Redención [Dramione]

AliciaBlackM

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Tras ser juzgado y hallado culpable de varios delitos, Draco Malfoy confiesa sus sentimientos a Hermione Gran... Еще

Prefacio.
Capítulo I: Take you home.
Capítulo II: Whalien 52.
Capítulo III: Tell me what to do.
Capítulo IV: The 7th Sense
Capítulo V: Lost
Capítulo VII: Trauma.
Capítulo VIII: Black
Capítulo IX: Desperate
Capítulo X: Hellevator
Capítulo XI: Fantasy
Capítulo XII: Let go
Capítulo XIII: Can't
Capítulo XIV: Been through
Capítulo XV: Don't leave me
Capítulo XVI: Change up
Capítulo XVII: Highlight
Capítulo XVIII: Forever
Capítulo XIX: Black pearl
Capítulo XX: Crazy in love
Capítulo XXII: Stigma
Capítulo XXIII: You in me
Capítulo XXIV: Sweet lies
Capítulo XXV: Flower road
Epílogo: Love me right
Capítulo XXI: Limitless

Capítulo VI: Sea.

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AliciaBlackM


«Me siento frágil, disperso, como mantequilla untada sobre demasiado pan».

[Bilbo Bolsón, El señor de los Anillos]

Draco se pasó varios días encerrado dentro de la casa. Saliendo de su cuarto solo para ir al baño y para comer. Su humor no era el mejor y por esa razón Pansy había decidido quedarse al margen. Blaise había mandado varias lechuzas preguntando por él y recordándole que tenía que ir a terapia, pero nunca recibía respuesta.

La mayoría de las cartas terminaban quemándose en la chimenea con la penetrante mirada de Draco sobre los pergaminos hasta que solo quedaban las cenizas de estos. No paraban de reproducirse en su mente el encuentro con Granger, la terapia y las palabras de Pansy.

Nunca se había sentido tan perdido.

*********

Parpadeó, comenzando a contar otra vez la cantidad de piedras que componían el techo de su celda. No sabía qué hora era, pero por la cantidad de luz que entraba a su celda gracias a la Luna y la cantidad de vueltas que había dado desde que anocheció estaba seguro de que era de madrugada.

—¿Otra noche sin poder dormir, chico? —La voz del hombre interrumpió su patético entretenimiento.

—Al igual que tú —replicó.

Una risa ronca y algo congestionada se escuchó desde la otra celda y el rubio sonrió. A veces se preguntaba si el hombre se reía porque realmente le hacía gracia lo que decía o porque prefería reír a llorar.

—Yo soy como los vampiros, muchacho —respondió y Draco rodó los ojos—, duermo por el día y vivo por la noche.

—Poco puedes vivir si estás encerrado entre cuatro paredes.

—Tienes tiempo para pensar —contestó con falso tono jovial.

—¿Pensar? —A Draco se le atragantó una carcajada con eso—. Eso es una tortura producto de la propia mente cuando se está aislado del mundo. Pensar en un como este es abrirle la puerta de tu cabeza a la locura e invitarla a bailar contigo.

—No te confundas, Draco —replicó el hombre—; la alternativa a pensar es la locura o, en el mejor de los casos, la muerte.

—¿La muerte es el mejor de los casos? —Se echó a reír. Una risa seca, sin humor. Rota.

—Prefiero morir a que mi mente se vea invadida por pensamientos incoherentes y terminar convertido en la mujer aquella, ¿cómo se llamaba? —Draco lo escuchó murmurar unos cuantos nombres por lo bajo antes de volver a hablar—; ¡Bellatrix Lestrange!

—¿Conociste a Bellatrix? —inquirió sorprendido.

—He compartido celda con más gente de la que tú nunca conocerás —contestó con simplicidad el anciano.

—Conozco a mucha gente.

—¿De verdad lo haces? —cuestionó el hombre y Draco frunció el ceño—. Una cosa es conocer y otra es reconocer.

—¿Qué marca la diferencia?

—Reconocer puedes reconocer a muchas personas: famosos, compañeros de clase, incluso personas en la calle. —Sus palabras fueron interrumpidas por un ataque de tos—. Pero conocer es distinto, chico, conocer implica saber de esa persona incluso los pequeños detalles de su vida como su segundo nombre, su cumpleaños, los nombres de sus padres, sus manías, sus gustos. —El hombre hizo una pequeña pausa—. ¿No ves la diferencia ahora? Dime, ¿cuántas personas conoces?

