GHOST ➳ The Originals.

By lynmex

268K 26.7K 8.3K

❝- ¿Por qué hiciste eso? Pudiste lastimarte o romperte un hueso. La oji-azul hace morritos con s... More

♙ Prólogo.
♙ 1.
♙ 2.
♙3.
♙4.
♙ 5.
♙6.
♙7.
♙8.
♙ 9.
♙10.
♙11.
♙Nini and Ley-Ley.
♙12.
♙13.
♙14.
♙15.
♙16.
♙17.
♙18.
♙19.
♙20.
♙21.
♙22.
♙23.
♙24.
♙25.
♙26.
♙27.
♙28.
♙29.
♙30.
♙31.
♙32.
♙33.
♙34.
♙35.
♙36.
♙37.
♔38.
♔epilogo.

Especial de navidad.

3.8K 315 148
By lynmex

La música de navidad se podía escuchar por cada rincón de la casa Mikaelson gracias a Hope, quien se había encargado de poner bocinas en todos los pasillos. El ambiente era ameno con un extraño sentimiento flotando en el aire, dando a toda la casa un aura más navideña y familiar.


Klaus estaba un poco irritado de escuchar las mismas canciones las veinticuatro horas del día, aunque él hubiera sido quien le compró y cumplió el capricho de su hija. Era medio día y sonreía entre medio irritado medio divertido viendo a Malikah acostada en el sofá del estudio moviéndose mientras se quejaba en voz baja y la melodía se filtraba por sus odios. La adolescente para esas fechas era demasiado dormilona, puesto que su cuerpo se volvía sensible al clima y sus defensas caigan en picada, un daño colateral de haber permanecido quien sabe cuántos meses en una bodega y dos años dormida. Era algo que le preocupaba ya que en algunas ocasiones Malikah pasaba días enteros durmiendo sin despertarse en ningún momento, pero había aprendido que no era nada malo y el organismo de su hija solo le pedía una horas extensas de sueño para recuperarse, eso y que Freya se había asegurado de hacer un hechizo para que la situación no fuera tan crítica.


En pocas y simples palabras que Aisha decía; Malikah entraba en invernación al igual que un oso muy grande.


Rió en voz baja, regresando su atención al lienzo en donde estaba pintando, de vez en cuando enviándole una mirada a su hija.


Jingle bells, jingle bells, jingle all the way.


La suave melodía y voz de Hope empezaron a escucharse apenas la canción anterior acabo y una nueva empezó. Malikah se removió de nuevo, estirando el brazo para agarrar un cojín del otro sillón y ponérselo en la cara.


Oh, what fun it is to ride in a one horse open sleigh... Ladies and gentlemen... I give you the jingle bass...


Le gustaba escuchar a la más pequeña de sus hijas cantar cualquier tipo de canción, ya que Hope tenía una voz bastante bonita cuando no se encontraba gritando a los cuatro vientos y aunque sus hermanos estuvieran en desacuerdo diciendo que Hope no sabía cantar, él pensaba absolutamente lo contrario.


El amor de padre cega al padre, según decía Kol. Pero no era su culpa, él amaba a sus hijas y para él, eran tres hermosos diamantes únicos y radiantes.


Volvió a sonreír como tonto y embarró pintura en el pincel.


Merry Christmas.


— ¡Ya cállate maldita sea!


El grito de Malikah lo sobresaltó provocando que el pincel se deslizara por el lienzo, dibujando una línea recta en la pintura que con tanto esfuerzo estaba haciendo.


Malikah estaba sentada en el sofá con su intento de cara asesina –intento porque para alguien de su edad se veía bastante linda- mientras miraba hacia la pared contraria a donde estaba, pared que dividía el estudio del cuarto de Hope.


—Malikah –la reprendió apenas salió de su estupor–. ¿Qué te he dicho sobre las malas palabras?


— ¡Dile que se calle! ¡Parece un ganso a punto de ser degollado!


—Malikah –advirtió.


La niña se dejó caer de espaldas. — ¡Quiero dormir, papá! ¡Dile que se calle y que nos haga un favor a todo el mundo!


Como si su comentario hubiera sido escuchado por su hermana en su habitación, la música se escuchó más alto. Malikah lloriqueó golpeando su cara con el cojín que tenía en las manos.


