Catch me baby (KMB Libro #2)

By ReynaCary

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LIBRO #2 Catch me baby Libro anterior: Kiss me, baby#1 Meses atrás le pedí ayuda a mi mejor amiga Alix para p... More

Catch me baby #2
Locuras aceptables
Un "Te quiero" no correspondido
El truco es tenerte a mi lado
La "X" fuera de moda
Zombis y papilla
Encuentro ácido
Tan débil...
¡ATRÁPAME!
Me había atrapado
Corazón roto
Reacciones diferentes
5 segundos para decir adiós
Epílogo

Mi amiga "Mer"

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By ReynaCary

Capítulo tres

Alix

Salí de mi casa esperando encontrarme a Ethan fuera de su casa y sí estaba fuera de su casa pero no me estaba esperando como de costumbre, no desde la partida de Abril, ahora mi mejor amigo parecía un zombi. Y me ignoraba. ¡Me ignoraba!

Tampoco sonreía y en el trabajo ¡trabajaba! En las tardes que íbamos a jugar futbol o baloncesto no lo hacía con su habitual ánimo. Me estaba volviendo loca, extrañaba verlo sonreír y que me regañara todos los días por estar comiendo en horas de trabajo. Pero más que nada extrañaba pasar tiempo con él.

Solté aire y volví a llenar mis pulmones para poder gritarle y asegurarme de que toda la cuadra también escuchara.

—¡Ethan! —grité y casi me muerdo la lengua.

¿Por qué tenía que tener un nombre tan difícil de gritar? Es que era molesto, su nombre no se pronunciaba “Itan” ni tampoco “Izan”, más bien era una mezcla difícil de explicar, como si la lengua pegara en los dientes superiores al momento de pronunciar la “T” y dejara salir un silbido que acompañara a esa letra para finalizar su nombre con la lengua pegada al paladar dejando la boca ligeramente abierta que parecía ser una sonrisa. Incluso su nombre era una sonrisa. Por eso él debía sonreír y era importante para mí que lo hiciera.

Como sea, a pesar de mis esfuerzos por intentar gritar su nombre correctamente él me ignoró, seguro estaba perdido en su mundo y no me había escuchado. Intentaba entenderlo, yo nunca había tenido un novio así que nunca había atravesado por esa difícil etapa de poner fin a un noviazgo pero estaba segura que debía ser algo feo. Pero no debía ser tan feo como para ignorar a su mejor amiga de la infancia.

Me incliné para quitarme mi tenis del pie derecho y empecé a dar saltitos por la calle para acercarme más a Ethan, cuando lo tuve a una distancia adecuada le lancé mi tenis con la mejor puntería que pude y este pegó en su espalda. Sacudió su cabeza y volteó hacia mi dirección.

¡Lo desperté! ¡Yujuu!

Se inclinó para levantar mi tenis y caminó hacia donde yo estaba de pie.

—Lo siento —dije, pero en verdad no lo sentía—. Se salió de mi pie.

En su rostro se formó una sonrisa torcida, no era muy real pero al menos era lo más similar a una sonrisa desde hacía una semana.

Se inclinó frente a mí y me puso el tenis, al principio no me importó porque simplemente ese tipo de cosas no me importaban pero cuando uno de nuestros vecinos se quedó viéndonos como si fuéramos una pareja de enamorados interrumpiendo su tarea de regar el patio pues…

—Puedo ponérmelo yo sola —dije moviendo mi pie para que lo soltara. No lo hizo.

—Seguramente tan bien como lo hiciste cuando te lo pusiste y por eso salió volando a mi espalda —de nuevo su sonrisa.

—La agujeta estaba un poco floja —me excusé.

—Vamos al trabajo antes de que se haga más tarde.

—Sip —dije tomando su mano aunque él ni siquiera me la había ofrecido, no hacía falta que lo hiciera, él me tomaba de la mano si quería y yo hacía lo mismo, si quería abrazarme podía hacerlo también, no necesitábamos pedirnos permiso porque ya nos conocíamos. Así éramos, conocíamos el significado de cada uno de nuestros silencios, de nuestras risas, de todo.

