Redención [Dramione]

By AliciaBlackM

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Tras ser juzgado y hallado culpable de varios delitos, Draco Malfoy confiesa sus sentimientos a Hermione Gran... More

Prefacio.
Capítulo I: Take you home.
Capítulo II: Whalien 52.
Capítulo III: Tell me what to do.
Capítulo IV: The 7th Sense
Capítulo V: Lost
Capítulo VI: Sea.
Capítulo VII: Trauma.
Capítulo VIII: Black
Capítulo IX: Desperate
Capítulo X: Hellevator
Capítulo XI: Fantasy
Capítulo XII: Let go
Capítulo XIII: Can't
Capítulo XIV: Been through
Capítulo XV: Don't leave me
Capítulo XVI: Change up
Capítulo XVIII: Forever
Capítulo XIX: Black pearl
Capítulo XX: Crazy in love
Capítulo XXII: Stigma
Capítulo XXIII: You in me
Capítulo XXIV: Sweet lies
Capítulo XXV: Flower road
Epílogo: Love me right
Capítulo XXI: Limitless

Capítulo XVII: Highlight

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By AliciaBlackM

«Hay peores cárceles que las palabras».

[Carlos Ruiz Zafón]

—Avery —repitió Heather—. ¿De la Primera Guerra Mágica?

—Así es. —Draco se rio—. Se entregó a las aurores unos meses antes de que acabase la guerra, pero no vendió nada sobre Voldemort. Un loco, un sádico y un cobarde. Pero también la única persona que realmente podía acabar con el Señor Oscuro si se lo hubiese propuesto.

—¿Por qué no lo hizo?

—Porque de la misma manera que él podía acabar con Voldemort, éste podía acabar con él. —Draco echó la cabeza hacía atrás—. Estaba loco y los años encerraron lo habían trastornado, pero también era una persona muy sabia y daba buenos consejos. Me ayudó a mantener cuerdo en ese lugar.

Heather asintió y apuntó varias cosas en su cuaderno. Observó unos largos segundos a Draco antes de hablar.

—¿Y qué sucedió después de que te dijese quién era?

EL rubio frunció el ceño y miró a la psicóloga.

—Empecé a llamarlo Avery —contestó y tuvo que aguantarse las ganas de reír al ver la cara de Heather—. ¿Qué pasa? ¿Sorprendida?

—Sinceramente pensaba que dejarías de tratar con él —confesó ella.

—¿Por qué? ¿Porque era un sádico asesino que mató a más de cien muggles y magos durante la primera guerra? ¿Porque odiaba a todo el mundo y disfrutaba viendo a los «sangre sucia» morir? No, no lo iba a dejar de lado por eso —comentó—. Una vez que entras en Azkaban todo eso queda atrás. Lo que él hubiese hecho no importaba, lo que yo hice tampoco.

—No puedes ignorar los errores que cometes o que otros cometen —comentó la mujer—. Desgraciadamente, el ser humano disfruta recordando las faltas de los demás, incapaces de ver las propias. Es más fácil odiar al contrario que mirarse a sí mismo y descubrir lo sucios que estamos —reflexionó ella y Draco asintió ante sus palabras—. Por eso me sorprende la facilidad con la que olvidaste todo lo que Avery hizo y cómo mantuviste tu relación con él.

—No te lo niego. Claramente no eres la primera persona que llega a esa conclusión —aceptó él—. Pero por decirlo en voz alta no lo vas a cambiar, y tampoco la decisión que yo tomé de mantener mi amistad, si se le puede llamar así, con él —replicó—. Cuando entras en Azkaban ya no eres una persona, sólo eres una sombra encerrada en una celda esperando al día en el que todo acabe y puedas morir. Eso es lo que yo fui durante cuatro años y eso es lo que Avery ha sido desde hace casi veinte.

—¿Y ahora que eres, Draco?

—No lo sé —admitió—. Pero estoy preparado para descubrirlo.

Heather sonrió.

...

Hermione tocó el timbre de la casa de Pansy y esperó unos segundos a que alguien le abriese.

