Ashes [AU: Larry Stylinson]

neochrome द्वारा

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Louis Tomlinson es un despiadado pero exitoso hombre de negocios cuyo principal placer es humillar, sodomizar... अधिक

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Sobre Ashes.
Sobre Ashes II

Prefacio

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neochrome द्वारा

Prefacio

Estaba a punto de correrse y por eso cada embiste era más profundo y más seguido del otro.

-¿Te gusta? -preguntó lascivamente a su rubio acompañante para después clavarle las uñas en la espalda dejándole marcas rojas.

El más pequeño apenas podía hablar debido al gran placer que sentía en esos momentos, solo podía responder con fuertes alaridos los cuales motivaban a Louis a moverse aún con mayor brusquedad dentro del chico.

-Ahhhhh - gritó el rubio al momento en que sentía como orgasmo se apoderaba de cada centímetro de su cuerpo y ser. - Eres increíble.

-Lo sé - respondió Louis mientras se incorporaba para ver mejor al chico. Lo acercó a él y lo besó de forma ruda mientras se deleitaba con el sabor de la sangre que tenía el rubio en el labio, era sangre provocada por un fuerte golpe propinado por Louis.

Eso era lo que le ponía a Louis, tener a los chicos a su merced y cuando estuviesen así, esperando y añorándolo, tratarlos como la basura que eran. Le gustaba golpearlos, hacerles saber que era él quien mandaba, porque tenía el dinero, la posibilidad pero sobre todo tenía el poder. El poder de reducir una persona a cenizas, a nada...a un simple pedazo de materia que solo sirviera para poder saciar sus retorcidos pero gloriosos deseos carnales.

Aún recordaba la primera vez que había hecho algo así, tenía si no mal recordaba unos dieciséis años. Ese día había estado follando como loco con su novio de aquel tiempo: Nick Grimmshaw, y como era costumbre siempre reñían sobre a quién le tocaba metérsela al otro. Era el turno de Nick de hacerla de activo y, como siempre, Louis ponía miles de excusas para que no pasara eso. Al chico le molestaba tener que ser dominado, no, eso no era para él, él dominaba y punto. Así que eso le molestó tanto que se dejó guiar por sus instintos y golpeó a Nick en la nariz y labio lo cual provocó que éste sangrara al instante.

-¿Qué puta madre te pasa, Louis? -preguntó Nick colmado de ira.

-No lo sé, Nick. Se me ha pasado la mano pero... -dijo Louis con la voz excitada

-¿Pero qué, idiota? -preguntó Nick aún enojado por el fuerte revés que Louis había descargado en su fina cara.

-Te ves extremadamente delicioso con ese hilo de sangre en esos perfectos labios -exclamó Louis con sensualidad mientras se aproximaba hacia su novio y le pasaba la lengua por los finos labios, limpiando todo rastro de sangre que hubiera en él.

Ese pequeño detalle hizo que ambos chicos se excitaran a más no poder y que terminaran haciéndolo no menos de tres veces más.

A partir de ese instante, todo un mundo nuevo de posibilidades y nuevas cosas se abrió ante sus ojos y él pensaba explorar todos y cada uno de esos extraños y hasta peligrosos placeres. Y así había sido, el Louis de dieciséis años estaría completamente orgulloso del Louis actual de 25 años. El hombre era toda una eminencia: era extremada y asquerosamente millonario, poseía varias empresas de vinos y demás bebidas alcohólicas, sin mencionar que tenía más de diez casas valuadas en no menos de 50 millones de dólares cada una. Era muy inteligente y por lo mismo había sabido sacar adelante las empresas de su padre, la cuales había dejado en bancarrota después de su muerte. Tenía un físico de infarto; era alto, medía casi 1.90 lo cual hacia que su aspecto fuera imponente. Era imposible que llegara a algún lugar y que no fuera el centro de atracción. Tenía un cuerpo perfecto, trabajado en el gimnasio pero sin exagerar porque nunca le habían gustado los tíos demasiado cachas. Y qué decir de su rostro, era poseedor de unos ojos color azul que dejaban a las personas sin habla. Su mirada era profunda y pesada. Ninguna persona podía sostenerle la mirada por más de unos segundos debido al poder que ésta tenía, sus cejas eran gruesas y tenía largas y espesas pestañas. Su cabello era castaño y como lo tenía un poco largo siempre se lo despeinaba con los dedos, lo cual siempre le daba un toque de informalidad a sus atuendos pese a que casi siempre vestía de traje. Era el hombre perfecto para cualquiera. Tanto hombres como mujeres siempre solían acercarse a él con la esperanza de poder llamar su atención lo cual nunca sucedía. Cuando a Louis le gustaba alguien siempre era del sexo masculino, no había cambios, así había desde siempre y así era como él estaba conforme, pero él era extremadamente exigente en sus gustos y cuando por fin conocía a algún chico que le gustara lo suficiente, casi siempre huían al descubrir las perversiones a las cuales Louis estaba acostumbrado. Era por eso que en lugar de estar en casa con alguien a quien amara, estaba ahí, en "Sturm und Drang", follándose a un chico cuyo nombre ni siquiera sabía pero que tampoco le importaba saber, estaba ahí, atándolo a la cama y dándole azotes, todo tipo de golpes, mordidas e inclusive quemándolo con cigarrillos. En fin, todo lo que lastimara al chico y lo excitara a él.

-Vístete y lárgate -exclamó Louis sin rastro de cortesía.

