Sus hermosos y aterradores oj...

By Naoko_Ichigo

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Draco la empujo contra la pared, la beso y golpeo el vidrio de la ventana que se encontraba junto a su cabeza... More

Chapter 1
Chapter 2
Chapter 3
Chapter 5
Chapter 6
Chapter 7
Chapter 8
Chapter 9
Chapter 10
Chapter 11
Chapter 12
Chapter 13
Chapter 14

Chapter 4

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By Naoko_Ichigo

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, esta pertenece a thecellarfloor y esta historia fue beteada por AliciaBlackM.

xxx

Algo no estaba bien. Tenía una espantosa sensación en su interior, una sensación ligeramente parecida al dolor en su cicatriz.

—¿Puedes creer esto Harry? —le dijo Ron con entusiasmo, mientras se estaban acercando al campo de Quidditch. Los Chudley Cannons venían hoy a Hogwarts e iban a enseñarles a los equipos de la escuela unos cuantos trucos y secretos del Quidditch.

Era uno de los beneficios obtenidos debido al próximo festival deportivo de Hogwarts, que tendría lugar la semana entrante. Normalmente, Hogwarts no era anfitrión de esos tipos de eventos, pero los profesores veían correcto ayudar a los estudiantes a recuperarse de los horribles recuerdos de la pasada Guerra.

Los Chudley Cannons estaban parados en el centro del campo de Quidditch, con sus brillantes uniformes moviéndose con el viento. Su logo de dos "C" negras y una bola de cañón podía ser vista desde donde estaban parados.

Harry camino hacia el frente junto con Ron, mientras los demás miembros del equipo de Gryffindor les seguían atrás. Todos estaban ansiosos y emocionados... todos excepto Harry.

No era que no estuviera emocionado... es solo que no podía sacarse de encima ese sentimiento de que algo estaba mal.

—Parece que los otros equipos llegaron primero —escuchó decir a Ginny.

Los demás equipos ya estaban allí. Podía ver a los miembros de los Chudley Cannons dividiéndose en grupos, dos de ellos acompañaban a cada equipo. Los tres que quedaban, se acercaron a ellos. Repentinamente, Ron se tornó algo verde.

—¡Equipo Gryffindor! —dijo el hombre del medio, sonriéndoles ampliamente. Tenía el cabello oscuro y una nariz puntiaguda. Era bastante alto y llevaba su escoba en su mano.

—Mi nombre es Galvin Gudgeon, soy el buscador de los Chudley Cannons. Este es Joey Jenkins, golpeador, y Dragomir Gorgovitch, cazador —dijo señalando a los que se encontraban a su lado.

—Es un placer trabajar con ustedes —habló el que se llamaba Joey, también dedicándoles una amplia sonrisa. El otro hombre se quedó en silencio.

—Vamos a enseñarles unas cuantas técnicas para volar y sostener su esco... —Harry desvió la vista de Galvin al escuchar una voz a un lado de ellos, proveniente de los Slytherin.

—¿El capitán del equipo de Slytherin? —preguntó un hombre de los Chudley Cannons.

—No está —contestó uno de los jugadores de Slytherin. Los ojos se Harry se agrandaron y su corazón se aceleró mientras su mente procesaba lo que acababa de oír.

—Y tú debes ser el famoso Harry Potter, el capitán del equipo de Gryffindor. Debo decir que... —comenzó a decir Galvin, pero Harry estaba bastante alterado como para prestar atención.

—¡Malfoy! —gritó histérico el moreno, con una expresión de dolor al acercarse a los Slytherin. Agarró a Nott, por el cuello de su uniforme. El chico lo miró asustado ante su mirada asesina—. ¿Dónde está Malfoy?

Tanto los Gryffindor, como los Slytherin, y también algunos miembros de los Chudley Cannons, le miraban como si se hubiera vuelto loco.

—¿Qué te sucede, Harry? ¿Estás loco? —le dijo Ron, pero Harry simplemente lo ignoró y volvió a mirar a Nott.

—¿Dónde está?

—F-fue a Beauxbatons —dijo casi en un susurro—. Comentó algo sobre una...

Harry no le dio tiempo de terminar. Salió corriendo del campo de Quidditch con Ron siguiéndole el paso.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

—¿Cómo dejo que esto ocurriera? —le gritó enfadado a McGonagall. Unos minutos antes habían entrado a su despacho y le habían contado sobre Hermione y la salida a Beauxbatons con Malfoy y Zabini. Sus palmas estaban apoyadas sobre el escritorio y le miraba amenazantemente.

