Aventura De Una Chica Inocent...

By SkinnyHeart7

215K 5K 623

Hay diferentes maneras de perder la inocencia, pero a Georgina no han podido arrebatársela a pesar de los dur... More

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Agradecimiento
Extra - Posible Historia
Amy Y Christian
Buenovela

Capítulo 1

18.7K 1K 135
By SkinnyHeart7

Georgina

Me siento en mi escritorio y me dispongo a trabajar inmediatamente. Mi trabajo con Heidy está terminado, pero con el del incansable señor Walker, o más bien Adam, aún tengo bastante que hacer. Afortunadamente, Sarah volverá el lunes de esas cortas vacaciones que se ha visto obligada a tomar gracias a ese intenso mes que pasó, para volver a su puesto. Me siento muy feliz por ellos, incluyendo a los niños. Fue un agobiante mes para todos los que conocíamos la verdad, pero todo terminó bien y Sarah hoy está disfrutando de semejante hombre que se desvive por ella. A pesar de la locura, es un amor muy bonito.

Temía que Sarah se disgustara conmigo y no me perdonara, pero Paula tiene razón, el corazón de su rubia es más grande que ella misma y tan dulce como la miel de sus ojos.

Heidy se asustó mucho cuando Sarah decidió terminar con el juego, casi entra en crisis, jamás nos hubiéramos imaginado que todo era culpa del ignorante causante de todo. Verlos besarse de esa manera en la fiesta de Halloween fue muy alucinante, incluso creo que me corrió una corriente por los brazos al ver la intensidad que brotaba de esos dos. Fue peor que ver a Paula con Brad, y a ella sí que le gusta lo exhibicionista.

El cumpleaños de Sarah fue hace apenas dos semanas y me sentí feliz al verla entrar al salón, donde todos la esperamos durante más de una hora, tomada de la mano de Alex, con sus hijos a su alrededor pareciendo una bonita familia. Llegaron tarde y además, con el cabello peinado muy diferente a como la dejamos al salir del salón de belleza, pero la sonrisa que tenía estampada en su rostro, no tenía precio. No íbamos a preguntar lo obvio de cómo terminó su encuentro.

Ahora estoy haciendo el trabajo de mi amiga, mientras ella está de «luna de miel» junto a su nuevo amor y sus tres hijos, porque el pequeño Lou ya es parte de la familia, visitando a la familia de Alex en San Francisco luego de haberlos llevado una semana a España.

—Buenos días, pequeña minina —dice esa conocida voz asustándome un poco y trato de no sonreír.

Levanto la mirada hacia un alegre Adam.

—Buenos días, señor Walker —saludo, siento que me derrito cada vez que me sonríe de esa manera aniñada y traviesa.

Este hombre me tiene prendada desde el primer momento que lo vi en mi primer día de trabajo hace dos años y medio; pero lo más doloroso es que lo sabe, gracias a Heidy, y para él no soy más que una niña que le causa gracia y ternura. Por algo me ha puesto ese tonto mote que me fascina. Sé que él me lleva unos catorce años de edad y es precisamente por ese tipo de gusto, que me metí en problemas y tuve que alejarme de mi familia. Intenté llevar una relación con alguien de mi edad al conocer a Oscar con su encantadora sonrisa y sus palabras dulces, pero todo fue peor. Resultó ser amigo de Chase y me buscaba solamente para hacerme daño y que Lucy volviera con ese horrible hombre abandonando a su esposo y a su bebé. Gracias a Alexander y a su rápido actuar, todo se solucionó en pocos días.

La carta que me dejó con Sarah fue muy conmovedora y dulce. Él solía tratarme de una manera tan tierna, como si fuera algo real. En su momento lo creí, tanto que pensé que podría ayudarme a olvidar esta locura que siento por mi jefe, mi risueño jefe. Queda comprobado que mi capacidad para elegir hombres es terrible.