Me di una palmada en la frente y volteé a ver a mi tío para fulminarlo con la mirada.

Frente a mí estaban Cesar y Carlos con la playera de la tienda y unas sonrisas triunfantes. En la lista de cosas que tenía que hacer estaba dar capacitación a ambos. Eran mis amigos pero eso no significaba que quisiera estar todo el día con ellos, menos en vacaciones.

—¿Por qué yo tengo que darles el curso de capacitación? —le pregunté a mi tío una vez dentro de su oficina.

En levantó la vista hacia mí.

—Eres la más capacitada para hacerlo, Ron no es confiable para eso y mi hijo por el momento no puede hacerlo —se encogió de hombros—. Su mente aún no está aquí.

Apreté mis labios y suspiré.

—Tío ¿Qué puedo hacer para que Ethan esté feliz? —le pregunté y él me sonrió. Tenían la misma sonrisa.

—Dale un beso,

—Algo que sí sirva.

—Dale dos besos.

Reí.

—Acaba de terminar con su novia, hacerlo recordar algunas de las cosas que hacía con Abril no será bueno para él —dije.

—Sabes que Ethan es un chico sensible —no me digas—, estará decaído por un rato más pero pronto lo superará y más si están a su lado.

—Bien. No me has sido de mucha ayuda pero estaré junto a él —dije dándome la vuelta para salir de su oficina—. Gracias por nada, León.

—Qué modo de hablarle a tú tío —murmuró y sonreí mientras cerraba la puerta detrás de mí.

Me gustaba hablarle así a mi tío, lo quería muchísimo pero era divertido hablarle como si fuera un adolescente además que él siempre me seguía la corriente. Mi mamá también le hablaba así y cuando estábamos las dos juntas nos gustaba atormentarlo.

León y Gia no eran mis tíos de verdad pero ellos y mis padres eran tan buenos amigos que prácticamente éramos una misma familia, había crecido diciéndoles tíos a ambos. Papá y León se habían conocido desde la secundaria y desde ahí habían sido amigos, incluso ambos estudiaron deportes y jugaron en un par de equipos de futbol. Mi tío había jugado durante 12 años futbol pero se retiró después de una lesión en cambio papá jugó durante 13 y se retiró porque ya se sentía viejo.

Después de sus retiros ambos empezaron a dar clases como entrenadores pero no conformes con eso se hicieron socios y abrieron una tienda de artículos deportivos y sí que les iba bien. Todos los días teníamos tantos clientes que los empleados no bastaban y nuestra tienda en línea siempre estaba saturada. Me hacía muy feliz, ambos estaban haciendo algo que les gustaba y además podían estar con su familia cuando quisieran. Aunque algunas veces papá y mamá se iban para ver personalmente las demás tiendas que había en el país. En solo dos años (casi tres) el negocio había crecido mucho. Pero aun así todo era estupendo. Nuestra familia era genial.

Caminé hasta llegar a las escaleras.

—Y luego cuando se dio la vuelta cayó como res —escuché la voz de Carlos y las risas de varios hombres.

Bajé cuidadosamente las escaleras para que no me escucharan y poder ver que rayos hacían. Cuando estuvieron en mi campo de visión vi como Carlos, Cesar, Ethan y extrañamente Ron reían juntos. ¡Ethan estaba riendo! ¡De verdad! Me quedé un rato ahí de pie mientras los veía hablar de algunas personas que se habían caído en algún lugar, estaba segura de que los gemelos habían sido los culpables de que las personas se cayeran.

Bueno, si los dos iban a hacer sentir bien a Ethan estaba dispuesta a darles los cursos de capacitación, pero si no servían para nada más me encargaría de despedirlos, no era la jefa pero podía hacer algo…

—Niños, niños —hablé negando con la cabeza y los 4 voltearon a verme, era gracioso porque yo era la menor de todos pero siempre me hacían caso. Me crucé de brazos e intenté verlos duramente—. La tienda ya abrió y ustedes están perdiendo el tiempo, tendré que reportarlos a todos.

