Horus

Oleh bibliotecadorada

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¿Y si el amor de tu vida esta en otra galaxia? No todos los días te cruzabas con alguien como él: alto, muscu... Lebih Banyak

Sinopsis
Capítulo 2: mitología egipcia
Capítulo 3: tropezones sin caídas
Capítulo 4: viajes acompañados de alucinaciones
Capítulo 5: biblioteca
Capítulo 6: heladería
Capítulo 7: la feria
Capítulo 8: la fiesta
Capítulo 9: estrella
Capítulo 10: Guiston
Capítulo 11: Guiston Park
Capítulo 12: inesperada visita
Capítulo 13: alucinaciones
Capítulo 14: menta granizada
Capítulo 15: ¿estoy loca?
Capitulo 16: la audición
Capítulo 17: el famoso número
Capítulo 18: nuevos cabellos
Capítulo 19: la barbacoa
Capítulo 20: la cabaña
Capítulo 21: celebración
Capítulo 22: verdades disfrazadas
Capítulo 23: miedo
Capítulo 24: playa
Capítulo 25: despertar
Capítulo 26: dura realidad
Capítulo 27: galaxia
Capítulo 28: orejas
Capítulo 29: el extraterrestre
Capítulo 30: visitas nocturnas
Capitulo 31: información
Capitulo 32: Dhimot
Capitulo 33: Daemon
Capítulo 34: visita sorpresa
Capítulo 35: nuevo mundo
Capítulo 36: Hator
Capítulo 37: verdades incómodas
Capítulo 38: el beso
Capítulo 39: el tiempo
Capitulo 40: Salix y Thorm
Capítulo 41: Guixis
Capítulo 42: información valiosa
Capítulo 43: volvió
Nota de autor
Capítulo 44: primer entrenamiento
Capítulo 45: baile celestial
Nota de autor
Capítulo 46: más cosas a la luz
Capítulo 47: una hermana normal
Capítulo 48: el entrenamiento
Capítulo 49: las habilidades fallaron...de una buena manera
Capítulo 50: Gretik
Capítulo 51: Trina
Capítulo 52: almas gemelas
Capítulo 54: charlas reveladoras
Capítulo 55: elogios peligrosos
Capítulo 56: un mundo ideal
Epílogo
Nota de autor

Capítulo 1: El misterioso chico

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Oleh bibliotecadorada

Me quedé mirando a mis amigos y solo pude pensar: "¿cómo terminamos aquí?".

Mine Concect. Pueblo fantasma. Tan pocos habitantes que había solo una estación para cargar gasolina. Estaba como escondido entre medio de dos grandes montañas. Todavía no entendía por qué vivíamos en este pueblo. ¿Acaso nuestros padres no tenían sentido de la vida?

Vivir en un pueblo fantasma no era divertido.

Sí, se lo que piensas: misterios por resolver, situaciones extrañas, experiencias fuera de lo común... Pero no. Lo más interesante que pasaba aquí era el camión de helados...una vez por mes.

Así que, empezar mi último año de instituto no había resultado grandioso, sino, normal. Es más, ya íbamos por la mitad del curso y solo tenía tres palabras para decir: odiaba el calor.

Pensaba irme a las afueras apenas me graduara, al igual que casi todos los habitantes de aquí. El plan era irme a vivir a Guiston, la ciudad más cercana―que era muy grande―, y alquilar un apartamento junto a Trevor y quizás Emma, cerca de La Universidad Pública de Guiston, en donde planeaba estudiar danza. Ellos eran mis mejores (y únicos) amigos desde la infancia.

Emma y Trevor estaban comiendo, pero yo seguía mirando alrededor. Estábamos en el instituto, en la hora del almuerzo, y si bien era lunes, la gente continuaba mirándome de una forma extraña. Desde que tenía memoria pasaban estas cosas. Digamos que tener los ojos de color violeta no se veía todos los días. Lo consideraban súper raro.

Y lo admitía, yo también, pero después de diecisiete años de verme la cara ya casi me parecía normal.

Casi.

Suspiré y pinché mi sándwich de tomate y lechuga. No iba a pensar en eso ahora.

—Sigo creyendo—dijo Emma, y miró detrás de mí, mientras retorcía un mechón de su negro pelo— que eso algún día se va a caer. Mira la estatua esa, debe pesar cuarenta toneladas.

Fruncí el ceño y miré al mismo lugar que ella. Mi vista se posó en las estatuas que había en el instituto. Era enorme y tenía estilo gótico, ya que fue construido hacía más de ciento cincuenta años. Obviamente, lo remodelaron, pero mantuvieron su esencia. Era de color marrón con muchas esculturas de ángeles y ventanas enormes, por lo que de noche parecía estar embrujado.

