El chico de arriba #1 | EN FÍ...

By MarieJenn

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Sentir algo por Kem Wood no está en los planes de Ruby Graham, no después de que él le arrojara agua desde su... More

Sinopsis
Personajes
01: El baldazo de agua
02: Ofrenda de paz
03: Apodos en vez de nombres
04: Palabras malentendidas
05: Amenazas vacías
06: Momentos incómodos
07: Pasando mucha vergüenza
08: Competencia en la mesa
09: Sin palabras
10: El alcohol nunca es bueno
11: El pasado vuelve
12: Querer retroceder el tiempo
13: Sensaciones inexplicables
14: Hallazgo en la basura
15: Votación de nombres
16: Sensación extraña
17: Esquivando personas
18: Agradeciendo el regalo
19: Fiesta arruinada
20: Abriendo los ojos
21: Juego de preguntas
22: Confrontaciones incómodas
23: Sensación en el pecho
24: Descubriendo la verdad
25: Corazón herido
26: Escapar de los sentimientos
27: Imposible escapar
28: Pequeña travesura
29: Noche de karaoke
30: Tensión en el aire
31: Cayendo en el engaño
32: Declaraciones incómodas
33: Amistades traicioneras
34: Verdaderos sentimientos
35: Búsquedas y encuentros
36: Cambios necesarios
37: Verdaderos sentimientos
38: Tarde agradable
40: Última noche
41: Plan de viernes
42: Locura total
43: Pequeña función
44: Papelones en la madrugada
45: Fuertes revelaciones
46: Sufrimiento
47: Soltar por amor
48: Aprender a perdonar
49: Noche de fiesta
50: Equivocaciones
51: Nada de chicos
52: Es el destino
Epílogo
Extra #1: Todo en familia
Extra #2: Reecuentro
Extra #3: Revelación
Extra #4: Como la primera vez
📚 EN FÍSICO POR PENGUIN RANDOM HOUSE 📚
• Segunda parte: "La chica de abajo"

39: Los borrachos dicen la verdad

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By MarieJenn

Era sábado y mis padres, como cada fin de semana, no estaban. Ellos habían decido que era una chica grande que no necesitaba niñero, por lo que al día siguiente de estar al cuidado de Kem, estuve todo el día sola y los días siguientes a ese. Mis padres decidieron quitarme el niñero con tal de que los obedeciera. Habíamos hecho una especia de pacto y hasta el momento lo estaba cumpliendo.

Me encontraba en mi habitación, esa tarde del sábado, vestida con la chaqueta de Kem, que nunca reclamó, y un pantalón de licra mientras leía un libro recostada en mi cama.

Un golpe seco me sobresaltó de mi actual lectura. El libro que tenía entre las manos, lo dejé a un lado cuando sonó de nuevo ese ruido extraño. Me levanté de la cama y fui hacia el balcón, de donde el ruido provenía. Me sorprendió ver a Kem, con una sonrisa socarrona en el rostro y con el cabello despeinado, como si se hubiera pasado las manos a cada rato.

Me quedé adentro, en mi habitación, y por las puertas corredizas de vidrio del balcón pude verlo. Él me miraba sin quitarme los ojos de encima, observándome con su chaqueta puesta. Di un paso y luego otro. Avancé lentamente hacia él, cruzando la puerta y cerrándola detrás de mí.

Ni bien me acerqué a él, sentí un olor a licor demasiado fuerte provenir de Kem. Me alejé un par de pasos con el ceño fruncido y llevando una mano a mi nariz para taparme.

—Puaj, Kem —dije, mirándolo con una ceja alzada—. ¿Cuánto has tomado?

Nunca lo vi tan borracho hasta ese día. Lo miré de pies a cabeza, fijándome en cada detalle suyo. Su ropa estaba arrugada, como si hubiera dormido con ella, estaba sin zapatos y con medias, sus pantalones también estaban arrugados. Sus ojos estaban dilatados y eso era una señal de que estaba muy tomado, demasiado.

—No mucho, Bizcochito —respondió con voz ronca y cantarina. Se tambaleó hacia los lados al acercarse más a mí. Bajó su cabeza en mi dirección e inhaló mi cuello—. Hmm, hueles delicioso y estás usando mi chaqueta, Bizcochito. —Rio como si hubiera dicho algo muy gracioso—. Me encanta llamarte de esa manera: Bizcochito, ese apodo te queda taaan bien.

Me alejé de Kem aun con el ceño fruncido.

—Estás muy borracho —afirmé con voz decepcionada. No podía creer que me estaba visitando en ese estado—. Tienes que irte, Kem.

Negó repetidas veces.

—De aquí no me voy. —Luego sonrío—. No sin mi Bizcochito.

