El silencio de las Mariposas...

By BrisaHys

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《Cuidado con lo que deseas bajo la lluvia de estrellas.》 Melissa apenas puede caminar a seis calles de su cas... More

🦋 Dedicatoria 🦋
🦋 Perfhosia (NUEVO MAPA)
0. Año Nuevo
1. ¿Te gustan las mujeres?
2. ¿Quieres vivir?
4. El recuerdo de aquella vez
5. Cosquilleos en la piel
6. ¿Te puedo pedir un favor?
7. Volver a casa
8. Lo que puede soportar
9. Ellas en su mundo
10. ¿Dormir juntas?
11. Y no como amiga
12. Los labios más dulces
13. Soy una imbécil y me gustan las mujeres
14. Lo arruinaste
15. Nunca podrás entender
16. Una gota de problemas
17. ¡Devuélveme ese beso!
18. Lo contrario al silencio
19. Como un roble
20. La vida te arrastra
21. Fue culpa del Helado
21. No me dejes sola

3. Respiración automática desactivada

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By BrisaHys


Las calles estaban invadidas de una multitud que cargaba carteles naranjas. Inundaban el aire con cantos cortos con rima. La mayoría de los protestantes llevaba prendas negras y un menor grupo dejaba carteles atados en las rejas del Ministerio junto a muchas velas.

El paso a los vehículos se encontraba bloqueado. Lilian trató de mantenerse alejada de la multitud desde que llegó, pero en su interior se sentía impulsada a mezclarse con ellos.

Al parecer se turnaban. Una parte descansaba en la plaza, en las carpas improvisadas y en el suelo; y otra parte marchaba en la calle frontal, de ida y vuelta. Podía verse a un par de camarógrafos agotados. Si Lilian quedaba grabada, sus padres la verían en la televisión. No había traído ni una gorra para disimular su rostro, por lo que se limitó a observar desde lejos desde hace veinte minutos.

Fue solo un momento en el que el auto de su hermano cruzó su vista. Estaba tratando de salir por las rejas de enfrente antes de que se llenara de personas. La multitud se amontonó sobre él como quienes se amontonan sobre los culpables antes de ir presos. Con la única diferencia de que no estaban golpeando el vehículo, aunque sí le impedían el paso.

Solo ese instante bastó para que Lilian sintiera una amargura en su cuerpo y una pesadez en el pecho: lo que quiso hacer estuvo mal. Su familia, a pesar de pertenecer a la otra parte, era la que le había dado una oportunidad para vivir.

No tenía por qué estar ahí.

Le iba a tomar otros veinte minutos volver a casa, así que se dio la vuelta para regresar caminando antes de que su hermano pueda verla.

Su cabeza todavía le traía los recuerdos pasados, se los refregaba en la mente impidiéndole disfrutar su presente. Dos partes internas de ella luchaban por lo que creían era correcto, y cada parte pertenecía a las dos familias distintas que tuvo.

Marchar parecía una buena manera de liberarse. Quizá la próxima vez podría traer una gorra y un buzo con capucha para pasar desapercibida.

Si es que había próxima vez.

—Lilian, no puedes contratar a nadie sin avisar...

—Aun no contraté a nadie, sólo puse el aviso.

—Está bien, yo me encargaré de las entrevistas. Si eres capaz de andar poniendo avisos, será fácil entonces que vigiles la semana de prueba de los postulantes.

No lo quedaba otra alternativa que obedecer.

—Está bien, yo me encargo.

No quería hacer enojar a Elena ni tener que dar explicaciones. Cortó la llamada antes de que saque otro tema a colación.

Si tenía éxito, iba a poder dejar de depender de la cafetería. Era un primer paso para ser libre.

La campanilla sonó obligándola a levantar la vista por instinto. La muchacha que acababa de entrar, a sus ojos, lucía hermosa. Traía el cabello rubio ceniza suelto a pesar del calor y sus ojos grises redondos reflejaban nervios.

Lilian no entendió que fue aquel escalofrío que le recorrió en la espalda al verla. Es decir, no quería entenderlo. Casi se parecía a... una compañera que tuvo. Aunque era imposible.

—Buenas tardes —habló muy bajo—. Quería saber sobre el empleo ¿de qué parte es?

Le dio un vistazo rápido sin comprender lo que dijo. Y solo ahí notó que tenía unas pecas suaves sobre su nariz.

