Redención [Dramione]

By AliciaBlackM

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Tras ser juzgado y hallado culpable de varios delitos, Draco Malfoy confiesa sus sentimientos a Hermione Gran... More

Prefacio.
Capítulo I: Take you home.
Capítulo III: Tell me what to do.
Capítulo IV: The 7th Sense
Capítulo V: Lost
Capítulo VI: Sea.
Capítulo VII: Trauma.
Capítulo VIII: Black
Capítulo IX: Desperate
Capítulo X: Hellevator
Capítulo XI: Fantasy
Capítulo XII: Let go
Capítulo XIII: Can't
Capítulo XIV: Been through
Capítulo XV: Don't leave me
Capítulo XVI: Change up
Capítulo XVII: Highlight
Capítulo XVIII: Forever
Capítulo XIX: Black pearl
Capítulo XX: Crazy in love
Capítulo XXII: Stigma
Capítulo XXIII: You in me
Capítulo XXIV: Sweet lies
Capítulo XXV: Flower road
Epílogo: Love me right
Capítulo XXI: Limitless

Capítulo II: Whalien 52.

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By AliciaBlackM

«¿Cómo se retoma el hilo de toda una vida? Cómo seguir adelante cuando en tu corazón, empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar, aquellas que hieren muy dentro, que dejan cicatriz».

[Frodo Bolsón, el Señor de los Anillos]

Draco estaba sentado en el alfeizar de la ventana que había en el cuarto de invitados de Pansy. Un café caliente y humeante reposaba a su lado, recordándole que un nuevo día había comenzado y que tenía que hacerle frente a demasiadas cosas. En el otro lado, la última edición de Corazón de Bruja. Le lanzó una mirada rápida y suspiró.

Sabor a libertad, rezaba el título.

Pansy se había sentido completamente ofendida cuando lo había visto, había entrado en cólera y casi lanzó la revista al fuego de la chimenea, pero Draco lo impidió. Él no podía evitar que se formase una sonrisa irónica en su rostro. ¿Libertad? Eso era algo que hacía mucho tiempo que no sentía.

¿Cómo ser libre cuando llevas viviendo cuatro años de tu vida en un zulo? ¿Cómo sentir libertad si hace años el Wizengamot decidió que no se la merecía? Quizá ese era su castigo, tener unas cadenas invisibles que nunca se romperían. Una parte de él sabía que seguramente nunca volvería a experimentar lo que llamaban libertad. Por lo que tanto se había luchado a lo largo de los años. Justicia, lo llamaron algunos.

«La libertad es una de las razones que nos hace personas. Si no somos libres, ¿qué nos queda?»

Eso era lo que había escuchado decir desde que era pequeño. Una especie de mantra que tenía su madre cuando veía a su padre consumirse, cada vez más, bajo el mandato y la sombra de Lord Voldemort.

¿Cómo se debía sentir ahora?

Era la pregunta que se había formulado una y otra vez a lo largo de la noche. Dando vueltas en el colchón y pensando en todas esas horas en las que había estado sentado en el sofá. Sus primeras horas siendo un hombre libre. Sus primeras horas fuera de Azkaban. A pesar de que sabía que lo deseaba, Pansy no hizo ninguna pregunta, no le recordó malos momentos y no le obligó a rememorar nada que pudiese afectarle a pesar de lo mucho que habían hablado a lo largo de la tarde el día anterior. Como siempre ella sabía qué temas podía tocar y cuales debía evadir por un tiempo hasta que él se sintiese capaz de pronunciar una palabra acerca de ellos.

Tomó un sorbo de su café, notando como el amargo sabor de ese líquido negro se fusionaba con el sabor de la canela que surgía gracias a los polvos que Pansy había añadido. Café con canela, su mezcla favorita de café o el que recordaba que lo había sido años atrás. No pudo evitar que en su cara se dibujase una sonrisa, pequeñas cosas como esas era de las que más había extrañado en su estancia en Azkaban. Se giró hacía la puerta cuando escuchó unos golpes en esta y el ruido de las bisagras al moverse, dejando ver a Pansy tras la madera.

—Tenemos que ir al Ministerio —avisó ella y no parecía feliz con la idea.

—¿Por qué? —preguntó.

—Debemos arreglar unos cuantos papeles —explicó con simpleza y se dio media vuelta.

Suspiró antes de levantarse y salir de la habitación. Antes de bajar entró al baño y se miró al espejo, observó su pelo, ahora corto gracias a Pansy y su habilidad con las tijeras, también pasó una mano por donde había estado una barba días atrás y se mojó el rostro con agua para tratar de despertarse un poco y quitarse la mala cara que tenía. Tras secarse y aceptar que por mucho que se mirase no podría borrar las marcas que esos años en prisión le habían dejado, bajó las escaleras y se colocó su abrigo, observando por la ventana como unas nubes negras cubrían el cielo. Parecía que Londres reflejaba en el cielo como se sentía el por dentro. Era una ciudad fría, húmeda y gris. Era como él.