—Desde esa perspectiva podría contar a mis conocidos con los dedos de una sola mano —replicó y cerró los ojos.

—Entonces ya estamos en la misma línea —dijo.

Draco ignoró la risa burlona del otro hombre y repasó las palabras dichas por el anciano minutos antes.

—Dices que conociste a Bellatrix —comenzó—, ¿qué llegaste a saber de ella?

—Me enseñó que incluso en las mentes más enfermas puede existir algo de cordura, su fe en Voldemort no siempre fue ¿cómo decirlo...? —Se quedó unos segundos en silencio—. Permanente —concluyó y luego carraspeó—. Hubo momentos en los que ella se preguntaba si él la sacaría de ahí, si él seguiría vivo y se acordaría de su más fiel aliada. Parecía que había sentimientos detrás de esa máscara de locura, aunque fueran por una persona tan... errónea.

—¿Bellatrix se cuestionaba el regreso de Voldemort? —La sorpresa dominaba sus facciones y sus palabras.

—Aunque te sorprenda, sí, lo hacía —confirmó el hombre—. Pero Bellatrix albergaba lo mismo que cualquier persona: esperanza. Esa perra escurridiza que es lo último que desaparece de los corazones, pero lo primero que se pierde en tiempos de guerra.

Draco se quedó en silencio, reflexionando y rememorando la horrible imagen que tenía de su tía. Loca, despiadada, sin sentimientos, inflexible y, sin duda, una de las personas en el mundo que más había disfrutado torturando a otros seres humanos. Su madre le había dicho que hubo un tiempo donde Bellatrix había sido como cualquier otra chica, llena de ilusiones y risueña. Pero él no podía imaginársela de esa manera. Su tía había sido una loca en vida y había muerto de la misma manera.

—Perderse para evitar el sufrimiento me parece una manera efectiva de desligarse de una realidad tan oscura y deprimente como en la que vivimos —dijo Draco tras varios minutos y casi pudo imaginarse la sonrisa del hombre.

—Efectivo pero retorcido —terció el anciano—. Una estancia en este lugar durante cuatro años, comparada con los diecisiete que llevo yo, es como una caminata de quince minutos, ¿no crees?

—¿Cómo has aguantado diecisiete años aquí? —cuestionó—. Es jodidamente retorcido que mantengas tu cordura y no seas otra sombra más de las que habitan en este lugar.

—Un gran filósofo muggle dijo una vez: Si miras mucho tiempo a un abismo, el abismo también mirará dentro de ti. —El hombre soltó una risa sin humor—. Supongo que solo he evitado mirar al abismo, o eso me gusta imaginar. Hay ocasiones donde no puedo evitar pensar que todos los seres humanos vivimos dentro de ese agujero negro, esperando una luz que nos lleve al exterior y sin darnos cuenta de que vivimos ciegos. Somos monstruos, chico, las peores bestias del mundo.

Se quedaron en silencio unos minutos, sus respiraciones lo único que se podía escuchar en la oscuridad de las celdas. Draco se movió sobre su cama y se acomodó mejor, apretando los ojos con fuerza y tratando de evadirse de su asquerosa celda para poder dormir.

—A veces me cuestiono si eres real, ¿sabes? Si no eres un producto de mi imaginación —confesó el hombre de repente y fue la primera vez que Draco escuchó algo parecido al miedo en su voz.

—Yo también me lo pregunto.

Suspiró y se quedó dormido.

*********


Encerrarse en su cuarto y ejercitarse fue la rutina que ayudaba a Draco a mantenerse despejado, olvidando los pensamientos que revoloteaban en su mente, cabreándole y entristeciéndole a la vez. Su interior era como una tormenta, arrasando todo a su paso y dejando tras de sí un camino destruido y que nada podría reparar. Una parte de él sabía que realmente tenía que ir a terapia, estaba jodido y no de la mejor manera, pero la sola idea de tener que contarle todos sus fantasmas a alguien que no conocía le parecía jodidamente horrible. Él no era de las personas de hablar sobre sus sentimientos y mucho menos demostrarlos, así que la perspectiva de dar a conocer sus miedos y todos esas partes oscuras de su vida no le parecía algo fácil. Ni agradable. Ni plausible.

