Deuda | Haikyū!!

By vassshu

63.7K 5.6K 1.4K

El padre de Shōyō tiene una deuda, pero murió antes de poder pagarla por completo. Por ley, la deuda pasa a l... More

Intrusos
Propuesta
Abismo
Auxilio
Rescate
Consuelo
Locura
Arder
Esfuerzo
Día a día
Prioridad
Recaída

Hogar

3.1K 335 74
By vassshu

Las sensaciones, emociones y sentimientos que Shōyō experimentó en sólo un momento, al llegar frente a su casa, fueron demasiadas como para describirlas una por una.

Su cuerpo entero temblaba en nerviosismo. Esperando frente a la puerta. Tocando ni tan fuerte ni tan despacio, lo suficiente para que fuera escuchado. Y al contar hasta diez en su cabeza, su madre apareció en su visión cuando la puerta fue abierta.

Shōyō se encogió, apretando los labios con fuerza.

Ver a su madre. A su persona número uno, a su lugar seguro.

Se tiró a los brazos de ella, quien, estaba tan sorprendida que apenas y pudo reaccionar cuando su hijo se acurrucó en su pecho.

Ume acarició con las manos temblorosas la espalda de Shōyō. Parpadeó varias veces cuando su visión se hizo borrosa a causa de las lágrimas, para ver aquel anaranjado cabello característico de su pequeño.

— Mami. — sollozó Shōyō, sin apartarse ni un milímetro de ella — Mami, mami.

Ume no pudo contener sus lágrimas, ahora parpadeando para que ellas salieran e inundaran su rostro. Sintió un agarre por detrás y al ver a Natsu, igual de conmocionada, la tomó en brazos para sentirlos a ambos.

Natsu tomó el cabello de su hermano entre sus manos y lo tiró, tomando su atención. Y cuando Shōyō tuvo sus ojos en ella, la niña se largó a llorar a moco tendido.

Natsu no tenía idea de que sucedió en aquella semana, ni tampoco su mente llegó a comprender lo que pasó aquel día. Pero lo que sí, es que extrañó demasiado a su hermano mayor.

Cuando Ume logró recuperar un poco el control, sus ojos fueron a parar fuera de la entrada. Más allá estaba Tobio, con la mirada fija en el suelo y la cabeza cabizbaja.

— ¿Quién es?

Shōyō miró a Tobio, apretando sus manos en la polera de su mamá.

— Él...— no supo qué responder.

Al quedarse en silencio, su madre dejó a Natsu en brazos de su hermano y salió fuera de casa. Lo único que Shōyō escuchó después fue la cachetada que Ume le dio en el rostro a Tobio.

El silencio que se hizo después de aquel golpe fue uno gélido.

La mujer tenía ira desbordando en su mirada.

— Pasé una semana completa sin saber de mi hijo. — murmuró, con un nudo en la garganta — ¿Cómo se atreven a venir a mi casa y llevárselo como si fueran dueños del mundo? ¿Qué se creen? — su voz titubeó por un segundo. Ume trataba con todas sus fuerzas no llorar — ¿Con qué derecho? Irrumpiendo nuestra paz...— apretó los dientes.

Cada uno de los días se arrepentía de no haber intervenido más en las acciones de su hijo. Como una madre, no debió permitir que se lo llevaran. Como una madre, debió protegerlo. Como una madre, debió hacer algo.

Fue impotencia lo que sintió la mayoría de días.

— Lo siento.

— ¿Cree que eso arreglará algo?

Quería abofetearlo otra vez.

El aspecto de Shōyō era diferente a como se había ido. Ahora no brillaba tanto y era más que obvio que bajó de peso, Ume podía darse cuenta a simple vista. Conocía demasiado bien a su propio hijo como para no percatarse de aquellos detalles.

— Mamá.

Miró a Shōyō cuando la llamó.

— Él me salvó.

