Ж Copos de cristal Ж

By ReneeLiddell

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Elsa después de ciertos eventos ha sido elegida para ser un espíritu, después de que pasan 300 años, un encue... More

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Copo tres: Seamos egoístas por una vez.
Copo cuatro: Luz de día.
Copo cinco: Enséñame a ser un amante
Copo seis: ¿En qué me has convertido?
Copo siete: Ya no tendré miedo, si a mi lado estás tú.
Prologo - Keres
Capitulo 1- Keres

Copo dos: Reviviste mi corazón.

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By ReneeLiddell

Ж Copos de cristal Ж

Copo dos: Reviviste mi corazón.

— ¡Jack Frost! — Grité al joven que se reía de mí mientras la nieve me cubría toda.  

Descubrí que Jack, aparte de ser un egocéntrico, era en exceso bromista. ¡Esa era la quinta nevada que creaba sobre mí! Dios, ¿cómo rayos es qué me sentía atraída por él? Me miré toda blancuzca, la nieve había entrado hasta zonas en las cuales nadie quiere tener nieve. Me sacudí lo mejor que pude y traté de controlar la furia que empezaba a crecer en mi interior, si algo había aprendido, era que controlando mi enojo podía evitar una nevada de tres días en todo Arendell. Jack me había extendido la mano para ayudarme a pararme del gran montículo de nieve donde su “nevada” con cara de avalancha me había enterrado; hice un ademan de tomarla, pero cuando estaba a pocos centímetros de tener contacto, la aparté bruscamente y chasqueé los dedos. ¡Yo también podía jugar lo mismo que él! 

De mis falanges salió un especie de humo de color azul acompañados de copos de nieve, arriba de la cabeza Jack empezó a formarse una gran bola de nieve, esperé a que tuviera un gran diámetro antes de dejarla caer. ¡Fue épico! Jack estaba cubierto de nieve, su sonrisa burlona había desaparecido y ahora sólo tenía un puchero, sus cejas se pusieron totalmente horizontales y en sus ojos se podía ver el reproche. Me reí apenas vi su cara, era tan cómica. La pequeña hada que acompañaba a mi frío amigo y Olaf también me acompañaron en las risas, se veía tan lindo cubierto de blanco y con esa carita. 

— Claro, claro. Búrlense del espíritu de la diversión. — Exclamó socarronamente mientras se limpiaba la nieve. 

— ¿Ves? Yo igual puedo jugar. — Le espeté levantándome.

— Sí, sí. 

Los días que pasé con él eran realmente divertidos. Mi corazón empezó a cobrar un poco de vida con cada nueva broma que me jugaba o yo le hacía a él. Cada sonrisa suya, cada pequeño tacto con él, cada charla, cada mirada, todo provocaba que mi corazón latiese de una forma que jamás había conocido. No lo sabía, pero aquella atracción que sentí por él con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en cariño, y, a su vez, ese cariño se transformó en un sentimiento más profundo, aquel sentimiento que siempre me negué a sentir por el miedo de dañar a la persona que lo invocase y que sólo Anna podría hacerme controlar. Amor. 

«Estás enamorada de él», escuché una voz en mi interior y, de inmediato, negué aquella idea. Había convivido con Jack un tiempo, no nos separábamos prácticamente nunca y llegué a conocerlo técnicamente bien. Pero eso no era excusa para aquel sentimiento que mi corazón albergaba. Si me enamoraba de él, en alguna pelea que tuviésemos, o, cuando me llegara un ataque de pánico -que no he tenido hace algunas décadas- podría hacerle daño al estar tan cerca de mí. ¿Qué era un espíritu? Sí, pero no iba a meterme a averiguar si mis poderes también podrían llegarle a lastimarle. No a él. No a mi Jack. 