Probablemente Emma tenía razón.

—Espero que si se cae lo haga arriba de la profesora Harrison—murmuró Trevor, refiriéndose a la profesora de lengua, que era un tanto...especial.

Su celular comenzó a sonar y tras echarle un vistazo, suspiró y lo apagó.

Emma levantó las cejas.

—¿Ya pasaron dos semanas?

Trevor sonrió de costado y asintió con la cabeza. Reprimí una sonrisa.

Nuestro amigo padecía de una condición: no podía salir más de dos semanas con la misma chica. Se aburría rápido, y para Emma y para mí, tenía serios problemas con el compromiso.

—Vaya, Trev, sí que eres estricto—comenté y seguí comiendo.

Rio.

—No es mi culpa tener emociones tan desequilibradas, señorita. Mis neuronas funcionan mal.

Emma puso los ojos en blanco.

—Todo tú funciona mal, Trevor. ¿Cómo vas a hacer en la universidad?

Trevor se encogió de hombros.

― Allá las chicas se van a caer sobre sus traseros cuando me vean, es decir, ¿quién puede resistirse a esta carita? ―se señaló con el pulgar derecho—. Así que, estoy seguro de que aceptarán los términos sin quejas.

Solté una risita. Es verdad que era muy lindo. Tenía los ojos color marrón claro, el pelo castaño y pecas en la nariz. Me llevaba como quince centímetros de altura y su cuerpo era el de un atleta, ya que jugaba al básquet desde muy pequeño. Si no lo conociera desde los cuatro años y no lo considerara un hermano, probablemente también me hubiese gustado.

Sonó la campana que anunciaba el comienzo de las clases y juntamos todo rápidamente. Entramos de nuevo al instituto y Trevor se fue por otro pasillo ya que tenía otra asignatura. Una vez en el aula, me senté atrás de todo, en el banco que compartía con Emma.

―Iris, te tengo que volver a teñir. Se te están empezando a notar las raíces―me susurró Emma.

Puse cara de pánico y miré para todos lados.

―Tranquila, no se notan tanto, pero hay que retocarlas. ¿Cuando salgamos de aquí paso por tu casa?—siguió diciendo.

Negué con la cabeza.

―Tengo clase de baile, pero cuando vuelva lo podemos hacer.

¿Por qué tanta urgencia? Porque mi pelo verdadero era de color blanco, el cual teñía de rubio. Verán que poseo una genética muy rara. Además de mis ojos violetas, el cabello de mi cabeza era blanco, Pero eso no era todo. Aparte, no me venía la regla pero podía quedar embarazada (lo comprobaron con un estudio que le hicieron a mis óvulos). Para esto, ningún médico encontró una explicación lógica, por lo que dejaron de averiguar y de hacerme estudios. No presentaba ningún problema en la salud, por lo tanto no era muy relevante.

Los únicos que sabían todas esas explicaciones eran Emma, Trevor y mis padres adoptivos. Nadie más. Es algo que prefería ocultar, sino, ¿qué pensaría la gente de la rara que tiene una mutación genética de lo más extraña? No era normal, llamaría demasiado la atención, así que procuraba esconder todo. A tal punto que no iba a la peluquería. Tendría que aguantar las miradas de los demás y sus interminables preguntas. En cambio, prefería dejarlo en manos de Emma, que era muy habilidosa y me teñía el cabello a la perfección.

Luego de muchísimas horas de sufrimiento, por fin me encontraba en casa, comiendo algo antes de ir a mi clase de baile. Isabela, mi madre, estaba sentada al lado mío. Su pelo castaño caía en una coleta de costado y sus ojos marones eran curiosos.

—Emma vendrá a la tarde a teñirme el pelo, ¿todavía hay tintura?— le pregunté.

Su mirada se encontró con la mía.

—Sí, todavía queda—mordió su labio y me apretó el brazo cariñosamente—. Recuerda que cuando quieras, estaré encantada de que dejes tu color natural. Eres especial, Iris.

Sus palabras me llegaron al corazón. Ella siempre había sido muy amorosa conmigo, y eso siempre lo agradecí en silencio. No me podría haber tocado una mejor familia. Sin embargo, especial era una palabra con demasiada carga. Al final de cuentas, nadie sabía por qué era así. ¿Se suponía que mi madre biológica era como yo? ¿O mi padre?

Suspiré. Deseaba saberlo con toda mi fuerza.