—Buenos días —saludó la antigua Slytherin cuando abrió la puerta—. Pasa.

Se dirigieron a la cocina y tras servirle un café a la castaña, la pelinegra tomó asiento a su lado.

—¿Qué te trae por aquí tan temprano? Pensaba que la cita de Draco era a las once.

—Sí, es a esa hora. Pero quería hablar contigo antes sobre, bueno, quién tú sabes.

Pansy tragó saliva y dio un sorbo a su café. Hermione observó la forma en el que los ojos de la pelinegra se habían apagado y la forma en que su mirada se había perdido en algún punto de la mesa.

—¿Por qué quieres hablar de él?

—Pansy, muchas cosas que has hechos estos últimos años han estado condicionadas por tu necesidad de huir de él —dijo la castaña—, es hora de que le hagas frente.

—No puedo —susurró—. Lo que pasó entre nosotros nunca debió suceder, Hermione. No quiero verlo, no quiero estar en el mismo lugar que él, no quiero que recuerde que existo.

—Él es más que consciente de que existes, Pansy. Las pocas veces que lo veo me pregunta por ti —dijo—. Y se nota que sufre por lo que sucedió.

Draco se acercó con pasos lentos y tratando de ser lo más silencioso posible. Se apoyó al lado de la puerta y ladeó la cabeza para ver a Hermione y a Pansy hablando en la cocina. Con el ceño fruncido dio un paso para entrar, pero ellas volvieron a hablar y él se quedó en su sitio.

—¿Qué él está sufriendo? —ironizó Parkinson—. Una mierda. Yo soy la que se tuvo que tragar toda la mierda y él simplemente se alejó. Yo soy la que tiene las razones para estar sufriendo, no él.

—Pansy... —Hermione soltó un suspiro— Te juro que se arrepiente de lo que pasó. Estaba confundido. Él...

—No trates de justificarlo —la interrumpió—. Ni se te ocurra hacerlo o te juro que te echo de aquí.

Hermione iba a contestar cuando Draco entró a la cocina fingiendo un bostezo. Le sonrió a Pansy y ladeó la cabeza en dirección a Hermione.

—Buenas, Draco —dijo Pansy—. ¿Dormiste bien?

—Muy bien —aseguró y fue a prepararse una taza de café.

—¿Llevas mucho tiempo despierto? —cuestionó Parkinson y lanzó una mirada nerviosa a Hermione.

—No, me acabo de levantar —dio un sorbo a su taza y miró a Hermione—. Pensaba que vendrías más tarde.

—Eh, sí. Así era, pero quería aprovechar para llevaros a un sitio —contestó la castaña—. Pero si no queréis venir lo entiendo.

—Yo tengo que ir a trabajar —se excusó Pansy, se levantó y dejó su taza en el fregadero—. Ir ustedes —dijo y pasó al lado de Hermione—. Más tarde hablamos —le susurró y ésta asintió.

Una extraña atmósfera se instaló en la cocina cuando los dos se quedaron solos. Hermione terminó de beber el café e imitó las acciones de Pansy quedándose a escasos centímetros de Draco.

—Eh, Draco —pronunció y él la miró—, si quieres ir tú pues podemos salir en un rato —murmuró y se cuestionó a sí misma porqué la presencia de Malfoy la ponía tan nerviosa.

—Sí, claro —murmuró—. ¿Qué se supone que iremos a ver?

Hermione no pudo evitar sonrojarse levemente.

—Es una sorpresa.

Draco frunció el ceño, pero asintió y salió de la cocina para prepararse.

...

El rubio trató de evitar las ganas de echarse a reír cuando vio el lugar que Hermione había mencionado. Le lanzó una rápida mirada y observó como ella se dedicaba a mirar a otro lado para evitar sus ojos.

—¿Una tienda de animales? —preguntó.

—No es sólo una tienda de animales —replicó ella—. Está anexa a una perrera bastante grande, pensaba que quizás... bueno —Se colocó un mechón detrás de la oreja—, pues...

