El Trágico Final || Drarry ||...

By dracobees

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--TERMINADA-- Draco supo que era el final cuando sintió el frío contacto del aliento de Bellatrix en la nuca... More

Capítulo Uno - El Comienzo del Final
Capítulo Dos - La Mansión de los Malfoy
Capítulo Tres - La Noche
Capítulo Cuatro - De Vuelta a Hogwarts
Capítulo Seis - Navidad
Capítulo Ocho - Los Baños
Capítulo Nueve - La Capa de Invisibilidad
Capítulo Diez - La Recogida
Capítulo Once - La Redacción de Historia
Capítulo Doce - Ernie Macmillan
Capítulo Trece - Pensamiento Mayor
Capítulo Catorce - La Mansión de los Malfoy
Capítulo Quince - No Me Importa
Capítulo Dieciséis - La Biblioteca
Capítulo Diecisiete - La Torre de Astronomía
Capítulo Dieciocho - Prométemelo
Capítulo Diecinueve - Un encuentro desafortunado
Capítulo Veinte - Una Luz Verde que los Envuelve a Todos
Capítulo Veintiuno - El Final del Comienzo
Capítulo Veintidós - Desahuciado
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Capítulo Cinco - ¿No desayunas?

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By dracobees

5. ¿No desayunas?

Harry no encontró lo que buscaba, y eso le produjo una sensación de inquietud. Sin embargo, no quiso darle mucha importancia, porque se lo podría haber dejado en cualquier lugar: en la casa de sus tíos, en la de Draco o en la de Ron. No había nada de qué preocuparse.

Se lió tanto buscándolo que se le echó la hora encima y cuando se quiso dar cuenta era más de media noche. Con un bostezo se había metido en la cama, un poco culpable por haberse olvidado de Draco.

A la mañana siguiente, se levantó rápidamente, se vistió igual de rápido y bajó para desayunar. No había mucha gente ahí, pues era aún muy pronto, así que se resignó a desayunar cualquier cosa y a esperar a Draco. En cuanto le vio entrando por la puerta, se levantó y se dirigió a su lado.

  —Draco, perdona por no haber bajado a estar contigo. Me lié y se me echó la hora... —empezó a decir Harry deprisa, pero no terminó la frase porque Draco le interrumpió con pinta de no estar enterándose de nada.

  —Harry, Harry, espera un poco —alzó las palmas hacia el pelinegro—. ¿Qué ocurre?

Harry le miró. Tenía el cabello despeinado, como si no le hubiera apetecido mucho peinárselo, y mostraba esa expresión tan característica de cuando te acabas de levantar. 

  —Hum... ¿no estás molesto conmigo?

Draco suspiró pesadamente, pasándose una mano por el rostro.

—Es muy pronto, Harry. No me apetece ni abrir los ojos, ¿te crees que me va a apetecer estar molesto contigo? —sonrió con cansancio y le rodeó los hombros cariñosamente—. No te preocupes, ayer fui directo a la sala común de Slytherin. Qué quieres que te diga, a mí también se me olvidó que dijiste de pasada que nos veríamos luego.

Harry sonrió.

  —Qué poco caso me haces a veces.

—Oh, cállate —le dio un toque cariñoso en el brazo—. ¿Nos vamos fuera de las miradas cotillas?— murmuró Draco—. Hay un chico en Hufflepuff que no te deja de mirar y como siga así lo mataré.

Harry soltó una risa.

  —Ese chico es Ernie Macmillan, de Hufflepuff. No te preocupes, sólo somos amigos —miró que el rubio se dirigía a la puerta— ¿No desayunas?

—Ya desayunaré otra cosa  —le echó una mirada significativa.

Harry  soltó una carcajada mientras sus mejillas se encendían.

—Mira que eres vulgar.

Draco abrió la boca teatralmente, haciendo que estaba ofendido.

—Y tú mal pensado. Me refería a la satisfacción de tu compañía, nada más —Harry le envió una mirada significante —. ¡Otra vez pensando mal! —alzó los brazos, exasperado —. Tendrás que hacerte un lavado de cerebro, cariño.

Harry le dio un toque cariñoso en el costado y se alejaron del Gran Comedor en dirección a los verdes jardines que rodeaban el castillo. Sin embargo, escucharon una voz que les llamaba a lo lejos y se giraron. 

—¡Potter, Potter! 

Era la profesora McGonagall con un montón de papeles en una mano. Les observó perpleja durante un momento mientras se giraban, Draco con el brazo sobre los hombros de Harry. Pero esa expresión desapareció tan rápido como había aparecido y las comisuras de sus labios subieron tiernamente.

—Potter, aquí tiene su horario —le entregó uno de los papeles que sostenía—. Malfoy, te veo radiante. El profesor Snape está repartiendo vuestros horarios, acércate para coger uno. Os deseo un buen primer día —se despidió ladeando la cabeza y se marchó. 