Klaus soltó un suspiro. —Hope, bájale a la música, amor.


Su tono de voz fue lo suficientemente alto para que la menor lo escuchara a pesar de las paredes y la distancia, todo gracias al pedido súper oído desarrollado y sensible que tenían. Él pudo escuchar el resoplido que Hope dio, y seguidamente la música se detuvo.


—Gracias, pa –Malikah sonrió de medio lado, acomodándose en el sofá–. Esa mocosa nos va a dejar sin odios un día de estos.


—Es tu hermana menor, amor. A ella le gusta cantar.


—Sí, lo sé, pero ella no sabe que es tan buena como el tío Kol portándose bien.


Klaus frunció el ceño, mirándola, sus ojos chocando con los entrecerrados de Malikah.


—Kol es pésimo portándose bien, amor –dijo.


—Y Hope cantando, pa.


Se quedó callado sin algo que decir. Malikah tenía un buen punto.


—Klaus tenemos que... –su cuerpo entero se estremeció como cada vez que escuchaba esa voz, volteó en dirección a la puerta, viendo cómo Dena entraba al estudio, pero se detenía al ver a Malikah en el sofá–. ¿Oh, bebé, te sientes bien?


Su cara tenía una mueca preocupada cuando Malikah contesto. Y Klaus la comprendía, porque a nadie me gustaba ver a su hija medio inconsciente durante tres meses a pesar de que cada año era lo mismo.


—Solo tengo sueño, mamá –murmuró la rubia–. Lo de siempre.


Dena le dio una mirada de soslayo a Klaus mientras se acercaba hacia dónde estaba su hija, inclinándose un poco para poner su mano en la frente de Malikah, midiéndole la temperatura.

— ¿Y porque no vas a tu habitación?


—Porque tengo flojera –ronroneó cuando Dena acarició su cabeza, mirándola con ojos adormilados.


—Anda, levántate y a la cama –se río cuando escucho una protesta–. Sin peros, Malikah.


—No quiero...


—Amor –Klaus intervino–. Hazle caso a tu madre.


Malikah se sentó en el sofá, asintiendo medio enfurruñada, provocando que Dena le diera un beso en la mejilla antes de que se parara.


—Bien –arrastró los pies con pereza hacia la salida–. Pero no me despierten hasta la primavera, por favor y gracias.


—Un pequeño oso –Dena se burló de su hija, repitiendo lo que Aisha siempre decía–. Y no prometo nada, cariño, tienes que comer.


—Si... Comida... –susurró entrecerrando los ojos y bostezando.


Ninguno de los dos respondió, solo se dedicaron a ver cómo Malikah cambiaba de dirección hacia las puertas del estudio que llevaban a la habitación de Klaus, abriéndolas y adentrándose en ella para acostarse en la inmensa cama de su padre segundos después, pensando que su habitación estaba muy lejos y ella estaba muriendo de sueño.


Klaus negó con la cabeza dejando la pintura a un lado y yendo hacia dónde estaba su hija para acomodarla bien en la cama. Una vez que Malikah estuvo tapada y roncando levemente, regreso al estudio.


— ¿Qué ibas a decirme? –preguntó mientras iba hacia la mesita de centro y se servía un trago.


Dena hizo una mueca, acomodándose en el sofá donde Malikah estuvo.


—Es sobre Aisha.


Alzó las cejas, bebiendo de su vaso como distracción sabiendo a donde iba la conversación. — ¿Que paso esta vez?


—No intentes hacerte el tonto conmigo, Klaus –le dijo con el ceño fruncido–. No pueden seguir enfadados. Hoy es veinticuatro de diciembre y no pueden pasar navidad sin hablarse por una estupidez.


Klaus gruñó. —No es una estupidez, amor.


—Lo es, acéptalo –lo señalo con el dedo–. Te comportarse como un niño al gritarle de esa forma cuando ella en ningún momento hizo algo malo.


Él soltó un suspiro no queriendo escuchar otra vez el sermón de la mujer por lo mismo. Una porque era lo mismo y otra porque sabía que Dena tenía razón.


—Pero ella...


