Perteneces a cuentos trastornados
donde hay quienes mueren
con almas de fénix
y renacen siendo mortalidad.
Un besar de las flores recién despiertas
recibes en primavera
intentando ver la vida
que alguna vez ahogaste
en lágrimas convertidas en mares,
las olas cantan inquietas un mañana imposible.
Paredes son derrumbadas
pero muchedumbres de mentes amargas
y tristezas resignadas
impiden observar
el paraíso del infinito;
tan pequeños, volátiles
los corazones
de quienes vuelan junto al humilde viento.
Pronuncias los nombres de astros,
suelen sentirse más lejanos que nunca
ocupando el vacío
dejado por armónicos pensamientos
sin principio
y hechos de finales interminables;
mueres, día a día lo haces.
Clavas con cinismo las estrellas inertes
en tu cuerpo vacío ya sin memorias,
la melancolía flota como un barco
en una mirada opaca,
es una realidad de la cual nadie puede escapar.
Frente a la ventana han pasado sombras eclipsadas,
demasiado jóvenes para dormir,
indignas de vivir
pisoteadas por palabras, promesas;
heridas por la incertidumbre
que es considerada el único camino.
Pisadas prisioneras del universo son las que ellas dejan mientras arrastran cadenas.
¿Acaso están muertas las manos pintadas por acuarelas que solían tocar el piano
clamando libertad?
Figuras sosegadas con sed de monotonía
son las que observas por la ventana
estremeciendo a la muerte.
La oscuridad ha de responder los enigmas
carentes de un ayer,
incomprensibles para los futuros moribundos.
Posan las espinas grisáceas
frente a intrigantes seres,
gritando veneno;
que no somos más,
no somos menos.
Indiferentes, tan poco importantes
al igual que una pluma
en un ojo de huracán.
La sinceridad es fría cual nieve,
abraza sintiéndose una llama que inapagable
y pides piedad,
pensamientos corren como ríos
fundiéndose con la poesía
nunca escrita.