—¿Qué quizá podría adoptar?

Ella le sonrió y asintió.

—He investigado un poco y leí que a veces tener la compañía de un animal es bueno para, eh, recuperarte de situaciones ¿malas? —soltó una suave risa—. No sé cómo explicarlo.

Draco sonrió y empujó la puerta de la tienda para abrirla.

—Pues entremos a ver.

Recorrieron la perrera durante unos cuantos minutos, Hermione no podía evitar desear querer llevarse todos los animales que había allí. Draco se paró delante de una jaula en concreto y se agachó para poder mirar mejor el interior.

—Oh, esa es Lyra —comentó la cuidadora que les estaba enseñando las instalaciones—. Lleva dos años con nosotros, pero nadie ha querido llevársela porque tiene problemas de salud —explicó—. Es una pena, la verdad, ella es muy buena y cariñosa.

Hermione asintió y se agachó al lado de la jaula para observar al animal. Evitó soltar el sonido de sorpresa que quería escapar de sus labios cuando vio a un husky siberiano completamente blanco tumbado al final de la jaula.

—Es precioso —suspiró Hermione y Draco asintió a su lado.

—Lo quiero.

—¿Está seguro? —preguntó la cuidadora—. Me encantaría saber que Lyra puede conseguir una familia, pero quiero asegurarme que está completamente seguro de quererla y aceptar todos los gastos médicos que conlleva mantenerla con usted.

—No me importa —contestó—. Puedo cuidarla, la quiero. ¿Cuántos años tiene?

La mujer sonrió y abrió la jaula para dejar salir al husky que, con pasos inseguros, se acercó a la mano que Draco extendió. El rubio pasó su mano entre las orejas del animal y dejó que éste lo oliese durante unos minutos antes de acercarse más a él y apoyar su cabeza sobre una de sus rodillas.

Hermione sonrió ante la imagen al igual que la cuidadora, colocaron una correa y un arnés al husky y fueron a rellenar los papeles. Hermione acariciaba la cabeza del animal mientras Draco rellenaba los papeles, no podía evitar sonreír al ver los ojos del perro revisando todo; un ojo azul y el otro gris.

—Su documento de identidad, por favor —pidió la mujer y Draco miró a Hermione.

—¿Te lo volviste a olvidar? —se inventó ella y el hombre asintió, siguiéndole el juego—. Bueno, ¿puede ponerme a mí?

—Eh, claro, quedará usted entonces como la dueña oficial de Lyra —comentó—. ¿Le quieren cambiar el nombre?

Hermione miró a Draco.

—No, Lyra me gusta —dijo él y sonrió al animal cuando éste le lamió la mano.

La castaña terminó de rellenar los papeles y tras comprar un par de cosas y despedirse de la mujer, salieron del lugar.

—¿Cómo se supone que Lyra nos acompañará al médico?

Hermione sonrió y comenzó a caminar.

—No te preocupes por eso, ya está solucionado.

Draco frunció el ceño.

...

Ginny jadeó sorprendida cuando vio a Hermione y a Malfoy en la puerta de su casa. Su mirada cayó en el perro que estaba a su lado y al momento se encontraba de rodillas llenando de caricias al animal.

—¿Qué...? —preguntó y miró a las dos personas frente a ella.

—Tenemos que ir a un sitio —comentó Hermione—. ¿Puedes quedarte con Lyra?

—¡Sí! Claro que sí, estoy segura de que a Randy le encantará conocerla.

—¿Randy? —cuestionó Draco y al momento apareció un gran perro negro detrás de la pelirroja.

—Ese es Randy —señaló Hermione y el dóberman movió la cola con felicidad.

—Iros, iros, que llegáis tarde —los despidió ella y cogió la correa de Lyra.

Hermione y Draco se despidieron de la chica y salieron del edificio. Comenzaron a caminar por la calle y sin darse cuenta comenzaron a hablar de varias cosas, como si de dos amigos de toda la vida se tratase.

Ambos tratando de ignorar la forma en que sus manos se rozaban en algunas ocasiones.

