Perfidia

By Bluecities

132K 12.6K 5.7K

Juegas con las reglas que ya manipulas, pero te lanzas al peligro del que ahora no sabes cómo escapar. ¿Qué p... More

Perfidia
Reparto
INTRODUCCIÓN | Ya estamos muertos
CAPÍTULO 01 | Primer ataque
CAPÍTULO 02 | Segundo ataque
CAPÍTULO 03 | Tercer ataque
CAPÍTULO 04 | ¿Qué es esto?
CAPÍTULO 05 | Ocurrirá
CAPÍTULO 06 | Estoy aquí para salvarlos
CAPÍTULO 07 | Lámpara incandescente
CAPÍTULO 08 | Teléfono fijo
CAPÍTULO 09 | Sonrisa sin vida
CAPÍTULO 10 | Pasaje al infierno
CAPÍTULO 11 | Buen presentimiento
CAPÍTULO 12 | El dibujo del reloj
CAPÍTULO 13 | La habitación del ataúd
CAPÍTULO 14 | Nada más que la verdad
CAPÍTULO 15 | Cuarto ataque
CAPÍTULO 16 | La cámara que sólo ella puede usar
CAPÍTULO 17 | ¿Puede un simple beso forjar algo más grande?
CAPÍTULO 18 | Confía en mí
CAPÍTULO 19 | Los refugios me odian
CAPÍTULO 20 | Adrenalina
CAPÍTULO 21 | Perfidia
CAPÍTULO 22 | La página número 24
CAPÍTULO 23 | Las personas muertas estamos más presentes de lo que crees
CAPÍTULO 24 | Apretar el gatillo
CAPÍTULO 25 | Más viva que nunca
CAPÍTULO 26 | Tic, toc
CAPÍTULO 27 | ¿Quieres jugar un juego?
CAPÍTULO 28 | Grita por mí
CAPÍTULO 29 | Es fácil cuando duele
CAPÍTULO 30 | Mueres salvándolo y vives matándolo
CAPÍTULO 32 | Absolutamente todo
CAPÍTULO 33 | Toma lo que siento
CAPÍTULO 34 | Algo tiene que quedar
CAPÍTULO 35 | Un poco más fuerte
CAPÍTULO 36 | Por ti
CAPÍTULO 37 | Una mala razón para ir detrás del pasado
CAPÍTULO 38 | Tan presente
CAPÍTULO 39 | No hagas que me arrepienta
CAPÍTULO 40 | No más preguntas
CAPÍTULO 41 | El fuego se encuentra con la gasolina
CAPÍTULO 42 | Caminar a través del fuego y sobrevivir
CAPÍTULO 43 | Infinitamente complicado
CAPÍTULO 44 | Lo que fue verdad y ahora es mentira
EPÍLOGO | Seguiré cayendo
10 años después
Agradecimientos y algo más
Playlist

CAPÍTULO 31 | Te odiaré cuando muera

1.3K 163 69
By Bluecities

MADDIE

Veo la pequeña y aparentemente inofensiva cajita del tamaño de un huevo en el exacto momento en el que, sin más, aparece sobre mi cama, en mi habitación. Estaba esperando que llegara, de pie justo en la puerta, suponiendo que lo harían en cualquier momento. Pero no llegué a pensar que sería así. Que se vería tan... inofensivo.

No tengo miedo de acercarme a abrir la cajita. Es tan simple y blanca que parece frágil, similar al cristal, pero en cuanto veo lo que contiene olvido por completo cualquier pensamiento relacionado con otra cosa. Porque aquí están las píldoras. Justo como esperaba. Justo como Joey dijo.

Una parte de mí esperaba equivocarse. Esperaba que lo que haya vivido se hubiese tratado de un simple sueño provocado por el paralizante miedo que siento cada vez que recuerdo lo que estas cosas me hicieron. El dolor que provocaron. Llegué a pensar que... nadie sería tan cruel. Que nadie volvería a intentar jamás hacerme tragar una de ellas.

Pero aquí estoy, sin ninguna otra opción. ¿Cómo puede ser que esté tomando ahora esta decisión? ¿Realmente voy a hacerlo? Y sabré que Joey no tiene la culpa. Quizás ella me las de, quizás ella me ordene tomarlas, pero al final del día soy yo la que sigue sus órdenes y la que, además, de una u otra forma... quiere hacerlo. Tal y como lo hice al despertar.

