La seducción del príncipe

By Itsbeautifulove

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Puedes seducir a un príncipe en la cama, pero jamás tendrás su corazón.Complacer, jugar y satisfacer los dese... More

La seducción del príncipe
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte

Capítulo siete

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By Itsbeautifulove



7



No soy un hombre que miente. La verdad... —iba a responderme con sinceridad, pero alguien nos interrumpió. Ambos bajamos la cabeza (y estaba segura que no fue por vergüenza) esperando a que nos volvieran a dejar a solas. No sucedió. —De acuerdo. Tenemos que irnos, Thara. Esperaré fuera.

Adentró una vez más las manos en los bolsillos de su traje negro y salió de allí sin mirarme a los ojos. La modista empezó a tirar de mi ropa. No me moví. Mi mirada seguía fija en la puerta mientras que una vocecilla, que para mí sonaba muy lejana, me pedía un poco de colaboración por mi parte. Acabé poniéndome el vestido y posando como una modelo mientras que esperaba los últimos retoques antes de salir a la pasarela. Realmente quedé con las ganas de descubrir si Kenneth esa noche quería mi compañía.

¡Qué locura, Thara! Él, al igual que yo, estábamos completamente solos. Erick se fue. Y las mujeres que solían acompañarlo a él...eran demasiado despampanantes para los invitados que asistirían a la embajada. Al quedar delante del espejo, me di cuenta (y me costó reconocerlo) que en el fondo el vestido blanco, con la espalda descubierta, era muy bonito. Carísimo, pero precioso. Con los tacones puestos, esperé a que alguien me llevara hasta la limusina. Y sonreí al verlo fuera. Esperándome a mí.

—Hola —sonrió dulcemente.

La llamativa corbata resaltaba su oscuro cabello. Esa postura caballerosa lo hacía más atractivo. Aunque ya era un hombre elegante y con clase. Me ofreció su mano y la acepté encantada. Mi brazo rodeó el suyo y seguí poco a poco sus pasos. Acarició mi piel y soltó una carcajada al darse cuenta que miré por encima de mi hombro. De repente me sonrojé. Únicamente observaba que la mujer que me ayudó a quedar espectacular por esa noche...no ensuciaba nada. Al día siguiente lo tendría que limpiar yo, y si mi madre nos descubría tendría una larga conversación con ella. La evitaría a toda costa. Deseaba no encontrármela.

—Kenneth nos está esperando a fuera. Estás preciosa —Philippe me piropeó al darse cuenta que agrandé los ojos en el momento que nombró a su amigo. —¿Preparada para bailar un vals?

Reí yo.

El francés frunció el ceño.

—¿No es una broma?

—Por supuesto que no —rodeó mis hombros al salir. Me quedé pensativa. No me veía bailando un vals. Bueno, básicamente estaba segura que no encajaría en ese mundo que mucha gente envidiaba y que otros odiaban con todo su corazón. Un hombre abrió la puerta del vehículo que se inclinó hacia delante para saludarnos, y adentré mi cuerpo con cuidado con la mala suerte que me pillé el vestido con la punta de los zapatos y caí encima del príncipe. Por suerte, el único, Philippe me ayudó. —Kenneth es el mejor.

El otro, tan serio como siempre, no nos miró en ningún momento. Ni cuando tropecé se dignó a mirarme. Seguía entretenido con su copa de coñac, dándole un trago de vez en cuando.

—¿En qué soy el mejor? —por fin abrió la boca.

—Podrías enseñar a Thara los pasos básicos del vals.

Nunca antes había estado tan incómoda al lado de dos hombres. Philippe se había vuelto loco. Al menos no fui la única que se dio cuenta. Kenneth y yo nos miramos, y al darnos cuenta que mantuvimos muchísimo tiempo la mirada el uno al otro, la bajamos para evitar soltar algún comentario fuera de lugar.

—Baila tú con ella.

Los nudillos se me quedaron blancos, y las uñas se me empezaban a clavar en la palma de la mano.

—Es tu acompañante, príncipe Kenneth —dijo con rintintín. —Tendrás que presentarla. No lo olvides.

Ante el silencio y lo incomoda que me sentía, solté otra risita de esas que te ponen el vello de punta.

—¿Seré la chacha o la criada? —jugueteé con el mechón rizado que me dejaron suelto. —En serio, sigo sin entender por qué estoy aquí. Podría haber venido otra en mi lugar...

—¿Siempre hablas tanto? Quedan quince minutos. Otra broma de las tuyas —dejó la copa y uno de sus guardaespaldas intentó llenársela —y damos media vuelta.

—¿¡Por qué eres tan gilipollas conmigo? Ni siquiera eres capaz de mirarme a los ojos.

Iba a mirarme. Con ese rostro cargado de ira. Lo iba a hacer, pero alguien intentó calmarnos a los dos.

—Estaba seguro que esto pasaría. Por eso en la lista Thara aparecerá como la duquesa Záitsev.

—¿Estás de broma, no? —miró a su amigo por encima de mi cabeza. —Todos se darán cuenta que ella no es como nosotros.

Philippe me tendió una copa.

—Yo tampoco soy como tú Kenneth. Soy el hijo de un presidente. No lo olvides.

—Es distinto —protestó.

—Piensa que es otro juego.