  —Lo que te decía, Potter. —comentó Draco con una sonrisita de suficiencia —. Yo siempre me veo radiante. Y tú tardaste cuatro años y medio en darte cuenta.

Harry puso los ojos en blanco.

 —Qué creído te lo tienes.

Draco alzó y bajó las cejas. Guió a Harry fuera, bajo la luz del verano casi acabado, y caminaron unos minutos en silencio contemplando el paisaje, el lago reluciente con los rayos del sol centelleando en su superficie y la pradera verde. A lo lejos se divisada el Sauce Boxeador y, más allá, las altas montañas que rodeaban el castillo como una muralla impenetrable.

Harry iba con la cabeza gacha leyendo su horario y, de vez en cuando, soltaba un bufido.

  —Pociones doble hora los lunes —se quejó el chico, enseñándoselo a Draco y haciendo una mueca—. Qué asco.

Draco soltó una risa dulce y le revolvió su cabello negro.

  —Tranquilo, león. No me saques los colmillos.

Harry se apartó el cabello del rostro impacientemente, analizando aún el horario.

—¡Eh, pero mira! Los viernes tengo la primera hora libre —señaló el día con una sonrisa en el rostro—. Si tú tampoco tienes nada, entonces ahora no tenemos nada que hacer. Deberías ir a mirar el tuyo, ¿no?

—Nah —contestó Draco metiendo su mano libre en el bolsillo del pantalón —. Aunque tuviera pasaría de ir. Es el primer día, por Merlín.

  —Qué malote que te estás volviendo.

Volvió a soltar una carcajada.

  —Ya era así, leoncito.

—Claro que no lo eras. Y no me llames así. 

—¿Cómo que no? —entrevió una sonrisa en sus labios—. ¿Y qué pasa con el año pasado? ¿Ya lo has olvidado? Robé una snitch, quise manipular el partido de quidditch, te robé un besito...

Harry puso los ojos en blanco.

—¿Un besito? ¿En serio? —suspiró. No podía negar que llevaba razón—. Está bien, está bien —alzó las manos—. Siempre has sido un malote.

—Pues lo que decía —siguió caminando con una postura desgarbada—. Sé que eso te pone. 

  —Muchísimo.

  —¡Harry! —exclamó Draco dándole un golpe juguetón en el hombro—. No hables así, por Merlín, que lo único que quiero hacer ahora es arrancarte la ropa.

—Si eres tan malote, ¿por qué no lo haces? —volvió a lanzarle una sonrisa de medio lado, juguetón. 

Draco le echó una mirada, la cual no pudo descifrar Harry. Se juntó a él, alzó la mano y con un solo movimiento desabotonó el botón de la túnica de Harry, dejando al descubierto su camiseta.

  —¡Draco! —exclamó Harry, sorprendido —. ¿Qué...?

  —Te pienso arrancar la ropa.

Harry le sujetó las muñecas.

  —¡Era broma, era broma! —el rubio seguía mirándole de aquella forma, divertido.

—Esperate un poco, ¿quieres? No llevamos ni veinticuatro horas en el castillo.

Su rostro estaba a pocos centímetros del suyo.. Una sonrisa se hizo paso por el rostro del pelinegro, el cual se perdió durante unos instantes en los ojos de Draco, tan claros y puros como el mismo cielo que tenían sobre sus cabezas. De hecho, eran tan parecidos que por un momento pensó que eran dos agujeros y que tras ellos lograba distinguir el cielo, libre de nubes y en su total resplandor.

—Querías que fuera tu malote—murmuró Draco con una sonrisa ladeada. 

Harry abrió la boca para poner objeciones a su lógica. Sin embargo, apenas separó los labios para hablar, Draco juntó sus labios.

Harry cerró los ojos y se dejó llevar. Hundió sus manos en los cabellos rubios del chico, sintiéndolo suave y liso entre sus dedos. Sintió que las manos de Draco se posicionaban sobre su mejilla, su nuca, su pecho.

Se separaron jadeando.

  —Vaya —suspiró Harry, aún con la mirada fija en los labios que ya ansiaba saborear—. Realmente no me lo esperaba. 

Draco le sonrió, mirando también sus labios rosados.

  —Te das cuenta de que tenía razón, ¿no? —preguntó Harry con una sonrisa burlona en el rostro. Draco subió las cejas, curioso—. Antes no estaba pensando mal. Realmente querías desayunar algo diferente.

Draco le recorrió el contorno de sus labios con el pulgar.

—Quizás no desayunar, pero si esta noche vienes a la sala de los menesteres, te prometo que cenaré como Merlín manda.

Harry rió.

 —Me encanta cuando usas frases muggles sustituyendo "Dios" por "Merlín".

  —Pues a mí me encantas tú.

Harry le dio un golpe cariñoso en el hombro.

  —Qué cursilero eres.

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