Tinta

By rosedaldecuervos

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Un tatuaje significa mucho. Los diseños a veces tienen historias que ni las mismas personas que los hacen pue... More

✒ 1 · ... en la piel
✒ 2 · ... en las hojas
✒ 3 · ... en las flores
✒ 5 · ... en la cena
✒ 6 · ... en los desconocidos que tal vez conozcamos
☯ 7 · ... en los recuerdos
✒ 8 · ... en los viejos conocidos de una vida lejana
✒ 9 · ... en los cuentos que tal vez no son de hadas
☯ 10 · ... en las horas muertas y los susurros
✒ 11 · ... en la confianza

✒ 4 · ... en los cuentos de hadas

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By rosedaldecuervos

Todos sabemos que amo este fic hermoso de aquí, así que si también lo aman las votaciones de los Amortentia Awards están abiertas, pueden ir y darle click donde dice su nombrecito ;3 Gracias a todos por leer *lanza besitos al aire*

( ... )

—Mis hermanos regresan del internado el primero de julio —explicó Harry. Tom mordisqueaba una punta de un perrito caliente, y Harry intentaba de que Tobías le dejara comer su hamburguesa—. Tal vez sea momento de...

Tom le miró.

—Sí, tal vez sea momento.

Llevaban saliendo dos meses y medio, a pesar de conocerse hacía cinco. No habían sido los mejores casi tres meses para ambos. Harry debió poner el doble de atención en sus cursos de teatro porque apareció otro muchacho presuntuoso dispuesto a quitarle el protagónico, lo que significaba que cada vez que veía a Tom estaba repasando sus guiones. Tom, por la llegada del verano, comenzó a tener una gran cantidad de jóvenes que deseaban cubrir sus cuerpos de tinta, llenando todos los cupos. Tenía, muy de vez en cuando, los fines de semana libres. Este era uno de esos momentos en los que ambos no tenían nada que hacer.

Los días de calor dejaban los brazos de ambos expuestos. Harry volvía a llevar aquellas camisetas de rugby a rayas que se amoldaban a sus brazos y a su pecho, fuertes pero sin destacar. Tom una musculosa negra y raída, que le quedaba talles más grandes pero revelaba las alas tatuadas de su espalda.

Caminaban de la mano. Si alguien se atrevía a decirles algo, Harry comenzaba con los insultos y Tom sacaba los dedos corazón, dispuesto a defenderse con ellos como si de espadas se tratase.

Tobías ladró cuando una muchacha apareció a la vista. Pero pronto, Harry se dio cuenta de que no era una muchacha, aunque su rostro de niña la hacía lucir menor. Tenía los ojos perdidos, como si estuviera ciega, pero en realidad veía con nitidez. Harry la reconoció al instante.

—¡Luna! —llamó, alzando los brazos. La mujer ladeó la cabeza y sonrió al ver a Harry.

—Harry, ¡qué gusto volver a verte! —Luna besó ambas mejillas del joven y tomó asiento frente a él, en el césped. Llevaba una larga falda púrpura con espejitos en los bordes y una blusa a rayas grises con muchos volados, además de aretes con extraña forma de rábanos y un collar de corchos. Entonces, Harry hizo las presentaciones.

—Luna, él es mi novio, Tom. Tom, ella es mi madrina, Luna —presentó. Tom sonrió ligeramente. El silencio se extendió durante unos segundos.

—Entonces, ¿cómo está tío Rolf? —preguntó Harry, para romper el hielo.

Luna sonrió ampliamente.

—Muy bien. Ha estado trabajando en el zoológico de Francia cuidando algunos Abraxan.

Harry parpadeó.

—¿Abraxan?

Luna ladeó la cabeza.

—¿Qué es un Abraxan?

Luna ladeó ligeramente la cabeza.

—Creo que debo irme. Harry, ha sido un placer volver a verte...

Luna se levantó, agitando su falda al moverse. Harry la siguió con la mirada, y pudo jurar que ella desapareció en el aire.

Sus ojos vagaron a la perplejidad de Tom.

—¿Tienes idea de qué cojones es un Abraxan, Tom?

Tom se encogió de hombros.

—Será algún animal francés. Tu madrina está... un poco loca, ¿no? —dudo Tom, sin querer ofender a Harry. Harry rió.

—Siempre lo ha estado. Aunque cuando era niño, contaba los mejores cuentos de hadas... aunque no tenían hadas, en su mayoría.

Tom se recostó sobre el césped húmedo. El clima de Londres era tan lluvioso que, sin importar cuanto sol hiciera, el césped seguiría húmedo.

—Cuéntame uno.

—¿Disculpa?

Tom sonrió.

