El Bosque de la Noche Eterna

By LittleLeviosa

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Aeryn Lapworth nunca había puesto en duda su sensatez. Aunque le encantaba leer (quizá demasiado), su única a... More

Prólogo
Capítulo 1: Cómo lograr que te lleven a caballito
Capítulo 2: Cómo caer con estilo
Capítulo 4: Cómo ser una buena animadora
Capítulo 5: Cómo fabricar tu propio columpio
Capítulo 6: Cómo escapar de una Amazona pelirroja
Capítulo 7: Cómo insultar de forma creativa
Capítulo 8: Cómo distinguir las clases de cuchillos

Capítulo 3: Cómo hablarle a tu amor platónico

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By LittleLeviosa

No podría creérselo.

-Esto es absolutamente increíble.

Miró a Jayce, que asentía.

-No tanto como las galletas con chocolate caliente, pero no está mal.

Aeryn rio.

-¿Entramos?

-No hace falta, los habitantes del Bosque vendrán en seguida para...

Un clamor de batalla inundó súbitamente el ambiente, en forma de eco lejano. Aeryn se estremeció: ¿quién sería el pobre joven al que hoy matarían las Amazonas?

Volvió a sentarse en la hierba, abrazando sus rodillas para calentarse.

-¿Tienes frío? -preguntó Jayce, que ya se despojaba de su chaqueta azul.

-Estoy bien, sólo algo cansada.

El muchacho puso los ojos en blanco.

-¿Lo dices en serio? Has dormido como seis horas allí en la Laguna.

-Sí, pero...

Aeryn abrió la boca. Iluminado por el tenue resplandor de las estrellas, un rostro salió de entre los árboles del Bosque. Era un rostro joven, de piel bronceada en comparación con la suave palidez de Jayce, pelo rizado y negro cuyos mechones caían desordenados sobre un rostro de pómulos angulosos y definidos y una sonrisa pícara. Aeryn no pudo ver el color de los ojos del joven a causa de la oscuridad de la noche, pero no lo necesitaba: lo sabía perfectamente; eran azules, azules como el mar de una playa tropical.

-¡Eh, Ronnie! -exclamó Jayce, y el muchacho echó a correr hacia donde ellos estaban.

-¡Jayce! ¿Dónde...? -dijo, entre jadeos, cuando les alcanzó.

-Decidí pasar el día fuera y... -empezó Jayce, pero Ronnie ya no le escuchaba: miraba a Aeryn con los ojos como platos.

La muchacha enrojeció violentamente: el chico del que estaba enamorada estaba allí, de pie, observándola. Se levantó de golpe.

-Soy Aeryn -dijo, recogiéndose un mechón de pelo tras la oreja y tendiéndole la mano.

Ronnie miró su mano con horror.

-¿De dónde ha salido ésta, Jayce?

Aeryn abrió los ojos como platos. ¿La había llamado "ésta"?

-Para tu información -empezó ella, señalándole con el dedo en actitud acusadora- me llamo Aeryn, no "ésta". Encontré a Jayson en la Laguna, cuando venía a pescar algo. Vengo de la Aldea de las Amazonas porque no estoy de acuerdo con el trato que le dan al sexo masculino, aunque contigo estoy pensando en hacer una excepción.

Respiró hondo, sorprendida por la cantidad de palabras que había dicho de golpe.

Jayce soltó una carcajada.

-Ya ves, Ron, no es alguien a quien convenga molestar.

Ronnie frunció el entrecejo.

-¿Has dejado que descubra el Bosque?

Seguía mirando a Aeryn con desconfianza, lo que hizo que ella volviera a enrojecer, esta vez de rabia.

-Es buena gente -volvió a decir Jayce-. No nos traicionará. Te lo aseguro.

-No hables tan rápido, Jay -dijo Aeryn, entrecerrando los ojos en dirección a Ronnie.

-¿Jay? -se rió él-. Menudo genio. Bueno, me caes bien.

Rodeó a Aeryn con el brazo, haciendo que ella frunciera el entrecejo.

