· Venus as a Boy ·

By Taemiau

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MinHo nunca había escuchado la palabra transgénero en su vida, pero cuando conoce a TaeMin, no solo es su per... More

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By Taemiau




Un mes y medio saliendo con TaeMin y un mes y medio alejándose de TaeSun.

No era como si hubiese querido que eso pasara, pero era algo bastante poco evitable. Sobre todo si TaeSun ya no se comportaba de la misma forma con él a como hacía antes, y si él tampoco ponía empeño en que eso pasase. Tampoco era como si se odiaran, pero simplemente se toleraban a tal manera en que ambos sabían (sin decirlo) que ya no eran los mismos amigos de antes.

O que simplemente ya no eran amigos.

— ¿Hoy unas cervezas?

MinHo levanta la mirada para observar a su amigo que había interrumpido ese silencioso almuerzo en el grupo, y niega con la cabeza, ganándose un inmediato bufido.

— ¿Otra vez, Choi?

— Ya me comprometí. No puedo hoy.

Y esos sonidos infantiles y adolescentes, salen por la boca de sus cuatro acompañantes, menos de TaeSun, porque él simplemente le mira y come. Prefiere evitar las burlas cuando sabe que claramente, es su hermano el que está en medio de esa conversación también.

— Como te ha cambiado ese culito que te tiene baboso, eh.

TaeSun bufa y esta vez MinHo lo hace con él.

— No te metas con Tae —come un poco de arroz y masca rápido, mirando enojado a su amigo—. No pienses pendejadas, solo iremos a comer y ya.

— ¿A comerse entre ustedes?

— Lo dudo. TaeMin no se entrega así como así. Tengo fe en mi hermano.

TaeMin, hermano, masculino.

Tres palabras que resuenan en el cerebro de MinHo, pero que le hacen callarse y asumir algo en lo que no tiene que entrometerse porque Tae se lo pidió así. Le pidió tiempo para saber cómo hablar con su familia y comprensión con TaeSun porque a veces era terco. Muy terco.

(Y muy tonto, si se lo preguntaban a él).

MinHo sigue mirando su plato de arroz y carne y come con cuidado y absoluto silencio, hasta que su amigo —el muy hijo de puta—, insiste en meter el dedo en la llaga, casi como si se tratase de una diversión. De una diversión en la que TaeSun y él eran partícipes porque le hacían el almuerzo más ameno y menos aburrido.

— ¿Pretendes llevártelo virgen hasta el matrimonio, Choi? ¿Es en serio?

Ni siquiera alcanza a defenderse y a enojarse para que parase su maldita mierda de querer hablar de Tae, cuando la voz de TaeSun interrumpe de una forma que no debió hacer y de una manera que ni siquiera debía conocer.

Por respeto, por comprensión y por tolerancia.

Y sobre todo, por amor.

— Pues, te toca esperar bastante porque de aquí a que sea legal y que te puedas casar con mi hermano, quizás solo existas como cenizas o peor.

Risas, risas, risas.

TaeSun ríe, sus amigos ríen, la mesa ríe.

Pero MinHo no lo hace. MinHo termina de tragar su arroz que acababa de poner en su boca y se levanta lentamente, empujando la bandeja y provocando un brusco sonido que hizo llamar la atención de todos.

MinHo tenía paciencia. MinHo tenía respeto y MinHo tenía modales.

Pero lo que MinHo no tenía, era tolerancia cuando consigo mismo, no eran capaces de ser tolerantes.

— Qué genial que te cause gracia que tu Tae ni yo podamos casarnos, TaeSun. Qué genial tu valoración y apoyo hacia una relación como la nuestra. Un apoyo que realmente puedes tomar y metértelo con un puño por el culo, puto heterosexual de mierda.

¿Entendiste?


***


Los viernes de un momento a otro, se habían convertido en viernes de tradición.

Tae llevaba sus cosas hasta la casa de MinHo y se quedaba con él luego de las clases, siendo recibido por esos brazos que siempre le abrazaban por más segundos de los que pensaba y también por esos labios que le besaban por cada trocito de piel de su rostro hasta que las risas aparecían y ya se tenían que separar. Luego comerían o pedirían algo y se sentarían en el sillón a besarse y a ver televisión, para luego seguir besándose y luego seguir viendo televisión. El panorama a veces cambiaba en cosas mínimas, pero por lo general, esos eran los planes de los viernes. Viernes tranquilos, viernes en casa, viernes de amor —como le gustaba decirle a Tae—.

Y viernes que como hoy, seguían siendo lo mismo.

Tae pasa una mano por el pecho de MinHo y bosteza, sin dejar de ver la televisión que tenían en frente. Sus dedos se pasean sobre esa camiseta ya arrugada y sobre ese cuerpo que sube y que baja con una respiración mucho más acompasada que antes. MinHo suspira y Tae ríe. Ríe bajito cuando se levanta y se vuelve a acostar a su lado, apoyando la punta de su nariz a su costado, acariciándole con cuidado. El sonido de la televisión suena de fondo y él sonríe. MinHo parecía luchar contra el sueño y eso le daba mucha ternura porque apenas podía abrir los ojos a causa del cansancio.

Tae le sopla el rostro con cuidado y MinHo se encoge, escondiendo su rostro en su cuello y abrazándose a su cuerpo. Ambos con la camiseta puesta, ambos evitando incomodidades a las que no sabrían como reaccionar.

— Duérmete tú también —le ordena y Tae niega, apoyando la punta de su nariz en su rostro y retrocediendo un poco para mirarle. MinHo se escondía y sonreía. Se dormía y despertaba, una y otra vez—. Bebé, duérmeteeee.