—¿Preparado? —preguntó la chica.

—Preparado.

Salieron de la casa y se dirigieron a un callejón detrás de una pequeña tienda de comestibles. La mujer cogió a Draco de la mano y él frunció el ceño cuando sintió un tirón en su estómago. Se aparecieron en la entrada del ministerio, para su sorpresa había varios reporteros que no tardaron en acosarlos con sus estúpidas preguntas.

—Señor Malfoy, ¿es verdad que mantiene una relación con la señorita Parkinson?

—¿Cómo se siente tras salir de Azkaban? ¿Está preparado para enfrentar al mundo?

—¿Qué tiene planeado hacer? ¿Dónde va a trabajar?

—¿Ya ha hablado con la señorita Granger? ¿Por qué la besó?

Los dos consiguieron abrirse paso entre la multitud de reporteros y entraron al Ministerio. Siguieron caminando hasta la zona de los ascensores, ignorando las miradas de la gente; unas de odio y otras de simple curiosidad. Se dirigieron hasta el despacho del ministro Shackelbot, este no tardó en aparecer y los invitó a pasar a su despacho.

—La sociedad no va a ser justa con usted señor Malfoy —comenzó él directamente y Draco arqueó una ceja—. Para ellos usted no es más que un enemigo público, no se lo van a poner fácil.

—Lo sé.

—Pero eso no quiere decir que aquí nos comportemos igual que lo hace el resto —aclaró el hombre y sonrió—. He mirado su historial académico y creo que encajaría muy bien en varios puestos vacantes que hay, a pesar de que no completó sus estudios en Hogwarts.

—¿Cuáles? —preguntó por cordialidad.

—En el Departamento de Sustancias Intoxicantes* le ofrecen una plaza como identificador, en el Departamento de Patentes* como un simple trabajador más y en el Departamento de División de Bestias* le ofrecen una plaza en el Registro de Hombres Lobo.

Draco frunció el ceño, identificador, contable y trabajador en el registro. No eran ofertas tentadoras, pero estaba seguro de que en el exterior no conseguiría nada más que miradas de rencor e insultos tanto por la espalda como a la cara. Suspiró y sopesó las tres opciones antes de decantarse por una.

—La división de Bestias parece interesante —comentó con fingida ilusión—. Gracias por la oportunidad.

—Señor Malfoy, comprendo que no es lo que esperaba, pero las brechas ocasionadas por la guerra todavía son muy extensas y tardarán en sanar —trató de excusar el ministro—. La prensa se encargó de alimentar el odio durante los meses posteriores a la guerra y por mucho que estemos trabajando en ello, es difícil que se olvide el pasado de un tiempo a otro.

—Lo sé —contestó con sequedad y Shackelbot pareció consternado por unos segundos.

—Muy bien. Aquí tiene el papel para la presentación del trabajo en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, recuerde que también debe ir a su abogado y presentar dónde reside actualmente y, si tiene intenciones de mudarse, indicar a qué lugar. —Draco y Pansy asintieron y se levantaron para salir del despacho—. ¡Ah! —exclamó el hombre de repente—, también debe pedir que su llave de Gringotts le sea devuelta. Creo que el abogado encargado de su caso debe tenerla ya en su poder.

—Entiendo —replicó.

Pansy suspiró entonces y miró al mayor durante unos segundos antes de hablar. Parecía realmente nerviosa y Draco frunció el ceño al ver su mano temblar mientras sacaba un papel de su bolso.

—Ministro Shackelbot.

—¿Sí?

—Necesito que me firme este papel, tengo que presentarlo a mi abogado para poder acceder a las entrevistas para el puesto en Gringotts —explicó de forma atropellada.

—Oh, claro, sin problema. —Con una sonrisa el hombre firmó los papeles.

—Gracias. —Guardó el documento con la misma rapidez que lo había sacado—. ¿A dónde debemos dirigirnos ahora?

—Les recomendaría pasar primero por el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, así le podéis presentar también el papel de empleo al abogado asignado para su caso.

—Muchas gracias.

Ambos salieron del despacho y se dirigieron al ascensor, se subieron junto a un par de personas más y la máquina comenzó a moverse. No pronunciaron palabra alguna durante el trayecto, tratando de ignorar los murmullos que escuchaban tras ellos.

—Departamento de Aplicación de la Ley Mágica —anunció una voz y dos personas más subieron—. Departamento de Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas. —Se escuchó tras unos minutos—. Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas —anunció la voz en la tercera parada.