Los cuatro se vieron entre sí y no pude evitar soltar una carcajada.

—Amor, no me asustes así, no quiero tener un reporte en mi primer día de trabajo —dijo Carlos tocándose el pecho.

—Bueno entonces no estén holgazaneando por ahí ¡A trabajar! —dije dando una palmada mis manos.

Los cuatro se pusieron en marcha y los primeros clientes entraron por la puerta.

Ron se acercó a mí y aunque pude haberlo ignorado dejé que empezara a hablar.

—Quiero pedirte algo —dijo y volteé a verlo porque por primera vez no me habló con su voz de galán, su rostro estaba totalmente serio y determinado, de reojo vi a mi alrededor, habían unos cuantos clientes y los demás chicos que aún no se habían dado cuenta de la cercanía de Ron hacia mí, si iba a hablar que lo hiciera rápido. Asentí para que continuara. Suspiró—. ¡Por favor sal conmigo! —bueno, ahora con ese tono de voz que lo dijo seguro todo el centro comercial se enteró.

Sentí las miradas de las personas en la tienda.

—Escucha, Ron, te he dicho varias veces que no puedo salir con los empleados de la tienda…

—Lo sé y por eso voy a renunciar.

Abrí mi boca pero no pude decir nada. ¿Lo hacía por mí?

De reojo vi como Ethan intentaba acercarse a nosotros pero los gemelos lo detuvieron.

Vi a Ron.

—¿Por qué? —dije.

—Me gustas, te lo he dicho varias veces —aún seguía tan serio que me daba escalofríos—. Pero creo que por mi forma de actuar no tomabas nada en serio, por eso voy a cambiarlo. Quiero salir contigo aunque sea una vez y voy a renunciar, de esa forma ya no seré un empleado y tendrás menos excusas para negarte.

En mi garganta se atoraba un “Awww” y un ¡Qué rayos! al mismo tiempo, pero terminé diciendo otra cosa.

—Mira, tengo 15 años, soy una adolescente de preparatoria, me gusta vestirme con lo primero que encuentro en mi armario y… soy más inteligente que tú —ni siquiera tenía sentido lo que estaba diciendo pero él sonrió y asintió—. Tú tienes 20 años y estás en la universidad y ahí hay tantas chicas que seguro se mueren por ti. No soy tu mejor opción.

—Sí pero me gustas tú.

Ay.

—Pero…

—Por favor —pidió y mi corazón se encogió.

—Supongo que una vez estará bien. Después vemos que día —dije rindiéndome—. Y no renuncies. Necesitamos personal ahora que estamos en vacaciones.

Él sonrió y le devolví la sonrisa después de eso llegó el incómodo momento en donde no sabíamos qué hacer. ¿Lo abrazaba o qué? Terminamos estrechando nuestras manos. Se alejó de mí y creí que todo iba a estar bien.

—¿Estás loca o qué? —me dijo Ethan que ya estaba a mi lado. Volteé a verlo y vi su enojo. Él nunca se enojaba, se podía molestar pero no enojarse.

—Tranquilo, Ethan, es sólo una cita —me defendí.

—Pero es con Ron, ¿Acaso no entiendes nada? —me estaba levantando la voz.

—Estamos en el trabajo, hablemos al rato —sugerí, intentando guardar la calma.

—No, aquí y ahora —demandó.

—Después —estaba por girarme pero me tomó del brazo fuertemente.

—Ahora —tenía los dientes apretados.

—¡Dije que después! —grité terminando de llamar la atención de todos los presentes. Me jalé para poder zafarme de su mano y empecé a caminar hacia el mostrador.

Un par de minutos más tarde mi tío nos llamó a Ethan y a mí solo para decirnos que estábamos suspendidos por una semana del trabajo. Ninguno de los dos protestamos y tampoco nos dirigimos la palabra. Qué día. Lo bueno fue que Ethan estuvo sonriendo durante todo lo que restó del trabajo.