—Lo siento ¿de qué parte... qué?

La extraña se incomodó con su mirada oscura y apartó sus ojos para observar a la persona que entraba por la puerta, como si eso le fuera a dar más valor para hablar. Al parecer se conocían porque la morena, que acababa de pasar a la cafetería, le regaló una sonrisa.

La combinación de su piel y sus bucles con aquella sonrisa que no era para ella, ruborizó a Lilian en cuanto la saludo. Esto le obligó a concentrarse en la barra para no tener luchas internas con su cuerpo.

Desde que Gema le había hecho esa pregunta no podía dejar de pensarlo. Comenzó a estar más atenta a su interacción con mujeres. Era como cuando tomaba conciencia de su respiración automática: al hacerlo se desactivaba, lo que hacía imposible que ella recuerde como respirar.

Lo mismo le sucedió cuando Gema mencionó las palabras: "te gustan las mujeres". Ahora no podía mirar correctamente a las mujeres sin sentir nervios, o que estaba fuera de lugar.

Lo había ignorado con éxito por muchos años y otra vez era torturada.

—¿Es para atender a los clientes o para estar en la cocina?

—Para atender la barra...

—Bueno... gracias —interrumpió la rubia.

—Gracias. —repitió su amiga, esta vez regalándole una sonrisa a ella al alejarse.

Las campanillas sonaron con una suave melodía familiar. Se habían ido tan rápido que apenas se dio cuenta.

Su instinto le pedía salir y darles la tarjeta de su madre, pero por otra parte no era su responsabilidad. El número de teléfono estaba justo debajo del cartel que ofrecía empleo. Si de verdad lo querían iban a volver.

La tarde pasó volando. Y a lo largo de la noche aparecieron más chicas y chicos consultando por el puesto. Pero en la cabeza de Lilian solo quedó rondando la primera que llegó en frente de su barra. No porque quiera darle el puesto sino porque su alarma se había activado.

Se veía muy nerviosa y, claramente, con dificultad para hablar. Quizá debió haberla tratado de mejor manera para no hacerla sentir incómoda.

Aunque no era ese el motivo por el que se encontraba pensando en ella. Sino porque era muy parecida a Addi. Por lo que provocó en su piel.

Apenas se dio cuenta de que Gema la estaba observando, se sintió abrumada. Creyó que de alguna manera Gema sabía lo que rondaba en su cabeza.

Solo la miró como una chica más. No hubo nada especial, ni una mirada única como las de las novelas en las que sabes que algo pasará. ¿Cómo podría Gema saber en lo que estaba pensando?

Bajó la vista y terminó de poner en orden la barra, de seguro solo se lo estaba imaginando.

Los lavaplatos que terminaron su trabajo dejaron las copas de nuevo en su lugar y se fueron. Ella se limitó a acomodar la mochila mientras evitaba la mirada de Gema. De cualquier manera, nunca podía impedir que ella se acerque.

—¿Harás algo ahora?

Lilian estaba distraída así que tardó en mirarla. Era de perderse en su mente a muchas veces. Aunque esta vez era por un motivo inusual.

—No creo.

—¿Podemos volver juntas?

Dudó un instante.

Sabía que le debía una disculpa por la manera en que la trató, pero ahora, que conocía el motivo por el que Gema se acercó a ella, no estaba segura de cuáles eran sus intenciones o sentimientos.

Y de qué tan amable le correspondía ser.

—Esta mañana fui muy estúpida al gritarte. —Comenzó—. Perdón por eso, pero tampoco quiero ir a ningún lugar.

—Entiendo. —Sonrió Gema con una ligera emoción—. Aunque... mi invitación fue para mañana, no para hoy.

No quería ser grosera, de todas maneras, dejaría de trabajar allí luego de asistir a la semana de prueba de su nuevo remplazo. Así que cuando el rostro de Gema le generó un poco de compasión, su corazón le imploró disculparse.

Mañana al despertar seguro volvería a sentirse fatal, y con ganas de mandar al diablo a todos y a la vida. Pero el hoy todavía no terminaba.

Y por eso quería aprovechar este momento para enmendar las cosas; en el que el enojo perdió, y una faceta más paciente de ella estaba tomado control en su cuerpo.

—No quiero ir a un lugar lleno de gente.

—¿Qué quieres decir?

—Te debo una disculpa —susurró—, salgamos ahora a donde quieras.