...

Cuando salieron de la consulta del médico fueron buscar a Lyra y tras despedirse de la pelirroja emprendieron el camino para volver a la casa de Parkinson. Hermione miró a Draco un par de ocasiones mientras caminaban, ganándose una mirada interrogante del chico.

—¿Ocurre algo? —cuestionó y la mujer le dedicó una rápida mirada.

—Estaba pensando que podríamos ir a almorzar a algún lado, conozco un par de restaurantes donde permiten la entrada de los perros —comentó—. Son casi las dos de la tarde y como hoy tengo el día libre pues no tengo que volver al trabajo.

—Claro —aceptó él y le sonrió ligeramente a la chica, siendo correspondido al momento.

Sus manos volvieron a rozarse y ambos mirando al lado contrario, ignorando la forma en que sus dedos se habían entrelazado durante unos segundos antes de soltarse.

...

Pasaron gran parte de la tarde juntos, riéndose mientras recordaban algunas cosas de Hogwarts y conociéndose un poco más. Hermione le habló de sus padres y qué era un dentista, Draco le habló de algunos momentos muy graciosos de su infancia y la forma en la que Narcissa le había enseñado a apreciar el arte.

—¿Entonces te gusta leer? —cuestionó ella—. No recuerdo verte con muchos libros en Hogwarts.

—Me encanta leer, mi madre me enseñó que las letras era una de las mejores formas de expresar cómo nos sentimos en cada momentos —explicó—. Las únicas con el poder de transfórmalo todo y dar imagen a un mundo que sólo existe en tu cabeza.

—Tu madre parecía ser muy sabia —dijo Hermione y Draco sonrió.

—Era la mejor —suspiró con nostalgia—, me educó para entender que el arte era otro tipo de magia, dónde la gente reflejaba sus partes más oscuras.

—¿Aprecias todo tipo de arte? —preguntó ella, realmente interesada por saberlo.

—Siempre he sentido una gran pasión por el arte en su forma visual, las obras de Goya durante su época oscura o el surrealismo de Kay Sage.

—Dos grandes artistas —Hermione sonrió—. Yo siempre he tirado más por la literatura, Víctor Hugo, Oscar Wilde y Jane Austen son de mis favoritos.

Draco sonrió y acarició la cabeza de Lyra que trotaba a su lado.

—Edgar Allan Poe —dijo él—, Bram Stoker y Mary Shelley.

Hermione se echó a reír y miró a Draco con una gran sonrisa.

—Una elección curiosa de autores, Draco —dijo y él sonrió—. Pero concuerdan contigo, tienes un color parecido al de los vampiros.

Fue el turno de Draco de echarse a reír.

...

—¿Cómo te ha ido esta semana? —preguntó Heather.

—Muy bien —dijo y ella arqueó las cejas, sorprendida.

—¿Y eso?

—Tengo una perra, se llama Lyra y se pasa el día jugando por la casa y ladrándole a Pansy.

Heather soltó una pequeña risa ante la sonrisa involuntaria del chico.

—¿Y eso? ¿Cómo es que has conseguido un perrito?

—Hermione me llevó a una perrera y...

—¿Hermione? —inquirió ella y Draco apretó los labios ligeramente avergonzado.

La mujer observó cómo el chico se removía un tanto incómodo antes de hablar.

—Hemos comenzado a tratarnos por nuestros nombres —dijo—. Estamos tratando de establecer una especie de amistad entre nosotros.

—Oh, eso es muy bueno, Draco —ella le dio un apretón en el brazo—. ¿No te hace feliz saber que, la chica de la que estuviste tantos años enamorado, está ahora contigo, tratando de conocer al verdadero Draco?

Draco suspiró y negó ligeramente con la cabeza.

—¿Por qué? —cuestionó Heather.

—Tengo miedo de que no le guste como soy, el verdadero yo.

—Draco, no debes temer por eso. Nunca podemos agradarles a todos, pero si a Hermione no le gustase lo que ya ha visto sobre ti seguramente ya se habría alejado.