Un día estábamos hablando sentados al borde de la colina; Olaf me había pedido permiso de ir a ver las flores que se encontraban al borde de la montaña, así que le creé una nevada-personal y partió de inmediato; por ende, a parte del hadita que sólo se limitaba a volar sobre Jack, estábamos completamente solos. Mi corazón se volvió a acelerar al darme cuenta de la intimidad del momento, la mañana era realmente hermosa, el sol brillaba como nunca antes le había visto hacerlo, no había ni una sola nube en el basto cielo azul claro, por estar arriba de una montaña nevada el clima era más que obvio y la charla en la que nos sumergíamos era de los reinos a los cuales habíamos ido. En el caso de Jack: cuando fue un espíritu errante y aún no sabía su función. Y yo: cuando era aún la reina de Arendell e iba a ver a los reinos aliados y con los tenía algún acuerdo comercial. 

— ¿Así qué fuiste al reino de Corona, no? — Me preguntó mientras se apoyaba en su bastón. 

— Si, es realmente lindo. Rapunzel, la reina, es una magnífica persona. Y Eugene, el rey, también es muy carismático. Creo que fui un año después de ser nombrada igual reina, tenía que ir porque era uno de nuestros reinos aliados bajo el estandarte de Las Tres D. — Le conté recordando aquel maravilloso viaje, aún lo recordaba tan vívidamente. 

— Ya veo... ¿En ese tiempo ya eras una reina? Veamos... Tendrías unos... ¿Veintiuno? — Me cuestionó y yo le sonreí. 

— En realidad, veintidós. Mi coronación fue a los veintiuno. — Aclaré. 

— ¿En serio? ¿Y cómo fue? — Se interesó Jack y noté que se acercó más a mí. 

— No es una historia muy bonita, pero sin esa historia, no sabría lo básico de mis poderes. — Contesté en un suspiro, hace mucho no pensaba en el día de mi coronación. 

— ¿Te gustaría contármela? — Volteé a ver a Jack, en sus ojos se podía ver la súplica. 

— Está bien, pero he de advertirte que es un poco larga. — Le sentencié. 

— ¡Está bien! ¡Tenemos todo el tiempo del mudo! Es más, ¿qué es tiempo? — Bromeó y me hizo reír, como me gustaba eso de él. 

— Está bien.

Suspiré para asimilar la idea de que tendría que contar esa historia, acerqué mis rodillas a mí y las abracé. 

— Todo inició cuando cumplí los veintiuno, era el día de mi coronación y estaba más que nerviosa. Nunca había salido de mi cuarto desde que... — Mi voz se entrecortó, no quería rememorar el accidente con Anna de cuando éramos pequeñas. — Desde que pasó algo con mis poderes, no lo recuerdo bien. — «Mentira, lo recuerdo perfectamente.» — Después de hacer los procedimientos eucarísticos, me declararon oficialmente reina de Arendell. 

» En la fiesta de mi coronación, volví a ver a mi amada hermana, pero sólo por un instante ya que discutimos por ciertos asuntos. Me dediqué a conocer a los invitados y a saludar a los más importantes, estaba hablando con uno de ellos cuando Anna, mi hermana, me pidió hablar con ella; obviamente le cedí mi atención, empezó a hablarme de que quería mi bendición para casarse con un príncipe que apenas había conocido esa noche y que sus doce hermanos vivirían en el castillo y muchas cosas más que no capté y.... 

— ¡Tiempo! — Pidió Jack interrumpiendo mi narración. — ¿¡Tu hermana se iba a casar con un tipo que había conocido esa noche!? 

— La misma reacción tuve yo, por ende, le negué la bendición y le prohibí casarse. Se enojó y me empezó a decir todo aquello que había retenido en su corazón por mí... — Evité contarle lo que me dijo, después de trescientos años seguía doliendo. — Me quitó mi guante que mantenía a raya mis poderes, le pedí que me lo diera y pues, todo se fue al...

Iba a decir «al demonio», pero sabía que ese no era un vocabulario digno de una reina o, en mi caso, ex-reina. 