—¿Que tal tu noche? ¿Cómo están Achis y Nulo? —pregunta con gracia.

Sé que los nombres de mis gatos no son comunes ni mucho menos lindos, pero son míos y la historia es muy graciosa, pero ahora no es momento de contarla. Lo que tengo frente a mí en este momento es mucho más interesante.

—Igual que siempre. Son gatos y no les interesa nadie más, que la mano que los alimenta en el momento.

—Auch... Eso dolió, bella minina —dice, aparenta estar ofendido y sonrío un poco más.

Le tomó mucho cariño a mis gatos en esa semana que estuve en su casa para que Oscar no me encontrara y ya me hace falta estar allí. Achis dormía con él y corría a restregarse en sus pies cuando llegaba, a la hora que fuera. Era algo muy bonito despertar y verlo en el comedor recibiéndome con esa bella sonrisa y un plato de frutas para mi desayuno. Sin embargo el mejor de mis días fue cuando desperté en sus brazos porque la habitación que me asignaron estaba junto a la de Heidy y esa noche hizo gritar tanto a Julia que me vi obligada a bajar a la sala. Me quedé dormida allí, pero al despertar, Adam se aferraba a mí con sus fuertes brazos rodeando mi cintura y una de sus piernas sobre las mías, sobre su gigantesca cama, por fortuna él llevaba pijama completa, dice que no me quería asustar. Obligó a las dos mujeres a disculparse conmigo, pero ambas junto a Alexander, sólo reían a sabiendas de que nunca tendré un mejor despertar que ese.

Me avergonzó y me dolió por partes iguales, porque me di cuenta de que el sentimiento no es recíproco y me ve como si fuera la hermanita que nunca tuvo y a la que cree, debe proteger.

Sacando de lado mis tontos pensamientos, le entrego algunos documentos que debe firmar y me sonríe antes de besar mi frente, eso provoca que cada parte sensible de mi cuerpo se agite ferozmente por él. Se va a su oficina como si nada, cruza la gran puerta de cristal dejando atrás la fragancia de su perfume mezclado con su esencia, y el que ya perdió su camiseta. Sé que puede sonar algo acosador y enfermo, pero es lo único que podré tener de él. Me la prestó y «olvidé» regresarla, ahora duerme acariciando mi cuerpo cada noche, porque no puedo desear sus brazos.

Esto es un castigo para mi.

Heidy no vendrá hoy, se ha ido desde ayer por la tarde, junto a su novia, a un viaje fugaz que Julia tiene por su trabajo en algún paradisíaco lugar del caribe.

[...]

Mi día pasa tan rápido, que no lo siento. Lo único que me distrae, es cuando mi jefe baja y quince minutos después vuelve con una bandeja y dos almuerzos en ella, gracias a que no tengo mucho tiempo al tener que hacer el trabajo de Sarah. Se sienta frente a mí y comemos en completo silencio. Creo que me conformo con ser su amiga, así no me vea como a una mujer deseable.

Que duro de sobre llevar.

—¿Que harás mañana por la noche? —pregunta, cuando estoy recogiendo mis cosas para irme a casa con mis mascotas.

Odio ponerme así de nerviosa cada vez que lo veo sin importar la distancia.

—Nada —contesto casual, ruego por no verme como un tomate.

Siempre sonríe y acaricia mis mejillas con diversión al notar mi sonrojo. Él los provoca y no le importa. Eso duele en el alma.

—Un amigo cumple años mañana y lo veo muy poco. ¿Me acompañarías?

Lo miro incrédula, pero sonríe de esa manera tan bella, relajada y única que derrumba cualquier barrera, donde los chinos resguardados tras sus murallas, no tienen oportunidad alguna de contenerlo. Asiento aún insegura. No sé que ponerme para algo así, lo más probable es que será algo elegante, conociendo a sus amistades.

—¿Qué tipo de fiesta?

