BRADLEY
Volver a despertar sin recordar cómo o en qué momento te has dormido es extraño, pero lo que lo vuelve complicado es el hecho de que estoy despertando aquí, en 00:00, razón por la cual no tardo en sentirme nerviosa. No tengo idea de qué hora es ni de qué ha pasado realmente, pero lo primero que hago al abrir los ojos es levantarme, comprobar que mi corazón sigue latiendo, y luego correr en dirección a la puerta.
Al abrirla y salir veo, antes que nada, que hay alguien en la puerta de la casa. Alguien a quien extrañaba sentir como siento ahora.
—¿Heather?—inquiero para atraer su atención, consiguiéndolo.
Ella voltea, pero al ver que se trata de mí, vuelve a la misma posición de antes, dándome la espalda.
—¿Qué ocurre?—pregunto, acercándome a ella.
—Es el teléfono fijo—responde, indicándome con la cabeza que mire la mesa—. Está hecho trizas.
Lo compruebo al darme cuenta de que sobre la mesa que antes estaba no hay nada. Así, salgo de la casa para acercarme y, al hacerlo, piso accidentalmente algo. Bajo la vista para ver de qué se trata, y ahí está.
—¿Quién ha hecho esto?—pregunto, agazapándome para alcanzar las piezas del teléfono fijo.
Heather no se acerca a mí. Permanece en el mismo lugar de antes, recostada sobre la puerta de la casa, con ese nuevo aire que acabo de percatarme que trae consigo. Sé que no está enfadada. No la veo capaz de estarlo. Pero eso no me deja pensar en ninguna otra opción por la que actúe distante.
—¿En dónde está Maddie?—alzo la mirada para verlo. Stephen está saliendo de la casa de los tíos, apresurado. Pasa de mí para dirigirse a Heather—. ¿La habéis visto, vegdad?
Heather se gira hacia mí, ignorando a Stephen. Decido ponerme de pie al darme cuenta de lo que está sucediendo, pero no alcanzo a poder evitarlo.
—¿No te parece patético?—suelta Heather—. Stephen, cariño, esa tía nos importa una mierda.
Stephen también me observa súbitamente, tan sorprendido como yo. Al darse cuenta de este intercambio de miradas, Heather pone los ojos en blanco y entra a la casa. Decido acercarme y entrar también a la espera de que ella vuelva a hacer algo extraño pero, en lugar de eso, se dirige a la habitación de Maddie. Llama a la puerta, luego grita su nombre. Al no recibir ninguna respuesta decide entrar, pero cuando abre la puerta descubre que la habitación está vacía.
No hay rastro de Maddie ahí adentro.
—Vale, ha pasado algo raro en la casa—comento, saliendo de la casa para poder hablar con Stephen—. Alguien o algo ha roto el teléfono fijo, y Maddie no está.
—Pego volvegá—añade Stephen.
—Oh, ya quisieras—lo corta Heather, uniéndose a nosotros sin muchos ánimos—. Creo que ya lo sabes, pero para salir de este juego tienen que haber dos muertes. Ya tienes la de Cameron, faltaba una más. ¿Y quién mejor que Maddie para completar la cuota?
Stephen se gira hacia mí sorprendido de nuevo, pero ahora yo me dedico a mirar a Heather como si no la conociera. Va a sonar raro, pero sé que el teléfono roto y la ausencia de Maddie no son las únicas cosas que han cambiado aquí adentro. Esta no es la misma persona de antes, por más que no pueda descifrar por qué.
—¿Qué habéis hecho ayer?—pregunto, dirigiendo mi mirada a Stephen.
Este baja la cabeza.
—He entgado a la habitación de Maddie pogque...—repentinamente parece recordar algo y se vuelve, recorre todo el camino hasta la entrada de la casa de los tíos y, desde ahí, sigue hablando—. He escgito en el cuadegno que antes tenía que había algo allí, pego no ega yo gealmente quien escgibio eso, así que cuando llegué...
—Más despacio, francesito—lo interrumpe Heather, haciéndole señas para que se acerque de nuevo a nosotras.
Stephen, resignándose y sin decir nada ante esta nueva actitud de Heather, vuelve a donde estaba antes echándole vistazos a la antigua mesa del teléfono fijo.
—Hablé con Maddie, y descubgí que se dgogaba, aún estando aquí, en la casa—concluye—. Además... pegdí mi cuadegno.
Heather se encoje de hombros con desdén, volviéndose hacia el muchacho. Interiormente, algo me dice que está a punto de volver a atacarlo pero, de repente y por alguna extraña razón, se vuelve en mí dirección. Entonces creo que va a atacarme a mí, y sé que ante eso no sabré cómo responder.