— Al caño, me enojé con Anna y cuando le pedí que ya parara expuse mi poder que había mantenido oculto por años. Esa misma noche atemoricé sin querer al pueblo, no sabía controlar mis propios dones, así que hui a la montaña norte. Apenas llegué, reflexioné sobre lo que había pasado y me di cuenta que ya no tenía que guardar mis poderes más, sólo... sólo los dejé ir. Vi lo que podía hacer con ellos... Todo era maravilloso. Lo malo, es que cuando Anna fue a buscarme al castillo de hielo que  construí como mi guarida de la libertad -por decirlo de algún modo-, me dijo que en mi huida había congelado todo... sumergí a Arendell en un invierno permanente por ser tan egoísta y huir de mis problemas. 

No me di cuenta cuando empecé a llorar, a mí alrededor empezaban a formarse picos de hielo que me dañarían si no fuera por Jack que cada vez que veía una estalactita cerca de mí, la convertía en hermosos copos de nieve que se iban con la brisa matutina. Las lágrimas seguían cayendo por mi cara sin parar y mi voz era más quebrada que nunca. 

— No sólo hice eso, sino que en mi enojo y frustración dejé escapar mi poder convertido en rayos. Y uno. Por desgracia. Dio a parar en el corazón de Anna, mi adorada hermana, en ese momento había congelado su corazón. 

El mío se volvió a romper de nuevo, en sólo hecho de recordar que llegué a congelar el corazón de la persona más importante en mi vida hacia que muriese el mío propio. Rememoré la espera que sostuve para volver a ver a Anna tocar esas grandes puertas de hielo, verla intacta, con su sonrisa en su rostro, su nariz chata cuando sonreía, su cabello pelirrojo y esa vitalidad en sus ojos. 

Calor. 

Una especie de calor llegó a mi mano, mis lágrimas pararon por un momento. Jack había tomado mi mano y la estaba aferrando como dándome ánimos. Sus falanges libres se extendieron a mi rostro y sacaron las lágrimas que salían sin tener algún fin, con mi mano libre cogí la de él que estaba en mi cara y la apreté contra esta. Era tan cálida. Aquel pequeño tacto había hecho que mi corazón palpitara de nuevo, con cada segundo que manteníamos contacto, mi núcleo se aceleraba y de la tristeza inmensa que sentía pasó a una sensación de seguridad que jamás había experimentado en mi larga, pero muy larga, vida. Aspiré su aroma tan embriagador y relajante para mi pobre cerebro que estaba siendo expuesto a emociones tan contradictorias que no sabía cómo reaccionar. Mis párpados se perdieron en su mirada azul, que ojos más hermosos tenía, estaba hechizada por ese azul tan cristalino que todo a mi alrededor se esfumó y sólo quedaron esos orbes que tanto me atraían. 

— No creo que hayas sido egoísta al hacer lo que hiciste, Elsa. — Le escuché hablar y me di cuenta que me había dejado llevar por algo que no sabía bien identificar. 

Su voz me sacó del trance azulino que me hallaba, de inmediato, muy delicadamente, dejé de apretar sus manos y le obligué a soltar tanto mi rostro como mi otra mano que él mantenía aferrada. ¿Qué tenía aquel chico que me hacía sentir tan calmada y serena? Lo miré y esperé a que de sus labios saliera alguna otra cosa, pero no dijo palabra alguna. Desvié la mirada y contemplé el paisaje, seguía igual, pero ahora lo sentía más solitario que nunca. Recordar a Anna siempre me dejaba una sensación de soledad inmensa, soledad que el tacto de Jack me hizo olvidar por algunos cuantos minutos. Me volví a abrazar a mi misma y me dejé invadir de nuevo por la soledad que desde la llegada de Jack no sentía tan dentro de mi congelado e inerte corazón, hundí mi cabeza entre las rodillas e hice una pequeña nevada arriba de mí, no deseaba que él me volviese a ver llorar, al menos así se podría confundir el llanto con copos cristalinos. 

