La Niña que llegó al 221B de...

By DeyaRedfield

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Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al... More

Introducción
Soldiers Orders
Capítulo 1 La Pequeña que provino de Northampton
Capítulo 2 Ella me recuerda a ti
Capítulo 3 Con los archivos
Expediente 1: Samara Jones
Capítulo 4 Con tanto y con tan Poco
Capítulo 5 A mi manera
Capitulo 6 Mi Departamento, Mis Reglas
Capítulo 7 Son solo mis tormentos...
Capítulo 8 Un Peón contra el Rey
Capítulo 9 Palacio VS Castillo
Capítulo 10 Nictohilofobia I
Capítulo 11 Nictohilofobia II
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 12 La Vida en Baker Street
Capítulo 13 La Gracia del Saber
Capítulo 14 Imaginación Suicida
Capítulo 15 Bienvenida: Rosamund Mary Watson
Capítulo 16 Criptografía Simétrica
Capítulo 17 Vídeo manía
Capítulo 18 Cuentos para Dormir
Capítulo 19 Encrucijadas
Capítulo 20 #OhQueHermosaMañana
Capítulo 21 Mira A Los Valientes.
Capítulo 22 Pequeña Princesa.
Capítulo 23 Trastornos Históricos
Capítulo 24 Genética Total
Capítulo 25 No es un Regalo
Capítulo 26 Las Cuatro Estaciones I
Capítulo 27 Las Cuatro Estaciones II
Capítulo 28 La Muerte y el Pirata
Capítulo 30 Feliz Primer Año
Expediente 2: Sarah Jones
Capítulo 31 Sonata para Bell
Capítulo 32 La Gente Miente Todo el Tiempo
Capítulo 33 Gajes del Oficio
Capítulo 34 Las Damiselas de Hierro
Capítulo 35 Rebeldes con Causa
Capítulo 36 Los Chicos No Son Buenos
Capítulo 37 El Pasado siempre está Presente
Capítulo 38 Azul Profundo
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 39 Tierno Azúcar
Capítulo 40 Una Pausa Para Reflexionar
Capítulo 41 Cenizas y Fantasmas
Capítulo 42 Mi Corazón Arde
Expediente Final: Isabelle Elicia Jones
Capítulo 43 ¡Cuidado! El Amistoso Extraño
Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión
Capítulo 45 Corazón Maternal
Capítulo 46 La Melancolía de los Ángeles
Capítulo 47 Aguas Profundas
Capítulo 48 Lazos de Sangre
Para la Niña que llegó al 221B de Baker Street
Capítulo 49 No es un Adiós, es un Hasta Pronto
Especial
¡Gracias!
Regalitos (Actualizada)

Capítulo 29 ¡Oh, Blanca Navidad!

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By DeyaRedfield

—Sherlock —en voz baja llamó la niña, quien estaba al otro lado de la mesa—. Sherlock.

El detective trató de mantener su concentración en su microscopio, pero ese llamado lo hacía desenfocarse totalmente. Bell estaba hincada en el suelo, sosteniéndose del borde de la mesa y sus grandes ojos marrones observaban al detective trabajar.

—Sherlock —insistió.

Él suspiró amargamente.

—No, Isabelle.

—¡Por favor, Sherlock! —exclamó en suplico.

—No.

—¡Por favor!

—No. Y ya no insistas.

—¿Por qué no quieres ir a la cena de Navidad de tus papás? —preguntó mientras se alzaba de suelo.

—Porque no. Y fin de esta conversación.

Bell se extrañó, pero no se iba a dar por vencida.

—Yo quiero ir con ellos —dijo algo berrinchuda.

Sherlock lanzó un gran suspiró.

—Pero yo no.

La niña frunció el ceño con molestia y observó al detective que al sentir el peso de esa mirada rodó sus ojos y, sin más remedio, observó a la pequeña.

—Si tanto quieres ir, le diremos a Mycroft que te lleve. Él suele ir, de mala gana, pero va.

Esta vez Bell hizo un puchero y Sherlock suspiró desesperadamente.

—Quiero que tú vayas.

—¿Por qué tanta la insistencia? La casa de mis padres es aburrida, monótona, sin interés.