Volvió a suspirar y miró a Heather.

—¿Es normal tener miedo de qué se enamore de mí? —preguntó.

—¿Por qué tendrías miedo de eso?

—No me la merezco —suspiró él y Heather suspiró.

—Aceptamos el amor que creemos merecer —recitó ella—. Después de todo lo que has pasado, ¿no crees que te mereces ser amado por Hermione Granger o por la persona indicada?

Draco sólo apretó los labios y desvío la mirada, memorias de su época en Azkaban llenando su mente.

...

—¿Nunca tuviste una pareja? —cuestionó Avery y Draco se echó a reír.

—Claro que no, durante años le hice creer a mi padre que tenía algo con Pansy, pero era mentira.

—¿Cuándo te diste cuenta de que estabas enamorado de Hermione Granger?

—¿Sinceramente? No tengo ni idea —confesó—. Nunca quise atribuir las cosas que sentía por ella a algo como estar enamorado. Creo que una parte de mi lo sabía, pero jamás me atreví a decirlo en alto hasta el día del juicio.

—Eso es irse a Azkaban con estilo, chico. —Draco se echó a reír otra vez.

—Soy un Slytherin y un Black, todo lo que yo hago lo realizo con estilo.

Avery se echó a reír.

—¿Crees que en otras circunstancias podrías haber estado con esa chica?

Draco frunció el ceño y negó tras unos minutos pensándolo.

—No.

—¿Por qué?

—No soy suficiente para ella —dijo—. Ella se merece algo mejor que un adolescente que no sabe cuál es su sitio en el mundo y que se pasa el día pegándose con pegamento las partes que se van destruyendo de él.

—Eso es una forma horrible de hablar de ti mismo, chico —replicó el hombre—. Todos tenemos partes que unimos a nosotros con pegamento o vendas cuando nos rompemos, eso no te hace menos merecedor del amor que otra persona.

—No soy...

—Eres suficiente, Draco Malfoy —interrumpió—, nunca digas lo contrario. Eres suficiente y has mantenido oculto durante años uno de los sentimientos más bonitos que hay en el mundo. Eso es suficiente como para que ella te dé una oportunidad.

—¿Y si no le gusta lo que encuentra? Sinceramente, sufrir por amor nunca estuvo entre mis planes. Vi a mi madre perecer mientras el amor que la unía a mi padre desaparecía lentamente, como una vela que se va derritiendo por el calor del fuego.

—Una vez leí en un libro algo que decía así: «Amar duele, es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel.» —recitó—. Y es verdad, amar duele. Como muchas cosas en la vida. Pero es algo que no puedes evitar y no te recomiendo hacerlo, pero amar como tú has hecho estos años también es doloroso. Porque también te has ido desollando, lentamente, tira por tira. Sin darte cuenta que mantener en silencio tus sentimientos es incluso más doloroso que decirlos al aire.

—¿Y qué me recomiendas? —inquirió él—. ¿Comenzar a decir todos los días que quiero a Hermione Granger? No, gracias.

—¿Por qué no? Nadie, excepto yo, te va a escuchar. Y tus palabras se las llevará el viento —respondió—. Nadie es capaz de retener algo que sólo está escrito en el aire.

...

Heather dejó el tema de Hermione de lado cuando vio a Draco completamente reacio a hablar sobre ello. Le preguntó sobre un par de asuntos en Hogwarts y el respondió secamente, tratando de indagar más en sus días en Azkaban preguntó sobre su relación con Avery después de saber quién era.

—Bastante normal —contestó—. Él me hablaba de su familia y su vida y yo sobre la mía, es una persona muy sabia y me enseñó muchas cosas.

—¿Algo en especial? —cuestionó ella—. Dijiste que era capaz de hacer ilusiones, ¿alguna vez hablasteis sobre eso?

Draco sonrió y una vela apareció delante de Heather tras unos segundos, ella miró a Draco sorprendida y le dedicó una pequeña sonrisa antes de que pasase su mano por la vela y esta desapareciera.

