Papu es pequeño, lindo a su parecer, sus ojos negros cual perla en el mar. Es tan suave como la seda, pero con garras afiladas tal cual una navaja.
Vi aquellos ojos resplandicientes que me miraban con tanto fervor, con curiosidad y a la vez miedo. Con cada paso que yo daba, él lo pensaba en si seguir trepando o quedarse allí.
Yo con tanta intriga, con tanto anhelo de acercarme a él, me fui acercando y a la misma vez sacando cuidadosamente de mi mochila un trozo de galleta, para así llamar su atención.
Efectivamente comenzó a bajar aquel enorme y corpulento roble blanco, curioso de saber que era lo que le ofrecía. Afortunadamente me encontraba sólo, pero no por mucho tiempo.
Luego de unos cuantos minutos, ya por fin a punto de lograr que cogiera la galleta.
¡PUM! ¡PUM! ¡PUFFFF! ¡PLASH!.
Empiezan a tumbar árboles no muy lejos de allí, yo caí al piso del susto. Cuando vuelco a mirar donde se encontraba este magnífico Koala, ya este había desaparecido. Yo triste de no haberle echo una foto antes, cogí mi cámara del suelo y cuando iba a coger mi mochila llegó un compañero que estaba también en la excursión y me ayudó con el morral. Él si me hizo un comentario sobre la mochila, pero no preste atención.
Más tarde al llegar al campamento, voy a mi tienda a sacar algunas cosas de la mochila, de repente al abrirla me lleve un enorme susto, inmediatamente me pregunté como es que estaba allí, pues al caer esos árboles el susto que me tiro al piso, también asusto al Koala haciendo que este se metiese en mi morral para refugiarse.
Allí comenzó nuestra bella y feliz historia juntos... Papu y Yo.
CAPÍTULO II: NUESTRA VIDA EN LOS SUBURBIOS.
Al regresar de Australia, después de ese gran viaje y de tanto papeleo, logré traer conmigo a Papu, nombre que le di al Koala por aquellas galletas que tanto le gustaban "COOCKE'S PAPU".
Pues todo aquel que lo veía quedaba totalmente sorprendido. A Papu le encantaba colgarse en mi espalda, y solo se dejaba agarrar por mí. Él se encariño mucho conmigo, al igual que yo de él. Pues no nos separabamos nunca, lo llevaba a pasear por el parque, mientras veíamos los pájaros volar de uno y mil colores, escuchábamos como cantaban esas bellas y relajantes melodías, como la brisa viene y va, así también las olas del mar, con un cielo sin final, donde Papu y Yo no nos separabamos jamás. Así también lo llevaba conmigo a todas las sesiones fotográficas, le encantaba salir en las fotografías.
Muchas personas lo querían y apreciaban, les encantaba como era su personalidad, maravillados de su gran talento para "posar".
Aunque no todos pensaban igual. Muchos lo veían, y lo consideraban tan sólo un animal, no podían aceptar que el era algo real, que así como todos tenía sus sentimientos y un enorme corazón, no podían ver que él era mi única familia, mi gran amigo y un fiel compañero.
CAPÍTULO III: UN ADIÓS QUE DUELE EN EL CORAZÓN.
Hoy querido amigo estamos aquí todas las personas a las cuales has marcado nuestras vidas, estamos aquellos quienes te queremos y extrañaremos. Pues hoy te despedimos querido amigo dándote las gracias por todos aquellos momentos vividos a tu lado, por todas las risas, las tristezas, las amarguras, por todos y cada unos de los instantes en que me enseñaste y le enseñaste al mundo que no eras sólo un Koala agarrado a un roble blanco, sino que eras la pura imagen de la vida misma.
¡Te queremos Papu!.
¡Te extrañare querido amigo!.
"Papu era pequeño, lindo a su parecer, sus ojos negros cual perla en el mar. Era tan suave como la seda, pero con garras afiladas tal cual una navaja".