La niña deshizo su puchero y miró al detective con cierta tristeza.

—Es que... —se detuvo y sus ojitos marrones se cubrieron en una manta cristalina— Tú aún tienes papás.

Sherlock, al procesar aquellas palabras, se detuvo y percibió como un vacío se formaba en su estómago. Miró a la niña, se veía triste, a casi nada que las lágrimas recorrieran sus mejillas y el llanto se hiciera dueña del momento. Sherlock no pudo tolerar esa sensación en él, era horrible e incómoda pero, si no quería ver llorar a la niña, tenía que cumplir esa desesperada petición. 

—Isabelle —habló sonando lo más serio posible. Ella le vio esperanzada—. Tú ganas, iremos con mis padres pero, si esto es alguna especie de chantaje, ten por seguro que...

—No es un chantaje Sherlock —interrumpió con una gran sonrisa—. Solo quiero ir con tus papás para darles mi regalo.

El detective cerró sus ojos y suspiró profundamente.

—De acuerdo —mencionó al expulsar el aire.

La pequeña cambio la tristeza por una enorme felicidad, y sin dudarlo, se acercó a Sherlock y lo abrazó con gran fuerza. Él solo pudo más que fruncir el ceño, volver a suspirar y proporcionar unas leves palmadas en la cabeza de la niña.

—¡Gracias Sherlock!

Bell terminó el abrazo y con una enorme sonrisa salió del living room y se fue con la señora Hudson, que bien ella ya sabía, era mejor molestarla a ella que al detective. Con una suave sonrisa Sherlock retomó la vista a su microscopio y se dispuso a continuar con su trabajo, pero sintiendo una gran sensación de júbilo en su interior.

En el 221B de Baker Street se podía percibir el espíritu navideño al ver el living room decorado y escuchar las notas musicales de las canciones navideñas provenientes del violín de Sherlock, era increíble como una época del año podía cambiar, ciertos aspectos, en ese lugar, o al menos así le gustaba pensar al doctor Watson. Llego al 221B, un día antes de la noche buena, para poder visitar a su amigo y desearle felices fiestas, pero su buen amigo se encontraba sentado frente a su laptop, ignorado todo a su alrededor.

—¿Me he perdido de algo? —saludó. Sherlock frunció su ceño más no volteo a verle.

—¿Te refieres a...?

—A lo que sea que estés haciendo.

—¡Oh! —exclamó sin ánimos—. Revisando el caso Jones y Moran.

—¿Algo nuevo? —preguntó sorprendido mientras se acercaba.

—No realmente, todo igual. He estado pensando en la tercera USB.

En ello Sherlock quitó la vista de su laptop para mirar a John y descubrir que llevaba puesto un horrible suéter con estampado navideño. Su amigo se acercó junto a él y observó la pantalla de la laptop y observó todos los detalles del caso, pero Sherlock no dejaba de mirar lo horrible que lucía John en ese suéter.

—Sabes Sherlock—habló John después del extraño silencio—, he estado pensando en que, no sé porque, tengo la sensación que la tercera USB puede tenerla Sarah Jones —Él volteo a mirar a su amigo y pudo ver cómo le miraba de una manera curiosa—. ¿Pasa algo?

Sherlock negó con la cabeza y regresó la vista al monitor. Era mejor mantener silencio, aunque fuera por unos momentos.

—También consideré el hecho de que la tercera USB la tenga Sarah Jones, pero es algo muy fácil —dijo el detective chasqueando la lengua—. Samara puso empeño en ellas, no pudo dejarla al acceso de cualquiera y en especial de su hermana.

—Cierto —susurró John.

—Si la segunda USB la mando a Janine, es probable que la tercera este en un lugar que no hemos conectado en la investigación.

—¿Sugerencias?

Sherlock tecleó por unos momentos y John observaba sin parpadear hasta que apareció un documento con lo que parecía ser una lista. Se acercó y al leer la primera sugerencia del detective se negó.

—¡No, no, no y no!

—¿Oh, qué es lo que pasa John?—preguntó Sherlock como si nada.

—En primera, no exhumaremos el cuerpo de Samara —Sherlock rodó sus ojos—. ¡Aunque te enojes!

