Aventura De Una Chica Inocent...

By SkinnyHeart7

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Hay diferentes maneras de perder la inocencia, pero a Georgina no han podido arrebatársela a pesar de los dur... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Agradecimiento
Extra - Posible Historia
Amy Y Christian
Buenovela

Capítulo 3

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By SkinnyHeart7

Georgina

Me asusto al escuchar un grito y me levanto de mi silla al tiempo que veo a Alex salir por la puerta de vidrio, echando humos y rojo de la ira. Sarah casi corre detrás de él viéndose igual de molesta.

—¡Ni se te ocurra hacerlo, Alexander! —espeta ella señalándole con un dedo y él aprieta sus manos con fuerza.

—No te preocupes. Nunca me molestaría en interesarme por las necesidades de tus hijos.

—Eso es lo único que has escuchado. ¿Por qué me extraña?

—Esto está de película —susurra Heidy a mi lado sobresaltándome y ríe antes de abrazarme para volver su atención a la discusión—. Lastima que no hayan palomitas.

Niego mirando sus ojos azules de mi jefa, encendidos por la emoción y besa mi mejilla.

—Deberían irse de aquí y arreglar sus problemas en otro lado —sugiere Adam apareciendo y ahora no puedo apartar mis ojos de él.

Se ve tan tranquilo como siempre y, al igual que los últimos cuatro días, me ignora como si jamás hubiésemos tenido algún tipo de contacto. No ha intentado hablarme desde el martes luego de ignorarlo y de que nuestros amigos estén constantemente sobre él para que no se me acerque. Se rindió muy rápido, pero qué se puede esperar de él.

—Te puedo ceder mi oficina para que te desfogues con tu mujer un rato —dice Heidy con picardía.

—Yo no soy mujer de nadie —espeta Sarah mirando a Alex con fijeza congelándonos a todos—. Apenas y sí salimos.

Alexander ladea su cabeza y hasta mis huesos tiemblan cuando la recorre con esa mirada dura y gris. Lo he ido conociendo y sé que sus ojos cambian según su humor. Cuando viví esa semana en su apartamento y Heidy hablaba intencionalmente de Sarah sus ojos cambiaban dependiendo de lo que dijeran. Si la halagaban sus ojos brillaban y se veían azules, pero en momentos de enojo como éste, su mirada se endurece y sus ojos casi se tornan transparentes. Pero Sarah no le tiene miedo, ella sólo lo desafía y Adam dice que eso es lo que más enciende a Alex. Como el día que se ofreció a regalar el banquete para el matrimonio de Lucy, Adam dice que Alex lo hizo con la intención de molestarla y que ella lo mirara.

—No te preocupes, Heidy —murmura él con voz fría—. En otra ocasión tendré tiempo de hablar con mi no mujer. Regreso en dos semanas.

Cuando Sarah, ahora preocupada, quiere abrir la boca, Alexander ya está bajando por las escaleras, seguramente, tratando de evitar un peor enfrentamiento. No tengo idea de lo que ha sucedido entre ellos, pero ha de ser algo muy malo para que se enfrenten de esta manera a tan solo unas semanas de haber iniciado formalmente su relación. Además, de haber hecho enojar a una pacífica Sarah.

Mi amiga desaparece de nuestra vista casi empujando a Adam y éste la sigue cerrando la puerta.

—Ha de ser algo muy malo —le digo a Heidy, quien asiente preocupada.

—Ya lo creo, amorcito. Alex se ha enojado a lo grande con su mielecita.

—Espero que no terminen.

—No lo creo. Él se arrastraría en el piso por ella, pero no se lo digas a Sarah.

Rio y asiento volviendo a mi lugar. Sarah tampoco le pediría hacer algo semejante.

***

Sarah no baja a almorzar y Paula sale con su esposo. Subo con dos almuerzos, encuentro a mi amiga en su escritorio, conteniendo las ganas de llorar. Se da cuenta de mi presencia cuando dejo la bandeja frente a ella. Pasa su mano por su cara y bufa.

—No me di cuenta de la hora.