Pero Tae niega y le mira entre la oscuridad, acariciando su rostro. Pasa sus dedos con cuidado sobre sus mejillas y sobre esas pestañas tupidas que se quedan quietas por esos segundos en los que se rinde ante el sueño. Cuando la sonrisa aparece en su rostro, le imita y ríe también porque es divertido como MinHo luchaba contra el sueño. Éste bosteza y le mira, casi avergonzado. Casi como un niño pequeño pidiendo perdón.

— Duérmete —le pide y Tae niega, retrocediendo para mirarle ora vez—.

Porque no quiere dejar de mirarle y MinHo lo nota. Se ríe entre sueño y se lo vuelve a ordenar.

— Taeee, cierra los ojos.

Pero ella niega y ríe. Ríe como una pequeña niña que acaba de ser descubierta de hacer una travesura.

— No puedo —insiste—. Es que me gustas mucho.


***


Ninguno de los dos sabía lo que estaban haciendo en este momento. Ambos estaban nerviosos, mirando de un lado a otro y caminando con las manos enlazadas, mientras un tumulto de gente les rodeaba por todos lados, sin dejar de gritar una especie de himno que luego de unos minutos después, ellos también terminaron gritando.

Tae reía cuando MinHo gritaba como si estuviera en pleno estadio viendo a su equipo de fútbol favorito, mientras éste le miraba y le pinchaba un dedo en las costillas, diciéndole que también gritase junto a él.

— Esto es más divertido de lo que pensé —grita y ella ríe lamiéndose sus propios labios a los que hoy se había atrevido de ponerles un poco de brillo labial—. Pero ya tengo hambre, menos mal estamos por acabar.

Dos de la tarde y ambos llevaban tres horas caminando en una marcha pro diversidad sexual que se encargaba de cruzar las calles principales de Seúl. Tae nunca había ido a algo como esto y MinHo tampoco, a pesar de que justamente él hubiese sugerido que debían ir.

(Y que ahora movía constantemente una pequeña banderita de color celeste y rosa, que se trataba justamente, de la bandera de las personas trans).

"Ahí podrías conocer alguien que esté pasando por lo mismo que tú, bebé, ¿no crees?".

Por lo mismo que MinHo se negaba a nombrar, pero que no era necesario porque sabía con qué sentido o fin lo hacía. Tae nunca se sentía dolida por las maneras inocentes con las que MinHo a veces tocaba el tema de manera indirecta, sino que se lo agradecía porque veía que ponía entusiasmo en algo que a ella, sinceramente, le daba muchísima vergüenza.

(Porque incluso ahora, viéndose en medio de esa marcha, con esa camiseta de tiritas y que le quedaba más ajustada y más corta que algo que habría usado de manera normal, le hacía sentir con vergüenza.

Con mucha vergüenza).

Y MinHo lo nota por la manera en que le mira y en que frunce el ceño cuando se fija en sus manos que intentan bajar esa tela que quedaba justo por sobre su ombligo.

— ¿Qué le estás haciendo a tu camiseta bonita?

— Intentando... —corta su frase a mitad de camino y sonríe pícara, acercándose a MinHo y dando un saltito para darle un corto beso en los labios, obligándolo a detenerse un poco en ese tumulto de gente que seguía gritando vítores sobre la revolución homosexual—. ¿Yo soy bonita o mi camiseta es bonita?

(Porque si había algo que no le avergonzaba, era justamente eso. Que MinHo le recordara lo bonita que se veía constantemente. No le importaba si alguien más le miraba con cara de que estaba haciendo el ridículo, mientras MinHo, la única persona que le importaba, le decía algo que le hacía sentir más cómoda que cualquier otra cosa o persona).

MinHo pega sus labios a su mejilla y le susurra de cerquita algo que le hace sonreír coqueta hasta que la marcha llega a su fin y llegan a ese lugar lleno de personas en donde ya todos se sentaban a comer y conversar.

"Preferiría que fuera un poquito más larga para que los demás no te pudieran ver, pero si fuera por mi, esa camiseta no mediría más de diez centímetros".

MinHo le arrastra hasta un pequeño carrito de comida, mostrándole su cara de desesperación por comer algo, mientras ella se encontraba bastante bien y cómoda, viendo a su alrededor a un par de personas que también eran de su estilo. Tae nunca había tenido contacto directo o cercano con otra persona trans y el que ahora viera a más de un par en el mismo lugar que ella, le hacía sentir mucho más comprendida y sin tanta vergüenza de haber usado esa camiseta que no parecía ser de su talla. MinHo le da un corto beso en los labios antes de ir a hacer la fila de la comida y ella se sienta en un borde de una maceta, esperándole quieta, pero sin quitar sus ojos de aquellas chicas que habían llamado su atención. Todas trans, todas con una manera de vestir que sinceramente, le hacía sentir un poco de envidia.

(Porque no se imaginaba en qué momento de su vida, ella también podría ser así).

— Con el cuerpo que tienes, no hay algo que debas envidiarles, cariño.

Tae inmediatamente se voltea con los ojos muy abiertos al oír aquella voz, observando a una enorme mujer que utilizaba unos tacones enormes y unas pestañas que le hacían sentir pequeña e invadida al lado suyo. Era una mujer de unos cuarenta o más años, o más bien dicho, una drag queen. Su manera de vestir y maquillar se lo indicaba.

(Y el tener eso en claro, tampoco le sirve mucho. De hecho, le hace sentir más tímida aún).

— No deberías temer, cariño. No de mi sino de las que querrán robarte a ese bombón que están desnudando con la mirada.

MinHo.

Tae se voltea inmediatamente en dirección a su chico, viendo como éste observaba despreocupadamente su celular en esa fila que cada vez era más larga y lejana de la comida. Tras suyo habían dos chicos que parecían comérselo con la mirada, mientras él parecía en otro planeta.

(Un planeta en el que solo debían estar los dos).

Tae vuelve a mirar a la mujer y ésta le guiña un ojo, sentándose a su lado.

