—Terra, Scott, ¿pueden oírme? —la voz de Gerard llegó a los oídos sobrenaturales de los hombres lobo. Discretamente Terra volteó a ver a Scott, mirándolo preocupada—. Ah, pueden oírme. Bien. Escuchen con atención, porque el juego se pondrá interesante. Les daré hasta los últimos 30 segundos. Cuando el reloj del marcados comience a contar desde los 30, si no me han dado a Derek, Jackson matará a alguien —inmediatamente Terra se tensó—. Díganme, chicos, ¿quién morirá hoy? ¿Será tu madre, Scott, quien con tanta valentía vino hoy a apoyarte? ¿O el alguacil, el padre de su mejor amigo? ¿O qué tal la linda chica de cabello rojizo que sobrevivió a la mordedura de un Alfa? ¿O quizá alguno de los adolescentes con toda la vida por delante? ¿O debería hacerles un favor a todos y matar a su ridículo entrenador? Depende de ustedes, pero me van a ayudar a atrapar a Derek. Porque si no lo hacen... Haré que Jackson le arranque la cabeza a alguien en medio del campo y bañe en sangre a todos los que aman.
En ese momento, Terra ya estaba temblando de rabia. Con su voz fuerte y clara, comenzó a gritar. Tal vez Gerard no tuviera oído sobrenatural para escucharla, pero iba a asegurarse de que la escuchara.
—¡Ven por mí, hijo de puta! ¡Eres un maldito cobarde, eso es lo que eres! ¡Te voy a triturar y después me voy a hacer un smokey eye con tus cenizas, estúpido! —todos en el campo voltearon a verla, pero asumieron que le hablaba al capitán del otro equipo, que incluso corrió despavorido al otro lado de la cancha al notar la ira de la chica.
En las gradas, todos comenzaron a vitorear. Scott tuvo que tomarla del brazo y obligarla a sentarla a su lado. El silbato sonó, anunciando el partido. Terra tenía dos cosas muy claras: ganarían ese partido y Jackson no lastimaría a nadie, aunque tuviera que hacer lo imposible para lograrlo.
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Scott no sabía qué le daba más miedo, si Terra enojada porque su hermano era controlado, o Terra enojada porque el partido iba, para sorpresa de nadie, horrible sin ella. Scott no podía culparla. Él estaba perdiendo a Allison y se sentía terrible, pero Terra estaba perdiendo a su hermano y había perdido a Isaac. Tenía todo el derecho para estar molesta con la vida. Aun así, le daba miedo y le sorprendía que tantas groserías pudieran caber en una sola frase.
—¡Malditos hijos de perra, estúpidos trogloditas jodidamente pendejos! ¿Acaso no saben jugar? —Gritó, jalando su cola de caballo en desesperación—. ¡Ey! ¡Eso fue una puta falta! ¿Acaso estás jodidamente ciego, arbitro hijo de puta? ¡Stiles, agarra la maldita pelota como si fueran tus testículos mientras te masturbas o haz algo, joder! ¿Acaso no aprendiste nada jugando? —Justo en ese momento, Stiles fue derrumbado al suelo por dos jugadores del equipo contrario—. ¡Ey, falta, falta! ¡Quítense de encima de Stiles, putos pendejos cabrones! ¡Les voy a partir la cara cuando termine el partido, hijos de perra! Entrenador, déjeme entrar, nos están matando —suplicó, sin darse la vuelta para verlo, demasiado concentrada en el partido.
—No puedo hacerlo —dijo el entrenador, haciendo una mueca al ver que la pelota le rebotaba a Stiles en la cara. Terra soltó un quejido.
—¡Deje entrar a McCall entonces! —le dijo, antes de gritar—. ¡Puta falta! ¿Qué acaso necesitas unos jodidos lentes, árbitro?
—No puedo dejar que ninguno juegue. Ahora, siéntense, cállense y luzcan bonitos.
—¡Jodida mierda, jodido partido, jodido entrenador, jodida escuela, jodido árbitro, jodido Isaac, jodido amor; son todos unos estúpidos inútiles! —gritó Terra, con la vista puesta en el partido transcurriendo frente a sus ojos, ignorando a las gradas atrás de ella.
—Si vas a insultarme me gustaría que lo hicieras a mi cara —exclamó una voz detrás de Terra. Ella volteó lentamente, quedándose totalmente estática al escuchar a Isaac. Su respiración se cortó por un momento, y odió que Isaac fuera un hombre lobo porque eso significaba que podía escuchar como su ritmo cardiaco se había disparado una vez que lo vio.