—Ya exhumamos a Rupert Casey, ¿qué hay de malo en hacer lo mismo con Samara?

—Bueno con Casey fue especial y además ¿crees que Mycroft nos permitiría tal cosa? Si con Casey casi nos mata, imagínate con Samara.

—Tienes razón —dijo con un suspiro amargo.

—Me sorprende que no lo consideraras.

—De hecho, sí, lo hice. Pero tenía en mente hacer una exhumación ilegal —John miró a su amigo boquiabierto y este al notarlo volvió a suspirar—. Pero no, no pienso hacerlo —respondió serio.

—Más te vale —mencionó con una mirada furiosa—. Tu otra sugerencia es... allanar la casa de Mycroft... —John se detuvo y regresó esa mirada con Sherlock quien volvió a suspirar.

—Son sugerencias, ¿de acuerdo?

—Allanar la casa de tu hermano, esa sí que no me la esperaba —ambos se miraron—. ¿Sabes que eso es un suicidio?

—¡Oh vamos John! —Exclamó con falsa sorpresa—. Sabemos que Mycroft tiene su pasado con las Jones, ¿para qué engañarnos?

—Tú me comentaste que Mycroft no sabía de las USB, e incluso se mostró sorprendido por ello. ¿Por qué podría tener él la tercera USB?

—Porque Mycroft sabe el verdadero secreto que rodea a la familia Jones. Él creé que me engaña pero no, no es así. Esto se ha envuelto en algo muy turbio. John, más allá de que los vínculos con la red de Moriarty o el asesinato de Samara y los Moran, hay algo peor en esto. Necesitamos encontrar esa tercera USB y la buscaremos en donde tenga que ser necesario.

Ambos mantuvieron sus miradas el uno al otro. John, con una ceja arqueada y unos ojos desconcertados, miró a Sherlock quien dejó mostrar una media sonrisa y una cara iluminada con esa arrogancia y confianza que lo describían perfectamente, pero esa expresión duro muy poco al volver a poner atención al suéter de John.

—¿Qué pasa?

—John, en serio, cámbiate esa ropa. Te vez ridículo.

Sherlock se alzó de la silla y caminó hacia la cocina, John observó su suéter y resopló molesto.

El tiempo paso rápido, Sherlock y John se enfocaron en resolver los últimos casos de este mes, para poder cerrar el negocio y disfrutar de las fiestas decembrinas. La gente que llegaba al 221B entraba y salía a una velocidad envidiable, los casos de Scotland Yard se habían archivado hasta el regreso del año nuevo; Sherlock sabía que eso a Lestrade le molestaría pero le importaba poco, y lo que sí le preocupaba al detective era dejar pendientes el caso Jones y Moran, sabía que esos casos no podían detenerse y menos ahora, pero tenía que hacerlo.

—¿Y estarás aquí en navidad?—preguntó John sacándolo de sus pensamientos.

—Iré con mis padres.

John miró pasmado a su amigo.

—¡Oh! ¿Con tus padres? —preguntó. Sherlock cabeceó suavemente—. ¡Vaya, no me esperaba eso!

—Si. Hace unas semanas vinieron y me pidieron ir.

—¿Aun después de lo que paso el año pasado?

—Sip —dijo Sherlock muy serio.

—¿Y saben lo que paso el año pasado, con respecto a Magnussen y...?—Sherlock negó y John se extrañó—. ¿Cómo es que tus padres nunca se enteran de lo que te pasa?

—Por Mycroft. Pero bueno —continuó con un aplauso—, ¿quieren ir?

—¿Mary y yo? —cuestionó crédulo. Sherlock le miró seriamente—. Muchas gracias pero, Harry vendrá y quiere convivir con Rosie y... ya sabes, cosas de hermanos. Me temo que esta navidad no podremos acompañarte.

—¡Oh! —Exclamó desanimado—. No pasa nada.

—Pero lleva a Bell, estoy seguro de que tus padres la amaran.

—Ya lo hacen —dijo en voz baja, aun así John le escuchó.

—¿Perdón —preguntó curioso—, tus padres ya conocen a Bell?

—Sip.