—No entiendo cual es el problema, señor Potter —le respondió ella tranquilamente, acomodándose los anteojos.

—¿Qué? ¿Es todo lo que dirá profesora? —volvió a gritar Harry—. ¡Después de que la dejó irse sola con esos... esos... Slytherin!

Ron asintió, pero no dijo nada. Sabía que era mejor no hablar cuando Harry estaba enojado.

—Cálmese señor Potter —le pidió McGonagall, sin apartar su mirada de él. La despreocupación que mostraba la mujer ante la situación solo conseguía aumentar su ira.

—¡No puedo tranquilizarme cuando ella está sola con esa gente!

—No está en peligro —le respondió, su voz permanecía tan firme como siempre. Harry podía sentir que comenzaba a sentirse irritada—. Les dije que podían elegir con quien ir. El señor Zabini escogió al señor Malfoy, y la señorita Granger, bien, escogió ir sola. Aunque no puedo entender la razón considerando que, unos meses antes, me dijo que iría con ustedes dos.

—Ella... ella no dijo que Malfoy iría —dijo Harry, más para sí mismo que para los demás.

Repentinamente lo vio todo con claridad. Se volvió hacia Ron, quien de alguna manera sabía en lo que estaba pensando. Después de todo, no había sido culpa de la profesora McGonagall. Ellos dejaron que esto sucediera. Ellos dejaron que las serpientes de Slytherin devoraran a Hermione. Ellos la dejaron sola e indefensa.

—La señorita Granger está perfectamente a salvo al cuidado del profesor Flitwick, se los aseguro —continuó la profesora. Qué equivocada estaba—. Ahora, por favor regresen a sus clases antes de que los castigue a los dos.

—¡No está a salvo! —volvió a gritar Harry—. ¡Tiene que dejarnos ir a Beauxbatons! ¡Por favor, profesora!

—Señor Potter, está poniendo a prueba mi paciencia. Vuelvan a sus clases.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

La academia de la Magia de Beauxbatons era un brillante palacio, probablemente más nuevo y brillante que Hogwarts. Los pasillos estaban adornados con arcos dorados, haciéndolos parecer un lugar hecho para los mismos dioses. Las altísimas ventanas de cristal llegaban al piso y unos intrincados candelabros colgaban del techo. Era una vista increíble, aunque era una pena que nada de eso captara la atención de Hermione. Estaba más concentrada en lo que sucedía en el palacio que el lugar en sí mismo.

Había pilas de libros y autores por todas partes. Era como un sueño para ella. Parecía que no sabía por dónde empezar, pues se perdió rápidamente entre la multitud, tratando de hablar con diferentes autores y separando todos los libros que despertaban su interés.

Simplemente era feliz.

Draco la observó todo el tiempo, no tan alejado desde donde ella se encontraba. En el instante mismo en que la castaña había entrado a la convención, su rostro se había iluminado.

Tal como aquella vez cuando hizo un ángel de nieve.

El rubio sintió algo sacudir su estomago, pero nuevamente no estaba seguro de porque eso seguía sucediendo cada vez que la veía.

Era la única persona que podía hacerle sentir de esa forma.

Era la única persona que podía hacerle sentir algo.

No hizo mucho en la convención, excepto hablar con algunas chicas de Beauxbatons que querían saber más "le magnifique Draco Malfoy". Había respondido algunas preguntas, pero se aburrió rápidamente de ellas.

Estaba más interesado en seguir a Hermione y en verla feliz.

—Las chicas de Beauxbatons —escuchó Draco decir a alguien. Blaise se encontraba ahora a su lado, sosteniendo varios libros en sus brazos. Se refería a las chicas de Beauxbatons que no dejaban de reír y seguirlo por todo el lugar—. ¿Nuevo club de fans, Draco?

—No dejan de seguirme.

Continuó mirando a Granger, quién estaba teniendo una entusiasmada conversación con otro autor, indiferente a todo lo demás.

Con esa confianza natural que depositaba en los demás, probablemente sería demasiado fácil manipularla para que odiara a sus amigos.

—Tienes esa mirada nuevamente —le dijo Blaise tranquilamente—. Has hecho algo malo o estas a punto de hacer algo malo, nuevamente. ¿Cuál de las dos?

Draco sonrió.

—Ambas.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Ahora las nubes estaban grises y oscuras. Se movían peligrosamente en el cielo, arrojando agua y relámpagos sobre el dorado palacio de Beauxbatons. Los truenos resonaban con fuerza, haciendo gritar y cubrirse los oídos a muchos.