—No sólo hablamos —dijo él—. Me enseñó todo lo que él sabía sobre magia.

...

—Dijiste que eras un Black —suspiró el hombre—. ¿Debo suponer que Sirius Black era familiar tuyo?

—Era primo de mi madre —recordó él—, jamás tuve relación con él. Mi padre apartó a mi madre cuando se casaron y la única persona con la que ella hablaba de su familia era su hermana Andrómeda.

—Sirius era un buen hombre, encerrado por un delito que no cometió y manteniendo su lealtad a la causa contra Voldemort hasta el fin de los días —comentó—. Era una persona muy poderosa y astuta. Como tú.

—¿Cómo puedes afirmar eso? —preguntó—. No me has visto hacer magia y poca inteligencia puedo demostrar encerrado en esta celda.

—Viejos lobos como yo somos capaces de sentir el aura mágica de otros magos. Desde que llegaste he sentido tu aura mágica con fuerza, como un campo alrededor tuyo que demuestra la cantidad de poder que hay en ti —explicó—. Y eres astuto, chico. Por el simple hecho de hablar contigo soy capaz de darme cuenta de eso.

—Eso ya no tiene importancia —replicó—. Cuando salga de aquí ni siquiera me acordaré como se sujeta una varita.

—¿Quién necesita una varita para hacer magia?

Una vela volvió a aparecer delante de él.

—Enséñame a hacer eso —pidió—, magia sin varita o ilusiones.

—Bueno, la magia sin varita es fácil —dijo—. Simplemente concéntrate en el hechizo que quieras realizar, siente la magia recorriendo tu cuerpo y cuando sientas que ya no puedes retenerla lo expulsas hacia fuera, sólo tienes que sentirlo y después pronuncias el hechizo.

Draco cerró los ojos y pensó en un conjuro sencillo, tras unos segundos sintió un extraño picazón por el cuerpo y como éste se concentraba en sus manos. Abrió los ojos y separó los labios, pronunciando con facilidad el hechizo.

—Lumos.

Por primera vez en muchos años, la celda en la que Draco estaba estalló en luces blancas.

...

La fiesta del Ministerio se celebraría en un día y Hermione todavía no había recibido una respuesta afirmativa por parte de Draco y Pansy sobre su asistencia. Ginny la había arrastrado a varias tiendas a por un vestido, pero sin encontrar nada adecuado para Hermione.

—Entonces, ¿estás sin vestido? —preguntó Pansy.

Se encontraban en la casa de ésta, pintando uno de los muebles que Hermione había traído de su apartamento con la excusa de que necesitaba redecorar un poco. Se habían dedicado a mirar revistas de decoración y libros de decoración para cambiar el aspecto de varias cosas.

En las últimas dos semanas Hermione se había vuelto muy cercana a Pansy y a Draco, con éste último había compartido bastante tardes a solas después de sus visitas al médico. Poco a poco se había abierto al otro, contando cosas sobre ellos mismo y aprendiendo a conocer al otro.

Hermione a veces se encontraba a sí misma pensando en Draco y todas las carcajadas que éste era capaz de sacarle con alguna de sus ocurrencias. El hombre tenía un humor bastante negro y cruel, pero su forma de contar las cosas o el toque humorístico del que impregnaba algunos momentos hacía que Hermione no pudiese evitar reírse.

Esa tensión que hubo entre ellos las primeras semanas había desaparecido completamente y ahora podía decirse que eran algo como amigos, entre ellos existía otro tipo de atmósfera, una tensión que nada tenía que ver con la incomodidad. Miradas curiosas –casi anhelantes–, roces de manos intencionales y una electricidad que recorría sus cuerpos cada vez que estaban más cerca de lo normal.

—Sí, creo que tendré que rendirme y llevar un viejo vestido negro que tengo en el armario. Uno de la Navidad de hace dos años.

—Cutre —murmuró la otra y Hermione le golpeó con una revista—. Cutre y violenta —se quejó.