Nunca he necesitado de ningún líquido para esto. Coloco todas las que Joey dejó en la cajita sobre mi mano. Ahora puedo contarlas. Son tres. Más de lo que esperaba.

Con un simple y rápido movimiento las llevo a mi boca.

Apenas siento cómo desaparecen dentro de mí, pero soy consciente de ello. Sé lo que estoy haciendo, y estoy dejando que suceda. Lanzo la cajita contra el suelo y me tumbo sobre la cama, incapaz de pensar. Apenas recuerdo cuánto tiempo tomaban en hacer efecto. Apenas recuerdo cómo se sentía. Pero no me hace falta recordarlo para saber que sucederá de nuevo. Que volveré a ser esa vieja y estúpida Maddie que dependió demasiado de un par de píldoras para sobrevivir a su semana de Instituto, problemas familiares y cosas varias.

Ah, sí. Comienzo a recordar cómo se sentía. La tristeza, la necesidad de hacer lo que debía hacer para poder, más tarde, olvidarlo todo. Odiaba vivir de esa forma. Odiaba despertar cada mañana viendo a mi madre entrando a la habitación para correr las cortinas de mi ventana. La veía y sólo podía pensar en que hacía eso para controlarme. Estar cerca de mí. Ver, al menos por un momento del día, a su hija preadolescente. Porque luego iba a irse. Luego volvería de noche, siendo ya muy tarde y estando ya demasiado cansada como para querer hablar conmigo. No fue ni por asomo esa la principal razón por la cual comencé a drogarme, pero descubrí un beneficio. Al no dormir, podía esperarla con las cortinas abiertas. Y también podía hablar con ella.

Me sentía tan enojada con todos. O eso creía, porque la verdad es que siempre estuve únicamente enfadada conmigo misma.

Tanto como lo estoy ahora.

—Cariño—oigo súbitamente—, cariño.

Y aunque no reconozco esa voz, volteo para verlo. Sin embargo, no hay nadie, y la puerta de mi habitación está cerrada. Pero la voz tuvo que provenir de algún lugar, y es evidente que no vino desde el otro lado de la puerta. La escuché a la perfección, como si hubiese estado de pie justo a mi lado.

Me incorporo sin pensarlo dos veces. Observo la puerta. Sí, está cerrada. Pero no puede haber nadie más que yo en esta habitación, así que quien sea que haya sido el que estaba hablando, debe de haberlo hecho desde afuera. Por más que me parezca imposible. Me acerco, la abro y le echo un vistazo a la sala de blanco, pero tampoco hay nadie. Y no pudo haberse tratado ni de Bradley ni de Heather, porque la voz era masculina.

Entonces vuelvo a oírlo.

—Por aquí, cariño. Ven conmigo.

Quiero seguir la voz, y parece provenir desde el jardín, fuera de la casa. A paso apresurado, salgo de este lugar y sólo una vez que lo hice puedo ver al dueño de la voz. Se mantiene ahí, inmóvil, en la entrada a este horrible lugar. Sigue cerrada, pero sé que eso no le importa. Puede irse cuando quiera, incluso cuando quiera matarlo por todos los años de dolor que causó, no sólo para mí sino también para mi madre.

Ahí está mi padre.

No puedo creer que ni siquiera reconocí su voz.

—No—maldigo—. Joder, qué asco. Vete a la mierda.

Me gustaría poder darme la vuelta, volver a mi habitación y dejar a las estúpidas píldoras hacer lo que tengan que hacer conmigo—si es matarme, mejor para mí—, pero no puedo negar ni luchar contra el insignificante detalle de que una parte de mi ser, en realidad, no quiere hacerlo. No quiere dejarlo ir. No quiere ver o saber que, de nuevo, me está abandonando.

—Oh, cariño, por favor no llores—dice él, y su expresión parece reflejar pura preocupación.

Sentimiento que sé que no es real.

Se acerca a mí en un abrir y cerrar de ojos. Parece que la distancia no es algo que él tenga muy en cuenta ahora. Uno de sus brazos me rodea primero. Es mucho más alto que yo. Mamá siempre me dijo que, en ese aspecto, era igual a él. Porque yo también soy alta, mucho más que mi madre. Y ahora el otro brazo de mi padre me atrae hacia él, y de nuevo no quiero evitarlo. No quiero tener que apartar mi cabeza de su pecho.