Su cuarto estaba oscuro. La única luz que se veía era la de los relámpagos que iluminaban el cielo. Desde la pequeña abertura de la puerta del closet podía ver su cama a dosel.

Se aferró con más fuerza a la manta.

El closet era pequeño y por suerte estaba vacío. Casi al mismo instante en que escucho el primer trueno, se metió corriendo al refugio. Nunca le habían gustado las tormentas. La traumática experiencia que tuvo en su niñez había tenido en ella un efecto de por vida. Podía enfrentarse a Dementores, a Bellatrix, a Mortífagos e incluso al propio Voldemort, pero no a una tormenta.

Nunca a una tormenta.

Terminará pronto. Se dijo a sí misma.

Y a continuación todo quedo en silencio y oscuro nuevamente.

Un relámpago iluminó todo a su alrededor, y el sonido que le siguió le hizo pegar un salto, haciéndole cubrir sus oídos con fuerza. Fue entonces cuando vio una figura de pie a un lado de su cama. Inmediatamente supo de quien se trataba, con su platinado cabello y todo.

¿Qué hace aquí?

Cerró sus ojos ante un nuevo trueno. Cuando los abrió, se encontró mirando a unos ojos grises. Estaba parado fuera del closet, como si fuera un oscuro caballero, apuesto y malvado, como siempre.

—¿Te estás escondiendo de mi? —preguntó en un susurro.

Hermione permaneció en silencio. Podía sentir su cuerpo temblar de miedo y de frio. Su figura parecía aun más alta ahora que ella se encontraba sentada en el suelo, apretando sus rodillas contra su pecho.

—Granger, levántate —le dijo tranquilamente.

—Ahora no, Malfoy —le suplicó—. Tengo... tengo miedo.

Bajó su vista y volvió a cubrir sus oídos al ver otro relámpago. Incluso podía sentir a Malfoy dándole una sonrisa torcida.

El rubio se apretujó dentro del closet y se acomodó frente a ella, mirándola a los ojos y haciéndole tener aun más miedo. Estaba cerca, demasiado cerca.

—¿Qué te he dicho sobre ser tan vulnerable, amor?

Volvió a cerrar sus ojos al oír otro estruendo.

—Solo... ¡vete! —le gritó. No quería que la viera de esta forma.

—No —le dijo simplemente. Hermione no podía ver su rostro por la oscuridad, pero sabía que estaba disfrutando esto. Malfoy era un estúpido sádico y disfrutaba de ver a los demás sufriendo.

—No me gustan las tormentas, ¿de acuerdo? —admitió, pegando un salto ante otro trueno.

—Ya veo.

—¿Qué estás haciendo en mi habitación? ¿Qué quieres? —le preguntó molesta.

Entonces él se rió, pero no era una risa cálida y feliz como la que escuchaba cuando estaba con Harry, Ron o con sus otros amigos. Esta era una risa fría y vacía... tal como él.

—A ti —le dijo lentamente, como si fuera lo más normal—. Te quiero a ti.

No. Se apretó contra la pared detrás de ella.

—No quisiste decir eso —murmuró—. T-tú me odias. Me odias tanto que no quieres tener nada que ver conmigo.

Un relámpago iluminó nuevamente el lugar, permitiéndole ver su rostro con una mueca de irritación.

—¿Eso es lo que te dices todas las noches para poder dormir? —cuestionó fríamente.

Y nuevamente todo se puso oscuro. Podía sentir sus manos jugando con uno de sus rizos.

—No me toques —dijo, pero él no le hizo caso.

—¿Qué harás? ¿Golpearme? —se burló suavemente—. Adelante.

—¡Deja de ser tan imbécil! —gritó furiosa. Intentó apartarlo de ella, pero él ni se movió.

—Dime Granger, ¿dónde está San Potter ahora?

Hermione dejó de empujarlo ante la mención del nombre de Harry. Él siempre la abrazaba y confortaba cuando había tormentas. Harry siempre le decía que todo iría bien.

Bueno... no exactamente siempre.

—Quería conocer a los Chudley Cannons —respondió amargamente. El sonrió burlonamente, sosteniendo sus manos entre las suyas.

—Para eso están los amigos —dijo con malicia—. Usan a las personas.

—¡No! ¡Él no está usándome! —defendió la castaña—. Nunca lo entenderás porque no tienes amigos.