Pero no. No es eso lo que hace.
—Yo he visto todo lo que ha ocurrido mientras no estaba. Te he visto a ti disparándole a Cameron—me espeta, observándome directamente a los ojos. Oigo sus palabras y no puedo creer que le pertenezcan—. Pero también he visto algo más. ¿Recuerdan que tanto Brenton como Freddie han desaparecido? Bien, no es así. Se han entregado.
Da un paso hacia adelante, un paso hacia mí, y me señala con el dedo a pesar de tenerme justo delante de su cara.
—Por ti.
—¿Por mí?—resoplo—. Eso es inútil.
Heather lanza una carcajada sarcástica, volviendo a echarse hacia atrás.
—¡Ni me lo digas!—se burla—. Han entregado sus vidas a cambio de tus sentimientos. Qué estúpido y patético resulta eso, ¿no crees, Bradley?
Noto cómo algo en mi pecho comienza a quemar. Es esa extraña sensación que también me invadía constantemente las primeras semanas de luto, y es la impotencia. El enfado porque no puedo hacer nada contra la actitud de mierda de Heather, y porque ahora el teléfono fijo está roto. No tengo ninguna manera de hablar con Joey para enviarla al cuerno y decirle que olvide lo que esos imbéciles hicieron, que no valgo tanto la pena.
Hasta que caigo en la cuenta de ello.
Estoy enfadada. Por ende estoy sintiendo.
Cuando miro de nuevo a Heather lo entiendo, y cuando ella se da cuenta de que lo he pillado, sonríe.
—Sí, Bradley. Lo que hice ayer fue pedirle a Joey que te devuelva tus sentimientos—masculla, y añade suspenso a la situación, aguardando para soltarlo—. Claro, a cambio de los míos.
Finalmente las piezas encajan. El extraño comportamiento de Heather tiene una razón, y es que ya no tiene lo que antes la caracterizaba, y era su sentir. El hecho de que, como ya lo he dicho, sintiera demasiado. Por eso ahora... no es la misma.
Puede que esta sea una buena razón para justificar su actitud, pero no veo nada de bueno en lo que ha hecho. ¡Joder! ¿Por qué intentan solucionar las cosas? ¡Todo habría sido perfecto si dejaban a una tía estúpida pagar las consecuencias de haber matado a alguien! Incluso habría sido mejor si Heather comenzaba a odiarme por ello. Si se alejaba. Pero... ¿dar sus sentimientos a cambio de los míos? Menuda mierda.
—Tiene que ser broma—maldigo—. No puedes haber hecho eso. No por mí.
Noto ese estúpido y cliché nudo en la garganta cuando suelto esas palabras, y de repente ya no me veo capaz de seguir hablando. Heather lo nota, así que, al llevar la ventaja en ese sentido, prosigue.
—¡Claro que lo he hecho por ti!—dice, alzando la voz. Stephen comienza a alejarse con lentitud—. Y por mí. Para dejar de sentir toda esa mierda que me ataba a todo.
Por un momento llegué a creer que volver aquí era lo único bueno que podría pasarme. Que tener a Heather a mi lado sería la gloria, que algún día saldríamos de esta y podría suceder algo bueno. De verdad llegué a ser tan estúpida como para creer que saldría, en primer lugar, sana. Tras haber presionado el gatillo, tras haber matado al asesino de mi hermana, era sabido que salud no entraría en la lista de cosas que me llevaría de nuevo a casa. Mucho menos si hablamos de salud mental. Además... está el factor de que ahora sé cómo ocurrieron las cosas con Melody. Sé con quién solía juntarse. E incluso me he hecho cargo de ello. Pero será algo que no podré olvidar.
Una de esas marcas eternas de las que leí alguna vez.
Con o sin sentimientos, maté a alguien. Y para alguien que piensa demasiado, es algo fuerte. Incluso para alguien que quizás no piensa tanto. Pero da igual. Realmente no importa. En cuanto 00:00 se termine, Bradley Hansen será responsable de sus actos. Eso significa...
No sé. No sé qué significa. Pero tampoco quiero saberlo.
No puedo creerlo. Joder, no puedo.
He hablado con mi difunta hermana hace un par de horas. Me ha dicho que sigue conmigo, pero cuando vuelvo la vista atrás sólo veo sufrimiento, no acompañamiento. Me veo a mí, sola, llorando en la mañana, en el desayuno, de camino al instituto, veo el maldito dolor que deja la partida de alguien tan importante.