—Pero ella nada, Klaus –lo cortó–. Eres su padre, sabes que ella te ama demasiado y que le duele no hablarte cuando solo te pregunto por qué no estamos juntos si se supone que somos sus padres –suspiró, pausando porque era un tema delicado–. De cierta manera entiendo que no quieras decirle porque, lo hago. Sin embargo que estés enojado conmigo, que me odies y que no confíes en mí no significa que ella tenga la culpa.


Bien, ahí estaba lo que siempre hacia que su estómago se revolviera haciéndolo querer vomitar. Ciertamente había actuado como un idiota con su hija. Aisha era alguien bastante risueña, inocente, dulce e infantil a pesar de tener dieciséis años, algo que la hacía única a pesar de sus habilidades. Y hacia dos semanas se le había metido el bicho de la curiosidad por saber porque Dena y él no estaban juntos, sí; Papá, ustedes son mis padres, vivimos en el mismo techo y convivimos como familia, ¿Por qué no están juntos si ambos se ven enamorados el uno del otro?


Y la verdad era que él ya lo sabía, sabía que seguía enamorado de Dena pero el simple hecho de pensar en lo que le había hecho en el pasado, que lo había traicionado, lo cegaba de ira y odio. Estaba en negación según Rebekah, pero no podían echarle la culpa. Vivir casi dieciséis años con la persona que te rompió el corazón y que luego ayudo a que no murieras no era fácil. Lo estresaba demasiado.


Fue por eso que a raíz de todo ese estrés acumulando y las constantes preguntas de Aisha lo llevaron al límite, haciéndolo estallar y gritarle a su hija. Terminando con una Aisha llorando y negándose a hablarle, con sus hermanos enfurruñados y con un mal sabor de boca.


—Ya lo sé –murmuró con cansancio–. Ya lo sé.


Dena relajo la cara. — ¿Y qué estás esperando entonces? Ve y discúlpate con ella, ya estoy cansada de escucharla llorar en las noches.


Si, él también la había escuchado, pero estaba lo suficientemente avergonzado como para hacer algo. Eso y que Aisha se había ido a refugiar a los brazos de Dena todas esas veces. Buscando el amor y consuelo que solo mamá podría darle.


—Bien –respondió bebiendo lo último de su vaso, armándose de valor–. Supongo que es momento de que deje de ser un idiota.


—Qué bueno que lo sepas –se puso de pie, mirándolo atentamente con sus orbes azules causándole un escalofrío–. Que sea la primera y última vez que le grites a Aisha o a alguien más por culpa de nuestros problemas, Klaus –la vió sin parpadear, Dena tenía una mueca melancólica en la cara–. Si tienes algo que decirme, dímelo, no te desquites con alguien que no tiene la culpa, ¿De acuerdo? Ambos sabíamos que tarde o temprano Aisha o Malikah iban a preguntar, nos dieron dieciséis años para pensar en que decirles o en todo caso para tratar de arreglar las cosas –le sonrió con tristeza, empezando a caminar hacia la salida–. Solo trata de entender su curiosidad, son nuestras hijas después de todo y van a hacer preguntas que ninguno de los dos va a querer responder. Pero hay que hacer un esfuerzo entre nosotros por ellas.


— ¿Solo por ellas? –Klaus susurró.


Dena se detuvo un momento, dándole una mirada de reojo y una sonrisa triste.


—Es lo que siempre me has dicho. Me soportas solo por ellas, tú me odias.


Y con eso, salió de la habitación, dejándolo con un sentimiento de pesadez en su pecho.


—No lo hago –dijo al aire, aceptándolo en voz alta por primera vez.


Sin embargo, Dena no alcanzó a escucharlo.





























Se detuvo frente a la puerta pintada de blanco, tocando la madera un par de veces mentiras tomaba aire.


—No tengo hambre, Freya –se escuchó del otro lado–. Te lo dije veinte mil veces.


Sonrió de lado. —Amor, no soy Freya –dijo, sin obtener respuesta–. ¿Podemos hablar?


El silencio gobernó por un par de segundos donde Klaus pensó que iba a ser rechazado por su hija. Hasta que del otro lado se oyó un pequeño y suave entra. Giró el pomo, abriendo la puerta y empujándola para poder entrar a la habitación.


Espero que la luz le diera de lleno en la cara por los ventanales que Aisha tenía, sin embargo, lo recibió la oscuridad plena y si no fuera por su súper visión no hubiera podido ver en bulto que sobresalía entre las sábanas de la cama.