—No soy tu Bizcochito.

—Lo eres, pequeña. —Levantó su mano para acariciar mi mejilla, con mucha suavidad la posó en mí—. Eres el amor de mi vida, ¿aún no lo entiendes?

Quise reír por aquella declaración, pero me había quedado sin palabras. Estuve unos segundos muda antes de reaccionar.

—Bien, es hora de que te vayas. —Bajé la cabeza y con esa acción, su mano se deslizó fuera de mi mejilla. Ignoré totalmente lo que había dicho. Sabía ese dicho que decía: «Los niños y los borrachos dicen la verdad», pero él era mentiroso y nosotros no estábamos en buenos términos, así que, ¿qué más podía decirle?

Tomé su brazo y lo llevé hacia la pequeña escalera de emergencia que había a un lado de la pared para que subiera hacia su habitación. Pero él se plantó en medio de mi balcón y no pude moverlo más.

—Ya te dije que no me voy, Bizcochito.

Suspiré con fuerza.

—No hagas esto más difícil, Kem.

—¿Yo hago esto más difícil? —preguntó con incredulidad, presionando un dedo en su pecho—. Tú eres la que hace esto más difícil. No quieres estar conmigo. Te amo, sólo a ti. —Eructó, haciendo que aquellas palabras no fueran para nada románticas—. Ni siquiera sé por qué estuve con Ada.

Rodé los ojos, pero Kem continuó:

—Desde que me dejaste, soy miserable. Sólo debes mirarme para darte cuenta. —Su risa volvió a resurgir—. Nunca creí que una chica podría ponerme así. ¿Sabes? Yo amaba estar con chicas, estuve con muchas, no como novios, pero sí teníamos un rollo. Y creo que este es mi karma. Estoy pagando todo lo que hice mal.

Puse mi mano sobre su brazo cuando pensé que se iba a echar a llorar, pero al contrario, se echó a reír como si le hubieran contado el chiste más gracioso del mundo. Sus carcajadas subieron de intensidad y tuvo que inclinarse hacia delante para sostener su estómago. Segundos después se calmó y se limpió las lágrimas que había derramado de tanto reírse.

—Soy un idiota, ¿verdad?

Me encogí de hombros.

—Eso se puede corregir. —Sonreí de lado viendo su vulnerabilidad. Sus ojos parecían melancólicos y sabía que estaba intoxicado en alcohol, pero una parte de mí quería ayudarlo—. Ven conmigo.

—Eso quería oír, Bizcochito —dijo con voz de borracho.

Cogí su mano y lo jalé hacia la escalera de emergencia, que nadie usaba, y que llevaba a su balcón. Con mucho cuidado lo ayudé a subirse y luego yo lo hice tras él. En pocos minutos estuvimos arriba; Kem parecía ir muy lento y siempre se detenía en un escalón para mirar hacia abajo para ver si lo seguía. Una paranoia suya el que lo dejara sólo.

Cuando trepamos a su balcón, Kem se tambaleó, pero lo sujeté por el costado para que se apoyara en mí. Rodeó mi hombro con su brazo y me atrajo hacia él, para inclinarse e inhalar de nuevo mi cuello. Pero, ¿qué obsesión tenía conmigo?

Lo golpeé sin mucha fuerza en el brazo para alejarlo, pero su equilibrio era malo así que cayó hacia un lado y me llevó con él. Caímos al suelo, yo sobre él por lo que no me golpeé, pero Kem parecía herido. Sin embargo, comenzó a reírse como loco, conmigo sobre él. Mi espalda chocaba contra su pecho.

En un movimiento, me dio la vuelta para estar frente a frente. Lo miré como si se hubiera vuelto loco.

—¿Qué te pasa? —pregunté enfurecida. Pero aquello no duró mucho, porque su sonrisa me causó risa y cuando reí no pude parar.

Kem me observaba embobado mientras yo reía a carcajadas.

—Eres preciosa cuando ríes, Bizcochito.

Resoplé, aun riéndome. No pude aguantar más y presioné mi frente en el pecho de él para reírme más a gusto sin su intenso escrutinio.

Cuando estuve más calmada me levanté sin mirarlo a los ojos y lo ayudé a levantarse del suelo. Era difícil, ya que pesaba mucho, pero logré hacerlo cuando él cooperó. Lo llevé hasta su cama y lo ayudé a recostarse.

La puerta de su habitación estaba abierta, así que me acerqué para cerrarla, pero el ruido de algo afuera llamó mi atención. Volteé para ver a Kem, él estaba con la cabeza recostada contra la pared y los brazos detrás, en su nuca. Lo dejé ahí para ir hacia el ruido que había oído en su departamento.