(Y a él no le queda otra opción, que hacerle un espacio en su maceta pequeñita en la que ahora esperaba).

Los ojos de la drag queen siguen fijos en su cuerpo y Tae se siente más pequeña que antes y tímida. Porque conocía esa mirada. Esa mirada extrañada que parecía estar cerciorándose de si era una chica o un chico.

No era la primera persona que lo hacía y estaba segura, que no sería la última.

— ¿Te puedo hacer una pregunta, pequeña hada?

Ya sabía cuál sería, pero asiente. Asumida y avergonzada —para variar—.

(Y con algo de miedo de responder cosas que le ponían incómoda cuando MinHo no estaba cerca para defenderle. Porque estaba seguro que era capaz de hacerlo).

— ¿Dónde operaste tus labios? Llevo minutos viéndolos y necesito que me digas tu cirujano o me volveré loca.

Tae suelta una risita nerviosa al escuchar algo que claramente no esperaba y que le hace reír de si misma porque no tenía qué temer en un lugar en donde nadie estaba dispuesto a juzgar. Tae lleva su mano derecha hasta su boca y suelta una carcajada nerviosa, mientras la mujer drag también reía solo de verle.

Mierda. Aquí nadie le juzgaba.

¿Es que acaso era mucho pedir si quería que todo el mundo fuese así para que su vida fuera un poco más fácil?

— Son míos —responde aún con una risita, luciéndolos con orgullo y mostrando ese brillo labial que les hacía verse más protuberantes—. No son operados. Nací así.

— ¿Con ese don?

— ¿Cuál don? —pregunta inocente—.

— ¿Con el don de hacer sexo oral de las maravillas desde tu nacimiento? ¡Qué puto afortunado el de tu novio, eh!

Oh. Oh. Oh.

Mejillas rojas, nariz roja, mentón rojo.

Tae se lleva las manos al rostro, cubriéndose, mientras su compañera reía y le apretaba el hombro en modo de apoyo o buena fortuna que no fue capaz de compartir cuando MinHo llega a su lado con dos hamburguesas y dos bebidas que seguramente él terminaría tomando solo.

MinHo insiste en saber qué es lo que le dijo, pero Tae solo niega y sonríe en medio de sus mejillas acaloradas. MinHo vuelve a insistir en cinco minutos después y en diez minutos y en media hora, pero Tae no lo dice.

(Porque por esta vez, cree que es mejor demostrar que decir.

Mucho, pero mucho mejor).


***


— ¿En serio otra vez te quedarás conmigo?

Tae asiente, a la vez que se quitaba las zapatillas una vez más en la entrada de la casa de su chico, cargando las bolsas de comida que llevaban y colocándose de puntitas para alcanzar los labios ajenos.

Asiente de nuevo cuando le tiene cerca y cuando le vuelve a besar.

— ¿O no quieres?

— Claro que quiero.

El ceño de MinHo se frunce y Tae avanza con confianza hasta la cocina de su chico, en donde deja las bolsas y roba una papa frita más desde esa caja que habían venido comiendo. El alto pasa por su espalda, afirmándose de su cintura, mientras abría el refrigerador y suspiraba. Le ve de reojo rascarse la panza y sonríe.

(Sobre todo cuando le ve coger una botella de cerveza).

— ¿Sed, señor Choi?

Asiente y con un borde de la mesa, es capaz de destapar esa botella.

Un verdadero talento innato.

— ¿Quieres?

— Un poquito.

Lo suficiente como para que su profesora de ballet no se enoje y como para que no le salga una panza que el día lunes en la mañana, no pueda disimular.

MinHo espera atento su corto sorbo y le imita apenas le entrega la botella, solo que por un tiempo más largo. Se concentra en esas dos manzanas de Adán que suben y bajan al tragar, y pasa una mano por su panza, por sobre su camiseta antes de hacerle caminar.

Porque Tae quería algo más hoy. Algo que desde la tarde, no podía sacarse de la cabeza.

— Tienes cara de sospecha —interrumpe, mientras camina hacia su lado y se demora unos segundos más en sentarse a su lado en el sillón. Bebe un sorbo más y Tae pestañea inocente, sin entender a qué se refería—. ¿Me quieres emborrachar y reírte de mi?

— No necesito emborracharte para reírme de ti.

MinHo hace el amago de darle un golpecito que no llega a puerto, y que se ve interrumpido por un nuevo sorbo a aquel trago que no dura más de dos minutos porque éste mismo termina por acabar la botella. El alto enciende la televisión y se recuesta en el sillón, invitándole y ella por supuesto, aceptando de inmediato.

(Sospechosamente).

— ¿Segura que no pasa nada? Porque tienes cara de...

— ¿No tienes calor?

Una mano de Tae se mete por debajo de la camiseta de MinHo, mientras éste se queda quieto, mirándole con una ceja levantada. Su sospecha era más que obvia o evidente, pero eso ya no le importaba. Ya casi llevaban dos meses juntos y sentía que aquella drag que había visto en la tarde, le había dado un incentivo que fue como más un empujón hacia lo que se estaba perdiendo.

— Un poquito —susurra MinHo, quedándose quieto y abriendo un poco las piernas cuando ella se acomoda entre éstas, hincándose. Sus dedos siguen rascando su panza y su chico sigue mirándole entre serio e intrigado, sin saber exactamente qué debía decir. Aunque si no dijera nada, sería mucho mejor y ella se sentiría menos torpe—. ¿Tú...? ¿Tú tienes calor?

— Un poquito —responde, imitando su forma nerviosa de hablar—. Muy poquito.

¿Y ahora qué se suponía qué debía hacer? ¿Seguir tocándole la panza de manera nerviosa y torpe, demostrando la poca sexualidad que había en su cuerpo? ¿Hacerse la idiota y recostarse a su lado como si nada pasara o...?