—¿Cómo y por qué no me contaste? —cuestionó con una gran sonrisa.

—Creo que ya te dije que estuvieron aquí ¿no? Pero no veía ello como algo relevante.

—De hecho, si lo es —continuó John con su sonrisa—. ¿Qué dijeron tus padres? Supongo que te interrogaron hasta que te hartaste.

Sherlock ladeó su cabeza dando entender que sí.

—Fue algo... curioso.

—¿Curioso?

—Mis padres son... son... —se detuvo y una mueca se formó en su rostro.

—¿Son...? ¿Amorosos?

—¡Eso! —exclamó aliviado pero no conforme con la palabra. John ensanchó más su sonrisa.

—Era de esperarse, tus padres son... unas peras en dulce.

—Creo. Además ellos me pidieron llevar a Isabelle y ella también quiere ir así que...

—No te pudiste negar.

—No tuve opción.

—Sí, claro —dijo con unas suaves carcajadas mientras tomaba unos archivos.

—Es verdad, no tuve más opciones.

—Si Sherlock, te creo. Pero bueno, salúdame a tus padres y disfruten esta navidad. Recuerda que es la primera navidad de Bell sin su madre, necesitará amor, cariño...

—Supongo.

—No supongas, es un hecho. Aunque eso no lo recibirá de ti —dijo como si nada y Sherlock le lanzó una mirada seria—. pero tus padres lo harán y eso es bueno ya que...

—Perfecto —interrumpió con esa seriedad mientras tomaba un periódico de entre el nido de papeles—. Muchas gracias por venir, felices fiestas para todos, y tú y tu horrible suéter pueden retirarse. Nos vemos en unos días.    

John le miró asombrado por el repentino cambio de comportamiento. Se alzó, sin dejar de mirar a su amigo, y tomó sus cosas pero no sin antes analizarle. El detective ocultó su rostro en el periódico, con fecha de hace cuatro días, y él esperaba pacientemente a que John se retirará.

—Feliz navidad Sherlock —finalizó con una leve sonrisa.

No hubo respuesta y John se retiró del living room.

Al desaparecer Sherlock alzó la vista y soltó el periódico pensando en lo que le acababa de decir.

Amor y cariño. Lo sabía perfectamente.

Era la primera navidad de Isabelle sin familia. Sus padres ya la habían acogido pero, para la niña, no sería lo mismo. Sherlock sabía que ellos la tratarían como si fuese su nieta, pero, ¿él podría hacerlo? ¿Él podría darle ese amor y cariño de familia que la niña necesitaba? Últimamente se lo cuestionaba, y en el fondo, no le agradaba pensar en ello.

El día veinticuatro llegó, Sherlock y Bell prepararon todo para poder irse a casa de los papás Holmes. La niña guardaba cuidadosamente los obsequios que había alistado y Sherlock observó curiosamente.

—¿Crees que a tus papás les guste mi regalo? —preguntó al cerrar su mochila. Sherlock parpadeó perplejo.

—Ah... bueno, sí. A ellos les gustará.

La pequeña sonrió con gran alegría y puso su mochila sobre su espalda.

—¡Estoy lista! —exclamó.

Sherlock borró la perplejidad de su rostro y observó a la niña de pies a cabeza para cerciorarse de que estuviera bien cubierta por la chaqueta, bufanda y gorro. El clima era demasiado helado y con nieve, no quería que la niña se enfermara. Era lo último que necesitaba.

—De acuerdo, si todo ya está listo, es hora de irnos.

La pequeña cabeceo rápidamente, salió del living room y comenzó a bajar los escalones. Sherlock dio una rápida mirada al living room, su labor como detective no tenía descanso pero se alistó con su enorme abrigo para poder retirarse de Baker Street.

El camino parecía extenso para la pequeña debido a que la ansiedad y los nervios la consumían, Sherlock lo había notado y no entendía el porqué de esas emociones, si ella se había mostrado demasiado alegre y fastidiosa ante la situación.

—Sherlock —llamó de repente la niña sin dejar de mirar por la ventana del taxi.

—¿Si?

—¿No me vas a decir que puedo o que no puedo hacer en casa de tus papás?