Estaba sonriéndole en manera de disculpa, con el uniforme de lacrosse puesto y el cabello despeinado. Lucía nervioso, más que lo usual por lo menos, golpeteando su pie contra el piso.
—Volviste —fue todo lo que dijo Terra, parpadeando como si no creyera fuera real.
—Tenía un partido que ganar.
Terra negó con la cabeza, una enorme sonrisa iluminando su rostro.
—No —dijo, con una seguridad que solo ella poseía—. Volviste porque estás enamorado de mí.
Para Terra, hubo un momento de silencio donde todo el ruido de la cancha se nubló. Gente estaba gritando, el silbato sonaba, los jugadores corrían... pero nada de eso importaba. Su corazón latía tan rápido que temía saliera de su pecho. A pesar del tono seguro y su cabeza en alto, la mirada de Terra lucía temerosa. Lentamente, Isaac asintió.
—Sí —admitió, finalmente—. Estoy jodidamente enamorado de ti.
Terra no lo pensó dos veces antes de correr hacia Isaac y lanzarse a sus brazos. Isaac la atrapó al instante, cargándola poniendo sus manos en sus muslos. Terra enredó sus piernas alrededor de la cintura de Isaac, sabiendo que la atraparía. Pasó sus manos por el cuello de Isaac, y lo besó.
Por un momento, todo estaba bien. No importaba que el mundo entero se estuviera desmoronando, porque Isaac la sostenía con fuerza como un ancla a la tierra. Isaac la besaba como nunca lo había hecho, como si necesitara obtener todo de ella. La besaba como solo alguien que la conocía perfectamente podía hacerlo, con la suavidad necesaria para considerarse un beso romántico pero con la fiereza sutil para dejarle claro a la chica que no había vuelta atrás.
—No podía dejarte —murmuró Isaac cuando se separó de ella, observándola detenidamente. Sus ojos verdes, su nariz delicada, su sonrisa que iluminaba el mundo. Terra era jodidamente hermosa—. No podía alejarme de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Terra rió, totalmente feliz.
—Dios mío, eres jodidamente cursi, me encantas —chilló, dándole un impulsivo beso en la nariz—. Además, ¿estás consiente de que acabas de besarme frente a toda la escuela? La gente va a hablar.
—Lo sé —Isaac suspiró—. Pero vale la pena.
La sonrisa de Terra se hizo aún más grande.
Scott caminó hacia ellos, rascándose la nuca, luciendo incómodo.
—Umm... lamento interrumpirlos... —balbuceó—. Pero Gerard los está viendo.
Terra volteó hacia donde Scott miraba, observando que en efecto Gerard Argent tenía la vista fija sobre ellos, así que Terra hizo lo que tenía que hacer: le mandó un beso y le enseñó el dedo de en medio.
Jaque mate.
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Scott, Terra e Isaac se sentaron en la banca, para planear su siguiente movimiento.
—¿Tienes un plan? —preguntó Isaac a Scott, sonriendo levemente cuando Terra entrelazó sus manos, inclinándose atenta para escuchar a Scott.
—No, por ahora es evitar que Jackson mate a todos —murmuró Scott, hundiendo sus hombros.
—Y no quiero ser pesimista pero es muy probable que fracasemos —añadió Terra.
—Sí, sobre todo considerando que ninguno de los dos está en la cancha —observó Isaac—. Debemos hacer que el entrenador no tenga otra opción más que meterlos al juego.
—¿Cómo lo haremos? La banca de al lado está llena de gente que puede usar antes que a nosotros.
Inmediatamente, los ojos de Terra brillaron con malicia y una sonrisa traviesa se extendió por su rostro.
—Oh, no —susurró Scott, abriendo los ojos de par en par—. Detesto esa mirada.
—Tengo una idea... —canturreó Terra, mirando de reojo a sus compañeros en la banca de al lado—. Isaac se deshace de todos nuestros compañeros hasta que el entrenador no tenga más opción que meternos a jugar.
—¿A qué te refieres exactamente a "deshacer"? —preguntó Scott, inseguro. Terra puso los ojos en blanco ante su exagerada preocupación. Luego, Scott volteó a ver a Isaac—. ¿Puedes hacerlo sin mandar a nadie al hospital?
—Puedo intentarlo —dijo Isaac, encogiéndose de hombros. Le dio un rápido beso en los labios a Terra antes de pararse y ponerse el casco. Terra lo detuvo, tomándolo del brazo, deteniéndolo.