— Si, si lo fui, Jack. Preferí huir y ser libre en vez de enfrentar los problemas que había causado en el reino y explicarles a todos que su reina era una especie de monstruo de nacimiento. — Hundí más mi rostro, las lágrimas irían a salir de nuevo. 

— ¿Qué sucedió después de que le congelaras el corazón a Anna? — Se interesó. 

— Pues, básicamente: Después de que el golpe le llegara, un joven vendedor de hielo que venía con ella se adentró en la habitación; le pedí a Anna que me dejara sola, que no sabía y no podía descongelar Arendell, que si sabía algún modo de hacerlo, que me lo dijese, o, si sabía algún modo de acabar conmigo, que lo hiciera; mi hermana no accedió a ninguna, así que le pedí que se fuera y como se negó, la eché de mi palacio. No quería lastimarla más. 

— Eso debió ser duro... — Trató de consolarme mi amigo. 

— Y lo fue. Traté de descongelar todo suprimiendo mis sentimientos, pero la frustración y el temor se hacían mayor. Pasaron dos días antes de que el príncipe que quería casarse con mi hermana llegara y uno soldados de él me atacasen. Obviamente, me defendí. Pero me di cuenta que estaba usando mis poderes para herir a otros. Estaba tan ensimismada reflexionando en ello que no me fijé cuando uno de ellos lanzó una flecha con su bayoneta en dirección al gran candelabro de hielo que había formado y este cayó. Traté de escapar, pero no fue lo suficientemente rápida y me desmayé. 

» Al despertar, estaba en una prisión. El príncipe este me pidió que descongelara el reino y le di la misma respuesta que a Anna. No sabía y no podía. Me dejó ahí, pero mi poder estaba descontrolado y, gracias a ello, logré escapar. Cuando estaba caminando por el mar congelado escuché que aquel hombre me dijo que Anna, mi adorada hermana, había muerto. — El llanto se volvió a salir de control de mis ojos, gracias a la pequeña nevada Jack no se dio cuenta. — Sentí que mi corazón se quebró, por mi maldita culpa había perdido a la persona que más amaba en el mundo. Mi hermana menor. Me sumergí en una oscuridad tan grande que sólo el sonido de una espada rota me hizo reaccionar. Ante mí. Congelada. Estaba Anna anteponiendo su propio cuerpo por salvarme a mí. 

» Me paré tan rápido como pude y la abracé susurrándole que todo iba a estar bien, que me perdonase y que siempre estaría a su lado. Lloré como una pequeña. Poco a poco sentí como Anna volvía a entrar en calor y el hielo azul daba paso a los hermosos colores vivos de su vestimenta. Se había descongelado. 

Alcé mi rostro, las lágrimas aún caían por mis mejillas y la soledad se apoderó por completo de mi corazón. Mi hermana ya no estaba para revivir mi corazón que fue asesinado por la soledad desde que supe que había muerto. Los fríos copos de nieve empezaban a acumularse en mi cabeza y cualquier otra superficie expuesta, pero no me importaba, aquello era insignificante. Mi corazón había vuelto a morir. Jamás pensé que contar esa historia haría que la soledad que yo creí superada sólo se acentuara más en mi interior. 

— Anna me enseñó que la manera de cómo controlar mis poderes era el amor, el amor que sientes por otros y por esa persona especial para ti. — Fulminé mi relato. — Aún que en estos años, también aprendí que si no siento absolutamente nada, mis poderes pierden efecto. — Agregué como dato al final. 

— ¡Wow! ¡Tú historia fue genial! ¿En serio amabas a tu hermana, no? — Me cuestionó Jack mientras volvía a extender sus dedos y secaba las lágrimas que aún brotaban. 

— Era la única persona que me quedaba en el mundo. Mis padres murieron cuando tenía dieciocho años. Sólo me quedaba ella. Incluso, te puedo decir a pesar de ser una intromisión, que di mi vida por ella. La amé, la amo y la amaré tanto que con gustó volvería a dar mi vida por ella con el simple hecho de saber que será feliz y que nunca perderá aquel brillo en sus ojos. — Aseguré sin chistar. 