Me siento frente a ella y empiezo a comer mi pasta boloñesa. Ella ha pasado por muchos cambios en las últimas semanas, se me hace increíble como ha podido lidiar con todo eso, además de mantener en pie a los niños.

—¿Cómo están los niños? —pregunto. Ambos se parecen tanto a su madre, fuertes, alegres y tiernos.

—Bien. Están demasiado a gusto con Alex.

—¿Demasiado? Esta eres tú dudando.

—No dudo, pero Alex a veces es imposible. No todo se soluciona con dinero y no puedo dejar que le de a los niños todo lo que le piden. No te imaginas como eran en España pidiendo todo cuanto querían y Alex no era capaz de decirles que no. —Ladeo mi cabeza y la escucho desahogarse—. Ahora piensa darle un auto a Jake y a Louis para que vayan a la escuela. Sé que están en edad de conducir, pero un auto es demasiado. Son adolescentes y Jake anda con las testosteronas en la cabeza.

—Ambos son buenos chicos.

—Eso no quita que se puedan enloquecer teniendo un auto último modelo para ir a sus fiestas.

—Si el problema es el auto, dales el tuyo y ves que tan responsables pueden ser.

Me mira con la mirada entrecerrada y sonrío.

—Siempre tienes algo acertado que decir. Eres una mujer de cincuenta años encerrada en un cuerpo de una niña de veintidos.

—Si fuera Lucy ya estaría ofendida —digo y ríe.

—No contesta su teléfono.

—Estaba muy afectado por tus palabras, espera a que se calme. Te ama.

—Fui muy dura.

Asiento y ella suspira con pesar. Cuando nos enojamos decimos cosas que en realidad no queremos decir, por eso es mejor, cuando se está molesto con alguien, hablar cuando nuestro corazón está apaciguado. Los sentimientos muchas veces nos juegan malas pasadas, no lo sabré yo que aún no me repongo del drama que arme hace una semana en la fiesta de un desconocido.

Saco mi teléfono del bolsillo de mi saco cuando suena y leo el mensaje que me ha llegado.

*¿Aceptarías cenar conmigo esta noche? Aún estamos en esto de conocernos y lo prometiste* JB

Por un momento creo que es Adam, pero no me siento tan decepcionada. Hemos intercambiado mensajes durante toda la semana hasta muy tarde de la noche. Johny es un chico que encanta, pero no confío en mi suerte con los hombres, igual, no estoy buscando una relación sentimental. Esto de amar no es algo fácil de llevar.

Johny sabe lo que me sucede con Adam, y no sólo porque fue testigo de lo que hizo en la fiesta de su primo. Jonathan Blake ha sido como un tibio paño que me alivia y distrae.

—Johny me está invitando a cenar —le digo y ella sonríe.

—¿Quieres cenar con él? —Me encojo de hombros, porque no lo sé, no logro dejar de ansiar que Adam vuelva—. ¿Le has dejado claro lo que quieres?

—Si —digo con seguridad—. Él conoce mis sentimientos y sabe que sólo deseo una amistad.

—No le veo problema entonces, pero eres tú quien decide. El corazón no deja de amar de la noche a la mañana y mucho menos si esa persona tiene intención de volver arrodillado a ti para pedirte perdón por ser un cretino.

—¿Adam? —pregunto con el aliento faltando en mis pulmones.

Ella asiente y muerdo mi labio. No alcanzo a tener ningún tipo de pensamiento esperanzador, la puerta se abre y la voz de Adam pidiendo un documento se detiene, lo miro y sonríe mínimamente. No pensé que deseara hablarme, creí que...

—Ya te llevo el proyecto —dice Sarah interrumpiendo nuestras miradas.

—Gracias, Sarah. Hola, Georgina —dice y entra a su oficina y cierra la puerta, cosa que casi nunca hace y más si está solo.

Inspiro por cinco largos segundos y saco el aire antes de levantarme y recoger los platos. Sarah ríe y me ayuda. Ahora sí que me siento nerviosa.

—¿Saldrás con Johny?

—Se lo prometí.

