EL ANTICRISTO-Friedrich Nietz...

By ricardosoto123

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El Anticristo, maldición sobre el cristianismo, es una de las últimas obras del filósofo alemán Friedrich Nie... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capitulo 12

Capítulo 7

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By ricardosoto123

Como se ve, la muerte en la cruz puso fin a un nuevo y desde todo punto original conato de movimiento pacifista búdico, de felicidad terrenal efectiva, no solamente prometida. Pues, como ya subrayé, tal es la diferencia principal de estas dos religiones de la décadence: el budismo no promete, sino cumple, en tanto que el cristianismo promete todo, pero no cumple nada. A la "buena nueva" la sustituyó la peor, la de Pablo. En Pablo encarna la antfpoda del portador de la "buena nueva", el genio en el odio, en la visión del odio. ¡Hay que ver lo que este disangelista sacrificó al odio! Sobre todo, al propio Redentor; lo clavó en su cruz. La vida, el ejemplo, la doctrina, la muerte, el sentido y el derecho de todo el Evangelio; nada de esto quedó al comprender este falsario por odio lo que le convenía para sus fines: ¡no la realidad; no la verdad histórica! ... Y una vez más el instinto sacerdotal del judío cometió el mismo grave crimen contra la historia (hasta aquí regleta vieja, desde aquí regleta nueva); borró sin más ni más el ayer, el anteayer, del cristianismo y se inventó una historia del primitivo cristianismo. Todavía más, falseó otra vez la historia de Israel, presentándola como antecedente de su propio acto, como si todos los profetas hubiesen hablado de su "Redentor"... Más tarde, la Iglesia hasta falseó la historia de la humanidad en el sentido de una prehistoria del cristianismo... El tipo del Redentor, la doctrina, la práctica, la muerte, el sentido de la muerte, hasta el epílogo de la muerte..., nada permaneció intacto, ni siquiera conservó una semejanza con la realidad. Pablo simplemente situó el centro de gravedad de toda aquella existencia detrás de dicha existencia, en la mentira del Jesús "resucitado". En el fondo, no le servía la vida del Redentor; precisaba la muerte en la cruz, amén de algo más... Creer en la sinceridad de Pablo, oriundo de la sede principal del esclarecimiento estoico, al tomar una alucinación por la prueba de que el Redentor vivía todavía, o dar siquiera crédito a su afirmación de que tuvo esta alucinación sería de parte de un sicólogo una verdadera . Pablo buscaba su fin y, por ende, también los medios conducentes al logro del mismo... Lo que él no creía, lo creían los idiotas entre los cuales propagaba su doctrina. Su necesidad era el poder; con Pablo, el sacerdote trató una vez más de erigirse en amo; sólo le convenían conceptos, doctrinas y símbolos que sirvieran para tiranizar masas y organizar una grey. ¿Qué fue lo único que más tarde Mahoma tomó prestado del cristianismo? La invención de Pablo, su medio para establecer una tiranía de los sacerdotes y organizar una grey: la fe en la inmortalidad, vale decir, la doctrina del "juicio"

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Si se sitúa el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el "más allá"-en la nada-, se despoja la vida de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad de la persona destruye toda razón, toda naturalidad, en el instinto; todo lo que hay de benéfico, de vital, de grávido, de porvenir en los instintos despierta entonces la suspicacia. Vivir en forma que ya no tenga sentido vivir: he aquí lo que llega a ser entonces el sentido de la vida... ¿Pare qué inspirarse en un espíritu de solidaridad, sentir gratitud hacia los antepasados? ¿Pare qué cooperar, confiar, promover cualquier bien común?... Se trata de otras tantas "tentaciones", de otras tantas desviaciones del "justo camino". "Una sola cosa hace falta"... Que cada cual, como "alma inmortal", sea igual a cada cual; que dentro de la totalidad de los seres la "salvación" de cada cual pretenda a título legítimo atribuirse una importancia eterna; que pequeños mojigatos y medio locos tengan derecho a imaginarse que por ellos dejan constantemente de regir las leyes de la Naturaleza; no hay desprecio suficiente para estigmatizar tal exacerbación de toda clase de egoísmos hasta el infinito, hasta la insolencia. Y, sin embargo, a tan deplorable halago a la vanidad de la persona debe el cristianismo su triunfo,- de este modo ha atraído precisamente a todos los malogrados, díscolos y desheredados, toda la hez y escoria de la humanidad. La "salvación del alma" quiere decir: "el mundo gira alrededor de mí"... El veneno de la igualdad de derechos por nadie ha sido esparcido tan sistemáticamente como por el cristianismo. Desde los más recónditos rincones de los malos instintos el cristianismo ha librado una guerre sin cuartel a todo sentimiento de veneración y distancia jerárquica entre los hombres, esto es, a la premisa de toda elevación y expansión de la cultura; del resentimiento de las mesas se ha forjado su arma principal blandida contra nosotros, contra todo lo aristocrático, gallardo y generoso sobre la tierra, contra nuestra felicidad sobre la tierra... La "inmortalidad", acordada a fulano y zutano, ha sido hasta ahora el atentado más grave contra la humanidad aristocrática. ¡Y no subestimamos la fatalidad que partiendo del cristianismo ha penetrado hasta en la política! Ya nadie trata de reivindicar prerrogativas y derechos de señoría, experimentar un sentimiento de veneración ante sí mismo y ante los que le son afines, proclamar un pathos de la distancia jerárquica... ¡Nuestra política se resiente de esta falta de coraje! El aristocratismo de la idiosincrasia ha sido socavado del modo más subrepticio por la mentira de la igualdad de las almas, y si la creencia en la "prerrogativa de los más" hacé, y hará, revoluciones, ¡no se dude de que es el cristianismo, el imperio de los juicios de valores cristianos, lo que toda revolución traduce en sangre y crimen! El cristianismo es una sublevación de todo lo vil y rastrero contra lo que tiene "altura"; el evangelio de los "humildes" rebaja...