Cuando tenía quince años me agarró el ataque por saber de dónde era que había salido así, y quise averiguar cosas sobre mis padres biológicos. Le pregunté a Isabela y a Víctor, mi padre, y mirándose incómodamente, me dijeron que me habían dado en adopción en anónimo. Es decir, nadie tenía ni idea de quiénes habían sido. Era un misterio que algún día trataría de resolver.

Cuando terminé de lavar todo, subí a mi habitación y luego de agarrar la ropa para ir a la clase de baile, me metí en el baño. Me miré al espejo y la imagen siguió sorprendiéndome un poco. Mis ojos violetas eran brillantes, de un violeta medio lila. En la parte del iris tenía unos puntos color amarillo y eran los que le daban ese brillo tan fascinante a mis ojos.

Ya se imaginan por qué mis padres adoptivos me pusieron el nombre que tengo.

Seguí recorriéndome con la mirada. Mis orejas terminaban en forma de punta más pronunciada de lo normal, pero tampoco para considerarse extravagante, y mi piel era tan blanca que parecía porcelana. Mi nariz era recta y pequeña, y mis labios eran finos, con una curvatura en el labio superior que les daba forma pronunciada. Subí la mirada y vi que Emma tenía razón: mi pelo blanco se estaba comenzando a notar por debajo del rubio. A veces me daban ganas de hacerle caso a mi madre y dejarlo crecer para ver cómo me quedaría ese color, pero luego recordaba mis ojos violetas y las ganas se me iban.

Algún día lo iba a hacer. Pero no hoy.

Me preparé y me dirigí al estudio de baile. Iba ahí desde los cuatro años. Era el único estudio de artes ―aparte de baile daban otros talleres, como por ejemplo dibujo, teatro, escritura, etc. ―en todo el pueblo. Se ubicaba en una antigua casa remodelada, a cinco cuadras de la mía. Emma también asistía ahí a sus clases de poesía, pero no coincidíamos en los días.

Cuando empezó la clase, yo ya estaba más que lista. No bailaba desde ayer, pero sentía que no lo hacía desde hacía mucho más tiempo. El baile era la desconexión que tenía con el mundo en donde vivía y mi conexión con el alma. Me sacaba de todas las preocupaciones y todos los pensamientos que tenía. Hacía que solo estuviera consciente de los pasos y el ritmo de la música. También, evitaba que piense en mí y en lo rara que era, en mis padres y en quién era en realidad. Sentir los muslos arder mientras que bailaba era un placer. Era mi pasión desde hacía muchos años y no pensaba dejarla nunca.

Al terminar la clase, una hora y media después, me encontraba completamente roja y sudada. El calor que me provocó la danza sumado al calor que hacía afuera era insoportable.

De camino a casa, me tomé toda el agua de la botella que llevaba conmigo. Al querer guardarla de nuevo en la mochila, se me cayó al piso. Resoplé. No tenía ni fuerza para agacharme y, para mi sorpresa, no hizo falta, ya que alguien la recogió por mí.

Era un chico de pelo negro. Cuando levantó la mirada hacia mí, quedé pasmada. Tenía el ojo derecho de color celeste y el izquierdo de color gris. Era la primera vez que lo veía. Al ser un pueblo tan pequeño, nos conocíamos todos. Si me hubiera cruzado con alguien que tenía heterocromía, me habría acordado.

El chico tenía cara de póker. Llevaba el cabello un poco largo, recogido en una coleta baja. Levantó su mano y tomó la mía, apoyando la botella que se había caído.

Fruncí el ceño.

― Gracias— le dije mientras agarraba la botella.

Lo miré mejor, y por más que sabía que nunca lo había visto, había algo en él que me resultaba vagamente familiar.

Sacudí la cabeza, sonrojada por la vergüenza, y me tomé el atrevimiento de preguntar:

― ¿Nos... conocemos?

El desconocido siguió sin decir una palabra. Se dio la vuelta y comenzó a irse, pero mi grito lo paró en la mitad del camino:

― ¡Espera! ¿Cómo te llamas?

Frenó en seco, giró un poco la cabeza y con una sonrisa ladeada, dijo:

―Horus. Me llamo Horus.

♥♥


Holaaaaa, gracias por leer esta historia. Primero que nada...

 ¿Qué prefieren, libros de fantasía o romance? A mi sinceramente me es dificil elegir uno...asi que diria la fantasía romantica (jejej lo sé). 

Ahora bieen:

Poner teorías por aquí

Hablar del hecho tan extraño de que alguien con ese nombre te hable por aquí

Acuerdense que sus comentarios y estrellas ayudan MUCHISIMO a la historia, asi que animense y denlo todo ;) 

Espero que disfruten mucho de Horus y de sus abdominales.

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