Sarah me abraza y tomo la bandeja para dejarla en la cafetería que tenemos en este piso y que nadie utiliza. Heidy no toma café, sólo una extraña bebida verde que carga con ella y Adam sólo toma café de la cafetería de los Clark. Me dio una llave para que fuera al jardín que tienen aquí, me gusta ir unos minutos al día desde que Alex nos mostró el lugar para que Sarah se tranquilizara. Por cosas como esas creí la mentira de que quien dejaba los regalos era él.

***

Heidy, emocionada por mi «cita» con Johny, me permite salir una hora antes del trabajo. No pienso arreglarme de más, él dice que será algo sencillo, en plan de amigos. Sé que lo hace para que me relaje, y de esa manera es como me siento a su lado. Me coloco un pantalón verde oscuro, una blusa negra sin mangas con pequeños lunares blancos, un saco gris y zapatos bajos negros. Johny me envía un mensaje diciendo que está afuera y tomo mi bufanda, mis llaves y mi bolso.

Sale de su auto en cuanto me ve salir y cierro mi puerta con llave. Escucho mi teléfono fijo sonar y suspiro. Espero Alvin se canse pronto de llamar.

—Hola —saluda con una bonita sonrisa y pasa la mano por su cabello castaño claro. Tiene los ojos parecidos a los de Brad, muy lindo y deslumbrantes—. ¿Lista?

—Si.

Besa mi mejilla y abre la puerta para mí, a cada segundo me contagia esa tranquilidad que siento con él. Esta es la primera vez que nos vemos desde la fiesta, sólo hemos hablado, pero esa noche de hace una semana exactamente, logré tranquilizarme y disfrutar un poco la noche bailando con él y hablando con mis amigas. Nadie volvió a mencionar a Adam y tampoco lo volvimos a ver. La noche se animó aún más cuando dos horas después el primo de Johny regreso con una sonrisa enorme de la mano de su ahora prometida. Alicia es una chica muy animada, Paula nos la presentó, pero está medio loca al igual que su futuro esposo.

Me lleva primero a comer y hablamos mucho, como si nuestras conversaciones texteadas no hubiera sido suficiente. Luego vamos al cine a ver una película de acción, de esas de guerras y tragedias que no me gustan mucho. Hay suficiente violencia en el mundo como para inundarme más de ella. Podrán decir que soy una tonta romántica, pero ese amor es lo que le hace falta al mundo, y también a mi vida. Se vale soñar.

Ahora estamos en una cafetería tomando una taza de chocolate y pastel de manzana. Es una muy buena combinación para esta noche fría. Me empieza a hablar de él, cosas más personales. Espero no desee que yo también haga lo mismo, mi vida me pertenece sólo a mí, mis amigas saben lo necesario y respetan lo que no quiero decir.

—No conocí a mi padre hasta luego de la muerte de mi madre. Recuerdo que cuando era niño le rogaba que lo buscara, que sabía que él me querría, pero ella se negaba, luego perdí el interés, en apariencia, porque empecé a volverme un niño problema.

—Era normal.

—Estar en un reformatorio a los quince años por robo y volver a los dieciséis por herir con arma blanca, no es normal, Georgi. —Me yergo enseguida y él sonríe con pena—. Nunca pude pedirle perdón a mi madre por todo lo que le hice pasar. Ella murió en un accidente de tránsito dos semanas antes de que me liberaran, ya tenía diecisiete, y fue Simon quien fue por mí. Y era mi turno de odiarlo.

—Lo siento, mucho —digo y tomo su mano para brindarle apoyo.

A pesar de haber pasado nueve años ya, se nota que le duele pensar en eso. Sujeta mi mano y la acaricia con el pulgar soltando y lento suspiro.

—Cada vez se hace más fácil hablar de esto. Cosa que tú no haces.

No. No me gusta abrirme a las personas. Con mis amigas me costó y no fue hasta un año y medio de confidencias después que logré hablarles un poco de mi pasado. Ellas aún no conocen toda la historia.

—Eres un hombre fuerte.

—Mi padre tiene cáncer y lleva más de un año luchando con eso. Ya me estoy haciendo a la idea de que pronto se irá.