Me bebí la copa de un sorbo. No quería ir borracha, pero es que Kenneth me causaba un dolor de cabeza horrible.

—¿Soy una duquesa?

—Exacto. Las duquesas en Rusia son princesas.

Alcé una ceja.

—¿Soy de la realeza rusa?

Asintió con la cabeza.

—Serás princesa por una noche.

No podía ser tan perfecto. Cuando me di cuenta del problema que había, Kenneth se me adelantó.

—Exacto. Eres rusa. No hablas español. Te mantendrás callada toda la noche —chasqueó los dedos para que volvieran a servirle.

—Perfecto —y acomodé mi cuerpo hacia atrás esperando que el viaje terminara.




Era muy difícil mantenerse callada en todo momento. Ese no era mi mundo. Una persona como yo, de clase media, estaba asombrada con todos los detalles de aquel lugar. Kenneth tenía algo de razón. A veces era un poco vulgar, pero así éramos todos. Mis pensamientos me delataban; «¡Joder! ¡Qué pasada! ¡Quiero llevarme ese jarrón a casa, es precioso!» Y lo único que pude hacer fue caminar al lado del príncipe mientras que Philippe saludaba a los invitados y se reunía con su madre.

Dejé de pensar para escuchar las conversaciones que Kenneth tenía con los demás. Me dejó sorprendida, que una persona como él, que siempre estaba de fiesta y bebiendo hasta el punto de dar mala imagen a nuestro país, supiera más idiomas que yo. Saludaba con una amplia sonrisa. ¿Fingía ser otra persona...o era diferente conmigo? Me gustaba ese hombre joven que veían los demás; parecía educado y atento. Curioso y empático.

—Tengo sed —dije en voz baja.

—Cállate —refunfuñó disimuladamente.

Cogió mi brazo y me obligó a que lo pusiera alrededor del suyo.

—Gilipollas.

—Criada.

Una mujer elegante y de constitución muy delgada, se acercó hasta nosotros para saludar a Kenneth. Le dio un beso en la mejilla, y con un dulce acento se presentó. Aunque ellos dos parecían conocerse muy bien. Sus joyas relucían tanto, que me dejarían ciega en cualquier momento.

—No habla nuestro idioma, Dafnée.

De sus finos labios salió una amplia sonrisa.

—Mejor para nosotros —acarició la mano de Kenneth de una forma muy íntima.

Y me di cuenta. Esa mujer de cuarenta y tanto años o más, estaba coqueteando con él. Kenneth apartó la mano e intentó que nos alejáramos de esa mujer, pero no lo consiguió.

—Llevo tiempo queriendo hablar contigo.

—No es el momento —al menos le hablaba con el mismo tono con el que se dirigía a la hora de hablar conmigo.

Pensé que lo mejor era dejarlos a solas.

Podía palpar la tensión (desesperación) sexual de esa mujer hacia el joven príncipe. Eché hacia atrás el brazo, intentando huir de la mano de Kenneth. Al parecer no quería que me fuera...pero era imposible. Él siempre quería librarse de mí.

Spa-kój-naj nó-chi —conseguí decir.

Esquivé a las personas que empezaron a bailar. A uno de los camareros que paseaban por la sala con una bandeja, le arrebaté una copa de champagne antes de adentrarme por uno de los pasillos que aislaron la música clásica que sonaba de fondo. Me acomodé en una preciosa mesa de madera y bebí de mi boca hasta relajarme.

Los pasos de un hombre (el sonido era demasiado fuerte para que una dama tan elegante como las que habían en la embajada hicieran ese terrible ruido) empezaron a acercarse. Alcé la cabeza hasta encontrarme con la mirada de la persona que desapareció durante una hora.

—¿No te estás divirtiendo?

—El alcohol me ayuda —le guiñé un ojo.

—No olvides que la última vez el alcohol te incitó a acostarte conmigo.

—Philippe, no estoy arrepentida —aclaré.

Sus dedos tocaron mi cuello hasta caer por la tela del vestido.

—¿Dónde está Kenneth?

—Hablando con una mujer que podría ser su madre. Parecía asustado —reí, y Philippe tuvo que arrebatarme la copa. Al parecer estaba bebiendo demasiado.

Bajé mi mano hasta la mesa donde estaba apoyada. Detrás de Philippe, había una fotografía de él. Salía muy atractivo.

No estaba solo.

Junto a él había una mujer y un hombre.

—¿Thara?

—¿Mmm?

¿Dónde había visto a esa mujer?

¿¡Dónde!?

—Llevo toda la noche deseando besarte —de repente Philippe consiguió que dejara de pensar para concentrarme en lo que estaba pasando.

—¿E-En serio?

Alzó mi rostro por la barbilla y se acercó lentamente con una sonrisa que llegó a ponerme nerviosa. En verdad, yo también me moría por besarle.

Mis ojos se cerraron. Estaba a punto de posar mis labios sobre los suyos. Pero alguien lo estropeó todo.

—¿Interrumpo algo? —nos apartamos. —Tenemos que irnos, Thara.

Los dedos de Kenneth quedaron alrededor de mi muñeca.

—¿Quieres irte? —preguntó su amigo.

«Oh, oh»

Miré a ambos y me armé de valor para responder.

A alguno de los dos no le gustaría lo que estaba por decir. 



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