— Vaya, que cursi me saliste. — Fue lo único que salió de sus labios.

— Demonios, ¿para qué preguntas si quería a mi hermana si me vas a salir con tremenda estupidez? Nunca entenderás el amor que le tuve a Anna. — Le respondí frunciendo el ceño, luego me retractaría de esas palabras. 

— Oye, tranquila, mi Reina de las Nieves. Dije que eras cursi, más nunca mencioné que no entendiera lo que sentías por ella. — La mirada de Jack que siempre estaba llena de alegría, ahora era el mismo retrato de la seriedad y soledad. — Yo morí por salvar a mi amada hermanita también. Estábamos patinando, el hielo era muy quebradizo y yo le aseguré que todo iba a ser divertido. Cuando logré que dejara de tener miedo y se fijara en mi solamente, con mi bastón la arrojé a un lugar con el hielo más grueso, pero yo me quedé y pues, heme aquí ahora. 

Lo miré con atención y noté que sonreía, una sonrisa realmente cálida. ¿Realmente entendía cuanto amé a Anna? ¿Ese chico tan distinto a mi entendía lo que es ese lazo de hermandad? No lo podía creer. Sentí de nuevo aquel calor en mi mano y vi a la suya sujetando la mía, la llevó lentamente donde estaban sus labios y le propinó un pequeño beso en el dorso. Un escalofrío recorrió mi ser entero y la nevada que había provocado sobre mí ahora sólo era una pequeña brisa fría que era llevada por el viento. Mi cara estaba en shock y supuse que debía estar sonrojada por el repentino aumento de temperatura que sentí en mis pómulos. Mi corazón volvió a latir tan rápido que si no hubiese estado sentada todo el rato, hubiera pensado que había corrido kilómetros y kilómetros sin parar ni un sólo segundo, la soledad que lo había detenido se empezaba a esfumar con aquel simple beso y esa pequeña declaración de entendimiento mutuo. 

— Elsa, “no te encierres más. La distancia ya no hay que conservar...” — Esas palabras provocaron que mi corazón diera un nuevo palpitar desconocido para mí. 

— “Jack... tengo miedo...” — Fue lo único que pude responderle, era verdad, tenía miedo de que mi corazón fuera a revivir de nuevo. 

— “Finalmente y como nunca, ya puedo entender. Finalmente y como nunca, lo podremos resolver” — Temblé ante la idea de aceptar su ayuda, no quería herirlo, no con mi pasado tan doloroso y menos con estos poderes que se salen de control con las emociones. 

— “¡No lo creo, Jack!” “¡Tú siempre estás bromeando!” — Le grité alejando mi mano de él, sentí como perdía el calor que me daba. 

— Elsa... — En su voz se podía escuchar una pizca de impaciencia, pero sólo lo vi suspirar. — “Ya no vivas con temor, pues finalmente y como nunca, te acompañaré”, nunca más quiero que vuelvas a estar sola. 

Jack volvió a tomar mi mano, esta vez me dejé hacer. Aquel contacto me hacía tan bien, en todos los sentidos posibles. Con el sólo contacto de sus dedos con los míos hacia que mi corazón se acelerara y vibrara como hace siglos no lo hacía. En vez de sólo besarla, fue depositando pequeños besos en toda su extensión hasta llegar a la muñeca. Cada beso era como un gran sol brillase en mi interior y alegara todo adentro de mí. Tristeza, melancolía, culpa, soledad, tantos sentimientos que estaban constantemente en mi ser eran expulsados con esos besos. Me estaba dejando llevar por él, y eso llegó a asustarme. 

— “No temas...” — Me susurró, había cerrado los ojos inconscientemente en algún momento. 