— Me quitaré la camiseta mejor.

Vale.

Mierda.

Ahora sentía más nervios que antes.

Tae quita su mano de encima del abdomen de su chico y MinHo se inclina, casi sentándose, lo suficiente como para quitarse la camiseta por encima, dejando su cabello hacia todas direcciones y dándole un aspecto que a ella consigue ponerla un poquito más intensa.

Tae quiere volver a tocarle el abdomen, casi con ansias de marcarle, pero no sabe cómo volver a poner su mano sobre su cuerpo, sin que sea evidentemente incómodo.

Mierda. ¿Qué mierda había pensando que creyó que esto sería tan fácil?

Los ojos de MinHo están fijos en su rostro y ella siente la vergüenza suficiente como para querer irse justo ahora sin haber logrado hacer algo. Tae muerde su labio nerviosa y deja caer su largo cabello rubio por su hombro, medio ocultando su rostro tras este.

Pero MinHo le sigue mirando y lo nota. Nota sus ojos fijos y justo eso, le hace sentir muy incómoda.

(Y no sabe si es mejor hablar o callar, porque termina haciendo lo primero que se le ocurre y no sabe si eso es buena idea o no).

— Quizás deberías quitarte los pantalones también —susurra—.

(Y ya lo había dicho y no había vuelta atrás).

Tae se esconde detrás de su cabello rubio, mirando el rostro de su chico por entre éste, mientras veía como MinHo murmuraba un pequeño 'oh', que terminaba sumándose a su cabeza asintiendo y a su cuerpo moviéndose. El alto se mueve lo suficiente como para quitarse los pantalones con algo de torpeza, mientras ella sigue hincada en el medio, sin saber exactamente qué debía hacer o qué debía decir. Siente la necesidad de quitarse los pantalones también, y por primera vez lo hace sin sentir vergüenza. Desliza la tela negra por sobre sus muslos y pantorrillas, mostrando esa ropa interior que es más pequeña que la de un chico, pero no lo suficientemente femenina aún.

Tae se ubica en la misma posición que antes y MinHo le mira expectante, estirando las piernas a sus lados y mirándole fijo, ya con unas ansias que no intentaba ocultar. El muy maldito solo estaba con bóxers justo al lado suyo y eso era algo que le costaba no mirar porque la tentación era mucha. Muchísima. Su abdomen, sus muslos, sus piernas. Todo.

Incluso su vientre y más abajo. Esa área que antes, no había tenido tan cerca como ahora.

Tae juega con su largo cabello rubio y lo pasa por entre sus labios, apretándolo e intentando distraerse en algo más que no fuera en su novio semi desnudo ante el cual no sabía como acercarse. MinHo le mira, claramente esperando, y ella sigue lo suficientemente nerviosa como para tener muchísimas ganas de irse de ahí.

— Sabes que no es necesario que lo hagamos ahora, Tae...

(Muchisísisimas ganas de irse de ahí).

— Pero sí quiero...

(¿Había dicho que eran realmente muchísimas las ganas de irse de ahí?).

— ¿Prefieres que subamos a mi habitación?

— Preferiría que apagues la luz —vuelve a susurrar—. O mejor yo lo haré.

En ese instante, obligándose a si misma a no escapar de ahí.

Tae casi se levanta corriendo hacia el interruptor, intentando que MinHo no le vea demasiado su trasero, mientras cruzaba la sala y la cocina, apagando cada luz que le permitiera ver mucho más de lo que le gustaría a su novio que viese, porque no quería recordarle que de todas maneras, su cuerpo seguía siendo el de un chico.

(Un maldito chico que no quería ser visto así).

— ¿Segura que no quieres subir a mi habitación?

— Estoy bien aquí.

(No era cierto, pero a la vez sí. Porque está segura que si se toman más tiempo, ya no hará nada y eso le dará más vergüenza aún).

Aunque ahora agradece que a falta de la luz, lo único que vean sean los ojos de MinHo en medio de la oscuridad, esperando a su siguiente movimiento. Movimiento que por ahora, no se demora en aparecer.

Porque tenía que hacerlo. Quería hacerlo.

— Ven.

(Y MinHo agradablemente, va).

Se sienta a un borde del sillón y Tae se apoya entre sus piernas, acercándose y comenzando a besarle de una manera distinta a las usuales, permitiéndose el saborear sus labios con más ganas y el pasar sus manos por sus hombros y espalda de una manera mucho más posesiva. Las manos de MinHo se quedan medio inertes en medio del beso y ella le permite que se paseen por su cintura y un poco más abajo, ya tocándole directamente el trasero o bajo éste. Las manos de MinHo son grandes y posesivas y le gusta que le aprieten de esa manera que justo ahora, hacían.

Tae se eleva un poquito, provocando que MinHo estire su cuello y que su boca busque la ajena porque ya ambas lenguas habían comenzado a probarse sin ningún tipo de inhibición. Sus manos se pasean por sobre los pectorales de su chico y las de su chico por sobre su trasero, justo sobre su ropa interior.

(Y sus muslos se mueven justo por el vientre de MinHo, sintiendo ese bulto que ya había comenzado a crecer).

(Y que a ella, repentinamente, le hace salivar).

— Min...

— ¿Mm?

Besos, saliva y lenguas buscándose.

A Tae se le hace difícil separarse y a MinHo aún más porque le busca y le tienta y le vuelve a besar cuando ella ya se había logrado separar.

Tae mueve su rodilla con cuidado justo por encima de ese bulto que ya había crecido aún más, mirando fijo a su chico que rápidamente reaccionó y se quedó quieto, mirándole fijo; notando su intención.

(Y su vergüenza que en ese momento, volvió a aparecer).

— ¿Me... dejas?

¿Era así como funcionaban las cosas, no?