—Ya sabes, de ese tipo donde hay periodistas y toda esa mierda.

—No creo que pueda —digo y miro mi ropa.

Noto que se acerca a mí y levanta mi cara con sus dedos en mi mentón. Mi respiración se corta de manera literal y acaricia mis mejilla sonriendo.

—Yo me ocupo, mi bella minina. Vamos, te llevo a tu casa.

Se aleja una vez más dejándome temblorosa y sé que sudorosa. Toma mi bolso y oprime el botón del ascensor, totalmente ajeno a mis tontas reacciones. ¿Por qué no le importa?

Sé que debería negarme a que me lleve y dejar de castigarme permaneciendo al lado de este hombre que logra hacer que lo quiera más y más, pero soy una mujer débil. Felizmente débil por él.

Bajamos en completo silencio, o por lo menos, yo no muevo mi boca, mientras que él habla hasta el cansancio cambiando de tema tan rápido como las hojas caen en el otoño, pero no me importa. Me gusta escucharlo —aunque a veces muera por callarlo a besos— y reír con sus ocurrencias.

El primer día que estuve en su apartamento, me dijo que mis ojos se ven demasiado tristes y que es una lástima que el mundo no pudiera disfrutar de lo bello que son cuando sonrío. Lo he dicho con mis palabras de lectora empedernida, pero básicamente, ha sido eso.

—¡Georgi! —grita Paula llamando mi atención y sonrío en su dirección antes de ir hacia ella en el garaje subterráneo del edificio.

Adam se aleja hacia su auto y Brad hace lo mismo para esperar a Paula en el suyo, luego de besar a su mujer. Ella se ve tan feliz ahora que ha regresado con él y creo que, si no hubiese sido por la intervención de Sarah, ella aún estaría sufriendo y haciendo sufrir al pobre hombre en el proceso.

—¿Cómo estás?

—No mejor que tú —dice golpeando mi cintura con sus caderas con picardía haciendo un gesto hacia Adam. Es imposible no rodar los ojos—. Estas aprovechando bien el tiempo con el jefe.

—Sabes muy bien que no —digo y trato de ocultar mi malestar, pero sé que me conoce muy bien.

Ella fue testigo de cómo me trató Adam en la fiesta de Sarah. De cómo palmeó mi cabeza como su fuera un cachorrito y de cómo apretaba mis mejillas como si fuera su hermanita pequeña. Lucy dice que me esfuerce por conquistarlo, pero no sé cómo se hace eso. Él es un hombre hecho y derecho que sabe muy bien lo que quiere de su vida, mientras que yo sólo soy una niña que fue obligada a madurar a la fuerza, insípida y sin gracia. No creo ser el tipo de mujer para Adam Walker.

—No es nada que un sexy vestido y la apropiada lencería atrevida, no pueda solucionar.

Ríe por mi sonrojo y mi balbuceo de pez. ¡Por Dios, no! No soy capaz de algo semejante y para Adam, mucho menos. Nunca he sido atrevida.

Escuchamos el grito de Brad, y Pau rueda los ojos sacándole el dedo medio. Él ríe y hace un gesto con las manos que no alcanzo a entender, pero que hace jurar a mi amiga y ahora es ella la sonrojada. No creo querer saber del juego de esos dos. Nos despedimos y camino con la cabeza agachada hacia el Audi negro de Adam. Abre la puerta para mí, como siempre, y entro sin mirarlo.

—Ese par tendrá buena acción esta noche, que suertudo ese niño —dice con diversión cuando se posiciona en su lado.

—Nada nuevo —murmuro con acritud, pero creo que no me escucha. Eso es mejor.

He sabido que por mucho tiempo ella lo intentó, pero no lo logró. Ahora ella es feliz con sus gemelos y dice estar aprovechando al máximo de la lívido del embarazo. Conociendo a Paula, creo que esa es sólo una excusa para alardear de todo lo bien que la pasa con su ahora esposo.