Abrí mis párpados y mi sorpresa fue mayúscula al verlo tan cera de mí, aún sostenía mi mano, pero la otra estaba de un momento para otro tomándome de la barbilla y obligándome a verlo directamente a los ojos. ¿Será que Jack aparte de poderes nevados tiene el poder de leer la mente? Porque no creo que fuera coincidencia que me diera como objeto visual sus hermosos ojos en los cuales me pierdo con facilidad. La mano fuerte que antes sostenía la mía, ahora estaba sujetándome de la cintura provocando un acercamiento más íntimo entre ambos. Mi corazón se aceleró a más no poder, si no fuera inmortal diría que estaría a punto de darme un infarto en ese mismo lugar, porque que latiese a esa velocidad era más que mortal. Nuestros alientos empezaron a fusionarse, nuestros ojos se iban cerrando lentamente y la distancia sería nula entre ambos en cualquier momento, el exterior ya no existía para mí, lo único real eran las manos de Jack en mí y aquel acercamiento, sólo eso. ¿Qué era este sentimiento tan cálido y a la vez tan aterrador que percibía? 

Sentí como los copos de nieve cristalinos empezaban a formarse a mí alrededor por el miedo que tuve ante aquella nueva emoción, Jack transformó aquella gruesa nevada en una hermosa obra de arte cristalina que giraban a nuestro alrededor. Estábamos a punto de cerrar nuestros párpados por completo y la distancia era la más mínima, me preparaba para que un contacto sucediese, pero no sabía cuál, mi mente estaba en blanco y mi corazón desbordado de emoción. Estaba viva de nuevo. Jack Frost había revivido mi interior. Apenas sentí el roce de su nariz con la mía me estremecí aún más. Ya quería que esa distancia fuera nula y algo pasara, nuestros labios estaban a punto de ser rozados mutuamente.... 

— ¡Auch! — Soltó Jack de la nada provocando que ambos nos separásemos bruscamente. — ¡¿Qué sucede contigo, hadita?! — Interrogó furioso. 

Tardé un poco en procesar desde el momento de que estábamos a punto de... ¿besarnos? No, no podía haber pasado eso, ¿o sí? ¡Esto era una locura! Miré a Jack y vi que se tallaba la nuca. « ¿Qué le habrá pasado?», me pregunté mientras me acerca a él y le pedía que me dejase ver. Tenía un pequeño puntito minúsculo en la parte trasera del cuello, estaba rojo e inflamado al rededor, parecía haber sido hecho por alguna especie de aguja o algo así. Puse mi dedo índice en la herida y dejé una pequeña escarcha gruesa arriba de esta para que sirviera como antiinflamatorio. No era doctora, pero cada vez que Anna se caía cuando era pequeña, solía hacer eso para bajar la inflamación. «Anna», volví a pesar en mi hermana y mi semblante se volvió sombrío, pero no tardo mucho porque Jack me hizo tal pregunta que me dejó con la mente en blanco por unos instantes. 

— Y dime, Elsa. ¿Te has enamorado antes? — Mi sonrojo no pudo ser mayor. 

— ¡¿Y-Y-Yo? ¿E-E-E-Enamorada?! ¡Nunca! — Aseguré falsamente. 

— Vamos, no te creo. Eras una reina, ¿no? ¡A que cientos de principies, reyes, duques y más te cortejaban! — Me senté de nuevo a su lado evitando verle la cara. 

— ¡P-P-Pues para tu información, no me sentí atraída por nadie! — «Hasta que llegaste tú», resonó en mi mente inconscientemente y me regañé me el acto. — ¿Y-Y tú? ¿Te has enamorado? — Traté de desviar la charla que se centraba en mí. 

— ¡Claro que sí! ¡He estado enamorado por trescientos años! — Afirmaba mientras se dejaba caer en la recién caída nieve. 

¡¿Cómo se atrevía ese idiota en decir semejante cosa?! Mi pequeño corazoncito sintió una pequeña punzada, como si saber que el chico que estaba a mi lado estaba enamorado de otra me provocase dolor. ¡¿Es qué era un cínico?! ¡Coqueteaba conmigo teniendo a otra en sus pensamientos! ¡Ha, eso si no se lo iba a pasar! Aquel sentimiento que punzaba en mi interior hacia que me sintiera más viva que nunca. Maldito. 