Se acercó titubeante, hasta sentarse en la suave superficie.


— ¿Qué quieres? –Aisha susurró, escondida entre sus sábanas.


—Vine a disculparme contigo.


—Este perdonado, ahora vete.


Klaus hizo una mueca notando el tomo roto en la voz de su hija.


—Sé... Sé que me porte como un tonto neandertal gritándote de esa forma cuando esa no era la manera de responderte por una simple pregunta, bebé –empezó, mirando el bulto moverse levemente–. Pero es difícil para mí hablar sobre ese tema y no supe cómo responderte. Gritarte no era la forma adecuada, realmente me siento bastante mal por haberlo hecho y que no hablarnos por estas dos semanas me hizo darme cuenta que he sido un idiota al hacerlo –tomó otra bocanada de aire, su voz bajando con cada palabra–. Lamento haberlo hecho, en serio lo siento. Eres mi hija y lo último que querría es que siguiéramos sin hablarnos por algo como eso. Y si no puedes perdonarme, lo entiendo, yo tampoco me perdonaría tan rápido si fuera tú –Aisha no respondió, en cambio solo soltó un sollozo que hizo al corazón de Klaus encogerse y querer tirarse de un puente por lo tonto que había sido al no arreglar las cosas antes–. Aisha, déjame verte, amor.


Aisha se descubrió la cara rápidamente, dejando que su padre mirara esos bonitos ojos azules derramando lágrimas mientras su naricita estaba roja y un puchero yacía en sus labios.


—T-Tardaste mucho, pa.


—Oh mi bebé, perdóname.


La tomo en sus brazos, atrayendola hacia él y abrazándola fuertemente. Aisha se aferró a su camiseta, llorando en su pecho.


Estuvieron así por algunos minutos, hasta que Aisha logró calmarse y se alejó para encender la lámpara de noche a un lado de la cama.


—Te perdono –se sorbió los mocos–. Pero no lo vuelvas a hacer.


—Lo prometo –beso su frente, causando una risita en Aisha.







































— ¿Dónde está mi zapatilla? –Hope miró a todos lados desde el balcón–. ¿Dónde está mi zapatillaaaaaaaaaaaa?


—Ay por dios, ¡Cállate!


— ¡Tu agarraste mi zapatilla! –señaló a Malikah, quien estaba medio dormida acomodando los platos en la mesa–. ¡Siempre agarras mis cosas!


— ¡Yo no agarre nada! –refutó.


Hope gimió dándose vuelta y perdiéndose en el balcón mientras Elijah apareció por una de las puertas que daban al patio cargando tres botellas de vino. Su traje estaba impecable, más que otras veces.


— ¿Que fue eso? –preguntó a su sobrina, acercándose a la pequeña cubeta junto a la mesa para poner una de las botellas.


Malikah se encogió de hombros soltando un bostezo. La adolescente estaba vestida con un pantalón holgado negro y una blusa blanca con encaje en frente, su cabello rubio caída en cascada por ambos lados de su cara sin ninguna gota de maquillaje. Se veía graciosa, pensó Elijah, porque Malikah estaba medio dormida y aun así estaba acomodando los platos en la mesa.


Eran las nueve de la noche del veinticuatro de diciembre y todos estaban listos para celebrar navidad con una cena en familia, justo como todos los años anteriores.


—Malikah, cariño, ten cuidado –Freya le llamó la atención llegando con un montón de bolsas de regalos–. Elijah, ayúdala.


El nombrado terminó de poner las botellas en cada cubeta con hielo que había y se acercó a su sobrina, quitándole la pila de platos ganándose una sonrisa risueña.


—Ve a sentarte –le dijo.


—Pero quiero ayudar –susurró.


— ¿Por qué no traes tus regalos para ponerlos en el árbol, Likah? –Freya propuso.


Malikah ladeó la cabeza. —De acuerdo.


Se encaminó hacia las escaleras que llevaban al balcón del segundo piso, interceptándose con Dena y Rebekah, quienes venían bajando con más regalos cada una. Ambas mujeres iban arregladas con hermosos vestidos, combinándose perfectamente con sus accesorios.


— ¿A dónde vas, bebé? –pregunto la pelinegra.


—A buscar mis regalos.


—Ah, los tomé de tu habitación –movió sus brazos, sonriéndole–. Vamos a acomodarlos.