Desde el fondo Pansy y Draco se abrieron paso entre las personas que había para salir del ascensor. Caminaron por el largo pasillo hasta llegar a la oficina del director del departamento, quien los recibió después de veinte minutos esperando en una pequeña sala. Entraron y en menos de cinco minutos salieron con el papel del trabajo de Draco sellado. Volvieron a entrar en el ascensor y esperaron a llegar hasta Departamento de Ley Mágica. Bajaron y comenzaron a caminar en busca de la zona de los abogados.

—¿Draco? —Pansy y el rubio se giraron al escuchar la conocida voz.

—Blaise —murmuró el chico, pero no añadió nada más.

De forma sorpresiva, el otro hombre lo envolvió en un fuerte abrazo, oprimiéndolo como si él fuera una anaconda y Draco su presa. El rubio no se movió, se mantuvo quieto mientras sentía las manos de Zabini apresarlo con facilidad.

—Me alegra verte —dijo y miró a Pansy de reojo—. Veros —corrigió, pero Pansy no se inmutó—. ¿Qué hacéis aquí?

—Tenemos que arreglar unos papeles —explicó con simpleza.

—Bueno, pues seguidme que os diré quién es el abogado asignado a tu caso, quizá tienes suerte y soy yo. —El moreno se echó a reír, pero ni Draco ni Pansy lo hicieron.

Llegaron a una pequeña sala y, tras hablar con la mujer detrás del escritorio, comenzaron a caminar por un pasillo lleno de puertas.

—Asignaron tu caso a Ridley, pero cogió la baja el otro día así que sus casos me fueron transferidos a mí y a Richards —explicó mientras caminaban—. Lo más probable es que yo sea tu abogado, los mandaron por orden alfabético y a mí me tocó de la «a» a la «m». ¿No es una hermosa casualidad?

Ninguno de los dos respondió y Blaise pareció darse por vencido en sus intentos de entablar una conversación. Entraron en la oficina que tenía una placa con el nombre del hombre en ella y tomaron asiento frente al escritorio, mientras Blaise buscaba el archivo de Draco.

—Perfecto, aquí está —celebró y se acomodó en la mesa—. ¿Dónde resides actualmente?

—En Mayor Street, número 34 —contestó Pansy.

—¿Alguna intención de mudarte?

Draco miró a Pansy y ella le dedicó una suave sonrisa. «Este es tu hogar ahora, Draco. Estás en casa», había dicho ella el día anterior y él, irremediablemente, la había creído.

—No —contestó.

—Muy bien. —Blaise apuntó todo y lo miró—. En caso de cambio de dirección debes venir aquí y comunicármelo para que corrija la información, ¿vale?

—Ajá.

—Supongo que necesitas tu llave de Gringotts —comentó el hombre y Draco asintió con sequedad—. Muy bien, se enviará a esta dirección dentro de unas horas. —Observó los papeles—. Como acabas de salir de la cárcel tienes que venir aquí dos días a la semana durante tres meses. Luego se reducirá a una vez a la semana durante cuatro meses y finalmente tres veces al mes durante cinco meses.

—Básicamente un año —replicó él y Blaise asintió.

—Es el protocolo —dijo él como única explicación—. También debes pasar un control psicológico y físico antes de incorporarte a tu nuevo puesto de trabajo.

—¿Cómo dices? —cuestionó sorprendido—. ¿Un control psicológico? ¿Físico?

— Sí, ¿no te lo habían comentado? Debes presentarte en San Mungo y comunicar a alguna de las personas de la recepción que vienes a pasar los controles médicos requeridos por el Ministerio antes de entrar a cualquier puesto —explicó—. No creo que te lleve más de dos horas.

—¿Algo más? —inquirió Pansy.

—No, creo que no —le tendió unos papeles—. Ya está todo arreglado, nos vemos después de que te hagan las pruebas.

—¿Por qué llevas tú todo esto? —preguntó Draco de repente.

—Es mi trabajo. Estudié para esto —replicó y suspiró—. Hay dos tipos de abogados: del ministerio y particulares. Los particulares son los que se encargan de cosas más simples como los robos, los divorcios o cosas así. Los del ministerio actuamos para los presos como si fuéramos un agente de la condicional, somos abogados defensores en cada juicio en el Wizengamot y tramitamos cualquier papel legal que supere las competencias de los abogados particulares.

Draco se limitó a asentir y se levantó junto a Pansy. Caminaron hasta la puerta y el rubio se paró unos segundos antes de soltar dos palabras por cortesía. Mera cortesía. Modales de un pasado que ya no recordaba.

—Hasta pronto. —Escuchó la respiración de Blaise trabarse y giró el pomo para abrir la puerta, pero la voz del hombre lo detuvo.