— ¿Cómo es ella? — Le interrogué con voz fría y le vi sonreír. 

— Veamos... ¿Cómo describir a la joven más hermosa que he visto en toda mi vida? ¡Ya sé! Era realmente bella, debo decir, era una reina después de todo. Su cabello rubio platino era hermoso, sus ojos tan azules como los míos me conquistaron por completo, en ella había un aura de soledad similar a la mía, sus labios rojos eran exquisitos, su cuerpo ¡por el hombre de la luna! ¡Que sensual era su andar! Y a pesar de ser la joven más hermosa que había visto, era la criatura más tierna, pura, sin rencores y sincera. ¡Ay, me flechó a primera vista! ¡Lo único que alcancé a decir fue “wow”! — Expresó Jack con suma emoción. 

Cada palabra, cada descripción, cada suspiro que daba al hablar de aquella joven me hacía más y más daño. ¿Por qué no me miraba? ¿Por qué no se fijaba que tanto daño me hacía? ¿Por qué había vuelto a la vida a mi alma si sólo iba a matarla con las palabras que en ese momento me decía? Mi mirada se frunció y apreté los dientes. 

— Y tiene el nombre más hermoso que he escuchado jamás. ¿Cuál era?

Le vi pararse y mirarme fijamente, le devolví aquella mirada con otra fría y de ceño fruncido. Sólo logré que su sonrisa se ampliara aún más. ¡Cómo me enojaba! Ya las estalactitas empezaban a formarse de nuevo, pero Jack las eliminaba tan fácilmente que eran creadas por mi emoción, eso sólo delataba lo que en mi corazón sentía. « ¿Mi corazón... siente?», pensé al darme cuenta de ello, había aceptado al fin que mi corazón volvía a tener emociones, y no sólo la soledad, tristeza y melancolía que lo obligaban a encerrarse. 

— Así, ya me acorde. Su nombre... — hizo una pausa que me pareció horas. — Su hermoso nombre era… Elsa. Mejor conocida como: La reina Elsa de Arendell. 

Pude haber hecho muchas cosas ante esa declaración tan directa. Le pude haber insultado y pegado por haberme hecho sufrir esos momentos de amargura, me le pude haber abalanzado encima y abrazarle, pero lo único que atiné a hacer fue a llorar como una pequeña. Creo que ese día lloré todo lo que en mi vida debí haber llorado. Lloré por la felicidad que me invadió al saber que había estado enamorado de mí desde hace tanto tiempo, lloré porque estaba enojada por haberme hecho sufrir y lloré porque era la señal de un nuevo corazón que volvía a sentir de nuevo. Jack se me acercó y, ahora típico en él, secó mis lágrimas y acarició mi cara con tanta ternura que me hizo vibrar. Me perdí en sus ojos de nuevo. 

— ¿Qué magia tienes? ¿Qué clase de magia tienes para poder revivir el corazón muerto de alguien? — Le interrogué. 

— No es magia, Elsa, es amor, un amor que sobrevivió por tres siglos. Tú me enamoraste apenas con verte, no pude estar contigo cuando más me necesitabas a alguna quién te amara como... como mujer. — Lo vi avergonzaras y no pude suprimir una pequeña sonrisa. — Cuando te vi en aquella montaña, tan triste y sufriendo, me sentí realmente mal; te lancé un copo de nieve que apenas aprendía a formar; tus ojos se iluminaron en ese momento y juro que han sido los ojos más bellos que he visto en mi vida; te deshiciste de tu guante y cuando vi lo que podías hacer, pensé que en todo el planta sólo tu podrías entenderme; y ¡oh, dios! ¡Cuando hiciste el castillo y te creaste aquel vestido de hielo, y cuando te vi caminar! ¡Que hermosa y sensual! ¡Si me hubieras podido ver, te hubiera pedido matrimonio ahí mismo! 