* * *

En la tarde mientras le ayudaba a mamá a servir la comida le pregunté sobre las citas. En ese momento papá apreció como un suspiró dentro de la cocina.

—¿Para qué quieres saber sobre eso, querida hija única futura reina del mundo? —preguntó y reí.

—Voy a tener una cita, papi —le contesté y el color desapareció de su rostro, podría jurar que hasta su cabello quedó completamente en blanco.

—¿Por qué quieres una cita? —preguntó alterado.

—Amor —le advirtió mi mamá.

—Ya estoy en esa edad —dije burlándome de él—. Tengo 15 años papá, creo que es hora de empezar a salir con algunos chicos. ¿No crees mamá?

—Desde luego que sí, tienes mi permiso, siempre y cuando no se trate de un mal chico.

—No necesitas un chico. Si yo te amo, no necesitas que otro hombre te ame.

—Eres mi papá.

—¡Por eso te amo!

Mamá y yo reímos por la expresión de papá. Terminamos de servir los platos y caminamos al comedor en donde empezamos a comer y a bromear con mi papá, era tan lindo cuando se alteraba.

Casi al terminar de comer recordé que había quedado de verme con mi amiga Mer, volteé hacia mamá.

—Cierto, mamá, hoy quedé de ir con Mer ¿Sí puedo ir? —le pregunté aunque siempre me dejaba ir, era muy extraño cuando ellos me negaban un permiso, confiaban en mí.

—Sí, por supuesto. La saludas de mi parte.

—También de la mía —dijo papá.

Les sonreí y en ocasiones como esa me sentía mal por mentirles. Ellos no conocían a Mer, solo la habían visto en unas fotos que les había enseñado, las cuales me había encargado de modificar para que no se dieran cuenta de quién era ella. Mis papás creían que iba a visitar a una chica que estaba en silla de ruedas, una mala mentira pero eso fue lo único que se me ocurrió cuando ellos me preguntaron por qué ella no venía a nuestra casa. Creían que yo era una buena chica que ayudaba a los demás, pero si se enteran de la verdad seguramente me odiarían. Nadie sabía, ni siquiera mi confidente más querido, Ethan. Ese solo era un secreto entre “Mer” y yo.

Después de todo ellos no debían de confiar en mí tan ciegamente.

Seguí comiendo pero ya sin apetito.

—¡Ya me voy! —grité para que mis papás me escucharan, cuando me gritaron un “Cuídate” salí corriendo de la casa con mi patineta en mi mano y mi casco puesto.

Solo tenía una hora con veintisiete minutos para pasar con ella y no correr ningún riesgo, pero de ese tiempo tardaba en llegar casi 20 minutos ya que se había encargado de elegir una casa apartada de nosotros. Sacudí mi cabeza.

Empecé a correr y mientras corría arrojé la patineta hacia el frente, para después subirme sobre ella. El aire a esa velocidad se sentía tan agradable con el calor que hacía, lástima que tenía que usar casco y mi cabeza no disfrutaba de la misma sensación.

Llegué a su casa en 17 minutos, cada vez rompía mi propio record. Me quité mi casco y tomé mi patineta para esconderla en el arbusto como siempre lo hacía y eché un vistazo a su casa para asegurarme que ella estaba sola, cuando vi que todo estaba bien me acerqué a la puerta de madera ya desgastada y toqué dos veces.

Escuché pasos apresurados y en cuestión de segundos “Mer” o América, me abrió la puerta. Cuando me vio me sonrió y me dejó entrar a su casa.

Su casa como siempre estaba impecable, así debía tenerla, era pequeña de una sola planta, sólo tenía una cocina, un comedor que más bien era una mesa y dos sillas desgastadas, no había sala, en el fondo a mano izquierda estaba una puerta que conducía al baño y a mano derecha estaba una puerta que conducía a una recamara. No había patio trasero, ni siquiera delantero, era una casa pequeña.