— ¿Y los tuyos? –cuestiono regresando sus pasos.


Dena hizo un movimiento con la cabeza. —Ya están en el árbol.


— ¿Y los demás? –Rebekah preguntó, terminando de bajar las escaleras.


—Klaus está haciendo quien sabe que en el estudio, Aisha está ayudándolo, Hayley en la cocina y Hope...


—Presente –chilló la última corriendo mientras bajaba las mismas escaleras que Dena y Rebekah bajaron. Vestía un bonito vestido dorado que llegaba hasta su rodilla, su cabello estaba agarrado en una coleta, su cara levemente maquillada y en sus pies estaban las zapatillas que tanto buscaba.


— ¡Ten cuidado! –Elijah rumió cuando la vio saltar los últimos escalones–. Jesús del cielo.


Hope río. —Todavía no son las doce como para empezar a ponernos religiosos, tío.


Dena y Rebekah rieron mientras acomodaban los regalos en el inmenso árbol de navidad que habían adornado en el patio.


—Siempre diciendo cosas tontas –Malikah susurró colocando la caja forrada junto a las demás.


—Te escuché.


—Esa era la intención, hermanita.


—Todos quítense de mi camino –Hayley pidió saliendo la casa, un gran plato con un pavo en sus manos–. Hope, apártate.


La ojiverde hizo lo que su madre le dijo, abriéndole el camino para que pudiera llegar a la mesa. Un suspiro se escuchó por parte de ella y de Malikah, quienes lo hicieron segundos después al oler lo majestuoso del pavo.


—Bebé, estás babeando –Dena extendió su mano para limpiar la boca de Malikah, quien se avergonzó ante la acción.


—Mamá –se alejó.


— ¡Waw, huele delicioso!


Todos voltearon la cabeza hacia las puertas por donde Hayley había salido, encontrándose con Klaus y Aisha cruzando el umbral, esta última luciendo una cara se satisfacción ante el olor de la comida.


Aisha vestía un gran suéter que era un tipo vestido, unos bonitos zapatos sencillos y su cabello negro estaba peinado y sostenido por una santa, dándole ese aspecto infantil que generalmente tenía.


Klaus río ante el comentario de la menor, el lucía un traje al igual que Elijah.


—Tengo hambre –gimoteó acercándose a la mesa para meterle el dedo a la salsa del pavo, pero Hayley le dio un leve manotazo antes de que si quiera pudiera hacerlo–. Ay.


—Todavía no es hora de comer –graznó–. Tenemos que estar todos.


Aisha se giró para ver a todos los presentes. — ¡¿Dónde está Kol Mikaelson?!


—Podemos comer sin él –Hope propuso, recibiendo una mirada de reproche se su madre–. Yo solo digo...


—A todo esto, ¿Dónde está Kol? –Elijah inquirió


Freya negó sin saber, al igual que Hayley y Rebekah.


—Compras de último minuto –Dena respondió poniéndose de pie y acomodándose el vestido–. Se le olvidó comprar los regalos.


Rebekah sonrió socarrona. — ¿Y tú cómo sabes eso, eh?


Klaus gruñó por el tono de voz de Rebekah.


—Me envió un mensaje hace como una hora –se encogió de hombros.


— ¿Y por qué te mensajeas con él? –Klaus inquirió hacia la mujer, enfurruñado.


Dena alzó una ceja antes de caminar hacia los sofás del patio. —Quizás porque se utiliza para comunicarse.


Aisha soltó una risita yendo hacia dónde su madre, sentándose a su lado. Malikah hizo lo mismo, salvó que ella se sentó en el lado izquierdo.


— ¿Por qué no mejor nos sentamos a conversar mientras esperamos a Kol? –más que una pregunta era un hecho.


—Estoy de acuerdo con Freya.


Hope frunció el ceño. —Pero la comida se va a enfriar.





































La cena de navidad se llevó acabó una hora después cuando por fin Kol apareció por la puerta con los brazos y manos llenas de bolsas de regalos. Entre risas y pláticas amenas comieron hasta que las tres menores de la casa estuvieron satisfechas sobándose la panza. La comida estuvo más rica de lo que pensaron, todo gracias a las manos mágicas de Hayley al cocinar, la cual recibió halagos por el buen sabor.