—Cuéntame un cuento. Uno de esos que te contaba tu madrina.

Harry comenzó a hacer memoria. Luego, narró.

—Había una vez... —intentó aterciopelar su voz, hacerla la voz de un gran narrador de cuentos— tres hermanos que caminaban por un sinuoso e inhóspito camino, hasta que llegaron a un río demasiado profundo para cruzarlo a nado, y demasiado ancho para verdearlo.

—¿Y qué hicieron? —Tom tenía los ojos cerrados. Harry se recostó en su brazo y acarició sus cabellos.

—Estos tres hermanos no eran personas comunes. Eran magos. Juntos, crearon un puente que les permitiría cruzar el río y salir ilesos.

—Muy ingenioso —halagó Tom. Harry le pellizcó la mejilla.

—¿Me dejarías de interrumpir?

Tom le sacó la lengua.

—Iban por la mitad del puente cuando fueron detenidos por una figura extraña, una figura que se presentó como la muerte. Ella estaba enfadada. Usualmente, en ese río morían todas las personas que lo cruzaban, pero ellos tres habían conseguido la forma de salir con vida.

—¿Entonces les mató?

Harry le pinchó la nariz con la uña.

—La muerte era astuta. Fingió felicitar a los hermanos por su magia, y concedió que cada uno de ellos obtendría un premio por haber sobrevivido.

—¿Qué cosa le pedirías a la muerte si estuvieras en esa situación? —preguntó Tom, abriendo los ojos y mirándole intensamente. Harry se encogió de hombros.

—No lo sé —se humedeció los labios con la lengua—. ¿Quieres que siga contando?

—Por favor.

Harry prosiguió.

—El hermano mayor, que era un hombre combativo, pidió la varita más poderosa que pudiera existir, una varita con la que ningún duelo fuera perdido y que fuera capaz de realizar todos los hechizos conocidos y más aún. Así que la muerte cruzó hasta un viejo árbol de sauco en la ribera del río, cogió una rama, le dio forma de varita y se la otorgó.

—Me parece un hombre muy ambicioso —Tom apretó ligeramente los labios— aunque puede darle un buen uso... si no fanfarronea con ello.

—No te adelantes —advirtió Harry—. El segundo hermano, que era un hombre arrogante, decidió que quería humillar a la muerte, por lo que pidió el poder para resucitar a los muertos. De esta forma, la muerte cogió una piedra del río y se la otorgó al segundo hermano, diciendo que con ella tendría el poder para traer a los muertos a la vida.

—Pero traerlos, ¿cómo? —Tom se incorporó, repentinamente curioso—. ¿Cómo zombis, como almas...?

Harry rió.

—¿Quieres que siga contando?

Tom asintió y se recostó, esta vez con la cabeza en el regazo de Harry. Harry se incorporó y comenzó a acariciar sus cabellos, suaves, mientras hablaba.

—Entonces, la muerte le preguntó al tercer hermano qué era lo que deseaba. El tercer hermano era el más humilde, y además, el más sabio de los tres hermanos, y no confiaba en la Muerte. Así que pidió algo que le permitiera marcharse de aquel lugar sin que la muerte pudiera seguirle.

—¿Y eso sería...?

—La muerte, de muy mala gana, le obsequió su capa de invisibilidad.

—¡Capa de invisibilidad! ¿Tienes idea de las maravillas que se podrían hacer si algo así existiera?

Harry rió.

—La muerte se apartó del camino y permitió a los tres hermanos continuar, y así lo hicieron, charlando asombrados sobre la aventura que habían vivido, y admirando los regalos de la muerte. En su debido momento los hermanos se separaron, cada uno hacia su propio destino —Harry hizo una pausa teatral y Tom le contempló con una mirada de niño soñador—. El primer hermano viajó durante unos días más y alcanzó un pueblo lejano, en el cual residía un hombre con el que una vez hubo peleado. Naturalmente con la Varita de Sauco como arma, no podía perder en el duelo que seguiría. Dejando al enemigo en el suelo, el hermano mayor avanzó hasta la posada del pueblo, donde alardeó en voz alta de la poderosa varita que le había arrebatado a la muerte, y de cómo ésta lo hacía invencible.

—Muy mal hecho —comentó Tom. Harry le tironeó del cabello para que callara.

—Esa misma noche, otro mago se acercó sigilosamente al hermano mayor que yacía, empapado en vino, sobre la cama. El ladrón tomó la varita y para más seguridad, le cortó la garganta al hermano mayor. Y de este modo la muerte tomó al primer hermano para sí.

Tom soltó un silbido.

—¿Ese tipo de cuentos te contaban de niño? Ahora veo por qué estás tan perturbado.

Harry rió, pero siguió narrando.