—Ten cuidado, no te le acerques demasiado a Jackson, ¿sí? —murmuró, observando detenidamente a Isaac. Isaac le sonrió, restándole importancia.
—Estaré bien —dijo, trotando hasta la cancha.
Terra suspiró, sonriendo, observando el bonito trasero de Isaac sin discreción alguna.
—¡Patéales el trasero, bebé! —gritó, antes de voltear a ver a Scott—. Parece que la suerte está a nuestro favor, McCall.
Scott no pudo evitar pensar que era demasiado bueno para ser verdad.
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Poco a poco, Isaac comenzó a deshacerse de sus compañeros, tacleándolos demasiado fuerte en cada jugada. El entrenador los sustituía, pero era evidente que se estaba quedando sin opciones. Todo iba demasiado bien, hasta que Jackson envistió a Isaac y lo mandó al piso, haciéndolo caer bruscamente.
Terra actuó automáticamente, corriendo hacia su hermano y empujándolo por el hombro.
—¿Cuál es tu maldito problema? Déjalo en paz —gruñó Terra. Jackson sonrió engreídamente. Terra sabía que no era Jackson, pero aun así no pudo evitar soltar un pequeño gruñido, enseñándole sus ojos azules.
No lo volteó a ver dos veces y se alejó, arrodillándose en el suelo con Isaac.
—Lo lamento —murmuró Isaac, inmóvil en el suelo.
—No seas estúpido, lo hiciste genial —musitó Terra, suavemente, quitándole el casco para poderle ver el rostro—. ¿Cómo estás?
—No está roto pero no puedo moverlo —dijo, señalando su pierna. En ese momento, unas personas con una camilla llegaron para moverlo—. Creo que Jackson me lastimó realmente porque puedo sentirlo expandirse.
Scott, que hace instantes había llegado a su lado, hizo una mueca al escuchar eso.
—¿Quieren jugar al ajedrez, chicos? —Dijo Gerard, solamente para que ellos pudieran escucharlo—. Entonces deben estar dispuestos a sacrificar a sus propios peones.
—Esto no es un maldito juego de ajedrez. ¿Quiere jugar sucio, eh? —Escupió Terra, aunque no pudiera escucharla—. Vamos a demostrarle que somos una jodida Hidra y que cuando cortas una cabeza, crecen dos —luego, volteó a ver a Isaac—. ¿Estarás bien? —lo miró, preocupada, tomándolo de la mano.
—Lo estaré. Ahora patea su trasero, bebé —dijo Isaac, repitiendo las palabras que Terra le había gritado. Terra asintió ferozmente.
El entrenador llegó, poniendo sus manos en los hombros de Terra y Scott.
—Entren y salven el juego, chicos —exclamó, palmeándoles la espalda y dándoles el equipo de juego.
Melissa, la madre de Scott, corrió hacia ellos apenas el entrenador los dejó solos.
—Algo ocurre, ¿verdad? —Preguntó, ansiosa—. Algo más que un juego de lacrosse.
—Deberías irte —le dijo Scott, serio.
—No me voy a ir a ninguna parte —afirmó Melissa. Terra los dejó solos, poniéndose el caso y caminando hacia en medio de la cancha.
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El juego siguió, y todo rápidamente se tornó en su contra. En un momento totalmente inesperado, Scott fue tacleado por un jugador del equipo contrario, y cayó al suelo estrepitosamente. Stiles apenas le había pasado la pelota a Terra cuando también fue tirado al suelo de manera brusca.
Terra ya había previsto que ella iba a ser la siguiente, y si ellos iban a jugar sucio, por supuesto que ella también. No tenía nada que perder. Por primera vez en mucho tiempo, Terra jugó abusando de sus poderes de mujer lobo, y si ya de por sí poseía talento nato, con fuerza sobrenatural y velocidad sobrehumana, era un torbellino.
Pasó entre los jugadores del equipo contrario, no dejándose derribar y empujándolos a su paso. Iba a ganar ese maldito juego. Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de que Gerard ya no estaba en la cancha hasta que fue demasiado tarde.
Pasándole la pelota distraídamente a un compañero suyo, corrió hacia Scott, deteniéndolo.
—Gerard no está —jadeó, abriendo los ojos de par en par.
—Isaac —exclamó Scott. Terra asintió. Ella también había pensado en él instantáneamente—. Yo voy, ¿sí? Quédate aquí a vigilar a Jackson.
Terra titubeó, sin saber qué tan buena idea sería confiarle a Scott la tarea de proteger a Isaac, pero en cuestión de menos de un segundo, asintió.
—Cuídate —dijo Terra, antes de volver a jugar.