— ¿Creen que es hora de abrir los regalos? –preguntó Rebekah.


Todos estaban sentados en los sofás después de terminar de comer, Aisha, Klaus y Hope estaban sentados juntos, Dena, Rebekah y Kol en el sofá alado de ellos, Freya, Elijah y Hayley en el otro y Malikah estaba en el suelo con la cabeza recargada en las piernas de Dena. Los mayores tenían sus copas llenas de vino, mientras que Hope bebía agua, Aisha leche y Malikah estaba dormitando como para beber algo.


—Por supuesto, no me mate buscando que darles para que no lo abrieran –Kol bebió de su copa.


—En ese caso, empieza tú, hermanito –lo señaló.


Kol negó. —Que empiece la más pequeña de la familia, ¿Verdad, pequeña Hope?


La niña frunció el ceño. —Pero si eres tú quien estuvo quejándose toda la noche de querer abrirlos ya.


—Cambie de opinión.


Hope se puso de pie, rodando los ojos. —No me sorprende –caminó hasta el árbol, inclinándose para buscar todos sus regalos.


La dinámica era simplemente, Hope tenía que darle los regalos correspondiente a cada uno, sin embargo, ella tenía que elegir a la única persona quién iba a abrir el suyo, cada persona iba a hacer lo mismo cuando su turno llegará; repartir los regalos a cada quien y elegir a la persona que iba a abrir el que le tocó. Rebekah fue quien lo propuso yacía cinco años, cuando Kol le regaló una tira de condones a Hayley y a Elijah, dejando traumadas a las tres niñas de la casa. Así que los demás regalos que se hubieran dado a cada quien se iban a abrir en privado, para prevenir posibles momentos incómodos.


—Tío Kol, tu eres el elegido –Hope dijo volviéndose a sentar–. Espero te guste.


Kol se apresuró a abrir la caja que la ojiverde le había entregado, rasgando el papel y moviendo la tapa, ansioso porque generalmente Hope se lucia con sus regalos. Sin embargo, la sonrisa que tenía en su cara se esfumó cuando vio el interior.


— ¿Que se supone que es esto?


Hope hizo un ademán, guiñándole el ojo. —Una foto mía.


Todos rieron ante la cara amargada de Kol.


—Tú pequeña...


—Kol –Klaus advirtió divertido–. Es tu turno.


El original se puso de pie, entregando sus regalos. Cuando cada uno tuvo el suyo, se giró hacia Dena.


—Ábrelo, cariño.


Dena arqueó la ceja, quitando las grapas de la bolsita de regalo y mirando dentro. Su sonrisa tembló, provocando que los demás se sintieran curiosos.


— ¿Qué es? ¿Qué es? –Aisha canturreó quitando su cabeza del hombro de Klaus.


Dena metió la mano a la bolsa, sacando una pequeña maceta con dos retoños de tulipanes. Sus flores favoritas.


—Un mosquito me dijo por ahí que cuando eras pequeña sembrabas tulipanes para tu madre –Kol anunció, una sonrisa triunfante en su cara.


Dena río, admirando los retornos que apenas cabían en su mano. —He de suponer que ese mosquito fue Damon.


—Quizás.


Dena volvió a reír, guardando la maceta con cuidado en la bolsa y poniéndose de pie para repartir sus regalos.


—Aisha y... –se detuvo cuando se percató de que Malikah ahora dormía recargada en las piernas de Rebekah–. Malikah se durmió. Supongo que sólo vas a abrirlo tú, bebé.


Aisha se removió dándole su vaso a Klaus, rompiendo con sumo cuidado la envoltura del regalo.


— ¿Qué es, ma? –preguntó.


—Ábrelo y verás.


Todos rieron ante el entusiasmo de la pelinegra, quien soltó un gritito cuando vio que era. Se trataba de unos pasadores para el cabello de orejitas de gato, esos que había visto hacía unos meses y no se había podido comprar.


—Gracias, gracias, gracias –chilló quitándose el lazo de la cabeza y poniéndose las a cada lado–. Son bellísimos.


—De nada, bebé.


Aisha saltó de su asiento e hizo lo mismo que los otros, se puso de pie, repartió su regalo y eligió a una persona.


—Papá.


Klaus alzó las cejas, sonriendo ante la actitud interactiva de su hija.


