La juventud se desvanece
al igual que una estrella que solía decorar el cielo,
ella pertenece al tiempo como todo.
Antes encontrabas tantas razones para seguir;
podían estar escondidas en el techo
jugando con alguna sombra
o quizás presenciando el poco sentido que le hemos dado a la vida.
Ya nada de eso existe,
el amarillo de los narcisos
ni el desesperante cantar de un ave
dentro de una jaula
podrán devolver los momentos
que persisten en blanco y negro.
Las puertas se abren y cierran
con cada decisión
vuelves a lo mismo una vez más.
No solías verlo pero todos llevan máscaras
con expresiones tan llenas de arte,
también vacías como un lienzo en blanco.
Rayos de luz desangelados,
habladurías perdiéndose en la inexistencia
avergonzadas de ser tan apáticas,
efímeras al igual que fuegos artificiales.
Se van antes de poder ser entendidas completamente.
Has corrido hacia un campo de almas para observar la manera en la que brindan divinidad,
cerraste los ojos al descubrir
un inquietante pasado en las tormentas de verano
al igual que en rostros pálidos de los mienten
incitados por una ilusión.
La realidad se degrada
oyendo pasos inseguros, sin saber dónde ir.
Enamorándote de la libertad,
de la seguridad de la muerte;
el sol inunda una habitación sin vida
llenando con lejana luz
rincones brillantes de eco
perteneciente a la confusión.
Puede que no ser nadie
sea lo único que quede.