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Los Evangelios son inestimables, como testimonio de la corrupción, ya irremediable, prevaleciente en el seno de la comunidad primitive. Lo que más tarde Pablo remató con el cinismo sutilizante propio del rabino, era el proceso de decadencia iniciado con la muerte del Redentor. Todo cuidado que se ponga en la lecture de los Evangelios es poco; cede palabra entraña muchas dificultades. Admito, no se me tomará a mal que lo diga, que por esta misma razón son para el sicólogo una fuente de placer de primer orden: como antítesis de toda corrupción ingenua, como el refinamiento por excelencia, como arte y maestría en la corrupción sicológica, los Evangelios ocupan un lugar aparte. Toda la Biblia constituye algo único que no admite comparación. Se está entre judíos: primer punto de vista a considerar para no perder por completo el hilo. Este fingimiento hecho genio en el sentido de la "santificación", no igualado ni remotamente en parte alguna entre los libros y los hombres, esta sofisticación de las palabras y los ademanes como arte, no obedece al azar de algún talento individual, de algún modo de ser excepcional. Requiere esto: raza. En el cristianismo, como arte de mentir santamente, todo el judaísmo, una rigurosísima práctica y técnica judía multisecular, alcanza su plena maestría. El cristiano, esta última ratio de la mentira, es el judío dos veces y aun tres... La voluntad fundamental de usar exclusivamente conceptos, símbolos y actitudes probados por la práctica del sacerdote, el rechazo instintivo de cualquier otra práctica, de cualquier otra perspectiva de calor y utilidad, no supone mera tradición, sino herencia; sólo como herencia obra cual segunda naturaleza. La humanidad toda, sin exceptuar los mejores espíritus de los mejores tiempos (excepción hecha de uno, que tal vez no sea más que un monstruo), ha sido víctima del engaño, Se ha leído el Evangelio como si fuese el Libro de la Inocencia..., hecho éste que prueba de un modo concluyente la maestría con que se ha fingido. Claro que si pudiésemos ver, siquiera de paso, a todos esos curiosos mojigatos y santos habilidosos se acabaría la farsa, y precisamente porque yo no leo palabras sin ver ademanes, acabo con ellos... Yo no soporto en ellos cierta manera de alzar los ojos.

Por fortuna, los libros son para los más mera literatura. No hay que dejarse confundir: dicen "¡no juzguéis!"; sin embargo, mandan al infierno a cuanto los estorba. Haciendo juzgar a Dios, juzgan ellos mismos; glorificando a Dios, se glorifican a sí mismos; postulando las virtudes que ellos son capaces de practicar, aún más, que ellos necesitan para mantenerse en su posición dominante, dan la magna apariencia de que luchan por la virtud, bregan por el imperio de la virtud. "Vivimos, morimos, nos sacrificamos por el bien" (por "la verdad" "la luz" el "reino de Dios"); en realidad hacen lo que no pueden menos que hacer. Pretenden presentar como un deber su propio modo de ser que los condena a una vida rástrera, a estar sentados en el rincón, a vivir cual sombras a la sombra; en virtud de la noción del deber su vida aparece como humildad, y como humildad es una prueba más de la piedad... ¡Oh, qué mendacidad tan humilde, casta y misericordiosa! "La virtual misma ha de dar fe de nosotros." Hay que leer los Evangelios como libros de seducción por la moral; esa pequeña gente monopoliza la moral: ¡bien sabe ella lo que hay con la morall ¡Es la moral el medio más eficaz para engañar a la humanidad!