Una gilipollez.

—¿Draco?

La voz de Pansy lo sacó de sus pensamientos, enfocó a la chica, que se encontraba en la puerta de su cuarto, vestida con su uniforme para el trabajo (que era de camarera en una horrible cafetería que pagaba poco y donde se trabajaba demasiado). Tras unos segundos de escrutinio, Draco hizo un sonido para que ella supiese que la escuchaba.

—Blaise me ha vuelto a mandar una carta sobre lo de la terapia —dijo con cautela—. ¿Ya has decidido qué vas a hacer?

—¿Qué harías tú? —preguntó a su vez y Pansy negó con la cabeza.

—No es sobre mí, Draco —replicó—. Es sobre ti y lo que necesitas.

—Lo sé —aceptó—, pero quiero saber qué harías tú en mi lugar.

—Si me viese en esa situación buscará una salida, una manera de sobrevivir. Es lo que hacen los Slytherin, ¿no? —Suspiró antes de volver a hablar—. Si la terapia es la única salida que tuviese, pues iría, por mucho que me costase aceptarlo, iría.

Draco se quedó en silencio, meditando las palabras de su amiga durante unos segundos. Una salida, una forma de sobrevivir. Por mucho que tratase de pensar en la terapia como algo de eso, no podía. Para él era como caminar directo a la guillotina, haciendo cola para que te corten la cabeza.

—Entonces mándale una carta a Blaise y dile que iré —terminó diciendo y Pansy sonrió.

—¿Estás seguro? —cuestionó la chica.

—No —respondió tajante y la sonrisa de la mujer menguó—, pero solo puedo hacer eso, ¿no es así?

Ella asintió—. Sí, solo puedes hacer eso.

Draco no dijo nada más.

************

—Me alegra que los hayas reconsiderado, Draco —comenzó Blaise—. Realmente pienso que esto te ayudará para reincorporarte a la sociedad mágica actual.

Malfoy no podía evitar pensar que sus palabras estaban llenas de una falsa esperanza. Pansy tampoco pensaba distinto de él, ya que arqueó una ceja, algo incrédula y con unas ganas bastante notables de responder a lo dicho por Blaise.

—¿Qué diferencia hay entre la sociedad actual con la de hace cuatro años? —inquirió finalmente la mujer—. Exceptuando que se acabó el gobierno opresor de Voldemort, creo que el resto de mierda que hay en el mundo sigue presente. Si consideras que un cambio de líder ya es suficiente cambio déjame decirte que te equivocas, quizá es un comienzo pero no es una diferencia que marque la vida de las personas.

—Se han dado muchos cambios, Pansy —terció Blaise con el ceño fruncido—. Si tú no eres consciente de ellos no es mi problema.

—Dime al menos dos cambios de esos de los que hablas —replicó la mujer.

—La pureza de la sangre ya no tiene tanta importancia y la corrupción del Ministerio se ha visto reducida —comentó y había un tono orgulloso en sus palabras.

La chica comenzó a reír, haciendo que el ceño de Blaise se profundizará.

—¿Qué la pureza de la sangre no importa? Lo que antes era un símbolo de poder ahora se ha convertido en una maldición, ¿eres sangre pura? Entonces eres hija, nieta o estás relacionada con los mortífagos y eres la paria de la sociedad —escupió ella con rabia—. ¿Y la corrupción se ha visto reducida? Una mierda, si hablamos de un uno por ciento en relación a un millón te daría la razón, pero en cada rincón de este asqueroso ministerio hay corrupción, solo lo estáis ignorando. Es como meter la suciedad debajo de la alfombra, ya no la veis, pero sigue ahí.

—¡No sabes lo que dices! —exclamó Blaise—. Estás resentida con el Ministerio porque tuviste que dar toda tu herencia tras el juicio, siempre has sido una persona materialista que no ve más allá de su propia nariz. Eres incapaz de aceptar las consecuencias de tus actos y parece que ahogas en un vaso de agua cuando tienes el mar delante de tu para nadar libremente.

—¿Acaso crees conocer lo suficiente cómo para decir eso? —gruñó—. No, ¿verdad? Entonces deja de soltar mierda, marioneta del poder y cierra la boca.