Tae se queda mirando fijo a su chico hasta que éste asiente pasado unos segundos, moviéndose un poco más atrás en el sillón y apoyando de lleno su espalda en el respaldo, mientras ella quedaba literalmente, expuesta a tener que tomar un control que no sabía cómo tomar.

Porque besarle y probarle era más fácil que retroceder, hincarse y apoyarse en esas rodillas que ahora son una especie de soporte para ella.

Su rostro fijo en su entrepierna y sus manos tensas sobre sus rodillas.

¿Cómo era que en el porno esto parecía tan fácil cuando no era así? ¿Cuándo no era para nada así?

— ¿Me... los quito?

— Yo lo hago.

Sensualidad cero, pero nerviosismo a mil.

Sus manos se van directo al elástico del bóxer de su chico, comenzando a descenderlo lentamente, mientras éste elevaba las caderas y le ayudaba a quitarlo de en medio. Tae se muerde el labio bastante nerviosa cuando ve como la entrepierna de MinHo comienza a asomarse, dejando cero tela cubriendo aquello que ahora veía directamente... a centímetros de su rostro.

Y ya ni siquiera quería seguir quitando los bóxers de en medio, ya solo quería...

Chupar.

No sabe qué es lo que le pasa, pero de un minuto a otro, su nerviosismo extremo es reemplazado por una especie de fuerza erótica que le hace tomar la erección de su chico desde la base, para así pasar directamente su lengua por toda su extensión como si se tratase del mejor helado que alguien le hubiese dado a probar en su vida. Sus labios chupan y su cabello le molesta, cayendo por sobre su hombro, pero justo siendo atrapado por esas manos enormes que le sostienen y que le guían hacia ese lugar que le hace gemir en cosa de segundos.

Ya no es solo MinHo el que gime, sino que también ella, sintiendo casi por primera vez ese calor que empieza a invadir rápidamente su cuerpo.

La mano de MinHo le guía hasta su erección y ella chupa y chupa, lamiendo toda la extensión del pene de su chico, para detenerse de vez en cuando en la punta, metiéndosela entera a la boca, mientras en medio de la oscuridad se atrevía a ver al alto que parecía invadido en la más sucia burbuja de placer. Sus labios estaban entreabiertos, su frente brillante a causa del sudor y sus caderas elevadas, rogándole silenciosamente, que no se detuviera —como si esa idea fuera a estar en sus planes—.

Tae siente un hilo de saliva correr por su mentón, retrocediendo de la erección de MinHo y pasando su propia mano por su rostro, para intentar limpiar restos de líquido preseminal que le ensuciaban, mientras su chico abría los ojos de inmediato y le miraba casi ofendido.

Casi... dominante.

— Me voy a correr —le advierte—.

Casi como una orden, casi como un regaño.

Casi como un 'no dejes que me corra porque no quiero correrme aún'.

Pero ella sí quiere que lo haga y sí se atreve a sonreír y a demorarse, dedicándose a besar sus muslos internos, sin dejar de mirarle y permitiendo que su largo cabello rubio caiga por sus hombros y roce su piel de una manera sucia y erótica.

Tae atrapa uno de sus testículos entre sus labios y MinHo gime de una manera ronca, erótica y dominante que le incita a continuar y a hacer lo que quiera con su cuerpo porque sabe como tenerlo a su merced. Sus manos toman su erección, masturbándole y sus labios le besan en la base, en la punta y en todos lados. Le marcan como propiedad y le hacen olvidar de su propio placer porque cuando mete su glande dentro de su boca, es cuando las contracciones llegan a su vientre y el orgasmo llega a su cuerpo, haciéndole venirse antes que MinHo y de una manera mucho más desapercibida y que ella prefiere que sea así solo a causa de la timidez por la que se comportaba su cuerpo.

(Aunque MinHo lo nota. Sabe que lo nota por la manera en la que repentinamente abre los ojos y le mira como diciendo 'sé que te corriste y no me avisaste cuando debiste hacerlo').

Y ella solo atina a decir algo.

(Lo que siempre dice).

— Perdón.

— ¿Por? —gime—.

El bueno de MinHo, el bueno de su novio.

MinHo cierra los ojos, haciéndose el desentendido y entregándose a un placer que ella sigue suministrándole y dándole incluso cuando los temblores en su cuerpo comienzan a llegar. Tae chupa y lame toda su extensión tal como si estuviera limpiándole y se apresura a atrapar el orgasmo justo en sus labios, pillándole completamente desprevenido y por sorpresa.

El gemido que MinHo suelta es mucho más alto de lo que pensó que sería y los temblores en su cuerpo son mucho más fuertes cuando ella traga su semen y lame sus propios labios, limpiando aquella esencia que no sabía tan mal —ni tan bien—, pero que le hace sentir lo suficientemente plena como para remediar cualquier tipo de error de novata que pudo cometer.

Porque esto había estado bien. Su propio cuerpo se lo había demostrado y que eso ocurriera, era algo importante.

Solo que MinHo no habla. MinHo no se levanta ni dice una oración que como siempre le hace sentir bien. MinHo solo se queda quieto en el sillón, mirándole con la cabeza apoyada en el respaldo y con una sonrisa de satisfacción que decía más que mil palabras.

Más que dos mil, más que tres mil.

(Mientras ella seguía ahí, hincada, esperando por su aprobación. Una aprobación que no se demoró en aparecer y que tampoco, se demoró en agradecer).

— ¿Y entonces... cuándo lo hacemos otra vez?


***


MinHo definitivamente, ya no se hablaba con TaeSun.

No hablaban en clases, no hablaban en los entretiempos y no hablaban cuando se topaban en los pasillos y los saludos entre los grupos de amigos se hacían resonar. MinHo y TaeSun ya simplemente, no tenían de qué hablar.