Pero al mismo tiempo me enfurece tanto.

—Déjame—le ordeno, pero estoy llorando.

La fuerza que él utiliza para mantenerme cerca es aplastante. Tanto que comienza a preocuparme un poco.

—No, hija. No pienso volver a dejarte. Ya no más.

Recuerdo. Sí que lo hago. Las pesadillas constantes cuando él se fue. Esas en las que sólo podía verlo volviendo a casa, abrazándome así, como lo hace ahora, y también diciéndole a mamá cuánto lo lamentaba. Cuánto deseaba poder cambiar el pasado. Claro que despertaba con lágrimas en los ojos y la esperanza de que sea real, pero nunca lo era.

Ahora tampoco.

—¡Eres un demonio!—grito de repente, consiguiendo que por fin me suelte y se aleje para poder verme a los ojos—. ¡Todos estos años esperé por ti! ¡Esperé después de clases, esperé cada noche en la que no podía dormir porque creía que, si lo hacía, llegarías y no lo sabría! ¡Que volverías a irte, y yo volvería a perderte!

Su expresión acaba de volver a cambiar, pero el dolor que refleja no es real. No podría serlo.

—Me prometiste estar conmigo, estar ahí cuando lo necesite—continúo diciendo, aún sin poder dejar de gritar con furia—. ¡¿Tienes idea de cuántas veces me pregunté en dónde mierda estabas cuando más te necesitaba?! ¡No! ¡No lo sabes! ¡Ni siquiera puedes imaginártelo!

Intenta acercarse de nuevo a mí, abrazarme o algo similar, pero ahora lo empujo hacia atrás.

—¡Tuve el mejor promedio de mi curso durante tres años seguidos! ¡Gané todos los concursos de fotografía a los que mamá me inscribió! ¡Sufrí de la peor adicción que jamás volveré a sufrir en mi vida! ¡Y tú no lo sabes! ¡No tienes idea porque nunca estuviste ahí para verme!

Vuelvo a empujarlo.

—¡Y yo aún así... te quería! ¡Aún así esperaba que volvieras! ¿Y sabes qué es lo peor de todo esto? No... no. No lo sabes—esta vez me toca dar un pequeño, débil y vacilante paso hacia él. Uno que no alcanza a ser gran cosa—. A pesar de todo, papá, si llegabas a volver, iba a recibirte con un abrazo.

Me lanzo hacia él con las intenciones de derrumbarlo, pero es más rápido y toma mis muñecas para mantenerme firme. Sé que me veo muy mal. Que las lágrimas en mi cara no dan señales de querer desaparecer. Pero, como muchas otras cosas, no es lo que me causa preocupación ahora mismo. Claro que no.

No ahora que lo entiendo. Y veo la trampa que se me ha tendido. Porque, conforme comienzo a parpadear, los ojos de mi padre dejan de estar delante de mí. Y así, lo descubro. A quien en realidad le estaba gritando era... Stephen.

—¿Maddie? ¿Qué...?

Me alejo de él con brusquedad, obligándolo a soltarme. Ahora entiendo sus expresiones. Ahora entiendo por qué permitía que le empuje.

Hay muchas cosas en mi cabeza ahora mismo. Más de la que necesito. Por eso, aun habiendo llorado delante de su cara, aun habiendo hecho tal escena, aun habiéndole gritado, no pienso dar explicaciones. No me veo capaz de hacerlo.

Simplemente volteo y vuelvo a mi habitación.

STEPHEN

Maddie puede estar loca.

Quiero decir, cualquier persona puede estarlo.

Yo puedo estar loco. Puedo haberlo imaginado todo. O puedo también estar imaginando todo esto, 00:00, ahora mismo.

Oh, cómo me gustaría.

Estoy justo sobre la casa de los tíos ahora mismo, pero poco me importa. Nadie subirá. Sin Brenton en la casa, puedo asegurarlo. Él era el único que perdía su tiempo aquí, y creo que ahora puedo entender por qué.

Tengo el diario conmigo. Y sé que la última vez que lo tuve cerca, al dormirme, hice un dibujo. Uno que predijo o al menos nos dio una pequeña pista sobre Freddie y Brenton. Sobre que se habían ido. Aunque aún no logro descifrarlo a la perfección, no me cuesta mucho saber que el chico sobre el perro es Freddie. Pero eso deja al chico sin pierna como Brenton, y eso... no tiene sentido. No para mí.