El detective arqueó su ceja disimulando su extrañez.

—Pues... no lo sé —se dijo atónito—. Solo compórtate, se buena niña y... ya —La niña alzó su mirada y observó al detective—. Pero, ¿a qué se debe esto Isabelle?

—Curiosidad.

—¿Curiosidad? —Preguntó con una sonrisa—. ¿Curiosidad en qué? —Ella se encogió de hombros y Sherlock empezó analizar a la pequeña, hasta que pudo percibir el porqué de sus emociones—. ¿Qué es lo que te preocupa? —cuestionó seriamente y Bell abrió más la mirada y parpadeó sorprendida.

—No me preocupa nada —respondió agachando la mirada.

—Si te preocupa algo —continuó—, tu ansiedad, esa manía de mover tus manos cuando estas nerviosa. Cuando me pediste que fuéramos con mis padres, tu felicidad llegaba hasta el cielo, y ahora, estás más preocupada que John ante un caso. Habla.

Bell alzó su mirada lentamente y Sherlock descubrió un triste puchero en el rostro de la niña.

—Si estoy contenta por ir con tus papás, pero me da miedo, por tu hermano.

—¡Oh! Ya entiendo. Mycroft es el problema —Bell cabeceó rápidamente y Sherlock volvió arquear su ceja—. Creo que te he dicho muchas veces que no le temas a Mycroft. Entiendo que te intimide pero, eso siempre lo hace, no le importa quién sea la persona, él tratará de infundir temor. Y si algo se, ya que es mi hermano y crecí soportándolo, Mycroft jamás te hará algún daño —Sherlock vio a la pequeña con una leve sonrisa—. Te daré con pequeño consejo, tú también intimídalo, no te dejes de él. Es lo que yo hago y me funciona a la perfección.

—¿En serio? —preguntó fascinada.

—Soy un dolor de cabeza para él —continuó con su sonrisa—, si tú le demuestras que no le tienes miedo, te ganarás su respeto y admiración. Un claro ejemplo de ello es John.

—¡Oh!

—Así es Bell, y no te preocupes por nada hoy. Si Mycroft trata de intimidarte, recuerda lo que te acabo de decir.

Bell mostró una gran sonrisa y rápidamente abrazó al detective con todas sus fuerzas.

—Gracias Sherlock.

El detective no pronunció palabra alguna, solo dejo que la pequeña continuara con su abrazo y desvió la mirada hacia la calle para poder disimular la leve sonrisa sobre su rostro.

Al arribar a la casa Holmes, ambos fueron recibidos por el señor Holmes quien abrazó a su hijo, como si hubiesen pasado años desde que lo vio, y él respondió con unas leves palmadas a la espalda de su padre. El señor Holmes pudo ver, detrás de su hijo, a la sorprendida pequeña.

—Bienvenida Bell —saludó con una gran sonrisa y ella le correspondió.

Entraron a la residencia y fascinada Bell observó el lugar. No se parecía en nada a como vivía con Sherlock en Baker Street, la casa era muy hogareña, bien arreglada y con el toque de una pareja de casados por mucho tiempo. Estando en la sala de estar, al fondo, pudieron escuchar como la señora Holmes parecía regañar a alguien.

—Mycroft llegó temprano —dijo el señor Holmes al notar la sorpresa en ambos—, y tu madre no ha perdido la oportunidad en reclamarle por qué no ha venido.

Bell echó un vistazo a Sherlock y este respondió con una mirada de que no se preocupara, la situación era normal. Llegaron al comedor y en efecto, estaban la señora Holmes regañando a Mycroft.

—¡Mickey, nada te cuesta venir a visitarnos! —Exclamó su madre mientras cargaba con todas las vasijas para la cena—. ¿Tenemos que esperarte hasta que sea navidad para verte?

—Madre —habló mientras colocaba la mano en su rostro—, sabes perfectamente que mi trabajo requiere mucho tiempo.

—Lo sé, pero nada te cuesta darte una escapada y visitarnos —dijo mientras le estiraba la oreja.