(Ni porqué hablar).

Y el alto lo prefería así.

Sabía que por Tae quizás no era la mejor solución que podía tomar, pero también sabía que si ella supiera el porqué de su enojo, quizás ya no solo él sería el que le dejase de hablar, sino que ambos y eso definitivamente, no terminaría como algo bueno.

(Porque distinto era ser un ex amigo a un ex hermano que literalmente, nunca dejaría de ser tu hermano).

Y es por eso que cuando MinHo va a la casa de Tae, lo hace cuando TaeSun no ha llegado o cuando está encerrado en su habitación y no es necesario hacer un saludo incómodo que se puede ahorrar y que no levanta miradas sospechosas, ya sea de parte de sus suegros o de su misma novia que ya claramente, sospechaba de lo que ocurría.

Tae le mira con las cejas elevadas cuando entra a su habitación y con los labios muy estirados a causa de esa sonrisa que aparece cuando le ve entrar ahí.

Sabía por medio de un mensaje que había salido antes de su ensayo, así que pensó que sería buena idea ir a visitarla y a la vez, entregarle algo que había comprado el día anterior.

(Aunque en privado porque si sus suegros vieran lo que le regalaría, sabía que la duda saldría más que a flote y la falta de explicaciones también, y justo eso, prefería ahorrárselo —por el momento).

— ¿Y tú qué haces aquí?

MinHo se encoge de hombros, inocente, mientras escondía la bolsa tras su espalda, levantando más sospechas que antes. Sobretodo porque ya había visto como su chica miraba directamente eso que cargaba.

(Y que no se demora en intentarle quitar).

— ¡Ming! —gruñe de manera consentida—. ¿Qué estás escondiendo?

— ¿No me vas a dar un besito?

— No —bufa—. ¿Qué tienes ahí?

Brazo estirado, lucha perdida y risitas que se escapan y Tae le arrebata la bolsa luego de varios minutos de lucha y besos robados que MinHo termina por quitarle cuando ambos caen a la cama que ya estaba deshecha.

Tae encima de su cuerpo y el regalo entre ambos, terminando por arrugarse y escaparse un poquito por entre el espacio de la bolsa.

(Y llamando de inmediato, la atención de su chica).

— ¿Qué me compraste?

— Algo.

— ¿Qué? —insiste, a la vez que él le entrega la bolsa y se acomoda en su cama. Tae le mira de manera nerviosa y sospechosa, para luego terminar de romper el envoltorio y encontrarse con un pequeño trozo de tela que inmediatamente es atrapado entre sus dedos. Era una...—: Falda.

— Sip.

— Una falda —vuelve a susurrar—.

— Espero que te quede o sino la podemos cambiar.

Tae la coge entre sus dedos y la mira de manera muy nerviosa, estirándola y viendo esa tela como si se tratara del objeto más extraño que alguien pudiera sostener.

(Y MinHo la observa nervioso, temiendo más de lo que hacía ella, solo por temor a haberse adelantado a algo que no debía. A presionarle con algo que necesitaba más tiempo).

Solo que Tae no dice nada y sonríe. Le mira y sonríe. Sonríe con ganas, llenándose de una felicidad que le hace creer que por esta vez, no la ha cagado.

— Es bonita.

Y él asiente ante su susurro, estirando un brazo y acariciando esa mejilla que se había vuelto un poco carmín a causa de esa vergüenza que nunca parecía abandonar.

Porque él seguía siendo la única persona que sabía la verdad de Tae. Sus papás y TaeSun aún no se daban por aludidos al tema y dudaba que esto fuera a ocurrir de pronto. No cuando su chica no le ha tocado el tema o cuando sigue rechazando la idea de verse demasiado femenina delante de ellos por temor a ser juzgada antes de tiempo.

Sin embargo, gestos como éste son los que le dan fuerza y ánimos a seguir.

Gestos como el de regalarle un simple objeto comúnmente llamado como falda, es lo que le da la fuerza para luchar por ser feliz y por sentirse cómoda en una sociedad que no le está viendo como ella quiere ser vista.

Tae se quita la parte de abajo de su pijama delante de MinHo y pasa por sus piernas esa falda negra que sube con facilidad y destreza por sus muslos y su cintura, justo en donde la abrocha con un botón. MinHo se apoya sobre su propio brazo, mirándole desde el colchón y Tae se atreve a mirarle, moviéndose con cuidado al caminar hasta el espejo y así poder ver ese perfecto reflejo que él veía en ese instante. Sus piernas desnudas al aire y su trasero cubierto por una pequeña tela que le hace parecer más femenina que nunca antes. Su cabello rubio por sobre su hombro y su camiseta del pijama por dentro de la tela, dándole un aspecto desaliñado, pero que encajaría perfectamente con cualquier chica que está dentro de su universidad.

(Y quizás, una mucho mejor).

— ¿Cómo... me veo?

Perfecta, preciosa, hermosa y un sinfín más de palabras que MinHo no dice porque su sonrisa de embobado habla más que su boca inútil y demuestra más que su corazón baboso y enamorado por esa persona que tiene en frente.

Tae camina con cuidado hacia el colchón, moviendo con cierta agilidad sus caderas y se sienta a su lado, peinándole y pasando sus dedos por ese flequillo que se encarga de ordenar.

Dos meses con ella y MinHo podía sentir al fin, que la veía feliz. Cómoda y plenamente feliz.

(Y más aún, cuando oye esas palabras, que creyó que nunca lograría oír).

— Le diré a mis papás, Ming —susurra—. Ya lo decidí. Mañana les diré que soy... Mañana les diré que soy trans.


***


Nervios, nervios, nervios y más nervios.