La alegría en Gema era evidente. Una sonrisa invadió su rostro para quedarse. Se acomodó el bolso y salió del local mientras Lilian cerraba con llave la puerta principal. La escena era similar a la de todos los días, pero esta vez el ambiente era distinto.

Comenzaron a caminar, primero sin rumbo, y luego Gema decidió llevarla a su restaurante favorito. O eso mencionó.

—Tienes que probar esto. —Pinchó con su tenedor un pedazo de carne, de su plato, y lo dejó en el de Lilian—. Es la delicia más deliciosa que probarás en tu vida.

Al masticarlo, la magia de los condimentos invadió su boca. Era exquisito. Le pidió permiso para probar otra porción de su plato, y luego pensó en ordenar uno para llevar a su casa. A Iván y a su papá de seguro les gustaría.

—Estuve pensando en lo de esta mañana y no es toda tu culpa. Lamento haberte insistido —habló Gema.

Lilian planeaba decir algo similar por lo que ya no sabía que palabras usar. Se limitó a entregarle una mirada de interés mientras seguía comiendo. Hasta que el silencio vuelva a interrumpirse.

—No debí sujetarte. No sé cómo hablar contigo, y siempre termino diciendo estupideces. Mi madre dice que suelo ser muy impulsiva, supongo que lo saqué de ella.

—Yo también hice una estupidez, perdona —dijo con sinceridad—. No tenía por qué gritarte.

Gema parecía estar de acuerdo al escucharla. Había estado un poco nerviosa cuando le ofreció salir, pero, al verla un poco más vulnerable, logró sentir un poco de confianza.

—Muy bien ya hablamos de lo que no debemos ni volveremos a hacer. —Hizo una pausa— ¿Mañana te gustaría ir al nuevo lugar que salió?

—¿Cuál?

—¿No viste los carteles? Reinas, es el nuevo boliche solo para mujeres.

Casi se atragantó al escucharla, y comenzó a toser. Gema estaba del otro extremo y solo pudo ofrecerle un vaso con jugo. Al tomarlo, pudo aclarar su garganta y volver a respirar correctamente. Definitivamente hoy tenía la respiración automática desactivada.

—Cuando te dije que no me gustaban las mujeres, no te mentía.

—Digamos que te creo. Igual podemos solo ir, bailar, estar un rato juntas...

Jugó con su cabello al decirlo, no fue intencional, pero había logrado una reacción en su compañera. Un bucle desordenado ahora era el dueño de su atención.

—No lo sé, debería pensarlo. —Volvió a dar un sorbo pensando en cómo respirar.

—También iré con una amiga.

Comenzaba a sentirse incómoda. En su mente daba vueltas la idea de que tal vez a Gema le gustaban las mujeres. ¿Podría preguntárselo? ¿No sería maleducado de su parte?

Una idea peor rondó su mente: Tal vez a Gema le gustaba ella. Quizá su pregunta por la mañana no era solo para entender su comportamiento...

Quizá Gema...

No, no podía ni pensarlo. Aún no estaba lista para pensar en eso.

Le pagó la cena y se despidió de Gema con un beso en la mejilla. Sus bucles rozaron su piel, su perfume la abrazó por un instante hasta que el viento se llevó todo rastro de que eso haya sucedido.

Gema se alejó por la calle opuesta perdiéndose entre las luces de la ciudad.

Cuando Lilian no la vio más, dio media vuelta para volver a su casa. Tenía la comida empaquetada, un poco caliente, estaba a diez minutos, pero tenía... miedo.

Estar en casa la haría pensar en su familia, en qué vio a Iván atrapado entre la multitud. En que deseaba estar en esa marcha, en pegar carteles de su mamá y de su hermana.

En definitiva, le urgía unos momentos a solas antes de volver a enfrentar la realidad.

Se sentó en el pasto de una plaza. Corría una brisa acariciando su mejilla y su cabello oscuro. Ella recostó su cabeza hacia atrás y observó las estrellas. Un encanto, un enigma, un misterio. Estáticas, y tan bellas a la distancia...

Se sentía tan plena siendo tan libre en la naturaleza. Cuando era niña, y ocurrió el asesinato, la ciudad Linder la transportó de inmediato al Hogar de Niños de Farasha.

Siempre deseó salir a explorar, recorrer los montes de Dleugel o vislumbrar los lagos de Enlapper, que no estaban tan mal con respecto a seguridad como las otras ciudades. Tal vez llegar más allá de las playas. Pero, en vez de eso, se encontraba atrapada para siempre en esa ciudad llena de corrupción.