—No entendiste, ¿cierto?

—¿Qué cosa?

Ladeo mi cabeza sin entender y sonríe con ternura. Esa es la peor mirada que el hombre por el que muere una mujer, le puede dar a ésta.

—El gesto que le hizo Brad a Paula —dice acercándose un poco más de lo necesario y niega tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos y lo enreda girándolo. Odio que haga cosas como éstas y tener que repetirme constantemente que ésto no significa nada—. Eres una niña inocente que necesita que la defiendan de éste mundo cruel y pervertido, mi bella minina.

Se acerca a besar mi frente antes de agarrar el cinturón de seguridad y ponerlo por mí. Cierro mis ojos esperando a que se aleje dejando mis neuronas intactas. Suspiro y abro mis ojos cuando tomamos camino y me quedo en mi asiento con el corazón revolucionado, mis manos temblando y mi mente perdida.

No creo que sepa que tan cruel ha sido el mundo conmigo, que aunque sé que existen cosas peores, lo que me sucedió, no es algo que una niña de dieciséis años deba pasar. Me enamoré día a día de un hombre que me prestaba más atención que mi propia familia, quienes daban por echo que sería buena, cuando ellos ni siquiera me habían mostrado el significado de esa simple palabra. Mis padres tenían tanta confianza en él y yo igual estaba perdida en su encanto. Es diez años mayor que yo y sabía perfectamente lo que hacía cuando empezó a regalarme tonterías que sólo deslumbran a niñas estúpidas y palabras perfectas para atrapar en sus redes a alguien inexperto. Requerí de mucha ayuda psicológica en el centro de ayuda donde viví hasta que fui mayor de edad, para perdonarme por ser tan tonta.

—Llegamos —dice y miro hacia mi casa soltando un suspiro.

Es una pequeña casa de dos pisos pintada de verde menta con bordes blancos, los mismos colores que tiene —o tenía, quizás—, la casa en la que crecí. En mi porche, tengo un columpio para dos personas donde me gusta sentarme a leer los fines de semana de verano luego de regar y podar mi colorido jardín. Es mi santuario de paz. Sarah dice que mi pequeña casa parece sacada de un cuento de hadas, con todos los colores pasteles y cojines por todos lados, tapetes felpudos y muebles antiguos. Dice que se parece a la casa de la abuelita de Caperucita Roja.

—Muchas gracias por traerme.

—No es nada, pequeña. Descansa.

Frunzo el ceño cuando no me vuelve a llamar «minina», pero lo dejo pasar. Abro la puerta cuando veo que él hace lo mismo y sé que venía hacia mí. Levanto la mano para que no siga y me despido a lo lejos.

Camino afanosa hacia mi casa, atravieso mi pequeño jardín, el cual me esfuerzo por cuidar y embellecer en mi tiempo libre. Es una actividad que me tranquiliza, además de estar con mis amigas hablando, así yo no lo haga mucho. El día que les conté parte de mi pasado, sentí un enorme alivio y no pude evitar llorar cuando me apoyaron esforzándose por hacerme sonreír para que olvidara ese trago amargo. Por eso y más, las amo y doy gracias porque están en mi vida llenándola de alegría y esperanza.

Esperanza de que en este mundo sí existen personas con corazón.

Abro la puerta y giro sabiendo que él aún está allí esperando a que entre a mi casa. Levanto la mano y asiente antes de entrar al auto, pero no se va hasta que no me ve desaparecer.

Suspiro y llamo a mis gatitos antes de poner comida en sus platos vacíos. Son un par de cuerpos gordos que pronto empezarán a rodar hacia la comida. Ambos aparecen ronroneando y se enredan entre mis piernas demostrándome su cariño gatuno.