Tae apoya su mentón sobre su mano y come un poco de arroz, escuchando atenta a las palabras de su padre, que consistían en contar algo sobre su compañera de trabajo por la que llevaba días quejándose. Al parecer era una asistente nueva que no era de su agrado y que tenía más preferencia en salir a pasear que en hacer su trabajo; cosa que molestaba de sobre manera a su padre, que tal como todo ingeniero, era bastante cuadrado en sus cosas.

(A excepción de MinHo, que por el momento, no parecía ser tan así).

TaeSun come atento los restos de arroz que le quedaban, haciéndole un gesto brusco con la cabeza, en dirección a su plato, como queriendo decirle 'por qué no comes lo que tienes ahí'.

(Y que su madre también notó, para su mala suerte).

— ¿No te gustó la comida, cariño? —su padre ahora también le mira y ella se siente más pequeña en la silla, con más ganas de correr de ahí y no de hablar de un tema que ya apenas le dejaba respirar. Su madre le mira con las cejas elevadas y su padre también. Al parecer tenía una cara lo suficientemente extraña por la manera en que justo ahora le veían—. ¿Cariño, te sientes mal?

— Estoy bien —susurra—.

— ¿Seguro?

Asiente y fija sus ojos en su plato, intentando concentrarse en que no le gustaba cuando esa palabra ahora era dirigida en un género por el cual no se sentía identificada y por el cual ya era tiempo de parar todo esto. De parar su dolor, de parar su incomodidad, de parar la manera en la que todos le veían y que ella no quería.

Tae levanta la cabeza luego de contar más de veinte segundos mentales, fijándose primero en el rostro de su madre y luego en el de su padre. Ambos aún le miraban, ambos aún tenían las cejas flojas, asumiendo que algo ocurría. Que algo muy malo o sospechoso, estaba por venir.

— ¿Cariño, te sientes bien?

— ¿Podemos hablar? —sus ojos se fijan también en el rostro de su hermano que justamente estaba al otro lado de la mesa, mirándole de esa manera sospechosa de igual manera—. ¿Los cuatro?

— ¿Pasó algo con MinHo, cariño? ¿Discutieron?

Sus dedos sueltan sus cubiertos, sus manos bajan hasta sus muslos, comenzando a frotar éstos con un nerviosismo que incluso a si misma, le impacta. Sentía las palmas sudar, la respiración entrecortarse y su pecho elevarse y desinflarse como si el oxígeno hiciera falta dentro de su cuerpo.

Su madre le mira fijo al igual que su padre y al igual que TaeSun que ahora también, había dejado de comer. Tres pares de ojos mirándole y eso le hacía querer llorar ahora mismo porque no sabía cómo tratar algo que nadie le había explicado alguna vez. Algo que nunca entendió porqué le ocurría o porqué justo ella tenía que nacer en un cuerpo que no parecía ser suyo.

Tae suelta el primer sollozo de manera inconsciente y su madre se mueve rápido, viéndose interrumpida por su mano cuando se eleva. No quiere que le consuele antes de tiempo. Ni siquiera sabe si quiere que le consuele cuando tiene asumido que quizás es minutos siguientes, ya nadie quiera consolarle.

TaeSun también hace el amago de elevarse de la silla y también se lo impide, negando con la cabeza y sorbiendo la nariz, cuando los sollozos parecían más intensos.

No quería que le interrumpieran. Porque si al fin había tenido la valentía de llegar a este momento incómodo, no podía perder esta oportunidad.

Uno.

Dos.

Tres.

— Yo... yo no estoy bien.

Primera frase, primer sollozo.

Su madre solloza cuando no ha alcanzado a decir algo más que eso y su padre se acerca un poco más a la mesa, mirándole extrañado, mientras TaeSun... TaeSun solo le miraba serio. Muy serio.

— No estoy bien en... en esto que ven —susurra, agachando la cabeza y dejando que sus lágrimas caigan sobre sus muslos y sobre sus manos que al fin había conseguido dejar quietas. Tae sorbe su nariz y vuelve a contar mentalmente antes de volver a hablar; antes de que alguien alcance a interrumpirle cuando eso no quiere que pase—. No soy feliz... en lo que ven.

— ¿En lo que vemos? —la voz de su madre obviamente es la primera en hacerse presente y en ser curiosa cuando sabía que esto ocurriría. No levanta la cabeza para verle, pero puede sentir como ella le miraba fijo, esperando una respuesta que le hiciera entender más—. Mi amor, no entiendo qué es lo que estás diciendo... ¿alguien te hizo algo? ¿alguien te hizo daño?

Negación, negación y más negación.

Las lágrimas comienzan a caer con más velocidad por su rostro y su cuerpo comienza a sacudirse de manera más desesperada solo a causa del llanto que había llegado de golpe a ella. Tae solloza, sin dejar de negar y escondiendo su rostro entre sus manos, justo en el momento en que su madre se levanta y se coloca a su lado, llamándole y sosteniéndole cuando su cuerpo parece flaquear.

La valentía ya no parece tanta cuando tiene que decir las palabras que no se cree capaz de soltar ni la esperanza parece excesiva cuando su madre es la única que le sostiene cuando no puede dejar de llorar. Su padre no le interrumpe ni se acerca y tampoco lo hace TaeSun, quien solo le miraba fijo y no atinaba a decir ni una sola palabra. Ni cuando le oyó hablar ni cuando le oyó sollozar de la manera que hacía.

— Perd... perdóname, mamá —solloza, levantando la cabeza lo suficiente para ver a la mujer de cerca y así notar como ella también lloraba, a pesar de no entender lo que ocurría—. Perdón-name por... por haber nacido así... te-te juro que y-yo intenté q-que esto... esto se me pasara, p-pero... pero no pued-do... d-de verdad no puedo m-más...