¿Y en dónde está ella?
¿Dónde estuvo cuando más la necesité?
Comienzo a sentir, de nuevo, que ya no puedo mover mis manos. Está pasando de nuevo. Parece que cada vez que llego a un límite, mí limite, tengo que perder el control sobre mi propio cuerpo. Pero esta vez me importa una mierda. Soy más fuerte que lo que sea que me haga esto.
Intento sacudir mis manos y, al lograrlo, vuelvo a alzar la mirada. Heather sigue a la espera de una respuesta por mi parte.
—¿Esa mierda de la que hablas me incluye a mí?
Esa pregunta estaba destinada a alterarla pero, al contrario de lo que esperaba, Heather permanece tan tranquila, con los brazos cruzados y esa mirada divertida, que hasta eso consigue hacerme enfadar un poco más.
—¿Cómo no podría incluirte a ti, Bradley?—inquiere con tono de burla—. Claro que te incluye. Te he dicho desde el primer momento que cualquier sentimiento bueno que puedas tener hacia otra persona, que te ate, que la haga importante, o lo que sea, es lo peor que puedes hacer en 00:00. Aquí no hay tiempo para toda esa mierda. Tenlo en cuenta.
—¿Tú lo tuviste en cuenta cuando me besaste?—suelto, enviando al cuerno la presencia de Stephen.
Poco me importa que lo sepa. Después de todo, no era nada que mantener en secreto.
Heather sigue manteniendo esa estúpida serenidad que parece controlarla.
—Dime—le insisto cuando no responde nada—. ¿Pensabas en eso cuando me esperabas fuera de mi habitación? ¿Cuándo le dijiste a Joey que me devolviese mis sentimientos a cambio de los tuyos? Porque no parece que haya sido así.
Esperaba ver cierto disgusto en su expresión cuando se dignara a responder pero en lugar de eso veo una sonrisa. Una falsa, pero a fin de cuentas es una sonrisa.
—Sabes que no. Pero eso no me impide tenerlo en cuenta a partir de ahora.
Se gira, dispuesta a irse, y por un momento se me cruza por la cabeza la idea de dejar que se vaya. De hacer caso a sus palabras sólo para fastidiarla, pero recuerdo que ahora eso es imposible. No puedo generar nada en ella, y sin embargo ella es consciente de que, en mí, tiene todo el control que desea. Puede que ahora ella no tenga sentimientos y eso la vuelve una roca, una estúpida roca, ¿pero entonces yo me vuelvo más débil por tenerlos? ¿Más vulnerable? ¿Por qué no un poco más humana?
—No puedes irte así—le digo, alzando la voz, a la espera de que se detenga.
Que frene en seco y vuelva a mirarme.
Pero no lo hace. Sigue caminando, entrando a la casa.
—¿No?—dice desde dentro—. Mírame.
Me apresuro a seguirla, pero antes de poder llegar a ella, Stephen toma mi muñeca para detenerme. Estoy a punto de devolverle una patada en la cabeza por impedirme ir tras Heather, pero entonces él habla.
—Déjala ig—murmura—, a no seg que tengas una buena gazón paga detenegla.
Lo miro a los ojos y no puedo creerlo, no puedo entender cómo casi lo olvidaba. El papel que Melody me había dado para Heather. Lo tenía conmigo, así que supongo que lo dejé justo en la cama. Me zafo del agarre de Stephen y entro a la casa pero en lugar de dirigirme a la habitación de Heather, me dirijo primero a la mía, y en definitiva ahí está. En la cama de blanco, un papel resalta.
Cuando lo tomo descubro que se trata de una foto en la que se ve a una tía de pies a cabeza, y sus ojos son idénticos a los de Joey.
Pero no tengo tiempo a pensar en eso porque vuelvo a apresurarme a ir a la puerta de la habitación de Heather. Una vez allí me detengo a pensar en si debo llamar o simplemente entrar, pero el simple hecho de que me esté haciendo esta pregunta me hace sentir una completa idiota, así que sólo lo hago. Abro la puerta y estoy dentro.
Heather está de pie frente a la puerta como si hubiese estado esperando.
Sin decir nada, extiendo la imagen en su dirección. Sólo cuando ella la toma decido hablar.
—Es Joey—digo, y espero.
Espero a ver su reacción. Y la hay, claro que sí, pero no es la que esperaba. Lo único que hace es una simple mueca, y luego, de repente, rompe la fotografía. Ni siquiera puedo impedir que lo haga.
—Siempre supe que esa tía era una perra—masculla dejando que el papel caiga para poder pisarlo con simpleza.