Cuando Blaise iba a replicar, Draco alzó una mano, cansado de la discusión entre los dos. Nunca se habían llevado bien en el colegio y, en ese momento estaban reafirmando esa aversión que sentían por el otro. Demasiado iguales, pero diferentes a su vez, como para poder tener una relación que pasase de lo cordial.

—Si algo no he echado de menos estos cuatro años eran vuestras discusiones —comentó con sequedad—. Ahorrároslo. Solo quiero que me digas qué día y a qué hora tengo que ir a terapia y ya está.

—El miércoles de esta semana a las cuatro de la tarde —concedió y miró a Pansy de reojo antes de volver su atención al rubio—. Sé puntual.

—Vale. —Draco cogió el papel que Blaise le tendía y se levantó—. Vamos, Pansy.

La chica se levantó y tras dirigirle una mirada de superioridad a Blaise salió de la sala seguida de Draco. Se encaminaron al ascensor en un silencio algo tenso, esperaron unos segundos hasta que el ascensor llegó y se metieron dentro. Cuando estaban a punto de irse, una castaña entró al aparato con rapidez.

—Menos mal —susurró la mujer para sí misma mientras recobraba el aliento.

—Hola, Hermione.

La castaña se giró con rapidez y le dedicó una sonrisa a la pelinegra. Draco no dijo nada, simplemente se quedó mirando al frente.

—Hola, Pansy. —Hermione se giró un poco, su vista cayendo en Draco—. Hola, Malfoy.

—Granger —se limitó a decir el chico.

—¿Qué tal tu día? —preguntó Pansy con cordialidad.

—Agotador, tengo unas ganas de volver a casa.

—Yo, después de semanas, tengo tres días libres. —Sonrió en grande—. Cuando me lo dijo el jefe casi lloro de alegría —comentó la pelinegra. Hermione rió mientras negaba con la cabeza.

Draco trató de ignorar la cordialidad y confianza entre ambas mujeres. Cuatro años era mucho tiempo y no le sorprendería saber que Pansy tuviese nuevas amistades que años atrás no hubiese tenido, pero el hecho de que existiese una relación con Granger que les llevase a un nivel de complicidad como el que estaba presenciando era casi perturbador.

—¿Por qué no aceptas el puesto que te ofreció Gringotts? Eres una gran bruja y estoy segura de que lo harías bien —dijo—. O podrías tratar de presentarte al puesto de columnista de El Profeta, seguro que destacarías.

—¿Y trabajar para uno de los periódicos más mentirosos del mundo? No, gracias, tengo mi dignidad y mis ideales —replicó—. Prefiero seguir sirviendo a muggles gordos y maleducados que verme obligada a escribir sobre cosas que ni pienso ni comparto.

—Al menos busca algo mejor que la cafetería, Pansy —comentó con una sonrisa—. La oferta de Gringotts sigue en pie —repitió.

Ella simplemente hizo un gesto con la mano, restándole importancia a sus palabras. El ascensor se paró y Draco salió de éste con rapidez, seguido de Pansy que se despidió con un simple «adiós». La castaña siguió a ambos chicos con la mirada mientras se alejaban. Cuando llegaron a la casa Draco se giró y encaró a la chica.

—¿Qué se supone que fue eso? —preguntó algo brusco.

—¿El qué?

—Esa conversación amable en el ascensor con Granger —aclaró—. ¿Cómo se supone que debo interpretar eso?

—De ninguna manera —dijo Pansy con facilidad—. Una conversación simple, ¿por qué estás tan alterado?

—¿Quizá por qué mi amiga ha mantenido una conversación súper amigable con una persona que...? —se interrumpió a sí mismo, apretando los labios.

— ¿Una persona que qué?

—Una persona que ha sido una parte imborrable y casi decisiva de mi pasado —dijo y Pansy arqueó una ceja.

—Fue la persona encargada de mi expediente, ella me consiguió el trabajo, me ayudó con la mudanza y más cosas —explicó lentamente—. Ha sido durante casi tres años la persona que se encarga de mis trámites legales, hemos desarrollado una buena relación.

—¿Y no te pareció oportuno comentármelo? —inquirió.

—¿Por qué debería?

—Porque... —Se cortó a sí mismo una vez más y sacudió la cabeza—. Tienes razón, no tienes que decirme nada.