Pero algo siempre será algo. Y necesito de cualquier cosa para entender qué es lo que sucede con Maddie. Hablaría con ella, pero se encerró en su habitación hace un par de horas y no parece estar dispuesta a salir. No más, al menos.

Así que debo hacer algo más. Debo buscar otra forma de entenderla.

Estoy abrazando el diario. Está cerrado, tal y como lo estaba ayer.

Cierro mis ojos. Sé que estoy cansado. No he podido dormir en mucho tiempo. Y ya no le temo a Bradley. No ahora que Heather está aquí y parece ser capaz de mantener las cosas bajo control.

Pero, aún así... no soy capaz de conciliar el sueño.

—Jodeg.

No vuelvo a abrir mis ojos. Ya está anocheciendo, así que la luz no es un problema para mí. Mucho menos que se acerque la medianoche. Sé que estaré despierto para cuando suceda. No puedo dormir al ser asesinado, ¿verdad? Y tampoco creo que me dejen morir de esta manera. No. Por alguna razón, me siento demasiado a salvo.

Pero no lo suficiente.

Abro ambos ojos, pero ya no veo el cielo.

Ahora veo un techo blanco.

—¿Qué miegda?

Sigo teniendo el diario conmigo. Lo abro para ojearlo pero ni siquiera así encuentro algo. No he hecho nada porque soy patético intentándolo, y puede que la vida de Maddie esté en riesgo, pero yo no lo sabré.

Me pongo de pie y, al hacerlo, me percato de algo. Algo que escucho a la perfección. Se trata del reloj. Ese que siempre comienza a sonar cuando faltan tan solo segundos para la medianoche. Lo que significa... que debo ir.

Tomo con mucha más fuerza el diario y me dispongo a abrir la puerta, sin imaginar lo que me espera del otro lado.

BRENTON

—Entonces, Brenton... dices que no recuerdas nada de la persona que te quitó la pierna—dice por quinta vez el policía Sullivan.

—Nada de nada—vuelvo a decir, también por quinta vez.

Sullivan lanza un leve suspiro antes de mirar a su acompañante, el detective Chris. Conocía a ambos hombres desde antes de recibirlos en mi habitación del hospital. Todo gracias a mi padre. Todo gracias a su estúpido dedo y, además, al estúpido que se le ocurrió enviárnoslo como si de un regalo se tratase.

—Quiero creer que entiendes lo... ilógica que suena tu historia, Brenton—habla al fin el detective Chris, con ese tono tan gélido que lo acompaña desde que era un bebé, probablemente—. Te secuestraron durante cinco días, en los que nadie supo nada de ti. Y ahora, de repente, a tu captor se le ocurre liberarte pero, a cambio, quitarte una pierna. E incluso habiendo pasado tanto tiempo siendo torturado por esta persona, dices que nunca le viste el rostro.

—Me resulta mucho más increíble que un par de hombres que deben de saber historias aún peores crean que estoy mintiendo—alego en mi defensa—. Soy un pobre inútil en el hospital que acaba de perder una pierna. ¿Por qué mentiría? ¿Por qué estaría del lado de quien me haya torturado?

Sullivan me dedica una de sus miradas que lo dicen todo.

—Brenton, nadie parece ser capaz de hacer algo hasta que lo hace. O, en este caso, hasta que se descubre que lo hizo.

Miro sus ojos oscuros y viejos. Sullivan lleva tanto tiempo detrás de todas las historias de Gunnhild que me cuesta creer que aún sigue tan cuerdo como aparenta estar. Porque sí. Puede que ahora venga a sentarse con un adolescente inútil a hacerle preguntas, a cuestionarlo, pero la verdad es que debe de estar tan harto de todo esto como yo lo estoy de Joey.

—Sullivan, por favor. El chico tiene algo de razón—murmura el detective Chris—. No tiene sentido que oculte la identidad de su agresor. Y, después de todo, tiene sentido. Se trata de una persona que sabe lo que hace. Es inteligente no dejarse ver.

—¿Inteligente? ¿Eso opinas, Chris? Porque estás equivocado. No es inteligente, es macabro.

Ambos hombres vuelven a mirarse. Casi alcanzo a ver cómo sus opiniones chocan entre sí, hasta que finalmente la fuerza del detective Chris gana ante la de Sullivan y este cede.