-Eres guapa, ¿sabes?

Aeryn miró a Ronnie. ¿A qué venía ese repentino cambio de actitud?

-Debe ser la oscuridad -dijo ella.

-¿Y esa ropa?

Aeryn bajó la vista hacia su conjunto. Ronnie tenía razón: su camisa gris y sus mallas negras resultaban extrañas en comparación con la camiseta desgastada y los vaqueros rotos de Ronnie y Jayce.

-Debías de ser rica. Podrías haber traído algo de dinero.

-¿De qué sirve el dinero en el Bosque? -quiso saber Aeryn.

-Para presumir, pero algo es algo -Ronnie le guiñó un ojo y la muchacha bajó la vista, ruborizada.

Al cabo de pocos minutos, la Laguna se llenó de habitantes del Bosque que, tras hacer unas cuantas presentaciones con Aeryn, volvieron a sumergirse -literalmente- en su tarea de pescar. No parecía que les sorprendiera mucho la llegada de una nueva Amazona.

-¿Qué haremos mañana? -preguntó Jayce, mirando directamente a Ronnie.

-Enseñarle el Bosque a Aeryn, por supuesto.

Aeryn se fijó en que, al estar Ronnie delante, Jayce pasaba a una especie de segundo plano: era como si se sumergiera en una especie de embrujo en el que el protagonista era el ingenioso, el aclamado, el que tenía las ideas; y él se viera obligado a seguirlo, a callar, a ser un personaje secundario.

Y eso le provocó una punzada de angustia en el pecho. No era justo: todos deberían tener su protagonismo en cualquier situación.

-Deberíamos dormir -propuso Jayce.

-Pues entremos en el Bosque ya, o se nos hará de día -dijo Ronnie.

Los tres se pusieron en pie y comenzaron a caminar hacia la espesura. Jayce, al ver a Ronnie y Aeryn juntos, esbozó una sonrisa cansada y se adelantó varios pasos.

-Oye, Aeryn -susurró Ronnie, acercándose a ella hasta que sus hombros se rozaron (mejor dicho, su brazo rozó el hombro de la muchacha).

-¿Sí?

-Siento lo de antes. No pretendía ser tan desconfiado, pero... -carraspeó-. Verás, mi madre era Amazona y me abandonó en el campo, por eso...

Aeryn intentó parecer sorprendida, aunque conocía perfectamente su historia.

-¿De verdad? Normalmente, envían a los varones directamente a los calabozos -dijo.

-Sí, bueno... mi madre no hizo eso. Obviamente esperaba una hija, pero... digamos que no me gusta estar cerca de Amazonas. Las chicas que hay aquí son descendientes de las primeras que vinieron al Bosque. Eres la única Amazona que viene en décadas y eso me ha asustado... Pero tú eres genial. Lo siento.

Aeryn respiró hondo. No podría enfadarse con él, por mucho que lo intentara.

-Tranquilo -dijo-. Está olvidado.

-Genial -suspiró Ronnie y, para la sorpresa de Aeryn, la tomó de la mano-. Oye, ¿qué llevas ahí?

La muchacha dirigió la mirada al libro que sujetaba bajo el otro brazo.

-Eh... -«piensa Aeryn, piensa. No puedes decirle que cuenta su historia»-. Es mi diario -apuntó a Ronnie con el dedo-. Así que ni se te ocurra leerlo.

Él soltó una carcajada.

-Lo juro por el Bosque -dijo, y le apretó la mano con fuerza.

Anduvieron entre los árboles, sumergidos en la oscuridad. Aeryn escuchó el canto de los búhos, el que tanto caracterizaba al Bosque. Al cabo de pocos minutos, una luz anaranjada se vislumbró a lo lejos.

-La Hoguera -murmuró Aeryn-. El lugar en el que los habitantes del Bosque se reúnen cada día para llevar el recuento de las provisiones y contar historias.

-Ajá -afirmó Ronnie-. Veo que Jayce ya te ha puesto al tanto de muchas cosas.

