dos mejores amigos que se dirigían hacia el mismo lugar donde ella se encontraba, no dudaron en apresurar su paso al divisar de lejos la figura de la muchacha, tanto Alice como Jeremy ignoraban lo que había sucedido entre Charlotte y Gabriel, es decir que ellos desconocían por completo lo mal que la joven lo había estado pasando en los últimos días.

— ¡Vaya! — exclamó su mejor amiga al verla.

— Te ves algo... ¿cansada? — comentó Jeremy con prudencia. Sin embargo, su compañera no la tendría.

— Lo que quiso decir el pecoso es que te ves horrible. — Fitz se caracterizaba por ser tan "honesta".

— ¡Sabes que no quise decir eso! — se defendió y sacudió la cabeza frenéticamente negando el hecho.

— No lo dijiste, pero lo pensaste. No te preocupes, yo creo lo mismo. — explicó muy segura, pero poco sabía ella que Charlotte no le estaba prestando la más mínima atención.

— ¿Lottie? — El muchacho intentó llamar su atención sin éxito. La protégée de Midford estaba totalmente perdida en sus pensamientos.

Ocupando uno de los asientos de la misma mesa en la que se encontraba su distraída amiga, Aly se propuso averiguar qué es lo que le sucedía a la castaña.

— Cuando hablé con Midford en la entrada, creí que él estaba exagerando — Automáticamente Charlotte giró a verla —. Al parecer, ese hombre sabe más de ti que yo, que soy tu amiga...— Con cada palabra, la ex princesa parecía asustarse ¿Es que Midford se había atrevido a decirle algo?

¡Dios mío! De ser el caso, no podría volverla a ver a los ojos, puesto que Alice le haría un millón de preguntas. Además, le reprocharía el no haberle contado todo antes.

— ¿Qué te dijo Gabriel? — fue lo único que atinó a decir, plasmando una expresión neutral en su rostro.

¿Gabriel?

¿Gabriel?replicó esta vez Jeremy, que también había tomado asiento en la misma mesa — ¿Desde cuándo lo llamas por su nombre? — No contó con que alguien poco curioso como él le hiciera ese tipo de pregunta.

Que llamara a su guardaespaldas por su nombre también llamó la atención de Fitz, aunque en realidad hizo más que eso, despertó cierta sospecha en ella, una que ya tenía desde hace un tiempo.

— ¿Charlotte? Te hizo una pregunta.

— Desde no hace mucho en realidad — respondió —, sólo que llamarlo por su apellido comenzó a molestarme. — No, no había convencido a ninguno de los presentes, es más, ni ella misma creyó en sus palabras.

— ¡Vaya! Eso es nuevo, ¿no lo crees, Jeremy? — Este sólo asintió.

— ¿Y bien? — Charlotte se acomodó en la silla y se volvió con una pequeña sonrisa hacia la jovencita — ¿Qué fue lo que te dijo Gabriel sobre mí?

Aly aclaró la garganta y luego habló:

— Eh...cariño — A veces llamaba así a Kauffman — ¿Qué tal si vas por todo lo que te pedí?

— ¡Oh! Te refieres a los pastelillos y a la tarta de manzana. — Ella asintió y él que no era ningún tonto, había adivinado las verdaderas intenciones de su mejor amiga.

— ¡Ah! Y unas galletas de avena también. — añadió.

— Traeré dos cafés bien cargados, pues parece que nuestra pequeña Charlotte no pasó una buena noche.

La hermosa castaña esbozó una dulce sonrisa de agradecimiento al muchacho.

Gracias.

No hay de qué, Lottie.

— Sí, sí, lo que sea — parloteó y agitó la mano —, esos rollos de canela no se comprarán solos, Kauffman.

— Ya voy, mandona.

— ¡Vete ya, pelos de zanahoria! — Una vez que Jeremy desapareció, Aly fue directamente al grano: —. Con lo que le pedí tardará un buen rato —, así que tenemos todo el tiempo del mundo para que me cuentes todo respecto a tu querido Gabriel, porque estoy convencida que Stephan no es la razón detrás de tu falta de sueño. Ni te tomes la molestia de negarlo, Luttenberger, te conozco muy bien para permitir que me mientas descaradamente.

¿Qué rayos le había dicho Midford para que ella le hablara de esa manera?

— Yo...

— ¿Desde cuándo? — La pregunta fue directa, no tenía sentido ocultar la verdad.

— No desde hace mucho. En realidad, no hay mucho que decir, pues entre él y yo no existe nada más que una amistad.

¿Por qué le mentía?

— ¿Amistad? — encarnó una ceja con suspicacia —. A otra persona con ese cuento. No soy ninguna tonta, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de lo que sucede entre ustedes.

— No comprendo tu empeño de ver cosas donde no las hay. Gabriel es amigo de Stephan y yo su novia y no tiene nada de malo que...

— No tendría nada de malo, si él no estuviese enamorado de ti, ni tú de él — la interrumpió con brusquedad —. Sé que Midford está enamorado de ti desde hace mucho y es que esa manera suya de querer protegerte no es de un militar preocupado por la hija del primer ministro de estado que además es su jefe — Pero no se detuvo allí: —, la manera en la que te mira es especial y cuando Stephan está cerca de ti, hay cierto fuego en su mirada que...