La verdad es que aquí la más consciente soberbia de quienes se creen elegidos finge modestia; se ha situado a sí misma, a la "comunidad", a los "buenos y justos" de una vez por todas en un lado: el de "la verdad", y el resto, "el mundo", en el otro... Tal ha sido la forma más fatal de megalomanía que se ha dado jamás sobre la tierra: pequeñas gentes mojigatas y mentirosas se pusieron a usurpar los conceptos "Dios", "verdad", "luz", "espíritu", "amor" "sabiduría" y vida", casi como sinónimos de sí mismas, para distanciarse así del "mundo"; pequeños judíos superlativos, maduros para alojarse en toda clase de manicomios, invirtieron los valores con arreglo a su propia persona como si sólo el cristiano fuese el sentido, la sal, la medida y también el juicio final de todo el resto... Toda esa fatalidad sólo fue posible por la circunstancia de que ya existía en el mundo un tipo afín, racialmente afín, de megalomania: el judío; una vez abierto el abismo entre los judíos y los cristianos de origen judío, éstos no tenían más remedio que emplear los mismos procedimientos de conservación que aconsejaba el instinto judío contra los judíos mismos, en tanto que éstos los habían empleado únicamente contra todo el mundo no judío. El cristiano no es más que un judío de confesión "libre".

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Ofrezco a continuación algunas pruebas de lo que esa pequeña gente se ha metido en la cabeza; de lo que ha puesto en boca de su maestro: sin excepción confesiones de "almas sublimes".

"Y dondequiera que os desecharen, no queriendo escucharos, retiraos de allí, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. En verdad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadas con menor rigor en el día del juicio, que la tal ciudad" (San Marcos, 6, 11). ¡Qué evangélico!...

"Al que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno y le echaran al mar" (San Marcos, 9, 41). ¡Qué evangélico!...

"Si tu ojo te sirve de tropiezo, arráncalo: más lo vale entrar tuerto en el reino de Dios, que tener dos ojos y ser arrojado al fuego del infierno; donde el gusano que les roe nunca muere, ni el fuego jamás se apaga" (San Marcos, 9, 46-47). Estas palabras no se refieren precisamente al ojo...

"En verdad os digo, que algunos de los que aquí están no han de morir antes de ver el advenimiento de Dios y su potestad" (San Marcos, 8, 39). ¡Qué bien mentido!...

"Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y cargue con su cruz, y sígame. Pues..." (comentario de un sicólogo. La moral cristiana es refutada por sus "pues": sus "razones" refutan; cuadra todo esto con la esencia cristiana) (San Marcos, 8, 34).

"No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el mismo juicio con que juzgareis, habéis de ser juzgados, y con la misma medida con que midiereis, seréis medidos vosotros" (San Mateo, 7, 1-2). ¡Vaya un concepto de la justicia, del juez "justo"! ...

"Que si no amáis sino a los que os aman, ¿qué premio habéis de tener? No lo hacen así también los publicanos? Y si no saludáis a otros que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis además? ¿Por ventura no hacen también esto los paganos?" (San Mateo, 5, 46-47). Principio del "amor cristiano": pretende, en definitiva, una buena remuneración...

"Pero si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestros pecados" (San Mateo, 6, 15). ¡No arroja esto una luz muy favorable que digamos sobre el susodicho "Padre"! ...

"Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas se os darán por añadidura" (San Mateo, 6, 33). Todas estas cosas: quiero decir, alimento, ropa, todo cuanto se necesita para vivir. Un error, para decir poco... Algunas líneas más arriba, Dios aparece como sastre; en determinados casos, por lo menos...

"Alegraos en aquel día y saltad de gozo, pues os está reservada en el cielo una gran recompensa; tal era el trato que daban sus padres a los profetas" (San Lucas, 6, 23). ¡Qué gente tan insolente! ¡Hasta le da por compararse con los Profetas! ...

"¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Pues si alguno profanare el templo de Dios, Dios le perderá a él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es" (Epístola I a los Corintios, 3, 16-17). Tales conceptos merecen el más profundo desprecio...

"¿No sabéis que los santos han de juzgar este mundo? Pues si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿no seréis dignos de juzgar estas menudencias?" (Epístola I a los Corintios, 6, 2). Desgraciadamente, éstas no son meras palabras de un demente... Este terrible embustero prosigue literalmente: "¿No sabéis que hemos de ser jueces hasta de los ángeles? ¿Cuánto más de las cosas mundanas?"...

"¿No es verdad que Dios ha considerado como fatua la sabiduría de este mundo? Porque ya que el mundo a vista de la sabiduría divina no conoció a Dios por medio de la ciencia, plugo a Dios salvar a los que creyesen en él por medio de la locura de la predicación... Considerar, si no, hermanos, quiénes son los que han sido llamados de entre vosotros, cómo no sois muchos los sabios según la carne, ni muchos los poderosos ni muchos los nobles. Sino que Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los fuertes, y a las cosas viles, y despreciables del mundo, y a aquellas que no valían nada, para destruir las que valen: a fin de que ningún mortal se jacte ante su acatamiento" (Epístola 1 a los Corintios, I, 20 y siguientes). Para comprender este pasaje, testimonio capital de la sicología de toda moral tshandala, léase la primera disertación de mi Genealogía de la moral, donde se destaca por vez primera el contraste entre la moral aristocrática y la moral tshandala, basada esta última en el resentimiento y el odio impotente. Pablo fue el más grande de todos los apóstoles de la venganza...

Bobería, simpleza, tontería, necedad.

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