Mycroft quitó la mano de su rostro para mirar sorprendido a su madre, pero a la vez sus ojos se posaron sobre la entrada y notó a su padre, a su hermano y a la pequeña Isabelle Jones. La señora Holmes volteó y al ver al menor de sus hijos una enorme sonrisa se posó en su rostro.

—¡Sherlock! —Exclamó soltando la oreja de su hijo mayor—. Me alegro que llegarás.

Su madre se acercó y lo abrigó en un enorme y fuerte abrazo acompañado de algunas ollas. Él respondió al abrazo con tranquilidad y esperó paciente a que el contacto terminará. Al separarse de su hijo notó a la pequeña niña y con una gran alegría la abrazó y le dio la bienvenida.

—¡Qué bueno que Bell te acompaño, hijo! —exclamó mientras soltaba a la pequeña. Sherlock mostró una suave sonrisa—. Bienvenida hermosa.

Las mejillas de Bell se pusieron coloradas y una enorme sonrisa adorno su rostro. Mycroft observó el momento asombrado y Sherlock lo notó pero no le tomo importancia.

Después del recibimiento Bell y el señor Holmes estaban en la sala de estar, la señora Holmes seguía preparando la comida y los hermanos Holmes se habían propuesto a reunirse en el jardín trasero para platicar.

—Debí imaginar que traerías contigo a esa niña —habló Mycroft mientras miraba a su hermano fumar tranquilamente.

—No empieces Mycroft —dijo molesto.

—¿Nuestros padres, tenían que conocerla? ¿Acaso se encariñaron con ella?—Sherlock no respondió—. Debí suponerlo —continuó con una sonrisa déspota—, era lógico. Ahora tendrás a mami y papi detrás de ella, como si fuera su nieta.

—¿Podríamos dejar tus opiniones de lado? Es navidad, no quiero que me amargues este día.

—Sería una buena forma de cobrarme lo que hiciste el año pasado, drogarnos a todos y poner en riesgo la seguridad del gobierno de Inglaterra. Amargarte una fecha, a la cual, no le tomas importancia desde la secundaria... Sí, es una buena forma de cobrármelo.

—¿Cobrártelas? ¡Por favor! Solo dime que no te agrada la idea que Isabelle esté aquí y ahorrémonos los traumas.

—Bueno, ya que insistes, es verdad, no me agrada que esa niña este aquí, pero es inevitable que no evitemos "traumas" —Mycroft le quitó el cigarro a Sherlock y encendió el suyo que traía en la mano desde que salieron al jardín—. Samara Jones ya cumplió un año de muerta y no has podido resolver el caso, así que, debo preguntar: ¿Qué ha pasado para que este caso se extendiera tanto? y espero respuestas sensatas.

—¿Respuestas sensatas? —Preguntó crédulo dejando escapar el humo—. Déjate de estupideces Mycroft. Tú sabes las respuestas y mucho mejor que yo.

El mayor de los Holmes arqueó sus cejas y acercó el cigarro a su boca para saborearlo plácidamente. Sherlock le observó con gran desesperación.

—¿Yo, tener respuestas? Me sorprende tu desesperación por no resolver este caso, hermano mío.

—Mycroft —continuó Sherlock con una terrible seriedad—, tu pasado con las Jones es un gran factor en este caso, también, el hecho que me amenaces con que ya encontraste a Sarah Jones. ¿Cómo no quieres que te ponga como un sospechoso?

Mycroft dio una gran bocanada de aire a su cigarro y poso su mirada hacia la ventana. Contempló a su padre junto a la pequeña niña mirando lo que parecía ser el álbum de fotos familiar.

—Míralos. Nuestro padre está lleno de regocijo por convivir con esa niña, a nuestra madre no la había visto tan feliz desde que hicimos aquella obra escolar —dejo escapar el aire y volteó a mirar a su hermano.

—¡Por Dios, Mycroft! No cambies el tema.

—Nuestros padres se han iluminado de una grata felicidad, que tú y yo nos hemos encargado de opacar conforme pasa el tiempo. Sherlock, termina este caso lo más pronto que puedas, no ilusiones a nuestros padres con esa niña que no es nada de esta familia —Sherlock observó con una temible rabia su hermano, a quien no le importo esa mirada, dejó caer su cigarro y lo aplasto—. Y respondiendo a tus preguntas, no Sherlock yo no me estoy haciendo un idiota. No tengo idea de quién pudo matar a Samara Jones y, con respecto a Sarah, pronto te puedes llevar una gran sorpresa.