—Johny, no deberías decir eso. Él necesita tu apoyo.

—No lo quiere. Él no sabe que lo sé. Nadie de la familia lo sabe.

Es como le pasó a Sarah con su padre, los abandonó para que no sufrieran pero fue peor. Cuando regresó con su familia, lo apoyaron y logró salvarse. Fue difícil y duro, dice Sarah, sobre todo porque tuvo que lidiar con un embarazo adolescente, los reproches de su familia y la enfermedad de su padre.

—Intenta hablar con él, quizás todo mejore. —Bufa y sonrío—. No lo sabrás si no lo intentas.

—Ya veremos, bonita.

Y el calor sube a mi cara. Me escondo detrás de mi bebida caliente y bebo con lentitud para no quemarme.

Todos a mi alrededor has sufrido cosas en su adolescencia, unas más graves que otras. Heidy fue menospreciada por sus preferencias sexuales, Adam perdió a su mamá y se crió con un hermano cretino, Sarah quedo embarazada, Paula padeció con su madre la manipuladora, Lucy perdió a su padre en la guerra, Alex no tuvo infancia ni adolescencia por las responsabilidades que hoy ocupa, y ahora Johny.

Haciendo este recuento, los único que parecen haber tenido una vida normal y corriente son Mark y Brad.

«Aburrido» dirían Paula y Lucy.

Dos sujetos con vidas tranquilas se llevaron a las más alocadas.

—¿Y a qué se debe esa sonrisa tan bonita? —pregunta y saca su billetera para pagar.

Le cuento lo último de mis pensamientos y ríe de acuerdo. Ya conoce a Paula y sabe de lo que hablo.

—No creo que mi primo se moleste por eso. Con lo que le encanta exhibir a su esposa y ahora embarazada aún más.

Eso es muy cierto. La pelirroja, a pesar de lo desquiciante, lo merece.

—Se exhibe como pavo real al ser mellizos.

Johny ríe muy de acuerdo.

—¿Lista para ir a casa?

Asiento y salimos directamente hacia su auto. Ya son más de las nueve y hace mucho más frío. El invierno se acerca y debo empezar a proteger mi jardín para que mis plantas soporten las heladas, será trabajoso, pero amo cuidarlas.

Pasamos un viaje tranquilo, escuchando música actual y hablando de ella. Me hace reír con sus imitaciones de Taylor Swift. Lo que más me gusta de estar a su lado y hablar con él es que no he pensado mucho en Adam y él parece no tener interés en sacarlo a colación. Me habla de su próximo viaje y cómo le gustaría que nos viéramos a su regreso.

—Llegamos, bonita —dice y sale del auto.

No es por ser grocera, pero es un impulso que tengo siempre de jalar hacia mi autonomía e independencia. No es feminismo ni nada parecido, pero prefiero hacer las cosas por mí misma siempre.

Salgo del auto y niega con una sonrisa.

—No dejas a un hombre ser caballero con una hermosa dama.

—Lo siento, es costumbre.

Hace un gesto vago con la mano y abraza mis hombros para guiarme en el sendero que divide mi jardín y llevarme hasta la puerta de mi casa. Me encojo un poco, porque se siente incómodo. No es cálido ni me dan ganas de aferrarme a él como me sucede con Adam con una simple y amistosa caricia.

—Sana y salva, bella dama —dice y me suelta.

—Gracias por todo.

—Espero no haberte aburrido.

—No —digo con afán y ríe.

—¿Te gusta ser muy complaciente? —Esa pregunta me descoloca, porque no me considero alguien complaciente—. Descansa, Georgina.

—Tu igual, y gracias otra vez.

Se acerca para besar mi mejilla y se la ofrezco. Me quedo helada cuando cuando sus labios rozan los míos justo en la comisura y sé que me he puesto roja como un tomate. Me alejo enseguida y bajo la cara.

—Johny —digo y vuelvo a mirarlo.

—Lo sé, bonita, tu corazón. Ya hablaremos.