Shōyō encontró las palabras exactas para hablar de Tobio. Sonrió de lado, limpiando sus lágrimas. Y Natsu se acurrucó más en los brazos de su hermano, cerrando los ojos porque llorar la hizo gasta energías.

— No es malo. Él no lo es.

Ume miró a Tobio, aún desconfiada y con ira.

— Lo lamento. — él dijo, más claro que antes, sin echarse para atrás ni apartando la mirada — No arreglará nada de todo lo ocurrido, lo sé, pero quiero, al menos, disculparme de todo corazón.

Shōyō tomó a su madre de la mano, sonriéndole para tratar de calmarla, pero ni con eso ella destensó sus hombros ni tampoco quitó esa mirada que tenía.

— Entra. — dijo a su hijo, tan seria que Shōyō dudó verla alguna vez así antes.

Estuvo a punto de reclamar, pero al ver que Tobio sacudía la cabeza, se adentró a casa con Natsu en sus brazos.

Lo primero que hizo fue ir a dejar a su hermana a su cuarto para acostarla, ya que estaba dormida. Y cuando estuvo por bajar las escaleras, una sensación bonita recorrió su todo su pecho. Viendo las paredes de su casa, oliendo el aroma a su casa, viendo los cuadros de su familia.

Shōyō regresó a su hogar.

Parpadeó rápido para no llorar, carraspeando y volvió a la entrada, abriendo solo un poco la puerta para escuchar.

— Después de todos estos años, ¿por qué ahora?

— Yo le prometí quemar esos papeles y lo hice, se lo prometo, pero ocurrieron cosas y Kiyoko encontró la forma de falsificarlos. — se escuchaba frustrado — No quise que nada de esto pasara. Le prometí en nombre de Shōyō que vivirían en paz y fallé.

A pesar de no entender demasiado la conversación, ya que no los escuchaba al cien, Shōyō pudo hacerse una idea. Salió de casa, tomando la atención de ambos.

— Vuelve dentro.

— Ya no soy un niño. — murmuró bajo, algo encogido de hombros.

La mujer suspiró, tocando su sien.

— ¿Sabías lo de papá?

Boom. Una pregunta directa como si fuera una bomba sin cuenta regresiva, dejándola caer para hacerla explotar.

Observó con inquietud el rostro de su madre, buscando alguna clase de expresión y al ver su mirada angustiada, Shōyō cayó en cuenta que ella sí sabía todo lo que él hizo.

— ¿Por qué...?

— Me iré por ahora, debo arreglar algunas cosas. — dijo Tobio al ver que era momento de un tema familiar — Regresaré mañana.

Ume se quedó en silencio mientras veía a Tobio marcharse, hasta que él desapareció de su campo de visión y devolvió su mirada a Shōyō.

— Hablemos dentro.

Se sentaron en la mesa, uno al frente del otro, con un ambiente más que tenso.

— Me enteré de todo. Las drogas, las apuestas, todo. — a Shōyō lo incomodó de cierto modo recordar todo lo que había visto — No entiendo cómo llegó a eso.

Ume tomó un par de segundos antes de hablar, notando que Shōyō tenía bastantes preguntas sobre el tema.

— Fue así desde antes de que Natsu o tú nacieran. — se encogió de hombros — Tenía problemas incluso antes de conocerlo.

Yoshio era un hombre amable, único, carismático y Ume se enamoró de cada una de esas cosas. De cómo la trataba, de cómo la miraba, de cómo la hizo sentir. Era cierto que notaba ciertos cambios en algunas ocasiones, pero en ese entonces no le tomó mucha importancia.

Yoshio no era malo, al contrario, era un hombre hecho y derecho. Pero al enterar a la adicción en la que estaba, obviamente hubo discusiones y rupturas de por medio.

— Jamás me trató mal. Me amaba y también los amaba a ustedes. — miró a su hijo, sonriendo de lado, pero con cierto disgusto en la mirada — Era buen padre, buen esposo, buena persona. Pero esa parte de él, el que era adicto a esa clase de cosas...al descubrirlo, fue un golpe duro.