Se dio la vuelta y se encaminó a su cuarto, con un suspiro rendido Pansy lo siguió. A lo largo de esos días Pansy se había dado cuenta de que pocas veces Draco parecía decir lo que realmente pasaba por su cabeza. Era como si se hubiera autoimpuesto una censura.

—Si no te dije nada es porque no quiero verme involucrada entre ustedes dos. Cualquier cosa que suceda entre tú y Hermione quiero que sea únicamente vuestro, sin un mediador o alguien de por medio —le dijo—. Sé que hay cosas sin resolver entre ustedes y no quiero verme envuelta por ser amiga tuya y tener una relación cordial con ella, ¿vale?

—Vale —contestó él con sequedad—. ¿Puedes irte? Estoy cansado y quiero irme a dormir.

—Draco...

La dura mirada que le dedicó le comunicó a Pansy que no estaba de humor para hablar.

—Buenas noches —susurró antes de salir por la puerta.

El chico no contestó.

*********


—Me alegra que los hayas reconsiderado, Draco —comenzó Blaise—. Realmente pienso que esto te ayudará para reincorporarte a la sociedad mágica actual.

Malfoy no podía evitar pensar que sus palabras estaban llenas de una falsa esperanza. Pansy tampoco pensaba distinto de él, ya que arqueó una ceja, algo incrédula y con unas ganas bastante notables de responder a lo dicho por Blaise.

—¿Qué diferencia hay entre la sociedad actual con la de hace cuatro años? —inquirió finalmente la mujer—. Exceptuando que se acabó el gobierno opresor de Voldemort, creo que el resto de mierda que hay en el mundo sigue presente. Si consideras que un cambio de líder ya es suficiente cambio déjame decirte que te equivocas, quizá es un comienzo pero no es una diferencia que marque la vida de las personas.

—Se han dado muchos cambios, Pansy —terció Blaise con el ceño fruncido—. Si tú no eres consciente de ellos no es mi problema.

—Dime al menos dos cambios de esos de los que hablas —replicó la mujer.

—La pureza de la sangre ya no tiene tanta importancia y la corrupción del Ministerio se ha visto reducida —comentó y había un tono orgulloso en sus palabras.

La chica comenzó a reír, haciendo que el ceño de Blaise se profundizará.

—¿Qué la pureza de la sangre no importa? Lo que antes era un símbolo de poder ahora se ha convertido en una maldición, ¿eres sangre pura? Entonces eres hija, nieta o estás relacionada con los mortífagos y eres la paria de la sociedad —escupió ella con rabia—. ¿Y la corrupción se ha visto reducida? Una mierda, si hablamos de un uno por ciento en relación a un millón te daría la razón, pero en cada rincón de este asqueroso ministerio hay corrupción, solo lo estáis ignorando. Es como meter la suciedad debajo de la alfombra, ya no la veis, pero sigue ahí.

—¡No sabes lo que dices! —exclamó Blaise—. Estás resentida con el Ministerio porque tuviste que dar toda tu herencia tras el juicio, siempre has sido una persona materialista que no ve más allá de su propia nariz. Eres incapaz de aceptar las consecuencias de tus actos y parece que ahogas en un vaso de agua cuando tienes el mar delante de tu para nadar libremente.

—¿Acaso crees conocer lo suficiente cómo para decir eso? —gruñó—. No, ¿verdad? Entonces deja de soltar mierda, marioneta del poder y cierra la boca.

Cuando Blaise iba a replicar, Draco alzó una mano, cansado de la discusión entre los dos. Nunca se habían llevado bien en el colegio y, en ese momento estaban reafirmando esa aversión que sentían por el otro. Demasiado iguales, pero diferentes a su vez, como para poder tener una relación que pasase de lo cordial.

—Si algo no he echado de menos estos cuatro años eran vuestras discusiones —comentó con sequedad—. Ahorrároslo. Solo quiero que me digas qué día y a qué hora tengo que ir a terapia y ya está.

—El miércoles de esta semana a las cuatro de la tarde —concedió y miró a Pansy de reojo antes de volver su atención al rubio—. Sé puntual.

—Vale. —Draco cogió el papel que Blaise le tendía y se levantó—. Vamos, Pansy.

La chica se levantó y tras dirigirle una mirada de superioridad a Blaise salió de la sala seguida de Draco. Se encaminaron al ascensor en un silencio algo tenso, esperaron unos segundos hasta que el ascensor llegó y se metieron dentro. Cuando estaban a punto de irse, una castaña entró al aparato con rapidez.