—Entretanto, el segundo hermano viajó hacia su casa, donde vivía solo. Allí sacó la piedra que tenía el poder de resucitar a los muertos y la volteó tres veces en su mano. Para su deleite y maravilla, la figura de la muchacha con la que él una vez había soñado casarse estaba allí. La muchacha, que había muerto de muerte prematura, le sonrió en la cercanía. Pero era una sonrisa triste, y ella estaba fría, separada de él por el velo de la mortalidad. Había regresado al mundo de los vivos, pero ese no era su sitio, y sufría —Harry hizo una pausa, mientras sus ojos se perdían en el cielo, en los hojas verdes de los árboles, para proseguir—. Finalmente, el segundo hermano, impulsado por un loco anhelo desesperado, se ahorcó para reunirse finalmente con ella. De esta forma, la muerte tomó al segundo hermano para sí.

Tom hizo un sonidito ahogado. Harry se inclinó para besar su frente.

—Sin embargo La Muerte buscó al tercer hermano durante mucho tiempo, y nunca pudo encontrarlo —Tom le miraba a los ojos, y algo brillaba en aquella mirada, tan familiar y tan desconocida a la vez—. Fue sólo cuando tenía ya una edad avanzada que el hermano más joven finalmente se quitó la Capa de Invisibilidad y se la dio a su hijo. Y entonces saludó a la Muerte como a una vieja amiga y fue con ella gustosamente.

Tom lo meditó unos segundos.

—Es un cuento muy... extraño.

Harry asintió. Tom tenía aquella mirada en su rostro, aquella mirada que le ponía el vello de gallina. Tom se estaba guardando algo, algo muy importante, y Harry no se sentía con la capacidad de preguntar.

....

Harry despertaba con la vaga sensación de haber olvidado algo. De que el caos en su casa se trasladaba a su habitación y luego a su mente, y a la desesperación por no saber. Tenía sueños llenos de colores y sonidos que olvidaba apenas al abrir los ojos. En sus diecinueve años, jamás había recordado un sueño, o una pesadilla –aunque de pequeño, corría a las sábanas de sus padres, totalmente aterrado. Su madre acunaba su rostro y preguntaba: "¿Qué pasa, Harry? ¿Qué tienes?" y su padre iba a prepararle un chocolate caliente con malvaviscos (sea la estación que sea). Jamás podía explicar, o hallar un sentido. A veces, veía colores brillantes y sonidos de victoria, otras veces, los colores se retorcían en sombras, y Harry despertaba empapado en sudor con un poderoso dolor de cabeza.

Sin embargo, cuando soñó con Tom, supo que algo se había roto en su interior, y no en el mal sentido. Cuando abrió los ojos luego de ver a Tom, con un elegante traje negro haciéndole girar entre sus brazos bajo la melodía agradable de una orquesta, y recordó aquel sueño, supo que algo había cambiado.

Que algo estaba a punto de cambiar.

...

El cuaderno de bocetos de Tom tuvo una representación muy agradable del Cuento de los Tres Hermanos, como le llamaba desde que se lo había contado. El primer hermano era un hombre alto y gallardo, vestido con túnicas de época y una varita en las manos. El segundo hermano era más bajo, más delgado y más consumido por el dolor de perder a su amor, y llevaba una piedra negra entre las manos huesudas. La cabeza sin cuerpo del tercer hermano –más joven, con la expresión más sabia en los ojos– flotaba junto a los suyos, y sólo la silueta de la capa de invisibilidad conseguía que no pareciera fuera de lugar.

Tom le otorgó el dibujo a Harry, que lo pegó sobre su escritorio junto a una fotografía de su familia en un viaje a Francia, donde varios amigos de la familia vivían desde hacía algunos años.

Harry también decidió el diseño de su siguiente tatuaje. La imagen se presentó en su mente como si hubiera estado allí largo rato –y quizá Harry la había visto en algún libro de cuentos lleno de letras extrañas en un idioma que no era inglés. Un triángulo con una varita en el centro, y un círculo rodeándole. La capa, la piedra y la varita. Aquel cuento había significado algo prohibido en su infancia, porque cuando su madrina se lo contaba sus padres querían callarla. Varias veces lo intentaron. Finalmente, su madrina se lo contaba con palabras susurradas antes de dormir, y los colores que aparecían en la mente de Harry eran agradables. Y allí estaba, su siguiente tatuaje.

Pero antes, debía hacer algo más, otra cosa y mucho más importante.

...

Fueron a recibir a Rose y a Hugo en King Cross. Rose tenía dieciséis y Hugo catorce. Su madre abrazó con fuerza a ambos, que ya estaban en la estación desde –según Hugo- ¡una eternidad!