—Draco —murmuró el moreno y él esperó—, sé que han sido cuatro años, pero si necesitas algo, ya sea como abogado o como un viejo amigo, aquí estoy.

Se giró y miró a Blaise fijamente. Una parte de él quería sonreír y abrazarlo como había ehcho con Pansy cuando se habían reencontrado, pero otra recordaba sus últimos encuentros antes de que él fuese a prisión y no eran nada buenos. Esta último era mucho más poderosa que la primera, así que se limitó a asentir antes de seguir su camino.

—¿Todo bien? —preguntó Pansy al verlo tan tenso.

—Sí —contestó con simpleza.

—Pues vámonos.

—¿Y lo tuyo? —inquirió el hombre y ella se encogió de hombros.

—He cambiado de opinión.

Ninguno dijo algo más e hicieron el camino de vuelta a la zona de ascensores. Se subieron a uno y esperaron a que el tiempo de rigor para que la gente subiese acabase. Las rejas se cerraron y el aparato comenzó a moverse, alejándolos de aquel lugar.

..................

Blaise salió de su oficina y se dirigió a la entrada, agradeciendo a la secretaria por haberle pasado unas cosas a limpio antes de ir a por su café de la mañana.

—¡Joder! —Oyo exclamar a alguien y miró al frente.

Hermione Granger se encontraba delante de la zona de ascensores, golpeando uno de sus pies de forma nerviosa contra el suelo y apretando los labios en una fina línea.

—¿Granger? ¿Qué pasó? —preguntó y ella se giró en su dirección.

—El ascensor este de mierda, que cada vez espera menos tiempo para ponerse en marcha. —Blaise puso los ojos en blanco—. ¿Qué?

—Siempre igual contigo —se burló—. Pierdes nueve de cada diez ascensores que tratas de coger. Terminarías más rápido utilizando las escaleras de servicio.

—¡Cállate!

—Bueno, como sea. —Tiró del brazo de la mujer para llevarla con él—. Iba a por mí café mañanero, pero aprovecharé el camino y pararé en la sala de los espectros. Así que ven conmigo, que no quiero ir solito.

Hermione se echó a reír y comenzó a caminar junto a él.

—Solo es el archivo, Blaise, no el fin del mundo.

—Da igual. Hay cosas muy espeluznantes; objetos de gente que lleva años en Azkaban. —Fingió que un escalofrío recorría su cuerpo al decirlo. Fue el turno de Hermione de rodar los ojos.

Entraron en el lugar y mientras Blaise buscaba la caja que quería, Hermione se puso a leer los nombres escritos con permanente que había en cada una de ellas. Algunas fechas databan de hacía más de cien años. Hermione no quería ni imaginar qué había pasado con aquellas personas.

Anthony Williams. Adelina Smith. Ángela Ravens. Zacharias Dormun.

Sus ojos se posaron en una de las cajas, quedándose concentrada en todas y cada una de las letras escritas en ella:

Draco L. Malfoy.

—¡Ahí está! —exclamó Blaise detrás de ella, sobresaltándola.

Hermione jadeó de forma casi inaudible cuando Blaise cogió la caja que había estado observando. El hombre se la colocó debajo del brazo y sonrió de forma radiante, como si se estuviese aplaudiendo a sí mismo en su mente.

—¿Eres el abogado de Malfoy? —preguntó de forma directa y el hombre asintió.

— Sí, estaba con él antes de que llegases. ¡Casi cogéis el mismo ascensor! —Soltó una risa como si lo que hubiera dicho fuera extremadamente gracioso. Hermione no le vio la gracia—. ¿Por qué lo preguntas?

—No es nada —replicó con suavidad y se encogió de hombros—. Simplemente me sorprendió.

Blaise comenzó a caminar y dio de forma intencional a Hermione en el hombro para que lo siguiese. Salieron del archivo y caminaron hasta el despacho de Zabini, donde él dejó la caja y luego se giró con una gran sonrisa.

—Te invito a desayunar —dijo y Hermione sonrió.

—¿Y pagas tú?

—Por supuesto. —El hombre fingió ofenderse—. ¿Qué clase de persona crees que soy? ¿De los que invitan a la gente a una comida pero finge olvidarse la cartera para no pagar?

Hermione se echó a reír y lo golpeó con su mano

—No, claro que no —ironizó—. Eres un caballero.

—Lo sé.

Hermione volvió a poner los ojos en blanco y siguió a Blaise por el amplio pasillo mientras hablaban de trivialidades. Sin embargo, la idea de que Malfoy volvía a ser libre y que estuvo a punto de encontrarse con él después de cuatro años rondó en su cabeza el resto del día. Algo dentro de ella sabía que la salida de Draco de la cárcel iba dar un vuelco a su vida.

Y no estaba segura de sí estaba preparada para enfrentarse a todo lo que eso supondría.

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