Se arrepintió de lo que dijo ni bien las palabras abandonaron sus labios. Hermione le dio una mirada arrepentida.

—Lo siento, no quise...

—Oh, entiendo perfectamente lo que sucede —dijo condescendiente, ignorando sus últimas palabras—. Solo eres una herramienta para ellos, te usan todo el tiempo y te ignoran cuando no te necesitan.

—Estás equivocado, Malfoy —replicó, aunque sintió una incomodidad en su garganta.

Está equivocado. Está muy equivocado. Continuó repitiéndose.

Pero de alguna forma tenía problemas para creérselo.

—Son unos bastardos, todos ellos.

Hermione apoyó su cabeza contra la pared y cerró los ojos. Otro trueno resonó. —Por favor, deja de manipularme.

—No les importas.

La castaña tembló levemente. Casi al mismo tiempo en que pensó en el abandono de sus amigos. Esta sensación de soledad, era como si estuviera fuera de su casa, viendo a sus amigos y familiares desde la ventana. Todos estaban felices y alegres, indiferentes a su presencia. Y no importaba cuan fuerte ella gritara, nadie podía oír su voz.

—¿Es que no se suponía que vendrían contigo, amor? —continuó—. ¿Dónde están?

Sí, eso mismo se preguntaba a sí misma. Habían prometido venir aquí. Lo habían jurado. Entonces, ¿por qué ahora estaba sola?

—No lo...

No debería estar escuchándole. Tenía que despejar su mente antes de que odiara completamente a Harry y a Ron. No eran malas personas. Eran sus amigos. Y si se preocupabanpor ella.

Le asustaba darse cuenta de lo fácil que había resultado para él convencerla de sus mentiras.

—N-no ¡estás equivocado! —dijo histéricamente—. ¡Basta! ¡Deja de lavarme el cerebro!

Pudo sentir su furia, pues le escucho chasquear la lengua. Estaba decepcionado. Se puso de pie, y Hermione saltó ante su repentino movimiento.

—Levántate —exigió.

—No —replicó testarudamente, acomodando su cabeza entre sus rodillas cuando otro relámpago iluminó la habitación.

—No pongas a prueba mi paciencia —dijo fríamente—. Dije que te levantes.

Cuando no se movió, sintió que su cuerpo era levantado bruscamente.

—¡Malfoy! —gritó adolorida, le estaba apretando demasiado fuerte las muñecas. La arrastró fuera del closet y la arrojó a la cama. La castaña le lanzó una mirada furiosa—. Eres un bastardo, ¿lo sabías? Jódete.

—No me tientes, amor. Quizás decida forzarte —amenazó, sus ojos brillaban irritados. Por un momento, Hermione pensó que estaba bromeando, pero la mirada que le dio le hizo pensar lo contrario.

Se miraron el uno al otro por largo tiempo. Hermione no se atrevía a moverse, no cuando él aun estaba enfadado. El rubio movió sus manos y las cortinas se cerraron, dejando a la habitación sumida en un repentino silencio, ya no podía oír ningún relámpago.

¿Cómo podía hacer magia sin varita?

¿Qué hechizo había utilizado? Los encantamientos silenciadores solo funcionaban en personas.

—Deja ahora mismo de ser tan infantil —dijo con frialdad—. Es bastante indecoroso.

Vio su manta volar desde el closet hacia donde ella estaba.

—¿Indecoroso? No eres mi madre —señaló, incapaz de controlar su furia.

—¿Realmente tienes ganas de morir? —dijo peligrosamente, acercándose unos cuantos pasos. Su corazón se aceleró horrorizado.

—Está bien, está bien, lo lamento —respondió nerviosa. No quería que se le acercara ni un poco.

Cerró sus ojos con fuerza, creyendo que iba a agarrarle nuevamente de las muñecas... pero, sorprendentemente, le sintió besarle la mejilla.

—Buenas noches, amor —dijo sonriendo.

Y entonces se fue.

Torpemente, se quedó mirando el lugar donde segundos antes había estado de pie. Temía pensar en lo que habría sucedido si se quedaba un poco más.

Se maldijo a si misma por casi creerle, por casi creer sus mentiras.

Fue la forma en que lo dijo, el tono de su voz, la forma en que le hablaba, como si todo lo que saliera de su boca fuera ley, la verdad absoluta. Era un buen mentiroso. Y también un manipulador, una serpiente.

Estaba tratando de manipularla...

Y estaba funcionando.

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Fin Capitulo Cuatro.

Naoko Ichigo

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