—Vale. Tienes razón. Tiene sentido que haya ocultado su rostro.

Sullivan se pone de pie, arrastrando la silla en la que apoyaba su asqueroso trasero hacia atrás y golpeando así la rodilla del detective Chris. A pesar de esto, el hombre alto y delgado no hace ni una sola mueca ante la acción del hombre grande y de no tanta altura. Sullivan se apresura a solucionar lo que acaba de hacer, abriendo la puerta de la habitación para que el detective Chris se vaya primero, no sin antes despedirse con un asentimiento de cabeza en mí dirección.

Sullivan, por otro lado, es un poco más amigable.

—Gracias por las respuestas, Brenton—me dice a modo de despedida, con un pie fuera de la sala—. Y discúlpame por mis dudas, pero después de tantos años en esto cualquier persona comprende que todas las preguntas son válidas cuando no hay ninguna respuesta. ¿Comprendes?

No espera a que asienta, o a que dé una respuesta. Simplemente abandona la habitación, dejándome solo.

Pero esta soledad no alcanza a durar demasiado porque, minutos más tarde, la puerta vuelve a abrirse, y asoma una cabeza que conozco ya de memoria, y la que me gustaría partir sobre ladrillos algún día.

—¿Qué les dijiste?—me pregunta Freddie, entrando a la habitación y cerrando la puerta tras sus espaldas. No se mueve de ahí. Se asegura de que nadie más pueda entrar.

—Lo que me dijiste que diga—respondo—. ¿Qué más sino, idiota?

Minutos antes de la anunciada llegada del detective Chris junto a su gran amigo Sullivan, Freddie se presentó en mi habitación. Y yo estaba atravesando la delgada línea que separa a una persona medicada de una persona consciente de lo que hace. Pero este tío, en el exacto momento en el que puso un pie en este lugar, comenzó a decirme lo que debía hacer.

Mentirles. Decirles que no sabía quién me había secuestrado y quitado la pierna.

Y yo, incapaz de pensar, accedí.

Pero ahora soy capaz de pensar, ahora soy capaz de ver lo extraño que suena que él me lo pida.

—No te estoy pidiendo que lo hagas, Freddie. Te estoy ordenando que me expliques por qué mierda necesitabas que haga tal cosa. Tú debes de odiar a Joey tanto como yo. ¿Por qué cubrirla? ¿Por qué no escapar de ella ahora que podemos?

Desde la puerta, Freddie baja la mirada.

—Esto... estoy intentando ayudarte, Brenton.

Comienzo a reírme delante de su cara, pero cada carcajada produce un extraño dolor en la parte baja de mi abdomen, así que tengo que renunciar a ello.

—¿Ayudarme dices?—me burlo entonces—. ¿Cómo, haciéndome renunciar a pedir ayuda?

—Brenton, no debería estar aquí para ayudarte. Joey me trajo para que te mate, pero no pienso hacerlo—confiesa finalmente. Y sé que es honesto, pero no me aterran sus palabras—. No podría.

Frunzo el ceño, porque ahora puedo verlo y las cosas no cuadran.

—Si pretendes ayudarme, ¿por qué quieres que proteja a Joey?

Repentinamente alza la mirada. Ahora sí me ve a los ojos, y ya no me caben dudas. No puede estar mintiendo.

—Porque seguiremos su plan tal y como ella lo desea para que no sospeche de que evitaremos la parte en la que te asesino, ¿vale?

Pongo ambos ojos en blanco.

—Jo, que sólo tengo una pierna. Matarme es lo mejor que puedes hacer por mí—comento, pero mis propias palabras me hieren—. Pero aprecio esto de ti así que, dime, ¿cuál es el plan de Joey?

No vacila al decirlo.

—Va a ayudarte a descubrir el misterio de tu padre.

Y yo no vacilo al pensarlo.

Vaya, qué guay.

Continue Reading

You'll Also Like

10.3K 1.6K 37
Lisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiat...
39.6K 2.9K 58
Un silencio tormentoso cada vez que veía los ojos de cada uno recordándome quienes eran. Parecía que encajabamos como piezas perfectas. Todos nosotro...
7.7K 755 24
Este libro es para todos aquellos que reparon lo que ellos no rompieron para todos ustedes que luchan contra esos miedos y esas voces qué nos dañan. ...
91.6M 8.5M 65
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y paut...