— ¿Qué es lo que no puedes más, mi amor? —las manos de su mamá le limpian el rostro y secan las lágrimas que a pesar de intentar ser detenidas, es imposible que dejen de caer. Ella le mira con una sonrisa completamente rota, pero con un ánimo más que dispuesto a entender algo que creía que de todas formas no lograría entender—. ¿Tú sabes lo mucho que te amamos con tu papá, verdad?

Tae se toma unos segundos para responder y finalmente asiente, notando como ahora la silla de su padre también se movía en su dirección. Ve sus piernas acercarse y colocarse a su lado, para así pasar un brazo sobre su espalda, pegándole a ese cuerpo tibio que no se demora en acogerle. Su madre sosteniendo sus manos y su padre acariciándole la espalda con una delicadeza que cree que ella sinceramente, no merece.

Por haber nacido en el cuerpo equivocado, por estar a punto de darles uno de los dolores más grandes que quizás puedan vivir.

— No hay nada que nos puedas decir a tu madre y a mi que nos pueda hacer dejar de quererte, hijo. Ni una enfermedad ni que te haya pasado algo ni...

— ¿Ni a-aunque les diga q-que siento que nací en el c-cuerpo equivocado? —interrumpe, ya deci decidiéndose a decirlo de una sola vez—. ¿Ni a-aunque l-les diga que... q-que siento q-que soy u-una chica y no u-un chico? ¿Un-na hija y n... no un hijo?

El silencio que vino continuo a sus palabras fue mucho más largo de lo que esperó. Sus sollozos sonaron mucho más fuertes de lo que habían hecho antes y su cuerpo amenazó con desplomarse de una manera casi enfermiza a causa de la tristeza, si es que su padre no le hubiese alcanzado a tiempo y le hubiese afirmado, reaccionando antes de lo que hizo su madre.

Tae siente casi como si su cuerpo hubiese comenzado a descompensarse a causa de la liberación excesiva de sentimientos y llanto, teniendo que hacer equilibrio cuando se levanta y cuando su padre le afirma, caminando con él y diciéndole que era mejor que fueran a su habitación. Su padre sin decir ninguna palabra de aliento y su madre sin decir, ninguna palabra que le hubiese hecho sentir mejor. Ni ella ni su hermano siguiéndole, ni ella ni su hermano prometiendo un amor que él en ese momento necesitaba escuchar más que nunca, pero que no llegó.

Sin embargo, su padre seguía ahí.

Su padre es el que le abre la puerta de su habitación cuando le ayuda llegar hasta ella, y es el que le pide que se siente con cuidado cuando sigue llorando y cuando los sollozos siguen apareciendo en su cuerpo. Ninguno de los dos enciende la luz de ahí dentro cuando se quedan ambos sin ninguna palabra que decir y ninguno de los dos se toca o se entrega cariño cuando Tae, lo necesitaba más que nunca.

Tae agacha la cabeza, intentando esconderse, viendo otra vez como sus lágrimas se atrapaban en la tela de su pantalón. Más lágrimas y más lágrimas y más lágrimas.

Si tan solo MinHo estuviera ahí...

— P-papá... no es necesario qu-que te quedes... estaré b... bien...

— Estaremos bien.

Tae no sabe en qué momento su madre entra a su habitación ni en qué momento está tan cerca de su cuerpo, pero cuando le escucha asiente y suelta un sollozo ahogado y asiente, sin estar tan convencida de lo que ella se refería. Su cabeza confirma lo que oye y su madre se sienta a su lado en el colchón, acunando su cuerpo contra el suyo y atrayéndole de tal forma que sus sollozos se ven acogidos en la tela de su camisa y en medio de ese pecho que tal como años atrás, hoy le reconforta con un propósito distinto, pero con la misma imperiosa necesidad que ahora es capaz de decir.

Tae siente como su padre se inclina a su lado, acuclillándose en el piso y pasando sus manos por sobre sus muslos, acariciándole al mismo tiempo que hacía su madre, haciéndole entender a la vez, que no se alejarían de él. Que no le dejarían ir ni le alejarían de ahí.

"Porque seas como seas, nuestro amor no dejará de existir hacia ti y nuestra paternidad no tiene peros, cariño. El amor no tiene forma, ¿recuerdas?".

Ni el agua ni los abrazos ni las relaciones.

Tae apoya su frente en el pecho de su madre y asiente a cada palabra que escucha y que le acoge de una manera contraria al rechazo que esperaba y al asco que esperaba recibir. Las caricias de su padre no solo son en sus piernas, sino que también en su espalda y rostro, cuando se atreve a abrazarle y a esconderse en su cuerpo que siempre le parecía demasiado grande, tal como el de TaeSun.

Abrazos que de parte de él no llegan ni tampoco palabras que por ahora ni por las horas y minutos siguientes, en ningún momento, se hacen oír.

— o —

Chachachachannnnnn ;o;

Hodi ♥️. ¿Cómo están, bebecines bellinis? Sé que me demoré mucho en actualizar, pero la previa a Taem, Taem y la tristeza post Taem afectaron mi cerebro y me costó volver a la realidachi. Gracias a la gente bonita que me habló en el concierto, que me mandó fuerzas o que me escribió cuando supieron que tuve contacto visual y amoroso con el beby preciosi u 3 u. 

Espero que les guste el capítulo y que comenten las dudas que tengan o las cosas que sientan o los temores que vean venir. Si hay un error, pueden decírmelo porfis y si hay algo con lo que no concuerdan también. 

Muchos besitos en sus pompis y más felatios para MinHo para que este gigante ya pueda calmar sus hormonas con la noviecita deliciosa que tiene, jiji. ♥️

Ah, y otra cosa, ¿qué esperan que dirá TaeSun y sus papás? (: 

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𝑷𝒓𝒆𝒑𝒂𝒓𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒕𝒖 𝒉𝒖𝒔𝒃𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒔 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒔𝒊𝒗𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒍𝒆𝒔 ♥︎