Aeryn maldijo entre dientes. ¿Por qué había hablado en voz alta?

-Pues sí -contestó con voz ahogada.

-Y ya que estamos, ¿por qué no nos cuentas tu propia historia?

Si Aeryn hubiera tenido un vaso de agua a su alcance, le habría encantado beber un poco y escupir dramáticamente como en las películas.

-¿Mi... historia?

-Claro. Tendrás muchas cosas que contarnos sobre la Aldea de las Amazonas.

La chica miró a Jayce, en busca de ayuda. Él le devolvió una mirada de resignación y se sentó junto al fuego, donde pronto lo acompañó Ronnie.

-Está bien -suspiró Aeryn.

Se acomodó justo enfrente de los dos (bueno, "acomodarse" no era el verbo adecuado: los asientos eran troncos de árboles llenos de astillas), y respiró hondo antes de comenzar su relato.

-Nací en la Aldea... hace quince años. Mi madre era profesora de mús... de danza, en el castillo de Keira. Mi padre un pobre prisionero al que ella había seducido.

-Como todos -interrumpió Jayce, y Aeryn lo agradeció.

-Calla, deja que siga su historia -Ronnie la contemplaba con una admiración que no había visto nunca en los ojos de alguien.

Gracias a aquella pequeña pausa, Aeryn continuó con mayor fluidez.

-Cuando tenía cinco años, mientras acompañaba a mi madre en sus clases, se me ocurrió ir a explorar un poco el castillo. Todas las Amazonas jóvenes hablaban de ir pronto a las Mazmorras a elegir no sé qué. Así que, aunque mi madre me prohibió ir allí a toda costa, acudí creyendo que lo que las Amazonas buscaban era algún tipo de regalo. Cuál fue mi sorpresa al hallar las mazmorras repletas de varones. Algunos entrenaban como podían, preparándose para el combate. Otros coqueteaban con Amazonas, siempre manteniendo la esperanza de enamorarlas y evitar la muerte. Pobres ingenuos. Sólo los usaban.

»Así que anduve entre el gentío, asustada, hasta que un hombre de cabello largo y negro como el ébano me llamó la atención. Me acerqué con cautela hasta que él me miró: me miró con sus ojos marrones como el chocolate.

-¿Qué narices es el chocolate? -susurró Ronnie.

-Manjares de la Aldea. Calla -dijo Jayce, que parecía muy atento a pesar de saber que todo era una gran mentira.

Aeryn rió en voz baja y continuó su relato:

-Me quedé mirándole, había algo extraño en aquel individuo, algo que me atraía y me ataba a él, pero no supe el qué hasta que me devolvió la mirada y susurró: "¿Aeryn?"

»Era mi padre.

»Las Amazonas no te enseñan los hombres ni los combates nocturnos hasta los trece años. Te mantienen toda tu infancia conviviendo entre mujeres para que te acostumbres a ello y pienses que el sexo masculino es algo prescindible, algo secundario. Yo, sin embargo, lo aprendí todo con antelación. Mi padre me lo explicó todo, desde la tiranía de Keira hasta su miserable vida en los calabozos. Yo iba cada día a visitarle, le llevaba un poco de comida y le hablaba de mi madre y de la vida en el castillo.

»Pero el día de mi décimo cumpleaños, mientras mi padre me cantaba una canción y yo le acompañaba bailando, alguien apareció en las Mazmorras en busca de un nuevo pretendiente.

-Algo me dice que era Keira -dijo Jayce.

-Era Keira -continuó Aeryn como si no le hubiese oído-. No le gustó nada ver a una niña tan pequeña como yo allí, así que nos echó a mi madre y a mí del castillo, y a mi padre... bueno... -simuló un sollozo.

-Lo condenaron al combate nocturno de esa misma noche -terminó Jayce.

-Sí -Aeryn respiró hondo-. El caso es que mi madre y yo nos mudamos a una pequeña cabaña de la Aldea. Mi madre no me dirigió la palabra en cinco años, hasta que decidí escaparme. Y encontré a Jayce mientras intentaba pescar en la Laguna.