Su familia no le permitía salir de Farasha. Todos los ahorros de ella provenían de sus padres, así que tampoco podía usarlos para ese fin.

Es por eso que, por lo menos, iba a buscar un trabajo distinto al que tenía. Sujetó su frente deseando ver una estrella moverse.

¿Habrá sido cierto que concedían deseos?

Cuando era niña, uno de sus amigos del Hogar se había infiltrado al Jardín. Él juraba haber pedido un deseo y siempre estuvo esperando cumplirlo. No quería olvidar su apellido, de dónde realmente provenía, y confiaba que en el futuro sería recordado junto a su familia con su nombre verdadero.

Al año siguiente una enfermedad mortal lo azotó. Sufrió en cama casi un año hasta que al fin su cuerpo dijo basta. Aun así, nunca flaqueó su anhelo por aquel deseo, y falleció sin temor.

Era absurdo. Era un cuento muy bueno para los crédulos. Su familia no obtuvo justicia, pero Lilian atesoró su nombre, como el de todos en su memoria: Conrad Sendra, el niño que quería llegar a las estrellas.

Cerró los ojos deseando que lloviera, el cielo estaba completamente despejado y había hecho mucho calor esos últimos días.

Cuando pudo vislumbrar gotas de lluvia con su imaginación, escuchó unos pies arrastrarse junto a un llanto suave que se acercaba a ella. Pues sí había invocado lluvia.

Abrió los ojos dejando de lado su mente para sentarse, y vio que el zombi era un chico que se acercaba por el camino que ella había tomado.

Cuando estuvo más cerca y notó la sangre en su rostro y en su ropa, sin dudar se levantó para socorrerlo.

—¿Te duele algo? ¿Te llevo al hospital?

Él negó con su cabeza.

—Entonces déjame curar tus heridas. —Lilian trató de encontrar sus ojos—. Te prometo no meter al Hospital de por medio.

Al decir eso, consiguió que el chico con su mirada llorosa le conceda un "gracias". Los hospitales pedían llamar al adulto responsable, y este era un claro indicador de que era alguien amenazante para este chico.

—¿Tienes a dónde ir? ¿Amigos?

Él volvió a negar con la cabeza. En lo que ella aprovechó para quitarse la campera y envolverlo. Eran de la misma altura, por lo que pudo tapar su ropa ensangrentada con éxito.

—Entonces curaré tus heridas. ¿Está bien?

A la mínima señal de un , lo sujetó de la mano y caminó apresurada a casa sin soltarlo. En menos de diez minutos logró llegar. El auto de Iván no estaba afuera. Agradeció al cielo y se escabulló a escondidas al baño.

Había decidido abandonar su minuto de paz, para estar ahí curando a un chico desconocido. Pero eso no la desmotivaba para nada. Era lo que le daba más ganas de vivir.

El chico no le dirigía la palabra. Así que, sin estar nerviosa, vendó las heridas de sus manos y también colocó una gasa en el corte de su frente. En el Hogar tuvo mucho tiempo para aprenderlo. Con una toalla húmeda, comenzó a limpiar las partes de su rostro que tenían sangre seca.

La respiración del chico era más liviana que antes.

—Muchas gracias... Por todo. —Tomó la toalla para seguir limpiando su rostro—. Lamento que hayas presenciado eso. Normalmente no me veo así.

Se levantó del suelo, mientras ella le daba lugar. No era un baño muy espacioso, pero podían moverse sin incomodarse.

—Puedes darte una ducha si quieres, te traeré una muda de ropa.

Ella se acercó a la puerta para darle intimidad, en lo que él la detuvo con su voz antes de que gire la perilla.

—No quiero aprovecharme, pero ¿Puedo quedarme hoy a dormir aquí?

A Lilian se le marcó una sonrisa en los ojos. No lo iba a exteriorizar, quería ser un apoyo para aquel chico sin parecer rara.

—Hay un poco de cena, ven al comedor cuando estés listo.

Fue a hablar con sus padres, después de tomar prestadas prendas del ropero de su hermano. No mencionó ningún detalle de sangre para no asustarlos. Ellos simplemente se mostraron felices de que haya llevado un amigo a la casa.

Después de todo, enFarasha nunca ocurría nada malo.

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