—Menos mal —susurró la mujer para sí misma mientras recobraba el aliento.

—Hola, Hermione.

La castaña se giró con rapidez y le dedicó una sonrisa a la pelinegra. Draco no dijo nada, simplemente se quedó mirando al frente.

—Hola, Pansy. —Hermione se giró un poco, su vista cayendo en Draco—. Hola, Malfoy.

—Granger —se limitó a decir el chico.

—¿Qué tal tu día? —preguntó Pansy con cordialidad.

—Agotador, tengo unas ganas de volver a casa.

—Yo, después de semanas, tengo tres días libres. —Sonrió en grande—. Cuando me lo dijo el jefe casi lloro de alegría —comentó la pelinegra. Hermione rió mientras negaba con la cabeza.

Draco trató de ignorar la cordialidad y confianza entre ambas mujeres. Cuatro años era mucho tiempo y no le sorprendería saber que Pansy tuviese nuevas amistades que años atrás no hubiese tenido, pero el hecho de que existiese una relación con Granger que les llevase a un nivel de complicidad como el que estaba presenciando era casi perturbador.

—¿Por qué no aceptas el puesto que te ofreció Gringotts? Eres una gran bruja y estoy segura de que lo harías bien —dijo—. O podrías tratar de presentarte al puesto de columnista de El Profeta, seguro que destacarías.

—¿Y trabajar para uno de los periódicos más mentirosos del mundo? No, gracias, tengo mi dignidad y mis ideales —replicó—. Prefiero seguir sirviendo a muggles gordos y maleducados que verme obligada a escribir sobre cosas que ni pienso ni comparto.

—Al menos busca algo mejor que la cafetería, Pansy —comentó con una sonrisa—. La oferta de Gringotts sigue en pie —repitió.

Ella simplemente hizo un gesto con la mano, restándole importancia a sus palabras. El ascensor se paró y Draco salió de éste con rapidez, seguido de Pansy que se despidió con un simple «adiós». La castaña siguió a ambos chicos con la mirada mientras se alejaban. Cuando llegaron a la casa Draco se giró y encaró a la chica.

—¿Qué se supone que fue eso? —preguntó algo brusco.

—¿El qué?

—Esa conversación amable en el ascensor con Granger —aclaró—. ¿Cómo se supone que debo interpretar eso?

—De ninguna manera —dijo Pansy con facilidad—. Una conversación simple, ¿por qué estás tan alterado?

—¿Quizá por qué mi amiga ha mantenido una conversación súper amigable con una persona que...? —se interrumpió a sí mismo, apretando los labios.

— ¿Una persona que qué?

—Una persona que ha sido una parte imborrable y casi decisiva de mi pasado —dijo y Pansy arqueó una ceja.

—Fue la persona encargada de mi expediente, ella me consiguió el trabajo, me ayudó con la mudanza y más cosas —explicó lentamente—. Ha sido durante casi tres años la persona que se encarga de mis trámites legales, hemos desarrollado una buena relación.

—¿Y no te pareció oportuno comentármelo? —inquirió.

—¿Por qué debería?

—Porque... —Se cortó a sí mismo una vez más y sacudió la cabeza—. Tienes razón, no tienes que decirme nada.

Se dio la vuelta y se encaminó a su cuarto, con un suspiro rendido Pansy lo siguió. A lo largo de esos días Pansy se había dado cuenta de que pocas veces Draco parecía decir lo que realmente pasaba por su cabeza. Era como si se hubiera autoimpuesto una censura.

—Si no te dije nada es porque no quiero verme involucrada entre ustedes dos. Cualquier cosa que suceda entre tú y Hermione quiero que sea únicamente vuestro, sin un mediador o alguien de por medio —le dijo—. Sé que hay cosas sin resolver entre ustedes y no quiero verme envuelta por ser amiga tuya y tener una relación cordial con ella, ¿vale?

—Vale —contestó él con sequedad—. ¿Puedes irte? Estoy cansado y quiero irme a dormir.

—Draco...

La dura mirada que le dedicó le comunicó a Pansy que no estaba de humor para hablar.

—Buenas noches —susurró antes de salir por la puerta.

Draco no dijo nada.

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