Y se va. Intento correr dentro de mi casa, pero las llaves caen y me agacho a recogerlas. Quiero estar entre mis sábanas y resguardarme allí. Esto es lo que no quería y se lo había dicho. No es porque ame a Adam, es porque quiero ser sincera conmigo misma a terminar engañando a alguien prometiendo sentir algo que no sucederá. No esperaba ese casi beso, no me quería ese casi beso y no me gustó, mucho menos. Deseo tener algo como mis amigas tienen, así como lo que vuelve a Paula una mansa ovejita, o como lo que altera las sensaciones de Sarah y como hace sonreír a Lucy a todas horas.

¿Puedo merecer algo así?

Lo deseo.

Entro a mi casa sin volver a mirar y cierro la puerta. Lo último que escucho es el ruido de su auto alejarse. Me pego a la puerta y resbalo hasta caer en el pido sentada, nerviosa por lo que acaba de pasar.

Sarah: ¿Cómo va esa cita?

Escribe ella en el grupo. Los nombres de Paula, Heidy y Lucy aparece escribiendo.

Lucy: Lo que te espera mañana, Georgina Fray. Ja Ja Ja.

Paula: Me voy a divertir contigo, pequeña minina.

No me gusta que ella me llame así.

Heidy: Hey. Georgi es la minina de Adam, no abuses de tu suerte, mujer doblemente embarazada por un adolescente.

Paula: Un adolescente ardiente que lo hace rico. Muy muy muy muy RICO.

Sarah: Y nos desviamos del tema. Georgi ya nos hablará cuando termine su cita.

Lucy: ¿Al menos el sujeto es lindo?

Paula: Todo un caramelo masticable.

Sarah: Es un Brad castaño.

Heidy: Pero no sonríe igual. Es demasiado serio para Georgina. Ella necesita un hombre que la haga sonreír, que disfrute estar a su lado, así sea sentados en un sofá acariciando un par de gatos.

Paula: Gatos, puaj.

Y así continúan durante un largo rato las cuatro. Ignoro el teléfono un rato mientras limpio los platos de mis gatos, tomo un libro de estante y subo a mi habitación para ponerme mi pijama especial, porque lo extraño, y meterme en mi cama. Vuelvo a coger mi teléfono y veo los más de cincuenta mensajes que hay. No me tomaré el trabajo de leerlos, conociéndolas, hace rato dejarían de hablar de mí. El último mensaje es de Lucy de hace cinco minutos, donde dice: ¿Dónde consigo ropa de mamá bonita? ¡Todo es feo!

Así son ellas.

Paula: Iremos mañana, bebé. Te voy a volver loca.

Rio, porque sé que es capaz de hacerlo. En realidad se enloquecerán la una a la otra.

Tomo valor antes de escribirles.

Yo: Besó la comisura de mis labios.

No contestan, ninguna lo hace por un par de minutos. Miro el teléfono esperando a que digan algo, quizás que le de una oportunidad a alguien que sí tiene un interés genuino en mí y no busca jugar.

Paula me sorprende con su pregunta. Bueno, no tanto.

Paula: ¿Qué sentiste? Si no sientes nada no sirve, cariño.

Heidy: Paula tiene razón. No mereces menos, amorcito.

Lucy: Contesta, Georgina. Me estás matando.

Rio al leer el mensaje de Lucy. Ella como siempre de apresurada e incontrolable.

Sarah: Dejemos que analice esto y mañana en la cafetería ya nos dirá lo que le sucede. Aunque creo que todas conocemos la respuesta.

Paula: Si, seguro tiene nombre propio.

Lucy: Empieza por A.

Heidy: Y termina por DAM.

Envían caritas riendo y suspiro. Nada lejos de la realidad.

Abro mi libro de El Conde De Montecristo. Me gusta mucho toda la intriga que se forma alrededor de los personajes, se parece mucho a Crónicas de Una Muerte Anunciada, inocente de todo lo que se fraguaba a su alrededor, sólo inducidos por la avaricia y la envidia. Dos grandes males de este mundo. Me encanta ese amor que crece entre el conde y la princesa árabe.

Ojalá la vida pudiera ser escrita como en los libros.

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