-Vaya -dijo Ronnie-. Es una historia impresionante.

Aeryn observó cómo el muchacho se sentaba a su lado y la rodeaba con el brazo.

-Estarás cansada.

-Bastante.

-Vamos. Te enseñaré tu cama.

Mientras seguía a Ronnie y Jayce a través de los árboles, se percató de que se había abstenido de decir "dormitorio". «Claro», se dijo. «¿Cómo se puede llamar eso a sus cabañas?»

Pronto llegaron a un enorme claro en el que había repartidas numerosas chozas de madera de apenas unos metros cuadrados cada una, y con una casi inexistente separación entre ellas. Cada cabaña poseía una minúscula ventana y un agujero en el techo de paja, la ventilación.

-¿Cuál es la mía? -preguntó.

-Ésta -Jayce señaló la primera choza de la izquierda-. En la primera fila y cerquita de la nuestra. Para que no te pierdas -le dedicó una sonrisa irónica.

-Nosotros estamos aquí al lado -añadió Ronnie, apuntando a la cabaña que estaba justo detrás-. Por si necesitas algo.

Aeryn asintió y, sujetando con fuerza su libro, se adentró en la minúscula vivienda cerrando la puerta tras ella.

Observó el interior de la cabaña con atención: aunque ya sabía cómo eran por fuera, su tío no se centró mucho en describir la parte de dentro. Una leve penumbra inundaba la estancia dándole un aspecto siniestro al suelo y formando extrañas sombras en la pared. Una tosca mesita de madera estaba situada al fondo de la vivienda, y algo parecido a una lámpara de aceite estaba colocada sobre ella. Pero lo que llenaba en su mayoría la habitación eran dos colchones viejos que reposaban pegados cada uno a un lado de la pared, dejando un estrecho pasillo entre ambos.

Dos colchones.

Y uno de ellos, ocupado.

A causa de la oscuridad, Aeryn sólo pudo ver su silueta, pero pronto la figura alargó un brazo y encendió la lámpara.

Era una chica.

Parecía algo mayor que ella, tal vez unos dieciséis o diecisiete años. Tenía el cabello ondulado, largo y rubio, y sus ojos eran de un verde muy brillante. Varias pecas salpicaban su rostro y su pequeña nariz, y sus labios formaban una fina línea, lo que le daba un aspecto serio.

Aeryn sólo sacó una conclusión sobre su aspecto.

Era exactamente igual que su amiga Elina.

-¿Quién narices eres tú? -preguntó la muchacha.

-Soy Aeryn. Vengo de la Aldea.

-¿En serio? -dijo con los ojos muy abiertos, haciendo que su color verde casi iluminase la estancia-. Vaya. Hacía...

-Décadas que no venía una Amazona -terminó Aeryn-. Lo sé, me lo han dicho todos.

La chica (¿Elina?) esbozó una media sonrisa.

-Es normal -dijo-. Por cierto, yo me llamo Madeleine -Aeryn abrió la boca para contestar, pero ella la interrumpió-. Y antes de que lo preguntes, no. No puedes llamarme Maddie.

Aeryn soltó una risita.

-Lo tendré en cuenta.

Se sentó en el colchón que quedaba libre, y observó su libro. No recordaba que Madeleine fuese ni siquiera mencionada en alguna de sus páginas.

-¿Qué es eso? -preguntó ella.

-Mi diario -contestó rápidamente Aeryn.

-Ya. Y entonces, ¿por qué pone el nombre de nuestro hogar en la cubierta?

La muy lista tenía razón. Las palabras "El Bosque de la Noche Eterna" estaban escritas a mano en la portada de la muestra que le dio su tío antes de publicar el libro.

-Porque es mi cuaderno de viaje. Acabo de escribir el título -dijo al fin.

-¿Con qué bolígrafo?

-Con el que cogí de mi casa.

-¿Dónde está ahora?

-En el fondo de la Laguna.

-¿Por qué?

-Se me cayó.

-Pues qué torpe.