—No soy cutre, pero tampoco me voy a matar buscando un vestido para una fiesta aburrida—Pansy rodó los ojos—. No sé de qué te quejas, ni que fuera a molestarte que me vistiese así. No vas a verme.

—¿Quién te ha dicho que no voy a verte? —preguntó ella y sonrió—. Hace dos día compré mi vestido y Draco su traje. Le queda perfecto y yo me veo como una diosa.

—Pansy —la llamó Draco y las dos mujeres se giraron para mirarlo—, te dejaste la humildad en la cocina, deberías pasar a buscarla.

La pelinegra lanzó un cojín en dirección al rubio mientras Hermione se echaba a reír. El hombre se adentró en el salón seguido de Lyra y tomó asiento en el suelo, al lado de Granger. Ésta le sonrió ligeramente y se inclinó un poco sobre él para poder acariciar al husky.

—Hacéis una pareja muy bonita —comentó Pansy con una sonrisa traviesa.

Hermione se sonrojó ligeramente y Draco apretó sus labios como siempre que se avergonzaba.

—Cállate —replicó él—. Y ahora confiesa a quién quieres conquistar con ese vestido.

Pansy se echó a reír.

—A ti, bombón —sonrió y los tres se echaron a reír—. Bueno, yo me voy yendo ya que tengo que ir a cubrir el turno de una compañera.

—Vale. —Los tres se levantaron—. Te dejaré la cena hecha.

—Gracias. —La mujer cruzó la puerta—. No hagáis guarradas mientras no estoy.

Pansy salió de la casa riendo, dejando a Hermione y Draco algo sonrojados detrás de ella.

—¿Te apetece cenar? —preguntó Draco tras unos segundos en silencio.

—Sí, claro —sonrió—. ¿Pasta?

—Estaba en pensando en pollo con esa receta que tienes.

—Aprovechado —se quejó ella, pero caminó a la cocina con una sonrisa.

Draco la siguió con una sonrisa. La noche pasó tranquila para ellos, cenaron mientras veían una película y bromearon sobre la fiesta que se llevaría a cabo el día siguiente. Poco a poco los cimientos de esa relación que habían construido se reforzaban y Hermione se convencía cada día más de que Draco era una persona de la que se podía enamorar perfectamente.

—Buenas noches —se despidió ella en la puerta—. Nos vemos mañana.

—Nos vemos mañana, descansa bien.

Ella se giró y comenzó a caminar para ir a su casa, pero cuando estaba a punto de bajar los escalones se giró y caminó hacía Draco que todavía no había entrado en la casa. Se pusó de puntillas para poder alcanzar su mejilla y plantó un suave beso en ésta.

Él la miró sorprendido, pero ella rehuyó su mirada y volvió a susurrar un «buenas noches» antes de darse la vuelta y emprender el camino a su casa con rapidez. Ambos durmieron esa noche con una sonrisa en los labios.

...

Cuando Hermione se levantó la mañana siguiente se sorprendió al ver una gran caja plateada y verde encima de su escritorio. Salió de la cama y con pasos lentos se acercó a la caja, observó el gran lazo negro que la rodeaba y la pequeña nota que reposaba sobre el nudo. La cogió y la abrió, sonriendo al ver la bonita letra de Pansy impresa en el papel.

Hermione,

no te tomes esto como un regalo para ponértelo si quieres, sino como una orden. Debes usarlo, Granger. Quiero que lleves el vestido en el baile de esta noche y como yo aparezca por allí y vea que llevas otro te mato. Y no es una amenaza, sino una promesa. Necesitarás ayuda para ponértelo, así que llama a la pequeña Weasley.

P. Parkinson.

PD: No te recomendaría llevar muchas accesorios, el vestido brilla por sí solo. Nos vemos en el baile.

Hermione frunció el ceño y dejó la nota de lado. Sacó el vestido de la caja y se quedó embelesada al verlo. Era perfecto, y estaba deseando ponérselo. Dejando el bello regalo encima de su cama, la castaña se fue a bañar mientras silbaba una canción que había escuchado en la radio días atrás.

No se podía imaginar todo lo que pasaría esa noche.

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