Mycroft se dio la media vuelta y dejó a Sherlock envuelto en dudas, más de las que ya tenía.

El tiempo que estuvo el detective en el jardín fue casi de una hora, su mente se había vuelto un mar de preguntas y él se encontraba naufragado por respuestas. Había momentos en que caminaba a pasos pequeños, otros miraba hacia un punto muerto y seguía pensando. Su madre le habló para cenar, sorprendido porque la hora había llegado, le obedeció y se adentró a la cena navideña. A la mesa ya se encontraban su padre, Bell y Mycroft esperándole para poder comer.

—¡Sherlock —exclamó Bell—, tu papá me mostró fotos tuyas de cuando eras niño! Si era verdad lo que me dijiste, que querías ser un pirata.

Sherlock posó una media sonrisa en su rostro y se acercó a la mesa a tomar asiento.

—Espero y no te moleste, hijo —dijo su padre—. Bell quería saber cómo eras de niño.

Él negó lentamente con la cabeza y posó la mirada en su hermano. Mycroft lucía hartado y amargado, por más que trataba de fingir le era posible.

—Bell —habló Sherlock y ella volteó a verle—. ¿Ya les dijiste a mis padres que les traes obsequios?

—¡Oh! —Exclamó la señora Holmes desde la cocina—. ¿En serio Bell?

La niña volteó a mirarle y cabeceó rápidamente. El señor y la señora Holmes agradecieron a la pequeña quién se había vuelto a ruborizar, casi convirtiéndose en un tomate.

La cena navideña llegó y se podría decir que se disfrutó tranquilamente. Claro, después de que la señora Holmes asegurará que su hijo menor no se acercara a la cocina, con sustancias dudosas, y su hijo mayor no trajera consigo el trabajo.

Terminando la exitosa cena, todos fueron a la sala de estar y Bell sacó de su mochila sus regalos para los papás Holmes.

—Feliz, casi, navidad —dijo la niña algo nerviosa, mientras les entregaba dos pequeños cuadrados envueltos.

Los Holmes los tomaron y se miraron con sonrisas curiosas. Desenvolvieron los regalos y miraron dos cuadros de madera en caoba, adornados con hojas otoñales en perfecto estado.

—¡Vaya! —Exclamó el señor Holmes maravillado—. ¡Que hermosas hojas!

—Si preciosa. Se ven tan lindas y aún conservan el color.

—Sherlock me ayudó a recogerlas, cuando recién comenzaba el otoño, y para que conserven su color, hizo una composición química para que duren un largo tiempo, sin marchitarse —dijo con una gran sonrisa.

Mycroft, quién estaba sentado en un sofá individual, miraba abrumado el momento en cambio Sherlock se veía serio y muy analítico.

—Muchas gracias Bell —continuó el señor Holmes—, ha sido un maravilloso regalo.

Bell mantuvo su gran sonrisa cuando la señora Holmes posó una de sus manos en su cara y agachó su rostro. Todos se quedaron sorprendidos por lo que acababa de pasar, en especial Mycroft y Sherlock. Algo le pasaba a su madre y no era algo bueno.

—¿Madre? —cuestionó el mayor de los Holmes.

Ella alzó la mirada y unas lágrimas cubrían sus ojos. Todos se quedaron sorprendidos. Sherlock y Mycroft se miraron y comenzaron a hablar con sutiles movimientos de labios.

« ¿Qué es lo que pasa? » preguntó Sherlock muy nervioso.

« No lo sé ».

« No recuerdo haber visto a mami así ».

« Ni yo ».

—¿Cariño, estás bien? —preguntó su esposo.

La señora Holmes tomó la mejilla de Bell, la acarició con delicadeza y una suave, pero triste sonrisa se formó en su rostro. La niña vio sorprendida a la señora Holmes y estaba en la misma que los hermanos, no entendía que era lo que pasaba.

« Esto no está bien » continuó Sherlock pero Mycroft le ignoró.