América siempre me dejaba sentarme en su silla y ella permanecía de pie mientras hablábamos y comíamos las galletas que le gustaba hacer. Hablábamos de tantas cosas pero desde luego nuestro tema principal era Ethan. Siempre me preguntaba sobre cómo le iba en la escuela, en el trabajo, con su novia (o ahora ex novia), quería saber cuáles eran sus gustos y yo le contestaba todo porque ella realmente quería saber de él, además que siempre le daba regalos a Ethan en su cumpleaños, siempre se los dejaba en una cajita de cartón frente a la puerta de su casa.

Era una buena persona, aunque tiempo atrás había hecho cosas malas ahora había cambiado. Lo sabía porque ella misma me había contado todo lo malo que les había hecho a mis tíos y a Ethan e incluso a su hermana Africa —que también era la hermana de Roma, como yo le decía— pero las personas cambiaban y América lo había hecho.

Ahora quería a Ethan pero ella le prometió a mi tío que jamás se volvería a acercar a él, a ninguno de ellos y estaba cumpliendo su promesa. Lo veía de lejos y se preocupaba por él pero no haría nada más…

—¿Y cómo te ha ido en el trabajo? —me preguntó cambiando de tema.

—Bien —le dije sonriendo—. Ron, me pidió que saliera con él.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó totalmente interesada.

—Al principio le dije que no pero después cambié de opinión. Se veía tan abatido que acepté —me encogí de hombros—. Y también discutí con Ethan —añadí al final.

Abrió los ojos.

—¿Qué?

—Bueno, es que empezó a actuar como loco y me levantó la voz frente a los clientes, sé que debí contenerme pero al final terminé gritándole también y ambos fuimos suspendidos del trabajo por una semana —me crucé de brazos al recordarlo—. Todo fue su culpa.

América sonrió.

—Él solo estaba celoso, Alix —bufé—, su pequeña amiga está creciendo frente a sus ojos y un chico la invita a salir frente a sus ojos, tiene miedo de que algún muchacho le quite a su mejor amiga.

—Pero me gritó —aún seguía con mi expresión de niña enojada.

—Sólo hizo una escena, yo te digo que deberías empezar a prepararte para más escenas de ese tipo, después de todo ya estás en edad de empezar a salir con chicos —negué rápidamente—. No lo niegues.

América sonrió y cuando estaba por hablar escuchamos un automóvil derrapar en la calle. Inmediatamente nos pusimos de pie, ella me hizo una señal para que fuera a esconderme en su baño.

—Cierra con seguro —me dijo con la voz temblando.

Corrí a hacer lo que me pidió y escuché como se apresuraba a acomodar todo en la mesa. Entré al baño y la aseguré, después de eso me metí a la regadera y corrí la cortina.

La puerta principal se abrió y mi corazón estaba martilleando en mi cabeza. Suspiré profundo, esta no era la primera vez pero ¿Y sí él quería entrar al baño esta vez y la cortina no era lo suficientemente gruesa apara ocultarme?

Debía relajarme.

—Bienvenido —le dijo América a su esposo—. Ya está la cena lista y también hice galletas y hay té.

En esa casa tan pequeña se podía escuchar todo perfectamente por eso estaba intentando no respirar mucho.

—Estoy cansado —le dijo esa voz tan fría y fea, esa voz que daba miedo—, dame una cerveza. Come tu sola.

Suspiré llena de alivio y estaba segura que América también lo había hecho.

Escuché como los pasos de ese hombre se acercaban hacia el pasillo y cuando una puerta se abrió y cerró empecé a respirar normalmente. Ya no quería que América siguiera viviendo con ese hombre que la trataba mal, si algo malo le pasaba no me lo perdonaría.