Ambos son gatos grises gordos y peludos. Achis es la hembra con preciosos ojos azules, perteneció a la dueña de la casa, una anciana a la que no le permitieron llevarse a su mascota a la casa de acogida donde vive ahora. La encontré en la casa el día en que me mudé y fue una gran y grata sorpresa el tener a tan bello huésped. Fue arisca por un tiempo, pero me imagino que se debió a que estuvo un largo tiempo sola. Le puse ese nombre, al no conocer el que tenía, cuando en esa misma semana, me resfrié y ella se espantaba cada vez que lo hacía. Erizaba su lomo de una manera muy graciosa, como si hubiera visto a un demonio. Sé que mis estornudos son muy agudos, pero no era para tanto.

En cuanto a Nulo, él tiene sus ojos bicolor, azul y verde, por lo demás, son exactamente iguales. A él lo adopté en una tienda de mascotas a la que lo habían devuelto tres veces, pero su nombre se debió a que no tiene olfato. Él sólo hace lo que Achis hace y come lo que ella come. No confía en nadie más que en ella, así sea yo quien lo alimente. Ese es otra razón perfecta para su nombre. Su capacidad para confiar en las personas es tan nula como su olfato.

Ellos son mi compañía y los amo, así Paula los odie.

Descargo mi bolso y cuelgo mis llaves en el lugar de siempre, subo a mi habitación, la primera puerta junto a la escalera, para deshacerme de mi ropa de trabajo. Me coloco un par de pantalones de sudadera y la camisa azul oscuro con el logo de su universidad, Walden, que le robé a mi crush. Camino descalza por el piso de madera escuchando el tan familiar crujido a cada paso que doy y coloco un poco de música de John Legend para disponerme a calentar un poco de mis sobras de ayer antes de sentarme con mi libro en el alfeizar de la ventana, donde he dispuesto unos cojines hechos por mí, para leer.

Mientras espero el aviso del microondas, escucho una llamada entrante al teléfono de la casa y lo tomo enseguida.

—¿Si?

—Nunca contestas mis llamadas, Georgina.

—Debe ser porque no me interesa hablar contigo, Alvin.

—Hermanita, por favor. Necesito que vuelvas a casa. Mamá...

—Dije que no —sentencio y corto la llamada al tiempo que mi móvil suena.

Desconecto el teléfono fijo cuando vuelve a sonar y camino hacia mi bolso. Mi hermano lleva casi un año intentando hablar conmigo, pero nunca lo dejo hablar. No me interesa hacerlo. Logan y papá se dieron vuelta y siguieron con sus vidas cuando mamá empezó a arrojar mi ropa a la calle como si fuera basura mientras me gritaba lo zorra que era y cómo había dejado de pertenecer a esa familia. A ellos no les importó lo que sucedió conmigo, si tenía donde dormir o qué comer. No hay una razón por la que desee volver a ese lugar. Además, ya han pasado seis años desde que me fui. Mary, la que era mi única amiga en Austin, les dijo donde estaba cuando viví en la casa hogar para adolescentes, y nunca me buscaron.

No vale la pena volver a un lugar donde te consideran un desecho por haber cometido un error.

—Diga —contesto por inercia, tratando de calmarme.

—Voy a vomitar, mi preciosa minina.

—¿Estás enfermo? Pero estabas bien hace un momento.

Ríe un poco y suspira, vuelve a erizar mi piel, antes de volver a hablar. Este hombre tiene un poder increíble sobre mi cuerpo. Es algo que ni la distancia puede mermar.

—Llegué al apartamento y mientras subía para ir a cambiarme, ya sabes, el gimnasio y esas cosas antes de trabajar un poco, un ruido me sorprendió. El caso, mi preciosa minina, es que escuché un grito en la habitación de Alex...

—¿Es él el enfermo?

—Nunca cambies, mi inocente minina —murmura divertido y hago un gesto de desagrado—. Doy gracias al maldito calambre en el cuello que me dio cuando giré, porque no estoy seguro de querer ver lo que hacía ese par.

—No entiendo.