— Pequeña Bell —habló la señora Holmes—. Eres una pequeña tan linda, me recuerdas mucho a...

Hubo otro silencio. Mycroft se asustó al oír esas palabras y Sherlock lo notó.

« ¿Mycroft? »

—Me recuerdas —continuó—, me recuerdas mucho a mí...

—¡Madre! —exclamó Mycroft mientras se alzaba del sofá. Todos pusieron sus ojos sobre él pero más su hermano menor—. Ya es muy noche y me siento agotado, dormiré aquí está noche.

Todos parpadearon perplejos a excepción de Sherlock, quién no le gustó el comportamiento de su hermano. Unos segundos después, la señora Holmes limpió sus lágrimas y se alzó del sofá.

—Bien, me alegro cariño. Supongo que tú y Bell también se quedarán —dijo mientras miraba a Sherlock.

—Si —contestó sin dejar de mirar a Mycroft.

—¡Me alegro hijos! —continuó sus padres.

—Sí, realmente nos alegra. Bueno, creo que lo mejor es que ustedes dos compartan habitación.

—¿Perdón? —respondieron a la par mientras le miraban.

—Así es. Ustedes dos dormirán en tu habitación Mickey y Bell dormirá en la de Sherlock.

—¡Pero madre...!

—Sin peros Mickey —interrumpió—. Vayan a preparar la habitación, yo me encargaré en la que Bell estará. ¿Me acompañas linda? —preguntó mientras extendía su mano. Sin dudarlo Bell la tomó y ambas fueron rumbo a la habitación.

Sherlock y Mycroft se miraban impactados ante tal sugerencia. Tan grave fue su reacción que su padre les dio ánimos para ir a la habitación.

Los hermanos Holmes se encontraban en la habitación, Sherlock estaba de pie, en medio de lugar, mirando hacia el frente en dónde era su habitación y observó con sospecha a su madre, quién había arropado a Bell y le contaba una historia.

—Pido la cama —interrumpió Mycroft—. Tu quédate en el catre —Sherlock no dijo nada, solo miró de reojo a su hermano. Mycroft notó el frío en él y suspiró—. ¿Qué?

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó serio—. Jamás había visto a mami así.

—¿Recuerdas lo que hablamos en el jardín?

Sherlock volteó a mirarle aún con su instinto de detective.

—Si.

—Te lo advertí, Sherlock. Trae a esta niña aquí, fue una pésima idea.

Mycroft quitó la vista de su hermano y preparó la cama para poder dormir. En cambio Sherlock pudo sentir terriblemente como se había ahogado en aquel mar de dudas que ya le pesaba desde hacía tiempo. 


25 de diciembre – California.

En el más lujoso club campestre de Florida, la socialité festejaba la navidad con la mejor cosecha de vino y los maravillosos canapés de la región. Entre los invitados, una hermosa mujer de estatura promedio, cabellera castaña clara y con el mejor traje y lentes de Versace, se hacía destacar entre los invitados del lugar. Su hermoso acento británico y la alcurnia de sus palabras llenaba de curiosos su círculo, hasta que, a él dos personas, de una apariencia preocuparle se unieron, no con intenciones de degustarse de su belleza, sino con un fin mayor.

—Sarah Jones —llamó uno de ellos. Ella volteó y miró a los hombres vestidos en etiqueta y con el mismo acento de su procedencia.

—¿Si? —preguntó sin mostrar asombro.

—Somos del gobierno de Inglaterra. Venimos de parte de Mycroft Holmes.

Y al oír aquel nombre, Sarah quitó sus lentes y observó sorprendida a los hombres de Holmes.

***

Feliz Navidad🎄 y Feliz 2018 atrasados mis compañeras/os Sherlockians 🎆🎇🎉🎊 También feliz 6 de enero :3 día de los reyes magos y cumpleaños de nuestro querido Holmes. Lamento la tardanza, diciembre fue un mes caótico para mi pero, ya he vuelto. Muchas gracias por esperar y, ya saben, cada 15 días un capítulo nuevo ;3 (¡Para que estén atentas/os porque Wattpad esta fallando y a muchos no les llegan notificación!

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