-Ya.

-Pero está bien. Fin del interrogatorio. Al menos por hoy -concluyó Madeleine, y se recostó de nuevo sobre el áspero colchón-. Buenas noches, Aeryn.

-Buenas noches, Maddie.

La muchacha juntó los dedos pulgar y corazón e hizo un gesto como el de lanzar una bolita de papel, un insulto propio del Bosque. Instantes después, se giró hasta quedar de cara a la pared.

Aeryn aprovechó entonces para abrir rápidamente el libro por una página al azar, y descubrir cómo había cambiado tanto el curso de la historia.

"La pequeña Aeryn se preguntó por qué aquel hombre de ojos marrones la había mirado de una forma tan extraña, tan intensa. Y después se acordó de algo: algo de lo que le había hablado su madre hace apenas unas semanas. "Así que los padres existen de verdad", pensó."

Aeryn echó de menos ese vaso con agua para escupir dramáticamente.

"Entonces", pensó, "ha cambiado mucho más de lo que yo pensaba".

Mucho más. La historia se había adaptado a ella misma, a la infancia que ella imaginó para contársela a Ronnie y el resto de habitantes del Bosque.

Y lo más importante: ahora ella, Aeryn Lapworth, era la protagonista.

Lo primero que sintió al salir al exterior fue el frío punzante que penetró a través de sus poros. Imaginó que antes, al estar pasándole tantas cosas a la vez, no lo habría notado.

Para su sorpresa, Jayce se hallaba sentado en la entrada de la cabaña que compartía con Ronnie. Tenía la espalda apoyada en la puerta y la mirada perdida, allá entre las altas copas de los árboles que no dejaban siquiera vislumbrar las estrellas. Sólo suaves destellos plateados de luna lograban atravesar las hojas, pero eso fue suficiente para que Jayce la viera.

-Hola -dijo.

-Por favor -rogó Aeryn-. Dime que sabes que la historia que conté en la Hoguera era una farsa.

-¿Lo era? -Jayce abrió mucho los ojos-. Espera. Entonces, ¿qué haces aquí? -se levantó de golpe-. Así que una espía, ¿eh? Será mejor que avise a Ronnie.

-Un segundo -dijo ella, tranquila.

-¿Qué?

-Supongo que sabes quién es Madeleine.

-Claro. Una buena amiga mía.

-Ajá -Aeryn sonrió divertida-. Y dime, ¿de qué color son sus ojos?

-Fácil -contestó Jayce, aunque hizo una larga pausa-. Son... preciosos.

-Jayce.

-¿Sí?

-No cuela.

El muchacho suspiró.

-Bueno, había que intentarlo. Por cierto, ¿por qué no iba a saberlo?

-¿El color de los ojos de Madeleine?

-No -sonrió-. Lo de que tu historia no era cierta.

-Ah, eso -Aeryn respiró hondo-. Bueno, supongo que deberías saberlo. Ahora soy la protagonista de "El Bosque de la Noche Eterna". La historia que conté ha pasado a ser cierta. Y se han añadido personajes cuya existencia desconocía por completo. Aunque no del todo -añadió-. ¿Te acuerdas de mi amiga, Elina? Es clavadita a ella.

Jayce frunció los labios, aunque no parecía muy afectado.

-¿Y qué pasa al final?

Aeryn dudó, pero acabó por abrir el libro por la última página.

-Nada -contestó tras leer unas palabras.

-¿Cómo que nada?

-La historia termina cuando llego aquí y vuelvo a ser feliz. Acabo... -sonrió, aunque no muy convencida-. Acabo saliendo con Ronnie.

-Espera. ¿Quieres decir que Ronnie no irá a la Aldea? ¿Que no vencerá a Keira? ¿Que todo seguirá como hasta ahora?

-Eso parece. ¿Tan malo es?

-Bueno, sí -Jayce parecía enfadado-. Aunque tú acabes feliz con el chico al que amas, no todos querríamos que eso pasara, ¿sabes?

Aeryn alzó ambas cejas.