—Mamá, suéltame, no soy un niño —protestó Hugo. Harry le revolvió los cabellos, oscuros como los de su madre, y Hugo le esbozó una amplia sonrisa.

—¡Rose me contó que mamá le contó que te has tatuado! —dijo el muchacho, escapando de los brazos de su madre—. Papá, ¿puedo tener yo también un tatuaje?

—No —terció su padre, mientras recogía una de las maletas de Rose—. Harry es mayor de edad. Cuando seas mayor de edad, puedes tatuarte.

—¡Pero yo quiero un tatuaje ahora!

—¿Y qué te tatuarías? —preguntó Harry, mientras observaba como su hermana abrazaba y susurraba algo contra el cuello de su madre.

Hugo lo pensó unos segundos. Se parecía mucho a su padre, con sus mismos enormes ojos azules. Según todos los familiares, Harry se parecía mucho a su madre, y a sus abuelos. Harry no hallaba el parecido, pero en todas las familias hay alguien que no se parece en mucho a ninguno de ellos, heredando rasgos de abuelos y bisabuelos. Harry solía decir que era hijo del lechero, pero sólo para ver rabiar a su padre.

—Supongo que me tatuaría un león —Hugo sonrió—. Aquí, en el pecho.

—Mira, Hugo, a mí me ha dolido el tatuaje en el brazo, imagínate lo que te dolerá en el pecho —Harry rió ante la cara de pánico de su hermano—. ¿Quieres verlo?

Rose se adelantó. Era una muchacha realmente hermosa, con los cabellos rojo oscuro, y grandes ojos castaños. Su naricita respingada estaba cubierta de pecas, y tenía tantas curvas que Harry estaba dispuesto a conseguirse un arma cuando comenzaran a llover los pretendientes.

—A mí me gustaría ver el tatuaje —dijo, con aquella voz cálida y llena de vida—. Pero no te has tatuado nada estúpido, ¿verdad?

—¿Qué sería para ti algo "estúpido"? —preguntó Harry, desabrochándose los botones de la manga de la camisa.

—Logos de bandas de rock, símbolos de superhéroes de Marvel...

—Claro, porque me he tatuado el escudo del Capitán América —Harry puso los ojos en blanco—. Mira.

Le enseñó el brazo. Rose repasó el diseño con los dedos.

—¿Qué significa? —preguntó ella, admirando la flor. Con el tiempo, Harry había accedido y le había dado algo de color con una técnica de acuarela. Los bordes del lirio eran de un rosa pálido, y la cornamenta se erigía en una noche estrellada.

Harry se encogió de hombros.

—No tiene un significado específico. Simplemente... hace unos años le dibujé e inventé una historia.

—¿Una historia? —la voz de su madre era hueca, pero curiosa—. ¿Qué historia? Nunca nos has dicho nada.

—No lo creí importante —Harry se encogió de hombros y volvió a desdoblar la manga de su camisa—. Además, es una historia como cualquier otra.

—Mientras vamos a casa, ¿me la cuentas? —preguntó Hugo, arrastrando su maleta. Harry se la quitó y notó que pesaba demasiado para ser tan pequeña, pero no le dio importancia.

—Claro. Oh, y esta noche... invité a alguien a cenar.

—¿A alguien? —su padre tenía la picardía en la voz—. ¿A ese muchacho que has estado viendo desde hace meses?

—A ese mismo —Harry mordió su labio—. Cocinaré si queréis. No tengo problemas...

—Oh, yo puedo cocinar tranquilamente —ofreció su madre. Harry le agradeció con una sonrisa.

—Y, ¿cómo se llama el chico? ¿Es tu novio? —preguntó Hugo, mientras salían de la estación para ir al estacionamiento. Harry sonrió.

—Sí, es mi novio. Aunque nos conocemos hace cinco meses, salimos oficialmente hace dos y medio. Y Tom. Su nombre es Tom.

Su padre jadeó, dejando que las llaves cayeran de sus manos. Su madre se detuvo en el lugar, congelándose.

—¿Tom? —preguntó, como si no lo creyera.

La sonrisa de Harry era demasiado ancha para su rostro, totalmente ajeno a la perplejidad e incluso pánico de sus padres.

—Tom Riddle.

Su madre esbozó una ligera sonrisa, su rostro pálido como la muerte.

( ... )

Y aunque el fic esté dedicado a Maddy, mi Bestie de la vida hermosa, este capítulo en especial va para ella porque creo que más o menos por aquí se dieron vuelta en 90° sus teorías. ;) 

Espero que el capítulo haya gus-ta-do.

¿Teorías? :3 

Igual intentaré publicar más capítulos hoy también así que... *huye*

xxx G.

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