Su corazón dio un salto cuando vio el contenido, tomándolo entre sus manos como si fuese a romperse. Se trataba de una figura tallada en madera, parecida como la que él le hizo a Hope años atrás, salvó que está se trataba de un lobo sentado sobre sus patas traseras y tres cachorros, dos a cada lado y uno entre sus patas delanteras, con un pequeño grabado en el soporte que decía.


Juntos más que por siempre y para siempre.


—Me costó hacerlo –enseño tímida sus manos, algunos de sus dedos tenían blanditas rodeándolos–. Espero te guste.


Klaus miro los bonitos ojos azules de Aisha, sintiendo como estos picaba.


—Oh por dios, Klaus está a punto de llorar –Kol soltó divertido.


—Un bebé llorón –Rebekah le siguió.


—Que llore, que llore, que llore –Hope aplaudió riéndose.


Klaus negó con una sonrisa en su boca, pasando el brazo por los hombros de Aisha para atraerla en una abrazo. Ignoro los comentarios divertidos de sus hermanos y beso la mejilla de su hija, sintiéndose orgulloso de ella. Le habían regalado muchas cosas a lo largo de su vida, pero aquello había sido más especial que cualquier otra cosa. Y el solo saber que Aisha se había esforzado en hacer algo que a él también le gustaba aparte de pintar, hacía que su corazón se llenar de felicidad.


—Gracias, amor.


—De nada, pa.


No podía pedir más, se dijo mientras se ponía de pie para repartir sus regalos, guardando la figurita de madera.


—Aisha y Hope –anunció, ayudando a Dena a subir a una Malikah dormida sobre las piernas de ella, Kol y Rebekah–. Abran sus regalos.


— ¡Por favor, que sean las llaves de un auto! –Hope rogó rasgando la envoltura con rapidez.


—Sueña si crees que Klaus te va a dar un auto –Kol le dijo.


—Déjame soñar, bastardo.


— ¡Hope! –Klaus, Hayley y Elijah dijeron a la vez.


Alzo las manos un momento antes de regresar su atención al regalo. —Lo siento, jeje.


Aisha miro curiosa los orificios de la caja, teniendo cuidado de no romper el papel que la envolvía, de la misma manera que había abierto el regalo que le dio Dena, retiró la cinta adhesiva. Volteo a ver a Klaus, quien asintió para que moviera la tapa y cuando lo hizo, soltando un jadeo y seguidamente un chillido.


—Oh por dios, ¡tengo un auto!


— ¡Y yo una rata!


Dena y Klaus rieron. —Es un hámster, amor.


— ¡Tengo un hámster! –sacó de la caja a una bolita peluda, que se removía.


— ¿Le das a una de tus hijas un auto y a otra un hámster? ¿Qué le diste a Malikah?


—Un auto igual –le respondió a Kol.


— ¿Y porque a Aisha no le dista también uno?


— ¡Este es el mejor regalo del mundo! –exclamó la nombrada, acariciando al roedor con su dedo–. ¡Gracias, papá!


Hope y Aisha bañaron de besos las magillas del hibrido, quien miraba con suficiencia a su hermano menor.


—Le voy a poner Nugget.


Freya miro a sus hermanos, sonriendo levemente por el nombre.


— ¿Por qué no mejor Manteca?


Aisha abrió la boca mirando a su tía. —Definitivamente se llamara Manteca.


El sonido de las campanas de la iglesia se escuchó por toda la casa, iniciando las doce de la noche, por los que todos se pararon a abrazarse y desearse una feliz navidad entre risas y apretones.


— ¡Feliz navidad! –Klaus bebió de su copa.


Tenía todo lo que siempre quiso frente a sus ojos.


Una familia.


































❄❅❄

¡Feliz navidad!

Lyn.

Continue Reading

You'll Also Like

727K 71.7K 44
Kagehina 💙
179K 14.3K 37
Lara pensaba que Toni era el amor de su vida, pero dejó de serlo hace mucho, después del primer golpe que recibió por su parte cuando estaba embaraza...
150K 21.3K 64
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...
105K 14.3K 19
Viajar al Amazonas a pesar de su disgusto le abrió los ojos para darse cuenta que al final... Todavía no era verdaderamente libre. . . . No. 1 en #t...