-Me refiero -continuó Jayce, poniendo los ojos en blanco- a que estar con Ronnie no es suficiente. Aquí no vivimos precisamente como reyes, Aeryn. Alguien tiene que poner fin al hembrismo de las Amazonas.

-Y eso se consigue matando a su jefa.

-¡Ellas matan a un hombre cada noche, Aeryn! ¿Eso sí te parece justo?

La chica bajó la vista.

-Está bien. Ya convenceremos a Ronnie para ir a la Aldea.

-¿Y una vez allí?

-¿Qué quieres decir?

Jayce sujetó el rostro de Aeryn con ambas manos, obligándola a mirarle a los ojos.

-¿Serás capaz de dejar que Ronnie se enamore de Lorette? ¿Podrás soportar que Ronnie luche con Keira para estar junto a ella? ¿O impedirás que la historia siga su curso, y quién sabe lo que podría pasar entonces?

Aeryn se quedó observando los ojos plateados y anaranjados de Jayce, que aún la mantenía sujeta. Tenía razón, y aunque ella siempre había evitado pensar en ello, sabía que tendría que tomar la decisión tarde o temprano.

-No lo sé -contestó al fin.

-Pues piénsalo -Jayce apartó las manos de sus mejillas y le dio la espalda-. Pero no seas egoísta. Piensa también en mí. En nosotros, los personajes secundarios -se giró una última vez, a la entrada de su cabaña-. Porque apuesto a que en más de un libro tenemos un papel crucial.

"... y desde entonces dejé de sentir el vacío que me atormentaba desde que supe que me abandonaron cuando tan sólo era un bebé. Así que muchas gracias, Aeryn. Por existir.

Y la besó. La besó primero con cautela, como temiendo que ella le apartara de un manotazo. Pero no lo hizo, sino que se aferró al cuello de Ronnie y se dejó llevar, sintiendo un cosquilleo de placer al ver cumplido su sueño: que él la amara, que estuviera dispuesto a pasar junto a ella el resto de su vida."

Aeryn no podía parar de leer ese párrafo, pero no era únicamente porque le gustara (que también), sino porque se sentía culpable. Había sido tan indecisa delante de Jayson... pero, ¿no tenía él razón? ¿No debía dejar que la historia siguiera su curso?

Recordó sus palabras, así como sus suaves y cálidas manos sobre su rostro: "¿Podrás soportarlo?". Porque no era lo mismo leerlo, aceptándolo gracias al pensamiento de que de todas formas no era real, que tener la oportunidad de impedirlo.

Impedirlo, sí. Pero, ¿a qué precio?

Aeryn sacudió la cabeza. ¿Qué más daba el precio? No podía arriesgarse a comprobar cuál era. "Llevaré a Ronnie a la Aldea", pensó, "y ya veremos lo que pasa en el libro entonces". Por lo menos, contaba con la ventaja de saber lo que iba a suceder.

Aeryn le echó un último vistazo a Elina (perdón, Madeleine), que roncaba con la cabeza enterrada en la almohada. Soltó una risita, ¿hasta así se la escuchaba? Tomó el libro entre sus manos y lo colocó con cuidado debajo de su propia almohada, procurando que no se viera desde ningún ángulo. Finalmente se acomodó bajo las sábanas, y tras un último escalofrío, cerró los ojos.

"Mañana", fue su último pensamiento. "Mañana conoceremos a Lorette".

***

¡Hola! Bueno, para empezar quiero decir que no soy muy partidaria de esto de las notas al pie de los capítulos, porque no me gusta desviar la atención de la historia a no ser que sea para aclarar algunos detalles o avisar de algo importante. Por eso, borraré esta nota en cuanto publique el siguiente capítulo.

Sólo quería daros las gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis. Sobre todo a estos últimos. Porque me dais vuestra opinión sobre la novela y hasta ideas para mejorarla. Y los que sólo leéis, ¿os animáis a dejarme vuestros comentarios? Porque nada me inspira más para seguir escribiendo esta novela.

¡Un beso! ♥

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