— ¡Basta! — gritó en un momento de desesperación, no quería escuchar más. Tan sólo pensar en ello la atormentaba —. Ni Gabriel está enamorado de mí, ni yo de él — aclaró con molestia —, por último, no quiero que menciones el tema frente a mi novio. No quiero malos entendidos. — añadió.

— Si realmente te preocuparas por...— se detuvo y corrigió lo que iba a decir: —. Si realmente lo amaras, podrías dormir bien de noche. Esas ojeras no son producto del estrés estudiantil, sino a que lo que sientes por tu guardaespaldas no te deja dormir de noche.

« ¿Cómo lo supo? » se preguntó, cierta culpa y tristeza se asomaron en sus ojos hermosos ojos azules.

— ¿Cómo lo supe? — dijo como si pudiera leer su mente —. Una amiga jamás se equivoca.

— No estoy enamorada de él — volvió a negar —. Sin embargo, él se me confesó.

— Y dices que no lo amas, ¿verdad? — la castaña asintió —. Sería muy falso de mi parte decir que te creo, pero quiero que sepas que si verdaderamente lo amas, es mejor que te alejes de Stephan — ¿Qué le estaba pidiendo?

Charlotte se removió incomoda de su asiento y se mordió el labio.

— ¿Qué intentas decirme? — finalmente le preguntó sin contar que la rubia no le daría tregua. La ex princesa no tenía idea de lo que su mejor amiga estaba por pedirle a continuación.

— Querida amiga, si no lo has adivinado aún — esbozó una sonrisa que a la otra joven le pareció un tanto extraña —, te estoy pidiendo que lo dejes. — expresó con seriedad.

Qué rayos...

— Déjalo y date una oportunidad con alguien a quien realmente ames, Charlotte.

¿Cómo su mejor amiga le podía pedir algo tan incoherente? Ella jamás dejaría a Stephan por Gabriel y la razón era simple, ella no lo amaba, pero tampoco a su novio.

— ¿Estás bromeando? — chilló —. Y Stephan, ¿qué?

— Si te ama, entenderá. — musitó sin reparo alguno, como si fuese tan fácil deshacerse de una persona.

Charlotte parpadeó no pudiendo comprender lo que le había escuchado de los labios de su propia amiga. Alice estaba equivocaba, si creía que ella le haría caso.

— Lo que me pides es imposible y totalmente irracional, puedes ir olvidándote de ello. — se levantó de su asiento y giró sobre sus talones para alejarse de allí, ya que no podía soportar oír una palabra más. Esta conversación únicamente terminaría por agotarla mentalmente.

— No seas obstinada y escucha un consejo — Ella se detuvo, mas no giró a verla —, no arruines tu vida, ni la de él.

— ¿Arruinar mi vida y la de él? — susurró.

— Exactamente. — afirmó.

— Alice — giró esta vez a verla —, mantente al margen de mi relación sentimental. Sé que dices todas esas cosas, porque no soportas a Stephan, pero no tienes ningún derecho a pedirme una cosa así.

— Charlotte...

— No quiero volver a tocar el tema. Si verdaderamente te consideras mi amiga y quieres seguir en mi vida...

— Espero haber escuchado mal, pero — Quizá la obstinada joven se había sobrepasado — ¿Te estás poniendo en contra de tu mejor amiga por alguien que conoces hace poco?

— Jamás lo imaginé, pero no me dejas otra opción que...

— ¡Está bien! — exclamó y también se levantó de la silla, tomando su mochila —. Te libero de todo este dilema, ya no tendrás que escoger, puedes quedarte con él — la muchacha sintió como un nudo se formaba en su garganta —, sólo espero que no llegues arrepentirte de tu decisión.

— No lo haré. — contuvo las lágrimas.

— Sólo recuerda que siempre me tendrás a mí, pero a Gabriel no — Sus palabras de alguna forma la hirieron —, tarde o temprano, él encontrará una mujer que realmente se arriesgue por él y se olvidará de ti... ¡Ah! Y Gabriel no me dijo nada, sólo lo inventé para que me dijeras lo que te ocurría, pero fue un intento en vano. — dicho esto, Alice abandonó el lugar, dejando a Charlotte con el corazón hecho pedazos.

No sólo había discutido con su mejor amiga, además, pudo darse cuenta que efectivamente Alice tenía razón; tarde o temprano Gabriel encontraría a alguien más y se olvidaría de ella.

Tal vez era lo mejor para él.

— ¡Ya vine! — anunció con alegría —. Espero no haberme demorado mucho y es que había una fila enorme donde venden café, quizá se deba a que estamos en plena época de exámenes... ¿Y Blondie? — preguntó, buscando con la mirada a la otra muchacha —. Le traje todo lo que me pidió.

— Se fue.

— ¡Vaya, qué pena! ¿Y ahora qué haré con esto? — señaló la comida que había dejado sobre la mesa.

Charlotte no pudo contener más las lágrimas y se lanzó a sus brazos.

— ¿Qué sucede, Lottie? — inquirió preocupado, mientras acariciaba su espalda con cariño.

— Chss — hizo que guardara silencio —, sólo abrázame. — le pidió y se echó a llorar.

«Tengo que dejarlo ir. »

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