Caminé por el pasillo y vi la puerta de la habitación de Kylan abierta. Dentro sonaba música a un volumen moderado, era música triste, porque la melodía me era muy conocida. Asomé la cabeza y vi a Kiwi en la cama de Kylan jugando a perseguir su cola. Kylan parecía estar en la misma posición que Kem, con la cabeza recostada contra la pared, pero no estaba con los brazos detrás.

Ironías de la vida.

Traté de hacer el menor ruido posible para alejarme, pero un paso en falso fue suficiente. Al instante Kylan abrió los ojos y volteó hacia mí. Su reacción fue extraña. Sonrió irónicamente.

—Eres tú, Ruby —dijo con voz ronca y pronunciando mal las palabras. Al instante me di cuenta que él también estaba borracho. Se levantó con dificultad y se acercó a mí tambaleante. Me fijé que su ojo derecho estaba morado, al parecer alguien le había dado un puñetazo. Abrí mucho los ojos, impresionada al verlo de esa manera. Él sonrío ante mi reacción, señalando su ojo—. ¿Esto? Me lo hizo Kem. Al parecer no le gusta saber que estoy enamorado de ti.

Hice una mueca al escucharlo.

—No importa. Le dije que no estás interesada en mí porque ya estás enamorada de alguien más: de él.

En ese instante Kiwi se percató de mí y corrió a mis pies, ladrando y sacudiendo la cola de un lado a otro. Me agaché hacia mi pequeño para no hacerle frente a Kylan.

—Te extraña... y yo también. —Suspiró al ver la mirada que le daba—. Es la verdad, Ruby.

Dejé a Kiwi en el piso y tomé a Kylan del brazo, llevándolo al baño que había en el pasillo como había en mi departamento. Todos eran iguales y tenían la misma infraestructura. Prendí la luz y lo hice sentarse en sobre el inodoro, sobre la tapa, claro.

—Quédate aquí, Ky.

Kylan sonrió.

—¿Ya estamos en confianza? Eso me gusta, nena.

Traté duro de no rodar los ojos. Los hermanos Woods eran difíciles de tratar, en el buen sentido. Me alejé de él dejándolo con una gran sonrisa en el rostro. Caminé hacia la cocina y abrí la nevera, cogí hielo y un paño que había sobre la cocina. Envolví el hielo ahí y lo llevé de vuelta al baño. Kylan seguía con una gran sonrisa en la cara.

—Ten. —Le tendí el paño con hielo—. Presiónalo en tu ojo por varios minutos.

Kylan cogió el paño de mi mano, pero también me tomó de la muñeca y me acercó a él para ponerme entre sus piernas abiertas.

—¿Estás aquí por mi hermano, verdad? ¿Estabas aquí con él, cierto?

No respondí, pero él negó con la cabeza repetidas veces.

—Por supuesto que sí —se respondió el mismo—, claro que él fue a verte. Incluso estás usando su ropa. Y después de todo lo que ha hecho, ¿piensas volver con él?

Fruncí el ceño.

—No sé por qué preguntas eso.

Intenté alejarme, pero Kylan me rodeó la cintura con sus brazos, dejando su paño de hielo sobre la encimera del lavabo a nuestro lado.

—Espera, Ruby —dijo mirándome desesperado—. Sé que lo amas y él a ti, y que no tengo derecho a decirte esto pero necesito hacerlo: no vuelvas con él. Él no te merece. Tú te mereces a alguien que te ame completamente, que tengas todo su amor y si sigues con él nunca lo tendrás. Tendrías que compartir su amor con su hijo o hija y te dejará de lado. Tú no te mereces eso.

Mil emociones me llegaron al corazón. Con mucho cuidado me alejé de él y me planté a un par de metros sin tocarnos.

—Eso no lo decides tú, Kylan. Pero te diré algo, si es que regresara con Kem, jamás competiría con el amor hacia su hijo. ¿Y sabes por qué? Porque eso no se hace, cuando uno ama completamente no comparte, sino que ama también. Amaría a su hijo porque sería suyo y porque lo amo.

Kylan se quedó sin palabras. Bajó su cabeza y alcanzó el paño con hielo, presionándolo contra su ojo. Yo lo dejé ahí, sin decir nada más.

Al salir del baño choqué contra alguien. Alcé los ojos para observar los de Kem.

Sin decir nada pasé por su lado y me dirigí a su habitación. Su borrachera parecía no pasarle porque sus movimientos seguían siendo torpes. Kiwi entró tras de mí y Kem tras él, cerró la puerta con seguro y se recargó contra ésta. Su mirada parecía traspasarme, no sabía si estaba molesto o triste.

—Los escuché. Te escuché —dijo y con eso mi corazón latió más rápido.

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