Se miraron después del beso, sabían que lo que acaban de hacer no se lo perdonarían jamás, era vergonzoso para ambos, ya adultos y jugando un juego tan infantil, mirándose a los ojos como locos enamorados, besándose como si nunca se hubieran separado.
A ambos el pecho les dolía, las fuertes palpitaciones de sus corazones eran responsables de ello. Las lágrimas amenazaban escapar de los ojos de Paul. El beso que se acababan de dar fue un paso más a la perdición de ambos.
—No podemos estar juntos. —Tomó sus manos—. No es mi culpa, somos adultos con compromisos que nos atan a otras personas, estamos casados y esto estará mal visto, nuestro amor desde que comenzó ha sido un mutante y lo sabes. Necesitamos darnos un tiempo... nuevamente. Las personas nos odiarán si es que se enteran de esto.
Paul quedó callado, sabía que tenía mucha razón, pero no le quería dar el gusto de aceptar lo que le pedía, no se quería ir de su lado nuevamente.
—Sabes que siempre te amaré —continuó—. Nunca te olvidaré, necesito que sepas que aunque nos separen mil veces, los sentimientos que nos unen seguirán latentes en nuestras vidas, en mi vida nunca existirá alguien más importante que ti, lo siento Paul, pero debemos alejarnos por el bien de ambos.
Paul sabía que era cierto, esa persona siempre tuvo la razón más cuerda de ambos, aunque nunca lo asimiló. Las lágrimas que amenazaban salir de sus ojos avellanas, lo hicieron, incitándole a abalanzarse y abrazarle, hundiendo su rostro entre sus ropas.
—Por favor —dijo el bajista—. No me dejes, John.