Entreabrí la puerta lentamente para verificar que su esposo no estaba aún por ahí, cuando vi a América frente a la puerta salí del baño a toda prisa. Ella me tomó de la mano y a pasos grandes y ligeros nos acercamos a la puerta principal que por suerte él siempre dejaba abierta. Salí pero ella se quedó adentro, se inclinó y me besó la frente para decirme sin palabras que era hora de irme. Me di media vuelta y caminé hacia el arbusto en donde había dejado mi patineta junto con mi casco, lo tomé y me lo puse con manos temblorosas, dejé mi patineta en el suelo y me subí en ella. Volteé de nuevo hacia la puerta para verla, me sonrió y empecé a andar.

Llegué a casa minutos antes de que dieran las 7 de la tarde, tenía mi patineta y casco en las manos ya que tenía ganas de caminar para refrescar mi cabeza, también había soltado mi cabello. El aire de la tarde se sentía tan bien.

Cuando di la vuelta para entrar en la calle donde estaba mi casa escuché el familiar sonido de la pelota rebotando en el suelo. Apresuré mi paso y me encontré con Ethan que estaba rebotando la pelota en el suelo y encestándola en el aro de baloncesto que había en el poste frente a su casa.

Él era tan malo como su papá en ese deporte. Su problema era la distancia entre sus codos, era muy corta, debía abrir más sus brazos y problema resuelto. Seguí caminando mientras lo veía jugar y conforme más me acercaba pude notar que estaba sin camisa.

Por su culpa me caí.

No me fijé por donde iba caminando y tropecé con alguna cosa cayendo hacia el frente, por suerte tenía reflejos rápidos y pude sostener mi peso con una mano, de hecho podría jurar que parecía que estaba haciendo lagartijas a mitad de la calle, igual siempre gritaba cuando estaba por caerme así que Ethan pudo escucharme.

Me senté en el suelo y vi mi mano, Uff, me había raspado.

—¿Estás bien? —me preguntó alterado.

Solté una carcajada.

—Sólo me tropecé —dije restándole importancia—. Ethan ¿Podrías alcanzar mi patineta? —le pregunté ya que estaba como a 3 metros de mí.

—Te he dicho que no uses esa cosa, te puedes lastimar.

—Te he dicho que no actúes como mi padre pero sigues haciéndolo.

Tomó mi patineta y me ayudó a ponerme de pie, le entregué mi casco porque tenía flojera de cargarlo.

—¿Dónde estabas?

—Fui con Mer —le contesté (mentí).

—A… es que, te fui a buscar a tu habitación y no te vi, creí que me estabas ignorando y yo quería… quiero disculparme contigo por lo de hoy… ya sabes, por como actué en la tienda y…

Sonreí.

—Acepto tus disculpas —le dije golpeándolo ligeramente en un brazo.

Hmm lo estaba perdonando muy fácil.

—Genial —dejó salir un suspiro de alivio.

—¿Por qué no estas usando camisa? —le pregunté.

Él se volteó a ver y parecía darse cuenta apenas.

—Olvidé ponérmela —dijo frunciendo el ceño.

—Sí, claro.

—Alix —habló y fijé mi mirada en él—. Quiero abrazarte —dijo sonriendo.

Le sonreí y abrí mis brazos hacia él. Dejó mi patineta y mi casco en el suelo y me abrazó. No fue especialmente lindo, es decir, el hombre estaba sudado y mi mano ardía por la caída, pero fue tierno.

Después del abrazo tomé su rostro y juntamos nuestras frentes. Cerré mis ojos y deseé poder transmitirle ese beso que América me había dado en la frente a él.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

Hola. Les dejo el tercer capítulo de la novela.

Espero que les haya gustado o sorprendido(?

Cierto, como muchas personas no entendieron el nombre del capítulo anterior les contesto aquí (intenté responderles a todos pero Wattpad no me deja repetir comentarios). El capítulo se llamó "Un Te quiero no correspondido" y más que nada se debió a que Ethan no le correspondió el "Te quiero" que Abril le dijo, eso.

Y espero que no se lo pregunten pero si lo hacen les contesto aquí.

Adrián empezó a jugar profesionalmente antes que León :D

Creo que es todo, si tienen dudas o comentarios bonitos no olviden dejarlos aquí. ¡Saludos!

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