— ¿Qué? — La palabra “matrimonio” me sacó de la espesa nube rosa en la que me había sumergido. 

— ¡Si con eso podía verte todos los días, así vestida, con esa actitud que tanto me gusta de superioridad! ¡Me caso y no me importa que pensaras! 

— ¡E-E-Espera! ¿Cuántos años tienes? ¡Eres demasiado joven para pensar en eso! — ¿Qué me pasaba? ¿Por qué sacaba ese tema tan repentino? Al parecer sólo quería una excusa para evitar hablar de eso. 

— Pues... técnicamente tengo trescientos veintidós años. — Contestó Jack sonriendo como si fuera lo más normal del mundo. 

— Veamos... Yo he vivido eso y cuando morí tenía veintiséis o veinticinco así que sumando... Tengo trescientos veintiséis años. — Calculé sin recordar a los cuantos años exactamente morí. 

— Vaya, eres cuatro años más grande que yo, estás muy bien conservada. — Comentó él como si en serio no me hubiese dado cuenta que era mayor y traté de suprimir el cumplido que en mi época hubiera provocado que le abofeteara.  

— Claro, claro.

— Elsa. — Me llamó. 

— ¿Qué quieres, Jack? 

— ¿Cómo se siente tu corazón? — Sonreí levemente por la pregunta hecha.

— Ya te dije Jack, está más vivo que nunca. 

— Me alegro. — Comentó. — Elsa... — Volvió a llamarme. 

— ¿Qué? 

— ¿Te puedo besar? — Iba a contestar cuando vi a la pequeña hadita volver a picar a Jack, esta vez en la cabeza. — ¡Auch! 

Volví a reír, esta vez más disimulada, al parecer la pequeña hada de los dientes estaba en contra de que Jack mostrara más afecto por mí de lo que era realmente conveniente. Pero me conmovió tanto que preguntase en vez de simplemente haberme besado que le di un pequeño beso en la mejilla. ¡Su cara fue tan tierna! Estaba totalmente sonrojado y se había puesto su mano en la zona donde le había besado con anterioridad. 

— Eso es todo lo que te daré hoy, Jack. — Le advertí. 

— ¿Eh? — Fue lo único que pudo decir mientras seguía con cara de abobado. 

— Nada, olvídalo. — Me paré al ver la silueta de Olaf llegar y, arriba de él, un ave hecho de pura nieve. — Gracias... por hacerme sentir de nuevo. 

Y diciendo eso, me alejé de él. No lo veía, pero si sentía que estaba sonriendo como idiota, ya que, yo también lo estaba haciendo. Me acerqué a Olaf y le di la bienvenida al ave y a él, cuando verifiqué que ave era, mis ojos se abrieron por completo. Era el ave que cuidaba la descendencia de Anna. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué habría sido tan importante para dejar de vigilar a sus protegidos y venirme a ver? Una voz en mi mente sonó tan fuerte que casi me caigo del asombro. «Mi reina, el sucesor de vuestra hermana ha de llegar en dos meses para el festival de verano, pues quien regresar a las raíces y conocer el legado que vos habéis dejado», era simplemente imposible lo que mi comunicador decía. Una sensación de inseguridad y alegría se apoderó de mí, ¡iba a venir un descendiente de Anna y mío! ¡Al fin iba a ver que tanto había perdurado nuestra sangre! 

Un brazo me tomó del hombro, era Jack quien me miraba con la interrogación en los ojos, yo sólo lo abracé, ¡estaba feliz! ¡Muchas felicidades en un sólo día! Él sólo me correspondió al abrazo, su calor era tan cómodo. Ese momento lo sentí eterno, hasta que una masa fría se apretujó entre nosotros, era Olaf quien aseguró que él también quería ser parte del abrazo, ya que le gustaban mucho. Ambos reímos y le dimos un espacio en nuestro pequeño abrazo, pero no me importo, aquel momento no me importó nada. Era feliz y mi corazón volvía a vivir. 

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