— ¿Cuándo te diste cuenta?

Ume hizo memoria en silencio, sin apartar su mirada de la de Shōyō.

— Poco después de quedarme embarazada de Natsu.

En ese tiempo empezó a sospechar que su esposo llegara a altas horas de la noche con la excusa de estar trabajando horas extras y Ume lo siguió, de lejos, hasta llegar a un lugar apestado en hombres y mujeres con el afán de apostar.

Y después empezó a darse cuenta de más cosas, aunque fuera el más mínimo detalle.

La confrontación llevó a la quiebra total de su relación.

— No recuerdo haberlos visto pelear.

Ume suspiró.

— No era sano para ustedes así que fingíamos estar bien.

A Shōyō le dolía la cabeza. Tanta información, tanto que procesar. Llevó ambas manos a su cabello, despeinándolo y con la respiración pesada.

La imagen de su padre que recordaba, aquel hombre cariñoso que siempre estuvo a su lado.

— Shōyō. — Ume susurró, viéndolo con tristeza — Yoshio no era un mal padre, lo sabes, no lo odies, ¿sí? Tenía sus defectos, pero los amaba.

— No lo odio, pero tampoco sé si en este momento lo quiero. — habló en el mismo tono bajo que su madre, sin mirarla a los ojos — Si él nos hubiera amado como tú dices, no hubiera dejado una deuda millonaria que, aunque trabajemos toda nuestra vida, difícil podríamos pagarla.

Ume guardó silencio.

— Tiene la culpa de todo lo que pasó. Porque si él no hubiera apostado toda esa estúpida cantidad de dinero, yo jamás...— apretó los labios, con la garganta cerrada.

Se levantó de un salto, corriendo al baño. Ni siquiera pudo cerrar la puerta porque si se detenía sólo un segundo vomitaría el piso, así que se agachó rápido frente a la taza, vertiendo lo que había en su estómago.

Shōyō le recorrió un escalofrío cuando su madre sobó su espalda y casi la aparta, pero se abstuvo de moverse, tratando de calmarse primero.

Al dejar de vomitar se recostó en el piso, el frío del cerámico lo reconfortó por un momento.

— ¿Shō?

La mirada de su madre estaba alerta y más que angustiada, hincada a un lado.

Shōyō carraspeó, sintiendo su garganta picar.

— Comí algo que me hizo mal ayer en el almuerzo. Estoy así desde hace unas horas.

Shōyō no era bueno mintiendo, menos a su madre, pero ella no preguntó más al ver lo pálido que estaba su hijo y se enfocó en ayudarlo a llegar a su cuarto.

Shōyō se quitó la ropa que traía puesta para colocarse una más cómoda y, después de lavarse los dientes, se acostó en su cama.

El colchón que conocía. El aroma al que estaba acostumbrado. A las paredes del mismo color desde que tiene memoria.

Shōyō corroboró que estaba en su casa, en su hogar con su familia antes de dormir. Más tranquilo, ya que, al despertar, lo haría en un entorno que lo protegía.

Como era de esperar, Shōyō se despertó en la madrugada con el estómago revuelto y la respiración agitada después de una pesadilla.

Respiró profundo, conteniendo sus deseos de vomitar.

Salió de su cama y bajó hasta la entrada, abriendo la puerta con mucho cuidado. El frío de la noche lo envolvió enseguida y sus brazos se erizaron al instante, provocando un estornudo.

Shōyō se quedó de pie frente a la puerta, tratando de pensar en otra cosa. Y cuando un viento llegó con algo de fuerza, escuchó el pequeño golpe de la puerta cerrarse detrás suyo.

Shōyō maldijo en voy baja.

Llevó ambas manos a su rostro, suspirando con resignación y ni siquiera se molestó por el hecho de que ahora estaba fuera, de noche, con frío y algo hambriento. Sólo se quedó quieto, tratando de regular su respiración.