Lo escucho reír y me empiezo a sentir estúpida. Creo que ya debería estar acostumbrada a este tipo de situaciones.

—Pues verás, mi nena. Alex gritaba el nombre de Sarah pidiendo más y créeme no quieres saber las explícitas imágenes que mi mente está creando.

—Dios... —susurro espantada.

No me quiero imaginar tener que encontrar algo semejante.

—¿No se supone que somos las mujeres las que gritamos?

Adam ríe a carcajada tendida una vez más y arrugo mi frente. Sé que mi experiencia es limitada, pero él nunca hizo ningún sonido esas pocas veces que estuvo conmigo.

—Nosotros también gritamos, Minina, sobre todo si nos trabajan de la manera correcta y tal parece que Sarah ya tiene el punto débil de mi amigo. Eso fue algo perturbador y si tuviera algún lugar al cual huir, no estaría encerrado en mi estudio como si fuera una rata.

Si no fuera peligroso para mi, lo invitaría a venir. Es una mala idea, lo sé.

—¿Y un hotel?

—Ahora están en la sala, nena. No quiero presenciar algo semejante mientras intento huir por mi buena salud mental. Primero, no se me antoja ver a mi mejor amigo desnudo y aunque Sarah es de buen ver, eso conllevaría a que alguien me arranque la cabeza y creo que la necesito por ahora.

Sonrío y niego divertida.

—Pobre de mi jefe.

—Geor, sabes que odio que me llames así o por mi apellido. Una cosa es el trabajo, pero fuera de allí...

—Adam —digo cortándolo.

Me gusta escucharlo hablar, pero a veces quisiera besarlo para que mis oídos descansen sin tener que alejarlo de mí.

—Subieron otra vez. ¿Qué crees que le hace tu amiga a mi amigo? ¿Tendrá unos de esos arnés como los que utiliza Heidy con Julia?

—¡Basta, Adam! —chillo escandalizada y él vuelve a reír.

Conozco ese arnés en particular. En una ocasión entré a buscar una crema para el cuerpo que Heidy me iba a prestar, porque había olvidado la mía aquí en casa, y encontré ese aparato en uno de los cajones. Tenía un miembro masculino exageradamente grande y terminé impactada. Adam entró y se largó a reír antes de sacarme de la habitación de su amiga diciendo que eso era demasiado para su inocente Minina. Que horrible y de solo pensar en que Sarah...

—Te imaginas a Sarah con uno de eso y a Alex en la posición del perrito...

—¡Basta o no volveré a hablar contigo, Adam!

Vuelve a reír y sacudo mi cabeza intentando no imaginarlo.

—Joder. Háblame algo bonito, nena. Vomitaré luego de reír si sigo con esa imagen en mi cabeza.

Yo igual, pero sin la risa. Alex es un hombre bastante grande y quizás lo haría por amor a mi amiga, pero no creo que ella sea de las mujeres a las que les gustan esas cosas. Si fuera Paula, lo creería.

N/A

Así es como le damos la bienvenida a un nuevo año.

Tendremos capítulo una vez por semana, cada viernes.

¡Bienvenida, Georgina!

Besos.

Giselle.

Continue Reading

You'll Also Like

2K 547 41
¡Descubre el poder transformador del amor propio en "A solas con el alma"! Sumérgete en la historia de Isabel, una mujer valiente que enfrenta la tra...
1M 55.9K 46
Una bebida alcholizada y una habitación equivocada será más que suficiente para cambiarle la vida a la retraída Anastasia, quien hasta el día del inc...
160K 12.5K 19
La llegada de una persona pondrá a prueba el amor de Adriano y Emma, nadie dijo que la relación siempre debe ser perfecta. Ambos deberán dar lo mejor...
21.7K 2.3K 25
El sabor amargo que te causa algo que rompe tu alma, tu ser, causante de una persona que te deja con los pedazos rotos de ese corazón.. Alguien podrí...