El rubio solo asintió y aún atontado por el orgasmo se tambaleó por la habitación hasta hallar sus prendas, una vez que ya las tenía salió corriendo de ahí aún desnudo ante la mirada de asco del mayor.

Así debía ser con Louis. Todos los prostitutos que estaban en Sturm und Drang lo sabían muy bien. Louis significaba buena paga solo si haces un buen trabajo y por buen trabajo se referían a no gritar ni hablar a menos que él lo quisiera. Se debían cumplir todas y cada una de las órdenes dadas por el hombre, de lo contario estarían en serios problemas. Pese a todo que se decía del temible empresario, todos coincidían en algo, era buenísimo en la cama y tenía muchísima resistencia. Había días donde estaba de buen humor y solo llegaba y tenía sexo "normal" con algún chico que fuera de su agrado, pero había otros días donde llegaba furioso y era entonces cuando el prostíbulo en su totalidad temía por su vida dado que el opulento hombre no se medía en sus actos y más de una vez había mandado al hospital a alguno de los jóvenes. Hoy había sido un día de esos en donde llegaba furioso y sin ganas de tratar bien a nadie.

-¿Cómo te fue con el todopoderoso? - preguntó un muchacho de cabellera roja al chico que había salido corriendo de la habitación de Louis.

-Delicioso, como siempre, aún siento su polla dura contra mí -respondió el rubio con la voz aún quebrada por la fogosidad mientras comenzaba a vestirse.

Al cabo de no más de quince minutos salió Louis, vestido impecablemente y salió del lugar sin siquiera voltear a ver al chico con el que se había acostado unos minutos atrás. No le interesaba, no significaba nada para él y su perfecta vida.

No había podido dormir en toda la noche. No sabía qué tenía. Definitivamente no estaba emocionado pero tampoco estaba triste, simplemente estaba expectante. No sabía cómo cambiaría su vida al cabo de solo unas horas.

Cuando el sol empezó a iluminar se levantó y se dio un leve pero relajante baño, lavó cada parte de su pequeño y juvenil cuerpo con tanta rudeza que dejó varias marcas rojas en él. Una vez listo y vestido con sus modestas prendas se dirigió a lo que era su habitación: no era más que un pequeño cuarto de no más de 2x3 metros que compartía con sus dos hermanos menores. Hizo su cama y sin hacer ningún ruido, tomó algunas pertenencias pequeñas para llevarse. Miró a sus hermanos, posiblemente sería la última vez que los vería. El solo pensamiento lo hizo tumbarse sobre su aún cama y sollozar por unos minutos, lloraba por ellos, lloraba porque no sabía que iba a sucederle, lloraba por su propia desgracia y muy en la profundidad lloraba por la dicha de no tener que estar ahí nunca más.

En no más de un cuarto de hora escuchó ruidos afuera de su habitación así que se incorporó y secó con rapidez todo rastro de lágrimas en su rostro mientras esperaba que su padre entrara.

Así fue, el hombre alto y de facciones toscas entró a su pequeño dormitorio y con una seña corta le indicó que saliera de ahí. Miró por última vez a los pequeños aún dormidos y rogó a toda deidad por ellos.

Una vez afuera de la alcoba caminaron hasta su muy humilde sala. El chico se sentó en uno de los andrajosos sofás ante la mirada meditabunda de su padre.

-Harold -dijo el hombre aclarándose la garganta - yo...

-No tienes que explicarme nada -interrumpió el joven.

-Pero yo quiero hacerlo así que mejor escúchame -exclamó el hombre levantando la voz furiosamente -yo no quería que esto pasara. Entiéndeme, ésta era la única forma de pagar esa horrenda deuda. Tus hermanos no son como tú, son ordinarios y burdos como yo y tú eres tan parecido a tu madre que...

-Que no crees que sea tu hijo y por eso decidiste venderme a mí. Lo sé...

-¡Imbécil! ¿Cómo coño te atreves a decirme semejante estupidez? -atacó el hombre con rabia en la voz.

-Porque ya sé que no me quieres y nunca me quisiste por esa razón, porque no crees que yo sea tu hijo y... ¿sabes algo? -Preguntó con valentía-ojalá así fuera.

Su atrevida contestación hizo que su iracundo padre lo golpeara en la mejilla, como muchas otras veces, dejándosela por completo roja. Sin embargo, no lloró, no le volvería a dar la satisfacción de verlo llorar nunca jamás.

-¿Qué sucede? -preguntó una voz femenina que venía de la alcoba siguiente a la suya. Su madre.

-¡Este estúpido mocoso que nunca dejará de volverme loco!

-Te equivocas, hoy es el último día que te amargare la existencia. -respondió el chico ante la mirada severa de su padre.

El hombre estaba a punto de abofetearlo de nuevo pero se detuvo ante la mirada suplicante de la mujer.

-Pasarán por ti en unos minutos, buena suerte. -exclamó el hombre con la voz más calmada mientras seguía viendo a Harry de forma retadora.

-Bien -replicó el muchacho sin dejar de ver a su padre. Su madre lo abrazaba mientras sollozaba contra su pecho y decía cosas que no entendía bien, el joven también la abrazó pero siguió tan sereno como había estado antes. No lloraría, se lo había prometido a sí mismo y lo iba a cumplir. Estaba lleno de coraje, coraje hacia un hombre que le había dado una vida terrible y llena de maltratos, coraje para una mujer abnegada que soportaba los golpes de su esposo una y otra vez sin siquiera replicar. Era en lo único que podía pensar, esos recuerdos atormentándole fueron interrumpidos cuando se oyó un golpe seco en la puerta. Habían llegado por él.


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