Se hizo cuclillas para abrazar sus piernas, cerrando los párpados.

Una parte de él todavía no se tragaba el hecho de que ahora estaba en su hogar, alejado de todo lo que lo hizo sufrir por una semana completa. En esas personas, en esa habitación, en...Sus pensamientos callaron.

Recordó a ese chico de cabello gris, Sugawara. El que lo ayudó y no dejó que esa mujer hiciera lo que quisiese. Jamás le agradeció y ahora se arrepentía por eso.

También a Kaede, esa mujer que, aunque al principio le guardó cierto rencor, ahora la quería de cierta manera. Ella le dejaba comida todos los días. Lo limpiaba. Lo cuidaba, aunque fuera en silencio. Ella fue la que más estuvo a su lado desde el principio.

Y en Kageyama.

Su pecho ardió.

Kageyama lo sacó de ese lugar. Kageyama lo protegió. Kageyama lo ayudó a comer. Kageyama lo hizo sentir a salvo. Kageyama lo contuvo. Kageyama lo consoló. Kageyama fue su salvación.

El como quemó aquel lugar sin importarle nada más. Sólo por él, sólo por Shōyō.

De pronto, en medio de sus pensamientos, sintió algo cálido envolverlo y al abrir los párpados, observó que era envuelto en una cobija. Cómo Kageyama estaba de cuclillas frente suyo, abrigándolo.

Shōyō se sorprendió, abriendo los párpados lo máximo que podía.

— ¿Qué tienes en la cabeza como para salir a mitad de la madrugada? Estás congelado. — tocó su nariz con la palma de la mano al decir — ¿Sabes cuántos grados hay en este momento?

Shōyō no pudo articular palabra, sin poder salir del shock. Llevó sus manos al rostro de Tobio, pellizcando ambas mejillas. Y al ver que él se quejó por la acción, Shōyō se sonrojó de vergüenza.

— Ah, lo siento. Pensé que estaba alucinando porque estaba pensando en ti y...— fue apagando su voz al darse cuenta de lo que estaba diciendo, sonrojándose todavía más. Apretó sus manos entre sí, nervioso — ¿Qué haces aquí?

Tobio se quedó en silencio unos momentos, sin dejar de acomodar la manta.

— Estaba preocupado por tus pesadillas. — murmuró — No podía dormir tampoco, así que mejor vine. Y creo que fue la mejor decisión que he tomado. — suspiró.

— ¿Desde qué hora estás aquí?

— Desde las dos. — sonrió de lado.

Ambos se levantaron porque tenían las piernas entumecidas de haber estado tanto tiempo en la misma posición.

— Venga, entra a casa.

— Se cerró la puerta.

Cuando vio al mayor parpadear, se sintió pequeño porque podía ver el enfado en sus ojos.

— ¿Para qué tienes las neuronas?

— No fue mi culpa. Fue el viento.

— Es que para qué sales a las cinco de la mañana con el frío que hace.

Se quedaron en silencio después de aquella pequeña discusión que tuvieron. Y luego, sin saber por qué, rieron bajo, para no hacer tanto escándalo.

— Supongo que no quieres despertar a Ume. — Shōyō asintió, agradecido con tener una cobija alrededor de su cuerpo — Ven a mi auto entonces, tengo aire acondicionado.

Shōyō se quedó en silencio un momento. Miró a Tobio a los ojos, respiró profundo y asintió, siguiéndolo hasta su auto.

No tenía que desconfiar de Tobio. Él era una buena persona, él no le haría daño. Shōyō confiaba en Kageyama Tobio.

Continue Reading

You'll Also Like

154K 8.9K 24
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...
306K 20.8K 93
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
632K 86.8K 58
El amor puede llegar de manera impredecible... Para aquel Omega que por mucho tiempo creyó que lo había encontrado, vendrá en su demandante e impone...
135K 11.3K 32
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...